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Van Gogh, ese célebre desconocido

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No era la primera vez que lo escuchaba decir ni sería la última, pero me llamó especialmente la atención porque se produjo en un museo. Estaba contemplando una pintura de Vicent Van Gogh y junto a mí había un reducido grupo que conversaba sobre el cuadro. Hablaban en inglés, pero algunos de los conceptos que expresaban me resultaron tan familiares que estuve seguro de haberlos entendido bien. Especialmente cuando alguien expresó la idea de que el alma torturada del pintor se refleja en su peculiar estilo.  Dicho en palabras más llanas que suenan peor pero vienen a resultar equivalentes: Van Gogh pintaba así porque estaba loco. Algo que de tan repetido parece evidente y, sin embargo, es dolorosamente incierto.

Alameda a la puesta del sol
Alameda a la puesta del sol

Rodear a un artista de un aura romántica —generalmente centrándonos en aspectos trágicos o turbulentos de su biografía— siempre le convierte en una figura más atractiva e interesante, y suele terminar desembocando en la creencia de que su arte está siempre fuertemente condicionado por sus altibajos emocionales y psíquicos. Lo cual es cierto a veces, pero otras es bastante discutible y el que se haga suele depender de las modas del momento o de los caprichos de los medios de comunicación. Por ejemplo, poca gente comenta las alucinantes peripecias vitales de Miguel de Cervantes, cuya existencia fue literalmente digna de un guión de Hollywood. Aunque su intensísima vida tuvo sin duda influencia en su obra, raras veces escucharemos una conversación al vuelo en la que se explique el Quijote como resultado de haber participado en la  apocalíptica batalla de Lepanto o el haber pasado años como esclavo en África. Para el gran público, Cervantes presenta una imagen mediática muy difusa; es autor de uno de los dos libros más famosos de la historia —el otro sería la Biblia— pero en pleno siglo XXI no es ya un carácter reconocible, por mucho que su apellido sí sea universalmente famoso. La televisión, la prensa o el cine ya no nos muestran habitualmente el trasfondo humano de Cervantes y por eso la gente ya no suele relacionar su vida con su obra.

El caso de Van Gogh es precisamente el contrario. Desde hace décadas su vida, o lo más llamativo de su vida, está en boca de todo el mundo. Se convirtió en el paradigma de pintor romántico cuyo espíritu tormentoso se refleja claramente en sus cuadros, al que hemos dedicado películas, canciones e incluso el nombre de alguna banda musical. Él sí es un carácter claramente reconocible, con una personalidad bien definida que casi cualquier persona podría describir aunque sea superficialmente. Un genio solitario que no vendió un cuadro en vida y al que sólo la posteridad reconoció, porque en su época nadie supo apreciar su talento. Pues bien, Van Gogh era efectivamente un individuo de naturaleza borrascosa, afligido por trastornos emocionales y hacia el final de su vida, también psíquicos. Pero subyugar el análisis de su obra artística a sus trastornos emocionales, sucumbiendo a la tentación de pensar que la locura puede modelar el genio ensalza su figura sólo de manera artificial. El personaje devora al artista y la leyenda devora a la obra. Van Gogh no fue una excepción producto de sus demonios internos. Fue un pintor muy de su tiempo que, es cierto, no obtuvo el merecido reconocimiento comercial pero no porque su estilo fuese una rareza, sino porque sus problemas emocionales y su carácter sí influyeron en el devenir de su carrera profesional, mucho más que en su obra artística como tal.

Un pintor holandés

Paisaje a la puesta de sol
Paisaje a la puesta de sol

Puede parecer una perogrullada, pero Van Gogh era holandés y comenzó a pintar como un holandés. Cabe remarcarlo porque el Van Gogh que todos conocemos, el de su etapa impresionista, era ya un producto de la asimilación de la pintura francesa. Sus obras tempranas llaman la atención precisamente por ser en algunos aspectos totalmente opuestas a las que solemos identificar como su estilo. No encontramos tonos chillones y variados, sino apagados y monótonos, en ocasiones rayando la monocromía. Tampoco vemos colores descompuestos en mosaicos de pinceladas individuales, sino superficies tratadas uniformemente según la técnica clásica. Quizá lo que sí vemos ya en el Van Gogh temprano es la tendencia a pincelar los contornos con fuerza, casi con brusquedad, algo que puede explicarse porque empezó siendo más dibujante que pintor y en ocasiones quería mantener la sencilla y directa expresividad del dibujo.

