Música

In Memoriam: Trish Keenan

Trish Keenan

Confieso que llegué a descubrir Broadcast muy tarde. Es por eso que ni pretendo dar una lección de conocimiento respecto a la banda, ni a descubrirle el agua caliente a todos aquellos que llevaban mucho tiempo siguiendo al desparecido grupo. Simplemente sirvan estas líneas como homenaje a Trish Keenan en el primer aniversario de su muerte, ya que hace un año me hubiera gustado haber leído mucho más de esta formación que aún a día de hoy me siguen sorprendiendo como la primera vez que escuché algo suyo.

Meses antes de asistir a la primera edición del Sonariño da Coruña, un amigo me dijo que Broadcast serían las estrellas des festival aunque no fuesen cabeza de cartel. Yo, que jamás había oído hablar de ellos, me puse a buscar algo suyo y así fue como di con el Tender Buttons. Un disco de electrónica como nunca antes había escuchado, consiguiendo hits potentes con sonidos de lo más dispares y bizarros, sin llegar a resultar estridentes, sino totalmente lo contrario: puramente melódicos e incluso con un toque melancólico. Gemas a descubrir como I Found the F, Black Cat o America’s Boy.

Y fue el día del concierto y allí estaba ella, Trish Keenan, de riguroso blanco en un auditorio cerrado a cal y canto. En un primer pase, junto con su compañero de grupo, se dedicó a proyectar visuales en b/n y a jugar con las distorsiones creando atmósferas de sonido y tomándose su tiempo para tal tarea. Ni una sola luz en el resto de la sala, más allá de la pantalla y su vestido blanco en el que se reflejaban esas imágenes, como si ella formase parte de ese mismo entramado de luz y sonido, como si en realidad ella fuese otra proyección más que se esfumaría al volverse a encender las otras luces, las del auditorio.

Meses después prácticamente me pasaba el día escuchando el Tender Buttons y también el Haha Sound, sobre todo la preciosa melodía de Colour me in. Siempre sentí que esos álbumes eran algo que más que canciones en el iPod, como si desprendieran una energía que percibía pero no era capaz de comprender. Incluso llegué al punto de, cada vez que algo malo me ocurría, preguntarme si esas canciones únicas e irrepetibles podrían estar malditas, buscando los dobles sentidos en las letras de los últimos temas que había escuchado, una señal que confirmase la disparatada teoría del grupo que me obsesionaba desde el festival.

Pero después de siete meses de aquel maravilloso concierto, siete meses de descubrimientos, de escuchas en mi cuarto de The Noise Made by People con las luces apagadas, llegó ese fatídico 14 de enero en que leí que una neumonía había matado a Trish Keenan. Sentí pena cuando murió gente como Marlon Brando o Michael Jackson,  pero la muerte de Keenan fue algo totalmente nuevo para mí. Para empezar, no encontré en prensa, ni siquiera en internet, tanta repercusión como pienso que debería haber merecido. Algo lógico, al fin y al cabo se trataba de una desconocida para el público con la que yo me topé casi de milagro. Pero además, hacía ya meses que tenía la ilusión de volver a verlos en el concierto anunciado para el último Primavera Sound.

Por estos dos motivos su muerte me resultó más frustrante que la de otros artistas ya pasados a mejor vida. Una gripe A de mierda, cogida en pleno viaje navideño a casa de unos familiares, se había cargado uno de los mejores descubrimientos musicales que más me han fascinado en los últimos años. Y ahí fue cuando todo cambió. Cuando esa maldición que pensaba que arrastraban sus discos, y que sirvieron de innumerables bromas y coñas entre mi grupo de amigos, en realidad se volvieron contra la propia banda. Y es que tenía que pasar tarde o temprano, que obras tan atemporales y fascinantes sepultaran a sus creadores con el paso del tiempo. Como siempre ha ocurrido, sólo que esta vez ocurrió demasiado pronto, para mí al menos.

Al final, por hache o por be, no fui al Primavera Sound y Broadcast se terminó con la muerte de su cantante. Sin embargo seguí escuchando esos discos y aunque la energía la sigo percibiendo, ya no es de la misma forma. Ahora siento que desde el momento en que Keenan murió, esa voz que escucho seguirá sonando muchos años después de que ninguno de nosotros esté ya aquí. La voz de una leyenda que aunque jamás llegue a mover hordas de seguidores, siempre recordaré en aquel vestido blanco y pelo negro liso, que micro en las manos, como si rezase, cantaba la maravillosa Corporeal con la mirada perdida y la cara oculta entre las imágenes que se proyectaban. Como si ella también se fuese a esfumar cuando se encendieran las luces. Como así fue, en realidad.

Un placer, Trish. Y gracias por todo.

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5 Comentarios

  1. Trish nos acompañaba en los últimos 90 pero nunca los ví en directo. Su anuncio para el Primavera fue un aliciente para no faltar a la cita un año más. La noticia me dejó entre la perplejidad, la tristeza y la frustración. Ya nunca más habría Broadcast, ya jamás podría verlos en directo. Se cerró de golpe una página de mi vida con sus canciones de fondo. Gracias por el artículo Jairo. Para algunos de nosotros fueron muy grandes, y lo siguen siendo.

  2. Dolorosa pérdida y acertada crónica de una de las mejores voces del panorama moderno.
    Para los que no hayan visto al grupo en concierto, corre por la red uno suyo en la radio francesa realmente delicioso. Busquen por «Black Session» y lo encontrarán fácil. Como documento sonoro, inmejorable

  3. Ariel Quiñones

    Hermosa evocación Jairo, yo los escuché en tiempo a partir de Noise made, gracias a causalidades de encuentros y fiestas de Bs As. Desde un primer momento me interpelaron de una manera muy fina y sensitiva. Las atmósferas, tan personales, las referencias sumamente tamizadas por un tiempo diferente, y ella con un hipnotismo bellísimo, único. Qué bueno que hayan editado todo en vinilo, ha sido algo así como aliviar un cierto ahogo. Tan pocos lo disfrutaban por aquí. Pero su música ya está entre nosotros, y sigue viajando por sí misma. Gracias Trish, y su compañero. Saludos

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