Opinión

Jorge Bustos: ¿A qué llamamos pipero?

En las clandestinas mezquitas-patera de la yihad mourinhista los imanes más violentos hemos debatido alguna vez la autoría de la voz ‘pipero’ con la que nos referimos habitualmente a aquellos aficionados en teoría al fútbol, sedicentes hinchas del Real Madrid, que no comparten los métodos de José Mourinho. Pipero es alguien que entretiene comiendo pipas el oneroso precepto de acudir al Bernabéu a ver jugar a su equipo; y más que comer las rumia, pues al hacerlo su mirada se abandona a la fijeza boba, focalización miope que caracteriza a las vacas cuando sin dejar de masticar alzan del sabroso prado la testuz para ver pasar el tren, en metáfora de Leopoldo Alas.

Será casi imposible atribuir con justeza el cuño del feliz término a nadie en concreto, y yo sospecho que nació de una analogía con el adjetivo palomitero con que los cinéfilos más insobornables censuran determinado tipo de cine comercialón y epidérmico, apto para detonar la ingesta compulsiva de palomitas y no exégesis derrideanas sobre la disolución del sujeto. Personalmente, al primero que yo leí el palabro fue a mi amigo Hughes, madridista y levantino, que escribe sin darse importancia las mejores crónicas de fútbol de España pero al que no se le debería adscribir impunemente a ninguna rama concreta del salafismo periodístico, pues su voluntad libérrima pajareará siempre ajena a la jaula de la taxonomía. Hughes identificó a estos tiernos seres rumiantes como la representación mayoritaria de las gradas del Santiago Bernabéu, estadio burguesón, ritualista y sobrevalorado al que ya no van mocitas risueñas sino turistas japoneses, abonados hereditarios, ejecutivos de paso con puta de piso y cotizantes alfa del Ibex que tienen que soportar que un puñado de forajidos premodernos y pobretones les impida concentrarse en la elección del emoticono idóneo del Whatsapp con sus bárbaros cánticos aullados desde el fondo sur.

El pipero, el pipero en su acepción prístina, es pues un aficionado tibio al Real Madrid que se informa por la prensa especializada del devenir de su equipo y que en consecuencia piensa que la llegada de Mourinho al Madrid ha bastardeado una línea dinástica de impecables valores madridistas y ha sembrado la discordia entre los rudos caínes contratados por un leonino tratante de esclavos luso, Jorge Mendes, y los abeles patrióticos de la cantera. Mourinho, al primar aquellos sobre estos —afirma el periodista pipero al oído del aficionado pipero—, ha enojado a nuestro grosero chovinismo mediático siempre hambriento y hoy, por culpa del cetro otorgado prudentemente a Mou por Florentino, ayuno de cohechos informativos o directamente cárnicos.

Pero sobre todo esto, si les interesan los pormenores de la guerra entre los cruzados del señorío y los yihadistas del purito éxito —100 puntos, 121 goles en la campaña 2011/2012—, encontrarán abundante información en el blog salvajemente sarraceno de mi amigo Jarroson:  Yo he venido a extender el significado del piperismo allende las ciertamente rígidas y enfurecidas fronteras de lo futbolístico. Visto a qué llamamos más propiamente pipero, la pregunta pertinente es: ¿a qué más podemos seguir llamando, con toda pertinencia nominal, pipero? He aquí la cuestión palpitante hoy en España, y no solo en España.

Ensayaré a continuación algunas extrapolaciones, en la confianza de que no todas resulten completamente ilegítimas.

Veamos. Un pipero es un ente fundamentalmente sentimental y acrítico que cubre con su hegemonía cursi e iletrada todos los ámbitos de una sociedad posmoderna. Ha leído muy poco, y por culpa de ello tiende a considerar El Principito como una obra maestra. Prefiere la colaboración a la confrontación, y como consecuencia siempre acaba encarnando paso a paso toda la gama de cobardía enunciada por el pastor Martin Niemöller en la culpable declaración que le hizo a Bertolt Brecht, a quien se atribuye erróneamente la cita formidable: “Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no hablé porque no era comunista. Después vinieron por los socialistas y los sindicalistas, y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Después  vinieron por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después vinieron por mí, y para ese momento ya no quedaba nadie que pudiera hablar por mí”.

Un pipero puede ser fascista, comunista, liberal o socialdemócrata; pero nunca será el líder de ninguno de esos movimientos y probablemente vaya pasando de uno a otro en función de las circunstancias. Un pipero puede muy bien ser un machista, pero nunca le oirás en público un chiste machista, y a menudo suele ser el fino moderador que reconviene educadamente al tipo campechano que sí los cuenta, minutos antes de que nuestro correctísimo protagonista pretexte lío en el trabajo ante su esposa para atender otro tipo de necesidades. La teoría del pipero aquí defendida postula por tanto que ante todo el piperismo no es una etiqueta de mera sociología futbolística sino una completa categoría moral; y bien podríamos decir, más propiamente, una estofa moral.

