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Rafa Nadal y el futuro

Rafael Nadal. Foto: Cordon.
Rafael Nadal. Foto: Cordon.

Hace poco leí un interesante, aunque a mi juicio no del todo certero, artículo donde se decía que todo lo que Rafael Nadal necesita para volver a ganar grandes títulos es un cambio en su equipo técnico, en el enfoque de sus entrenamientos. Las tesis de partida son que está jugando bien y que pierde algunos partidos decisivos por poco, después de ofrecer una más que admirable actuación, y es cierto. Y bien, las premisas son válidas; cosa distinta es que basten para exigirle que rinda en las grandes ocasiones como en los viejos tiempos. Algo que sería pedir demasiado.

Rafael Nadal es, esto ni siquiera admite discusión, el mejor tenista que ha dado España y uno de los cinco mejores de todos los tiempos a nivel mundial. El más impresionante especialista de juego en tierra batida que el mundo ha visto, pero también de sobresaliente trayectoria en otras superficies. Y, detalle que para mí tiene una capital importancia a la hora de juzgar su magnitud, ha sido el único jugador que consiguió amargar a Roger Federer cuando el coloso suizo estaba en su mejor momento, rivalidad que los futuros historiadores del tenis recordarán tanto como los títulos que acumulan entre ambos. Todo elogio se queda corto a la hora de describir la trayectoria del mallorquín y sería más que afortunado el que alguien así procediese otra vez de territorio español durante nuestra vida, aunque dudo que suceda.

El cantar sus glorias, sin embargo, no debería hacernos esperar de él más de lo que resulta razonable a estas alturas. La idea citada de que un cambio en su manera de entrenar o siquiera un cambio de actitud podría devolverlo a la primerísima línea —dentro de la élite a la que todavía pertenece, se entiende— no es demasiado realista.

Esa primerísima línea, para entendernos, está formada por quienes se adjudican los cuatro torneos del Grand Slam, quienes quedan subcampeones, o quienes por lo menos alcanzan las semifinales con cierta asiduidad. La crema de la crema en la actualidad del tenis. Rafa Nadal lleva un par de años en una segunda línea; está el cuarto en la clasificación mundial, pero, aunque parezca mentira, hay una línea invisible (o no tan invisible, que ahí están las amplias diferencias en puntos para corroborarlo) entre él y los tres primeros.

La gran pregunta es, ¿puede Nadal volver a ganar un grande? Imposible no es. Ahora bien, ¿apostamos a que lo hará? Yo no iría tan rápido. Podemos desearlo, por supuesto, pero también tenemos que afrontar la posibilidad de que no llegue a suceder, porque se necesitaría un afortunado cúmulo de circunstancias. Como se suele decir en otros deportes, ya no depende de sí mismo. Líbreme Dios de ejercer como agorero. Es más, creo que Nadal podría ganar otro grande, sobre todo en París. Pero recordaría más a un canto del cisne que a un verdadero retorno al pelotón de los cazadores de slams. Un vistazo a los datos históricos muestra pocos precedentes.

Consideremos que la «época dorada» de un gran tenista es aquella en la que su nivel competitivo está al máximo, cuando alcanza con cierta asiduidad —y se espera que alcance— por lo menos algunas de las semifinales de los cuatro grandes torneos. Este es un criterio más o menos flexible, que nos puede dar un año arriba o abajo, pero servirá. Como resulta fácil suponer, en ese periodo los mejores ganan la inmensa mayoría de sus títulos importantes. ¿Cuánto suele durar la época dorada de un tenista? Por supuesto, depende, pero si repasamos las carreras de los principales campeones, comprobamos que suele extenderse entre ocho y diez años; a veces más, a veces menos. En el caso de Nadal, la época dorada fue desde 2006 (aquel año consiguió su segundo Roland Garros, fue finalista en Wimbledon y cuartofinalista en el US Open) hasta 2014 (fue finalista en Australia y ganó su noveno Open francés). Nueve temporadas, o diez, si incluimos la del 2005, su primera victoria en París.

