Cine y TV

Radiografía de un fotograma: el reloj de Damocles

high noon original

La imagen de un reloj. Puede no ser tan espectacular —en foto fija— como el plano panorámico de Gary Cooper caminando en solitario por las polvorientas calles de un pueblo vacío, pero es el plano culminante de toda una película cuyo principal protagonista es precisamente ese reloj.

El título original, High noon (“Mediodía”) era quizá menos novelero que la traducción española, pero bastante más poético y sobre todo bastante más ajustado a la esencial del film. Un sheriff que sabe que el pueblo va a ser visitado por un malvado asesino y sus secuaces. Y sabe que llegan en el tren del mediodía, para lo cual falta poco más de una hora. Mientras el minutero del reloj va acercándose fatalmente a las doce, el sheriff intenta desesperadamente que los habitantes de la ciudad planten cara junto a él a los bandidos que están por llegar, mientras es víctima del rencor de los más cobardes e incluso de la incomprensión de su nueva esposa, una bellísima Grace Kelly.

Solo ante el peligro transcurre prácticamente en tiempo real: la película no es más que la angustiosa cuenta atrás de un hombre que está prácticamente condenado a morir a tiros, enfrentándose en solitario a varios individuos armados. La reflexión sobre la falta de solidaridad social y sobre la esencia del héroe —el héroe no es aquel que no tiene miedo, sino aquel que teniéndolo es capaz de cumplir con su deber— se asienta en una estructura dramática sustractiva: la película resta tiempo a la historia en vez de añadírselo. Podemos intuir el desenlace prácticamente desde el principio, pero no es la incertidumbre del resultado final lo que atrapa al espectador, sino la certeza de que el tiempo pasa y de que nunca se va a detener. Los planos del reloj aparecen continuamente durante el film, como el recordatorio de lo inapelable. El que la acción del film transcurra en tiempo real contribuye a agudizar la sensación de agobio.

high noon original 2
El sheriff, filmado desde la distancia como si fuese un fantasma: metáfora de que a todos los efectos se le puede considerar un hombre muerto.

El director Fred Zinnemann compuso una de las obras más profundas y a la vez más milimétricas del género western. La película se convirtió en un clásico prácticamente desde su estreno, en una de esas raras ocasiones en que todo el mundo es consciente de que están viendo un film que va a pasar a la historia y que va a sentar bases para la evolución de todo un género y del arte cinematográfico en general.

Pero no todo fue como Zinnemann quería. Parece atrevido decir que una obra maestra como Solo ante el peligro pudo haber sido todavía mejor, pero sí, pudo haberlo sido si el estudio hubiese respetado los deseos del director.

Fred Zinnemann concibió efectivamente su película como una angustiosa cuenta atrás y como es lógico el director pensaba que la cuenta atrás debía terminar justo en el cero. Eso es, cuando el reloj marcaba el mediodía, momento en que llega el tren con el malvado asesino, a quien sus secuaces esperan en la estación. Zinnemann quería que ese fuese el final del film y para ello construyó una extraordinaria secuencia de clímax casi insoportable, en que el sheriff escribe su testamento mientras la cámara nos muestra el reloj, los rostros de los habitantes del pueblo, la llegada del tren, una silla vacía representando al malvado ausente… todo ello en una rápida sucesión de planos al ritmo de una tétrica y pulsátil música escrita por Dimitri Tiomkin, que imita el tictac del reloj, la espada de Damocles del argumento. Música interrumpida por el silbido del tren: es el mediodía, el momento de la verdad. Abandonado por sus conciudadanos e incluso por su propia esposa, Gary Cooper —con el pánico tatuado en su rostro, pese a su evidente intención de ocultar sus emociones— va a enfrentarse a la muerte.

Un planeado gran final que no satisfizo al estudio. ¿Vamos a dejar a los espectadores en la duda de saber cómo termina el asunto? Un final abierto era quizá demasiado aventurado para 1952, así que el guión fue más allá del momento de la llegada del tren y la historia prosiguió con el duelo final entre Cooper y los malos de la película. El duelo fue rodado también con maestría por Zinnemann, pero resta —dicho sea con toda la relatividad del mundo— algo de redondez al resultado final del film. Cuando finalmente vemos el rostro del malvado, no está a la altura de lo que nos habían hecho imaginar. Cuando comienzan de verdad los tiros, nos damos cuenta de que Solo ante el peligro podría haber sido el único western “duro” en que no se hubiese filmado ni un solo disparo. Tal es el virtuosismo cinematográfico que Fred Zinnemann desplegó en su cuenta atrás que no hubiese necesitado de tiroteos para rodar uno de los films más psicológicamente violentos del género.

Pero bueno, el tiroteo final está ahí y forma parte ya de la leyenda del film. Aunque, eso no nos lo quita nadie, seguiremos viendo la secuencia del reloj y sintiendo que es el final de la película y el principio de una coda brillante, pero innecesaria. No había mejor final posible que el plano de un reloj marcando las doce: hora en que el héroe se enfrenta a su destino final… algo que todos haremos algún día.

High noon

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4 Comentarios

  1. dondaniel

    Habrá que ver esta película. Jamás imaginé que un western pudiera estar tan bien desarrollado…

  2. Ese plano de Cooper caminando sólo es una de las mejores representaciones de la incomprensión del héroe.

    Llevo tiempo pensando que algunos buenos de los de antes antes molaban más que muchos de los malos guays que tenemos ahora…

  3. Pingback: Los buenos también molan « Las Tribulaciones de un Pequeño Plumilla

  4. Pingback: ¿Puedes reconocer estas películas clásicas mediante una imagen? - Jot Down Cultural Magazine

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