Correo extranjero Opinión

Pablo Mediavilla Costa: El papel futuro

Me pregunto por la impresión que causará en el futuro echar un vistazo a las hemerotecas de nuestro tiempo. Ciertamente, estas seguirán cumpliendo una labor documental incalculable para que los curiosos sepan quiénes fuimos, pero no dudo que descubrirán con extrañeza y distancia que esta época se resistió ahincadamente a la modernidad. Culpo de ello al relato periodístico, endeble frente al poder, atávico  frente a la ciencia, caduco y rancio en sus propias formas, asustadizo y autocensor. El primer borrador de la Historia, dicen.

Uno de los frentes de ese encontronazo con el progreso se encuentra en su relación con el mal. El asesino de Toulouse. El soldado Bales en Afganistán. Breivik. ETA. Atta. Todas esas sucias razones, todo ese aparataje funerario y sentimental del periodista para amortajar los hechos con un lienzo de hipótesis, dificultades, infancias reventadas, injusticias milenarias. Todos esos motivos. El terrorista, el psicópata, el neonazi, los gudaris y Alá. La frialdad, la normalidad vecinal, el adoctrinamiento, Palestina o deudas de un millón y medio de dólares que, según reza hoy en los medios estadounidenses, empujaron al soldado Bales al horror brandoniano. Como en el verso de Lorca en Nueva York, los nueve niños afganos taladrados por las hipotecas Citibank del sargento. El empeño del periodismo por distraernos de la condición animal del hombre, de sus pulsiones y sus enfermedades, de sus desequilibrios químicos y sus amígdalas es una tragedia contemporánea.

Imagino la euforia con la que los plumillas de sucesos del Londres del siglo XIX abrazaron los avances en ciencia forense. ¿Por qué no sucede eso hoy? ¿Por qué no toma la ciencia, de una vez por todas, el bastón de mando en el campo de batalla de la realidad? La hipótesis, quizá ligera y azarosa, es que el periodismo es extremadamente cauteloso a la hora de incorporar nuevas herramientas en su enfrentamiento con el mal, no vaya a ser que se quede sin crímenes pasionales, ideologías, aprietos pecuniarios o padres abusadores a los que recurrir como si fuera el botiquín de la redacción. Hay que ir a comer o enviar la cosa a imprenta. Un combate moral se libra, pero el periodismo ni se ha presentado. Antes de acorralar la violencia para siempre, habrá que pelear farragosamente con toda la literatura de siglos incrustada en ella. Algunos pioneros se atreverán a empezar sus crónicas desde los Toulouses que vendrán explicando, por ejemplo, la incidencia que los daños cerebrales tienen en comportamientos violentos (hallazgo relatado en este artículo felizmente traducido por Verónica Puertollano). El nuevo periodismo nacerá el día en que Pedro Jota Ramírez embargue una portada para decirnos algo muy importante sobre el córtex cerebral. Hasta entonces, ni la tableta más prodigiosa evitará que el periodismo siga acumulando papel para sus sonrojantes hemerotecas del futuro.

 

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6 Comentarios

  1. ¿Eufóricos con qué avances? ¿Los de Lombroso? ¿Los de Henry Goddard? Mucho de lo que en esa época se consideraba «científico» quedó desacreditado y hoy nos horroriza. Por ejemplo, ya que hoy es el día de las personas con síndrome de Down, habría que recordar que el tipo creía que los blancos que nacían con trisomía lo hacían con una especie de regresión a una etapa mongolide y que creía realmente que los mongoles eran como las personas con el síndrome de su nombre. Yo me cago de miedo con los hallazgos porque sé qué pasó con los animosos. personalmente prefiero que el córtex sólo aparezca en las páginas de ciencia.

    • Entiendo. Mi conocimiento de la ciencia forense en el Londres del XIX es nulo, pero me pareció que algo debió significar -algo positivo- para los plumillas de la época. Obviamente está todo un poco exagerado, lo de la portada y demás. A mí también me horrorizaría que sólo se hablara de córtex y amígdalas, pero la idea era dejar en evidencia que la ciencia no está presente en el relato periodístico y dudo que en el pasado fuera así. En fin, es muy probable que haya terminado haciendo la clase de literatura que quería denunciar.

  2. Un psiquiatra que conocí (en contra de lo que me hubiera gustado) decía que su oficio había perdido la poesía, según lo que pude deducir de mi relación con él, el paradigma según el cual operaba define al ser humano o, más concretamente, a la conciencia humana como una estructura que se cimenta en la bioquímica, siendo ésta causa y no consecuencia de nuestros estados mentales, nuestras ideas y nuestros delirios, nuestros sueños y nuestros miedos.

    Durante bastante tiempo adopté esta suerte de cosmovisión como propia, hasta que investigando un poco comprendí que la investidura de rigor científico con la cual mi querido doctor legitimaba su autoridad (absoluta e indiscutible) a la hora de definir las causas de los desordenes de comportamiento se asemejaba al traje nuevo del emperador, puesto que no contaba con el respaldo de las pruebas concluyentes para determinar la etiología de las «enfermedades» mentales de orden bioquímico con las que etiqueta a sus pacientes. Este hallazgo supuso para mí, ignorante empedernido, el descrédito del gremio de los psiquiatras, ignorantes encubiertos, además de una recuperación inmediata de la poesía perdida, en lo que a mi historia personal concierne al menos, que ya es mucho.

    A lo que me refiero, y disculpa tanto retruécano, es a que desde luego esa época futura a la que aludes y en la que, supongo, la ciencia tendrá herramientas para descifrar en lenguaje neuro-químico-fisiológico cualquier comportamiento humano está bastante lejos aún, de hecho creo no estamos ni en la mitad del principio.

    En cualquier caso muy buen artículo, cojonudamente escrito como siempre, sugiere un gran debate, gracias.

    • Muchas gracias Fawkes. Comparto esa visión sobre el trono en el que muchos psiquiatras viven sentados y es terrible porque muchas veces lleva a la medicación compulsiva del paciente y al desprecio de cualquier otro condicionante ambiental, genético, etc.

      Por lo que respecta al artículo, creo que esa clase de asesinos de los que hablo tienen algo en común: que están enfermos y que el periodismo no se atreve a indagar por esa vía.

  3. Por cierto, éste es el artículo que se me olvidó enlazar.

    ‘El cerebro a juicio’ de David Eagleman
    http://www.terceracultura.net/tc/?p=3306

  4. Pienso que como bien el artículo, la dialéctica periodística ha convertido al mundo y sus mentes en grandes retóricos. Personas que bajo el sueño d ela objetividad escriben en la superficie sin indagar, sin profundizar, sin contextualizar. Sin embargo, no creo que el discurso científico, amparado bajo la creencia de la verdad sea capaz de solucionar gran cosa. Siempre he pensado que el gran enemigo de la filosofía es el periodismo, es el que volatilizado el pensamiento, en donde la contemplación y la reflexión ya no tiene cabida.

    Por otra parte, el filósofo si conoce su condición de animal, no rehuye de ella y sobretodo, ya ha superado el pensamiento moderno. No creo que la ciencia sea la solución para una visión del mundo social, lo que es necesario es saber contextualizar todo pensamiento bajo reflexión y no creerse acreedores de una verdad.

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