Pues bien, en las últimas décadas han sido muy, muy raros los ejemplos de grandes campeones que han conseguido extender su época dorada más allá de diez años. Tanto es así que entre los grandes campeones solo se han producido dos casos. Para colmo, es muy difícil que vuelvan a ganar torneos grandes cuando el cénit de sus carreras ya ha quedado atrás. Veamos una comparativa de los más notorios tenistas de la era ATP, aquellos que han ganado siete o más títulos del Grand Slam. Hay que hacer notar varias cosas. Una, que los jugadores de la etapa anterior a la ATP competían en circunstancias muy distintas, así que por el momento los dejaremos a un lado. Dos, que el caso de Andre Agassi es excepcional; algo más abajo explicaremos por qué. Tres, que en el momento de escribir estas líneas, Novak Djokovic acaba de cumplir el décimo año de su época dorada, pero mientras no se demuestre lo contrario debemos considerarla como no concluida.

Tenista (solamente era ATP) Total de títulos del Grand Slam Ganados ANTES de la época dorada Ganados DURANTE la época dorada Tiempo que duró la época dorada Ganados DESPUÉS de la época dorada
Roger Federer 17 1 15 9 años 0 (por ahora)
Pete Sampras 14 1 12 9 años 1
Rafael Nadal 14 1 13 9 años 0 (por ahora)
Björn Borg 11 1 10 10 años 0
Novak Djokovic 9 0 11 10 años
Jimmy Connors 8 0 8 12 años 0
Ivan Lendl 8 0 8 9 años 0
Andre Agassi 8 0 8 16 años (en dos etapas) 0
John McEnroe 7 1 7 6 años 0
Mats Wilander 7 1 6 8 años 0

.

Las cifras se muestran elocuentes, sin duda. Antes de la era ATP la comparación resulta más difícil. Por ejemplo, los dos grandes torneos del actual Grand Slam que importaban a los mejores tenistas eran Wimbledon y Roland Garros; aunque el US Open tenía su importancia, era mucho menos ambicionado que ahora, y el Open de Australia apenas contaba para muchos campeones, que lo visitaban de forma esporádica, o no lo visitaban en absoluto. Por otra parte se produjo una división entre el circuito amateur, al que pertenecían los cuatro torneos del Grand Slam, y el profesional, cuyos miembros no estaban autorizados a participar en ellos, lo cual produjo que Rod Laver, quien para muchos es el mejor jugador del tenis pre-ATP, pasara la mitad de sus mejores años sin poder jugar en torneos del Grand Slam (cinco años excluido, pese a lo cual ganó nada menos que once títulos en otras cinco temporadas). Pues bien, aun teniendo en cuenta que en tiempos anteriores las condiciones competitivas eran distintas por diversos motivos, por lo general la época dorada de los jugadores solía durar lo mismo que ahora, alrededor de los diez años.

Volviendo a la era ATP, verán que es raro que un gran campeón permanezca más de diez años al máximo nivel. Rafael Nadal, esto es un hecho que nos entristece pero que sería absurdo negar, lleva ya dos temporadas alejado de su época dorada. Y dos temporadas, en tenis, es mucho tiempo. En el 2015 no ganó grandes títulos; alcanzó cuartos de final en Australia, algo meritorio sin duda, pero cuando obtuvo la misma clasificación en París supo a poco, sobre todo teniendo en cuenta que la tierra batida es su mejor superficie y que es sin duda su rey histórico. Ya no hubo manera de compensarlo en siguientes torneos grandes: Nadal sufrió eliminaciones tempranas en los seis siguientes slams en que participó, algo que es un inequívoco signo de alarma. Aunque «alarma» quizá no es la palabra para definir la sensación que produce algo que debiéramos haber esperado. El tiempo no perdona a nadie, ni a los más grandes. Ni siquiera nos sirve como referencia por la longevidad Jimmy Connors —diríamos que genética, porque después de retirarse continuó rindiendo a gran nivel en torneos de veteranos—, ya que la etapa dorada de Nadal comenzó hace doce años, lo mismo que duró la del combativo Jimmy.

