Música

Damas del blues

Foto: DP.
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La música pop está dominada por artistas femeninas. Lo confirmará cualquier programa para el móvil. Muchas de ellas utilizan la bandera del género a través de vestidos, bailes y spots publicitarios. Algunas son muy beligerantes en las formas, y manifiestan su independencia con acciones escandalosas para el gran público, como posar desnudas, bailar de manera sexual y simular actos de lesbianismo. Incluso llegan a expresar esta condición feminista con rótulos en las camisetas, el escenario o las canciones.

Canciones o lo que sea. Las divas de la música comercial venden autoafirmación para chicas, en un pack junto con la colonia y el gesto del videoclip, igual que antes vendían mensajes románticos y laca sumisa. El resultado no significa mucho, salvo acompañamiento para vender la descarga multimedia y el show en vivo. La empresa ha descubierto que el feminismo puede ser tan comercial como cualquier otra cosa: la rebeldía, el romanticismo y las actitudes copiadas de grupos marginales…

Sexo, drogas y blues

Sin contar con el apoyo de una logística tan especializada, esta fuerte presencia de artistas femeninas ya se dio al comienzo del siglo XX en Estados Unidos. La música fue capitalizada por mujeres, y fueron ellas las primeras figuras de un estilo que conocemos como blues. A diferencia de la situación actual, ellas eran extremadamente radicales en sus contenidos. Entre los años veinte y treinta, con todo en su contra, cantaron sobre malos tratos, desigualdad social y relaciones sexuales, temas que habrían sonrojado a las ganadoras de los MTV Awards. Gran parte de ellas eran, si no lesbianas, bisexuales, condición que también expresaban y defendían. Y además, eran negras. Ellas fueron las primeras en grabar (y componer) éxitos blues, pero el redescubrimiento de este género en los años sesenta, el revival folk, por un selecto grupo de críticos y aficionados, blancos, protestantes y masculinos, las relegó en favor de los instrumentistas. Ellos sí se convirtieron en héroes de la música anterior a la II Guerra Mundial, mientras las vocalistas del blues quedaban en un segundo plano. Algunos sabrán de la existencia de gigantes como Blind Willie McTell, pero pocos conocerán una canción de Victoria Spivey, aunque Bob Dylan pusiera en la contraportada de su disco New Morning una foto de él con la diva.

El blues clásico. Madres, reinas y emperatrices

El blues, la palabra de marras, se ha usado en tantos contextos que es difícil encontrarle significado, pero no se trata solo de estar triste. En cuanto a la música, estoy acotando el género a los años de su máximo esplendor, mucho tiempo antes de que el rock lo saqueara a placer. El blues era una música áspera cuando venía de las zonas rurales y cabaretera cuando se interpretaba en la gran ciudad. Esta mezcla de ritmos africanos con melodías anglosajonas y europeas, la influencia del jazz primitivo, sus dos ramas, la religiosa y la profana, y un sendero salpicado de estilos —canciones de trabajo, lamentos de cárcel, temas espirituales, asuntos domésticos, sexo, violencia y crimen…— cimentan el formidable legado de la música popular norteamericana. Eso sin tener en cuenta para este texto el blues de los blancos, que también lo hubo.

Foto: DP.
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En Estados Unidos, el espectáculo típico de finales del s. XIX era el vodevil, un show de variedades que, según la empresa, podía ser para toda la familia o más subido de tono, con bailarinas y cantantes de género risqué, canciones con doble sentido y trasfondo sexual. Tras la abolición de la esclavitud, la libertad fue muy dura para las mujeres: sin educación, solo podían encontrar trabajo como criadas o como prostitutas. La mujer negra era el último escalafón social. La mayoría de los blancos seguían considerando a los negros como ganado y la mujer era doblemente explotada. Algunas encontraron en estos circuitos, y en otros lugares como circos ambulantes y caravanas de feria, otra forma de salir de la desgracia, aunque en unas condiciones de trabajo penosas. Así fueron los debuts de muchas jóvenes, en el Theater Owner’s Booking Agency (T.O.B.A), un grupo de teatros dirigidos al público negro. También había un «circuito blanco», donde se representaban los famosos minstrels, números ejecutados por actores blancos pintados como negros y otros gags orientados a ridiculizar a la comunidad negra. Los negros estaban de moda, como también lo estuvo el pueblo hawaiano y la mezcla de su fascinante música, que fue clave en el desarrollo de la música pop. El público blanco sentía una fuerte atracción-repulsión hacia los negros, que apenas concebía fuera de un grupo de seres primitivos y peligrosos, pero le atraía el elemento exótico. Tras la guerra civil y la abolición, la mayoría seguía creyendo en la leyenda del salvaje dominado por creencias irracionales, sometido a todo tipo de impulsos descontrolados. Los empresarios de variedades supieron explotar este miedo y curiosidad en sus teatros y la música se encargó de comunicar la tradición cultural de los exesclavos, al no existir antes otro registro más que el oral. La música también heredó su origen comunitario, los cánticos de trabajo que empezaba uno y coreaban los demás se extendieron a los demás estilos.

