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Miguel Pardeza: «Para los jugadores sin un físico poderoso como yo, Maradona era una escuela»

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Se puede ver en la hemeroteca y lo cuentan los sabios y/o viejos del lugar. De la Quinta, el que prometía de verdad era Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965). Luego los caprichosos designios de este deporte le llevaron a triunfar en el Real Zaragoza, fue el capitán de un equipo de rango histórico que jugaba como los ángeles, aunque el gol que les dio su mayor éxito, la Recopa, fue de ejecución puramente baturra. Y al margen de estos datos balompédicos, Pardeza es de esos futbolistas ilustrados. Filólogo de formación, su pasión es la literatura. Allá donde ha viajado por el deporte, le ha acompañado un camión lleno de libros. No es el perfil habitual.

¿Cómo era tu vida en Huelva?

Soy de un pueblo que se llama La Palma del Condado. Está entre Sevilla y Huelva, pertenece a una zona en el interior de la provincia donde ha habido siempre mucho vino. Es un pueblo característico de Andalucía. Tuvo una gran relevancia a principios de siglo por la producción del vino, hubo muchas bodegas. En los años veinte fue uno de los mayores exportadores de vino. Mi padre tenía un taller mecánico y mi madre era ama de casa. Mi vida no se diferenció mucho de la vida de cualquier niño.

¿Fuiste un lector precoz?

Siempre he leído. Lo que pasa es que la posibilidades lectoras de mi familia eran bastante reducidas. Mi padre trabajó desde los diez años. Era un niño de la guerra, nació en el 37 y se tragó la larga y dura posguerra. Pero fue una experiencia compartida, cualquier persona de esa generación te contaría lo mismo, menos los pocos que estuvieron en una situación privilegiada. De modo que en mi casa no había muchos libros, pero a mí se me despertó el hábito muy joven. Tuve la suerte de que justo cuando empezaron mis inquietudes lectoras se abrió una biblioteca pública en mi pueblo y eso me ayudó mucho a satisfacer mis anhelos como lector. Y por otro lado también guardo un gran recuerdo de los cómics. La irrupción, la llegada de gran cantidad de superhéroes de la factoría Marvel a mí me terminó convirtiendo en un lector. Luego mis posibilidades lectoras se ampliaron y diversificaron a medida que fui creciendo.

En tus primeros años del fútbol, hubo un entrenador llamado Martínez que os tenía fascinados porque tenía un 127 tuneado y fumaba Winston.

Fue un grandísimo jugador de mi pueblo, con muchísimas posibilidades, que para los chicos de nuestra edad representaba el símbolo de lo que significaba llegar a ser futbolista, aunque en su caso no terminó triunfando. Era la referencia más cercana del fútbol profesional que teníamos. Tenía una serie de símbolos, como fumar Winston y tenía un 127 tuneado que aquello era como una forma de entender el éxito. Él fue quien nos llevó al programa de televisión Torneo que presentaba Daniel Vindel.

Llegas a Madrid al Hostal Ideal, que no hacía honor a su nombre, tras diez horas de viaje.

Era un hostal que estaba en la plaza Matute, entre la calle Huertas y Atocha. No era una residencia, pero entonces los de fuera siempre terminábamos en hostales. Hoy afortunadamente ha cambiado. Aunque fue una experiencia, algo que te pone en contacto con los otros, con la realidad. Creo que fueron tiempos heroicos para todos los chicos que veníamos de provincias y queríamos dedicarnos algún día al fútbol profesional. Las condiciones no eran las más cómodas, por decirlo de alguna manera, pero te fortalecía enfrentarte a la realidad desde parámetros mucho más realistas que desde los que hoy en día pueden vivir los jóvenes que empiezan a jugar en clubes importantes.

Madrid era un mundo desconocido lleno de peligros y sugerencias. El contraste de un pueblo con la capital a finales de los años sesenta era tremendo. Los avances tecnológicos, las infraestructuras… todo era distinto. De Sevilla a Madrid no había AVE. No había autovías. Ir del pueblo a la ciudad era un esfuerzo inmenso. El contraste era absolutamente brutal, sobre todo a ciertas edades cuando ni la experiencia ni los acontecimientos te permitían hacer un análisis de la realidad mucho más ajustado.

Ahora las distancias ya no son las que eran. Los hábitos y las costumbres de los españoles están mucho más cerca que en los años setenta y más atrás ya no te quiero contar. Ser de pueblo te marcaba una serie de rasgos.

Con quince años te llamaban el «Maradona a la española» y casi te ficha el Barcelona.

El motivo por el que vine al Madrid es porque estaba más cerca. Cuando vine a probar aquí mi padre se quedó encantado por una serie de circunstancias y por eso me quedé. El Barcelona estaba interesado desde que me di a conocer en ese programa de televisión, en Torneo. También me quisieron el Sevilla y el Recreativo.

Te consideraron el mejor jugador de Europa en tu categoría.

Es posible [risas], ya no me acuerdo.

Pero sí recuerdas un 8-1 al Barça en juveniles.

Lo recuerdo sobre todo porque vino a verlo Di Stefano y todo nos salió absolutamente redondo. Yo jugué bien, metí goles, provoqué penaltis. Fue uno de mis mejores partidos como canterano.

Comentaste que entonces tenías que «usar los codos y las manos» para superar los marcajes, porque eras un jugador pequeño y si no se entendía no había «más que mirar a Maradona».

Siempre fui pequeño y tenía que intentar desarrollar habilidades distintas. Esa era mi forma de jugar y Maradona en esos momentos representaba algo único, era deslumbrante en todos los sentidos. Para los jugadores sin un físico poderoso como yo, Maradona era una escuela de información. Pero yo era fundamentalmente rápido, mi mejor cualidad era que tenía la capacidad de llegar un segundo antes que los demás. Mi juego se basaba más en eso.

Al primero que conociste de la Quinta fue a Sanchís.

Lo conocí en La Chopera, jugaba, por cierto, de extremo derecho. Nos seleccionaron a los dos para el mismo equipo. Empezó como delantero y luego fue evolucionando hacia zonas más retrasadas. Manolo en aquella época ya parecía una persona madura, aunque era un niño. Siempre lo fue. Tenía una inteligencia extraordinaria y las ideas muy claras. Eso es lo que más recuerdo: sus ideas firmes. Algo que nos desconcertaba porque no parecía muy propio de la edad, pero lo ha seguido teniendo siempre, como digo. Es uno de los grandes valores que ha tenido Manolo. Luego también se sacó la carrera de Empresariales muy pronto.

