Eros Ocio y Vicio

El porno es, y ha sido, cultura

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Fotografía: Cordon.

Si consideramos la cultura en su concepto más amplio, el de conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial, no podemos dejar fuera la pornografía. Y si las mejores obras de arte son aquellas que mejor captan la expresión de la vida humana, hay que reconocerle al porno su certero reflejo de nuestros deseos y aspiraciones sexuales. Sean cuales sean, se cumplan o no.

Solo en la web porno más grande y visitada del planeta existen ochenta y nueve categorías entre las que elegir. No están todas las que podemos encontrar online, solamente aquellas que más demanda generan, y precisamente por eso pueden ayudarnos a conocer cuáles son los gustos sexuales de nuestros congéneres. A muchos nos sonarán términos como «maduras», «anal» o «corridas», pero necesitaremos estar más especializados para entender qué es «bukkake», «fisting» o «hentai». Y, definitivamente, términos como «cuckold» o «estilo panda» se nos escaparán, a menos que formen parte de nuestras íntimas fantasías. Lo cierto es que el acceso a todas estas modalidades sexuales en formato vídeo es gratuito en un gran número de webs, y con el coste de una conexión a internet podremos satisfacer nuestra curiosidad en pocos minutos. Y ampliar nuestra educación sexual, siempre entendida como saber qué cosas pueden dedicarse a hacer los demás, o uno mismo, con la pareja.

Muchos moralistas claman contra el acceso fácil y gratuito a la pornografía que internet ha hecho posible. Pero su reacción es tan poco nueva como el propio porno, que nos ha acompañado desde el mismo origen del Homo sapiens. Posiblemente porque la curiosidad, y el despertar del deseo sexual al final de la infancia, sea algo común a todos nosotros. Las sociedades de raíz judeocristiana han tratado de hacérnoslo olvidar, pero la cultura humana se ha empeñado, desde siempre, en proporcionarse porno.

La manifestación más antigua de que disponemos son las pinturas rupestres, donde los muñecos fálicos o la representación del sexo de la mujer son habituales, como en el «camarín de las vulvas» de la cueva de Tito Bustillo, en Asturias. Si el sentido de esos genitales sueltos se nos escapa por estar aislados, en los grabados, más centrados en escenas, se hace mucho más explícito. En la cueva de los Casares, Guadalajara, los hombres y mujeres paleolíticos dejaron tallados en la piedra de las paredes dibujos inequívocamente sexuales. En uno de ellos una mujer tumbada en el suelo recibe a un hombre, mientras un chamán vestido de mamut ayuda con su colmillo de marfil a la penetración. Puede que no sea un chamán, sino un dios, y que se esté contando un hecho mitológico, pero es innegable que representa un acto sexual. En otros yacimientos paleolíticos de Europa se han hallado escenas similares, e igualmente explícitas, con sexo lésbico, gay, zoofilia, masturbaciones y sexo oral bi y homosexual. Sesudas explicaciones de especialistas nos remiten a cultos a la fertilidad y significados mágicos, pero tal vez deberíamos dejar también espacio a una explicación más banal. Aquellos grabados les ponían, y esa es la función de la pornografía. Animar a la práctica sexual, o aliviar a las personas necesitadas de practicarla con un estímulo a la masturbación.

Egipcios, griegos y romanos son célebres por la presencia de la sexualidad en su vida cotidiana. En cambio la Edad Media suele concebirse como un periodo en que los mandatos de abstinencia y castidad de la Iglesia acabaron con lo sexual. Ese es un relato incompleto. Pocos documentos han dejado tantas evidencias de la imaginación sexual de los cristianos medievales como unos libros elaborados por monjes irlandeses. Son los penitenciales, que se distribuyeron ampliamente por Europa debido a la extensa labor misionera en el continente por parte de la Iglesia de Irlanda. La principal función de estos libros era ayudar a los sacerdotes para que adecuaran la penitencia al pecado cometido. Una labor fundamental para ellos, pues solo imponiendo un castigo justo salvarían las almas del infierno. El penitencial era básicamente un libro de preguntas, porque partía de la base de que el pecador no confesaría motu proprio, y que muchas veces sería tan ignorante como para no saber que estaba cometiendo un pecado.

