Ciencias

Querido Jorge: el asombro permanente a través del diálogo

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Debate en el simposio que organicé en 2004 en el CosmoCaixa de Alcobendas. De izquierda a derecha: Diego Rasskin, el neurobiólogo Alberto Ferrús, Jorge Wagensberg y los ajedrecistas MI Marcelino Sión y GM Miguel Illescas. (©Fundación La Caixa)

Hablar de Jorge Wagensberg es hablar del todo, del Aleph trascendente, de la mirada inquisitiva y el pensamiento rápido, de la necesidad de hablar para comprender, de la de escuchar —qué remedio— para conversar, un diálogo que empieza, pero no termina nunca. Conocí a Jorge cuando yo aún era estudiante de doctorado, en 1994, en unas jornadas organizadas en el entonces Museo de la Ciencia de Barcelona sobre el concepto de progreso en biología. Ahí estaban, entre muchos otros, dos grandes de la ciencia que también ya se han ido: Pere Alberch y Brian Goodwin. Desde entonces hemos conversado ininterrumpidamente, hasta ayer, que fue a reunirse con el cosmos y con Pere y con Brian.

En 1998, estando yo de postdoc en el instituto de investigación KLI de Viena, lo invité a dar una charla. Recuerdo la fuerte impresión que dio entre todos los presentes. Hubo una frase que pronunció que ha quedado como parte del ethos del instituto: «Entre una bacteria y Shakespeare, algo ha pasado». Creo que resume fielmente el espíritu de Jorge: la metáfora imposible, la comparación al límite, la evocación de conceptos, la profundidad de significados, todo aunado en una frase. Muchos años después se especializaría en regalarnos con esos aforismos sobre todo lo humano que tanta fama le ha dado.

Cada vez que nos veíamos en Barcelona me invitaba a comer, «a mover el bigote», como decía él. Para Jorge, no había mejor manera de conversar que frente a una buena comida. Era su modo de expresar su totalidad: frente a un buen vino y alargando la sobremesa para que cupiera el universo entero al llegar al café. Lo hacía también después de cada simposio científico: una gran mesa donde ejercía de anfitrión desmesurado, llevando la conversación a los límites de aquello de lo que él quería debatir. Una técnica perfectamente calculada.

Jorge y yo compartimos muchas cosas; en primer lugar, un pasado ancestral de exilios comunes desde la Zona Pálida de centroeuropa que nos hacía verter expresiones en ídish mientras nos mirábamos con cara de cómplices que acababan de cometer una travesura; porque hablar con Jorge siempre era como volver a la infancia: el asombro permanente. Él hablaba ídish mucho mejor que yo (yo solo conozco frases sueltas); siempre se nos escapaba una que refleja tantas cosas del ser humano que es imposible resumir: oy vei! Cuando me di cuenta de que podía compartir esta frase con alguien fuera de mi entorno familiar fue como una revelación. Oy vei es un lamento, pero también un reproche y al mismo tiempo la constatación de que nada funciona si se deja a los mediocres el poder y la potestad para hacer y deshacer en nuestras vidas. Oy vei es el elemento que une a todos los descendientes de la Shoá y que los pone en conexión con unos tiempos en los que pequeños pueblos de la fría Polonia o de la Rusia zarista eran arrasados sin contemplación alguna.

En los primeros años hablábamos de todo eso con Jorge, de la Shoá, del ídish, de los mediocres, pero lo que nos unía realmente, en el presente, era la ciencia, el arte y la pasión común por algo que lo contenía todo: el ajedrez.

Desde su posición como director del museo de la ciencia de Barcelona, luego Museo CosmoCaixa, Jorge hacía y deshacía a su antojo y organizaba simposios sobre temas que le fascinaban sin pudor alguno. Tuve la suerte de participar en muchos de ellos y de organizarlos directamente, como el de «Forma y función en el arte y la ciencia» o el de «El ajedrez, las máquinas y las formas de la mente» que se hicieron en Madrid en el desaparecido museo de Alcobendas. El simposio sobre ajedrez que se llevó a cabo en 2004, resultó ser la semilla de mi libro Metáforas (que más adelante el propio Jorge prologaría) y, de alguna manera, también, de que esté escribiendo estas líneas en este medio, que por algo se llama Chess Metaphors.