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Has dicho que de la Quinta se quedaron fuera algunos que eran muy buenos, ¿quiénes?

En el artículo de Julio César Iglesias que inaugura toda la leyenda solo se habló de cinco jugadores. Julio César cuando decidió hacer aquel reportaje y eligió a unos lo que estaba haciendo era sencillamente una selección que tenía sus ribetes de injusticia. Había muchos buenos que hubieran merecido estar ahí. Francis luego jugó en el Español y en el Tenerife. Juanito se lesionó. Pérez Durán no hizo mucho recorrido. De las Heras terminó en el Málaga. Juliá, que era hermano del Juliá que estaba en el Barcelona, también jugó en diferentes equipos.

Bueno, pero tan mal ojo no tuvo Julio César Iglesias, lo clavó.

La verdad es que estaban los que tenían que estar, pero posiblemente podría haber aparecido alguno más.

Se decía que la Quinta jugaban como dioses, pero apenas intimaban entre ellos.

No, seguimos manteniendo contacto y el cariño durante todos estos años. Lo que pasaba de críos es que éramos dos bandos, Míchel y Butragueño eran mayores que Martín Vázquez, Sanchís y yo. Míchel venía siendo promesa desde infantiles, Martín Vázquez surgió algo más tarde. Éramos chicos de Madrid, cada uno de su barrio. Eso era todo. En el caso de Míchel ya era una promesa rutilante, ya se veía. Se hablaba de que era un candidato firme a llegar al primer equipo. Se veía que respiraba fútbol, que iba a ser un animal de fútbol por cómo lo jugaba y cómo lo vivía. Luego Rafa en cambio era mucho más tranquilo. Era un chico de una bondad extraordinaria, un jugador inmenso. Estuve con él además en las selecciones castellanas de aquellos años.

¿Cómo era con vosotros Amancio Amaro, vuestro entrenador?

Fue importante porque de alguna manera articuló aquel equipo. Una leyenda del Real Madrid que transmitía experiencia por el fútbol. Hizo un equipo en el Castilla que marcó una época, cosa que no era nada fácil porque surgió del otro Castilla mítico que había jugado la final de la Copa del Rey contra el primer equipo. Como entrenador tuvo un papel fundamental. Como lo tuvo Di Stefano a la hora de dar el último paso y subirnos al primer equipo.

Aquel Castilla consiguió llenar el Bernabéu.

En un partido contra el Athletic, que íbamos primero y segundo, ganamos 1-0 y metimos más de setenta mil personas en el estadio. Coincidió que en ese momento el primer equipo no se lucía lo suficiente y al Castilla la gente se enganchó de tal manera que venía mucho a vernos.

Alguna vez has dicho que representabais «el nuevo fútbol», ¿qué era eso?

Aquella generación de futbolistas no se puede explicar sin hacer cierto repaso histórico. El Mundial del 82 fue clave en todo aquello. España era un país que estaba muy desorientado, cada cuanto parecía cambiar mucho de estilo y de propuesta. Creo que España sí tenía una identidad definida, pero nunca terminaba de dar con la tecla. En aquel Mundial hicimos un papel muy pobre y hubo una cierta necesidad de cambio. Y hay que vincularlo también a la serie de cambios que hubo en el país. En 1981 habíamos tenido un golpe de Estado que suponía una regresión terrible desde el punto de vista político y social. Y la Quinta fue un impulso hacia el cambio definitivo. Ese cambio, como las ondas expansivas que se producen en el agua cuando tiras una piedra, creo que terminó afectando a la sensibilidad del fútbol. La gente quería ver otras cosas y se empezó a apostar, no sé si de una manera consciente o inconsciente, por una mirada diferente a la que había. Que coincidiera con nuevos jugadores, pues ahí ya tiene que ver el azar y la suerte. De la misma manera que el éxito del fútbol español de los últimos años tiene que ver con una propuesta clara de un estilo de juego, pero también con la suerte, la coincidencia de que se haya dado con jugadores que han sabido interpretarlo.

Cómo era el Real Madrid entrenado por Di Stefano al que ascendiste.

Para Di Stefano solo puedo tener palabras de agradecimiento, hacia mí siempre mostró un cariño extraordinario. Como entrenador era muy intuitivo, tenía un carácter tremendo y, evidentemente, no pertenecía a la escuela de los entrenadores modernos en los que la formación es otra, indudablemente. Pero tampoco era un hombre que necesitase mucho argumento para convencerte de lo que tenías que hacer. El fútbol lo tenía metido en la sangre y era una persona que con pocas palabras te transmitía lo que tenías que hacer y lo que no.

Luego me encontré un equipo en el que la distancia entre los noveles y los que ya estaban consolidados eran enormes. Hoy en día las distancias que tienen que ver con la edad se han acortado. Entonces no podías hablar en el vestuario si eras un joven recién llegado. Tenías que ver, oír y callar. Ir aprendiendo hasta que te ganaras el derecho a poder levantar la voz. Llegamos, estuvimos callados, aprendiendo y adaptándonos.

A mí me vino muy bien Santillana. Siempre me hacía quedarme con él una media hora para tirarle centros y que los rematara. Para mí era una delicia. Creo que era uno de los mejores rematadores o seguramente el mejor que ha tenido el fútbol español. Tanto con la cabeza como con las dos piernas. Siempre me quedaba con él a hacer esa especie de ejercicios extraescolares para mejorar. Hoy en día eso también se ve, pero de manera menos recurrente. Antes a los jugadores jóvenes que querían mejorar algún aspecto de su juego no les importaba quedarse más tiempo para intentar desarrollarlo. Y Santillana eso lo seguía haciendo incluso con treinta años.

Y también estaba Juanito, con esa personalidad volcánica que tenía. Era todo pasión, visceralidad. Ese carácter le llevaba a desmanes no del todo comprensibles, pero luego era muy cariñoso. A mí me acogió con muchísimo aprecio porque yo era andaluz, todavía tenía acento aunque luego con el tiempo lo he ido perdiendo. Había además una afinidad por el hecho de que yo fuera pequeño y también delantero. Siempre tuvimos mucha complicidad. Y él siempre estaba haciendo bromas. Era difícil que lo vieras triste. Permanentemente estaba haciendo chascarrillos. Tenía una personalidad contagiosa.

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Te ceden al Zaragoza y le ganas la Copa del Rey al Barça en el Calderón.