Así que debemos imaginarnos a los confesores de entre los siglos VI y IX preguntando en la penumbra de una iglesia al creyente si «ha comido la menstruación de una mujer»; «practicado sexo con animales de cuatro patas»; «bebido el semen de un hombre»; «dejado que le penetraran analmente o penetrado él mismo por detrás»; «frotado sus genitales con los de otras mujeres» (pregunta dirigida a ellas); «fornicado con una monja»; «practicado el sexo en la posición del perrito»; o «practicado el sexo con tus hijas», entre otros. Son preguntas tomadas directamente de distintos penitenciales, que, no lo olvidemos, están escritos en latín. El pobre sacerdote, supuestamente célibe, tenía que traducirlas, de la manera más explícita posible, para ser bien comprendido, a sus vecinos. Se me hace difícil imaginar que al uno y a los otros no se les pasaran por la cabeza las imágenes de lo que se estaba describiendo. Y si su cura no les abría los ojos con aquello, la enorme preocupación de los penitenciales por el incesto, la zoofilia, el sexo oral y el homosexual, así como por las posturas distintas a la del misionero, hace más que evidente que la vida sexual europea en la Edad Media era bastante variada.

La Iglesia de Roma y su papa, siempre preocupada por una teología unificada, consiguió abolir y quemar en hoguera pública los penitenciales en el siglo IX. Aunque conservó una idea contenida en ellos, la de que la masturbación dejaba ciego. Mientras, los juglares y trovadores, que narraban sus poemas de memoria, dejando escasa presencia de ellos en documentos escritos, continuaron propagando la literatura erótica de forma oral. Y en la Baja Edad Media esa tradición volvió a ponerse por escrito. Los Cuentos de Canterbury, en lengua inglesa, nos hablan de un estudiante de música alojado en casa de un carpintero y, con una imagen muy explícita, nos explican que el día que el joven toca a la mujer de su casero, «ella se retuerce como un potrillo al que están herrando». Otra de las narraciones, la de la comadre de Beth, asegura que «un rabo goloso encaja con una boca laminera (golosona)». La Carajicomedia, escrita en castellano ya al principio del Renacimiento, tiene por protagonista a Diego Fajardo, «con luengos cojones como un incensario», que busca un remedio para su impotencia senil y hace un recorrido por los más famosos prostíbulos de Castilla y sus meretrices, hasta morir agotado de tanto meter. El catalán tiene también su obra cumbre, el Speculum al foder, que podríamos traducir como ‘Manual para joder’. Es un tratado sobre sexología que no atiende únicamente lo pornográfico, sino que da consejos sobre prácticas de higiene —es un decir—, y sobre cómo aumentar el deseo sexual con afrodisíacos. Nos habla de la existencia de consoladores de cuero rellenos de algodón, habituales entre las mujeres, y de la importancia de las caricias previas para excitar a la pareja. «A la mujer (…) que el hombre le haga cinco cosas: besarla, sobarla, pellizcarla, estrecharla y herirla con las manos. (…) Debe besarla en la boca, las mejillas, los pechos, las piernas y el vientre». El autor añade además una serie de posturas para hacer el amor, explicando que la más frecuente es la del misionero, pero con la mujer levantando las piernas y enlazando con ellas al hombre. Propone hacerlo en cuclillas, de lado, en pie, a lo perrito, y así hasta treinta y dos variantes posturales.

Las instituciones religiosas tardaron muchos siglos en someter al pueblo a su moral. Y la pornografía siguió acompañando a los europeos, con suficientes variedades como para generar abundante tráfico hacia un portal porno de nuestros días. Cuando llegó el Renacimiento la revolución pictórica plasmó por primera vez imágenes mitológicas, elaborada excusa para pintar mujeres y hombres desnudos. Podemos acercarnos a ese arte con muy eruditas intenciones, pero seríamos unos cínicos si no comprendiéramos que a sus contemporáneos les excitaba bastante. Si no, pregúntense por qué las figuras de la Capilla Sixtina estuvieron originalmente desnudas, y un papa mandó taparlas con telas tras la muerte de su autor, Miguel Ángel Buonarroti. Tampoco caigamos en la confusión, tales pinturas eran para unos pocos obispos, cardenales, papas, y para los nobles en sus palacios. El pueblo común no tenía acceso a la imaginería porno, aunque se conformaba con los versos eróticos.

