Música

El perfume de jazmín de las prostitutas de Nueva Orleans y el origen del jazz

Storyville 0

«Pronto, un sincopado lamento musical se elevó sobre la fétida atmósfera de los sótanos de los salones, sobre el humo maloliente del vomitivo licor de barrelhouse, sobre los nidos de chusma y sobre los lujosos mármoles y adornos dorados de las casas públicas. Pero esta cínica melodía no satisfacía las necesidades de las bestias lujuriosas que habitaban en cada hombre. A duras penas compensaba la melancolía y la tragedia de aquellos moradores de la noche. El jazz era una contrapartida a sus pasiones, un telón de fondo esencial de toda la escena”.

No sabemos a ciencia cierta con qué profundidad conocía las cloacas de Nueva Orleans el ensayista belga Robert Goffin, pero en 1946 lo describía así en su libro Jazz from the Congo to the Metropolitan —uno de los primeros estudios serios sobre el jazz— rememorando el ambiente decadente del distrito Storyville con recuerdos olfativos de lo más pestilentes. ¿A qué olía Nueva Orleans? Posiblemente a jadeos de furcia, a billetes de proxeneta y a restos de orín de blanco engreído que invertía en carnalidad etílica el dinero ganado en la plantación. Pero también a sudor de esclavo negro, a jabón anacarado de criollo, a cenizas de hechicera vudú o a pieles curtidas de indio antes de Mardi Grass. La nueva «Orleans», vieja perla colonial francesa, vendida a los españoles para ser devuelta posteriormente, arrastraba un vigoroso pasado como crisol de diferentes culturas. O dicho de otra forma: algunos conquistadores, muchos soñadores, pocos triunfadores. Colonos, aventureros y buscavidas pululaban por sus calles en una armonía tan frágil como aparente. Pero en lo que a búsqueda de perversiones se refiere, no existía distinción racial. Como reconocería Billie Holiday, un burdel era el único lugar donde se encontraban blancos y negros con naturalidad.

Al caer la noche, surgía un submundo de perdición, un ambiente sofocante de vicio donde borrachos, putas, músicos, jugadores y chulos se entremezclaban. Los placeres ilícitos emergían con los primeros rayos de luna y se fundían con los destellos de los burdeles. Las «casas de citas'» se multiplicaban por cada esquina y las trabajadoras de la calle debían esforzarse por atraer a sus presas. Muchas promesas de clientes bravucones, dispuestos a hacerlas princesas, pero también mucha competencia. Había que aguzar el ingenio para llevarse el gato al agua.

storyville2Entre 1897 y 1917 se legalizó la prostitución en Storyville. Alrededor de 2000 mujeres ejercían allí su profesión. Generaba tantas ganancias que se convirtió en la segunda industria de la ciudad, después del tráfico portuario. Pero Nueva Orleans contaba con un deficiente sistema de alcantarillado. Más allá del blues de Basin Street, la avenida principal, las estrechas calles sin asfaltar del distrito rojo, apenas alumbradas por la tenue luz de las farolas de gas, se convertían en un hervidero de gente y de olores. La ciudad, asentada bajo el nivel del mar, se embarraba cuando llovía o subían las aguas del lago Pontchartrain. No era lo que se dice una esencia agradable.

En un intento por contrarrestar los hedores pantanosos del bullicio, y con el ánimo puesto en acaparar candidatos, las prostitutas empezaron a utilizar una fragancia de jazmín (jasmine). No les fue mal. Causaba tanto furor entre su comitiva de candidatos que no tardaron en ser conocidas como jass-belles. Aquel que abandonaba el burdel, aún impregnado del aroma de la pasión del perfume de jazmín, se decía que estaba «jassed«. A los músicos que tocaban en esos lugares se les pedía que lo hicieran en un estilo «jassed«, es decir, sexy, para que pudiera inspirar los bailes de las meretrices y satisfacer al personal masculino.

Si había un tipo pendenciero en la ciudad ese era Jelly Roll Morton, el hombre que aseguró “inventar el jazz”. Morton asomaba su ojo por una pequeña mirilla de la estancia para ver como su jass-belle se desnudaba mientras él golpeaba el piano a ritmo de ragtime. Cuanto más sensual el número, más propinas de los clientes recibían ambos. Otro que no se quedaba atrás, el infame bebedor, Buddy Bolden, verdadero pionero del jazz, pedía a los músicos de su banda cuando actuaban en el Nancy Hanks’ Saloon que tocaran suave, porque quería escuchar el sonido de “las putas arrastrándose por el suelo”. El editor, arreglista y compositor Clarence Williams en sus inicios fue pianista de Bessie Smith y contaba como hacia las cuatro de la madrugada, cuando la clientela bajaba, los proxenetas quedaban con sus chicas en las tabernas. La mayoría de esos chulos eran también músicos y jugadores que en épocas de mala racha iban a estos cuchitriles a intentar hacer dinero. Las reuniones se prolongaban toda la noche y venían pianistas de las regiones del Sur. Raro es que no se dejaran seducir por el perfume de jazmín. La música estaba muy ligada al sexo y a las apuestas. Incluso los dueños de los prostíbulos, en la puerta de sus establecimientos, anunciaban a esos músicos en grandes carteles que rezaban «Jass music«, con el objeto de llamar la atención de los transeúntes. Algún niño travieso se encargaba de borrar la J inicial para que se quedara en ass music (música de culo), hecho que obligó a los dueños a sustituirlo definitivamente por jazz.

