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El degüello del Shar Pei

circumci

No es fácil circuncidarse en España —y menos a voluntad— pero si tan claro lo tienes, adelante. Después de todo vivimos en una democracia que alienta el individualismo y además permite la mutilación estética, incluso en menores. No es tan raro, al fin y al cabo el 30% de los hombres de este planeta están circuncidados.

Te diré qué va a ocurrir. Mañana te levantarás y, antes de ir a la clínica, te masturbarás por última vez con tu pene no circuncidado. Le pasa a casi todo el mundo, lo hacen por nostalgia pero también para llegar descargados al quirófano, han tenido pesadillas conscientes la noche anterior, enfermeras que les sumían en un pozo de dolor genital postoperatorio simplemente rozándoles con una mirada furtiva.

Vas una clínica privada porque ningún otro médico quiso hacerse cargo de tu operación, ¿verdad? No te preocupes, es más normal de lo que piensas, pregunta a cualquier musulmán. Podrías haber tenido suerte y que el urólogo opinara que tu prepucio no se retrae adecuadamente, aun así, la lista de espera para ese tipo de intervenciones puede rondar el año.

Mira Estados Unidos, ahí la gran mayoría de los hombres están circuncidados. Pero ojo, en la última década, California, Dakota del Norte, Oregón, Misisipi, Nevada, Washington, Carolina del Norte, Arizona, Misuri, Montana, Utah, Florida, Maine, Minnesota, Idaho, Luisiana, Carolina del Sur y Colorado han dejado de financiar esta operación en Medicaid, el programa sanitario destinado a los ciudadanos con pocos ingresos. La tasa de circuncisión neonatal ha bajado desde el 65% en 2002 hasta el 32% en 2010.

Para un médico de la seguridad social, hacer una circuncisión por motivos religiosos o estéticos tiene el mismo valor, piénsalo de esta forma: la extracción del prepucio para equiparar el pene de un niño al de Abraham es una mutilación encubierta de pureza del mismo modo que sacarse una muela que deje sitio a la del juicio y mantenga nuestra sonrisa alineada es una mutilación encubierta de belleza.

En la clínica te sentarán en una sala de espera sin revistas y una enfermera aparecerá en algún momento. Suspirarás hondo al sentir que a tu pene le resulta lo bastante anodina. Te dará un bolígrafo junto con el acuerdo de Consentimiento Informado, para que lo firmes, y el médico te explicará tras examinar tu pene cómo cree que debe hacerse tu circuncisión: más o menos holgada, dejando una pequeña franja de piel o retirándolo todo, extirpando o no el frenillo o a qué altura va a quedar la cicatriz. Te desnudarán y te colocarán sobre la camilla en posición supina.

Seguramente habrás leído los artículos publicados en The Lancet o el New England Journal of Medicine que alaban los beneficios médicos de la circuncisión. Había un editorial al respecto en el Journal of the American Medical Association del mes pasado, ¿lo viste?

Aaron Tobian y Ronald Gray, dos expertos en enfermedades infecciosas de la Johns Hopkins School of Public Health (Baltimore, EEUU) afirmaban que “los esfuerzos para prohibir la circuncisión infantil masculina son infundados y potencialmente peligrosos”.

Esto no debería afectar a tu decisión, pero hay una guerra por el prepucio, una guerra subcutánea, subterránea. La prohibición de la circuncisión infantil y juvenil en el estado de California era una de las iniciativas populares que, como la legalización del cannabis, iba a formar parte del ballot de noviembre, y sin embargo, y pese a haber recogido miles de firmas, la propuesta nunca llegó a votarse. Algunos grupos (en su mayoría judíos) denunciaron con éxito la iniciativa popular ante un tribunal y en julio, la prohibición de la circuncisión fue retirada de las papeletas a causa de un “tecnicismo legal”.

Los autores del editorial afirman que el procedimiento “puede proteger sustancialmente a los hombres y sus parejas de ciertas enfermedades de transmisión sexual” y tú, aunque crees firmemente que, salvo azar, viaje exótico o prostitución low cost, en nuestras rutinarias existencias urbano-burguesas no hay cabida para el VIH, te preguntarás por qué no tener prepucio te protege del SIDA.