Estábamos allí varios del Madrid: García Cortés, Fraile, Pineda y yo. El Barcelona aquel año había hecho una temporada muy buena y la semana siguiente a este partido iba a jugar la final de la Copa de Europa contra el Steaua. Recuerdo los comentarios en la prensa catalana describiendo nuestro partido con ellos como un aperitivo para lo que se iba a vivir. Y luego nosotros hicimos un partido ajustadísimo, conseguimos un gol pronto. Marcó Sosa de falta a Urruticoechea, que pegó en la barrera y entró. Y desde ese momento nos pusimos a defender todos colgados del larguero. Tenían un gran equipo, estaba Schuster, Carrasco, Marcos… pero nos tocó ganar.

Rubén Sosa era un delantero extraordinario.

De los jugadores que mejor he visto golpear el balón en carrera. Vino muy joven, los dos llegamos a la vez a ese equipo que se estaba gestando. Jugábamos de extremos, cada uno por un lado, y recuerdo que tuvimos que correr mucho. No estábamos acostumbrados a correr tanto, pero el entrenador que teníamos, Luis Costa, que consiguió armar un buen equipo, nos obligaba a defender más de lo que nos hubiera gustado. Pero a Sosa se le veía que iba a ser un jugador importante. Rápido, potente, con disparo. Y sin lugar a dudas es uno de los grandes del fútbol uruguayo. En lo personal era un chico con un nivel cultural justo, pero con un gran corazón, y tenía cierta retranca cuando a veces quería ser inteligente.

¿Sabías que Venables, el entrenador del Barça, luego escribió novela negra?

Sí, sí, pero no he leído ninguno.

Y luego marcaste en el Nou Camp en la Copa de la Liga.

Ese año fue muy curioso porque había jugado cedido en el Zaragoza y el Madrid luego me reclamó para jugar la Copa de la Liga. Recuerdo que metí un buen gol [risas].

También jugaste en la ida con la selección sub-21 la final del europeo contra una Italia en la que ya estaban Zenga, De Napoli, Mancini…

Sé que tenían un gran equipo pero no recuerdo nada en particular, que ganamos. Es uno de los títulos que tengo: campeón de Europa sub-21.

En la vuelta, que se ganó por penaltis, el héroe fue Ablanedo.

Era un portero de una agilidad inmensa. No sé si saldría hoy con tan poca altura, ahora tienden a ser más altos. Igual si hubiera jugado, posiblemente. Le habría costado, porque no llegaba al 1,80, pero era muy potente de piernas, tenia muchísimos reflejos. Era un portero extraordinario.

Estabas ahí cuando el Bayern echó al Madrid de la Copa de Europa, ¿cómo fue aquello, como chocarse contra un muro?

Entonces los equipos alemanes eran palabras mayores, algo que cambió con el tiempo, pero jugar en Alemania era un dolor para cualquier equipo español, esa era la realidad. La diferencia desde el punto de vista físico era casi humillante. El Bayern además tenía jugadores muy buenos. En la ida fue cuando Juanito le pisó la cabeza a Matthäus. Fue una situación, digamos, embarazosa. Pero los partidos contra alemanes siempre han sido muy calientes, ellos son también muy especiales. No hacen del ambiente algo muy dócil. Hay más tensión que con otro rival. Y siendo dos históricos como el Madrid y el Bayern, lógicamente, no iba a ser un ambiente templado. Ahí estaba gente de mucho carácter, como Augenthaler. No lo hacían fácil para que el partido discurriera de una manera muy deportiva. Si hubo un detalle que recuerdo de cuando viajamos a Alemania fue que el Madrid fichó a Jankovic y todos nos quedamos sorprendidos, era un fichaje inesperado. Le conocíamos de cuando habíamos jugado contra el Estrella Roja también en la Copa de Europa, que jugaban fenomenalmente al fútbol. Y esa fue la noticia de la concentración. Los jugadores siempre estamos pendientes de quién viene y quién se va.

En España también se jugaba fuerte en los ochenta.

El fútbol desde entonces ha cambiado muchísimo. Jugar fuera de casa era un compromiso verdaderamente serio. Pero no es que fuera más duro, es que estaba menos vigilado. Hoy en día hay actitudes que te afean rápidamente los medios de comunicación, hay mil cámaras. Con lo cual los jugadores han terminado autocensurándose en ese sentido. Pero en los años setenta y ochenta… solo hay que recordar la lesión de Amancio contra el Granada. Había un abuso del juego duro lamentable. Se marcaba al hombre, cosa que se ha perdido con los años, que eran marcajes rayanos en la violencia. Así se entendía el fútbol y, con las zonas, se fue perdiendo. Marcar al hombre era una fuente de golpes y encontronazos seguros. Yo tuve la suerte de que me solían poner marcadores pequeños y rápidos, como yo. Era raro que me pusieran a un tío alto con la cintura más dura y que le costara más moverse. Especialmente difícil se me hacía Chano, del Málaga, que era bajito como yo. Tomás, del Atlético, especialmente pegajoso.

Coincidiste con Rijkaard.

No sé qué problemas tuvo con el Ajax que acabó yéndose al Sporting de Lisboa y de ahí vino al Zaragoza cedido. Era un jugador que en nuestra plantilla a alguno les sonaba y a otros no, vino cedido pero acabó luego en el Milan, donde coincidió con Van Basten y Gullit para armar uno de los mejores equipos de la historia. Con nosotros jugó relativamente poco porque vino lesionado y tardó en recuperarse. Tampoco llegó a jugar nunca de mediocentro, lo hizo como segunda punta. Tenía un físico espectacular, se le veía con unas posibilidades inmensas, pero si te soy sincero a nosotros tampoco nos decía gran cosa porque era un desconocido y no fue el jugador que luego llegó a ser en Italia. Fueron tres o cuatro meses nada más lo que convivimos con él.

¿Qué tal con Chilavert?