Eso sí, existe una notable excepción a la regla: Andre Agassi. En el plano temporal su carrera no se parece a la de ningún otro tenista de los últimos cuarenta años. Él demostró que se puede luchar contra el calendario. Entre 1990 y 1995, su primera época de esplendor, ganó tres títulos y llegó a otras cuatro finales. En 1996 empezó a mostrar signos de un bajón un tanto prematuro, pero como todavía fue capaz de alcanzar semifinales en Australia y Estados Unidos se antojaba precipitado afirmar que sus mejores tiempos habían pasado. La cosa empeoró en 1997 y 1998; durante dos años no pasó de la cuarta ronda en ningún torneo grande. Esto hizo, entonces sí, que muchos le diesen por acabado cuando tenía veintiocho años. De hecho, lo normal hubiese sido que nunca hubiese conseguido retornar a lo más alto, porque cuando un tenista ha caído en semejante declive no suele suceder que lo veamos recuperar su antigua forma. Pues bien, Agassi no solo la recuperó a los veintinueve años (uno menos de los que ahora tiene Nadal), cuando ganó Roland Garros para sorpresa de todos, sino que aquella insólita segunda juventud tenística duró otros siete años, ¡nada menos!, y le supuso seis grandes títulos a sumar a los tres que ya poseía, amén de quedar subcampeón en otros tres slams. Algo que parecía, y sigue pareciendo, casi milagroso. Pero el ejemplo de Agassi, aunque desearíamos que se repita en la trayectoria Nadal, es demasiado extraordinario como para convertirlo en una referencia razonable. Para empezar, hay que decir que el juego del estadounidense, por sus peculiares características, permitía un tipo de reajuste hacia un estilo donde el rendimiento físico ya no fuese tan importante. Por eso al Agassi de la «segunda juventud» pudimos verlo dosificando energías y dominando partidos desde el fondo de la pista, gracias a una mecánica de tiro bastante alejada de la forma de jugar de nuestro ídolo mallorquín.

Andre Agassi y Pete Sampras. Foto: Cordon.
Andre Agassi y Pete Sampras. Foto: Cordon.

Agassi aparte, los demás multicampeones casi nunca han conseguido brillar en los torneos grandes cuando su juego ha empezado a declinar. El único que lo hizo fue Pete Sampras. Durante sus dos temporadas finales estaba ya sufriendo un declive evidente para todos; incluso fue eliminado de manera temprana en su torneo favorito, Wimbledon. Sin embargo, de manera un tanto sorprendente y con ayuda de su saque fuera de lo común (un arma que Nadal no posee), se las arregló para realizar sendas actuaciones brillantes en sus últimas dos participaciones en el US Open: fue subcampeón en 2001 y campeón en 2002. La victoria del 2002, en especial, fue bastante inesperada. Es verdad que solamente hacía dos años desde su último triunfo en un slam y que había sido finalista el año anterior, pero estos datos engañan. Si algo enseña la historia del tenis es que la decadencia de los jugadores, cuando llega, acostumbra a ser terriblemente veloz. Ayudada, claro, por la pérdida de la aureola del jugador en cuestión, otro detalle clave en un deporte donde el factor psicológico resulta tan decisivo. El propio Sampras debió de pensar, como todos los que habían asistido a su último gran triunfo, que al año siguiente le resultaría casi imposible repetir la hazaña, como parece demostrar el que decidiese retirarse en aquel punto álgido, como vigente campeón del US Open, sin arriesgarse a perder el título sobre las pistas. Había sido un fantástico canto del cisne en mitad de una carrera que iba cuesta abajo, y no un indicio de recuperación.

El caso de Roger Federer también merece comentario aparte. En el momento de escribir estas líneas lleva cuatro temporadas sin ganar un título grande… pero ha llegado a tres finales y cinco semifinales. Estos resultados en los slams ya los querrían para sí, y en sus mejores años, la mayoría de los tenistas del circuito. Pero cuando hablamos del mejor jugador de la era ATP (y quizá de toda la historia del tenis) suenan a decadencia irrecuperable. Es cierto que nunca se puede descartar que Federer tenga un par de semanas mágicas en algún momento del año, y que esas dos semanas coincidan con su participación en un slam. Sería alucinante, e inédito, pero podría suceder, dado que su repertorio técnico es inigualable. Ahora bien, tampoco apuesten por ello salvo que les sobre el dinero. Sería un muy bienvenido canto del cisne, pero no es sensato depositar una confianza ciega en que suceda.