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Retrato idealizado de una cortesana, quizás Lucrezia Borgia, pintada por Bartolomeo Veneto, circa 1520.

Muchos de los que han oído hablar del Decamerón de Boccaccio no saben nada de Pietro Aretino, el gran pornógrafo renacentista. Sus obras han circulado bajo cuerda en las bibliotecas privadas de toda Europa y, si me permiten decirlo, siguen siendo divertidas y excitantes. La más conocida de ellas, La cortesana, es una burla de El cortesano, de Baldassarre Castiglione, best seller de su tiempo y manual de buenas maneras para aquellos que quisieran seguir una carrera en la corte, esto es, entre los reyes o nobles. Si Castiglione hace hablar a nobles personajes, Aretino emplea a dos prostitutas, que conversan sobre sus pasadas glorias, mientras una instruye a la otra en cómo introducir a su propia hija en el oficio. Para hacernos una idea, el libro abre con la protagonista siendo novicia y viendo por una rendija al abad enredado en una orgía con jovencitos. Su calentón es tal ante la escena que usa para masturbarse unos consoladores de cristal veneciano, los cuales rellena con su orina para que no estén tan fríos. Y así todo el libro.

Más interesante por su repercusión son Los modos, del mismo autor, un conjunto de dieciséis poemas ilustrados con penetraciones explícitas en dieciséis posturas diferentes. Es el primer libro impreso de carácter pornográfico conocido, y el primero que iba a poner en manos de la gente común las imágenes de la pintura reservadas a los ricos. Sus grabados estaban hechos por un discípulo de Rafael de Urbino, y los poemas de Aretino no dejaban dudas sobre el contenido: «Deprisa, a follar, vamos a follar, amor mío / que para follar todos hemos nacido; / que si tú adoras la verga, yo amo el higo: / y sin esto, el mundo al carajo hubiera ido». La edición fue secuestrada, el impresor encarcelado,  aunque Aretino consiguió librarle, y Giulio Romano (el autor de las ilustraciones) se refugió definitivamente en Mantua; al poeta acabarían tratando de asesinarlo por orden del secretario papal. No se conservan las imágenes originales, sí algunos fragmentos atribuidos, y supuestas copias realizadas por otros autores.

No hay constancia de volviera a haber otro intento tan claro de imprimir la pornografía en imágenes. Posiblemente porque el movimiento de la Contrarreforma consiguió dar más poder a la Inquisición en los países católicos, dado el interés de monarcas como Felipe II por parar al protestantismo. Es una época donde la Carajicomedia o el Speculum al foder lo hubieran tenido mucho más difícil para salir a la luz. A cambio, muchas historias eróticas circularon en hojas sueltas, anónimas, pegadas en las paredes, y aprendidas de memoria para transmitirlas en las tabernas.

Claro que también había autores que no se iban a asustar por la amenaza de las llamas. Francisco Delicado, clérigo español ubicado en Roma, nos hace en La lozana andaluza el mejor retrato de la prostitución en Roma en tiempos de Aretino y del papa Clemente VII. Explica todos los modos que usan las meretrices para ganar dinero con sus clientes y la forma de ejercer su oficio según la categoría. Las más tiradas son las muralleras, mujeres viejas o desfiguradas que rondan la muralla de noche y son tomadas desde atrás para no ver su cara horrible, aunque a cambio son la opción más barata. En un precio medio están las «chicas de la candela», que encienden una vela detrás de la ventana de su cuarto para avisar al paseante de que allí hay una libre. Y en lo más alto las que tienen casa propia, joyas, una mascota que suele ser un mono o un ave exótica, reservadas a hombres ricos. En la novela, Lozana, la protagonista, después de haber probado casi todas las variantes, y Rampín, su chulo, acabarán huyendo a Venecia antes del Saco de Roma, esa destrucción de la ciudad por las tropas de Carlos V. Comidos, eso sí, por la sífilis.