Ese era un caso. Es curioso porque Chilavert pertenece a esa estirpe de portero que se le recuerda más por sus condiciones de jugador que por las de portero. Tenía un buen golpeo de la pelota, tiraba penaltis. En los entrenamientos fuera de la portería a veces jugaba mejor que algunos compañeros de campo y encima paraba mucho. Tenía una tremenda personalidad y un carácter muy particular. Nunca olvidaré un partido contra la Real Sociedad en que metió un penalti, se puso a celebrarlo en el centro del campo, la Real sacó rápido y creo que fue Goikoetxea, que todavía estaba en la Real, y le metió un gol desde su campo que fue, no sé, un poco ridículo, ¿no? Por la escena que se montó, quiero decir. Porque encima pretendió que el gol no era válido, pero estábamos todos en nuestro campo y lo era. Recuerdo mucho también que mantenía un diálogo permanente con la grada. O bien animándola, o bien reprochándole actitudes. Era hiperactivo, interactuaba permanentemente con los aficionados. En el terreno personal era un poco complicado. No le gustaba callarse lo que pensaba, más bien al contrario, decía todo lo que pensaba en cada momento. Y eso a veces, evidentemente, propició situaciones incómodas. Está claro. De hecho, después se ha visto que ha sido un jugador que nunca ha eludido una polémica sea del tipo que sea. Entonces ya era así un poco, tampoco tuvo situaciones que le dieran pie a más, pero…

Fuisteis los primeros pupilos en España de Radomir Antic.

Vino en la misma época que Cruyff a España. Fueron protagonistas los dos porque tuvieron algún problema con la homologación del título de entrenador. A Antic le pusieron como segundo entrenador para que le habilitara Víctor Fernández, que terminó sucediéndolo. E hizo dos muy buenas campañas con un equipo que, bueno, tenía una calidad justita. Pero era un tío con una vitalidad y un optimismo extraordinarios. Sobre todo era un gran pedagogo. Tenía una predisposición para el trabajo extraordinaria. Era también muy cercano al jugador, sobre todo a los que eran más jóvenes. Siempre ponía trabajo extraescolar, siempre ponía deberes. Apostaba por el espíritu de superación de cada jugador. Eso terminó contagiándolo a los jugadores.

Hiciste la fase de preparación y fuiste al Mundial de Italia 90 con Luis Suárez.

Antes del Mundial jugamos contra Yugoslavia, que luego nos echó. En Eslovenia hubo un amistoso y ahí estaban sobre el campo Prosinecki y Stojković, que eran extraordinarios. Tenían una plantilla de gran talento, como casi siempre. Aunque los partidos preparatorios del Mundial no es que sean aburridos, pero uno ya lleva muchos partidos a la espalda y lo que quiere es que empiece lo importante cuanto antes. De aquella fase me quedé con la calidad de estos dos jugadores.

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Suárez intentó poner un estilo como el que planteó Luis Aragonés que nos hizo campeones, recuerdo declaraciones de Míchel diciendo que por fin se jugaba el balón por el suelo…

Aquella selección era mucho más heterogénea. Podías tener a Martín Vázquez, pero luego tenías a Villarroya, que era de una técnica más limitada. Creo que todo eso se ha ido puliendo. Pienso que el fútbol, jugarlo, es como hablar un tipo de lenguaje, me da igual el que sea. En ese debate sobre si hay que jugar de una manera o de otra prefiero ser respetuoso, todas me parecen válidas. Pero lo que sí tiene que haber es coherencia en la selección de los jugadores. Y aquel equipo nacional sí que adolecía de aquella diversidad de animal futbolístico al que no se le permitía desarrollar una idea de forma más pura. Pero por las características de Míchel, de Martín Vázquez, de Roberto, había un equipo que ya quería jugar de una manera que ya se adaptaba a la personalidad de estos jugadores. No sé si se llegó a jugar tan bien, porque el Mundial no salió muy allá, pero se intentó eso. También, Luis Suárez, por su propia personalidad, porque había sido un gran jugador, su forma de entender el fútbol iba en esa dirección.

Para mí ir al Mundial fue una experiencia rica en lo personal. Esforzada, porque son muchos días los que hay que estar concentrado. La espera es muy larga. Yo no estaba en el equipo titular, con lo cual mi forma de vivirlo fue distinta. Pero lo tengo como uno de los mejores recuerdos de mi carrera profesional. La expectativa que se montó alrededor de un torneo de esa naturaleza, todas las esperanzas depositadas, el aluvión de medios de información, las expectativas de un país. Es único, no hay nada como vivirlo desde dentro. Aprendí muchísimo y me dio la posibilidad de convivir con compañeros un periodo muy largo. En cuanto a nuestra trayectoria, se habían depositado muchas esperanzas en esa generación, se pensaba que la Quinta estaba en su mejor edad para lograr un triunfo, pero quedó claro que a España todavía no le había llegado su hora. Luego la relación entre el aparato informativo con la selección nunca es fácil. Tiene sus buenos momentos y sus desencuentros inevitables. En esta ocasión metieron demasiada presión, el propio seleccionador iba a las ruedas de prensa a cada comparecencia incómodo. En fin, recuerdo que eran situaciones poco ventajosas para crear un clima relajado y tranquilo como para poder hacer algo más. No sé qué pasó al final, tanto desencuentro y malentendidos.

¿De ahí vino el «me lo merezco, me lo merezco» de Míchel?

No lo sé. Me imagino que fue porque el partido contra Uruguay fue muy malo, no sé ni si pasamos del centro del campo o llegamos a tirar a la portería. Los partidos inaugurales siempre son difíciles y supongo que recibiría críticas y esa fue su manera de desahogarse.

Te quiso fichar Cruyff después del Mundial.

Hubo rumores. Algún contacto. Pero al final aquello no se  consumó. Antes la movilidad de un jugador no era como ahora. Era muy corriente que un jugador empezara con veinte años en un equipo y acabara ahí su carrera.

Dijo, textualmente, que le «apasionabas».

Yo estaba muy tranquilo en Zaragoza, muy cómodo, y el Dream Team era un equipo complicado. A cualquier jugador le hubiera gustado por la calidad de esa plantilla, pero sinceramente, no me lo planteé. También me quiso el Atlético cuando estaba Maguregui, pero estaba a gusto, me sentía bien en Zaragoza. Sinceramente, nunca tuve ganas de cambiar. Los maños me acogieron muy bien. Me trataron genial. Hice amigos fuera del fútbol con los que compartía inquietudes, algo que en este mundo no es fácil de conseguir. Tuve relación con mucha gente del mundo de la cultura. Mi amigo Javier Barreiro, profesor de literatura que ha publicado no menos de veinte libros. José Antonio Labordeta. Ignacio Martínez de Pisón. Luis Alegre. Me dejo a muchos, pero tuve la suerte de coincidir con mucha gente, círculos con los que podía compartir inquietudes, que también eran futbolísticas, porque eran todos grandes aficionados al futbol. Me resultó una ciudad muy agradable para vivir. Tuve suerte de coincidir unos años con un equipo extraordinario que llegó a finales y ganó un título internacional, la Recopa. Uno elige un destino, pero a veces el destino se convierte en algo agradable o no por motivos que no puede controlar, que pertenecen al azar.

