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Beta Valenzuela: (A) Amor, de Michael Haneke

amor

Eva tenía seis años más que yo y un segundo apellido de origen francés. Era morena, alta y ligeramente atlética. Me ganaba en tetas pero tampoco nadaba en la abundancia. Nos habíamos conocido en un curso sobre nacionalismo alemán del profesor Abellán. Comenzamos intercambiando apuntes y terminamos intercambiando fluidos. Me propuso ir a pasar un fin de semana al pueblo de sus abuelos, el pueblo del que procedían la mayor parte de sus recuerdos estivales. El plan era sencillo: follar, pasear, bañarnos, comer y volver a follar. Obviamente dije que sí.

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Su abuelo materno se llamaba Francisco, aunque todo el mundo le conocía como Cisquet. Cruzó los Pirineos, siendo apenas un niño, pocas semanas antes de que Franco entrase en Madrid y se pasó los siguientes 70 años en Toulouse. Regresó a España cumplidos los 80 con la única intención de morir y, mientras esperaba turno, descontaba los días mirando al infinito sentado en una banqueta a la puerta de una vieja casa al norte de la provincia de Castellón. Dos años antes le habían diagnosticado alzheimer. Sus recuerdos se habían vuelto transparentes y la enfermedad se había convertido en una jaula que no le dejaba moverse ni comunicarse.

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Eva hizo las presentaciones. La abuela se llamaba Simone, aunque en el pueblo le habían castellanizado el nombre y todo el mundo la conocía como la Simona. Era una mujer de carácter, aparentemente desconfiada y poco amable. Yo dormiría —dijo en la habitación de invitados y Eva lo haría en la suya propia. No importaba mucho, dormir no era una de nuestras prioridades.

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Francisquet se me quedó mirando. «Tienes que hablarle fuerte porque se está quedando sordo», me dijo Eva. Le pregunté cómo estaba. Quizá en alguna parte de su licuado cerebro se articulara una respuesta pero, si así fue, nunca llegó a salir de su boca. Continuó mirándome. «Hace buen día, ¿no?», añadí. Nada. Ni siquiera parecía capaz de negar o asentir con la cabeza, solo era capaz de observar. Tenía una sonrisa imperturbable a la que ni siquiera el anuncio del fin del mundo podría haber perturbado. Ayudado del brazo de Eva caminó hasta la entrada arrastrando los pies. Sus pasos eran cortos y pausados. Se sentó en la banqueta. «Le voy a poner la gorra para que no le queme el sol», dijo Eva, que siempre se dirigía a sus abuelos llamándoles de usted. «Nosotras vamos a ir a dar una vuelta por el pueblo. Luego volvemos».

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Los límites del pueblo eran lo bastante estrechos como para que, caminases en la dirección lo hicieses, apenas bastaran cinco minutos para franquear sus límites. Eva consideró que aquel era buen momento para recordarme el motivo de nuestro viaje y comenzó a besarme. Durante algunos minutos me fue difícil librarme de la imagen de su abuelo incapacitado, pero es difícil permanecer inmune a una lengua haciendo prospecciones en tus amígdalas y una mano rebuscando entre tus piernas. Protagonizamos una secuencia de porno mumblecore tras unos matorrales y luego regresamos.

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Colgado de una de las paredes del salón había un calendario, con varias hojas arrancadas, que señalaba los días del mes de mayo. Era difícil de creer que, aunque tuviera fecha del 2006, no estuviéramos en los 70. Nos sentíamos dos extraterrestres venidas del futuro. Aprovechando que la abuela se fue a dar de comer a los conejos, Eva apagó la radio. A solas con el anciano Eva se sentía más libre. Le dijo que no éramos únicamente amigas sino que nos acostábamos. «Usted ya sabe que las cosas ahora son muy diferentes a como eran antes. No se lo diga a la abuela, pero nosotras esta noche dormiremos juntas. Usted no lo ve mal, ¿verdad? ¿A que es guapa mi amiga?». Todavía me pregunto si aquel hombre era capaz de procesar algo de cuanto se le decía y, caso de ser así, cómo se sentiría viéndose incapaz de articular una respuesta, sin la posibilidad de desprenderse siquiera de aquella sonrisa infantil que le colgaba del rostro. Eva comenzó a cantarle. «Le gusta que le canten, ¿verdad Francisco? ¿Quiere que le ponga la cinta de Antonio Molina? ¿Verdad que es su favorito?».

