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Librerías con encanto: La Esquina del Zorro

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Aléjense los de derechas, los monárquicos, los papistas y los futboleros (excepto rayistas) con ganas de darse la razón. Aquí Evaristo es Dios y el Drogas su profeta. Por si no lo habían notado estamos en Vallecas, así que si recalan en La Esquina del Zorro ávidos de cupcakes, prepárense para recibir tercios. Entre Portazgo y el Puente, pregunten por «los chicos esos que hacen cosas raras» y les dará indicaciones precisas hasta aquí, una de las pocas librerías del barrio de la Barbie Superstar. Ciclos de poesía en días de partido, conciertos de rock en días pares, presentaciones de libros en los impares. Editan a los «melenudos» que asustan a las grandes editoriales y si se lo piden, también despachan biblias y coranes.

Charlamos con Bego Loza y Jorge Jiménez, propietarios de La Esquina del Zorro, (Calle Arroyo del Olivar, 34), una librería que se parece más a un espacio cultural, y un espacio cultural que se antoja también librería de viejo.

La Esquina del Zorro, ¿es por la canción de Barricada?

Jorge: Sí. El rollo del nombre es que te vale también para los críos, porque aquí tenemos mucho libro infantil y de vez en cuando realizamos también alguna actividad, pero a la vez el zorro puede ser un personaje un poco canalla con el que se puede identificar un adulto perfectamente, así que es un nombre del todo versátil y nos pareció bueno a pesar de no estar en una esquina.

Bego: Pero vamos, el guiño es a Barricada.

J.: Una de las ideas originales era dar cabida a mucha literatura musical y meterla dentro de la cultura, cosa que no se hace tanto, aunque últimamente hay bastantes más.

Esa es una de vuestras reivindicaciones iniciales: devolverle al rock su lugar literario.

J.: Sí, tratar de aportar tu granito de arena para que se considere cultura, porque lo es aunque no esté dentro del gran círculo cultural, llamémosle, o aunque se considere que culta es otro tipo de música. En fin, tiene ciertas connotaciones que a mí personalmente no me gustan nada. Todo lo que podamos hacer para favorecer que no sea así o darle la relevancia que tiene el rock, genial.

Habéis cumplido cinco años. ¿Qué tal el balance?

B.: En abril, sí.

J.: La verdad es que guay. Y por esa parte de reivindicar el rock cojonudo también, porque a los dos años de empezar la librería arrancamos la editorial. Fíjate, una actividad complementaria pero muy centrada en esa idea… pues es una pasada. Estamos viviendo una experiencia superinteresante.

¿Teníais ya desde el principio la idea de montar la editorial (Desacorde Ediciones) o surgió después?

B.: No, la editorial surgió a raíz de la librería. Estuvimos haciendo varias presentaciones y vino Toni Marmota, Juan Abarca y más músicos que habían publicado libros, y todos contaban lo difícil que les resultaba publicar: «Un melenudo va ahí a Planeta y no quieren saber nada de él» y «¡Qué difícil ha sido!». Entonces nos dijimos: bueno, pues si sabemos editar —porque yo vengo del mundo de la edición—, nos gusta el rock y los roqueros necesitan una casa que les edite sin que vayan a mirar si llevan melena o no, pues esta es la nuestra. Así se nos ocurrió y fuimos adelante.

J.: Somos una editorial al uso, la idea simplemente es funcionar como cualquier otra editorial con la salvedad o diferencia de que nosotros nos distribuimos también.

Bego, decías tenías experiencia en la edición. ¿De qué mundos venís?

B.: Yo vengo del mundo editorial. Había estado trabajando en dos editoriales grandes pero me fui y luego estuve un tiempo trabajando de freelance para esas editoriales y para otras hasta que decidimos montar la librería.

J.: Yo vengo del mundo audiovisual y el rollo de plantearnos esto… Yo decía: «Joder, si ya es complicado cualquier negocio imagínate una librería». O sea, manda narices.

Y era innegociable que fuera en Vallecas.

J.: Sí, era la idea. Si te fijas fuera en la calle pone «librería y rincón cultural» porque la idea era un espacio donde pudiéramos hacer de todo. Tener encuentros culturales, vaya. Pues claro, no vas a poner una tienda de chicles. En lo de la librería había interés y, en fin, el rollo de «venga, vamos a arrancar por ahí», porque al principio parecía una locura, pero entiendo que como cualquier cosa que vas a emprender.

B.: Hombre, Vallecas era porque nos gusta y entre otras cosas porque vivimos aquí. Y porque aparte de la librería Muga, que está un poco más para allá, en este rinconcito de aquí no había ninguna librería de este estilo que hiciese encuentros y demás. Hay librerías-papelerías de compraventa y ya está.

Por lo que hemos visto abristeis en un momento en el que habían cerrado un par de librerías muy icónicas de la zona. El panorama era poco halagüeño.

J.: Sí, cerraron una en un centro comercial que había por ahí arriba el primer año que estuvimos funcionando. Fíjate, estamos hablando de Vallecas, que es uno de los barrios más populosos de la ciudad, así que dentro de la locura que supone una cosa de estas tampoco lo es tanto, porque al final sabes que vas a llegar a mucha gente y es cuestión de despertar intereses. Al final si lo haces medianamente bien, un pequeño respaldo vas a tener.

Supongo que también sabíais que este es uno de los barrios con más tasa de paro de Madrid y que, al fin y al cabo, de los productos culturales es de lo que prescindimos antes.

B.: Bueno, eso quisimos obviarlo [risas]. Dijimos que para adelante, porque si te pones a pensarlo mucho al final te quedas en casa porque todo son miedos. Era el 2011, en plena crisis, con cambio de Gobierno, etc. De hecho aquí nos confesaron después que hacían apuestas para ver cuánto durábamos [risas].

En vuestro entorno, supongo.

J.: Los de los bares de arriba. Y el de abajo también. Son parte de nuestro entorno, claro, siempre vamos allí porque cómo no te vas a tomar algo con quien viene a una actividad en la librería —además es una pasada y un privilegio poderte tomar un día una cerveza con un poeta, otro con un escritor…— en fin, son cosas que no están pagadas. Y con el tiempo terminas haciendo amistad con los de los bares y nos decían: «¿Vosotros tenéis un circo, no?» [risas]. Porque hacemos cosas tan diferentes que no tiene sentido.

B.: Cuando preguntas por ahí a gente un poquito más alejada que a lo mejor no nos tiene muy controlados alguien dice: «¿Oye, La Esquina del Zorro, dónde está?». «¿La Esquina del Zorro? No me suena…». «Sí, la librería». Y dice: «Ah, ¿los chicos esos que hacen cosas raras?». «Pues serán». «Ah, pues está ahí». Ahora colaboramos con mucha gente de aquí. En Vallecas se mueven mucho los centros sociales y las organizaciones de vecinos, y en principio no nos hacen competencia pero sí que de repente hay mucho más movimiento que cuando llegamos hace cinco años.

