Ciencias Oceans Curiosity & Commitment

¡Malditas medusas!

Miramos al mar y no vemos nada. Nos internamos en sus aguas y nadamos tranquilos porque apenas hay olas. La mar rizada nos augura un día de playa estupendo, pero cuando nos giramos a ver la bandera que han enarbolado ese día maldecimos una y otra vez a esos extraños organismos que parecen querer hacer de nuestras vacaciones un infierno. El vigilante de la Cruz Roja ha puesto la bandera de medusas y, aunque no las veamos, el instinto nos dice que será mejor hacer caso y no meterse en el agua. Quizás mojarse un poco los pies, pero nada más. Porque todos tenemos un primo, amigo o conocido al que le ha picado una medusa. Su picadura suele ser molesta, dolorosa y, en algunos casos, mortal. Forman parte del plancton gelatinoso y están compuestas por agua casi en su totalidad (más de un 99%, en algunos casos), lo que les da un aspecto semitransparente y fantasmagórico muy peculiar: son criaturas fascinantes, hermosas, misteriosas, auténticos fantasmas del mar, uno de los seres más incomprendidos y parsimoniosos del planeta. Han pasado el invierno mar adentro, pero los vientos que soplan de mar a tierra las traen a la costa a partir de abril. Es su época, el momento en el que crecen y empiezan a avistarse. Su un ciclo de vida es, por lo general, de entre uno a dos años, según las especies, de las que existen unas cuatro mil, desde las medusas gigantes (nomura), a las diminutas, milimétricas hidromedusas cuyas umbelas (capuchones) no llegan al centímetro de diámetro. Hablar de «medusas» es algo tan vago como hacerlo de mamíferos, de los que hay contabilizadas cerca de cinco mil especies.

Dos medusas de muy distinto tipo de alimentación cerca de la costa. Foto Adriano Morettin (CC)
Dos medusas de muy distinto tipo de alimentación cerca de la costa. Foto Adriano Morettin (CC)

Ya en 1990 seguí fascinado la lección impartida por un colega mío tristemente desaparecido, Francesc Pagés, que nos explicaba vida y milagros de las medusas. Entre otras cosas, nos contó que las medusas llevan más de seiscientos millones de años en la Tierra (unos cuatrocientos millones más que los mamíferos), habiendo superado todas las transformaciones que ha sufrido el planeta: han sobrevivido a las varias extinciones sin apenas cambiar, carentes de cerebro y con una estructura morfológica muy básica. Son seres muy primitivos que han visto pasar la evolución de otros organismos sin inmutarse, arraigadas en una forma de vida «simple» pero muy, muy eficaz.

¿Por qué hay tantas? ¿Realmente hay un aumento de estos organismos? Las series temporales de seguimiento de medusas son escasas. Sin embargo, en lugares como Villefranche (Mediterráneo francés) se ha demostrado que desde 1979 hasta 1989 el aumento de medusas fue progresivo y que, a partir de 1990, se disparó. En otros lugares tan dispares como el mar de Bering, Israel, la bahía de San Francisco, Chesapeake Bay, la Manga del Mar Menor o los fiordos noruegos la tendencia es muy similar, con otros contextos, en otras circunstancias pero tendente a un aumento de la masa del llamado plancton gelatinoso en detrimento de los peces y otros organismos. Poco a poco los científicos y las autoridades empezaron a darse cuenta de que era un problema global, no una casualidad ni algo muy localizado en un área determinada aislada del resto. Cuando encuentran condiciones muy favorables de luz, nutrientes, alimento, corrientes, etc., las medusas pueden crear un bloom, que es una proliferación acelerada, por reproducción o por aglomeración, llegando a formar grandes concentraciones en un lugar concreto en cuestión de días o pocas semanas. Al ser organismos prácticamente pasivos, se dejan llevar por las corrientes hacia la costa, donde la barrera que producen las aguas dulces de los ríos les impide el avance. Por eso, cuando llueve mucho en primavera, los ríos crean un frente de agua dulce que impide a las medusas alcanzar la costa. Cuando hay sequía, o cuando los ríos llegan con bajos caudales por el uso agrario o industrial de sus aguas, este frente prácticamente no existe y los fantasmas del mar aparecen masivamente en las playas.


Acumulación de medusas en aguas transparentes de las Islas Baleares. Fuente: Océana.