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La noche transcurrió según lo esperado. Follamos silenciosamente hasta quedarnos dormidas. Horas después me despertó una pesadilla en la que el abuelo de Eva nos observaba desde su banqueta mientras nos lo hacíamos. Estaba excitado. La entrepierna parecía la única parte viva de su cuerpo. Pero, afortunadamente, hoy toca Amor, y no Johnny cogió su fusil.

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16 Comentarios

  1. ¡Follar! ¿Y cómo os las arreglasteis para conseguirlo, pequeñas?

  2. Miquel Àngel

    No capto el rollo del texto, como la mayoría de veces que te leo ni sé qué tiene que ver con Amor de Haneke. ¿Que te follaste a tu amiga? enhorabuena, cualquier cosa que escandalice a Curri Valenzuela es bienvenida que supongo que al final es de lo que va todo esto.

  3. dementegordiana

    Si Eva es nieta por parte materna de Francisco, que es español, su segundo apellido por 00 tiene que ser el de Francisco y no es posible que sea francés. Tendría que ser el primero de sus apellidos el francés, en el caso de que la madre de Eva se hubiese ayuntado con un francés antes de venirse a España con su hija Eva permitiéndole a usted conocerla. Pero lo que parece más probable es que Francisco sea su abuelo paterno y usted no se haya enterado bien.

    • Dementegordiana es posible que yo no me haya enterado bien o es posible que la madre de Eva cambiase el orden de sus apellidos

  4. Beatriz Bejo

    «Comenzamos intercambiando apuntes y terminamos intercambiando fluidos» Frase de nivel, como el resto del texto. Me recuerda a los relatos de la revista Lib que se editaba cuando era niña. Para querer contar que echaste un polvo no hace falta meter a Haneke de por medio, no seas pretenciosa.

    Creo que será cierto y al final todo esto va de epatar y de un pretendido ingenio que no es.

    Para los que no sepan que era la revista Lib, resulta que tienen hemeroteca! http://www.lib.es/decadas.asp?in=1&niv=b

    • Cuando alguien lee algo se queda con lo que quiere o con lo que puede. Si tú te has quedado con que de lo que se trataba era de contar que había echado un polvo me parece bien, te doy mi más sincera enhorabuena por tu perspicacia.

      • «Con lo que quiere o lo que puede» dejar al lector discrepante de gilipollas está bien. Yo creo que eres tú la que no pillas la crítica y es que chirría toda la parte sexual, metida un poco a calzador…pero bueno, no vamos a perder más el tiempo con esto

    • En realidad está plagiando a Woody Allen, doña Curry. »Te dirá que quiere intercambiar ideas pero, en realidad, quiere intercambiar fluidos». Espero haberle sido de utilidad, doña Curry.

  5. ¿La «a» entre paréntesis significa que vas a escribir un artículo por cada letra del abecedario? Dime que no por favor.

  6. Para una vez que Hanecke se pone tierno

    Creo que no habeis pillado lo importante del texto. La autora no nos va a explicar las historias subyacentes, nosotros somos lo bastante inteligentes como para imaginarlas. Así, no nos dice nada sobre la paradoja del abuelo que vuelve después de su exilio para no acabar recordando ni porqué se fue ni porqué volvió, ni tampoco sobre como despistar a la abuela para acabar durmiendo juntas. Y al final, un episodio que pudo haber pasado pero no pasó, en forma de pesadilla. ¿Es que hay que darlo todo masticado (explicado)?

    No, nosotros intuimos con solo estos ligerísimos apuntes el drama. Que cada cual se monte su historia.

    Lo único que queda claro, clarísimo, es que follaron mucho. Será porque de eso es de lo que ha venido a hablar.

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