Así que con Jorge (todavía no me creo que se haya ido), con su diálogo, con su entusiasmo, con su interminable deseo de conocer y de comprender la realidad desde tantos ángulos: el científico, el del arte y, sobre todo, el humanista, seguiré hablando y mantendré viva la necesidad por aprehender la complejidad del mundo a través de la creación de la mente humana. A través de los años y a lo largo de tantos encuentros, fuimos preparando el espacio para colaborar en la preparación de un libro y una exposición museística. Los dos comprendíamos que el ajedrez sería el protagonista indudable de la exposición, pero también lo sería la filosofía de la mente, la neurociencia, la psicología cognitiva y las ciencias de la complejidad. El objetivo era que el espectador se sintiese atrapado por el mundo del ajedrez en un contexto mucho más amplio, interesándolo desde la perspectiva del arte, con muestras literarias, pictóricas y de cine y desde la de la ciencia para introducirlo en la mente del ajedrecista, su pensamiento y los procesos biológicos que subyacen al mismo. Lo que sigue es un extracto del diálogo que empezamos hace más de veinte años sobre los dos proyectos que, por diversos azares, los muchos compromisos de ambos, la operación de corazón de Jorge, la realidad de que la vida sigue su curso mientras nos ocupamos de otras cosas, nunca llegó a materializarse. Sin duda, el diálogo seguirá abierto.

Elementos para una exhibición de ajedrez y apuntes para un libro

Actos: Simultáneas, Torneos, Exhibición Hombre vs Máquina / Máquina vs Máquina, ¡Toma el test de Turing! ¿Quién jugó, hombre o máquina? ¡Si aciertas 10, ganarás un premio!, Ciclo cine en el ajedrez…

Contenidos: Historia del ajedrez; Historia de los autómatas de ajedrez; Historia de los  programas de ajedrez; Teoría de juegos; Teoría de la información; Teoría de la Complejidad; El ajedrez y las ciencias cognitivas; El cerebro de la condición experta; Geometría y matemática del tablero; Otros tableros; Otras clases de ajedrez; Relojes de ajedrez; Las reglas de ajedrez: evolución; El ajedrez en el arte: literatura y obras pictóricas.

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Ramón y Cajal jugando al ajedrez. Fotografía: Centro de Interpretación Ramón y Cajal.

Amigo Diego,

Ha sido un placer hablar conversar de nuevo contigo. Sí, lo del ajedrez tiene muy buena pinta. Veré dónde colocar el proyecto (en estos momentos CosmoCaixa todo está bloqueado con la excusa de la crisis y quizá te hayas enterado de que en agosto cierran CosmoCaixa-Madrid, una vergüenza). El ajedrez es un tema maravilloso para una exposición temporal en un museo de ciencia. En estos momentos tengo tres preciosos proyectos entre manos:

el Museo del Tiempo en Montevideo, Uruguay (presupuesto aprobado y empieza la construcción),

el Museo Nacional de Ciencia en Oporto, Portugal (con dinero europeo) y

el Museo de la Diversidad del Cerrado en Brasilia…  Mmmmm…

No es mala idea ir pensando ya en una exposición así…

Una pregunta: en una de las fotos aparece Cajal jugando al ajedrez ¿no?

Estamos en contacto…

Un abrazo,

Jorge

***

Querido Jorge

Me encantaría que el proyecto de ajedrez se pudiese llevar a cabo en alguno de tus museos. Yo lo veo de forma grandiosa como aglutinador del conocimiento, una excusa para mostrar historia de la ciencia de manera cercana y que pueda comprenderse empleando metáforas, modelos y analogías varias. Desde el hombre prehistórico y su círculo mágico hasta la neurociencia y Cajal jugando al ajedrez (por supuesto es el de la foto), Shannon y la teoría de la información o von Neumann con la teoría de juegos y autómatas y el test de Turing, en fin la lista es muy larga como bien sabes. Pero no solo se puede utilizar el ajedrez como metáfora de física y ciencias de la computación, también es una excusa para la biología y la química: evolución, neurociencia, desarrollo, biodiversidad, combinación de elementos o estructuras químicas geométricas. Y en matemáticas, se explica solo.