Ni siquiera los grandes herederos de Torquemada hicieron temblar a nuestros grandes poetas del Siglo de Oro. Con su habilidad para manejar los pies métricos, y ese lenguaje clásico del XVI-XVII, nos dejaron testimonios sobre cómo dos damas se amaron usando un consolador que incluía tiras de cuero para atarlo a la cintura. Los criados jóvenes se acostaban con sus señoras, y las jóvenes solteras buscaban consuelo en los frailes confesores, que tenían fama de calzar buena talla. Había defensores en verso de las gordas, y otros de las delgadas, y otros más que preferían a las maduras —hoy llamadas MILF—: «yo, para mí más quiero una matrona / que con mil artificios se remoza / y, por gozar de aquel que la retoza, / una noche de la hora no perdona». Todos son anónimos, pero no es difícil encontrar los rasgos del culteranismo de Góngora, del conceptismo de Quevedo, y tampoco identificar la maestría de Lope de Vega. Así que, ya ven, no todo fue el Quijote y su Cervantes, autor por lo demás bastante pacato en cuanto a sexo se refiere. La culpa de que pensemos así es de la mojigatería de nuestros académicos, que nunca se han atrevido a desvelarnos que nuestros escritores eran, además de lo demás, unos cachondos.

Nuestro país renegó de los clásicos del Siglo de Oro en el XVIII, pero no de lo pornográfico. Y uso este término separándolo del erotismo, porque el porno es bien explícito. Así lo es Samaniego, el famoso autor de «La zorra y las uvas», en su divertido Jardín de Venus. En esa obra el fabulista explota a menudo la realidad de que los pobres solo tenían una cama, y un hombre casado que duerme con su madre, su mujer y sus dos cuñadas, acaba catándolas a todas, mientras muchos niños se descalabran al caer de la cama por los empellones de su padre a su madre. Los muchachos cortan el pene monstruoso de un soldado, y lo inflan soplando por broma, rellenándolo de un canuto de metal, hasta que acaba en manos de una vieja, admirada de su tamaño. Un viajero se traslada al país de Siempre-mete, donde, por no poder hacer el amor más de trece veces seguidas, es sodomizado a placer por tres negros. Hay incluso hombres que se masturban en las iglesias oyendo el Cantar de los Cantares. Fábulas eróticas del fabulista por excelencia, y sin moraleja.

El otro gran autor del XVIII, Nicolás Fernández de Moratín, escribió en verso un Arte de las putas que es un auténtico ataque contra los puritanos. De forma sesuda, pero ágil y amena, explica que es imposible que el hombre no tenga poluciones nocturnas, y juzga muy necesario que existan las prostitutas para calmarle, a costa de que, si no, todas las mujeres honestas acabarán deshonradas. Y para dar más razón a sus argumentos cita la Biblia, refiriéndose a la mulata Agar, que reverdeció el deseo sexual de Abraham, y a Loth, que hizo nietos en sus hijas.

La pornografía siguió acompañando la cultura durante los siglos XIX y XX, el momento de mayor influencia, pues lo erótico y lo sexual fueron ganando la batalla al puritanismo. De hecho, el mayor revolucionario fue un inglés de la Inglaterra victoriana que, además de ser de los pocos infieles que ha entrado en la Kaaba de La Meca, tradujo al inglés el Kama-sutra, generando luxaciones lumbares hasta nuestros días. Sin duda, la revolución sexual y la liberación de la mujer a partir de la década de 1960 facilitaron la paulatina existencia de revistas pornográficas, primero, y producciones cinematográficas, después, hasta que porno e internet se hicieron prácticamente sinónimos. Nunca en la historia de la humanidad el acceso había sido tan fácil y la variedad tan grande como en nuestros días. Pero eso no significa que el porno no haya sido siempre parte de nuestra cultura, prohibido o no, porque nada que sea tan humano como el deseo sexual puede dejar de formar parte de nosotros.