En esos teatros se consagraron las cantantes de blues más populares. En su repertorio mezclaban baladas pop con blues y otros ritmos, como tango, fox o rag. La estructura de la canción de blues quedó definida hacia comienzos de la década de los años diez, y tras los famosos discos de W. C. Handy, que se supone son los primeros blues de la historia, la cantante Mamie Smith grabó su segundo disco con la compañía Okeh Records, en 1920, Crazy Blues, convirtiéndose en la primera cantante femenina de blues. Su mentor, Perry Bradford, artista de variedades y compositor de la canción, desafió muchas amenazas racistas con este disco, que solo esta compañía se atrevió a publicar, siempre con la condición de poner en el envoltorio la etiqueta «Race Records». El racismo iba más allá del color de la piel: lo mismo harían con el adjetivo hillbillie, en los discos de blues para paletos blancos. Poco después, Columbia y Paramount hicieron lo propio, tener su colección de discos para negros. «Crazy Blues», una canción con la estructura clásica, pero con acompañamiento de orquesta de hot jazz, fue un gran éxito, vendió setenta y cinco mil ejemplares en unos meses y Mamie Smith, que llevaba bailando y cantando desde los diez años, se convirtió en una estrella de la música, actuando por todo el país, incluso por Europa. La «Reina del Blues» grabó muchos más discos, pero su fama quedó eclipsada por la de la «Emperatriz del Blues»: Bessie Smith.

Smith fue una cantante prodigiosa. En vida fue muy popular, una de las más cotizadas de su época, vendió miles de discos y actuó por todo el país hasta la fecha de su desgraciada muerte, tras un accidente de coche en 1937. Nacida en un pueblo de Tennessee, fue descubierta muy joven por uno de los directivos de Columbia, y comenzó a publicar discos en los que se combinaban jazz, swing y blues, todos con un fuerte estilo de vodevil, dramático y pomposo. Las canciones de Smith incidían en el deseo sexual de las mujeres con metáforas explícitas («Need A Little Sugar In My Bowl», «Empty Bed Blues», «Kitchen Man»), denunciaban los malos tratos («I´ve Been Mistreated and I Don´t Like It»), y tocaba temas relacionados con las duras condiciones sociales de la comunidad negra: las consecuencias de los desastres naturales, como la célebre inundación del río Mississippi («Back Water Blues»), la falta de oportunidades de los más desfavorecidos (el clásico escrito por ella misma, «Poor Man´s Blues», una canción donde se agrupan los temas: la pobreza que lleva al crimen, el uso por parte del Gobierno de soldados negros como carne de cañón, y las relaciones injustas de clase y raza), y sobre todo, la situación de las negras («Washwoman Blues», donde pueden salir de su casa para entrar en otra como lavanderas), además de las habituales odas al alcohol, al que era muy aficionada: «Moonshine Blues», «Me and My Gin», «Give Me a Pigfoot and a Bottle of Beer»… Este verano se ha estrenado en HBO la película Bessie, protagonizada por Queen Latifah.

Bessie Smith protagonizó un cortometraje, un videoclip extendido sobre la famosa «St. Louis Blues» en 1929. La música es un poco diferente de su estilo, porque aquí viene acompaña de un coro de góspel y hasta de una big band, pero es un ejemplo no solo del talento de la cantante sino de los estereotipos bajo los que vendían este tipo de música… iba a decir entonces, pero me temo que llega hasta la actualidad.