Habías empezado Filología en Madrid.

No, en Madrid, en la Autónoma, empecé Derecho. Hice dos años, luego me fui a Zaragoza, donde mis condiciones personales habían cambiado, me acababa de casar, etcétera. Y tercero lo saqué, pero cuando estaba empezando cuarto me di cuenta de que nunca iba a ser abogado, decidí dar el paso y cambiar a lo que de verdad me gustaba que era la Filología Hispánica, la carrera en la que me acabé licenciando. Yo veía que en la abogacía iba a tener poco recorrido y como siempre me había gustado leer, tenía amigos profesores de universidad y catedráticos de Filología, me dije que para licenciarme en algo mejor que fuera de lo que más me gustaba. Al fin y al cabo, cada vez veía más difícil desarrollar una actividad profesional al margen del fútbol. Puestos a estudiar prefería hacer algo que me llenase.

Hubo un reportaje en El País, no sé si por Italia 90, en que decían de ti: «le gusta encerrarse en su habitación a leer a Proust con la música clásica a tope». Tengo muchos amigos que no se olvidan de esto.

Lo de Proust es una licencia del periodista, lo leí de más mayor. Pero sí que leía en las concentraciones, porque son muchas horas las que pasas ahí y para mí es la mejor forma de pasar el tiempo. Para mí la literatura y los libros siempre han sido grandes compañeros de viaje. Un libro es como un amigo para consolarte en los momentos malos. Siempre hay un libro para cada estado de humor que tengas. Con esta costumbre me siento muy afortunado, porque pocas cosas hay mejores para acompañarte en la vida que la literatura, no protesta, no te dice nada, está siempre dispuesta. Hay pocos entretenimientos que te den tanto y te pidan tan poco, más allá de tiempo para que leas un poco.

¿Hay muchos futbolistas lectores como tú?

Los hay, aunque tampoco me he encontrado muchísimos, eso tengo que decirlo. Valdano es un ejemplo. Butragueño sé que lee bastante. Sanchís me consta que también. No conozco un centenar, pero los hay.

Cuando te fuiste del Madrid dijiste que no podías competir con Butragueño, con un «mito».

Me hubiera gustado seguir en el Madrid, esa es la verdad. Mendoza, entonces presidente, no quería dejarme marchar de ninguna manera. Pero tenía a dos jugadores como Butragueño y Hugo Sánchez delante de mí, con edades todavía que hacían pensar que les quedaba una eternidad, y no quería un papel secundario. Podría haberme quedado, pero siempre fui impaciente y no quise darle tiempo para ver si cambiaba la situación. Dije que Butragueño era un mito, y era verdad. Lo dije para explicar la situación, me tenía que ir porque tenía por delante a un jugador que había revolucionado el fútbol español. Se ha dicho, él cambió la forma de ver el fútbol de los espectadores españoles que venían arrastrando prejuicios sobre la furia y el pundonor. Butragueño hizo cosas que no se habían visto y fue educando al aficionado español. A Emilio no se le puede explicar desde el punto de vista exclusivamente futbolístico, fue algo más que eso. Luego, en lo personal, tengo debilidad por él. Además, soy amigo suyo. Somos tan amigos que incluso en el Mundial, estando yo ya fuera del Madrid, nos pusieron en la misma habitación. Siempre hemos tenido mucha afinidad y cercanía. No puedo ser objetivo con él. Pero la importancia que ha tenido en el fútbol español es absolutamente indiscutible. Es una referencia en la historia de nuestro fútbol, eso es indudable.

Engonga nos dijo que le daba pena darle en el campo.

Sí, inspiraba ternura [risas]. Es una de las ventajas que tuvo como jugador, con esa cara angelical. Algunos ante la expectativa de tener que golpearlo, pensarían que mejor no… [risas].

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¿Cómo se fue gestando ese gran proyecto que fue el Zaragoza de Víctor Fernández?

Fue determinante la gran relación que existía en aquel momento con el Real Madrid, nos jugamos varios que habíamos pasado por la cantera blanca. Juanmi, Solana, Aragón, Esnáider, yo… estábamos cuatro o cinco que veníamos del mismo sitio. Por otro lado, el cambio de los clubes en sociedades anónimas nos benefició. Alfonso Solans, el dueño de Pikolin, compró el equipo y lo impulsó. Víctor, además, era un apasionado por un fútbol de determinado estilo y terminamos siendo un equipo brillante. Jugamos muy bien, tres finales en tres años no es nada fácil. Durante unos años creo que daba gusto vernos jugar.

El Paquete Higuera metía todos los goles que le daba la gana.

Es uno de esos jugadores a los que nunca se les ha reconocido del todo el talento que tenían. Era muy inteligente. De los que mejor he visto jugando sin balón. Hoy en día ya no se habla mucho de esto, de jugar con balón o sin balón, pero él era el que mejor hacía diagonales, jugaba a la espalda de las defensas, era rápido constante, personalidad firme. Uno de los mejores compañeros con los que he jugado y tal vez no se le haya reconocido.

Poyet.

Tuvo un gran mérito. Porque vino de la segunda división francesa como delantero centro, se le reconvirtió a interior, porque si tenía algo bueno era su llegada a la segunda línea y remataba muy bien de cabeza. Era muy listo, se sabía explotar al máximo y dio un gran rendimiento. Luego mira qué carrera hizo, después de Zaragoza se marchó a Inglaterra y se adaptó perfectamente. Tenía muchísima personalidad, era de los que interactuaba con la grada.

¿Qué pasó con Brehme?

Que vino muy mayor, básicamente. Con más resabios que otra cosa, vino. Éramos un equipo menor, llegaba del Inter, después de haber sido campeón del mundo. Todo se le quedaba pequeño. Pretendió jugar de centrocampista cuando siempre lo había hecho de carrilero, tuvo diferencias con Víctor, y salió de forma precipitada. Pero para mí fue un auténtico placer. Era un ambidiestro perfecto, no sabías si era diestro o zurdo pero de ninguna de las maneras. Por más que te decía que era zurdo, no te lo creías viéndole como jugaba con las dos piernas.

El Dream Team os dio algunos repasitos.

Era sorprendente, nos dejó marcados. Se ponía a jugar, a tocar la pelota una barbaridad, contra el Madrid no era muy distinto, tenían tanta calidad técnica que jugaban su partido y tú hacías de sparring. Si estaban inspirados era muy difícil jugar, te dejaba la pelota muy poquito tiempo. Contra ellos te terminabas desmoralizando y se te hacía el partido un trámite muy doloroso.

