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Rubén Díaz Caviedes: Amanece Dorado, que no es poco

AMANECE DORADO QUE NO ES POCO
Una imagen de Cabaret, de 1972.

¡Al de ilicral inmigraision aut!”, gritaba el otro día por las calles de Atenas Nikolaos Michaloliakos, líder de los neonazis que acaban de llegar al Parlamento griego. “¡Aut of mai cantri!”, reiteraba el amigo con cara de pocos ídem y en un inglés de Cuenca Kuεvkα, en griego también de Cuenca que invitaba a preguntarse, para empezar, what the fuck estaba haciendo un tipo razonablemente nazi y nacionalista, valga la refinfoncia, dirigiéndose a su target potencial en un idioma que no es el propio de su país. Para hacerse entender, dirá el lector que no respete las retóricas, entre aquellos a quien se dirige, que son precisamente los ilicral inmigraision. Pues nos ha jodido mayo, lector, con sus flores y su color. Pero es que el tipo es nazi, quiero decir. Poco le importa a Nikolaos que le entiendan los albanos, los búlgaros o los georgianos que hay en su país si no es en otro idioma que el suyo. El inmigrante que lo es en Grecia, según estos tipos, debería saber más griego que Sófocles.

Pero es que había cámaras y la perfo, querida amiga, es la perfo. De eso los nazis saben más que los ratones colorados. Nikolaos, no en vano, se puso su pin en la solapa con la medio esvástica esa que su partido tiene por logo un ingeniosa solución de continuidad entre la posta griega y el símbolo nazi y se lanzó a las calles a paso marcial, soltando proclamas y rodeado de unos armarios empotrados andantes más surtidos en músculos que el Batman de Tim Burton, engalanados todos con camiseta ceñida y no me pregunten por qué riñoneras a juego. Hasta obligó a los periodistas a levantarse, fíjate lo que te digo, cuando entró en la sala de prensa con un traje de raya diplomática una concesión a los años 30, me figuro que le estaba tres tallas grande, antes de ponerse a gritar más chuminadas.

Ya no hay nazis como los de antes”, me comentaba hace poco y en clave frívola un amigo mío aficionado al clásico atuendo germano de lo nacionalsocialista por pura estética, asegura, pero yo sospecho que le va el rollo, no sé si me entienden. Y tiene razón. Hay algo de tragicómico en que el liderazgo de lo nazi, o lo neonazi, como queramos llamarlo, recaiga en un señor de voz de pito y proporciones encontradas, gordo como una cebolla y a buen seguro, más peludo que un kiwi. El tipo de señor del sur de Europa y medio turco, para más funfún al que los nazis primordiales le hubieran puesto el sello, cloc, y al matadero sin más trámite, por atentar de forma obvia y manifiesta contra el refinamiento físico de la especie.

Lo extremista da miedo, estamos de acuerdo, pero sólo porque quiere darlo. Es su herramienta de trabajo. El propio líder de los nazis griegos, sin ir más lejos, se amorraba el otro día al micrófono cual becerro a teta y amenazaba un “temednos, porque ya llegamos” que hubiera hecho que el mismérrimo Führer le propinase de sopapos allí mismo y hubiera dicho más tarde, como dijo de Franco después de Hendaya, que no era un fascista a tener en cuenta, sino un simple charlatán. Porque Nikolaos Michaloliakos puede haber conseguido 21 escaños, pero va de nazi por la vida. Y los nazis dan miedo. Por esta razón, nadie nunca ha conseguido llegar democráticamente al poder yendo de nazi, sino siéndolo, pero haciendo como que no o a lo sumo, que sólo un poco. Y ya después de entronados y autorizados es cuando se revelan, ahora sí que sí, como los locos brutales y paranoicos que son. Para más informarse de cómo funciona el proceso, véanse los estos tres minutos de Cabaret.

Algo así como lo que está haciendo Marine Le Pen, esa mujer sonriente con perfecto aspecto de señora bretona haciendo brioches que lidera y arenga, no obstante, al ultraderechista Frente Nacional francés al que el pasado fin de semana votaban seis millones de personas. Muchos de los que opinan y opinan muchos se niegan hoy a catalogarla al lado de los nazis griegos, Dios les libre, hay que ver, qué cosas dices, principalmente porque Marine no se dice a sí misma nazi o ultraderechista, sino de centro-derecha. Comparte vehemencia, discurso y propuestas con Amanecer Dorado, no obstante, y las dos formaciones se parecen hasta el detalle ridículo, terrible y repugnante de atribuírsele a ambas la supuesta profanación de tumbas judías en Carpentras, Francia, y Tríkala, Grecia.

