Ciencias

La mosca española

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Fernando II de Aragón, ca. 1470. Imagen: autor desconocido / Royal Collection (DP).

A la muerte de Isabel la Católica, su marido Fernando II de Aragón proclamó reina de Castilla a su hija Juana, pero encargándose él de la gobernación del reino. Aquello no gustó a su yerno, el archiduque Felipe el Hermoso, quien buscó el apoyo del enemigo habitual, la complicidad francesa. Fernando, siempre astuto, neutralizó este respaldo firmando el Tratado de Blois y casándose con Germana de Foix, sobrina del rey Luis XII de Francia. Él tenía cincuenta y tres años y ella diecisiete.

Las capitulaciones matrimoniales incluían que Germana aportaba los derechos dinásticos del reino de Nápoles y el título de rey de Jerusalén a un futuro hijo y el Rey Católico se comprometía, por su parte, a nombrar heredero a ese posible vástago del matrimonio. Aquello hizo brotar la cólera de los castellanos, que veían que la dinastía de Isabel quedaba apartada de esos acuerdos entre el monarca francés y el aragonés. Pero el mayor problema es que todo dependía de la actividad procreadora de Fernando, y a pesar de que la retahíla de hijos naturales y bastardos que había sembrado daban buena cuenta de su fecundidad, la joven reina no llegaba a concebir y cuando lo hizo, como en el caso del príncipe Juan, el bebé murió pocas horas después de nacer. En aquella época sin Viagra, Fernando recurrió al polvo de cantáridas, uno de los afrodisíacos más famosos de la época y a comer testículos de toro, considerados excelentes remedios para «cumplir» con su joven esposa. Fernando murió sin llegar a tener nueva descendencia, según algunos por la toxicidad de las cantáridas, y aquello evitó la disolución temprana de aquel nuevo reino llamado España.

La cantárida era llamada «mosca española» pero no es una mosca ni tampoco es exclusiva de España. Su nombre científico es Lytta vesicatoria, que proviene de  lytta «rabia» y vesicatoria «capaz de generar ampollas». En realidad es un escarabajo de la familia Meloidae, de unos dos centímetros de longitud, presente en bosques desde el sur de Europa hasta Siberia. Su increíble fama como potente afrodisíaco se ha mantenido durante milenios. Aparece en el Papiro Ebers, un texto egipcio del 1550 a. C., considerado la primera farmacopea de la historia; aparece también en el Corpus Hippocraticum, el compendio de la medicina griega, y se cree que se usaba para producir abortos. Livia, la esposa de Augusto, lo repartía a escondidas entre los invitados a sus banquetes, al parecer para que la excitación les hiciera desvelar secretos con los que luego poder chantajearlos. También se lo administraban subrepticiamente en la comida a Luis XIV para que no cesara en su pasión por madame de Montespan y en la corte francesa del siglo XVII se repartía en las llamadas pastillas Richelieu, una sátira al cardenal y primer ministro inmortalizado por Dumas en Los tres mosqueteros.

Las cantáridas se capturaban, se secaban y se trituraban, obteniéndose un polvo iridiscente de sabor amargo y olor desagradable. En el Manual de la práctica farmacéutica (Handbuch der Pharmazeutischen Praxis) de Hager, un texto considerado un clásico, se lee: «Antes se utilizaba de manera interna con fama de afrodisíaco y diurético, ahora ha caído en desuso pues sus efectos aparentemente afrodisíacos no son más que síntomas de severas enfermedades en las vías urinarias». Aun así ha seguido usándose —siempre estamos deseosos de mejorar nuestra actividad sexual—, y aparece también en obras literarias modernas. Roald Dahl describe su uso como estimulante sexual en Mi tío Oswald, presentando al polvo de la mosca española como la sustancia soñada: «Una de estas píldoras en tan solo nueve minutos puede convertir a cualquier hombre, incluso a un anciano, en una máquina sexual increíblemente efectiva, que está en disposición de satisfacer a su pareja durante seis horas ininterrumpidas. Sin excepción». No es de extrañar que quien se crea eso, lo pruebe.

Lytta vesicatoria o mosca española. Fotografía: H. Zell (CC).
Lytta vesicatoria o mosca española. Fotografía: H. Zell (CC).