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No sé si aplaudiros o llamaros locos, pero he visto que habéis programado ciclos de poesía el mismo día en que había partido de fútbol de los potentes. ¿Esto es una provocación absoluta o coincidió?

B.: Bueno, como nosotros no sabemos cuál es el calendario futbolístico… [ríe].

J.: Sí, muchas veces es que ya no te enteras porque es es imposible. Si te pones a mirar…

Si preguntas si hoy hay fútbol la respuesta es «sí». Siempre.

J.: Además es que luego nos han pasado unas cosas… Por ejemplo: un día presentaron un libro que era Conversaciones con Pablo Iglesias y venía aquí el escritor, Jacobo Rivero, y resulta que Pablo Iglesias, el de verdad, iba al Ateneo, que está en esta misma calle unos cuantos números más arriba. ¿Pero quién coño va a venir? Si es que…

B.: Una cosa programada el mismo día y no anunciada, la verdad. Nos enteramos  una hora antes de que pasase. Había sido todo secreto para que no se montase mucho pifostio allí, que tampoco tienen mucho espacio, y fue una convocatoria rápida. Y claro, Jacobo no se había enterado y nosotros tampoco [ríe]. Y llegamos aquí y le dijimos: «Pues nada, apáñate con Pablo para que no te contraprograme».

J.: Otra vez igual, era un libro sobre el Rayo y accedimos porque, bueno, estando aquí cerca del estadio, a pesar de que no nos gusta nada el fútbol, se entiende que es una cosa del barrio y un pequeño respeto le tienes que tener… y ese día justo había partido contra el Atleti, así que no vino nadie, solo una familia y un vecino que siempre suele venir y ya está.

Lo importante: el día de la poesía y el fútbol… ¿Vino gente? 

B.: Sí. El otro día tuvimos a Marta Sanz, justo el mismo día en el que tocaban Silvio Rodríguez y Aute aquí. Es verdad que ahí sí que nos fallaron un par de personas que sabíamos que querían venir, pero bueno, lo de Silvio es una cosa única, no va a pasar nunca más, creo yo. El fútbol, pues bueno… dentro de dos días vas a tener otro partido.

Ya que mencionáis a Marta Sanz, he estado viendo que a Chirbes le tuvisteis antes de que muriera, y no es el único gran autor que ha pasado por aquí. ¿Es difícil abrirse camino para una librería pequeñita lejos del centro y traer a gente que está en editoriales grandes?

B.: Pues en este caso no porque han sido muy amables, pero sí que es cierto que en algunos casos cuesta. Hemos querido traer a gente que forma parte de grupos editoriales un poco fuertes y a nosotros esas cosas nos cuestan. También es cierto que cuando Gsús Bonilla abrió el ciclo de Poétikas nos abrió un espectro de contactos y de renombre que vamos, agradecimiento infinito y por siempre. Porque empezó como algo informal y de repente nos ha traído una cantidad de gente que cuando empiezas a verlo alucinas. Por ejemplo, Marta repitió porque había venido así la primera vez. Chirbes vino a través de un cliente que era amigo personal suyo. En estos casos si tienes algún contacto que te ayude… si no es un poquito difícil.

Los autores consagrados van a hacer sus presentaciones a un circuito de librerías muy cerrado.

B.: Alguna vez hemos intentado traer a algún autor por intereses personales y… «Bueno, pues se lo digo a la editorial a ver si lo cuadran en la agenda», pero todo se termina diluyendo. Pero con lo que ha llegado estamos muy contentos.

J.: Sí, la verdad es que sí. Al final ya acaba convirtiéndose en una especie de rueda y todo es más sencillo porque también sabes a qué puertas llamar y tienes otros recursos.

Y un autor sirve para tirar del otro. Ahora que ha venido Marta Sanz imagino que a otro autor de Anagrama le tirará más.

B.: Sí, eso lo miran mucho. De hecho, este último año te dicen: «Uy, pero si es que este año habéis tenido ahí a…» como diciendo «a unos peces gordos» o algo así. Sí, es verdad que vino Marta Sanz, Javier Azpeitia, etc. En un mes vinieron dos o tres así grandecitos.

Y nadie vinculado con el barrio, además.

B.: Marta sí me parece que tiene vínculo con Vallecas. Creo que su padre vivió en Vallecas o algo así y conoce el barrio. Lo cierto es que mucha gente tiene algún vínculo con Vallecas, si no es un amigo es otra cosa, porque hablamos con la gente y nos dice: «Ah, pues es que yo venía aquí de pequeña» o «Yo tengo un amigo que vive aquí a la vuelta de la esquina».

Decís algo así como que «si lleva el sello de Vallecas ya es prácticamente nuestro y lo aceptamos».

B.: Vallecas es un barrio que tiene muchísima identidad. Tú pones en una agenda «Vallecas» abajo y la gente quiere la agenda. Y a nosotros nos parece que todo lo que sea darle vida al barrio y a la gente de aquí es fundamental, por todo lo que recibimos nosotros de ellos. De hecho, tenemos ahí un pequeño rinconcito para los libros sobre Vallecas o publicados por gente de Vallecas. Para nosotros el barrio es importante, hay un sentimiento identitario que quizá en otros de Madrid  no lo he vivido tan fuerte.

Vuestro catálogo decís que es generalista, pero en las publicaciones o ensayo político no escondéis de qué pie cojeáis.

B.: Sí, hay cosas que no entran y hay otros que sí que están y además los exponemos clarísimamente. De hecho, cuando vienen los comerciales con el nuevo libro del papa les decimos que no. Les damos una lista de lo que no queremos en esta librería: ni papado, ni fútbol, ni monarquía, ni derecha.

J.: Al final tienes que tener tu propia identidad de alguna manera y esas pequeñas cosas… Además es una licencia que resulta perfectamente permisible porque no le estás haciendo daño a nadie tampoco.

Si quieres un libro de Pío Moa tienes la opción de ir a comprarlo a otro sitio, ¿no?

J.: Sí, o lo pides e igual se te trae. Alguna Biblia sí que ha caído, como hay colegios… Y también algún Corán hemos vendido. Ten en cuenta que hay mucha población musulmana y nos dicen: «Oye, pues tráeme un Corán en castellano». Igual tres desde que hemos abierto, tampoco es que sea muy significativo, pero tiene su gracia.

Es decir, que también recibís encargos y tratáis de aprovisionar.

J.: Claro, ten en cuenta que el espacio que tienes es limitado y, en nuestro caso, encima teniendo la editorial, hay cajas por todos lados con diferentes historias y no puedes tener tampoco un fondo muy amplio. La idea es esa: tú tienes un número de libros que te parecen a ti imprescindibles, más las novedades y luego traes lo que te piden.