Tuvisteis dos años al mejor Esnáider.

Era inteligente, con chispa. De una tremenda fortaleza mental. También era muy pícaro. Era muy apasionado, transmitía muchísimo a la grada y a sus compañeros. Se notaba que era joven, tenía toda la carrera por delante y se quería comer el mundo. Quizá fue esto lo más llamativo de él, esta ambición sin límite.

El Zaragoza y Aragón se encontraron el uno al otro.

Todo clase. Un organizador de un talento inmenso, de una calidad técnica extraordinaria. Sabía jugar en corto, sabía jugar en largo. Tiraba faltas. Rápido, pero entendiendo muy bien el juego. Fue una pieza clave. En el Madrid también podría haber jugado, pero triunfar en un Madrid no es fácil. Los canteranos si no consiguen afianzarse desde el principio luego les resulta muy complicado. Ese es el gran dilema de todos los canteranos de un equipo grande, si seguir ahí una temporada tras otra sin tener seguro que vas a jugar o por el contrario intentar buscarte la vida en cualquier otro equipo.

¿Cómo vivisteis aquella Recopa?

El partido clave, se diga lo que se diga, fue el del Feyenoord. Un equipo muy duro. Perdimos 1-0 en Holanda y nos costó muchísimo levantarlo con un 2-0 en casa. Pero fue clave porque ahí nos dimos cuenta de que realmente podíamos hacer algo en esta competición. Y la resolvimos bastante bien. El Chelsea que nos encontramos no tenía nada que ver con el que ha sido después. Hicimos un buen partido, 3-0, en Zaragoza y allí, aunque lo pasamos mal un poco, porque nos descuidamos, creo que lo pasamos bien. Fue mucho peor el Feyenoord.

Y a la final llegamos algo cansados, el Arsenal era fuerte. Y los nervios, de estar en París, en una final europea, que para muchos de nosotros que ya estábamos en los veintinueve años sabíamos que era nuestra última oportunidad de conseguir algo importante. Igual la única final que íbamos a jugar en nuestra vida. Un punto de no retorno. Pero, como en todas las finales, hace falta algo de suerte y nosotros la tuvimos. Con el 1-1 íbamos directos a los penaltis, estábamos todos cansados, alguno estaba rezando para que llegara ese momento. Ellos iban mucho más fuertes y… llegó el gol de Nayim.

Gol muy baturro

Un gol soñado en el último minuto, con esa factura y lo que se consiguió. Fue un gran cierre para iniciar el final de la carrera de muchos que ya estábamos iniciando la cuesta abajo. Empezar el final de esta manera fue mucho mejor. Nayim iba por ahí diciendo que si el gol lo había metido Dios, porque era la única manera de explicar lo inexplicable. Creo que fue el típico gol del cansancio, de ya no saber qué hacer. Esa misma jugada en otro tramo del partido no hubiera hecho eso. Es una jugada que haces cuando no tienes fuerzas de hacer nada mejor, te la juegas de forma irreflexiva, que es un método que a veces da buenos resultados [Risas].

Acabaste en México, en el Puebla, con el gran Carlos, del Oviedo.

Una experiencia buena. Estuve con Carlos y el Paquete Higuera. Fueron dos años. Siempre viene bien tomar distancia de lo que han sido tus dinámicas naturales. Para cobrar distancia y para ver el futuro, porque ese sí que es un tránsito difícil para cualquier jugador, abandonar la que ha sido tu actividad principal a lo largo de muchísimos años. En algunos casos, como el mío, después de haber comenzado muy jóvenes. Yo, con catorce años. En México, en Puebla, pues desde la distancia vislumbras tu futuro y puedes tomar decisiones sobre qué quieres hacer o no. Estas salidas al final de la carrera de un jugador sirven más para readaptación que para otra cosa, no nos vamos a engañar. Es una especie de tránsito, de periodo de prueba.

Puebla fue una experiencia, de todas formas, muy agradable. Era entonces una ciudad de tres o cuatro millones de personas, con una gran colonia de españoles. Tuve la suerte de ir con Higuera, con el que había jugado en el Zaragoza muchos años, y ese apoyo siempre viene bien. Me siento muy contento de haber ido. Como te explico, tomar distancia sirve para comprender mejor tu país, entenderte a ti y vivir experiencias que te enriquecen como persona.

¿Hablaba Carlos de la pena de que no le llevaran al mundial del 94 después del temporadón que había hecho ese año?

Son de esas cosas que se te quedan marcadas en una carrera, pero no le oí hablar demasiado del tema, no te creas.

Miguel Pardeza para Jot Down 5

Como director técnico del Zaragoza, y después de haber estado después en el Madrid, igual nos puedes revelar qué pasó realmente con Milito.

Lo que pasó en Madrid no tengo datos. Después de unos análisis médicos determinaron que no era posible su fichaje. Solo te puedo decir que a nosotros nos vino muy bien porque llevábamos tiempo detrás de su fichaje. Nos dio unos años extraordinarios. Tenía una personalidad magnífica.

¿Traer a Ewerthon fue cosa tuya?

Yo estaba en la dirección técnica. También nos hizo muy buen trabajo.

Y Villa… grandes aciertos, Miguel.

Pero en una decisión deportiva como esa nunca se está solo. Yo tenía un gran compañero de trabajo que era Pedro Herrera, padre por cierto de Ander Herrera, y que tenía muchísima experiencia. La verdad es que formamos un buen equipo en el Zaragoza los dos por aquella época. Primero porque teníamos gustos futbolísticos muy similares, y eso es clave. Teníamos claro cómo teníamos que operar y eso nos dio algunos aciertos, también hubo errores. Está claro que el trabajo en dirección deportiva de un equipo está plagado de buenas decisiones y equivocaciones, pero creo que más allá de eso, que son circunstancias inherentes al cargo, lo importante es cómo quieres trabajar. Saber qué quieres hacer y qué línea vas a seguir.

Has comentado que internet ayuda a conocer mejor a un futbolista que se quiere fichar ¿antes se producían algunos fichajes a ciegas?

No, lo que pasa es que las herramientas tecnológicas que tiene cualquier club son inimaginables con respecto a las que había antes, que tenías que fichar a un jugador después de haber ido a verle dos o tres partidos y jugártela con lo que habías podido detectar ahí, teniendo en cuenta la información que te hubiera llegado verbalmente de conocedores del jugador en el terreno. La metodología era completamente distinta. Hoy tienes herramientas con las que puedes seguir a alguien todos sus partidos de una temporada. Las estadísticas de todo, informes sobre el terreno. Las decisiones ahora son mucho más fiables.