Decimos que el declive de un tenista es rápido, pero eso no significa que resulte siempre evidente. A veces consiste en un cambio sutil; tan sutil que cuando el público le ve jugar, sobre todo si tiene un buen día, piensa «todavía puede ganar un grande». Ese cambio puede manifestarse, por ejemplo, en el pequeño abismo que hay entre, jugando de manera similar, ganar los puntos decisivos y no ganarlos. El tenis requiere tanta precisión y un ritmo tan vivo que una pequeña disminución en las cualidades físicas o mentales de un jugador supone la diferencia entre acostumbrarse a ganar o, por el contrario, acostumbrarse a «casi» ganar. Esto es, a perder pero dando al público (y muchas veces a la prensa) la falsa impresión de que ha jugado a exactamente el mismo nivel que el oponente. Esto, claro, sucede más en los principales torneos ante los mejores rivales. El tenista que ha empezado su declive no se levanta una mañana y empieza a perder 0-6, 0-6, 0-6, salvo que haya sufrido una lesión o algo parecido. De hecho, estando saludable, sigue jugando bien y ofreciendo momentos de brillantez. Pero eso ya no basta. Lo más habitual es que empiece a perder partidos clave «por muy poco» cada vez más a menudo, cuando antes solía tener la ventaja competitiva en situaciones parecidas. ¿Por qué pasa esto? La respuesta es lógica: la diferencia de nivel entre tenistas de élite no siempre resulta fácil de percibir, salvo en el historial de resultados. Sobre la pista vemos la lucha, los grandes puntos, los grandes tiros… todo eso sigue ahí; lo que ya no está es la capacidad para imponerse con tanta facilidad en los trances definitivos del partido.

Roger Federer y Rafa Nadal. Foto: Cordon.
Roger Federer y Rafa Nadal. Foto: Cordon.

Algo así le sucede a Nadal en los slams. Ojo, no descarto que gane alguno más. En su caso sí me parece por lo menos probable, sobre todo en Roland Garros (un tanto menos en Australia; y me sorprendería que lo consiguiera de nuevo en Wimbledon o el US Open). Todo lo que necesita es tener esas dos semanas mágicas y que coincidan con la competición sobre su superficie favorita; todavía no está tan lejos de su mejor momento como para que una victoria en París resulte impensable. Aun así, un frío análisis del asunto arroja varios problemas. Uno, que sus máximos competidores, salvo que algo cambie, todavía están en plena forma: Djokovic, Murray, Wawrinka, etc.

Otro problema, no inferior, es que el resto del cuadro es cada vez más joven con respecto a Nadal, y además, como es lógico, está mucho más hambriento de títulos y en mejor condición física. Rafa ha sufrido mucho desgaste durante su carrera; su estilo siempre fue muy exigente desde el punto de vista mecánico, y aunque ha realizado hábiles ajustes en su juego a lo largo del tiempo —como no podía ser de otra manera— quizá ya no basten para compensar lo perdido. Recuerden que un minúsculo punto de velocidad, por ejemplo, supone la diferencia entre llegar a una pelota con comodidad y golpearla sin la precisión necesaria para ganar un punto apurado como los que suelen darse en los momentos clave de un partido importante. En tenis hablamos en centímetros, y con la aplicación del «ojo de halcón» a veces casi en milímetros. Los grandes partidos no se ganan tirando pelotas fáciles, sino dando golpes arriesgados, a las líneas, bajo mucha presión. El talento no disminuye, pero las herramientas físicas con las que aplicarlo sí se van desgastando, junto con una lógica variación en la motivación. Rafael Nadal lleva catorce años de competición profesional; diez de ellos los ha pasado ganando los más importantes títulos, en lo más alto, peleando contra cualquiera y consiguiendo imponerse a menudo. Si consigue ganar otro grande, será miel sobre hojuelas. Pero quizá ha llegado el momento de darle un respiro, de ser aficionados realistas y no continuar exigiéndole lo que él, como ningún otro tenista, no sería capaz de ofrecer a estas alturas de una carrera. Bienvenido será si consigue nuevas hazañas en los principales torneos, y yo sería el primero feliz por incluirlo en la parte inusual de las estadísticas, pero el tenis, como todo en la vida (y la vida misma), tiene sus ciclos. Cuando se han traspasado ciertas líneas, es imposible volver atrás. Así pues, ¿posible? Sí. ¿Probable? Por desgracia, cada vez menos. Ni falta que hace, por descontado.

