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Ricardo Cantalapiedra: La gramática asilvestrada

La gramática está de actualidad y de uñas. Nebrija trina, y lo mismo le ocurre, supongo, a Álex Grijelmo, que publicó en 2006 La gramática descomplicada (Taurus Pensamiento, 2006); una obra aparentemente sencilla (y lo es), documentada, creativa, divertida, al alcance de cualquiera interesado en esos seres fascinantes, las palabras. Los vocablos y muchos de nosotros andamos más que mosqueados por ese ataque montaraz que padece la inocente doncella, libre de todos los cargos y mancillada en su estética. Menos mal que la gente por la calle suele hablar como siempre, desdeñando el lenguaje  mal llamado “no sexista”, mofándose de él y comiéndose  la vergüenza ajena.

Todo empezó con la publicación en El País (4 de marzo de 2012) del artículo Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, firmado por el académico Ignacio Bosque y refrendado por un pleno de la Real Academia de la Lengua. Estamos asistiendo desde hace años a una agresión  asilvestrada de los bárbaros de la “gramática parda”,  expresión que se define en el  diccionario de la RAE de 1734 como “un método basto y rudo de hablar”. Con la disculpa de la discriminación de la mujer, algunos aprovechan para degradar el idioma castellano, el catalán, el gallego, el andaluz, el asturiano y todos los demás. Las Fuerzas Armadas Españolas son ejemplares en esto. El coronel ordena a la sargento Marisa Gómez que se presente y ella acude de inmediato sin chistar ni hacer el ridículo.

Hace meses, un ateneo popular, organizaba una conferencia sobre no sé qué. El orador comenzó: “Amable público…”. Una señorita del público se irguió airada bufando como Agustina de Aragón: “Perdone usted, señor, yo no soy público, yo soy pública”. El conferenciante replicó con flema mordaz: “No veo inconveniente alguno en que usted, muchacha, haya decidido ser una mujer pública, pero el resto de los asistentes son simplemente público. Prosigamos, amable público…”. Parte del auditorio se desternilló. La susodicha se puso roja como una amapola fuera de lugar. No volvió a interrumpir la disertación. Ni ella ni nadie.

Ignacio Bosque reconoce “el hecho cierto de que existe la discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad y que es necesario extender la igualdad social de hombres y mujeres”, pero afirma rotundamente que “las guías de lenguaje no sexista conculcan aspectos gramaticales firmemente asentados en nuestro sistema lingüístico, y anulan distinciones y matices que deberían explicar en sus clases de Lengua los profesores en Enseñanza Media… Esas guías introducen en cierta manera un conflicto de competencias”. Políticos, sindicalistas y feministas radicales están meando fuera del tiesto, atentan con fluidez e ignorancia contra la elegancia y la belleza de nuestros idiomas.

Si siguiéramos al pie de la letra semejantes listas, tendríamos que corregir innumerables textos de toda la Literatura Española e Iberoamericana. El Quijote quedaría en bragas y Quevedo hecho unos zorros, por no hablar de todos los demás. Quevedo no era sexista, sino misógino militante. Comprendo que las mujeres se mesen los cabellos al leer el soneto quevedesco: “Mujer que dura un mes se vuelve plaga”. Una cosa es la misoginia y otra el lenguaje sexista. A muchísimas personas se nos erizan los pelos cada vez que personajes públicos y no tan públicos nos espetan esa detestable cantinela: “Compañeros y compañeras, vascos y vascas, todos y todas…”. Y una retahíla de atracos lingüísticos supuestamente no sexistas. Dicen que lo hacen para dejar bien patente la “visibilidad de la mujer”, como lo consiguió una ministra socialista en el Congreso con este escueto palabro: “miembras”. Gramática descabellada y falaz.

Quinientos lingüistas han apoyado el informe sobre sexismo de Ignacio Bosque. Miles de ciudadanos estamos con ellos. Que termine ya esa absurda polémica.

 

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3 Comentarios

  1. 500 anteayer; anoche iban más de 1000, no sólo lingüistas, sino profesionales de la edición, la enseñanza, traductores, periodistas, correctores, etc.

  2. Pingback: Ricardo Cantalapiedra: La gramática asilvestrada

  3. Normal, es cuestión de estética linguística, prefiero decir doctora que médica, la juez que jueza, por lo mismo que nunca diría psiquiatro o electricisto.
    Lo de madrileños y madrileñas y sus derivantes es lo más ridículo que jamás creí que llegaría a escuchar, y no paran de repetirlo. A ver quien es el guapo de detener esta espiral absurda. Yo les pondría a todos a leer muchos libros, eso cura muchas tonterías.

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