Un estudio de 2006 en el que participaron cinco mil hombres de la Uganda rural señaló que los varones circuncidados tenían un 60% menos de posibilidades de contraer el virus. La creencia popular es que el pene “intacto” tiene más posibilidades de sufrir heridas en el acto sexual o herpes, pero este estudio no encontró grandes diferencias a este respecto.

Sé que no vas a encontrar satisfactoria esta explicación, pero “gran parte de la reducción en adquisición del VIH que proporciona la circuncisión masculina puede ser explicada por la retirada de tejido vulnerable de prepucio que contenga células diana para el VIH”. Era un estudio serio, publicado en PLoS Medicine y dirigido por el doctor Ronald Gray… sí, el mismo. No es casualidad. En ciencia no hay casualidad sino serendipia. No me malinterpretes, el doctor Gray es un epidemiólogo de prestigio. Es sólo que en su currículum académico aparecen esas medallas al voluntariado otorgadas por el Gobierno de Israel entre 1960 y 1965.

Incluso aunque no pudieran explicar exactamente el cómo, si la circuncisión puede reducir la tasa de contagio de VIH, ¿no tendría sentido aplicar programas de circuncisión en zonas o grupos donde el riesgo es elevado? ¿Como los gays?

Un proyecto de la Universidad de Pittsburg examinó a 521 hombres homosexuales y bisexuales de San Francisco, donde la población gay supera las 65.700 personas. “Nuestro estudio indica que cualquier beneficio potencial sería probablemente demasiado pequeño como para justificar el implemento de programas de circuncisión como medida de prevención del VIH”, señaló el doctor Chongyi Wei, uno de los autores del trabajo. Resumiendo, la circuncisión puede resultar un método de protección efectivo para un ugandés heterosexual pero no para un gay de San Francisco.

Primero te humedecerán el área genital con un algodón empapado en Betadine. A continuación, te inyectarán el anestésico local en la base del pene. Es un pinchazo doloroso que te llamará la atención porque probablemente, a lo largo de tu vida, tus genitales habrán recibido algún rodillazo, pelotazo, pellizco, incluso mordisco, pero nunca un dolor semejante. La segunda resultará menos novedosa pero dolerá igual y a partir de ahí, la anestesia empezará a hacer efecto y no sentirás ni las demás inyecciones ni nada de lo que viene a continuación. Menudo invento, la anestesia.

En el capítulo 17 del Génesis, Yahvé se le aparece a Abraham y le ofrece un pacto para que su esposa Sara (que hasta entonces es estéril) pueda concebir a un hijo. Un deus ex machina de toda la vida. A cambio Abraham, que en aquel momento tiene 99 años, deberá circuncidar a toda su estirpe. El primer prepucio en caer es el suyo, el siguiente el de su hijo recién nacido, Isaac. Las palabras del dios fueron “aquel que nazca en tu casa y aquel que sea comprado con tu dinero debe ser circuncidado, y mi pacto estará en tu carne y será un pacto perpetuo”. Al respecto, Harold Bloom dice en su Canon Occidental que “para los judíos, el suceso primordial fue la Alianza de Abraham y, para Kafka, Abraham es una figura en la que no hay que confiar”.

El médico introducirá unos fórceps —que te resultarán anormalmente grandes— dentro de la piel del prepucio, para separarla del glande y atenazarla creando una zona de piel, tensa como un lienzo, entre los dos bracitos metálicos. Una rápida incisión lateral con el escalpelo. El prepucio ya está seccionado y las pinzas del fórceps se van estirando poco a poco mostrando tu glande. El pene se te está abriendo como la piel de un plátano maduro, pero no te preocupes, recuerda que estás anestesiado. La etimología de la palabra desde el latín, circum (alrededor) más caedere (cortar) explica suficientemente bien el desarrollo del siguiente acto.

Tras la extirpación del prepucio comenzarás a sangrar, lo bastante como para teñir buena parte del delantal sanitario aunque no tan profusamente como a ti, que nunca antes ha visto sangrar tu pene, te parecerá. El médico cerrará las zonas por las que te desangrarás, bien con un fórceps más pequeño o con un cauterizador eléctrico.

