Arte y Letras Literatura

El botellón caribeño de H. S. Thompson

El diario del ron
Hunter S. Thompson
Editorial Anagrama

El diario del ronEl diario del ron es un libro donde se barrunta el final de una estirpe de periodistas, y el alcohol deambula por una redacción amenazada de cierre. Algo así como lo que ahora vive el sector de las prensa, pero sin el dramatismo de las colas del paro y bajo un cielo encaribeñado. El San Juan Daily News, diario en el que Kemp, protagonista y alter ego de Hunter, trabaja, es una selva en la que cohabitan periodistas con un pie en el mundo real y otro en el paraíso/infierno que construyen a base de ron: piedra angular de la novela.

Los protagonistas son ‘outsiders’. Ese tipo de inadaptados que no encuentran su lugar y que arrastran un halo poético que se difumina conforme la vida les va vapuleando. Estos poetas de la información, desastrosos en los quehaceres diarios pero con brío en el enfoque y en la palabra, viven por y para el periodismo. Lo que incluye el sexo y la borrachera ‘24 for hours’. Hay un malditismo recuperado en esta obra con pátina de canícula y palmeras. Balbuceos de alcohol. Espuma de carnaval y olas.

El protagonista, Kemp, es periodista. No hay título que lo avale. No tiene buenas referencias. Pero no hay botella que se le resista. Tampoco artículo que no saque adelante. Se encapricha con un descapotable y se las ingenia para comprarlo. Con el destello de la velocidad abrillanta la isla de San Juan, da forma a sus reportajes y se encabrona con el mundo, con su situación. También con sus amigos. Kemp tiene algo de lobo estepario. Es consciente de que la vida es ese viaje a solas en el que todo sobra y todo falta. Tiene la disposición que hace falta para pilotar el kamikaze de la aventura. Es un nefelibata con un ramalazo suicida.

Sus colegas de oficio y borrachera, Yeamon y Sala, le hacen la vida más llevadera en el rumiar ininteligible de la isla. Aunque no siempre es así, también se la complican. Yeamon es un yanqui corpulento y beligerante. Amigo de las broncas. Con arrebatos de ira incontenible, la cual crece en proporción al alcohol que riega la rivera de sus venas. Recuerda a John Goodman en El Gran Leboswky. Ese amigo incómodo que siempre se mete y te mete en problemas. No hay compañías perfectas. La amistad de Yeamon es como esas corrientes de agua tibia y fría que se generan sin previo aviso bajo el mar, y en las que el chapuzón puede ser sumamente agradable o todo lo contrario. Es lo que tienen las amistades gonzo, que no contemplan paseos sin sobresaltos, ni mañanas  sin resaca. Caminar junto a Yeamon es comprar un billete para montar en montaña rusa. Pasar del blanco al negro en un santiamén.

El lugar de encuentro es el patio trasero del Al. Ahí es donde las horas van consumiendo a los chicos a base de tragos, aunque se suela decir que el rincón de Al es donde estos periodistas matan las horas, degluten hamburguesas y escancian ron. Son periodistas sin pretensiones. Además, en un lugar como San Juan, donde el hielo es más caro que una botella de ron, es difícil mantener el músculo del esfuerzo y la concentración en tensión. Sala, el otro colega con el que comparte habitación inmunda y borracheras, parece que se maneja mejor con el sentido común, aunque siempre influido por los vaharadas del alcohol.

La intención de Hunter con El diario del ron era escribir “la gran novela del caribe”. Algo así como clavar una pica literaria en suelo puertorriqueño y que  todos los que llegasen después hicieran un croché de adoraciones junto a sus palabras. Pero no fue así. Hunter escribe una novela de periodistas locos y de lo loco que puede llegar a ser el periodismo. Pero no porque este oficio sea para desequilibrados, sino porque es difícil tirarse al ruedo de la narración del mundo y no volverse tarumba. Hunter conseguiría con su reportaje novelado, Miedo y asco en las Vegas, lo que no consiguió con El diario del ron. En la recopilación de cartas, El escritor gonzo (Anagrama 2012), se puede apreciar la lucha por publicar la novela del caribe. Fatiguitas, las que pasó Hunter para ver negro sobre blanco los algoritmos salvajes de sus ideas.

También es cierto que la vivencia que Hunter tuvo en sus primeros años como cronista deportivo en el Caribe fue fundamental para poder escribir la novela. Kemp, su protagonista, a pesar de ser un periodista de culo inquieto y un borracho empedernido, está lejos de parecerse al politoxicómano que quiso constatar de primera mano la muerte del sueño americano. Si Terry Gilliam ya puso sobre la gran pantalla en el 98 del siglo pasado Miedo y asco en las Vegas, Bruce Robinson se atreve con este diario, también de la mano de Johnny Deep, albacea del padre del periodismo gonzo.  

Pero si el ron y el periodismo son los pilares sobre los que se sustenta la novela, Chenault va a ser la mujer que provoca altibajos en el corazón de estos románticos de las rotativas. Esta rubia conflictiva que aparece al comienzo de la novela va a ser un personaje imprescindible hasta el final. Kemp la describe asi: «Chenault en la cabeza: una chiquilla chic de Nueva York, de secreta lujuria y guardarropa de Lord&Taylor; una chica menuda y bronceada de pelo largo y rubio que camina por la playa con un bikini; un aullador y borracho demonio femenino en un ruidoso bar de Saint Thomas; y la chica de la noche pasada, que bailaba con aquellas bragas tan finas, haciendo que le brincaran las tetas de pezones rosados, moviendo lentamente la cadera mientras una especie de matón demente le bajaba las bragas despacio hasta las rodillas….»

Con estos personajes como compañeros, comprensible que los botellones fueran memorables. Como para no volverse loco. H. S. Thompson la escribió y reescribió hasta que se la publicaron. Una gran novela, la de este inmenso botellón en el Caribe.

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4 Comentarios

  1. Muy buena novela, estoy de acuerdo. La película es algo más tímida y hollywoodiense, aunque no del todo. No llega al delirio psicotrópico de Gilliam, lo cual, a mi entender, decepciona.

    Este tipo de personajes, me refiero a estos mitos, gente que hacía cosas como sentarse en bares y de pronto escribir novelas maravillosas, o canciones, o versos…se que no es todo tan bonito como lo pintan y que el «in vino veritas» no es tan simple, pero tengo la sensación de que hemos llegado a un punto en el que la gente «incorrecta» se está agotando, o es que aún es pronto y no les vemos, ¿Sólo podremos apreciarlo con el tiempo? ¿Donde quedaron las generaciones de artistas que se reunían en whiskys, cigarros y cafés?

    Me gustaría conocer su opinión al respecto.
    Muchas Gracias

  2. Yo creo que sí que hay gente hacieno cosas interesantes, incluso en los grandes medios de comunicación, mira a J. Évole. También los hay más gamberros. Por cierto, los bares están llenos, algún día los veremos ahí fuera.

  3. Pingback: El botellón caribeño de H.S. Thompson

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