Correo extranjero Opinión

Pablo Mediavilla Costa: El soldado Morris

La realidad se derrama sobre la mesa de domingo con zumo de naranja y café. Me entero de que el soldado Jordan Morris ha muerto junto a otros cuatro compañeros de armas en Afganistán. Busco su cara entre la niebla de internet y lo primero que encuentro es una foto de una ceremonia militar en la que alguien que podría ser él, con uniforme de gala, parece saludar a la bandera americana o despedirse de ella antes de ir al frente. Su nombre me suena mucho y por la fecha de graduación de West Point, la clase del 2010, podría ser uno de los cadetes que conocí allí en una visita de varios días. Es imposible saberlo ahora.

Recuerdo que al poco de llegar acompañé al soldado con el que compartiría habitación a su tutoría con el profesor de literatura. De camino al edificio de la facultad, junto a la estatua del general Patton y la llanura de hierba me contó que había tenido problemas con sus últimos deberes, un relato corto que no acababa de salirle como quería. También me habló de sus clases de lucha libre y de que apenas dormía tres horas al día. En el pasillo del Departamento de Historia y Literatura, junto a un póster de La batalla de Argel, dimos con el despacho de su profesor, un hombre de unos cuarenta años, sonriente, con uniforme rutinario de camuflaje. Por encima de su cabeza, el diploma de un curso para francotiradores que había recibido del ejército de Israel y al lado, una foto suya tendido en el suelo, con la cara pintada pegada a la mirilla del rifle. El profesor empezó a desgranar los problemas del relato, básicamente, una metáfora y un final sugerido que no funcionaban. Le animó a corregirlo y afirmó que, de todas formas, el relato estaba muy bien: la historia de un chico que piensa en su familia y amigos en mitad de un combate. Salimos del despacho y fuimos a buscar sitio en el comedor para cenar.

Los alumnos de West Point eran chicos educados, de pueblos aburridos o desahuciados, que estudiaban árabe, chino o la historia de Mesopotamia y que, por las mañanas, después de desayunar, se lanzaban en paracaídas sobre la llanura central del fuerte. Ahora lideran batallones en el teatro de operaciones, ese teatro donde se mata y se muere de verdad. Nunca encontré una explicación íntima, individual, a su opción de vida. Eran soldados, les reconfortaba hacer lo que se les mandaba, tenían una idea difusa del mundo y de su equilibrio —como cualquiera— y hacía mucho tiempo que no besaban a su chica de toda la vida junto a una hoguera en la playa. La guerra les era enseñada como una ciencia, con su economía de recursos, sus aberraciones estadísticas y sus tendencias en las que, al final, el que más y mejor dispone de su capital es el que gana. Me gustaría decir que vi odio, venganza, patriotismo y demás bajos sentimientos para explicarme mejor la realidad y acabar el desayuno en paz, pero estaría mintiendo.

He abierto el Facebook y la noticia me ha llegado a través de su compañero Matt Romanowski, el cadete que mejor conocí en aquellos días. Matt ha puesto un sobrio «Jordan Morris, que descanses bien» en su muro y yo he puesto un «lo siento, Matt». Recuerdo la última noche, muy fría y desapacible, en el bar de oficiales con Matt. Él me dijo que elegiría la Aerotransportada y yo le contesté que me guardara, algún día, un hueco para mí y mi cámara. Él sonrió condescendiente y me invitó a otro gintonic para dejar pasar el asunto. El asunto era que nunca volveríamos a vernos. Ahora Matt vive en el cuartel de Fort Benning y espera destino en Afganistán. Yo estoy en mi casa de Brooklyn, acabo de arreglar la cisterna del baño con un clip y rebuscando en internet he encontrado la nota de prensa que aquí dejo:

El Departamento de Defensa identifica a las Bajas de Guerra

El Departamento de Defensa anunció hoy las muertes de cinco soldados que estaban sirviendo en la Operación Libertad Duradera. Murieron el 11 de agosto en la provincia de Kandahar, Afganistán, de heridas infligidas cuando un explosivo improvisado fue detonado cerca de su vehículo. Estaban destacados en el Primer Batallón, 32º Regimiento de Infantería, 3ª Brigada del Equipo de Combate, 10ª División de Montaña del Fuerte Drum, Nueva York.

Los muertos fueron:

Sargento Edward J. Frank II, 26 años, de Yonkers, Nueva York.

Especialista Jameel T. Freeman, 26 años, de Baltimore, Maryland.

Especialista Patrick L. Lay II, 21 años, de Fletcher, Carolina del Norte.

Especialista Jordan M. Morris, 23 años, de Stillwater, Oklahoma.

Soldados de Primera Rueben J. Lopez, 27 años, de Williams, California.

Para más información relacionado con esta publicación, los medios pueden contactar con la Oficina de Relaciones Públicas de la 10ª División de Montaña en el 315-772-8286.

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Un comentario

  1. Excelente. Un artículo de historias humanas en primera persona y con una calidad exquisita.

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