Opinión Vuelva usted mañana

Tsevan Rabtan: ¿Son Slim, Gates o Buffett un producto de desecho inevitable de nuestro sistema?

Hace siglos los pensadores políticos más prudentes pretendían limitar el poder de los soberanos absolutos y muchos creían que esto era imposible. Hizo falta esperar a fines del siglo XVIII para que naciera con fuerza un movimiento abolicionista de la esclavitud que lentamente se fuese extendiendo por el mundo. Solo en el siglo XX las mujeres han adquirido un estatus jurídico igual al de los hombres en todos los países democráticos. Cuando echamos la vista atrás nos preguntamos cómo, durante tanto tiempo, generaciones de personas aceptaron situaciones que ahora nos parecen indiscutiblemente injustas. Pero es una pregunta retórica e infantil porque tenemos la respuesta en todos esos casos.

Hablemos de los muy ricos.

Gracias a los simpáticos señores de la revista Forbes, he podido hacer una suma de la fortuna de los 25 primeros “megarricos” del mundo en 2010. Me ha salido una cifra de 648.300 millones de dólares (aclaro que he incluido en la lista a tres “reyejeques” porque cumplían perfectamente los requisitos y le daban exotismo al grupo).

A continuación, he comparado el pastizal de esos 25 señores con el PIB mundial de ese mismo año. Resulta que la suma de sus fortunas equivale a un 0,88 % del PIB mundial. Si miramos el PIB de los 182 países que aparecen en la lista, descubrimos que sólo hay 21 países que tengan un PIB superior a esa fortuna acumulada. O, por decirlo al revés, que hay 161 países que tienen un PIB inferior. Los tres primeros de la lista (Slim, Gates y Buffett) tienen, cada uno de ellos, más dinero que el PIB anual de más de la mitad de los países del mundo.

Esta extrapolación sirve para dejar constancia de un hecho: los muy ricos son muy ricos en comparación con la riqueza mundial. Nos dice Forbes, además, que hay 1.210 personas en el mundo que son dueñas de fortunas valoradas por encima de los mil millones de dólares.

Podríamos intentar plantear la cuestión de la riqueza de esos señores desde un punto de vista aséptico, como se la plantearía un xenomorfo azul con estudios que llega a la Tierra desde un planeta con un equilibrio ecológico ideal. Un análisis así podría llamarse “Cartas Pandóricas”, y se centraría en el hecho absurdo de que los terrícolas permitan que unos pocos sean dueños de miles de millones de dólares, cuando miles de millones de personas apenas son dueños de unos pocos dólares. Si hiciera algo así, muchos clamarían llamándome ingenuo o adanista, así que no lo haré, aunque la pregunta del xenomorfo sigue en el aire.

En cualquier caso, ¿está justificado de alguna manera que haya personas que acumulen un poder económico tan impresionante? Supongo que no se discutirá que ese poder económico trasciende a esa esfera y se convierte, casi inevitablemente, en poder político. Por ejemplo, el presupuesto del Departamento de Justicia de los Estados Unidos asciende a 43.800 millones de dólares. Saquen ustedes consecuencias.

Esa, la pregunta acerca de la justificación o no de esa acumulación anormal, me la llevo haciendo desde hace mucho tiempo. Y creo que es una pregunta que irá adquiriendo cada vez más importancia.

Dejo de lado posibles respuestas desde ópticas comunistas o socialdemócratas. No me interesan. Me interesa la respuesta desde una posición liberal y, a la vez, me asombra que esta cuestión no esté presente, de manera central, en la agenda de los que se llaman liberales. Al menos tal y como yo entiendo el término.

La primera respuesta posible es la más simple: son muy ricos sí, pero esa fortuna es suya. Legalmente suya. Es suyo “porque se lo han ganado”. Si se considera que el derecho a la propiedad privada es un “derecho fundamental” cualquier limitación cuantitativa equivaldría a una intromisión del Estado, inadmisible. El Estado puede cobrar impuestos, pero esos impuestos no se pagan para reequilibrar nada —función que se considera distorsionadora—, sino que deben dirigirse a mantener un aparato estatal mínimo que garantice la seguridad de los ciudadanos, es decir, un marco en el que los convenios privados puedan desenvolverse de forma segura y eficaz. Todo lo más, se advierte, el Estado debe realizar una función asistencial, de mínimos vitales. Que haya “muyrricos” sería una consecuencia inevitable con independencia de consideraciones morales.