Y como decimos era un pintor de escuela holandesa. Algunos de sus paisajes tempranos son intentos de captar la luz natural, encuadrando grandes porciones de un cielo nublado pero luminoso al que se contraponen las siluetas oscuras de objetos más en primer plano (edificios, barcos, etc.) esto es, el claroscuro típico del paisajismo por el que se había distinguido la escuela pictórica holandesa. Los colores en estos paisajes son suaves, apagados; lienzos que evitan que una sobrecarga de color en los objetos apague la blanquecina florescencia de la luz diurna. Aquel Van Gogh se caracterizaba por el naturalismo y la preocupación por esa luz y sus efectos, como en tantos otros paisajistas neerlandeses.

Calavera con cigarrillo
Calavera con cigarrillo

Sus vistas de Amsterdam o sus granjas no se diferencias demasiado de lo que era de esperar en un joven artista holandés. Incluso en algunos cuadros de esta etapa que pueden casi calificarse (aunque con las debidas reservas) como pre-impresionistas, como sus paisajes a la puesta del sol, sigue aferrándose a técnicas pictóricas más o menos convencionales. El realismo de Van Gogh estaba emparentado con el de ilustres predecesores como Ruysdael, o Van de Velde, o con paisajistas extranjeros como el francés Millet. Tanto o más sorprendentes para quien sólo conozca al Van Gogh más tardío son sus pinturas tenebristas, que siguen otra tradición —más antigua— de la pintura holandesa y que reflejan su admiración por Rembrandt. Algunas resultan chocantes por su propio tema, como la Calavera con cigarrillo, aunque hay que resistir de nuevo la tentación de atribuir tan extraño cuadro a sus problemas emocionales. En dicha tradición pictórica tenebrista ese tipo de motivos tétricos no eran ni mucho menos infrecuentes, como una variación más del bodegón que había heredado de la iconografía cristiana un gusto por temas relacionados con la muerte y el lado oscuro de la vida. Aunque lo más renombrado de las pinturas tenebristas de Van Gogh son las escenas cotidianas en las que reflejaba su preocupación por la existencia de las clases más modestas. Pinturas en las que aparecían campesinos o tejedores trabajando, retratados con una gama de colores oscuros y apagados que recuerda bien poco al Van Gogh de años posteriores. Especialmente memorable resulta Los comedores de patatas, un cuadro en cuya composición trabajó afanosamente y que reúne varias de las características de su pintura temprana. Uno de los pocos anuncios del futuro Van Gogh es la tendencia a marcar los contornos con fuerza, lo que le da a su estilo un cierto aire caricaturesco:

Los comedores de patatas
Los comedores de patatas

Transformado por el impresionismo

Si en su primera etapa siguió los cánones más paradigmáticos de un pintor holandés, el contacto con la pintura francesa dio un giro de ciento ochenta grados a su obra. Vicent Van Gogh descubrió un nuevo mundo pictórico, totalmente opuesto al suyo, en aquel atrevimiento cromático de los impresionistas, en su desdén por las formas clásicas y su irreverente tendencia a la experimentación. Desde un punto de vista puramente pictórico, Van Gogh sufrió una metamorfosis y se convirtió en un pintor completamente distinto tras ser expuesto a la vanguardia francesa.

Molino de agua
Molino de agua

Su contacto artístico y personal con nombres como Gauguin, Cezanne, Tolouse-Lautrec, o con puntilllistas como Signac y Seurat le sumergió en una corriente revolucionaria en la que todos aquellos pintores se influían mutuamente en un proceso de cambio constante. Van Gogh renació convertido en un nuevo artista, con un nuevo amor hacia los colores vivos, profundamente marcado por las teorías del color que manejaban los impresionistas. Abandonó el realismo y la preocupación típicamente holandesa por la luz natural —o por la sombra— para empezar a experimentar con las posibilidades sin fin del juego cromático. Adoptó técnicas impresionistas como la de componer nuevos tonos a base de pinceladas aisladas de colores distintos y no simplemente mezclando los colores en la paleta como había hecho hasta entonces. El color, en sí, se convirtió en su nuevo objeto de adoración, sustituyendo a la luz diurna y la tiniebla, que en su forma convencional prácticamente desaparecen de su trabajo.