De tu última etapa en el Madrid no quieres hablar.

Ha sido una grandísima experiencia, he aprendido muchísimo, un paso más en mi aprendizaje como hombre de despachos, y poco más puedo decir. Siempre voy a estar eternamente agradecido. No es fácil ocupar un puesto de responsabilidad en el Real Madrid…

Y menos en la época de Mourinho.

[Sonríe] No, fue un entrenador con sus peculiaridades, del que se puede aprender como de todo el mundo.

¿No había muchos terremotos?

[Risas] No, no, bueno, es un hombre intenso y apasionado.

Cuando fichaste por este cargo por el Madrid, en tu mudanza a la capital, te trajiste contigo tu biblioteca de quince mil volúmenes…

El libro es un buen compañero, más que nada. Con los libros se pueden hacer muchas cosas, uno puede orientar sus gustos en una dirección o en otra, pero el acto en sí de leer ya es consolador. Hay tantos temas que se pueden abordar con un libro… Y yo soy muy ecléctico. De la literatura española he leído mucho a Baroja, a Valle Inclán, he leído algo menos a la generación del 27, pero me gustan Cernuda, Alberti y Lorca, por supuesto. Leí mucho en una época a Cela. También mucha literatura internacional, porque esto va por épocas, he leído a Cortázar, a Borges, Adolfo Bioy Casares, Vargas Llosa… del XIX he leído mucho a Stendhal, Flaubert… En general, he leído un poco lo que hay que leer, y muchísimos autores menores que a nadie le interesan, pero que me gustan. Por ejemplo, Emilio Carrere, los autores relacionados con la bohemia…

¿Por qué este movimiento?

Por influencia de Javier Barreiro, mi amigo. Siempre ha sido un hombre aficionado a los movimientos literarios de principios de siglo y uno de ellos ha sido la bohemia. Hemos tenido tanta amistad que por contagio terminamos buscando libros y autores de esta época y escribiendo alguna cosa sobre ellos.

Miguel Pardeza para Jot Down 6

Cuando reeditó Valdemar a Carrere hablaban de que la historia de la literatura al final es muy arbitraria, que hay un selecto club de «sabios» que eligen a los que tienen que estudiarse y movimientos como este, el de la bohemia, se quedan relegados al olvido por culpa de esos criterios academicistas

Ya. Cualquier literatura, no solo la española, se cuenta en función de ciertos determinismos ideológicos, eso está claro. Aquí siempre se ha dicho que la historia la escriben los ganadores. Es verdad que la historia no siempre responde a la realidad de los hechos. En la literatura hay mucha gente que merece la pena que queda en el olvido. Es raro que un tipo que no merece la pena perdure, pero muchísimos autores podían haber permanecido y no lo han conseguido. También hay un proceso de selección natural, de la del 27 podían haberse recordado muchos, pero solo han prevalecido unos determinados. Son gente de calidad, pero muchos otros bien porque fueron independientes, bien porque fueron por libre, porque su obra no fue del todo comprendida, pues perdieron el tren de la historia de la literatura. Pero oye, ahí hay un campo que es muy bonito de descubrir para la gente que guste. Yo creo que cada uno tiene que ir construyendo su propia tradición, y no solo en la literatura.

¿Puedes describir el ambiente de la bohemia para quien no lo conozca?

Duro y difícil. Era una España un poco dura. Este es un país que ha mejorado muchísimo con los años, la situación de los escritores de principios de siglo… no es que escribir fuera llorar, como decía Larra, era muchísimo peor. Aparte que el analfabetismo del país era grandísimo, la situación política era lamentable, tanto que terminamos llegando donde llegamos. La diferencia de clases era abismal, el caciquismo no había renunciado a su influencia, las instituciones políticas estaban terriblemente corrompidas y desfasadas, no se había superado nuestro prejuicio histórico colonial. Una serie de circunstancias que hacían la convivencia muy difícil. Las diferencias entre pueblo y ciudad entonces eran horribles. Y Madrid era una ciudad complicada también. Ahí salieron una serie de personajes que eran el gallofo, el bohemio, que se venían a la capital a buscarse la vida y muchos terminaban en el arroyo. Es difícil de asimilar. Esa época no era fácil para nadie, pero especialmente para la gente de letras. Grandes desconocidos de esa época eran Pedro Barrantes, Xavier Bóveda, Pedro Luis de Gálvez… escritores de esta estirpe había muchos y era muy pintoresco. El libro que mejor describe el ambiente es La novela de un literato, tres tomos que puede leer cualquiera, de Rafael Cansinos Assens, que retrata perfectamente el clima y el ambiente.

Para tu tesis doctoral, ¿por qué elegiste a Ruano?

Porque nadie lo había trabajado de forma académica. Porque yo lo conocía, me gustaba mucho cómo escribía. Porque había cierta facilidad para investigarlo, porque la Fundación Cultural Mapfre había recopilado su legado, ahí conocí a mi amigo Pablo Jiménez, director de la Fundación cultural. Me pareció un personaje interesante sobre todo para leerlo. Ya que tenía que trabajar mucho, lo mejor era coger a alguno que te gustase mucho.

Alguna vez le has descrito como «anarquista de derechas», pero en términos más crudos podríamos decir que fue admirador del nazismo.

Indudablemente, él se alineó con el franquismo y la rebelión en la Guerra Civil. Es cierto que colaboró con el aparato de propaganda del nazismo, eso no se puede negar. Pero yo sigo pensando que además de esas circunstancias, que no son admirables evidentemente, creo que a lo largo de su vida lo que predominó fue un escepticismo político. Lo siguió manteniendo más allá de que tuviera relaciones poco aconsejables, esa es la verdad.

Dices que para entenderle hay que emplear la máxima de Jacinto Benavente de que «en España solo se habla bien del éxito sin mérito o del mérito sin éxito».

Creo que es una gran frase porque es verdad. Creo que la sensación que dejó Ruano fue la de un escritor que podría haber dado mucho más de sí. Tenía un talento innato para escribir, era un literato de los pies a la cabeza, pero las prisas o lo bien que vivía gracias al periodismo quizá le privó de la paciencia y de la perseverancia que se necesitan para hacer una obra que realmente merezca la pena. Pero escribió poesía, novela, reportaje, era un literato total. Aunque, quizá, salvo en las poesías y en sus memorias, en el resto de sus escritos adolece de una cierta precipitación, falta de tiempo para madurar una obra que fuera realmente perdurable.