Foto: Cordon.
Foto: Cordon.

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28 Comentarios

  1. caballeroso

    Y de los medicamentos, ¿no hay nada que decir? En Francia algo han insinuado…

  2. Excelente…para cuando un artículo sobre la vida de Bill Tilden. ..o del «checo-egipcio -británico » jaroslav drobny? ?? Creo que sería muy interesante. ..un saludó

  3. Donde dices «era ATP» deberías escribir «Era Open», que es cuando amateurs y profesionales compiten juntos. La ATP se hace cargo del circuito en 1990.

  4. Por cierto, la tabla está mal, Djokovic tiene 12 GS, no 9.

  5. Jose Berenguer Marti

    Muy certero y realista.Gimeno hablaba de los puntos importantes que se ganaban antes y te llevaban a la gloria y ahora con menos resistencia y confianza ya no ganas esos puntos.

  6. Amarilla

    Pues guste o no, el TEMA no se debería obviar en un artículo asi… claro q este es un país cuyo deporte rey es mirar para otro lado, y eso condiciona todo.

    El q quiera seguir engañándose, esta en su derecho.

  7. A diferencia del articulista, yo no le daría más chances a Rafa de ganar Roland Garros que a Federer de ganar Wimbledon. Porque a pesar de la diferencia de edad, Roger tiene más recursos técnicos. De todas formas diría que las chances están en un diez por ciento para ambos. El artículo es muy sensato. Es difícil no estar de acuerdo con el en sus líneas generales. La explicación de porqué los resultados son tan distintos jugando al mejor nivel y jugando «casi» al mejor nivel, para mí son claros: hay muchos tenistas buenísimos. El nivel es muy alto en el circuito, y la mínima carencia de forma o de concentración se paga de manera implacable. I

  8. Grandísimo artículo.

  9. Los datos de Bjorn Borg no son correctos. Dando como bueno que el Roland Garros de 1974 fue ganado antes de su «época dorada», dicho período sería solamente de 7 años (no 10, como se señala en la tabla), y durante el mismo habría ganado 10 grandes. Una media altísima, y siempre teniendo en cuenta que con 25 añitos plantó el tenis, harto de la presión de la alta competición.

  10. «Consideremos que la «época dorada» de un gran tenista es aquella en la que su nivel competitivo está al máximo, cuando alcanza con cierta asiduidad —y se espera que alcance— por lo menos algunas de las semifinales de los cuatro grandes torneos.»

    Entonces el tiempo de Federer son 13 años, no 9. Si no contamos el 2013, 12 años.

    Y faltan GS perdidos entre la época dorada y la época anterior a la época dorada. ¿Donde se contabilizan?

    ¿Y las épocas intermedias? Porque algunos jugadores tienen varias «épocas doradas»

    No entiendo mucho este cuadro.

  11. El caso de Agassi es peculiar y se debe al impás que tuvo en lo que son los mejores años de cualquier tenista

    Esto se debe a tres motivos:

    1) Una grave lesión de muñeca que le aparta del circuito y de la que muchos no se recuperan (ahí esta luchando Del Potro)
    2) Importantes problemas personales que comienza a superar en la treintena (recomendo a todo el mundo, fan del deporte o no su autobiografía OPEN)
    3) Le pilla justo el principio de la reconversión del juego de todo el circuito ATP al jugador de fondo de pista, estilo que le beneficiaba.

    Difícilmente se pueden dar esos tres casos en una carrera, como para que un tenista de élite recupere el nivel después de su caida.