Te lo pregunto sobre todo porque ahora mismo con Amazon, un sitio en el que puedes comprar un libro y tenerlo de inmediato en tu casa sin moverte, el aprovisionamiento es fundamental para vosotros.

J.: A mí me da la impresión de que Amazon le hace más daño a sitios grandes tipo FNAC y todo eso que a un sitio pequeño. Al final un sitio pequeño tiene que ser un sitio de encuentro y debes crear un espacio y un vínculo con el barrio donde el comprador es diferente. Igual me equivoco pero yo lo veo así.

Últimamente mencionar a Amazon en el sector editorial es poco menos que mentar al demonio.

J.: Bajo mi punto de vista el libro electrónico es el típico electrodoméstico que es la novedad y entonces la gente a la que le gusta mucho la tecnología, léase la gente que quiere tener el último móvil y demás, lo compra pero luego tampoco le hacen tanto caso. Por ejemplo, tenemos aquí clientes a los que se lo regalaron en su momento y leen bastante, pero luego siempre vuelven al libro de papel. Yo qué sé, creo que ahora mismo está limitado y creo que se va a quedar así. No te digo que sea una anécdota, pero bueno.

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En la editorial tampoco tenéis ebooks, ¿verdad?

J.: No, porque lo que teníamos en mente al crearla, tratando de músicos, era coger un poco el rollo romántico que tenían antes los discos, que ahora ya no se venden. Un libro lo puedes tener fotocopiado pero ¿qué interés tiene? Haces una tirada más pequeña o más grande según sea el caso, pero la idea es que la gente que lo quiera lo tenga impreso porque a mí es lo que me gustaría como fan o como seguidor de alguien.

¿En qué habéis tenido que transigir vosotros? 

J.: Pues por ejemplo cuando salió lo de las Cincuenta sombras de Grey, que de hecho yo me lo llevé para empezar a leérmelo y buf, ¡madre mía!, eso no es recomendable a ningún nivel, pero luego la gente lo pedía y ponerle vetos a eso pues…

¿También es cultura popular?

J.: Sí, está claro. Va de boca en boca y al final es el fenómeno que hay que tener. Lo que sí veo negativo, en cambio, es meter cosas que ideológicamente no compartes y que te parece que no son muy beneficiosas.

No se va a dar el caso de que vendáis algo con lo que no comulgáis.

J.: Sí hombre, se puede dar el caso, pero la idea es no hacerlo si no es un caso muy especial. La pequeña libertad que tenemos hoy en día los ciudadanos es poder elegir esas pequeñas cosas. Yo qué sé, en la vida vendería un libro de Jiménez Losantos, tampoco lo recomendaría y muy difícilmente se lo traería a alguien, porque pienso que le estoy haciendo mal. Hay gente para todo, pero creo que a los ciudadanos solo nos quedan esos pequeños espacios o decisiones de libertad, como las quieras llamar, y si puedes elegir lo que vendes y lo que no…

Vivís en Vallecas pero, ¿sois de Vallecas?

J.: No, además nacimos los dos muy cerquita uno del otro, por la zona de Cuatro Caminos, pero sí que muchas horas de ocio las hemos pasado aquí. Y luego conocíamos a mucha gente del barrio y al final todos elegimos el lugar donde nos gustaría ir a vivir.

Lo pregunto porque todas las librerías que están surgiendo ahora y en los últimos años remiten a las librerías de barrio de la infancia a las que ibas, pedías un libro aunque te tardaran tres días y tu consumo cultural estaba condicionado por lo que tenían y por lo que te traían.

J.: Sí, y que el trato con la gente fuera de otra manera: el poder recomendar, el abrir un lugar de encuentro. Yo creo que las librerías tienen que ser un local de encuentro donde se programen actividades culturales y abran otro foco, si quieres llamarlo así. En este barrio hay bastantes cosas, en ese sentido no nos podemos quejar. Pero sí, esa era la idea, salir de lo que era la papelería de siempre.

Pero además, al ser una librería tan particular, en la que organizáis eventos culturales y estáis especializados en música, en rock y en política, ¿no viene gente de otros distritos de la ciudad? Porque nos contó Juan Salvador López, de Estudio en Escarlata, que está en Chamberí, que cuando programa eventos se acercan allí personas de otras zonas.

J.: Sí, sí. Cuando se hacen eventos y vienen autores o músicos claro que arrastran a gentes de otros lados. Y luego también se nota mucho en que hay gente incluso de otras ciudades que buscan un poco el «¿Dónde se habla de mi historia?» y te preguntan «Oye, ¿puedo hacer aquí algo?». Pues claro. En ese sentido sí que hay movimiento desde otras partes de la ciudad.

Por lo que veo también tenéis novela gráfica y cómic. ¿Habéis notado mayor interés en los jóvenes estos años?

J.: Eso le interesa a un público más de nuestra edad y quizá a alguien que quiere hacer un regalo y se decanta por eso, pero en general casi todo el mundo que se acerca al cómic o a la novela gráfica es de nuestra edad.

El gran reto: ¿la juventud viene?

B.: Hasta los doce años o así sí que leen. Además vienen ellos e incluso ya se enteran por sí mismos de cuáles son las novedades. A partir de esa edad, buf, ya caen, y creo que tenemos tres lectores de dieciséis años o por ahí. Muy poquitos, caen muchísimo.

J.: Pero bueno, yo entiendo que es una cosa lógica. Recuerdo cuando yo estaba en el colegio con esa edad y había un montón de chavales que no leían. Sentías que te estaban obligando a leer cosas que a ti no te interesaban. Al final la lectura te engancha porque encuentras algo que te hace decir «qué pasada», pero tienes que dar tú el paso a nivel personal. No sé ahora, pero antes la educación era un poco complicada en ese sentido, bajo mi punto de vista, y ha habido una época en la que muchos no leíamos, Yo, por ejemplo, lo único que hacía era escuchar música, y la música es cultura. No hemos sido todos burros ni mucho menos, e igual hemos estado muchos años solo con la música y nos entraban las cosas por esa vía.

Y también muchos años explicando los grandes prebostes eso no era cultura. Ahora decimos que sí y no pasa nada. Durante mucho tiempo a la música popular y al cómic era imposible verlos dentro de la esfera cultural.

J.: ¿A que sí? Totalmente.

Por eso os preguntábamos por los jóvenes, porque ellos ya han crecido con el cómic completamente incorporado al mundo de la cultura.

B.: Sí, eso sí que es verdad. Aunque bueno, son muy de manga. Los chavales que vienen de más de doce años buscan manga.

O los libros de youtubers. ¿O no tenéis?

B.: Libros de youtubers también.

J.: Sí, los tenemos. ¿Un tal el Rubius te suena? [ríe] 

Nos fascina.

J.: Es la leche, ¿eh?