El origen de jazz

De entre las múltiples teorías que intentan explicar el origen de la palabra jazz, la del perfume de jazmín tal vez sea la más inverosímil, pero al mismo tiempo una de las más cautivadoras. En general las tesis que hacen referencia al carácter depravado de Nueva Orleans ­—apabullantemente real, por otra parte— son las menos consistentes, las más fantasiosas o las más descabelladas, pero también resultan las más sorprendentes e innovadoras. Porque al fin y al cabo, algo que había nacido allí, en los prostíbulos de Storyville, ¿por qué no podía tomar su nombre de allí?

Sin embargo, es cierto que ninguno de los músicos negros pioneros admite haber escuchado la denominación jazz en su ciudad durante esos primeros años. Todos hablaban de ragtime. De hecho, en los años 20, por ejemplo, la palabra se identificaba fundamentalmente solo con músicos blancos. Paul Whiteman o Benny Goodman eran denominados como King of Jazz. A oídos del público norteamericano nombres como Louis Armstrong o Joe «King» Oliver, los impulsores reales, practicaban música hot, no jazz. Inmediatamente, por tanto, aromas de jazmín aparte, surgen cientos de preguntas sobre la difusa procedencia del término: ¿cuándo empezó a usarse la palabra «jazz»? ¿De dónde procede? ¿Quién lo hizo por primera vez? ¿En qué contexto?

Semen y el acto sexual

No existen pruebas testimoniales concluyentes; las evidencias son escasas y los autores que se han adentrado en el tema no han llegado a nada definitivo. Nos movemos en todo momento en el ámbito de la conjetura. Pero la música jazz no es ciencia, así que cualquier versión parece, cuando menos, digna de mención. Como hemos introducido es evidente la importancia que jugaron los burdeles y demás antros en el surgimiento y desarrollo del estilo. Quizá sin ese pecaminoso background, el jazz no hubiera sido lo que es. Quién sabe. Es en esos indecentes lupanares donde se gestan las teorías que hablan del origen sexual de la palabra «jazz», para muchos autores su sentido más literal y originario, indisociable al término.

Parece ser que «jazz» antes de 1900 ya tenía una fuerte carga sexual. Podía ser verbo o sustantivo. En el argot popular se refería a realizar el acto sexual. Los negros del sur lo utilizaban como sustituto de «copulación» o «vagina». Hay referencias de textos escritos en dialecto criollo patois como sinónimo de «excitar» o «estimular». Hay quien dice que etimológicamente es una derivación de la palabra «jasm» que a su vez procede de la jerga slang «jism» o «gism» (semen), aunque también se usaban como sinónimo de «energía» o «agallas». Sin embargo, otros estudiosos consideran que su origen está en el francés popular del estado de Luisiana en el verbo «jaser«, que significa «charlar», «cotillear» o «burlarse».

Jass it up, boys!

Una de las teorías más fascinantes tiene que ver con Jasbo Brown (también escrito Jazbo, Jazzbo o Jasper, dependiendo de la fuente), un itinerante músico negro sureño que, según cuenta la leyenda, alrededor de 1915 se dejó caer por los cabarets de Chicago. En uno de ellos, el Schiller’s Cafe, actuaba junto a una orquesta de músicos también negros. El tal Jasbo tocaba el pícolo y la corneta. Cuando estaba sobrio, su sonido era plano y convencional, pero cuando lo acompañaba de unas cuantas copas de ginebra se convertía en melodías salvajes y extravagantes.

Los clientes, obviamente, preferían esta segunda opción por lo que, entusiasmados, en un principio gritaban «More, Jasbo?» con la intención de rellenar su copa. Esa pregunta pasó a ser afirmación, «More, Jasbo!«, luego se transformó en «More, Jaz, more» y de ahí finalmente al simple «More, jazz«. El éxito de este enigmático músico fue tal, que los clientes acuñaron la expresión «a little more Jasbo in that piece«, refiriéndose a su manera de tocar poco ortodoxa.