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Escena del Kama Sutra, miniatura s. XVIII. Imagen: Cordon.

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32 Comentarios

  1. Agente Especial Dale Cooper

    Excelente artículo. Una recopilación magnífica.

  2. Genial recopilación, excelentemente escrita, gracias. Tan sólo echo en falta referencias bibliográficas.

  3. Ramón Rodríguez Sánchez

    A veces solo la vergüenza de ver que El País puede poner un titular así te deja sin palabras: «El Porno es, y ha sido, cultura». Cualquier persona que haya visto porno, y a estas alturas somos la mayoría, sabe de que va la cosa. La humillación de la mujeres, el salvajismo y la brutalidad de los hombres que aparecen en las imágenes. La sensación de que no deberías ver lo que estás viendo. De que tu humanidad se desmorona ante esas imágenes. Eso no es sexo. Es otra cosa. No seamos modernos ante la inmunidad, ante la esclavitud, ante los bares de carretera, ante la mierda, ante nosotros mismos.

  4. Kinky Guerlinky

    Ya le gustaría a la pornografía ser cachonda…y humana como el deseo sexual…

  5. Sin duda el porno siempre ha existido puesto que los seres humanos ( y los animales, y probablemente todos los seres) estamos gobernados por poderosos poderes. Pero a mi modo de ver el porno de antaño no era tan cruel y abyecto con las mujeres como es el actual. El sexo es a menudo representado de forma violenta, la mujer es cosificada, violada, torturada por penes gigantes la mayoría de las veces. Nada que ver con la delicadeza de las posturas del Kama sutra. Supongo que si nos invade una cierta ola de mojigatería respecto al porno ( he dicho ligera) es precisamente por ese tinte violento e irrespetuoso del porno actual.

    • Mejor explicado imposible. El porno actual se ha instaurado en «a ver quien la hace más bestia». Es cierto que algún fetichismo que ha surgido en las últimas décadas en la pornografía tanto del lado masculino como el femenino ha enriquecido el deseo y la actividad sexual, pero comparado con el grado de brutalidad de algunas de las nuevas técnicas sexuales que han surgido y al que se ha dirigido el porno actual apenas destaca. A veces habría que recordarle a la gente que el amor lo hacen dos o tres o los quesean disfrtuanto todo… Que dsifrute uno solo tienen otro nombre.

    • La ola moralista nos viene por la terriblemente perjucial influencia del feminismo anglosajón. Que considera que el honor y la dignidad de la mujer está entre sus piernas.
      Del hombre se asume perfectamente que puede tener cualquier tipo de gusto sexual, su dignidad no esta marcada por sus «filias».
      Ahora bien una mujer que consienta ciertas practicas o actitudes consideradas no normales por las moralistas, o es una víctima, o está influenciada o bien es una mala mujer feminista.

  6. Aquí se confunde sexualidad con pornografía.

  7. El «Arte de las putas» no lo escribió Leandro Fernández de Moratín, sino su padre Nicolás

  8. Una acotación, «El arte de las putas» lo escribió Nicolas Fernández de Moratín, padre de Leandro.

  9. J m Vega

    Lo que si podria tener hechuras de arte rs -el erotismo-.En ese rspectaculo no hay pornografia.El erotismo excita mas,rs un arte de lo pornografico

  10. Buen artículo, sin duda. Pero contiene como mínimo dos anacronismos:
    «los confesores de entre los siglos VI y IX preguntando en la penumbra de una iglesia románica»: El románico es un estilo que no comienza hasta el siglo XI.
    «En otros yacimientos paleolíticos de Europa se han hallado escenas similares». Las pinturas rupestres del paleolítico nunca representan escenas, son siempre figuras aisladas (aunque pueden yuxtaponerse o susperponerse).