Como muchos impresionistas, se sintió también atraído hacia la pintura de culturas exóticas, muy especialmente la pintura japonesa. Van Gogh escribió en términos fervorosos sobre el arte japonés e imitó muchas estampas niponas adaptándolas a su propio estilo. La sencillez y la idealización —que no mera reproducción—de la naturaleza en la pintura del Japón le fascinaban. Con su conversión al impresionismo —o al posimpresionismo, según le queramos etiquetar— los colores no son los que la naturaleza propone sino los que al pintor le apetecen o, mejor dicho, los que el pintor decide utilizar en su reinterpretación de la naturaleza. Van Gogh, pues, ya no intenta plasmar la realidad como tal sino la impresión que la realidad causa en él. A raíz de esa premisa básica los pintores impresionistas, aun partiendo de una teoría común, divergen según sus propias personalidades e influencias. Van Gogh sigue aferrado a su costumbre de marcar con intensidad los contornos —algo que le aleja de impresionistas “puros” tales que Monet— y no abandonó temáticas habituales en él como las escenas costumbristas y campestres, que en el impresionismo inicial no tenían demasiada cabida.

¿Loco o genio?

Tejedor en un telar
Tejedor en un telar

Resulta fácil —y como muchas cosas fáciles, erróneo— señalar ciertas características llamativas de la pintura de Van Gogh y achacarlas a sus trastornos psicológicos. Sí, era un individuo apasionado desde su niñez, que sufría depresiones e intentó suicidarse varias veces, que llegó a infligirse daño físico a propósito y que en sus últimos años mostraba síntomas de psicosis (tal vez como consecuencia de una sífilis). Vivió una vida desestructurada y extravagante, movido por impulsos fanáticos y fue muy infeliz durante sus treinta y siete años de vida, edad en la que finalmente se mató de un disparo. A veces resulta difícil distinguir entre el mero producto de sus trastornos emocionales y sus decisiones conscientes sobre su relación con el mundo. Fracasó profesional y sentimentalmente, e incluso sus amistades o la relación con su queridísimo hermano Theo eran problemáticas y tormentosas. Era un inadaptado, alguien cuya personalidad fogosa y cambiante impedía un buen ajuste social.

Pero poco o nada de ello se trasluce en su pintura. Casi cada elemento de su estilo se puede explicar como resultado de influencias puramente artísticas. Su estilo es producto de su genio, no de sus trastornos. Los colores chillones o las pinceladas bruscas no son reflejo de sus emociones o de su condición psiquiátrica. Van Gogh pintaba “así” porque “ése” era su estilo, un estilo que había evolucionado como el de cualquier otro pintor: como resultado del contacto con otros pintores y obras ajenas a la suya propia. Las técnicas y peculiaridades de su arte están presentes, aunque repartidas, entre otros muchos pintores contemporáneos o anteriores a él.

Campo de trigo con ciprés
Campo de trigo con ciprés

Además, comparando su arte con el de personas con trastornos psiquiátricos serios, resulta difícil hallar paralelismos. Los artistas con ciertos trastornos graves suelen plasmar sus traumas en los temas pintados, que reflejan sus ansiedades, delirios, pesadillas o visiones, más que en el estilo (y cuando se refleja en el estilo suele ser de manera más abstracta y abigarrada). Los artistas mentalmente enfermos hasta el punto de que su obra no puede evitar reflejar sus trastornos pintan lo que hay en su interior, como una manera de desahogar su psique. Van Gogh, en cambio, nunca dejó de pintar del natural, ni aun en sus últimos tiempos en donde su mente se estaba desmoronando. No se sentía capaz de mirar un paisaje y volver a su estudio para pintarlo de memoria, necesitaba inspirarse contemplando directamente el objeto o paisaje pintado y de hecho era el típico artista “de campo”, que sale a pintar porque no le gusta tener que imaginar. Tampoco hay rastros de las obsesiones geométricas que suelen aparecer en las pinturas de ciertos psicóticos, como los esquizofrénicos por ejemplo. Como mucho, podría decirse que las espirales que aparecen en los cuadros de su último periodo podrían recordar a dichas fijaciones geométricas, pero aun así tampoco hay motivo para dejar de lado la explicación más sencilla: que van Gogh empezó a incluir espirales en sus cuadros porque así lo decidió como artista. No hay mucho más rastro en su obra que nos lleve a pensar que su pintura viajaba en paralelo con su torturada psique. Dicho de otro modo: si no se hubiese cortado una oreja, si no se hubiese suicidado y si no hubiese sido el individuo disfuncional que era, no hay nada en sus cuadros que solamente viéndolos nos hubiese llevado a pensar que era un paciente mental y no simplemente un atrevido experimentador posimpresionista. Van Gogh pintaba como pintaba porque era un artista con talento que recogió influencias variadas y se creó un estilo propio con ellas; el que estuviese loco o no, poco tuvo que decir en sus cuadros.