Esta es Bessie Smith en estado puro:

La «Madre del Blues»: Ma Rainey

Un poco más mayor que Smith, Rainey es la pionera del blues. A ella y a otras cantantes contemporáneas se las califica, con cierto desprecio, de «gimoteantes», según el canon crítico masculino, por incluir coros clásicos de lamentos. Comenzó su carrera en minstrels y en un dúo con su marido, de quien tomó el apellido. Con la discográfica Paramount grabó más de cien canciones en poco más de cinco años durante los años veinte, muchas de ellas escritas por la propia Rainey. Actuó por el circuito T.O.B.A. con varias orquestas hasta los años treinta, cuando se retiró a su Georgia natal, donde murió en 1939, después de regentar un par de teatros.

El estilo de Rainey era más duro que el de Smith, un blues, si bien con toques con vodevil, más influido por la música del sur, con acompañamiento de guitarras, por ejemplo la de Tampa Red, o haciendo dúo con Papa Charlie Jackson. Rainey era muy combativa, fue de las primeras en cantar una murder ballad como «Stack O´Lee» y otros éxitos como «Moonshine Blues» y «Sleep Talking Blues». Su grabación de la famosísima «See See Rider», con Louis Armstrong, fue la primera de todas las versiones que se han hecho. Como Bessie Smith, lucía como una artista de la Belle Époque, cubierta de joyas y plumas, y cautivaba al público con sus dientes de oro, saliendo de un fonógrafo gigante en el escenario. Sus canciones hablaban de lo mismo: la violencia contra las mujeres («Hustlin´ Blues», «Black Eyed Blues»), las adicciones («Booze and Blues»), la cárcel y el sexo. Rainey iba más allá: sin tapujos habla de un novio bisexual en «Sissy Blues». En este número suyo, «Prove It On Me», cuenta sus preferencias por las mujeres y cómo se viste de hombre.

Tras el éxito de Mamie Smith, las casas de discos buscaron cantantes de blues entre el circuito de teatros y coros de góspel. La Paramount fichó a Ida Cox en 1923, una veterana de los campamentos de feria, con el acompañamiento de su segundo marido, el pianista Jesse Crump. Nacida en Georgia, como Ma Rainey, era una artista curtida en el directo, y actuó durante varias décadas acompañada de grandes nombres, como Jelly Roll Morton o Lester Young. Sus discos son un brillante ejemplo de blues estilizado, tintes de hot jazz y una voz inconfundible en el tono y el fraseo. Las canciones, muchas escritas por ella, son demostraciones femeninas frente al abuso («Wild Women Don´t Have The Blues»), exigencias de sexo satisfactorio (el blues tiene también un lado muy cómico, «One Hour Mama») y visiones sobre la pobreza («Hard Time Blues», o el clásico que también cantaría Bessie Smith, «Nobody Knows When You´re Down and Out») y la muerte («Death Letter Blues»).

Aquí la podemos ver y escuchar, en una actuación de 1940 en el célebre Rose Room de Dallas, interpretando su «Four Day Creep», una declaración de intenciones de las mujeres con grandes caderas y gran temperamento:

Victoria Spivey quería cantar al estilo de Ida Cox. Aprendió a tocar el piano de pequeña, en su Texas natal, acompañando los pases en un cine. De allí fue girando por diversos tugurios del sur, y con veinte años los cazatalentos de Okeh la descubrieron en St. Louis. A partir de esa fecha, 1926, Spivey se convertiría en la artista de blues más famosa de su tiempo. Fue de las pocas en sobrevivir a la Depresión y seguir cantando en los años cuarenta. Lo hizo gracias a su trabajo en el cine, en comedias musicales como Hallellujah, el primer musical negro de la MGM en 1929. Su carrera es impresionante por la cantidad de éxitos que grabó, muchos composiciones suyas, como la que le otorgó el debut, un blues angustioso titulado «Black Snake Blues», que el guitarrista Blind Lemon Jefferson, a quien ella había conocido justo después de esta grabación, grabó poco después con el nombre de «Black Snake Moan», asegurando que era composición suya, una discusión entre ambos que nunca se llegó a aclarar. El asunto de los derechos de autor en estos tiempos era terrible, casi siempre se los quedaban los editores de las discográficas y los artistas percibían una miseria en las grabaciones.