Si me apuras, yo construiría un museo de la ciencia como si fuera un tablero de ajedrez y en cada casilla habría un tema distinto: así se podría invitar al visitante a «jugar» a explorar el museo de infinitas maneras, de casilla en casilla, como si estuviera al otro lado del espejo de Carroll.

Un abrazo

Diego

***

Hola Jorge, 

Me alegró verte en El Velódromo, un nombre improbable para un café con tantos aires de la Viena modernista. Espero mandarte en la semana una serie de ideas para el libro y así hacemos que los engranajes hagan su trabajo. Me ilusiona mucho que escribamos algo juntos.

Un abrazo,

Diego

***

Hola Diego,

A mí también me ilusiona el proyecto. Pienso que el tema debe ser matemática, música y ajedrez porque son tres formas de conocimiento y las tres tienen su lenguaje.

Yo voy a empezar pensando en los conceptos comunes a las tres formas que ahora agrupo en pares de conceptos: 

lenguaje (y conversación),

realidad (y complejidad),

leyes (y azar),

experiencia (y método),

evolución (y selección),

paradojas (y contradicciones)

belleza (e inteligibilidad),

forma (y estructura)

uf,uf,…

Estos pares de conceptos pueden ser los capítulos del libro y, en cada capítulo, el contenido sería a base de ejemplos brillantes.

De momento creo que el lenguaje de la música, del ajedrez y de la matemática ya comparten un gran valor: su universalidad. Quizá sean los únicos lenguajes claramente universales…

Seguimos en contacto,

Jorge

***

Hola Jorge,

Empezamos bien. Me ha gustado el estilo binomial, son como teoremas y corolarios, de unos se desprenden los otros. Lo tomaré tal como está (incluido el uf, uf para darle forma. Creo que tendríamos quizás que hilar más fino con la universalidad. Estoy de acuerdo que los tres son universales pero no sé si son los únicos. Pensaré en ello (hm, hm)

Un abrazo,

Diego

***

Hola Diego,

Gracias por la entrega. Se me ocurre una manera de escribir el libro: como una larga conversación. Uno escribe y el otro reacciona (contestando directamente o no). Sería un formato ligado a los tiempos que corren, un libro vía e-mail. Luego, cuando tengamos masa crítica, consensuamos la versión final. Por este procedimiento además el lector siempre sabe quién opina y se conservan las identidades y los estilos. ¿Qué te parece? Ya estoy preparando mi respuesta…

Jorge

***

Querido Jorge,

Leo tu magnífica pieza en El Periódico sobre ajedrez y conversación… y no puedo dejar de entristecerme por constatar que nuestro proyecto de libro y nuestra propia conversación sobre ajedrez que, comenzó allá por 2004, se haya roto. Espero que no para siempre y podamos encontrar el tiempo y el espacio para seguir conversando.

Un fuerte abrazo!

Hola Diego,

Gracias por tus palabras. Si, algo haremos sobre todo en el Hermitage-Barcelona donde quiero dedicar una sala a la terna ajedrez ciencia música. De momento voy muy liado, pero algo haremos insisto.

Un gran abrazo,

Jorge

***

Querido Jorge,

Oi vey itz mir!

Ahora te has ido.

Tu entusiasmo permanente quedará.

Un abrazo eterno,

Diego

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3 Comentarios

  1. sentido como un

    Como goy me siento algo acomplejado, Diego. Tu pueblo fue elegido para darnos gente como Jorge. Erev tov.

  2. Perdón, «sentido como un», pero no puedo no protestar por la segunda afirmación, porque en cualquier situación, metafísica o no, elegir es mandar al olvido, ignorar o, aun más grave, despreciar a los otros. Talvez tu tengas razones teológicas que se me escapan. Puede ser. Además, no entiendo bien que es ser un «goy». De cualquier manera quería decir que siento gran admiración y curiosidad por el pueblo judío, por cualquier pueblo que tenga una histórica social, religiosa y politica. A veces, cuando leo sobre la Shoá, me pregunto cuántos músicos, cientificos, artistas, técnicos, y sobre todo madres que mandamos al olvido. Con el mayor de mis respetos. Muy buen artículo Jot Down.

  3. sentido como un

    Hola Eduardo.
    Quería expresar gran admiración y curiosidad por el pueblo judío. También yo. No hay problema. Un abrazo.

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