B.: Pero solo tenemos el de el Rubius porque el otro youtuber que vimos en la Feria del Libro no sabíamos ni quién era. Es un fenómeno extraño, yo no sé lo que ese escribe ni le he visto en YouTube. El otro día dije por curiosidad: «Voy a verme un vídeo», pero es que solo verle la cara me dio una pereza… Pero me sorprendió cuando el Rubius sacó el nuevo: los críos vinieron dos días antes a decirme que el miércoles salía el nuevo del Rubius y «tiene una carpeta y una agenda y yo quiero…». Se lo sabían y sabían lo que costaba. Pues si de repente vienen unos niños que antes no venían a por libros del Rubius, quizá de esos diez dos van a leer más cosas.

Además tendemos a homogeneizar mucho cuando hablamos de youtubers y los hay tóxicos, horribles y social e ideológicamente deleznables, pero también hay otros que son geniales y otros que ni siquiera hacen daño a nadie. Hay que saber diferenciar. ¿A quién hace daño el Rubius?

J.: Yo no le conozco, pero eso lo que demuestra es que internet sí que llega y que al final termina siendo un medio de comunicación, porque hay gente que aún se resiste a esa idea pero fíjate, la gente de esa edad ya lo tiene como tal.

Es que resistirse en 2016 a que internet sea un medio de comunicación…

B.: En Planeta los libros que son de youtubers ya los editan con el logotipo de YouTube detrás.

Pero tampoco esto es nuevo, es como el antiguo logo de «anunciado en TV», lo único que pasa es que ahora YouTube ha sustituido a lo que en nuestra generación era la tele.

B.: Claro. Es que es el poder del medio audiovisual es innegable, tanto internet como la televisión. Porque ahora ¿qué periodista de telediario no ha escrito una novela? o ¿qué película de Disney no tiene su ristra de libros y merchandising? De librería, no solo de las toallas de la playa. Sale Dory y tiene como quince o veinte productos de librería. El medio audiovisual tiene un poder que es innegable y creo que eso está bien, lo que hay es que aprender a usarlo. Si quitamos todo eso la librería estaría vacía, vale que no entre el papado y la monarquía pero si quitamos esto… [risas].

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Durante el Día del Libro, Bego, dijiste que te parecían muy aburridas las iniciativas institucionales. ¿Crees que en general las políticas de fomento de la lectura o los aniversarios como el de Cervantes son útiles?

B.: Hay cosas y cosas. Es verdad que La Noche de los Libros ya lleva un par de años que se lo están currando mucho. Aunque bueno, lo que están es aglutinando las actividades que promueven las librerías. Pero es verdad que con La Noche de los Libros se están poniendo las pilas y la iniciativa parece que va bien y además van mejorando. Pero en general desde el mundo institucional es todo un poco sosito. Si comparamos el año Shakespeare con el año Cervantes… Es que lo del año de Shakespeare ha sido una pasada, y aquí todos los años leer el Quijote en BUP uno tras otro y lectura continuada del Quijote por mucha gente. Pues bueno, está bien pero…

Ya no es noticia ni quién lo lee.

B.: Claro, es noticia el primero y luego ya pasa la ciudadanía a leer. Vaya, que en general todo lo que se hace por el fomento de la lectura, ya desde la propia denominación, que ya echa bastante para atrás… Además  yo creo que lleva la carga detrás de que quien fomenta la lectura es un profesor o alguien por el estilo, cuando tendría que ser algo mucho más creativo y mucho menos evidente: fomentar la lectura sin querer fomentar la lectura. No se trata de la gente lea mucho, sino de que aprenda a leer y que aunque solo hayas leído un libro en tu vida, que ese libro haya hecho mella en ti. Hay gente que lee cien libros y es como quien lleva en la mano un ladrillo, que no le cala. Cuando hablan del fomento de la lectura parece que se refieren a la cantidad y no; es el cómo, la calidad. Es ver qué hacen los niños o los adultos con esa lectura luego. ¿Qué hacemos con eso que hemos leído? Parece que hay que leer, hay que leer, hay que leer… Y creo que no se trata de decir «hay que leer», sino que hay que demostrar cómo se disfruta con la lectura.

J.: Claro. Por ejemplo, aquí hay muchos colegios y vienen los chavales «oye, que me han mandado esto», y suelen ser siempre los mismos libros. Yo solo recuerdo ahora mismo a un profesor que viene y se preocupa de preguntarnos «¿de literatura juvenil para estas edades qué hay así más o menos interesante y de qué trata?». Y él se preocupa y lo lee.

J.: Las lecturas que están haciendo ahora son las de siempre. Ya os las podéis imaginar: El sí de las niñas

B.: Tres sombreros de copa… Y bueno, hay lecturas de esas que incluso para esa edad están muy bien.

Como libreros ¿qué recomendaríais vosotros a los chavales de instituto o finales de la ESO, en un plan de educación en la clase de Lengua y Literatura Española? ¿Cuáles son los libros que podrían hacer que lo cojan y digan: «Pues esto de leer mola»?

B.: Pues para empezar yo no leería solo en la clase de Lengua. Creo que tendrían que leer en la clase de Matemáticas, en la clase de Historia… En la clase de Lengua e Historia es bastante fácil recomendar, y  un profesor de Matemáticas puede encontrar literatura en la que la matemática está de fondo y la puedes leer en esa clave. Si no, solo lees en clase de Lengua y Literatura. Si vas a clase de Historia y para explicarte la Segunda Guerra Mundial te dicen: «Vamos a leernos El festín de la muerte y no estudiamos la asignatura», te lees ese libro y dices «pues mira tú, qué fácil de entender es la Segunda Guerra Mundial», y cosas así. Se trata más de sacarlo de la asignatura, aunque es verdad que en Literatura tienes que leer y si les quieres enseñar qué es el Romanticismo tendrán que leer algún fragmento o incluso una novela, pero yo creo que lo suyo es decirles que la literatura sirve para otras cosas. Puedes estar hablando de matemáticas y de física leyendo una novela. Puedes estar hablando de historia y aprender de historia leyendo una novela.

Casi habría que decir de cuál de las disciplinas no podrías estar aprendiendo mientras lees. Hay para todos.

B.: Claro, incluso los de Religión podrían hacerlo también. Incluso de Educación Física… Una misma novela se puede utilizar para muchas cosas y leerla con muchas claves de lectura. Hay rollos matemáticos detrás de Alicia en el país de las maravillas y un profesor de Matemáticas podría leer fragmentos o animar a leer Alicia y descubrirles la cantidad de cosas que hay con referencia a las matemáticas. Sería una forma diferente de plantearlo, y creo que es lo que sorprendería a un chaval. «Anda, si esto no es el típico rollo que me mandan y tengo que aprenderme el personaje y quién lo escribió y cuándo…». No, de repente está leyendo esto y hay cosas de matemáticas ahí detrás. Pero oye, de todos modos los profes lo hacen muy bien y hay muchísimos que se lo curran.

Sí, sin duda. La pregunta se refiere más a planes educativos, porque individualmente siempre hay profesores que se preocupan y se esfuerzan.