  11. Desigual artículo: interesante y ameno, pero con uso de la palabra «porno» y «pornografía» desajustado y efectista. Lo que el autor llama pornografía es simplemente sexo, debería llamarlo «sexo». La pornografía es otra cosa. Por otro lado, todo lo que hace el hombre es cultura, incluido el crimen. Hay interesantes detalles, pero malos conceptos de base en este artículo.

  12. Sí bien estoy de acuerdo en que hay un porno que humilla y cosifica a la mujer, hoy en día es tan variado y de tan fácil acceso, que hay de todo y también porno completamente diferente y en que la mujer disfruta y es protagonista. Miren Nubile, X art o passion HD y verán otro estilo muy diferente en mi opinión.

    • Y si lo que te gusta es la dominación, la humillación o sentirte usada como un objeti adelante. No te sientas culpable de tu sexualidad. Por mucho que vengan últimamente los progres de la nueva ( aunque mas vieja que el mear) moralidad a hablar de actitudes sexuales intolerables.
      ¿Y que pasa si lo que te pone es agarrar a tu pareja del pelo y montarla a 20 uñas? Es que 50 años después de la revolución sexual nos vamos a poner a hablar de límites entre el sexo consentido entre adultos?
      Ahora resulta que lo más moderno es volver a considerar la sexualidad un asunto de moral pública.

  13. Pienso que se trata de un buen artículo, que repasa la historia de la pornografía de manera elaborada, pero no estoy de acuerdo en considerar como cultura a la pornografía:

    Conviene distinguir entre el desnudo artístico, el erotismo y la pornografía. La línea puede ser fina pero normalmente la distinción es fácil de hacer, pues la pornografía se crea con el propósito de excitar sexualmente, no con el propósito de exaltar la belleza o progresar el conocimiento.

    Al margen de esto, me gustaría expresar algo acerca de la pornografía que probablemente dará que hablar de aquí a unos años: nunca ha existido un acceso a pornografía tan ilimitado. Se está estudiando qué efecto tiene el consumo ilimitado en los individuos y la sociedad en su conjunto y los primeros estudios parecen indicar que a nivel físico la pornografía tiene un potencial adictivo similar al de las drogas y provoca disfunción eréctil, además, cambia la percepción de los consumidores que ven a los potenciales compañeros sentimentales como objetos sexuales en lugar de como personas con las que mantener relaciones basadas en el afecto y el amor.

    Posiblemente la pornografía pasará a ser desaconsejada no ya desde el punto de vista moral sino también desde el punto de vista médico y social.

    • Hemos pasado de la masturbación provoca ceguera, a » el porno provoca disfunción eréctil».
      En cualquier caso la solución es la misma: se desaconseja la pornografía desde el punto de vista moral, medico y social.

      • Perdona, tu respuesta me genera algunas dudas.
        ‘Hemos pasado de la masturbación provoca ceguera, a ” el porno provoca disfunción eréctil” ‘: que la masturbación provoca ceguera es algo infundado, que la masturbación continuada utilizando pornografía provoca disfunción eréctil es algo que está siendo demostrado por la ciencia.

        ‘En cualquier caso la solución es la misma’: ¿la solución a qué?

        • Poniendonos estupendos lo que realmente debe causar disfunción es machacarsela con pornografía, no la pornografía en si. Vamos, que el que tenga suficiente imaginación o una vecina enfrente descuidada no precisa de porno para quedarse flacido.
          «¿La solución a que?» Pues a los efectos perniciosos de la pornografía: médicos, morales y sociales, según nos cuenta.
          Y la solución que imagina en un futuro es desaconsejar su uso

          • No. Los estudios indican que es la masturbación continuada CON pornografía lo que provoca la disfunción eréctil, no la masturbación por sí sola, de hecho un signo de recuperación de esta disfunción es que los pacientes consigan masturbarse sin utilizar pornografía.

            Para más información, la página web Your Brain on Porn recopila los incipientes estudios sobre los efectos de la pornografía a nivel físico.

            • A ver Bisdoble , que por mucho repetir un argumento una y otra vez a lo largo de una discusión (aquí: la vuestra), éste no se va a convertir en verdad …..