Esta tesis siempre me pareció o ingenua o ventajista por una razón: nunca se ha construido una sociedad desde la nada. No ha existido, social e históricamente, una partida de monopoly en la que a todo el mundo le hayan repartido la misma cantidad de pasta antes de empezar a jugar. Echemos un vistazo, simplemente, a los actuales ricos de Rusia o China. Si es usted francés y se escandaliza, recuerde lo que pasó en los siglos XIX y XX, durante la colonización de África, y el origen de una gran parte de las grandes corporaciones francesas actuales. Esto lo digo a modo de ejemplo. Como contrapartida, no se me ocurre una política más liberal, por ejemplo, que esa que es capaz de invertir en crear unas condiciones de partida lo más iguales posible. Por ejemplo, gastar mucho en educación. Que gaste mucho el Estado en educación.

Esa insistencia obsesiva de algunos liberales en las consecuencias dogmáticas del derecho a la propiedad privada traiciona además la “modernidad” del pensamiento liberal que, en sus orígenes, gravitaba sobre la defensa de la libertad individual frente a la tiranía del Estado, que era, entonces, un Estado patrimonial, que pertenecía a una casta legalmente privilegiada. Naturalmente, la libertad económica se fundamenta en la propiedad privada, pero ¿hay alguna razón que impida poner límites cuando la acumulación de poder económico en un solo individuo es peligrosa para los demás? Más aún ¿hay alguna razón que justifique la transferencia de esas vastas fortunas por un hecho biológico, como la relación de parentesco, que no tiene nada que ver con el origen de las mismas?

Además, las doctrinas que dan lugar a las leyes antimonopolio son de origen liberal. Es decir, los liberales no han tenido reparos en corregir el mercado y afectar al sacrosanto derecho de libertad económica cuando se trataba de conseguir un “bien” superior: asegurar la competencia.

Aclaro que, como creo que la garantía de la propiedad privada y una posición del Estado lo más pasiva posible (siempre considerando la complejidad de las sociedades actuales) son elementos imprescindibles para el crecimiento económico y el aumento de bienestar generales, la cuestión no es que pretenda que no existan desigualdades o que pretenda que el Estado realice alguna labor de redistribución. No pretendo eso. Lo que hago es plantear si ese excedente, en mi opinión pernicioso, el del “megarrico”, es inevitable como parte de un sistema en conjunto insustituible por otro mejor, o si puede ser evitado.

Las teorías liberales defienden un modelo que debiera centrarse en la libertad de elección y en la capacidad para realizar un proyecto privado beneficioso. No es un modelo que tenga entre sus objetivos que alguien acumule una fortuna que le permita literalmente comprar países enteros, sino que pretende maximizar el bienestar del conjunto de los ciudadanos, como seres libres.

No tengo una posición definida. Por un lado, me parece peligroso y contrario a la libertad individual que unas pocas personas, gracias a la protección del sistema, sean dueñas, más allá de cualquier parámetro razonable, de cantidades imposibles de gastar en su beneficio —entendiendo esto en términos usuales—. Por otro lado, una ley “antimegarricos” no puede estrictamente seguir el modelo de las leyes antimonopolio, que no afectan directamente a la propiedad sino al control productivo o de distribución de bienes. Cuando Howard Hughes fue obligado a vender las acciones de TWA por un tribunal federal, siguió siendo dueño de los cientos de millones de dólares que obtuvo por la venta. Una legislación que limite la acumulación de capital tiene necesariamente que afectar al dominio sobre ese capital, que debe salir de las manos del afectado.

Las dificultades de aplicar medidas así serían muy importantes. Debería introducirse simultáneamente en los países más ricos. Inmediatamente, cohortes de abogados intentarían parcelar las fortunas, ocultarlas aún más, minusvalorarlas y aplicar toda la ingeniería de que fueran capaces (y son capaces de mucha) a hurtar su aplicación. Sin embargo, el simple hecho de su existencia pondría de manifiesto que la sociedad humana evoluciona hacia un modelo más racional. Al igual que han desaparecido los tribunales de sacerdotes que emitían decisiones sin aplicar códigos escritos, al igual que vamos echando a la basura de la historia a los reyes absolutos, un pensamiento liberal que beba de sus fuentes tiene que considerar si esta consecuencia no es una forma bastarda de reintroducir en la ecuación al poderoso que materialmente goza de privilegios —en su sentido etimológico—, por mucho que la ley sea formalmente igual para todos.