B.: ¿Por qué los planes educativos son así, además, habiendo gente de la comunidad educativa metida? Eso es una incógnita. Yo trabajé haciendo libros de texto. Las editoriales de las que me fui eran de libros de texto. Y es que me parece aberrante y difícil de comprender que habiendo tanta gente en la comunidad educativa con tantas ideas brillantes, ¿por qué luego todo termina derivando en un currículo que no entiende nadie? En la editorial hay antiguos profesores y cuando se trabaja con el currículo nadie entiende nada. Los mismos profesores no entienden por qué se montan así los currículos. Entonces te preguntas por qué hemos acabado en esto si aquí hay gente que sabe hacerlo. No hay quien lo coja.

Habrá un tapón en alguna parte del proceso.

B.: Sí, no sé a qué atiende. Sí que es verdad que hay políticos que echan un poquito de ingrediente y de sal al asunto, y entonces puede ir derivando en cosas, pero en líneas generales no sé por qué se termina desvirtuando tanto. Eso es un misterio y da para un debate largo.

J.: Además de que a los profesores les han castigado tanto que ahora tampoco les puedes pedir encima que le metan dos horas de trabajo más al día, o lo que sea, para preocuparse por tantos detalles. Que sí que deberían, pero después de toda la que ha estado cayendo, imaginaos. Yo entiendo hasta que estén desanimados muchas veces.

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Me gustaría saber con qué apoyos habéis contado o si os habéis sentido respaldados al abrir una librería desde cero, nueva y en una zona en la que no había.

B.: Es muy complicado.

J.: Y además te hacen pagar por todo, como a cualquiera que quiera abrir algo, me imagino. Y luego es la leche, porque cuando te piden algo desde las bibliotecas públicas tardan en pagarte la de Dios por mucho que se les llene la boca diciendo «no, ahora tienen que pagarte a tantos días». No. Anda que no hemos estado, este año no tanto pero sí el anterior, haciendo llamadas. No entienden que a lo mejor para mí seis mil euros menos significan que puedo tener que cerrar, yo no soy El Corte Inglés, obviamente. Y te dicen: «Intentaremos hacer un esfuerzo, a ver si en agosto». Y al final tienes que estar discutiendo un montón.

¿Cuánto tiempo pasa desde que decidís montar la librería hasta que se abre la puerta?

B.: Pues como cuatro meses, me parece.

J.: ¿Tanto? Bueno, lo hablamos unas Navidades, es verdad.

B.: Al principio teníamos un socio y yo creo que las primeras cervezas con Paco fueron en diciembre.

Los peores planes y las cañas, un clásico.

B.: [Ríe] Sí, debió de ser a comienzos de diciembre, porque empezaban ya las vacaciones de Navidad y le dijimos a Paco «pues a la vuelta nos ponemos» y el 1 de abril ya estaba la puerta abierta. Fue como si te dijeran «abre la puerta», pero la tienes que abrir a empujones y venga a empujar hasta que consigues hacerlo todo. Y mira que nosotros en cierto modo, por amistades y contactos, algunos trámites los hicimos fácilmente.

J.: No sé si os acordáis, pero fue una época en la que Gallardón había metido, no sé si por ley, un rollo de que si te querías abrir algo tenías que pedir la licencia a empresas privadas y pagarles. Yo me encontré a una compañera del colegio de cuando era más pequeño y una mano nos echó en el sentido de agilizar las cosas.

B.: Y te sientes más respaldado a la hora de hacer esto con una persona a la que conoces que cuando no la conoces. Aunque solo sea por eso… Y bueno, Paco también tenía contactos con los proveedores y como venimos del mundo editorial y todo eso pudimos tener una milésima de ayuda, pero lo que viene a ser con la Administración…

J.: Fue todo complicadísimo, porque no te dan ninguna facilidad. Luego te sientes mal cuando ves en la tele o en la prensa que se dedican a decir que cualquier persona que quiera abrir un negocio lo tiene en poco más que una semana. ¡Los cojones!

No sé lo que costarán las campañas de fomento de la lectura, pero la lectura se fomenta también ayudando a la apertura de negocios de este tipo.

B.: En Francia, por ejemplo, y en Europa en general, hay una cantidad de ayudas para el que quiera montar una librería… y aquí no. Así somos.

J.: Y luego para ciertas cosas tienes que estar en el gremio de libreros si quieres ir a la Feria del Libro. Aunque eso es libre, nosotros no estamos.

Pero habéis estado en la Feria.

J.: Sí, pero como editorial.

B.: Han ido nuestros autores a firmar a una caseta pero nosotros no tenemos caseta.

J.: Hemos estado dos veces: la primera fue en una librería de las que trabajaba con nosotros, es decir, un punto de venta.

B.: La Marabunta, que cerró hace un año.

J.: Y este año hemos ido donde la FAL [Fundación Anselmo Lorenzo] que es una fundación donde también pueden ir editoriales.

B.: De la CNT.

J.: Fueron con sus autores, pero aparte complementaron su catálogo con otra gente y perfecto, porque llevamos a nuestros autores y listo. Si lo piensas es un rollo para sacar dinero. Joder, estás viendo que hay unos escritores que alucinas y no tienen a nadie y luego la gente de la tele o los youtubers sí. Está más enfocado a vender.

Hay librerías y editoriales que casi con lo que venden en la Feria ya tienen casi tres o cuatro meses ventilados. Y es verdad que es muy difícil conseguir una caseta…

B.: A nosotros es que ya por lo pronto los grandes libreros no nos gustan y no nos queremos agremiar.

¿No?

B.: Estas son mis cabezonerías y luego les arrastro a ellos [risas]. Partiendo de la base de que no estoy muy de acuerdo en cómo se gestiona el gremio de libreros, de que no quiero formar parte de él y que para ir a la Feria del Libro como librería que yo sepa no puedes ir si no estás agremiado… Como editorial o fundación sí, porque ahí no tienes que estar en el gremio, pero como librero sí. Y luego es que somos dos y para repartirnos el trabajo durante diecisiete días…

J.: Hay que coger a alguien que te sirva de apoyo.

B.: Pero entonces me imagino que será lo comido por lo servido. Yo creo que si no estuviese el gremio de por medio, si no hubiese tanta mafia por ahí y sobre todo si fuese más corta y con otro talante sí que me animaría, pero  es que diecisiete días son una barbaridad. Cuando luego preguntas a los otros libreros y editoriales la mayoría de las veces entre semana los pobres están a dos velas.

Pasando calor en la caseta.

