Música

Dios salve a los Cosmic Psychos

Cosmic Psychos. Imagen: Desperate Records.
Cosmic Psychos. Imagen: Desperate Records.

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A veces uno escribe sobre una banda confiando en que otros, si no la conocían o no le habían prestado demasiada atención, puedan llegar a cogerles el gusto. Pero en esta ocasión voy a hablar de una banda que, supongo de antemano, gustará únicamente a una minoría. Ojalá no fuese así, pero no me hago ilusiones. Pero no se trata de que a usted le llegue a gustar o no su música. Se trata de que llegue a amarlos por lo que son. ¿Y qué son? ¿Saben ese amigo tarugo que tenían a los quince años al que se vuelven a encontrar pasado el tiempo y sigue siendo igual de tarugo, pero ahora con plena consciencia y orgullo de serlo? ¿No es una sensación maravillosa? Es casi como rejuvenecer de golpe. Pues bien, eso es lo que son los Cosmic Psychos.

Si usted era un niño que fingía tocar una guitarra con una raqueta y se imaginaba ante un público que admiraba boquiabierto sus feroces solos, entenderá lo que significa la expresión «fantasía del rock and roll». Hasta Bad Company tenían una canción titulada precisamente así; no estaba entre sus mejores, todo hay que decirlo, pero la letra describía a un crío dando saltos en su habitación mientras su madre lo estaba llamando, cabe suponer, para algo tan aburrido como ir al colegio. El rock siempre ha tenido un componente de ilusión infantil que se prolonga a lo largo de la vida y quienes lo practican o lo siguen ni siquiera se molestan en negarlo. Las personas maduran, unas mejor que otras, pero resulta más fácil dejar de creer en los Reyes Magos que dejar de creer en Little Richard o en Elvis Presley. Y eso que sobre el papel se trata solo de música. Pero eso es sobre el papel; la fantasía ni siquiera es algo exclusivo del rock. Nadie se imagina a Plácido Domingo ofreciendo un concierto con chándal y cadenas de oro, ni a un cantaor flamenco vistiendo una camiseta de Judas Priest y haciendo cuernos en plena actuación, ni a Mocedades animando a su público con un «c’mon motherfuckers!». ¿Por qué no? Pues por motivos no menos infantiles, ya que pensar que un traje de pingüino hace mejor a un cantante de ópera es como creer que cambiando la etiqueta de una botella habrá mejor whisky dentro. Pero así es como la gente lo concibe. Forma parte de la cultura de cada género y de las referencias de cada cual.

Por eso mismo, la pervivencia de la fantasía infantil en nuestro subconsciente hace que resulte embarazoso ver a Steven Tyler en el jurado de un concurso televisivo, aunque los antiguos discos de Aerosmith no van a ser peores por ello. Pero también sabemos que no necesita el dinero y que todo es producto de algo todavía más pueril, pero pueril en el mal sentido, como es la necesidad de que hablen de él todo el tiempo. O, no sé, cuando Chris Cornell decidió que ya era lo bastante maduro como para demostrar su eclecticismo grabando sintonías para máquinas tragaperras. Sí, dirá usted, estas son cosas que no tienen la menor importancia, porque lo bueno que estos tipos han grabado ya está ahí para quien quiera escucharlo. Pero no me niegue que arruinan un poco la magia. La fama y el dinero afectan a muchas estrellas del rock, esto es un hecho comprobado. Algunos se hunden en las drogas para no volver a salir, como Phil Lynott. Otros empiezan a deambular por ahí con pistola, como Jerry Lee Lewis. Otros aspiran al Premio Nobel de la Paz, como Bono. Y también los hay para quienes la fama se limita a empeorar lo que ya de malo había en sus vidas, como Kurt Cobain. En fin, existen ejemplos a puñados. Por eso es agradable ver que hay gente que no cambia. Prince sigue siendo Prince y no se pone a sacar videoclips repletos de niños del tercer mundo. No me entiendan mal, no es que eso tuviese nada de malo, al contrario. Pero para qué negarlo, ¡tiene su gracia que Prince continúe en su torre de marfil! Eso sí, aunque nos guste su forma de ser, resulta difícil identificarse con él. Yo por lo menos no me imagino compartiendo una cerveza con Su Princísimo y hablando de nuestras cosas.

Pero no hace falta ser Prince para mantener intacta la aureola de fantasía.