Gloria póstuma

Noche estrellada
Noche estrellada

Cuando en 1987 uno de sus varios bodegones con girasoles se convertía en el cuadro más caro de la historia hasta entonces, la noticia llevó el arte a las portadas de todos los periódicos, demostrando una vez más la fascinación que Van Gogh siempre ha despertado en el público. Uno de los comentarios más repetidos entonces era el de cuán irónico resultaba que sus obras valiesen fortunas cuando, en vida, no había vendido nunca un cuadro (en realidad, durante una corta temporada sí vendió algunas láminas). Eso aumentaba el aura romántica del artista incomprendido en su tiempo al que la posteridad descubre y convierte en icono. Aura que incluso la ficción había contribuido a engrandecer durante décadas, como en la novela Lust for life de Irving Stone y su famosa adaptación al cine —en España se estrenó con el horrendo título El loco del pelo rojo— en la que Kirk Douglas hacía un poderoso retrato del pintor que le valió una nominación al Oscar (Anthony Quinn ganó una estatuilla con una también fantástica interpretación de Paul Gauguin, por cierto). La literatura y el cine acentuaron algunas facetas de la vida de Van Gogh, o sencillamente las fantasearon, para redondear la imagen romántica del personaje. Su dramático suicidio —Van Gogh salió al campo con una pistola, se disparó, regresó caminando a casa con la herida abierta y tardó dos días en morir, falleciendo en brazos de su hermano— ayuda aún más a acentuar esa imagen de inadaptado.

Iglesia de Auvers
Iglesia de Auvers

Y lo era, excepto en el plano artístico. Como hemos mencionado, Van Gogh se codeó con importantes pintores de su tiempo y gozó no sólo de la amistad sino también de la admiración de varios de ellos. No era el pintor adelantado a su época a quien sólo se pudo comprender después, como tantas veces se le ha querido presentar. Era, sí,  un artista de vanguardia, pero reconocido por la propia vanguardia, aunque ciertamente nunca triunfó en el aspecto comercial. Pero su personalidad fue un mayor impedimento para el éxito que su estilo pictórico. Tenía talento y tenía contactos, proviniendo como provenía de una familia dedicada al comercio de arte. Pero él mismo terminó oponiéndose fieramente a ese comercio, llevado por el fogoso extremismo de su carácter, y voluntariamente se alejó de cualquier posibilidad de convertirse en un artista vendible. Ya entonces, para triunfar en el arte hacían falta tantas —o más— habilidades sociales que pictóricas y el don de gentes de Vicent van Gogh brillaba por su ausencia. No era un artista incomprendido, sino una persona incomprendida e incomprensible. Podría haber vendido cuadros y haber tenido éxito si hubiese sido capaz de poner en marcha las habilidades sociales necesarias.

Botas
Botas

De todos modos, aunque la enorme fama de Van Gogh se debe en parte a ese aire novelesco de su biografía, no sólo su turbulenta figura es responsable de su gloria posterior. La pintura de Van Gogh tiene una enorme capacidad de transmitir, quizá por lo emocionalmente cercano que él mismo estaba a su propia obra. Más que ningún otro gran impresionista, Van Gogh pintaba para sí mismo, con apasionamiento y auténtica candidez. No en vano sus cuadros suelen ser los favoritos no sólo de muchas personas poco aficionadas a la pintura pero que se sienten atraídas por su estilo, sino también de los niños, quienes captan con facilidad la expresividad rotunda e ingenua de su obra. Es literalmente un pintor para el pueblo —algo que sin duda le hubiese hecho feliz— y su pintura está tan desnuda de artificios que un profano puede analizarla con la misma habilidad que un entendido en arte, porque los cuadros de Van Gogh le hablan a cualquiera, en un idioma perfectamente comprensible. Para la mirada inocente del profano, sobresale de entre otros pintores de su generación por esa fogosidad característica que impregna tantos de sus lienzos. Incluso sin conocer su personalidad, cualquier observador podría notar que su pintura vibra con la urgencia del artista consumido por la pasión de la creación, por la punzante necesidad de expresarse de la manera más inmediata posible (de hecho, solía pintar con extraordinaria rapidez, en ocasiones hasta varios cuadros en un solo día).

