Opinión Terraza Slănic

Marcel Gascón: Nos la sopla

La expresión rumana «noua ni se falfaie” puede traducirse al español como «nos la sopla”. Literalmente significa «nos la ondea”, «nos la mueve”, y el verbo se refiere originalmente a una bandera o trapo batidos por el viento.

«Noua ni se falfaie” es también el lema de la empresa Fábrica de Banderas, un negocio próspero y ejemplar al que circunstancias de la vida me han llevado en las últimas semanas.

Mi primer contacto con la empresa se produjo hace meses cuando viajaba en el coche de unos amigos. Una gran valla publicitaria de fondo negro nos llamó la atención: «noua ni se falfaie”, escribía simple y claro en blanco sobre la página web de la empresa. Muchos kilómetros celebramos la broma y tiempo después, cuando necesité servicios que podían darme, me acordé del anuncio y los busqué por internet. Una buena publicidad, sin duda.

La fábrica y la sede de la Fábrica de Banderas son lo mismo y están en el primer piso de un sobrio edificio de un polígono industrial a las afueras de Bucarest. Nada más abrir el portón metálico de la entrada el cliente se encuentra con un vestíbulo rebozado de banderas, banderines y escudos de tela en mástiles o colgados de las paredes. Los hay de equipos de fútbol, de empresas, de países, de la Rumanía comunista y las hazañas bélicas de los caudillos medievales rumanos, de la policía y el Imperio Austrohúngaro.

Cuando el visitante aún no se ha repuesto de la impresión del paisaje aparece desde dentro un hombre corpulento y directo. Es Adrian Dragomir, el dueño. Apunta el encargo —una tapicería para el coche— en un papel e invita a pasar a la sala de máquinas para discutir los detalles. A mano izquierda hay un pequeño cuarto atestado de papeles con una mesa y un ordenador. Delante, separadas por el cristal, cosen y saludan una decena de mujeres con la música de la radio de fondo. Y al final de la sala está Marian, el encargado del diseño, algo más joven que Dragomir. En el ordenador se establece el modelo previo y las máquinas prueban todas las opciones sobre la tela.

Mientras las tipografías estampan la tinta sobre la tela, le pregunto a Dragomir por algunas banderas de la entrada. Conoce el significado y la historia de todas y explica cómo se han confeccionado con detalle y sin adorno.

Las máquinas han acabado con las pruebas y ahora necesitamos a las sastras. Dos de ellas bajan con Adrian y Marian a tomar medidas. Les gusta la idea y la celebran. Dicen que esperan con ganas el resultado.

Un día después, según el plazo acordado, los tapices están listos. Dragomir nos recibe de nuevo en el vestíbulo rebozado de banderas. La radio suena y las sastras cosen. Las dos que midieron los asientos del coche saludan más efusivas. Al fondo, Marian trabaja con música de Iron Maiden en un escudo de un equipo de fútbol para pintarlo en una bandera.

Bajamos con Dragomir, Marian y las dos sastras a vestir el coche. El resultado es magnífico. Dragomir hace fotos. Pagamos y les damos las gracias. Tan variado, el grupo entra en un estado de euforia con los nuevos asientos.

Los trabajadores abandonan con sus coches el polígono industrial. Llovizna y empieza a caer la noche de un cielo nebuloso. La luz declinante es de una claridad cegadora. Un grupo de personas que no se conocen comparten satisfacción y alegría por ver concretada con su trabajo una idea.

La Fábrica de Banderas de Dragomir es una empresa que funciona y sus empleados disfrutan trabajando. Y cualquier logro íntimo, por pequeño que sea, puede ser motivo de la felicidad más desnuda y la comunión más intensa entre sus partícipes. Como les pasaba a Howard Roark y sus cómplices en sus días de trabajo en el Stoddard Temple de El Manantial de Ayn Rand.

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3 Comentarios

  1. Extraordinario, Marcel. Propongo otra traducción: nos la trae pendulona.

  2. Marcel Gascón

    Gracias, S. Un abrazo

  3. El sentido es «nos importa un bledo»….Desafortunadamente este juego de palabras no tiene equivalente en espanol, que conecte la expresion con el movimiento de las banderas, o ropa interior :)

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