Borderline Opinión

Juan Pedro Quiñonero: Las llamas de Londres fotografiadas por Martin Parr

martin parr last resort

Las novelas de Karl Kraus, William Burroughs, Philip K. Dick, James Graham Ballard y las fotografías de Martin Parr ya nos habían contado la historia del incendio de Londres con una precisión que no tiene la obscenidad audiovisual destinada al consumo de masas.

Las fotografías de Martin Parr, en particular, hace años que nos invitaban a contemplar las semillas del incendio con una minuciosidad que no tienen las películas de Ridley Scott (Blade Runner) o los hermanos Wachowski (Matrix)

Los turistas atraídos por el infierno pertrechados con una pequeña cámara digital podrán inmortalizar en Londres, este verano, las mismas huellas del paraíso con aire acondicionado que Martin Parr lleva años invitándonos a contemplar…

… sus perros vestidos con gafas y sedas de grandes modistos, sus señoras de piel curtida con luz artificial, sus irlandeses cavando la tierra con azadas de enterradores de cadáveres, sus urbanizaciones habitadas de extraterrestres disfrazados de seres humanos, sus señoritas pintadas como muñecas, sus muñecas eróticas, sus amas de casa que no siempre distinguen entre la sangre humana y la salsa ketchup… nos estaban diciendo, con luminosa sencillez, la metamorfosis de nuestros suburbios convertidos en desiertos habitados por androides prestos a copular con ovejas eléctricas.

En esas estamos.

Los plumíferos del ramo nos habían contado que Martin Parr era un cronista ácido de nuestras sociedades. Quizá sea otra cosa: un profeta del infierno que tenemos a la vuelta de la esquina.

Mientras la gran prensa camuflaba y camufla la realidad infernal que nos rodea con maravillosas imágenes de las maravillosas vacaciones de nuestros famosos, famosos universales, cutres pero famosos, Martin Parr fotografiaba con precisión la basura de nuestras playas convertidas en basureros de seres humanos, los productos sintéticos que comemos maquillados con anilinas, los hombres invisibles que no deseamos ver errantes por nuestras playas insensibles a la sangre humana que terminará ardiendo en nuestras ciudades. Como en Londres.

 

Fotografía: Martin Parr

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Un comentario

  1. Pingback: Una temporada en el infierno

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