Un cuadro de Van Gogh es algo que atrae las miradas, hace girar cabezas y obliga a que centremos en él nuestra atención. Podría decirse que fue el mejor cartelista de la historia, porque sus pinturas se convierten automáticamente en llamativos anuncios con sólo añadir texto y presentarlos en ese formato. Creo que nadie puede decir que nunca le ha llamado la atención un cuadro de Vincent Van Gogh. Probablemente sea esta la principal cualidad de su arte: es sobresaliente. Tuvo una habilidad poco común para disponer los elementos de un cuadro de manera muy llamativa y en la composición fue quizá donde fue más rompedor, más único, y donde más consigue que sus lienzos resalten con inmediatez. Pero todo ello, insistimos, debemos atribuirlo a su talento. De haber sido un individuo centrado y feliz, es posible que sus cuadros resultasen menos inmediatos, pero las técnicas y el estilo hubiesen sido prácticamente idénticos, porque son el producto de una evolución artística perfectamente normal, no de las circunstancias de una vida anormal. Sus cuadros no son el reflejo de un alma torturada, sino de un sincretismo pictórico perfectamente explicable. Vincent Van Gogh estaba loco, sí, pero su arte es el de un hombre cuerdo. No otorguemos a la locura lo que es mérito del genio.

Paisaje de otoño
Paisaje de otoño

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18 Comentarios

  1. Arkaitz Mendia

    magistral articulo.felicidades.

  2. me da mucha pena la vida de vincent van gogh,creo que fue un genio y es verdad que al hablar de sus trastornos emocionales, se desdibuja y subestima su gigante figura…pensar que hoy,quien no tiene trastornos de ansiedad?y mas tambien,pero hoy hay medicacion,psiquiatras,psicologos…en fin nacio adelantado el pobre de Vincent,no?

  3. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Vicente Todolí: “Una obra sola no significa nada, el arte es panteísta”

  4. Buf, Van Gogh es uno de mis pintores favoritos y me ha asomado la lagrimilla. También sus «Cartas a Theo» es uno de los libros más hermosos que he leído. Estupendo artículo.

  5. Felicidades por el artículo. Hemos llegado a un punto donde parece que el arte solo es obra de la locura. Es la justificación. Tal vez por la alienación marcada del trabajo y por el desgaste continuo frente a pantallas, a ser pasivos y no activos.

    Es curioso también que hagas referencia a la vida de Velázquez y lo compares con lo de Van Gogh porque hace poco leí un libro, El mundo en un bolsillo de John Berger, que hacía referencia un poco a que se da más importancia al sitio donde pinta que a lo que pinta. También en una revista colombiana, El Malpensante, decía un ensayo que el libro electrónico va a tender a que el autor sea la estrella y no la propia literatura. Eso parece que nos hace justificar las obras en vez de disfrutarlas. Ver si fue triste, deprimido o loco para consolarnos ante nuestra falta de creatividad.

  6. Pingback: Van Gogh, ese célebre desconocido

  7. Sencillamente,GRANDIOSO.Eso es lo que fue Vincent.

  8. Eli marin

    Cual es el nombre del primer cuadro? Me hace recordar a campo de trigo con cuervos, uno fe mis favoritos

    • América

      Me parece que el cuadro al que te refieres es un montaje en el que se fusionan dos obras de Van Gogh: en la parte inferior, reconozco la «Noche estrellada sobre el Ródano»; en la parte superior, como lo advertiste, el «Campo de trigo con cuervos».

  9. Christian

    Hola, muy buen articulo, mi mensaje es para preguntar algo, estoy haciendo un trabajo para la facultad y no puedo encontrar en ningun sitio el nombre y año del cuadro que aparece como portada debajo del titulo, necesitaria saber si alguien sabe como se llama dicho cuadro y en que año fue hecho.
    Muchas gracias

    • E.J. Rodríguez

      Hola, Christian:

      La imagen de cabecera no es un único cuadro, sino un montaje que hice yo mismo con dos de sus lienzos más célebres.

      Un cordial saludo.