B.: Pasando calor, viendo pasar las horas… Pues a lo mejor habría que hacer tres fines de semana o concentrarlo en una semana, porque también es cierto que somos así y que si te dicen diecisiete días, vas el primero y el último. El primero por la emoción y el último porque no llegas y el resto de días pues va algún loco. Si lo haces en nueve días, hay siete de gente mirando al techo. No sé por qué lo plantean tan largo. Por otra parte, está claro que hay que vender porque si no el negocio no andaría y no comeríamos. Yo no estoy en contra de las ventas, evidentemente, pero sí que hay veces en las que es demasiado excesivo el mercantilismo de la Feria. Entiendo que hay que vender pero a veces es muy exagerado. Es cierto que hacen algunas actividades aparte de lo de las firmas, pero en el fondo es una feria únicamente de venta. Cuando hemos ido a otras ferias más pequeñitas con la editorial se nota, porque también se va a vender, vale, pero ya hay un acercamiento directo con el lector. El que viene es el lector, ya no tanto el consumidor. Se hacen más eventos para fomentar todo eso y da otro aspecto. Aunque al final todos vamos a lo mismo: a vender para comer. No tengo nada en contra porque somos comerciantes.

La Esquina del Zorro para JD 6

Comerciantes de libros, es exactamente eso.

B.: Claro, solo que la de Madrid me parece un poco excesiva.

J.: Además es que hay una competencia muy fuerte. ¿Cómo te comes que aparte de librerías haya distribuidoras que pillan por todos lados, además de fundaciones o editoriales?

B.: Y luego que lo patrocine Bankia, que ya me parece que nos hemos vuelto todos locos.

J.: Sí, este año era de risa lo de las bolsas.

Y tenían un eslogan también que era como… «¿Perdón?».

B.: «Menos comisiones y más libros» [risas].

J.: El Drogas pensaba que eran unas bolsas que habían hecho los de la CNT para joder [risas]. «No, no, Enrique, que son en todos lados así, que las paga Bankia». «¡Joder!». [Risas].

¿Por qué le sacasteis del error? Hay equivocaciones que bien merecen ser ciertas.

J.: Luego es que lo piensas y… ¡encima Bankia!

Por defender un poco la Feria, quizá es cuestión de tamaño. Cuando es tan grande, al final no deja de ser un centro comercial para vender y se pierde la atención sobre el resto de eventos, aunque los hay. En la Feria de Granada, siendo más pequeña y siendo también para vender, era fácil seguir charlas de autores, mesas redondas y demás.

B.: Pero había mucha más actividad alrededor que pudiese justificar más esa parte de venta.

J.: Claro, debería hacerse un espectáculo en torno al libro para que tenga ya de por sí una entidad suficiente que justifique el hecho de que hay que hacer un evento en torno a él.

Eso es más sencillo cuando la Feria del Libro es pequeña.

J.: Sí, es más manejable.

B.: Claro, y si gracias a eso hay muchas librerías que viven todo el año pues olé, de verdad me alegro. Como el chico de Venir a cuento que cierra y está ahí en la Feria porque le merece la pena por todo lo que vende. En ese sentido me alegro un montón por las pequeñas, pero por las grandes no. Que esté allí FNAC y VIPS no me gusta.

J.: A mí me llamó la atención el primer año —no recuerdo si era la Casa del Libro o el VIPS, pero uno de esos era— que veías el planning de firmas que tenían y estaban, creo recordar, Wyoming y un poco antes el Pío Moa o uno de esos, que yo dije joder, ¿pero quién programa esto? No tiene ningún sentido.

B.: El otro día también pasó algo así. No recuerdo quiénes eran, pero era una cosa muy chocante.

J.: Está muy bien que haya sitio para todos pero no sé, entiendo que cada uno tiene que llevar una línea.

Bueno, la línea es vender.

J.: Ya, ¿pero no tienen un criterio, no?

B.: Bueno, este año en la FAL, la caseta en la que hemos estado nosotros, vendían lo suyo y además por un lado estaban las firmas de los de Amargord y por otro estaban las nuestras. Cualquiera diría «¿pero estos cenetistas que se traen a unos roqueros y a unos de filosofía política?».

J.: Pero casa mejor.

A mí no me suena nada marciano.

B.: Pero nadie estaba firmando libros anarquistas. Bueno, iban con uno pero se les calló. Cualquiera podría decir: «¡Anda estos!, qué poco criterio tienen». Al final buscas lo mismo, estás para vender y para que la FAL tenga dinero y pueda pagar la caseta. Ahí sí que lo hemos hecho.

En este caso el rock español de este tipo sí pega. En Estados Unidos no te vas a poner a vender literatura anarcosocialista y colocar firmando a Ted Nugent, porque es un fascista del copón, pero aquí sí es más común la identificación del rock con una ideología de izquierdas.

B.: A los autores les dijimos «vamos a una caseta de la CNT». «¡Estupendo!» «¡Fenomenal!». [Risas].

Estoy viendo que tenéis La banda que escribía torcido, de Libros del KO. Con todo este boom de las pequeñas editoriales ¿cómo lo gestionáis vosotros? ¿Les dais más apoyo?

J.: Sí. Ya sabéis que vivimos en un país en el que se publica un montón, pero estas editoriales editan de la leche, hay una diferencia que alucinas. Blackie Books, Libros del KO… hay un montón de editoriales que están haciendo cosas muy chulas y muy interesantes.

De hecho ellos decían que el salto más grande y más duro ha sido entrar en las librerías. Ahora están mucho más asentados y la gente más o menos lectora ya les conoce, pero hace unos años…

J.: Es que joder, parece que no pero es un currazo que tela marinera. Y no en todas las distribuidoras te admiten al principio porque tienes que tener un número de publicaciones o lo que sea. Vete a saber tú los criterios. Cuesta. Pero vamos, yo creo que están haciendo una labor alucinante, son cosas superchulas y tenemos que salir un poco del sota, caballo y rey, porque además justamente vivimos en un momento en el que Planeta, por ejemplo, que son supuestamente una gran casa de cultura, termina publicando que si a Belén Esteban, que si tal… Les dan dinero y nadie dice que sea malo, pero quizá están descuidando otro tipo de literatura. Ojalá existieran muchas más, pero es complicado.

J.: El otro día estuvimos en una feria que hacían en el Matadero. ¿Os acordáis? Poetas se llamaba. La hace la gente de Arrebato Libros y claro, ahí eran todas chiquititas. Hablando con una de al lado me decía que deberíamos unirnos, desde la fabricación: nos juntamos todos y vamos a una imprenta, y como vas a tener un número de publicaciones y un número de impresiones, negociamos el precio. También nos distribuimos nosotros de alguna manera y luego ya tienes unos puntos de venta.

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Eso es lo que han hecho los de la Editorial Contexto. ¿Son un caso aislado o un precedente?

J.: Eso llegará porque el mundo del libro se está transformando.

El fenómeno asociativo está llegando incluso a las librerías.