  12. Pues yo sí creo que un cambio de entrenador podría dar una segunda vida a Nadal. De los cuatro grandes, es el que menos ha evolucionado su juego en el último lustro; apenas sí puedo recordar una mejora en su golpe de revés cruzado… que se remonta a 2009. Mientras tanto, Murray ha mejorado masivamente todo su juego en tierra; Djokovic, su juego defensivo, su condición física y su juego en la red; Federer, sus cortadas. Y los tres, su servicio, que ya eran más efectivos que el de Nadal y ahora no se pueden ni comparar. Rafa sigue teniendo el peor segundo saque que yo haya visto en un top 20, lo que le obliga a defenderse a la desesperada en los dos o tres primeros golpes de cada punto. Y la única solución que ha encontrado ha sido renunciar a arriesgar con el primero, con lo que el problema se multiplica aún más. Rafa sigue teniendo el peor resto entre todos los citados (y bastantes más), con una extrañísima técnica de torsión del cuerpo, molinete de brazo y giro de muñeca, que le obliga a situarse a kilómetros de la línea de fondo si quiere tener opción (y a volver a jugar a la desesperada los 2-3 primeros golpes de cada punto). Antaño, todo esto lo resolvía con una velocidad prodigiosa de pies, pero no es lo mismo tener 20 años que tener 30 y las rodillas machacadas. Otro ejemplo es el del su passing-shot, que era el mejor del mundo y que ahora, llegando más tarde, se ha desplomado en porcentaje de eficacia. En conclusión, el estilo que le hizo triunfar ya es impracticable, por descenso de facultades físicas y mejora de los rivales. Hay que explorar otras vías y mejorar aspectos técnicos y tácticos que ha desdeñado durante años (atacar más la bola, acortar los puntos, subir más a la red, en donde es bastante mejor de lo que se piensa…). Y no parece que con el equipo actual vaya a salir de su zona de confort y de su juego de toda la vida, con el que ya no le alcanza en las grades citas.

    • Gran análisis.
      Con un cambio de equipo podría mejorar Nadal en algunos aspectos, pero su declive es ya imparable. Aunque cambiase y mejorase muchos aspectos de su juego, seguirá siempre dependiendo de su físico y su juego defensivo, y eso ya con todo el desgaste acumulado no lo va a recuperar. Pero que le quiten lo bailao, 14 Grandes sólo los han ganado otros 2 jugadores en la historia.

  13. Yo aún creo en el. Pero no podemos pedir milagros. Su mejor época ha pasado debería jugar mucho en tierra e intentar ganar torneos en su superficie preferida e intentar cuidarse el resto del año

  14. A toro pasado es muy fácil…pero…que Open de Australia acaban de hacer Roger y Rafa!! Esta temporada pinta a revival!!

  15. Magistral y oportuno articulo.

  16. Pues ha pasado lo improbable.

    • avefenix

      lo importante no es que alla pasado lo «improbable»,,,pues ha sido con una contundencia de tal magnitud que pone en entredicho todo el articulo,,,y cuando pasen unos añitos mas ,,,diran que «hay 2 excepciones » agassi y nadal

  17. El articulo respira sentido común y un analisis certero, sin embargo el tiempo le está quitando la razón completamente. Si un deportista tiene la mejor mentalidad de toda la historia del tenis y el otro la máxima calidad, entonces nunca hay que darlos por muertos.
    Cdo escribo estas lineas Federer supera en 4 grand slamsuperando.pero estoy convencido de q rafa lo acabará superando.

  18. Este artículo no envejeció bien. Mentiras, el declive si se percibe, pero sigue en el top xD ¡Gracias!

  19. Han batido todas las predicciones que cualquier amante del tenis podría imaginar. Estos deportistas son y serán recordados siempre. Afortunados somos de haberlos visto, y más afortunados aún de que Rafa sea español.

  20. El autor del artículo se equivocó tremendamente.
    Siempre hay «entendidos» que supuestamente lanzan afirmaciones disfrazadas de predicciones y con el tiempo sus «razonamientos» quedan en ridículo.
    Es por eso que los «opinólogos» no pueden ser, de ninguna manera, una base de conocimiento.

  21. Ray Shoesmith

    Han pasado seis años desde este poco afortunado artículo y ya se ha visto lo que ha pasado: En el tiempo transcurrido, Rafa Nadal ha ganado cinco Roland Garros, dos US Open y un Open de Australia, casi nada. Mi consejo para el articulista es que no haga más predicciones, es una labor arriesgadísima.

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