Yo creo que no es bueno que haya personas que acumulen miles de millones de dólares. No tengo nada en contra de que haya gente que sea rica, incluso muy rica. Sin embargo, a partir del momento en que multiplicamos por cien o por mil la riqueza media de un ciudadano medio, es difícil sostener que un incremento no empiece a resultar un peligro para sus conciudadanos.

Y no debería ser este un tema tabú para los que creemos en la libertad como valor central, esencial e irrenunciable —incluida la económica—, en la propiedad privada, en un sistema en el que el principio sea que el Estado no actúe salvo cuando esté absolutamente justificado (y esto siempre sujeto a una interpretación restrictiva). Sobre todo porque se supone que nuestro modelo de sistema pretende ser abierto y capaz de adaptarse.  

Además, escribo este artículo con la esperanza de que intervenga activamente en la discusión la secretaria de Warren Buffett. Seguro que mis jefes de Jot Down estarían encantados.

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9 Comentarios

  1. Joaquim Navarro Vaquero

    El ser humano necesita de un modelo sobre el que funcionar y a partir de allí una libertad en la que trabajar sobre esa pequeña estructura. El problema es cuando creemos que esto se puede hacer en términos económicos cuando tenemos 2 grandes problemas actualmente:

    1- El dinero se ha transformado de un medio (una forma de cambiar bienes) a un fin. Ahora se trata de amasar dinero, aunque el dinero en sí no tiene un valor real, como el oro. Esto viene causado por considerar el dinero como la mayor moneda de cambio, como algo que da poder (que de hecho lo da). Y este hecho además hace que mientras tenga tanta importancia el dinero existirán toda una serie de intereses y de conflictos provocados que quienes sean capaces de amasar más (y en un mundo de economía liberal con tener pocos escrúpulos es fácil conseguir más dinero que los que sí tengan una ética a la hora de ganarlo) siempre tendrán más poder y podrán seguir amasando más (una puta espiral).

    2- Valores. Como he comentado el dinero se ha convertido en el centro de todos los problemas del mundo y de la gente. Conseguir dinero es un fin que muchas veces conlleva actos amorales o nada éticos. Se suprimen los valores que sí podían tener legitimidad (existen valores tradicionales que evidentemente necesitan revisión) por tal de poner un sólo valor. La justicia se compra, la verdad (la mal llamada por los medios opinión pública) también está en venta, e incluso el amor (en muchas de sus formas) se ha convertido muchas veces en una cómoda y conveniente prostituta.

    Creo que lo que hace falta como bien apuntas es una educación, un gran gasto en educación, pero no simplemente para intentar (que no se conseguiría precisamente en un espacio «liberal») una cierta equidad. Lo que se trata es de que el ser humano actúe con raciocinio y también con empatía. Una persona es persona por su inteligencia racional y por la también llamada inteligencia emocional. Si una persona carece de cualquier empatía también carecerá de ética, puesto que no ve que el prejuicio que pueda ocasionar a otra persona sea algo «malo». Y de eso se trata en muchas ocasiones. Hay que invertir en educación para que todos seamos lo más humanos posibles, más allá del dinero o de los gobiernos. No podemos exigir un mundo libre si criamos monstruos a los que les decimos que la vida es popularidad y poder… Porque se pisarán entre ellos.

  2. Estimado Rabtan, muy buena reflexión. Al hilo de tu anterior post… confiemos en que el segundo principio de la Termodinámica haga de las suyas…

  3. Actualmente el «excedente» en forma de grandes fortunas va asociado a un proceso histórico en el que el decisor ha aumentado muchísimo su peso en el sistema de producción.

    regular efectivamente en ese sentido sería muy difícil. Las propias teorías liberales de rational choice nos dirían que es muy difícil que el decisor, como stakeholder, pueda plantearse un proceso por el cual perdería un bien estructural estratégico. ¿Como cojones legislar en una dirección que fortalece el Estado en un sentido que no te beneficia?

    Es complicado.

    Además, en nuestras actuales economías los superricos suelen estar integrados en dos tipos de actividades económicas que precisan enormes concentraciones de capital: desarrollo I+D y actividades puramente financieras. El papel del pequeño actor económico en ambos ámbitos es marginal, y además su impacto en un mundo de pequeños emprendedores que igualan costes con beneficios, como se plantearía en situaciones de competencia perfecta… es casi absurdo.

    Tendería a decir que es funcional para el actual «sistema» (no me gusta hablar de sistema a la ligera) que existan tremendas bolsas de capital. A costa de gigantescas ineficiencias permite que las cosas funcionen en un mundo a la Steve Jobs. A mí no es un mundo que me apasione, pero teniendo en cuenta que una buena parte de los ricos atontados (me incluyo en ese grupo) de éste planeta adoran sus perspectivas… pues he de suponer que es el precio a pagar.