¿Por dónde vas a tirar ahora, por la literatura o por el fútbol?

No lo sé. Es lo que tengo que decidir. Pero ya sabes lo que dijo aquel, la vida es lo que te va pasando mientras te empeñas en llevar adelante tus planes. Así que ya no hago planes. Soy un hombre de fútbol, pero tengo la gran suerte de que me gusta el mundo de los libros. Por eso cuando trabajo en el fútbol, dejo un poco de lado los libros, y cuando dejo el fútbol, pues sencillamente me centro más en los libros. Como en este momento.

Miguel Pardeza para Jot Down

Fotografía: Guadalupe de la Vallina

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21 Comentarios

  1. Al Tocino

    Creo que no es Chilabert. Es con V…

  2. Pingback: Entrevista a Miguel Pardeza sobre fútbol, pero también sobre literatura española; s. XIX, modernismo, la bohemia y Ruano

  3. Luis Felipe Pérez

    Excelente entrevista, como casi todas las de Alvaro.
    Y personaje muy interesante, alguien con inquietudes.

  4. En la entrevista dice que el Castilla llenó el Bernabéu en un partido contra el Athletic, y que iban primero y segundo.

    Si el Athletic nunca ha jugado en 2da, el Madrid tampoco y por tanto el Castilla nunca ha jugado en 1ra… primero y segundo de qué?

    Pregunto desde la ignorancia y la incomprensión. Sin animo de ofender.

    • Sería en segunda división, y sería contra el Bilbao Athletic, el filial, que hubo una época que jugaba en segunda.

      • Armand d'Hubert

        Con Julio Salinas de gran figura que acabó llevándose el pichichi de segunda, por delante de Butragueño, aunque hay que decir que el Buitre jugó menos partidos ya que lo pasaron al primer equipo.

    • El castilla iba primero de segunda división y el Bilbao Athletic, filial del Athletic, segundo.

  5. Pizo Gómez

    Jose, primero y segundo de la 2ª División, porque no se refiere al Athletic ,sino a su equipo filial, el Bilbao Athletic, en el que jugaban, entre otros, los hermanos Salinas y el mítico Pizo Gómez.
    Gran entrevista. Hace unos años, cuando era un proyecto de hombre de provecho, me habría fijado en los numerosos y ricos detalles futbolísticos o literarios. Hoy, en una etapa de mi vida marcada por la decadencia y la bajeza moral, no puedo sino admirar al gran Martínez, el del 127 tuneado, aunque he de decir que mi admiración sería aún mayor si en lugar de Winston hubiera fumado Ducados.
    http://elpais.com/diario/1983/12/03/deportes/439254003_850215.html

  6. Jose, se refiere al Bilbao Athletic, al filial rojiblanco.

  7. Gran jugador, gran persona y excelente entrevista. Anécdota. Hace un par de años estaba yo en Orly esparando un vuelo que venía de Madrid. Había un tipo con un cartelito en que rezaba «Monsieur Pardeza», leyendo «L’Equipe», por lo que el cartelito lo había colocado debajo de su sobaco. Pardeza salió el primero, con una maletita de ruedas y, haciendo honor a su estilo futbolístico, se «regateó» a toda velocidad a cuatro o cinco personas, saliendo a toda velocidad hacia la zona de taxis. Le indiqué al distraído «comité de recepción» que se le había «escapado» su viajero. El tipo salió corriendo, alarmado, pero dudo que lo alcanzase. Aquí cotilleábamos todos los colegas españoles: «Ha venido a fichar a Verratti, seguro». Nunca sabremos el motivo de su viaje, pero fue un placer verle «en vivo», haciendo lo que siempre hizo a la velocidad del rayo, en un aeropuerto parisino.

  8. Buena entrevista pero con algún fallo como por ejemplo el tema de los «repasitos» del «dreamteam» al Zaragoza, cuando más bien fue todo lo contrario, con un inolvidable partido de liga que acabó con un 6-3 al Barça de Romario, Laudrup, Koeman… en 1994 y un 4-5 en el Camp Nou en Supercopa unos meses después

  9. Pingback: Miguel Pardez en JotDown | Texto casi Diario

  10. Armand d'Hubert

    Yo vi el partido de vuelta del 8-1 en Barcelona. Si la memoria no me falla quedaron empate a uno pero si no es por el portero barcelonista podía haberse dado la misma diferencia que en el partido de ida. Si tampoco la memoria no me traiciona fueron semifinales de la copa del rey y la ganó el Betis.

  11. Midnighter

    Por mucho que quiera ensalzar a la llamada «quinta» solo fueron un puñadete de buenos jugadores a secas, que destacaban en España porque la competencia local en aquel momento era bastante parca. Era salir a Europa y recibir lo que les correspondía (recuerdo como Míchel se acogotaba frente a Maldini cuando se lo encontraba por la banda en sus enfrentamientos contra el Milan). De hecho, esa quinta nunca superó las semifinales de la Copa de Europa, y con el equipo nacional tuvo su oportunidad en Italia’90 pero demostró su bajo perfil en lo que a la alta competición se refería. Fueron más un invento de la prensa deportiva de Madrid que un fenómeno futbolístico real.

    • Midnighter, para ser tan infravalorada como tú dices que era la Quinta del Buitre, en la temporada 1987-88 eliminaron consecutivamente al Nápoles de Maradona, al Oporto de Madjer, que era el vigente campeón de Europa, al Bayern de Múnich y cayó en semifinales contra el PSV por el valor doble de los goles marcados fuera, es decir, sin hacer perdido. No sé si te refieres a eso cuando dices que salían a Europa y recibían su merecido.

    • Armand d'Hubert

      Acongojarse, no acogotarse, con uno de los mejores laterales izquierdos de la historia, no creo que sea un debe para nadie, por muy buen jugador que sea uno, y además, con poca facilidad en el regate.

  12. Desde luego para jugar en 1ª división tienes que tener una genética portentosa o ser Messi.
    Yo no es que fuese ningún prodigio jugando, pero recuerdo ya de niños que cuando a los que más tarde llegaron a ser algo en el fútbol les daban una patada, se revolvían durante 20 segundos en el suelos pero al minuto ya estaban esprintando. A mí me daban una mini-patada y estaba 20 días cojeando.

  13. Pingback: ¡Olé! Magazyn | Wywiady | Miguel Pardeza: "Maradona był dla mnie wzorem" Cz. 2

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