Es el turno del frenillo, el pliegue vertical que ayuda al prepucio a cubrir el glande y una de las zonas con más terminaciones nerviosas del cuerpo. A diferencia del prepucio, el tejido del frenillo es más fibroso y el doctor tendrá que combinar las tijeras con el escalpelo para cortarlo. De nuevo, no sentirás nada salvo el sonido, parecido al que escucha el pescadero al cortarle la cola a una merluza o el mal torero al descabellar con la puntilla en mitad de una tarde silenciosa: “¡Tchak!”

Una vez veas tu carne sobrante envuelta en gasa sanguinolenta podrás preguntarte por qué, por qué lo has hecho, y te acordarás de aquel episodio de Sexo en Nueva York en el que Charlotte conoce al hombre perfecto salvo por el hecho de que no está circuncidado y dice a sus tres amigas que la intacta polla arrugada de su amante le recuerda a un Shar Pei.

Te darán puntos de sutura en las zonas abiertas para detener el sangrado (a veces, esto lleva más tiempo que la propia operación) y por último te untarán todo con vaselina y pondrán un apretado vendaje, desde el glande hasta el escroto, que más tarde tendrás que aflojarte en casa para que no te moleste al mear. Te vestirás con cuidado, te sentarán fuera y te darán una bebida fría, cortesía de la clínica. Como dijo Cortázar, “si un hombre muerde a otro mientras está comiendo lentejas la mordedura es incurable” así que disfruta el refresco porque está condenado a permanecer en la memoria durante el resto de tu vida.

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12 Comentarios

  1. Pingback: El degüello del Shar Pei

  2. Qué buena (y dolorosa) lectura.

  3. RussSinFuss

    Grande señor villarreal

  4. te dan ganas de hacerlo…..

  5. estupenda lectura.
    necesito preguntarte de donde has sacado la cita de cortazar . no encuentro ninguna referencia a el.
    Un saludo

  6. Antonio Villarreal

    Muchísimas gracias a todos por las lisonjas. Juana, la cita está extraída de «La vuelta al día en 80 mundos», un libro estupendo.

  7. Puntualización: los toreros nunca utilizan la puntilla para descabellar, para eso está el descabello. Apuntillar es otra cosa y lo hace uno de los hombres de la cuadrilla.

    puntilla:

    http://www.filofiel.com/tienda/images/PUNTILLA%20TORO%20BELLOTA.JPG?osCsid=hsluahtoi

    descabello:

    http://www.cuchillosnavajas.com/img/p/2082-2419.jpg

    Un saludo

  8. Antonio Villarreal

    Sol y Moscas, yo también tuve mis dudas con eso, no crea que no lo consulté. Según el DRAE:

    Descabellar
    1. tr. Taurom. Matar instantáneamente al toro, hiriéndolo en la cerviz con la punta de la espada o con la puntilla.

    PD: Reconozco que no soy un experto en estas lides, puede que su forma sea la más habitual.

  9. Aprepúcico

    Solo una puntualización, de ese estilo «pues a mí…» tan insoportable: pues a mí me lo hicieron en la pública hace un par de años (un caso de pseudofimosis sobrevenida, jatetú) y de lista de espera nada: en tres meses desde la primera visita al urólogo, como dijo el enfermero que me llevaba a quirófano, me «recortaron la barba»

    Y ya para entrar en detalles, la profusión de sangre se evita si el «recorte» se hace directamente con el bisturí eléctrico. Eso sí: el olor a alitas de pollo no te lo quita nadie.

  10. Antonio Villarreal

    Genial lo del enfermero y las alitas de pollo, Aprepúcico. Ojalá hubiera escuchado tu testimonio antes de mandar el reportaje…

  11. Uno de esos artículos que mientras lo lees notas que se te va encogiendo lentamente

  12. Testimonio:

    Decidió operarse tras años de dolor y sufrimiento por las estrecheces. Pero le daba tanto miedo que pidió que le pusieran la epidural. Eso sólo lo hacían en la privada. Menos mal que la pensión de jubilación le daba para hacerlo…

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