Pero a ella, que es más lista que el griego y según parece, que su propio padre, le basta evitar la mención de la bicha la palabra fascismo o nazismo para que reduzcamos su posición ideológica a una simple cuestión de catálogo mientras llama, con la otra mano, a deportar a seres humanos en masa. Un ejemplo de su éxito confundiendo a los que opinan sobre el objeto del que hay que opinar lo tenemos, por reciente y cercano, en Federico Jiménez Losantos, que decía hace unos días, siempre a la altura de sí mismo, que “el gran problema de la extrema derecha francesa no es que no tenga un gran afecto por las libertades; es que además se parece a la extrema izquierda”. O Hermann Tertsch, siempre a la altura del primero, que tuiteaba súpertranquilo que “los nazis, griegos o españoles de Amaiur, empeñados en enseñarnos modales a todos”. Cito a estos dos no por fobia personal y les tengo fobia, créanme, sino porque ambos son contrastadas brújulas ideológicas de lo suyo y esta palabra me encanta, llevaba tiempo queriendo utilizarla creadores de opinión.

Con todo esto no quiero decir que a mí no me la dan con queso, pese a que sea ese el subtexto que siempre hay detrás de cualquier columna de opinión. Con queso me la darán, me figuro, como a cualquier hijo de vecino. Con esto quiero decir, o proponer, que a los nazis griegos, como a la ultraderecha de Francia, no hay que tenerles miedo. De verdad que no. Hay que reírse de ellos. Apuntarles con el dedo y decirles, meados de risa, pero a dónde vas, alma de cántaro, con la esvástica y esas pintas. Llamarles, como hemos querido hacer aquí, señores peludos como kiwis y señoras que hacen brioches. O montarles hashtags y TTs con los que, aunque solo sea un ratito, deslegitimar esa solemnidad artificiosa y ridícula en la que viven instalados y consigamos, así, quitarles un poco de poder. Lo último que deberíamos hacer pensemos estratégicamente, como hacen ellos es tomarles en serio y caer presa de ese miedo sobre el que cabalgan, que con tanto afán se empeñan en darnos y que puede conseguir, si persiste, que acaben en el poder y vuelvan a llenar trenes de carga con seres humanos. Demostremos, coño, que somos más listos que ellos. Que no es complicado, quiero decir. A fin de cuentas, son nazis.

 Foto de portada: CC / Steve Jurvetson

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27 Comentarios

  1. Pingback: Amanece dorado, que no es poco

  2. Carlota Montedemo

    Pero qué fino que hilas, Rubén. La risa es el insecticida de los nazis, que como los perros cobardes, se crecen ante el miedo que es exáctamente lo que buscan cuando ladran.

  3. Zaraphiston

    En pie y aplaudiendo, señor.

  4. Dos apuntes:

    – La señora Le Pen y el turco de Amanecer Dorado (nótese el sarcasmo) sí se diferencian en una cosa: la apariencia. Un partido parecido al Frente Nacional en Grecia sería LAOS, que por cierto estuvo en la coalición de Lucas Papademos y por eso -castigo del votante griego- ahora no se ha comido un rosco. La masa social que arrastraba esta ultraderecha de traje y corbata se ha ido a bailarle el agua al enano y sus maromos.

    – No estoy de acuerdo con su última frase. Quiero decir; de catalogar a los nazis o fascistas de ser tontos o, por contra, de ser los demás más listos que ellos. Más allá de la masa enfurecida que los aúpa, tienen -mejor dicho, han tenido- algunos ‘intelectuales’ bastante talentosos.

  5. Pero es que atendiendo a la complexión física, el nazi primigenio ese que nombras le hubiera puesto la chapa al mismísimo Hitler, piénsalo: bajito, moreno, feo, zompo. La antítesis del ideal ario vamos.

    Siempre he pensado que para ser nazi hay que cumplir dos requisitos, estar muerto de miedo y estar dispuesto a reaccionar a ese miedo elevando el nivel medio de imbecilidad pura de la especie unos cuantos puntos, y mira que ya está alto.

  6. Estoy con Borja: visto la que montó allá por los años 40 el del bigotillo recortado, tonto del todo tampoco era. Y ahí está la de los brioches, a un 10% de convertirse en el principal partido de la oposición francesa.

  7. Y algo como: echar del país a todo inmigrante (no estudiante) que en 3 meses no encuentre trabajo «de lo suyo» es una medida nazi?

  8. Qué bien todo siempre, amigo Rubén.

    FLJ, ¿es que asociamos tener muchos votos con ser «no tonto»? Pregunto.

    • No. No estamos -o yo no estaba, al menos- valorando a los que votan. Estoy hablando de gente como Céline, en Francia, o Ramiro Ledesma, en España. Se podrá criticar su postura, e incluso demonizarla si se apetece, pero tildarles de «tontos» o a todos los demás de ser «más listos» que ellos en base a su postura ideológica me parece harto arriesgado.

      Yo no sé si la extrema derecha europea se ha nutrido del miedo, del odio o de un conjunto bastante extenso de circunstancias en las que esos dos factores hayan podido jugar su papel. Es posible, pero no hablo de eso. Hablo de que existe gente con dos y cuatro dedos de frente que se ha posicionado a favor de esas estructuras políticas y las ha defendido.