Las medusas pueden adaptarse muy bien a diferentes condiciones de salinidad o turbidez del agua, pero en su mayoría son animales que viven mar adentro. No es cierto que la presencia de medusas venga acompañada de contaminación o aguas sucias (mírense las aguas de Córcega o Menorca, cristalinas y plagadas de medusas). Las medusas pueden además vivir por lo general con bajas concentraciones de oxígeno, lo que favorece su presencia en zonas donde la concentración de materia orgánica en descomposición es elevada. Sin embargo, la contaminación nunca explica, por sí sola, la presencia de las medusas. Lo que sí que es cierto es que algunas especies disfrutan especialmente en aguas ricas en nutrientes inorgánicos o materia en suspensión que las hace proliferar. Es el caso de las medusas que poseen algas en su interior, algas que en parte nutren a la medusa y se encuentran a sus anchas en zonas donde el agua tiene una elevada concentración de nutrientes. «Cuando las aguas están contaminadas la diversidad disminuye, pero aquellas especies de medusas que resisten pueden crecer sin control» afirma Mary Arai de la Pacific Biological Station de la Columbia Británica, Canadá. En los Everglades de Florida, la incapacidad del sistema de absorber los nutrientes y la materia orgánica en suspensión por su profunda degradación en gran parte de su superficie ha hecho aumentar drásticamente una especie de medusa, la Cassiopea sp. que puede llegar a concentrar más de cuarenta y dos individuos por metro cúbico, una cantidad nada desdeñable. Pero nada en comparación de determinados lugares como algunos fiordos escandinavos donde la concentración de la medusa Aurelia aurita llega a los trescientos individuos por metro cúbico. En algunas zonas de la costa japonesa el desmantelamiento de las granjas de peces (que producen una muy elevada carga orgánica en el entorno) ha sido el detonante para la desaparición de esta especie, y el aumento de la turbidez y de nutrientes orgánicos en el Adriático parece ser uno de los factores clave para comprender el aumento de esta y de otras especies como la Pelagia noctiluca.

La medusa Pelagia noctiluca es una d elas más frecuentes en las costas españolas. Foto: Sergio Rossi.
La medusa Pelagia noctiluca es una de las más frecuentes en las costas españolas. Foto: Sergio Rossi.

¿Quién es el principal culpable? Uno de los principales desencadenantes de la expansión de medusas es sin duda alguna la sobrepesca. «En la región de Bering, donde se concentra el 5% de las capturas por pesca del planeta, la drástica disminución de los stocks ha ido acompañada de un aumento significativo sobre todo de la especie Chrysaora melanaster» comenta Claudia Mills de Friday Harbour Laboratories de la Universidad de Washington. En este y en otros lugares, la desaparición de los peces ha ido acompañada de un aumento de medusas y otros componentes del plancton gelatinoso. Los mayores depredadores de estos organismos son atunes, caballas, peces espada, peces luna, algunas tortugas… Se ha podido demostrar que la caballa es un efectivo depredador de éfiras, los primeros estadios de vida de las medusas en mar abierto. Estos y otros organismos están siendo víctimas de artes de captura que ha acabado diezmando sus poblaciones y mermando su papel en el sistema pelágico y bentónico. Ya en los años ochenta, algunos artículos científicos alertaban sobre la extinción de diferentes tipos de depredadores, pero en aquella época nadie relacionaba el aumento de plancton gelatinoso con esa depauperación de los caladeros. Esta tendencia ha ido en aumento, hasta el punto de que en la actualidad se debate la veda en la pesca de algunas especies para que se regeneren. La solución, indudablemente, pasa por un parón en la captura de los devoradores de medusas. Pero en el caso de las tortugas, por ejemplo, hay pocas esperanzas: la excesiva presión humana en la costa ha estrechado el cerco a estos reptiles, que no tienen dónde ir a ovar. ¿Alguien se imagina a tortugas poniendo sus huevos en la playa de Benidorm o de Salou de forma rutinaria? Es cierto que recientemente una (repito lo de una) tortuga boba despistada puso huevos en una playa de Tarragona, pero no parece que vaya a ser esa la tendencia en un ambiente tan urbanizado.