B.: Claro, un poco lo que han hecho La Conspiración de la Pólvora, que se aliaron la librería Letras Corsarias de Salamanca, Intempestivos de Segovia y La Puerta de Tannhauser de Plasencia. Ellos lo hacen para mover el tema de las presentaciones. Decían que es muy complicado pedirle a un grupo editorial que le trajese a los autores porque claro, estás en Segovia, en Salamanca, en Plasencia… Así que se han unido y además les han dicho: «Mira, la ruta es superfácil. Hay una carretera que une las tres ciudades», y entonces programan y coordinan las presentaciones. Por ejemplo, consiguen a Millás y piden tres fechas seguidas, una en cada librería. Así, hacer fuerza a la hora de conseguir estas cosas es mucho más fácil. Intempestivos, que están en Segovia, lo tenían mejor porque a la gente de Madrid le pilla cerca, pero la que está en Salamanca o Plasencia… Son los últimos monos y allí nadie quería ir. Porque claro, que venga el autor cuesta dinero, pero con la asociación se han organizado de una manera que les permite hacer fuerza y da resultado.

A estos sitios no van ni los editores. Nos contaba Diego Moreno, de Nórdica, que fue a Badajoz y el librero le dijo que era la primera vez que un editor iba allí a hablar con ellos, que en veinticinco años no había ido un editor nunca. Un autor ya no te digo.

J.: ¿Sí?

B.: A no ser que estés en Bilbao, Barcelona, Valencia o las ciudades más grandes, en las localidades de la periferia tiene que ser desesperante.

Imagínate una librería de fantasía y ciencia ficción en una pedanía de Soria…

J.: [Risas]. Bueno, a lo mejor luego te va genial, quién sabe.

B.: Hombre, cuanto más específico es el tema que coges, mejor. Incluso una rama de la ciencia ficción y solo esa, pero resulta que eres eres superespecialista, y al final terminas atrayendo a los equis frikis que están interesados en tu tema, y esos van a ser clientes fieles aunque estés en la Conchinchina, porque te los van a pedir por correo o por internet o lo que sea. Cuando es algo muy, muy, muy específico, que hasta puede parecer una locura, en el fondo no es tan locura porque generalmente esos públicos suelen ser muy fieles y van buscando todo lo que salga.

Cuando se entra en el debate de los problemas del sector todos coincidís, más o menos, en cuáles son los riesgos y dificultades que se afrontan. Hay un problema muy claro y es que en España se lee poquísimo, se edita una barbaridad y el nicho de lectores no disminuye, que es una buena noticia, pero tampoco crece. Vender mil quinientos ejemplares con una tirada es un éxito, pero esa cifra, en un país de cuarenta y seis millones de habitantes, en fin. Vosotros como editores ¿sentís también que se está sobreproduciendo?

B.: Sí. Yo tengo clarísimo que se sobreproduce y de hecho tenemos nuestros conflictos a la hora de marcar la tirada [ríe]. Este último, que sale mañana [Cuatro estaciones hacia la locura], han sido dos mil. Es el de Evaristo, la segunda parte del anterior. Lo adaptamos según el autor, porque el de Kutxi Romero fueron tres mil pero por ejemplo, el de Maraví han sido trescientos. El primer año tiramos como locos…

Cometisteis el error del principiante de tirar de más.

J.: Sí. Del primero tiramos mil y hala, luego al final te los comes, pero bueno.

¿Cuántas cajas tenéis muertas de risa?

B.: Infinitas. Pues todas menos una, yo creo [risas]. Lo que hicimos con ese libro, una vez que vimos lo que pasaba, fue utilizarlo mucho como regalo o para hacer promoción. Con un libro que poco más se va a vender, antes de tenerlo ahí…

J.: Bueno, saldrá uno nuevo para septiembre e igual tira un poco del anterior.

B.: Sí. Pero luego hemos sabido ir ajustando las tiradas porque a mí me da mucha rabia que se queden ahí.

J.: Ese es el problema. Con el tiempo aprendes y también dices: bueno, vamos a imprimir aquí que nos da otras facilidades o es más económico o lo que sea.

B.: Nosotros no podemos editar tanto y, además, con la librería es complicado. Por ejemplo, Periférica nos mandó ayer el catálogo de los cien primeros títulos. En diez años han sacado cien títulos, o sea que son diez al año para una editorial mediana, quince como mucho, y no publican más. Creo que si quieres cuidar el producto no te puedes permitir mucho más y no da tiempo. Si sacas uno y la siguiente semana estás con otro, ¿qué haces?, pues estás menospreciando el anterior, porque si ya estás con la siguiente novedad a este no le has dado vida. Yo creo que hay una sobreproducción, pero qué vas a decirle al autor, ¿que no escriba tanto?

J.: Y luego está la autopublicación, que eso no lo hemos hablado. Es una pasada porque ves que todavía les parece la leche estar publicando sus cosas y eso sí que es amor a los libros. Porque al final todo el mundo tiene derecho. Aprecian tener sus letras impresas. Y por todos los lados venga libros, venga libros…

B.: Y toda esta gente de la autoedición está copando las plataformas como Amazon, etc., y claro, tú vas a Amazon y te resulta sugerente un libro… Muchísimo de eso lo está copando la autoedición.

J.: Bubok, por ejemplo.

B.: Como se llega a esto a través de internet pues no tienes mucho criterio para poder elegir, porque la información que te viene ahí es mínima. Al final la elección se centra en que la cubierta te guste y en que el título te resulte sugerente. Entonces claro, hay mucha producción ahí que se está sumando a la preexistente, que ya era mucha. Pero no le vas a decir a alguien que no edite su libro.

Al final el problema es que las cifras no cuadran porque es un bombardeo enorme para un público pequeñísimo. Es lo que nos decían en Valdemar, que el mercado editorial se sostiene porque todos compramos libros por encima de nuestras posibilidades. Compramos libros que no tenemos tiempo de leer porque invertimos en una expectativa.

J.: Eso pensarán: «Cuando tenga tiempo, cuando me jubile».

B.: La falta de tiempo es el mayor problema. Aunque es verdad que en Europa se publican menos títulos y se leen más.

J.: También tienen otra percepción. Mira cuando estuvimos en Sicilia, que publican en bolsillo muchas novedades, con tapa blanda y mucho más económico. Y estamos hablando de que aquí nos gastamos veinte euros así porque sí.

Siempre se habla del precio de los libros…

B.: Claro, es que te sacan la novedad de Dan Brown en tapa blanda y te lo cobran a veintidós euros y se quedan tan panchos. Y el precio de los libros en Polonia es una barbaridad; una novedad cuesta ocho euros y son libros bien encuadernados. Y en Italia igual; lo vimos el año pasado en Sicilia. Y están bien editados y son más económicos, que ese también es uno de los problemas fundamentales. Desde que hemos abierto, lo hemos oído muchas veces, sobre todo en este barrio donde ha habido y hay mucho problema de paro. Aquí hay gente que quiere leer y no puede permitirse comprar libros.

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Nos hemos fijado también que tenéis los de segunda mano en la puerta. Combinación de librería de viejo y librería tradicional.