  10. Definición de Van Gogh de su habitación en el cuadro “Dormitorio en Arles”: “…simplemente reproduce mi habitación; sólo el color tiene que hacerlo todo, dando un estilo grandioso a los objetos con su simplificación , llegando a sugerir un cierto descanso o sueño…” “…No hay nada más en esta habitación de contraventanas cerradas. Las piezas del mobiliario deben expresar un descanso firme; también, los retratos en la pared, el espejo, la botella, y algunas ropas. El color blanco no se aplica al cuadro, así que su marco será blanco, con la pretensión de conseguir el descanso obligatorio que me recomiendan. No he representado ninguna clase de sombra; sólo he aplicado simples colores planos, como los de las crêpes…”
    Como bien escribes en el artículo, no es necesario ser un experto en arte para captar lo que expresa Van Gogh, seguramente al ver el cuadro “dormitorio en Arlés” todos sentiremos sensación de desequilibrio, incluso angustia y opresión, es decir, justo lo contrario que cree transmitir Van Gogh (descanso firme, tranquilidad, etc.). Van Gogh pretendía transmitir una cosa, pero sólo conseguía expresar lo que llevaba en su interior, su angustia vital, su ansiedad interna ligada a su personalidad enferma, por no llamarla “locura”. Muy contrariamente a lo que explicas en el artículo, la pintura de Van Gosh está totalmente ligada a su desequilibrio interno, no sólo por lo que acabo de decir, sino también por la forma pintar, esa pasión obsesiva por expresar lo que lleva dentro que le hace pintar con desmesura varios cuadros en un solo día, como tú indicas. También la fuerza y la energía de los colores amarillos y naranjas que emplea, colores ardientes, tan ligados a la expresión de la locura. Me parece un artículo interesante pero creo que es totalmente desacertada esa opinión tan radical de que Van Gogh sin su locura se habría expresado igual y que su pintura es motivo de una evolución natural de un pintor avanzado. En lo que estoy totalmente de acuerdo es en que Van Gogh fue un genio independiente de su locura. Por cierto, no es por discrepar en todo, pero el mejor cartelista de la historia o por lo menos el precursor, fue otro genio llamado Toulouse Lautrec.

    • totalmente de acuerdo. de hecho el autor del artículo se contradice ya que expresa «De haber sido un individuo centrado y feliz, es posible que sus cuadros resultasen menos inmediatos», y a continuación afirma «Sus cuadros no son el reflejo de un alma torturada, sino de un sincretismo pictórico perfectamente explicable», lo cual es lo contrario a lo dicho anteriormente. Entiendo lo de la técnica, pero la expresión, lo que transmiten los cuadros, sí son debidos a su personalidad trastornada (también lo dice el autor del artículo). Y bueno, si comparas algunos de sus paisajes, con «campo de trigo con cuervos», que pintó justo antes de pegarse el tiro, puedes ver que este último expresa un desequilibrio brutal, mientras otros como «La cosecha (la llanura de Crau)», 1888″ refleja paz absoluta. Una cosa es el estilo, y otra la expresividad y lo que transmite, y como bien has ejemplificado tú con el de la habitación (ansiedad y angustia total), a veces es muy clara y desequilibrada.

  11. Vincent, Es posiblemente uno de los mejores pintores del mundo. Hay que fijarse con muchos detalles; con eso con los detalles; que tiene en sus pinturas y que casi al ojo humano pasan desapercibidos. Ahora que estoy pintando el patio del café. hay que ver la cantidad de detalles que casi se te pasan por alto. Es un genio. Unico.
    Lastima que no hubiera hecho mas cuadros.
    Gracas por la pagina.

  12. Muy buen artículo, sin embargo, como historiadora del arte, me cuesta disociar la obra de arte de los avatares, la psique, o los acontecimientos de la vida del artista.
    Soy de la opinión de que tanto el contexto en el que se vive, como los demonios interiores influyen en todo ser humano. La diferencia radica en que algunos los plasman en pintura, escultura, literatura, música etc., otros en otras disciplinas menos artísticas y otros los fagocitan sin darles rienda suelta…
    Recomiendo el libro del filósofo Karl Jaspers, «Genio artístico y locura».

  13. «Dicho de otro modo: si no se hubiese cortado una oreja, si no se hubiese suicidado y si no hubiese sido el individuo disfuncional que era, no hay nada en sus cuadros que solamente viéndolos nos hubiese llevado a pensar que era un paciente mental y no simplemente un atrevido experimentador posimpresionista».

    Me pregunto cómo se puede diagnosticar a una persona de una enfermedad mental a través de sus pinturas.

  14. Sobresaliente artículo, gracias!

  15. Pingback: El tigre de Tarzán (II): La función 32 – El Sol Revista de Prensa

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