A estas «malas artes» humanas, hay que añadir que la mayoría de medusas son voraces depredadoras y algunas se alimentan, entre otras viandas, de larvas de pez, lo que ha provocado una aceleración en el colapso de las poblaciones de peces a lo largo y ancho del planeta. Las medusas se encuentran sin enemigos en el mar: si no se los comen ellas mismas en estado larvario o como peces juveniles, son capturados por pesqueros. Por otro lado, en su dieta, a menudo figuran pequeños crustáceos y detritus que son fuente de alimento para otros peces, por lo que compiten también por el alimento con sus potenciales depredadores y presas.

Otro gran problema relacionado con la proliferación de medusas es la introducción de especies alienígenas, invasoras. Son especies que en buena parte se han movido de un sitio a otro en las aguas de balance de los barcos. En ese lastre líquido que transportan los mercantes, hay miles, millones de organismos (algas, crustáceos, medusas, etc., ver el capítulo de especies invasoras) que, si se encuentran a gusto en el hábitat al que han sido trasladados, se reproducen y llegan a sustituir a especies autóctonas. Las rutas comerciales se han incrementado en correspondencia con el aumento del tráfico marítimo.

Éfira de Pelagia noctiluca, es el primer estado de desarrollo tras la reproducción. Foto: Josep-María Gili. (CC)
Éfira de Pelagia noctiluca, es el primer estado de desarrollo tras la reproducción. Foto: Josep-María Gili. (CC)

Un ejemplo nos ilustra de las sucesivas invasiones de un sistema concreto y registrado como ejemplo desde hace décadas. En los últimos cincuenta años, la eutrofización, la sobrepesca y la contaminación han alterado el Mar Negro. A finales de los sesenta, se detectaron intensos booms de una medusa propia del Mediterráneo, Rhyzostoma pulmo, llegándose a contabilizar 2-3 por metro cúbico. Esta medusa desapareció súbitamente dejando paso a una especie propia de ambientes más salinos, la medusa Aurelia aurita. El desarrollo de esta segunda especie se relacionó con la falta de agua dulce, ya que la irrigación a gran escala de los campos había reducido el caudal de los principales ríos que desembocan en el mar Negro. Pero la situación se volvió mucho más dramática cuando, en los años ochenta, la introducción accidental como especie invasora de otro componente del plancton gelatinoso, interfirió en la ya precaria situación de las cadenas tróficas de este lugar. El ctenóforo alienígena Mnemiopsis leidyi, que tolera altos rangos de salinidad, no tardó en proliferar de forma desmesurada, alcanzando los 300-500 individuos por metro cúbico. Este organismo fue devastador al alimentarse de larvas de anchoa, un pez que, en aquella época, todavía era una auténtica fuente de riqueza en aguas turcas y rusas. La introducción de otro ctenóforo (Beroe ovata), especializado en ingerir otros ctenóforos, podría regular las concentraciones del nocivo Mnemiopsis leidyi, pero los resultados son desconocidos, hasta la fecha. Lo que está claro es que de las veintiséis especies explotables de pescado que había en el mar Negro solo restan cinco.

Mnemiopsis leidyi se ha asentado en el Mediterráneo «oficialmente» hace muy poco. Científicos del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) de Barcelona han confirmado la llegada de esta especie invasora a las costas españolas en el verano de 2009, donde han encontrado en determinadas zonas como Denia, Salou o Mataró densidades a veces muy elevadas. El origen de esta especie se ubica en las costas atlánticas de América. «Mnemiopsis es un organismo muy adaptable a diferentes condiciones ambientales, pudiendo soportar un rango de temperaturas de los 0  ºC a los 30 ºC y una salinidad del 2‰ al 38‰» comenta Verónica Fuentes del Instituto de Ciencias del Mar en Barcelona. «Suele vivir a poca profundidad» afirma Fuentes «entre los dos y treinta metros de profundidad; nosotros hemos detectado densos bancos muy cerca de la rompiente de las playas, agregados desde la rompiente hasta más allá de los doscientos metros mar adentro». El ctenóforo es inofensivo para el hombre, pero ha demostrado tener serias repercusiones en los stocks de pesca, sobre todo cuando carece de depredadores como peces de pequeño tamaño que pueden alimentarse de los primeros estadios de vida de este componente gelatinoso. En el mar Caspio, el Báltico y mar del Norte, donde también se ha detectado, también tuvo serias repercusiones para la cadena alimentaria y la supervivencia de los stocks de peces pelágicos. El agravante en este caso es que se trata de una especie no autóctona que carece de depredadores naturales.

Medusa mordida, posiblemente por peces costeros. Foto: Sergio Rossi.
Medusa mordida, posiblemente por peces costeros. Foto: Sergio Rossi.