              Aún en el hipotético caso de que consumir pornografía de forma obsesiva y masturbarse compulsivamente con ella termine por producir impotencia (pongamos por caso que la ciencia demuestre esa hipótesis)….el problema causante de dicha impotencia sería el abuso obsesivo y compulsivo de la pornografía…..y no la pornografía en sí o el usar pornografía de forma sana.

              Creo que es necesario aprender un poco de lógica antes de ponernos a defender argumentos que intentan serlo, sin serlo.

              premisa 1: La gente bebe agua.
              Premisa 2: La gente que tiene una obsesión por el agua la bebe de forma compulsiva, trastorno diagnosticable conocido como potomanía.
              la gente con potomanía tiene síntomas físicos patológicos como la hiponatremia e hipovolemia. Es decir tiene efectos perniciosos medicos y sociales (yo con la moralidad no tengo problemas, lo dejo para los beatos).
              De estas dos premisas usted sacaría la conclusión: Beber agua produce problemas medicos y sociales y debería desaconsejarse beber agua…

              Creo que ahora podrá entender el error de su argumento. Se trata de una falacia….usted lo dice como si se tratase del argumento más lógico del mundo, pero en realidad no sigue las reglas de la lógica en absoluto y es un absurdo.

              Ahora bien, las falacias y falta de argumentación lógica la suele utilizar tanto beatos puritanos que quieren dar lecciones de moral, como gente que simplemente e inocentemente desconoce la logica y no saben argumentar, o incluso por error.

              No se en cual de estos tres casos nos encontramos, pero si son los dos primeros….hágaselo mirar. Si es el tercer caso, pues nada, a otra cosa que ya hemos aprendido algo.

              Psdt: No entro a valorar si el uso obsesivo de porno produce flacidez cientificamente demostrada o no….creo que es una discusión muy interesante pero para otro foro , uno científico quizá.

              • No estoy tratando de convertir nada en verdad, ni tengo ningún especial interés o sesgo en este asunto, ni he llevado a cabo ninguna argumentación, tan solo he puesto de manifiesto la incipiente investigación en cuanto a los efectos del consumo de la pornografía en el ser humano cuyos primeros resultados entre otras cosas atisban que la pornografía activa en el cerebro los mismos mecanismos de adicción que se activan con el consumo de drogas.

                Te recomendaría que evitaras dirigirte dando lecciones si no has sido capaz de comprender bien los mensajes que he escrito y además te falta capacidad de síntesis para escribir el tuyo.

                Un saludo.

  14. Si no queremos llamarla «cultura» -que el DLE define como conjuntos de conocimientos, de modos de vida, habilidades etc.etc- llamémosla simplemente pornografía, que, después de todo, es un buen conocimiento (o habilidad) para alcanzar el climax necesario con quien nos plazca, climax que el tran tran cotidiano, cada vez más sofocante, nos hace olvidar. El erotismo y la pornografía, miembros nobles y plebeyos del quehacer humano seguirán con nosotros, porque es dificil que una actividad continua (la mitad del globo, cuando es de noche, copula, mientras la otra sueña despierto para que se apague el día) no genere tales pulsiones. Es como querer tapar con un dedo el agujero de un dique. Muy buen artículo, y hagan de tripa corazón los puritanos. Una acotación al margen: creo que nuestras tres religiones monoteístas surgieron, sin dudas por necesidades morales y éticas, pero menudo bochorno habrá causado a los primeros teólogos comprobar que copulabamos como los animales, con la misma enajenación y violencia. Si la intuición les decía que somos hijos de dios, cómo era posible tal oprobio? Sexo, dame amor mío, porque estoy sediento. Penetraré tus pensamientos en busca de la flor purpurea, la más pura, la que reservaste para convertirme en tu esclavo, yo que osabo enfrentar todos los peligros, al fin y al cabo, ya sin aire y exhausto, me rendí a los ciclaminos de tu piel

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  18. El porno y la pornografía existe desde tiempos inmemoriales. Todas las grandes y antiguas culturas hacen referencia a ello. Es sexo «normal» con un punto de exageración.

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