Una variante de esta historia también tiene al Schiller’s Cafe como protagonista, aunque en este caso la banda era la Stein’s Dixieland Jass Band, antecedente inmediato de la famosa Original Dixieland Jass Band, la primera en grabar un disco de jazz. En mitad de la actuación, un actor de revista jubilado y con unas copas de más gritó «Jass it up, boys«, siendo «Jass» una palabra del argot negro sureño empleada en los bajos fondos de Chicago para describir el comercio sexual y los placeres asociados a él. A partir de entonces, el parroquiano ebrio fue contratado todas las noches para que gritase esa expresión a los músicos. En 1917, en Nueva York, la banda fue anunciada como la Original Dixieland Jasz Band. En el periódico de la época aparece «jasz band«, no por un error de imprenta sino, según Nick LaRocca, cornetista del grupo, para evitar que niños o algún adulto graciosillo tuvieran la tentación, nuevamente, de eliminar del cartel la letra J y dejar la palabra ass.

Bassin Street

Circo, vodevil y minstrels

Tal vez en las manifestaciones de los espectáculos de minstrel y vodevil se encuentren algunos de los antecedentes más verosímiles de la palabra jazz. La expresión «Jaz her up» era de uso común en ambientes circenses y de vodevil para animar al personal. Por ejemplo, entre bastidores se usaba «put in jaz» para introducir más comedia en el espectáculo.

En ese sentido, «Jazbo» —nada que ver con Jasbo Brown— equivalía a «paparruchas» o lo que es lo mismo, elementos cómicos vulgares. Paul Whiteman sostiene que el término jazz deriva de «Jazzbo«, palabra usada en los viejos shows de minstrel para improvisar sobre la canción. Pero «Jazzbo» también hace alusión al fin de fiesta, el momento en el que los músicos, comediantes y bailarines se reúnen sobre el escenario para bailar todos juntos.

Asimismo, cuando el número decaía, los actores chillaban «give ‘em the jasbo» o «jas it up» para pedir el aplauso del respetable. Otros autores piensan que dicha locución se utilizaba más bien para dar vitalidad a un número. También los hay que opinan que directamente la palabra «jazz», en los antiguos vodeviles, significaba «agitar las cosas».

En los años previos a la Guerra Civil, los negros de Georgia competían en concursos por conseguir un trozo de pastel, conocidos como Cake Walk Contests. El ganador era coronado como Mr. Jazzbo. En esa línea, la expresión «chasse beau«, de origen francés, alude al paso de baile cake walk, que luego derivaría en «jasbo«, apodo también usado para denominar a los músicos.

África y orígenes divinos

Músicos como Dizzy Gillespie hablan de una raíz africana, en la palabra «jasi» que significa «vivir aceleradamente». Encontramos más expertos que ahondan en las teorías transatlánticas para explicar el origen. En la zona del Golfo de Guinea, en el África Occidental, existía la palabra «jaz» con el sentido de acelerar las cosas y que los esclavos incorporaron al dialecto patois de los criollos. También estaba el término «jaja» para referirse a bailar o tocar música y que podría ilustrar una posible ascendencia onomatopéyica en el sonido de los tambores africanos.

En relación con esa teoría encontramos reminiscencias árabes en la voz «jazib» y por extensión «jazibiyah«, que alude a encanto, belleza o poder de atracción. En el idioma indostánico está la palabra «jazba«, que expresa un deseo violento. En oposición a esa interpretación están quienes opinan que jazz proviene de una corrupción de Jezebel, mujer malvada que aparece en la Biblia, fomentada por predicadores negros en sus sermones.

Una de las teorías más extravagantes fue publicada en 1920 en la revista londinense Dancing Time y establece una explicación divina. Los marineros ingleses del siglo XVII recogieron la palabra «Dios» del portugués (tal cual se cita en el artículo de la revista, confunden portugués y español) y la llevaron más tarde a sus colonias indias y de ahí se extendió a China. La peculiar pronunciación de los chinos la convirtió en «Joss», término usado con un marcado sentido religioso. Cuando los chinos emigraron a California en la última década del siglo XIX la introdujeron en el país. En San Francisco se fundó la Frisco Chinatown Joss Orchestra, que gozó de gran aceptación entre los negros de la zona. La Joss Orchestra en el slang de esos negros dio lugar a la Jazz Orchestra.

La prensa deportiva de California

Bessie SmithNo nos alejamos de California. Todo apunta a que, en un primer momento, los usos de la palabra jaz’ no se corresponden con la música sino con el deporte. La primera vez que apareció escrita fue en 1912 en Los Angeles Times, en un artículo titulado Ben’s jazz curve —descubierto recientemente— donde jazz hacía referencia a la curva de la suerte de un jugador de béisbol local. En 1913 la prensa deportiva de San Francisco usaba jazz como sinónimo de energía o vitalidad en referencia al buen ritmo del entrenamiento del equipo de béisbol.