Con una voz extraordinaria, Spivey se hizo especialista en piezas arriesgadas, casi podríamos denominar góticas, que hablaban de sexo turbio («Down In The Alley»), enfermedad y magia, otro tema muy presente en el blues («Hoodoo Man»). Los directivos le prohibieron actuar con el piano, porque daba mala impresión, pero en la última grabación para la tele de su vida la vemos cantar su célebre lamento sobre la tuberculosis, acompañada por el piano:

Enseguida llegarían las colaboraciones con otros músicos, especialmente con uno de los mejores guitarristas del siglo pasado, Lonnie Johnson, con quien grabó números memorables y protagonizó escenas de violencia en las giras. El repertorio de Spivey está entre lo mejor de los artistas de su época: escribió «Dope Head Blues», donde se describe el consumo de cocaína, la escalofriante «Blood Thirsty Blues», en la que una asesina de hombres cuenta su historia como en un cuento de terror, o «Good Cabbage», un himno al sexo femenino. «Queen Vee» manejó su carrera de forma inteligente, enfrentándose a una industria que no entendía el papel de las mujeres, y mucho menos negras. En los cincuenta, cuando se había medio retirado a cantar góspel, observando el revival folk, decidió volver a grabar con Lonnie Johnson y poner en marcha un sello independiente para músicos de su edad, Spivey Records. Un jovencísimo Bob Dylan apareció haciendo coros y tocando la armónica en su primer LP de 1962, y en el sello grabaron estrellas como Big Joe Williams o Muddy Waters. Spivey murió en el año 76, todavía cantando y actuando, una de las más grandes intérpretes de su tiempo.

En este vídeo de 1963, Spivey canta con Lonnie Johnson a la guitarra y Sonny Boy Williamson al arpa de boca, interpretando su clásico «Black Snake Blues».

La famosa canción que en un principio llegaron a firmar los Led Zeppelin, «When The Levee Breaks» la escribió Memphis Minnie en 1929. Esta guitarrista se inspira en los sonidos del Delta, y casi interpreta rock antes de que nadie supiese lo que era eso. La carrera de Lizzie Douglas (Algiers, Louisiana, 1897) comienza en la calle, cantando en Memphis con su apodo familiar, «Kid». Ha aprendido a tocar el banjo de muy niña y con once años ya tiene su primera guitarra. Durante la década de los veinte viaja por el sur en el circo Ringling, otras veces tocando en saloons y otras prostituyéndose. La fichan en 1929 junto a su segundo marido, el también guitarrista Kansas Mc Coy, y comienza una serie de duelos formidables, canciones modernas llenas de sexo: «I´m Gonna Make My Biscuits», «Cherry Ball Blues», declaraciones de independencia personal («In My Girlish Days») y violencia («Me And My Chaffeur Blues»). Con su voz ruda y su look de estrella de cine, fue la guitarrista más brillante de Chicago. Era imbatible como instrumentista y como escritora de grandes canciones. Memphis Minnie murió con setenta y tres años en un asilo. Tiempo después, la rockera Bonnie Raitt, una de las pocas artistas que ha reconocido su deuda con el blues interpretado por mujeres, compró una placa para honrar su tumba.

Es obligado escuchar a Memphis Minnie.

La lista de cantantes de blues clásico es enorme. Faltan muchas, desde Bertha Chippie Hill, Alberta Hunter, Lottie Kimbrough, Ethel Waters, Ruby Glaze, Irene Scruggs, Hattie HartLa maravillosa Sippie Wallace y sus canciones sobre la Depresión («Suitcase Blues») o los malos tratos («Up The Country Blues»). El arrojo de Lucille Bogan, la reina del dirty blues, quien escribió y cantó, entre otras, un himno a las lesbianas («B. D. Woman’s Blues») y un tema, «Shave´em Dry», que no aguantaría ningún medio de difusión (en inglés). Como aquí no nos enteramos, la reproduzco:

El blues sucio y sus dobles sentidos sigue siendo mucho más incorrecto que cualquier melodía actual, por muy agresiva que se venda, especialmente cuando lo cantan las mujeres: Clara Smith: «Ain´t Nobody To Grind My Coffee»; Margaret Carter, «I Want Plenty Of Grease On My Frying Pan»; Minnie Wallace, «Dirty Butter»… Rosetta Howard da una vuelta a la leyenda del «Candy Man» y en «If You´re a Viper» canta que fuma porros de metro y medio. Georgia White le escribe una canción a su trasero en «I´m Keep Sitting On It». La cantante Gladys Bentley no dudada en salir vestida con un esmoquin y un sombrero de copa para reforzar su lado gay. El sexo se muestra como una práctica desinhibida, libre y sin prejuicios, todo ello antes de las autocensuras y el comercio hipócrita con la imagen.