Escuché por primera vez a los Cosmic Psychos con su segundo disco, Go the Hack. No sabía quiénes eran aquellos tipos ni de dónde salían, pero el disco era un pedazo de roca. Para describirlo, solo se me ocurre decir que sonaba como si alguien hubiese inyectado esteroides al disco de debut de los Stooges, sustituyendo a Iggy Pop por un convicto de Alcatraz. O que sonaba como si los Ramones más pasados de vueltas del Halfway to Sanity (los de «I’m not Jesus» o «I lost my mind») se hubiesen vuelto más locos todavía. En fin, me pareció un disco fantástico, aunque no demasiado sofisticado, y todavía hoy me impacta su solidez. Pese al sonido enlatado, casi de maqueta y propio de una grabación realizada con poco presupuesto, canciones como «Lost Cause», «Go The Hack», «Elle», «Back in Town», «Pub» (¡la de veces que pude llegar a escucharla!), junto con la ausencia de xilófonos o cascabeles, dejaban claro que estos tipos no aspiraban a convertirse en The Cure. En fin, insisto, música que gustará a unos y a otros no; desde luego la sutileza no era su fuerte. La cuestión es que sin conseguir demasiada fama y procediendo de la lejana Australia, Cosmic Psychos se convirtieron en un grupo de culto con pocos pero muy fieles seguidores en diversas partes del mundo, lo que les ha permitido siempre hacer giras internacionales actuando en pequeños o medianos clubs, incluyendo varias visitas a España, donde enternecían a los asistentes con sus baladas repletas de sensibilidad. Su discografía posterior no varió un ápice de aquel estilo. En plena explosión del grunge, ellos seguían a lo suyo con un disco de título tan apropiado como «Tipos de los que te puede fiar» en donde, como insólita novedad, incluían una versión acústica de una de sus canciones anteriores, aunque seguían sin sonar a cantautores. O aquel otro disco llamado «¡Oh, qué bonito pastel!» y su muy cristiana portada, disco que contenía nuevas canciones con títulos tan bucólicos como «Motosierra». Tampoco estaba mal la imagen tribal que adornaba la portada de Glourious Barsteds, uno de mis discos favoritos de la banda, que contenía bombazos marca de la casa como la grandiosa «Rain Gauge». En fin, que iban pasando las épocas y las modas, pero los Cosmic Psychos seguían a lo suyo como si nada, entregados a su particular visión de la poesía, la primavera y las cuestiones del espíritu, véase «El hombre que bebía demasiado». Sobrevivieron cuando algunos de sus miembros se marcharon, sobrevivieron incluso cuando su antiguo guitarrista Robbie Watts falleció en el 2006.

Imagen: Desperate Records.
Imagen: Desperate Records.

Me hago cargo; algunos de ustedes se sentirán horripilados por las canciones que están oyendo y ahora mismo piensan: «¿A dónde demonios quiere ir a parar ensalzando a este trío de cafres?». Bien, me parece justo. Pero recuerde: no se trata solamente de música. Volvamos a lo de la madurez. La capacidad de evolucionar, cuando es para bien, se trata de una valiosa cualidad en un artista. Los Cosmic Psychos no han evolucionado un ápice, eso está claro. En todos estos años, las farolas de mi antiguo barrio han cambiado más veces de estilo que ellos (Farolas 1 – Cosmic Psychos 0), pero lo contrario de una virtud no es necesariamente un defecto. Año tras año, esa fidelidad a sí mismos los ha ido distinguiendo de tantas otras bandas que se amaestran, o se creen de repente que han llegado a ser Artistas, con A mayúscula, y por ello graban discos vergonzosos para los que no estaban preparados: no todo el mundo puede ser Bob Dylan o Willie Nelson, aunque un número preocupante de músicos veteranos con la crisis de la mediana edad se convenzan de que sí lo son. Los Cosmic Psychos se han hecho mayores, como todo el mundo. Como decía, algunos miembros se marcharon, otro murió. Les han salido canas, han engordado, han tenido hijos y se habrán visto obligados tragar la misma mierda que todos los demás mortales, porque ni viven en mansiones ni tienen un avión privado para ir a visitar a Obama. Pero como nunca han dejado de ser proletarios, saben lo que sus fans esperan de la banda. Para quienes siempre les hemos admirado, tienen categoría de leyenda, por mucho que los Rolling Stones no los inviten a ir de gira. Pues bien, en 2015, unos Cosmic Psychos más maduros que nunca han descubierto el videoclip conceptual. Después de años de videos que consistían poco más que en tomas de directos, se han decidido a usar las cámaras para completar su mensaje artístico y espiritual con un toque cinematográfico. No, no me refiero a que, influidos por el espíritu de Meryl Streep, hayan adoptado el método Stanislavsky y se hayan puesto a actuar en plan dramón televisivo venezolano como hicieron Metallica en su momento. Lo de Cosmic Psychos, como cabría esperar, ha sido… digamos que algo con menos maquillaje.

El encuentro entre los Psychos y el séptimo arte (sí, lo sé, dicho así, ¡suena a cosa seria!) es un acontecimiento histórico que debemos a la edición de un nuevo disco, con título marca de la casa, Cum the Raw Prawn. Que es, por cierto, uno de los mejores discos que han grabado nunca. Primer aperitivo cinematográfico: el videoclip de «Fuckwit City». Está cantada —es un decir— por el guitarrista John McKeering, aunque sea el bajista Ross Knight quien se ha hecho cargo de casi todas las voces desde 1982. «Fuckwit City» significa algo así como «La ciudad de los gilipollas», lo cual da buenos indicios de que el pop sigue sin influir en la carrera de la banda. Su estribillo, que haría soltar una lágrima al más curtido fan de Joaquín Sabina, emplea la metáfora de manera sutil y elegante: «La ciudad de los gilipollas es el lugar al que perteneces». ¡Enternecedor! Por si esto fuera poco, McKeering nos deleita con tres intensos minutos de su inigualable carisma, digno de todo un patriarca de trailer park, mientras Knight saluda con elegancia a cámara y el batería Dean Muller, como absolutamente todos los baterías del mundo, se encarga de que no deje de fluir la cerveza. En fin, un videoclip que hace que Sons of Anarchy parezca la  nueva versión de Mujercitas. Si yo fuese dueño de una sala de cine, proyectaría este clip antes de todos y cada uno de los estrenos de Michael Haneke. Más que nada para aterrorizar a los espectadores recordándoles que los personajes de las películas de Haneke son actores, pero que los Cosmic Psychos… ¡existen de verdad!:

… Y hablando de Haneke, vamos con la Obra Maestra definitiva de la cinematografía del 2015. Hablo cómo no, del videoclip de «Better, not Bitter». La canción en sí es, como ya pueden suponer, una dulce balada que nos envuelve con otro vaporoso estribillo, susurrado por Ross Knight con el más sofisticado acento de la Australia profunda («It’s fuckin’ bullshit, mate!») sobre un riff de guitarra que haría funcionar el motor de un petrolero. Con dos cojones, como si todavía estuviesen en 1987. Pero lo que de verdad me ha ganado el corazoncito es el videoclip. Veamos: tres tipos, cuyo automóvil se avería, quedan aislados en mitad de una de esas interminables carreteras rurales australianas sin que nadie parezca querer pararse a recogerlos. Nadie, hasta que se encuentran con los Cosmic Psychos. Y no, no es como encontrarse con Iván Ferreiro para tener un debate sobre la importancia de Twitter como herramienta de intervención lírica. Para qué engañarnos, el videclip ni siquiera tiene el mejor guion (si es que tiene guion) o los planos más sofisticados. Pero ya hemos visto que los Cosmic Psychos no se obsesionan con la estética. Lo suyo es algo más existencial, en realidad. Más de reencontrarse con uno mismo. Hace poco perdimos a Lemmy, así que Motörhead dejarán de existir, pero todavía hay gente como los Psychos, que son aquellos viejos amigos con los que uno siempre puede tomarse una cerveza sin que se pongan a recitar en plan cacatúa la última columna de opinión que han leído en la prensa. No necesitan lentejuelas ni limusinas para mantener intacta la fantasía del rock & roll. Les basta con su actitud y sobre todo con su sentido del humor (¿se imaginan a Antonio Orozco grabando un vídeo semejante?). Y porque verlos es como volver a sentirse un adolescente durante algunos minutos. Y eso, amigos, es algo que no tiene precio. Hay que amar a estos tipos. En pleno 2015, y mírenlos. Como si nada. Que duren muchos años, porque el mundo sería un lugar más aburrido sin ellos. ¡Dios salve a los Cosmic Psychos!

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13 Comentarios

  1. Literalmente hablando, menudo pedazo de grupo…

  2. Rock n roll bastards

    I Just Wanna be like David Lee roth… Pedazo de banda con escaso éxito por aquí me temo…

  3. Brutales. Muy fan desde ya.

  4. De lo mejor de las antípodas junto a Bored!, Powder Monkeys y Asteroid B-612

  5. Fran Nixon reconoció hace un par de años que Cool Dive de Australian Blonde (una de las pocas canciones suyas que me gustaba) estaba basada en el Lost Cause de Cosmic Psychos, ahí los descubrí yo y flipé bastante

  6. Emilio de Gorgot, es usted desde hace un tiempo material a conservar. Siga con estas joyas, por favor y gracias.

  7. Y de nuevo, gracias, puesto que han pasado 39 años hasta descubrir la síntesis perfecta de la existencia misma…

    Fuckwit city is the place where you belong.

    Sólo pido a la providencia que algún avispado promotor les traiga por estas tierras repletas en las que disfrutaríamos hasta el éxtasis con sus melodías.

  8. Por cierto, el guitarrista barrigudo que canta fuckwit city, el tal John McKeering, alias Macka, que parece en efecto sacado de una convención de white trash, resulta ser licenciado en derecho…

    Cada nueva señal recibida hace que este grupo sea el descubrimiento del año. Bien es cierto que estamos a 5 de enero.

  9. Buen reportaje, para cuando la segunda parte de Aerosmith?

  10. haha!! increíble. gracias!

  11. Sólamente para dar las gracias por éste magnífico artículo que me ha hecho descubrir ésta gran banda.
    El video de Bum for Grubs ya es el favorito de toda la familia (Seguido por el de Fuckwit City) y el disco nuevo no para de sonar en el coche.
    Gracias otra vez y vivan los putos Cosmic Psychos!

  12. La actuación más enérgica y brutal de las que he asistido,aún me pitan los oidos y eso fué hace veinticinco años, en la sala Arena de Valencia.Yo los conozco como los machacas de el disco de la excavadora.Gracias por el reportaje.

  13. Les sigo desde el 92, hasta hoy…su concierto en el gaueko del 93 brutal, y en el country de Portugalete? con pop crash colapso idem,…Honestos, buenos, dignos…r´n´r!!!! Los psychoriffs te transportan!! GO THE HACK!!!

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