Los textos farmacológicos modernos, a los que les falta sin duda imaginación y capacidad de emocionar, consideran al contrario que su efecto es doloroso y lejos de cualquier sensación placentera, y señalan como síntomas habituales tras su contacto con la piel irritación y formación de ampollas y, si se toma oralmente, insomnio, agitación nerviosa, malestar, dolor abdominal, sangrado gastrointestinal, inflamación de las vías urinarias y retención urinaria. El motivo de estos síntomas es que ni la ingestión ni la digestión acaban con su poder irritante. Así, según va siendo expulsada del cuerpo, el polvo de cantárida genera una inflamación del epitelio intestinal y del epitelio de la uretra. El supuesto efecto afrodisíaco es en realidad una irritación de los genitales que hace que aumente el riego sanguíneo a la zona, un efecto con cierta similitud con lo que sucede tras la excitación sexual. En las mujeres no se nota externamente pero en los hombres se convierte en una erección prolongada, lo que se conoce como priapismo. No es algo agradable, pero eso no ha impedido que causase furor desde la antigüedad, que se regalase a los novios antes de la noche de bodas, que lo busquen aquellos que tienen miedo a hacer un mal papel o que lo tomasen los reyes para satisfacer a sus amantes o a sus esposas, como el católico Fernando.

El principio activo, la cantaridina, fue aislado y bautizado en 1810 por Pierre Robiquet, un químico francés. Es muy tóxica, con lo que el riesgo de sobredosis es alto la dosis eficaz y la dosis mortal están desgraciadamente próximas y ha ido siendo prohibida en la mayoría de los países aunque al parecer todavía se puede comprar en Marruecos y en México. El peligro ha sido demostrado numerosas veces: se cree que el filósofo y poeta Lucrecio murió por sobredosis de cantaridina, que el rey francés Henri IV tuvo serios problemas por la toxicidad de este compuesto y que el propio marqués de Sade fue acusado de envenenamiento y sodomía por haber repartido unas pastillas anisadas con cantáridas a unas prostitutas con las que organizó una orgía en 1772. Afortunadamente para el marqués, fue indultado de la condena de muerte que le había sido impuesta por un comportamiento tan poco edificante. Finalmente, la muerte de Simón Bolívar  también pudo estar relacionada con la administración de cantáridas por su médico el doctor Reverend, no como afrodisíaco sino para «reducir los excesos de humores».

Las cantáridas pueden ser también tóxicas para el ganado que coma hierba o beba agua donde estén los pequeños escarabajos. Los animales más comúnmente afectados son caballos y vacas y sucede en todos los continentes. El tratamiento es complejo, porque el daño en los sistemas gastrointestinal y excretor requiere el uso de antibióticos de amplio espectro pero el daño renal impide el uso de algunos como los aminoglicósidos, que son tóxicos para el riñón. A menudo se favorece el limpiado del tubo digestivo con carbón activado o aceite mineral y suplementos de calcio y magnesio con fluidos o diuréticos para mantener los niveles normales de pH y electrolitos, así como analgésicos para controlar el dolor. Finalmente, la actividad vesicante es la justificación de un uso moderno del polvo de cantáridas: se aprovecha para eliminar de la piel verrugas, lunares y tatuajes.

¿Y por qué los escarabajos meloides fabrican cantaridina? Su función en el insecto se cree que es actuar como elemento protector frente a los depredadores, pues se coloca en la cubierta de los huevos y su alta toxicidad disuade a otros animales de comerse la puesta o a la propia madre. Entonces, ¿por qué es más abundante en los machos? Los escarabajos secretan la cantaridina como un fluido lechoso en las articulaciones de las patas y lo almacenan hasta el momento del apareamiento. En esa fase, el macho acerca a la hembra un paquete de esperma y ella decidirá si fertiliza sus huevos con él o no. Las hembras pueden desechar paquetes espermáticos que, por el motivo que sea, no les agradan y, para mejorar sus posibilidades, los machos ofrecen junto con sus espermatozoides cantaridina para que las hembras puedan recubrir sus huevos con ella y aumentar sus posibilidades de supervivencia. Es lo que los economistas llaman una bonificación y los biólogos, que somos más románticos, un regalo nupcial.

Imagen cortesía de the-line-up.
Imagen cortesía de the-line-up.

Una muestra de la toxicidad de la cantárida es que se supone que formaba parte, junto con el arsénico, la belladona y la cimbalaria, de uno de los más famosos venenos de la historia, el acqua toffana, el arma letal de los Médici. El nombre proviene del su inventora, una tal Giulia Toffana, que vivía en Palermo y que ayudó a numerosas mujeres a quedarse viudas antes de tiempo durante una carrera laboral de más de medio siglo. Bastaban unas pocas gotas mezcladas en agua o en vino para que la persona notara que le ardía la boca, sufriera disfagia, náuseas, vómitos de sangre, problemas cardíacos y respiratorios, fallo renal, orina tintada en sangre, convulsiones, coma, y muriera pocas horas después. La leyenda de que Mozart murió envenenado con el agua tofana carece de fundamento, aunque al parecer el responsable de su difusión fue el propio músico, pues en una entrevista que realizaron en 1829 a su viuda, Constanza, ella declaró que «seis meses antes de morir» el famoso compositor «tenía la horrenda impresión» de que unos desconocidos le habían envenenado con el famoso tóxico. El aqua toffana se usaba además de para el asesinato como instrumento de las ejecuciones, en su versión legal. Los primeros forenses, para comprobar si la causa de la muerte había sido el uso de este veneno, hacían una prueba de vesicación. Consistía en sacar un órgano del difunto, machacarlo en aceite y frotar la solución así preparada en la piel afeitada de un conejo. La aparición de ampollas en la piel del animal era una señal de que el polvo de las cantáridas había sido el agente mortal.