      Tan inútil y arriesgado me parece temerles como despreciarles asegurando que son unos idiotas a los que les sonríe el hartazgo del pueblo que quieren representar.

      Sin más, ese era mi segundo apunte inicial.

    • Tener muchos votos, sin más, no (aunque veo complicado que un partido consiga muchos votos siendo todos los que están dentro tontos tontos, pero cosas más raras se han visto).

      Pero no creo que el aparato de la Alemania Nazi se levante y sostenga durante tantos años si no tienes a un par de tíos medio espabilaos,

      Resumiendo: tener dos dedos de luces no es una vacuna infalible contra el nazismo.

  9. Pues sí, no es tan complicado. Lo primero que tendrían que haber hecho los periodistas griegos, por ejemplo, es haberse levantado, pero para dejar las cámaras e irse. Solo lo hizo (expulsada) la única periodista que al menos tuvo las narices de increparles, el resto -cual perfectos meapilas-, se limitaron a levantarse con cara de borregos en presencia de lobos. También convendría recordarle a Michaloliakos que en otros países del mundo también hay inmigrantes griegos a los que a lo mejor debería empezar por «importar» para dar ejemplo.

    • De acuerdo con la coherencia de su último argumento. No tanto con la acusación a los periodistas.

      Hay dos tipos de reporteros: los que cuentan lo que sucede y los que, mientras tratan de contar lo que sucede, toman partido e interactúan con el entorno (a veces, influyendo en el mismo y dejando de ser meros observadores). Este es un debate que lleva mucho tiempo desarrollándose dentro del gremio (más ilustrativo es, quizá, en la figura de los fotoperiodistas de guerra y de si deben sacrificar una buena instantánea por tratar de salvar una vida).

      Vamos que no digo ni que sí ni que no, digo que es un debate abierto que no viene de ayer y al cual es difícil contestar sin añadir mil matices.

      • Estando de acuerdo con que el debate existe y es importante, no sé si se aplica aquí: la misma interacción con el entorno, poco más o menos, es levantarse y que no te echen o no levantarse y que te echen. Más que nada porque fue el entorno el que decidió interactuar con los periodistas, y no al revés.

        • El entorno siempre invita a interactuar, creo. O casi siempre. El periodista tiene que decidir, entonces, si acepta esa invitación o si no la acepta.

          Hay periodistas realmente buenos que jamás la han aceptado y se han limitado a pasar desapercibidos, o relativamente desapercibidos, para poder contar lo que sucede.

          También hay otros periodistas, de la talla de los anteriores, que en un momento dado deciden implicarse en ese entorno y tratar, en la medida de lo posible, de modificarlo por activa.

          En definitiva, que es una decisión muy personal como para ir juzgando a la ligera e ir poniendo calificativos a unos u otros.

  10. Cómo echaba yo de menos, Don Rubén, que diera cauce a esa indignación de capote remangao y oooooooolé que tan bien se le da a usted (sin poder recordar que la haya abandonado en algún momento, para desgracia suya, que lo vive y lo sufre). En efecto, los nazis cutres son más que risibles pero no hay que perderles la pista, porque termina subiéndose uno a un tren sin pagar billete y termina echando de menos las multas del Cercanías…

  11. Esto de hacer levantarse a la prensa ‘que viene el jefe, mostrad respecto’ es como muy de primero de nazi ¿no?

    Recuerdo que en Die Welle (la película) es lo primero que les inculca el profe a sus neofascistillas. Igual es que al señor Michaloliakos le colaron la peli como un programa de ‘conviértase en nazi en 6 días’.

    Por cierto ¿Amanece Dorado no es nombre de restaurante chino?

  12. Al autor del post se le ve el plumero. La extrema izquierda es igual de mala que la extrema derecha. Si me dan a escoger entre Hitler y Lenin, no sabría con cual quedarme, a cual más cruel y sanguinario

  13. bateman1965

    Tu artículo patina bastante por donde pretendes caer simpático a los ultra izquierdistas -también ultras- colocando a FJL y a Tertsch como creadores de opinión de forma peyorativa. Sus puntos de vista son tan respetables como los tuyos y además mucho más cultos.

    Los nazis, los comunistas, fascistas y totalitarios en general tienen en común primar lo colectivo a lo individual y es falsario que los comunistas atiendan los intereses de las minorías porque la menor minoría es el individuo y mira lo que hacen estas ideologías con el individuo.

    Por lo demás, me ha encantado tu artículo -de verdad-

  14. Cuan importante es Jordi Evole y su Salvados para este país. Y más en los momentos que nos vienen encima. El día que lo quiten, pensaré que la cosa está chunga…

  15. No sé… me parece todo un poco facilón y guay, como si estuviese leyendo a Ramoncín

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  18. Se supera a sí mismo, señor Mosca. Muy agradecido.

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