    Para mí, teniendo en cuenta que estoy afincado en el mundo de las ciencias sociales y que eso puede convertirme en un ente bastante miope, esas desigualdades brutales están relacionadas con el tipo de progreso al que estamos accediendo. Un progreso que se centra en acumulación de conocimiento y su comercio rígidamente regulado.

    Cambios en esas desigualdades no son posibles sin una re-interpretación de lo que nosotros entendemos como progreso, puesto que todo nuestro sistema económico tiende a justificarse en la idea de avance continuo. Sin eso, cualquier regulación pondría en jaque el desarrollo de la economía actual. Vamos, es que ni siquiera las teorías económicas que nos enseñan a nivel teórico básico conciben ese tipo de cambios, son muy rígidas. Muy darwinistas, de algún modo.

    Lo que está claro es que si queremos una nube, un más pequeño y potente todavía, un ahora mismo y un diferenciese, debemos olvidarnos de pensar que los superricos están ahí contra nuestra voluntad.

  4. Saltimbanco

    Creo que partes de una idea equivocada: que el dinero da poder, cuando lo cierto es que lo compra. El poder real es del Estado, en sentido amplio. Ninguna empresa puede obligarme a comprar sus productos, ni puede limitar mi capacidad de elegir a que dedico mi dinero. El Estado sí. Si el dinero compra poder, es porque quien realmente lo ejerce, los políticos, están en venta. Todos, o la gran mayoría, somos potencialmente corruptos, es la condición humana. La única forma de evitar la corrupción es limitar el poder, o al menos repartirlo de tal forma que nadie tenga un poder político desmesurado.

    No siempre el origen de las grandes fortunas tiene un pasado tan oscuro, aunque muchas veces así es. El caso de las empresas tecnológicas es un claro ejemplo. Muchas de estas empresas (HP, Google, Yahoo, etc) fueron creadas por veinteañeros en un garaje. En España tenemos el caso de Amancio Ortega.

    Si es moral o no tener tanto dinero, depende del juicio de cada uno. Lo que no tengo claro es que el resto del mundo sería menos pobre si no existieran esos ricos. Es una suposición muy atrevida.

    Además, cuando hablas de invertir en educación, estoy de acuerdo, pero ¿conoces a alguien en España que habiendo querido estudiar no lo haya podido hacer? Evidentemente no estoy hablando de la generaciones anteriores, pero cualquier menor de 40 o 45 años ha estudiado hasta que ha querido, salvo casos muy puntuales. Es más una cuestión de voluntad que de posibilidades.

    El liberalismo no es una ideología perfecta, está muy lejos de eso, pero creo que es la más realista a la hora de reconocer nuestras limitaciones. La planificación estatal no funciona en economía, carecemos de la información necesaria para planificar algo tan complejo. Además las personas no somos átomos que se comportan siempre igual. Somos seres muy complejos y variables, cada uno con su escala de valores. No se puede decidir que conviene a la sociedad en su conjunto porque nunca nos pondríamos de acuerdo. Lo máximo a lo que podemos aspirar es a planificar nuestra vida en base a nuestras propias prioridades.

    Por último, cometes un error garrafal desde el punto de vista económico, aunque supongo que lo cometes porque es práctica común entre las personas que desconocen estos conceptos. La riqueza de una persona no se puede comparar con el PIB de un pais. La riqueza es una stock y el PIB es un flujo. Para decirlo de forma más clara, la riqueza es la acumulación de bienes que posee una persona, empresa, etc. obtenida a través de un cierto periodo de tiempo (normalmente años). El PIB es el valor de los bienes y servicios producidos por un pais durante el periodo de un año. Son magnitudes que no son comparables por definición. Es un error que se comete habitualmente en muchos medios. Lo mismo pasa cuando se compara el PIB con la facturación de una multinacional.

    Un saludo.

    PD: Aunque no estoy de acuerdo con este artículo, reconozco que algunos de los que has escrito son obras maestras.

  5. Saltimbanco, gracias por tus comentarios.

    El dinero da poder. Es así históricamente. Que sea por comprarlo es una matización interesante, pero a efectos prácticos no es muy importante. Otra cosa es que te lo garantice. No (por ejemplo en Rusia antes de la revolución o Alemania en el caso de los judíos). Pero tampoco te lo garantiza el tener el poder, como se demuestra cuando poderosos económicamente han derrocado Gobiernos. En la práctica, insisto, lo que digo es válido.