Esta es solo una pequeña muestra del trabajo de cientos de divas que grabaron en los años veinte grandes éxitos de blues, triunfando antes que los hombres, y como ellos, con la Depresión quedaron olvidadas, hasta que con el revival folk tuvieron un breve periodo de fama en la vejez, aunque ninguno y ninguna sabía muy bien de qué iba todo aquel circo de señoritos blancos que los admiraban tanto. A ellos les pervirtieron sus inmensos talentos en discos de rock, pero de ellas casi nadie volvió a acordarse. Solo feministas negras como Angela Davis han escrito acerca del papel que representaron en el movimiento de liberación sexual de las mujeres. Por suerte, quedan las grabaciones para disfrutarlas.

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24 Comentarios

  1. Esteban Pérez

    El artículo me ha parecido excelente. Muchísimas gracias

  2. luis ramone

    Hay opiniones con las que no estoy de acuerdo y se le nota demasiado a la autora la intención de llevar el agua al molino de su concepción del feminismo -comparar a estas gigantes con los productos que padecemos hoy, apenas meterlas en la misma frase, es aberrante. Minimizar a los músicos varones, por más que se llame «gigante» a Blind Willie McTell, no ensalza a sus colegas femeninas; sólo es una manipulación-. Con todo, he aprendido algunas cosas que no sabía, básicamente sobre Violeta Spivey y he disfrutado, cómo no, de la música adjunta. Más artículos como éste, por favor.

    • Querido Luis Ramone: tu comentario es justo lo que ilustra mi texto: «No tengo ni idea de esto y me parece muy feminista que se hable de unas señoras, porque los que valen son los varones, como McTell, que la autora lo llama gigante, pero de mentira, para manipular. Aunque hay una que se llama Violeta, que está bien». Lo aberrante es la ignorancia.

      • luis ramone

        Querida Grace: Me mato por ver en qué momento de la lectura de mi artículo se menosprecia a estas intérpretes y no doy con él. Sería culpa de mi pobre expresividad en todo caso, pues las admiro y no las considero inferiores a los músicos varones de aquellos tiempos. A lo mejor el problema es que tampoco las considero superiores, y de hecho las califico de gigantes tal como hace la autora con Blind Willie McTell. Ya digo yo solito que he aprendido muchas cosas en el artículo y en especial de Victoria (sí, se llama Victoria, mea culpa, la próxima vez repasaré lo que escribo a vuelapluma dada la severidad del tribunal) Spivey, pero no tantas de otras artistas que se citan como Ma Rainey, Bessie Smith -recomiendo su versión del «Nobody Knows…»- o Memphis Minnie. No creo que la conspiración del «selecto grupo de críticos y aficionados, blancos, protestantes y masculinos» las haya relegado en absoluto y estoy seguro que, conociendo un poco lo que decían y con la perra vida que llevaron -ellas y ellos-, le importase una higa esa hipotética relegación. Quédese con mi petición de más artículos como éste y no se amostace por tan poquito.

        • También es verdad, en qué estaría yo pensando, si vivimos en un mundo en el que las relaciones de género son totalmente igualitarias y no existe relegación por parte de nadie. Pido perdón a los Lomax, Smith, Perls, Parth y Strachwitz.Y por amostazarme, jolines, que es que aquí te están felicitando y encima te picas por una tontería de nada.

  3. Que magnífico artículo y que deslumbrante la historia y los méritos de esas mujeres. Gracias.

  4. Excelente artículo ¡aunque me falta Khaira Arby en esa lista!

  5. Carlos Clémen

    Brillante

  6. Gracias por reivindicar esta música. Personalmente, echo en falta alguna referencia a la creadora del blues más hermoso (al menos para Robert Crumb y un servidor): Geechie Wiley y su «Last Kind Words Blues» (1930)

    • Gracias a ti, ese disco es estupendo, pero la extensión del texto no permitía incluir a todas las cantantes, menos aún a las que grabaron apenas dos o seis caras, por mucho Zwigoff que las reivindicase.

      • Más allá del apoyo de Crumb y Zwigoff , creo que hay bastante consenso sobre su trascendencia. Hasta la fecha me la he encontrado en cuatro importantes recopilatorios: “Mississippi Girls 1928-1931” (Story of Blues), “American Primitive vol. 2” (Revenant), “Best there ever was” (Yazoo) y “American Pop, An Audio History From Minstrel To Mojo on Record, 1893-1946” (West Hill); y creo que hasta Greil Marcus le dedicó recientemente unas charlas.