Aunque parece que hay cierta unanimidad en que jazz como término musical, surgió en Nueva Orleans las primeras aplicaciones tuvieron lugar en Chicago, si bien esta cuestión no está exenta de controversia. En 1915 el Chicago Daily Tribune publicaba un artículo bajo el título de Blues is Jazz and Jazz is blues. Por el contrario, algunos defienden que el primer uso fue en Nueva Orleans en 1914 con motivo de la actuación de la Original Dixieland Jazz Band en el Casino. En esta lucha por ser el primero también entra el trombonista Tom Brown, que reclama su lugar en la historia —incluso en su epitafio— como el primer músico en ser contratado como una Jass band, aunque en la pugna también interviene el banjoista y líder de banda Bert Kelly. Sea quien fuere el primero, lo que sí parece más claro es que hasta 1915 la palabra no se popularizó entre los estadounidenses.

En los años 20 se propusieron nombres alternativos a jazz tales como «ragtonia» o «calethumpia«, que llegaron inclusive a gozar del favor de músicos como Duke Ellington. Afortunadamente ninguna llegó a cuajar. No hay duda de que el recorrido por el origen de la palabra jazz es infinito y, en cierto modo, desalentador. Posiblemente nunca se dé un consenso real. Tampoco hace falta. En una ocasión una mujer preguntó al pianista Fats Waller qué era el jazz. Este le respondió jocoso: “señora, si a estas alturas no lo sabe, mejor no se meta”. Volvemos, por tanto, al punto de partida. ¿A dónde nos ha llevado todo este viaje etimológico? A ningún lugar, así que lo mejor es que cerremos los ojos, desempolvemos ese viejo vinilo de Jerry Roll Morton que encontramos tirado en un mercadillo (también vale una lista de Spotify), acomodémonos en el sofá y sirvámonos una copa bien fría: el chasquido de los hielos al caer sobre el vaso puede ser el inicio ideal para dejar volar nuestra mente e imaginar a cualquier jass-belle del distrito prohibido de Nueva Orleans frente al espejo, desnuda, mientras perfuma su cuerpo voluptuoso con el arrebatador aroma del jazmín…

«Si se supiera la verdad sobre el origen de la palabra ‘jazz’, jamás se mencionaría entre gente educada», Clay Smith, músico y escritor.

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Referencias

Jazz the word, Ethnomusicology. Alan P. Merriam and Fradley H. Garner. 1968.

Jazz Anecdotes, Bill Crow. Oxford University Press. 1990.

The word jazz. The Cambridge Companion to Jazz

The Guiness Jazz A-Z. Peter Clayton and Peter Gammond. Guiness Superlatives. 1986.

Dictionary of American Slang.- Institute for New Orleans History and Culture.

The Origins of the Word Jazz.

A Negro explains ‘Jazz’, Literaty Digest, 1919.

Early ideas on the origin of the word ‘jazz’, Appendix I. Jazz in Britain, David Boulton. 1959

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22 Comentarios

  1. Sensacional como siempre Manu Recio, si alguien quiere disfrutar más rato de su escritura, os dejo unj link a su blog: http://lamusicaesmiamante.blogspot.com.es/

  2. Rafael Roa

    ¡Enhorabuena! un gran artículo.

  3. Hay más teorías: Bill Messenger dice que viene de la palabra francesa «chaise» (silla) por la silla donde el ganador del Cake Walk Contest se sentaba a comer el pastel.

  4. alimentando la controversia, la erudita norteamericana Eileen Southern en su «Historia de la música negra norteamericana» (Akal) adjudica al pintor vanguardista europeo Albert Gleizes la primera referencia escrita de la palabra, al titular una de sus obras en un catálogo de 1915 «Composition for Jazz»… Albert Gleizes había participado dos años antes en la «Exposición internacional de arte moderno» (asimismo, Exposición de la Armería) de Nueva York, donde tuvo lugar un encuentro muy permeable con las culturas emergentes afroamericanas

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  9. Griffin Jazz

    Excelente

  10. J. W. CbMer

    Es «Jelly» Roll Morton, no «Jerry», ¡excelente artículo!

  11. excelente publicación!!!!

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  13. muy bueno en verdad, interesante el relajo que puede hacer una palabra, el jazz siempre tan misterioso y desconocido, al menos en estos tiempos.

  14. Genial artículo, se disfruta leyendo e imaginando lo que transcurría en aquella época… En Europa tuvo gran influencia en este género la pequeña ciudad suiza de Montreux: http://festivalea.wordpress.com/2013/03/14/montreux1/

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