Las cantáridas son tan solo una de las posibilidades disponibles para usar como afrodisíacos. Otros escarabajos de la misma familia de los meloidos se han utilizado como afrodisíacos de los Alpes a China. En la preparación de estimulantes también se han utilizado escarabajos sanjuaneros, infusiones con las pinzas del ciervo volante o los cuernos del escarabajo rinoceronte. Otras opciones son una babosa de mar de Malasia conocida como «dugu-dugu», la piel de algunos sapos, un veneno que se extrae de escorpiones amarillos y unas especies de arañas brasileñas, el ámbar gris de los cachalotes y una proteína que se encuentra en la secreción vaginal de los hámsteres. Más aún, hay un alto número de animales a los que se les atribuye en algunos países propiedades afrodisíacas tales como moluscos (las ostras y los caracoles), crustáceos como los langostinos, o reptiles como las víboras, las lagartijas y los huevos de tortuga o cocodrilo. No hay pruebas de que nada de esto sea eficaz.

La avutarda, uno de los animales famosos por la pasión de su cortejo en el que según dicen se olvida de todo lo demás a tal punto que los cazadores pueden acercarse mucho a ellas y matarlas, es de los pocos animales que consumen determinadas especies de escarabajos (Berberomeloe majalis y Physomeloe corallifer) evitados por las demás aves por su alto contenido en cantaridina. Las avutardas macho comen de uno a tres de estos insectos como máximo, porque de consumir más podrían envenenarse y morir. Se cree que lo usan como un medicamento para acabar con sus parásitos o al menos para persuadirles de que se busquen un nuevo hogar.

Germana de Foix era sobrina nieta del propio Fernando de Aragón, algo que solucionó oportunamente una dispensa papal. Fray Prudencio de Sandoval la retrató como «poca hermosa, algo coja, gran amiga de holgarse en banquetes, huertas, jardines y fiestas» y a ella se le hace responsable de darle los afrodisíacos «porque la reina, su mujer, con codicia de tener hijos, le dio no sé qué potaje ordenado por unas mujeres». Fernando falleció en 1516 en la aldea de Madrigalejo y no toda la culpa de no darle hijos a Germana debió de ser suya, pues su viuda contrajo segundas nupcias con el marqués flamenco Juan de Brandemburgo, uno del los nobles del séquito de Carlos V y terceras con Fernando de Aragón, hijo de Fadrique I de Nápoles, y con ninguno tuvo descendencia. Y es que cuando la cigüeña se pierde, la cuna queda vacía.

Referencias:

Ledermann D W (2007) «Simón Bolivar y las cantáridas». Rev Chilena Infectol 24(5): 409-412.

Pajovic B, Radosavljevic M, Radunovic M, Radojevic N, Bjelogrlic B (2012) «Arthropods and their products as aphrodisiacs–review of literature». Eur Rev Med Pharmacol Sci 16(4): 539-547.

Rätsch C (2011) Las plantas del amor. Los afrodisíacos en los mitos, la historia y el presente. Fondo de Cultura Económica, México D.F.

Zavala JM «Los afrodisiacos de Fernando el Católico». Enlace.

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6 Comentarios

  1. Pingback: La mosca española

  2. Gonzalo F.

    No tuvo hijos con los nobles mencionados pero sí con su nieto político Carlos V. Una niña a la que llamaron Isabel. Ella tenía 29 años, él 17. Parece ser que el emperador siempre la tuvo en gran consideración y estima.

  3. Recomiendo la novela «La
    Mosca Española» del economista y abogado valenciano Lorenzo Galiana. Relato vertiginoso de aventuras que arrancan en la
    Serranía de la provincia de Valencia pasando por los salones de los palacios de Faubourg St Germain en el París revolucionario con la aparición del Marqués de Sade en el marco del Comercio de La cantárida.

  4. Buen artículo que supo mezclar varios temas sin que decayera el interés.

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  6. Pingback: La unidad de España y el enigma de las perlas ~ Las nueve musas

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