    Me consta que el origen de muchas fortunas no es resultado de situaciones previas de poder. Hay mucho casuismo; pero también es cierto lo que afirmo en el artículo.

    Creo que lo de la Educación no es sólo un problema de voluntad. Un sistema debe articularse para escoger a los mejores y proporcionarles una educación excelente. Y promoverlos. En España hay un exceso de nepotismo.

    Me considero liberal. A lo mejor algo atípico. No hace falta que me convenzas.

    Lo del error. Era consciente de que la comparación se hacía en esos términos. En el artículo digo que comparo «fortuna acumulada» y PIB anual de esos países. Estuve buscando alguna manera de medir la «riqueza» de los países del mundo, para poder hacer una comparación más homogénea, pero no encontré una estadística que me sirviera. Aún así, me parece que, como digo, que las fortunas de 25 señores equivalgan a lo que se produce en un año en todo el mundo, es una demostración evidente de que son muy, muy ricos.

    • Saltimbanco

      Gracias por tomarte la molestia en responderme.

      Te aseguro que no pretendo convencerte de nada. Soy la persona menos proselitista que te puedas imaginar, por eso soy liberal, para no tener que formar parte de ningún rebaño, ni aunque me propusieran de pastor.

      El nepotismo en la educación es cierto, pero eso no se mejora con más inversión. La calidad de la educación se mejora con realismo y reconociendo que cada persona es diferente y no tiene las mismas capacidades. Que seamos igual ante la ley (como debe ser) no significa que todos seamos iguales, por fortuna. Sin embargo cuando algún político propone un bachillerato para los mejores estudiantes (he de decir que me fastidia tener que alabar a esa política en cuestión, pero intento ser objetivo), muchos se rasgan las vestiduras creyendo que es discriminatorio y que todos debemos estar en el mismo corral. Si un clavo sobresale, se le da un martillazo para que vuelva a su sitio. Luego nos extrañamos que nuestro país no obtenga ningún premio Nobel en ninguna ciencia. El igualitarismo lleva a la pobreza intelectual y material, pero consuela a los más mediocres, sean pobres o ricos.

      Por último, se puede comparar el PIB de una país con los ingresos anuales de estas personas y se estarían comparando magnitudes homogéneas. De todos modos no hace falta ninguna comparación para saber que la fortuna de estos señores es una barbaridad. De todos modos, en un sistema realmente democrático y no intervenido, cualquier compañía, por grande que sea puede ser desbancada por otra, o incluso desparecer por su mala gestión. Existen muchos casos que lo demuestran, desde compañías aéreas, hasta multinacionales tecnológicas. Nada te garantiza la supervivencia si el sistema no te permite comprar voluntades políticas.

      Un saludo

  6. Uno Que Pasaba Por Aquí

    No sé mucho sobre Filosofía Política ni sobre Económica; pero, si la desigualdad es un hecho, ¿consideran ustedes entonces que es pernicioso que el estado realice esa labor de redistribución a la que se refería Tsevan? ¿Y las personas que, por diversos motivos, no pueden trabajar? Ellos se benefician de la redistrubución obtenida con los impuestos. ¿Por qué hablar de «estado pasivo»? ¿Es pasiva la introducción de las leyes antimonopolio? ¿Sería pasiva la intervención estatal para regular aun más la economía a fin de evitar que se sigan produciendo crisis económicas como la actual? Que el estado regule o participe de algún modo en el ámbito económico no significa que deba existir una «economía planificada». ¿Acaso el liberalismo garantiza la desaparición de la desigualdad mediante el ejercicio insobornable de la libertad? Pero, ¿no es esta una hipótesis muy ingenua? ¿La desaparición del código penal garantizaría la inexistencia inmediata del crimen? Pues lo mismo en el ámbito económico.

    No sé; yo no tengo las cosas tan claras. Creo que es imprescindible una sociedad de mercado, que conlleva necesariamente el ejercicio de la libertad; pero también creo que los abusos son más que evidentes, y que hay que promover cierta solidaridad económica; mediante, por ejemplo, regulaciones de todo tipo. Yo no pienso, como creo que pensaba Mills, que la libertad garantiza la igualdad y el bienestar: a las pruebas actuales me remito.

    Perdonen si he dicho alguna barbaridad o he confundido los términos.

  7. La introducción de tu artículo me ha recordado a esto >> http://xkcd.com/980/

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