En el mar Mediterráneo cada vez nos hacemos más a la idea de que las medusas van a acompañarnos más en nuestras incursiones playeras. Podemos considerar cuatro especies como las más vistosas en el Mare Nostrum. La primera, la Pelagia noctiluca, es esa de color rosado y semitransparente que tiene tentáculos largos e invisibles. Es de las más peligrosas. Después está Chrysaora hysoscella, de color opaco y estrías marrones, que puede llega a medir más de cicnuenta centímetros de diámetro; también posee tentáculos largos y pica. Las otras dos, Rhizostoma pulmo y Cotylorhyza tuberculata, son muy frecuentes en aguas menos transparentes y sus tentáculos son muy cortos. Son menos peligrosas. Por último hay un sifonóforo que es poco frecuente pero muy peligroso: Physalia physalis (la carabela portuguesa) posee largos tentáculos invisibles y su picadura es temible. Pero, como hemos comentado antes, el fenómeno de las medusas no es exclusivo, ni mucho menos, del Mediterráneo. Las «ortigas de mar» se han expandido por todo el planeta. Los ejemplos mencionados arriba son solo la punta del iceberg. Los mares en transformación son el caldo de cultivo óptimo para las medusas que se están aprovechando de la banalización de los diversos sistemas acuáticos. En muchos de los fiordos escandinavos ya no se sacan peces, solo medusas, de gran tamaño, que se comen los pequeños crustáceos y otro alimento que sustentaba la fauna íctica. En la bahía de San Francisco, una pequeña hidromedusa introducida accidentalmente ha desequilibrado la balanza a su favor, siendo sus pólipos y sus pequeñas medusitas omnipresentes, desplazando a otros competidores que no pueden crecer tan rápido. Son otros ejemplos de expansión a nivel global de estos parsimoniosos animales, quizás menos visibles por no ser zonas tan frecuentadas por el turismo.

Se ha argumentado que el aumento de la temperatura, especialmente en aguas superficiales, es el detonante de su aumento sin control. Sin embargo, el aumento de la temperatura del agua por sí solo no garantiza la proliferación de ningún animal, tampoco de las medusas. Es necesario que a este aumento de temperatura se le añada alimento, de lo contrario no se acelerará el ciclo como algunos creen. Los recientes estudios llevados a cabo por diversos centros de investigación casi a contra reloj están empezando a dar algunas claves que permiten contestar preguntas que hasta ahora estaban en el aire. Por ejemplo, no parece que las medusas aparezcan más temprano en nuestras costas. «La serie de datos de la que disponemos hasta el momento no nos permite decir si el incremento de temperatura o de salinidad en el mar Mediterráneo ha provocado una aparición más temprana de las medusas» asevera la investigadora Verónica Fuentes. Temperatura y salinidad, junto con el alimento disponible influyen en los ciclos vitales de estos organismos planctónicos, pero por el momento se desconoce de qué forma lo hacen en los miembros gelatinosos. Algunos grupos como el de la profesora Jennifer Purcell del departamento de Biología Marina de la Western Washington University de Estados Unidos ya han podido comprobar que el incremento de temperatura, nutrientes e irradiación solar, que favorecen la proliferación de algas unicelulares, son factor clave para el incremento de los pólipos fijos al sustrato bentónico, liberando pequeñas medusas al entorno, «sin embargo no todas las especies de medusas se comportan de la misma forma, puede que en otros lugares los factores ambientales que las afectan sean diferentes y afecten de otra forma a su reproducción y crecimiento», declara Purcell. El viento es otro factor que se ha empezado a relacionar con la presencia de medusas. Pelagia noctiluca llega a las costas por efecto de las corrientes y por supuesto los vientos, principalmente las llamadas «brisas» de mar a tierra. La información ahora acumulada es cada vez más consistente, y uno de las preguntas que los habitantes permanentes o temporales de las costas se hacen es si hay o no áreas en las que estos animales tiendan a concentrarse más.

Ctenóforo, estos organismos no son medusas, pero forman parte del plancton gelatinoso. Foto: Sergio Rossi.
Ctenóforo, estos organismos no son medusas, pero forman parte del plancton gelatinoso. Foto: Sergio Rossi.