  7. Que currada, he disfrutado mucho con el artículo. Ahora me tendré que poner a buscar la letras de todas esas canciones :) gracias!!

  8. Luis Escalante

    Excelente y trabajado artículo. Yo también estoy de acuerdo con que el papel de la mujer en la música vocal de raíces africanas – y desarrollada en Norteamérica fruto del mestizaje con las europeas – fue y sigue siendo, en general, superior al del hombre.
    Sin embargo me chirría un poco en tu trabajo lo siguiente: “La estructura de la canción de blues quedó definida hacia comienzos de la década de los años diez, y tras los famosos discos de W. C. Handy, que se supone son los primeros blues de la historia…”.
    Creo que la estructura del blues quedó definida bastante tiempo atrás. ¿Cuándo? Difícil de concretar. Es interesante leer el libro: Notes on Negro Music – Charles Peabody – The Black Perspective in Music Vol. 4 Nº 2 – Julio 1976 – Foundation for Researching in the Afro-American Creative Arts.
    Los primeros éxitos de W. C. Handy, como “The Memphis Blues” (editada en 1912) y sobre todo, St. Louis Blues (ed. 1914) no son blues. Es ragtime, (la música de moda entonces para bailar, marchar…) y no tienen la estructura del blues, ni armónica, ni métrica, ni melódica.
    Sí fue un blues lo que W. C. Handy escuchó cantar, en la estación de trenes de la población de Tutwiler (Misisipi), a un harapiento mendigo en el año 1903 y en dicha melodía/escala se basó para componer sus temas. Lo cuenta el propio autor en su autobiografía titulada, curiosamente, The Father of The Blues.

    • Gracias por tu comentario, Luis. Todos los fans hemos leído la leyenda de W. C. Handy y el vagabundo que tocaba la guitarra ayudándose de un cuchillo, pero también es cierto que la primera grabación que incluye ritmo de doce compases y la estructura AAB entre tangos y ragtimes es la de «St. Louis Blues». Sobre la identidad del vagabundo, historiadores como Ted Goia y David Evans apuntan a que pudo haber sido ser Henry Sloan, a quien sin duda conoces por ser, según algunas fuentes, el maestro de Charley Patton.

      • Luis Escalante

        Lo único que he comentado y que lo sigo haciendo es que St. Louis Blues, NO ES UN BLUES. Su estructura métrica es AABC. A y C tienen 12 compases cada una, y B tiene 16. La canción tiene 52 compases.
        Sí es cierto que la primera sección A está estructurada como un blues (AAB), pero la canción es un todo, no solamente sus primeros 24 compases.
        Ted Gioa dedica en su libro, The Jazz Standards (2012), una apartado a St Louis Blues y dice de ella: “This composition is only partially a blues” (pág. 354).
        De todas maneras, Grace, a lo mejor estoy rizando el rizo. Lo importante es que has escrito un magnífico artículo.

  9. Creo que el primer blues grabado por una mujer negra fue «That Thing Called Love» en Febrero del 20 («Crazy Blues» se grabó en agosto).
    Además fue la grabación de «That Thing…» (no la de «Crazy Blues») la que enfrentó a Fred Hagar y la compañía Okeh Records a amenazas racistas, algo que no pudo evitar el gran éxito que obtendría «That Thing…», éxito que abrió las puertas a músicos negros y a que Okeh Records se convirtiera en aquello por lo que acabaría siendo recordada como una discográfica histórica: albergar a la flor y nata del jazz más histórico (Kid Ory, Louis Armstrong, Billie Holiday, Duke Ellington…)

  10. Pingback: Canciones vivir el deseo y sexualidad femenina - El jardin del pulpo

  11. Virginia Urroz

    ¿Cuáles son las fuentes del artículo?

  12. Pingback: A MILLION MILES AWAY – Fotografía Creativa

  13. Como lector, gracias por el excelente artículo. Parece que a algunos «hombres» el hecho de destacar a mujeres en cualquier especialidad les parece un insulto. Menos mal que las mujeres también son especialistas -y únicas, esto es para los catolicistas que creen las estupideces de costillas de Adán y demás-, en aportar vida: ningún machirulo puede existir sin las mujeres. Amo a las mujeres del Blues, y también amo a mi mujer, a mi hija, a mis sobrinas, a mi madre y a mi suegra, que ya se ha ido. Necesitamos la voz propia de cada mujer, y si es con un Blues, será delicioso.

  14. Muchas gracias Grace por este artículo.

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