J.: Si te das cuenta, es un pequeño reclamo; tienes ahí eso y dentro también hay. Es muy poquito, la verdad que es anecdótico, pero es suficiente para que la gente se pare y se pueda llevar un libro.

B.: Esta mañana mismo ha venido una señora y se ha podido llevar tres libros para su hijo porque había ahí unos de El Barco de Vapor por dos euros y a lo mejor de otra manera no se los habría podido llevar. Y los nuevos de El Barco de Vapor ya son ocho euros cada libro. Aquí ese problema sí que existe. La gente te lo dice, aquí no se corta nadie: «Cómo me gustaría, pero no puedo» o «vengo el día 10 que es cuando cobro». Es que es muy triste. Tú claro, tampoco puedes decirle: «Venga, te lo dejo a diez euros», porque no puedes regatear. Nosotros con la editorial sí que quisimos ajustar para que no hubiese nadie que dijese: «Ay Dios mío, no puedo».

¿A cuánto los estáis vendiendo?

J.: Te diría que a una media de trece euros pero luego los hay a doce y alguno a diez.

Son baratos en comparación con el sector.

B.: Claro, es que si no lo fuesen mucha gente no los compraría. Luego ya no sé si los leen o no, pero de otra manera no se acercarían al libro por el problema económico. Hablábamos antes del fomento de la lectura, pues ya podrían hablar con determinadas editoriales que sabemos que pueden bajar los precios. Y yo no me meto en sus economías y contabilidades, pero no me puedo creer que una gran editorial tenga que sacar su novedad a veintidós euros.

En una pequeña sí es lógico, además ellos te lo explican muy claramente: son caros pero porque no pueden bajarlos. Ves la calidad del papel, lo cuidados que están… y esa edición y esa tapa cuestan dinero.

B.: Y este libro es muy barato para lo bien editado que está. [Instrumental, de James Rhodes, N. d. R.].

B.: Este me parece que son 19,90 euros. Están bajando y es verdad que está muy ajustado. Es una tapa dura y está bien encuadernado… Mira, voy a dar nombres: Planeta. Sacan alguna novedad que ni siquiera es en tapa dura y en fresado y dices: «Chico, te estás ahorrando lo que no está escrito, ¿cómo lo puedes sacar al mismo precio?». Por eso una de las iniciativas para incentivar la lectura sería bajar el precio de los libros. En el caso de Planeta no les vas a dar subvenciones —además yo no soy partidaria de dar subvenciones—, pero sí facilitar que los editores puedan bajar los precios de los libros para que el consumidor los pueda comprar. Pero claro, eso lo está haciendo la editorial pequeña y mediana de su bolsillo y, sin embargo, en la media del resto de editoriales una novedad cuesta entre dieciocho y veintidós euros, no hay otra cosa. Claro, si tú quieres que la gente lea una media de cuatro o cinco libros al mes, pues dieciocho por cuatro es una barbaridad de dinero. Los directivos de grandes empresas se podrán permitir eso y más, pero gente que está en paro y está cobrando solamente la prestación por desempleo o los sueldos de mierda que existen… ¿te vas a gastar cien euros al mes en libros si estás cobrando quinientos?

Es que es una locura plantearlo.

B.: No salen las cuentas. Y claro, hay mucha gente que no tiene acceso, y aquí está clarísimo porque nos lo dicen.

En esta librería se notan los finales de mes y la disminución de clientes esos días.

B.: Sí, sí. Pero clarísimamente. Y gente que te dice: «Ay porfa, resérvamelo que vengo tal día que es cuando cobro». Es una cosa peliaguda porque yo entiendo que en el precio de un libro hay muchas cosas que pagar y está el sueldo de muchas personas, así que yo también estoy especulando aquí con las finanzas de esta gente [ríe]. Pero sí que entiendo que se pueden recortar costes, y lo sé porque he vivido el mundo el libro de texto desde dentro y sé lo que son los presupuestos y cuánto se gastan las editoriales en determinadas cosas, y también sé lo que luego cuesta el libro.

O sea, que esos padres y madres que se quejan de los precios de los libros tienen toda la razón del mundo, ¿no?

B.: Pues sí, sobre todo porque si una editorial, para hacer una convención, contrata un crucero donde llevar a doscientos empleados, si no se gastara ese dinero en el crucero podría abaratar costes. Lo del crucero es una cosa que me parece indecente e innecesaria; claro que puedes hacer una convención, pero ¿por qué tienes que hacerla en un crucero?

[….]

B.: Y cosas así. No son todas, gracias a Dios. Pero es que el mundo del libro de texto da para otro capítulo. Ahí ha habido unas que son la leche.

Porque además son unas ventas seguras y obligatorias.

B.: Claro, sí. Hay muchísimos niños en este país en edad escolar. Este es un problema gravísimo, pero creo que tiene más que ver con la concienciación de la sociedad.

Ahora están empezando a surgir iniciativas de colectivos de madres y padres que se agrupan para el tema de los libros.

B.: Sí, es verdad que hay un montón de asociaciones que se están uniendo. Aquí en Vallecas empezaron a surgir hace dos años, cuando la gente ya empezó a estar muy muy canina con la economía. La historia no es que se monten asociaciones… Pero, ¿por qué un libro de texto cuesta treinta y seis euros?

Es más, ¿por qué tienes que pagarlos?

J.: Yo creo que eso cambiará y lo veremos nosotros.

Qué optimista.

J.: Seguramente. Tiene que haber una política en serio en educación.

B.: Pues no lo sé, porque en el mundo del libro de texto hay determinados mastodontes y lobbys con los que no vas a poder.

Para terminar, a los libreros siempre se se os suele preguntar por el libro que recomendáis o por el que más se vende, pero como nos parece una brasa, preferimos preguntar qué clásico tenéis atragantado. Un poco por desmitificar los Quijotes, los Rayuelas, los Ulises… No pasa nada por decir «no me lo he acabado y no soy un paleto».

B.: El Ulises.

J.: Yo no entiendo nada.

Creo que hace pleno, nos han dicho el Ulises nueve de cada diez veces.

B.: Y Proust. En Literatura en la universidad nos lo mandaron y no me acabé ni el primer volumen. Yo cada vez que llegaba a la magdalena no podía más, y eso que es la quinta página o así.

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Fotografía: Begoña Rivas

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2 Comentarios

  1. Cristina Valbuena Celis

    Mi librería favorita con encanto es Miraguano, el año que viene cumple 40 años, en febrero, en la calle Hermosilla 104, de Madrid, que además tiene editorial propia, especializada en temas orientales, cuentos de diversos lugares del mundo y una colección de los Malos Tiempos, que no tiene precio, no me importaría leer algo de ellos en alguna de vuestras publicaciones.
    Me gustan vuestras revistas, son muy especiales,

    Gracias,

  2. Pingback: Librerías con encanto: La Esquina del Zorro

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