Y esto se debe a que uno de los principales afectados por las medusas es, sin duda, la industria turística. En el año 2008, un informe indicaba que cada año ciento cincuenta millones de personas están expuestas a estos organismos fantasmagóricos. Solo en la bahía de Chesapeake, más de quinientas mil personas sufren anualmente la picada de estos seres gelatinosos. En Florida la cantidad es de unas doscientas mil personas y en Australia más de diez mil. Teniendo en cuenta la densidad de población de estos lugares, es un número de picadas muy elevado. En este lugar del planeta, además, están las cubomedusas, las más venenosas del planeta, que obligan a cerrar playas paradisíacas meses y meses por su componente venenosa letal.

Esto hace incómodo bañarse, en algunos casos hasta peligroso. Lo peor es que los propios turoperadores poco a poco van haciendo sus «mapas», en los que desaconsejan determinadas zonas si la alarma de medusas llega hasta sus oídos (a veces de forma por completo infundada). Muchos millones en pérdidas, porque el turismo de playa está movido por los millones de personas que lo generan, los turistas. Los efectos de las medusas están presentes en el turismo, pero también en otros sectores. El principal sea quizás el de la pesca (solo en las costas de Namibia, en África, hasta un 90% de la captura puede estar constituida por medusas), de forma indirecta o directa, como hemos podido apreciar. Pero las pérdidas en acuicultura también pueden ser elevadas: más de doscientas cincuenta mil salmones muertos por un bloom de Pelagia noctiluca en Irlanda en tan solo unos días son un ejemplo elocuente. Otro caso menos conocido pero más inquietante es el inducido por las grandes proliferaciones que pueden obstruir conductos de refrigeración. En la bahía de Tokio, medusas de gran tamaño (las Nomura, con hasta dos metros de diámetro de umbela, ver recuadro) bloquearon el puerto, no pudiendo salir ni entrar los barcos que veían como sus sistemas de refrigeración se obturaban a causa de la inmensa cantidad de estos animales. Este problema también lo han sufrido en diferentes sitios con esta y otras especies centrales térmicas, centrales nucleares y desalinizadoras en sus sistemas de bombeo. Solo en Japón ha pasado de ser un problema anecdótico a crecer su gasto para reparar los sistemas en más de un 300% en las últimas décadas. Más y más medusas pueden llegar a ser un grave problema y suponer un coste económico muy elevado.

¿Qué hacer? La respuesta fácil (y obvia) es dejar de gestionar el sistema de pesca del modo en que lo hacemos, contaminar menos y propiciar transformaciones más controladas del sistema costero. Es la solución lógica. Pero hay gente que hace tiempo que piensa de otra forma. Si no puedes con ellas, aprovéchalas. Desde hace cientos de años las medusas son un plato considerado exquisito por los chinos y los vietnamitas. Su cuerpo tan solo contiene un 2-5% de proteína y apenas un 0,2% de lípidos, pero la transformación de aquellas que poseen menos cnidocilios o sistemas punzantes en comida es bastante sencilla: basta deshidratarlas y tratarlas para después consumirlas. Según la FAO, los beneficios promovidos por la comercialización de medusas ascienden a más de ciento veinte millones de euros y van en aumento. Nada comparable con la pesca, pero es un mercado que muchos empezaron a explorar desde hace tiempo. Quizás tengamos que replantearnos el disminuir la presión sobre sus posibles depredadores y competidores, pero, mientras tanto, el mercado es el mercado, y si ahora lo que abunda son las medusas, más de uno no dudará en sacarle provecho. En el 2050, está proyectado que aumente la población humana en un 46% respecto a la actual. Más demanda de proteína marina en forma de pescado, cefalópodo, bivalvo o crustáceo, pero si seguimos a este paso quizás nos tengamos que conformar con medusa. En el fondo, me parecería de veras triste…

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5 Comentarios

  1. Magnífico artículo, enhorabuena.

  2. Pingback: ¡Malditas medusas!

  3. Buen artículo. Las medusas son animales fascinantes, debe ser increíble encontrarse a una así: http://documentalium.foroactivo.com/t1188-la-medusa-mas-grande-del-mundo

  4. 5sentidos

    Hace unos años se montó una exposición en el Aquarium de Barcelona sobren»las mariposas del mar», nombre que escuché por primera vez a JM Gili al referirse a las medusas :)
    Para mi, los fantasmas del mar son las mantas o las rayas :)
    Y las luciérnagas los nudibranquios!

  5. Pingback: ¡Malditas medusas! « Enseñanzas Náuticas

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