El pipero es un hombre o una mujer medianamente feliz, en sintonía pasable con el mundo, al cual ha venido para sobrevivir y medrar acatando sus reglas antes que nadie, para lo cual tiene muy desarrollado el expeditivo método de chuparse el dedo y levantarlo contra el viento para averiguar pronto en cada encrucijada el modo más seguro de avanzar sin presentar oposición. El pipero no formula sus prejuicios porque seguramente no es capaz de localizarlos: considera que él es del bando universal. Del que tiene razón, vaya. El puto bando del sentido común.

El pipero suele ser catalán, y que nadie se ofenda: me refiero a una catalanidad conceptual que no tiene que ver con la lengua en que están rotuladas las tiendas del barrio donde uno nació. Nos referimos al concepto siniestramente lírico de la familia, del todo por la familia, ejerciendo los Pujol de paradigma dinástico. A este respecto, José Antonio Primo de Rivera acreditó más esperanzada condescendencia que yo en su discurso al Parlamento del 28 de febrero de 1934:

Cataluña es un pueblo impregnado de un sedimento poético, no solo en sus manifestaciones típicamente artísticas, como son las canciones antiguas y como es la liturgia de las sardanas, sino aún en su vida burguesa más vulgar, hasta en la vida hereditaria de esas familias barcelonesas que transmiten de padres a hijos las pequeñas tiendas de las calles antiguas, en los alrededores de la plaza Real; no solo viven con un sentido poético esas familias, sino que lo perciben conscientemente y van perpetuando una tradición de poesía gremial, familiar, maravillosamente fina. Esto no se ha entendido a tiempo; a Cataluña no se la supo tratar, y teniendo en cuenta que es así, por eso se ha envenenado el problema, del cual solo espero una salida si una nueva poesía española sabe suscitar en el alma de Cataluña el interés por una empresa total, de la que desvió a Cataluña un movimiento, también poético, separatista”.

El pipero puede ser también taurino o antitaurino, pero aun siendo taurino admitirá dudas sobre la conveniencia ética de la Fiesta en presencia de según qué influyentes compañeros de reunión. Y por la misma medrosa causa, abandonará a Pepe a los pies del tartufismo mediático que clama por su benéfica retirada del fútbol. Cabe recordar en este punto el descubrimiento consignado en 1957 por el antropólogo norteamericano Jack Randolph Conrad en su ensayo El cuerno y la espada:

“No hay virtud alguna en el aborrecimiento del toreo. Sentir náuseas del espectáculo supone un desequilibrio en otra dirección. Si no nos gusta ver a la autoridad establecida desafiada por el individuo, si somos dados a sentir que nuestros padres, nuestros patronos, nuestros líderes son sacrosantos y libres de crítica, entonces condenaremos violentamente la corrida de toros”.

El pipero, sin embargo, es mayoritario y hegemónico y lo será siempre porque representa al destinatario natural de Occidente en su actual ordenamiento basado en el Estado de Derecho y la economía de mercado y la libertad de prensa, con todos los dulces cohechos y sinecuras compensatorias que de tal superior ordenamiento se derivan desde su fundación.

Un pipero propende a emocionarse —y no tendrá rubor en reconocerlo, ¡ni aun en presumir de ello!— con los versos de Mario Benedetti, que ya descansa en paz y en su paz nos descansa a todos los lectores de César Vallejo. Un pipero no advierte fallos de simetría en el cuerpo de Beyoncé, por no hablar de las contraportadas del As, más allá de que un hombre es un hombre en la cama. La frase más repetida de un pipero es que todas las opiniones son respetables; pero si cometes el error de entregarle el poder a un pipero, comprobarás con cuánta celeridad se aplica al olvido de su gandhiano mantra y aplasta la discrepancia con la eficacia ciega de la que solo son capaces los fanáticos, que siempre son el producto de una mediocridad acrecida por la levadura de un resentimiento larvado.

La gruesa pirámide dietética de un pipero se erige sobre las simbólicas pipas de su inadvertido narcisismo, aunque no hace ascos al chuletón como Dios manda y el club paga, o pagaba. Porque el pipero es, digámoslo en un solo adjetivo, un narcisista, pero su autocomplacencia obra en manos de un cirujano tembloroso. En el mito, Narciso se enamora de su reflejo en el estanque porque verdaderamente era un joven de una belleza excepcional. Había una razón irrefutable en su egolatría. El pipero no la tiene porque el pipero es un narciso que encima es feo, que ya tiene cojones la cosa, por citar a Susaeta.

Al pipero hay que explicarle que el orden en Deadwood no lo garantiza Seth Bullock, sino Al Swearengen. Al pipero, en general, hay que explicarle una porción fatigosa de asuntos elementales. Umberto Eco acuñó la noción de “lector ideal” para aludir al horizonte de expectativas que un autor se marca en la mente como diana soñada de sus palabras; pues bien, el pipero —querríamos que lo fuera y así contribuir con toda modestia a desasnarle— nunca resulta el lector ideal porque equivoca infaliblemente las voces y los silencios, los tonos y los estilos, las ironías y las gravedades de tus artículos. El pipero no es que sea tonto, es que se pasa de listo por no querer que lo tomen por bobo. Utilizamos en este campo fértil de la tontología la nomenclatura clásica de Ruano: “El bobo es una variante noble del tonto. En el bobo existe un estado de pureza. El bobo es poético, mientras que el tonto es realista, con un sentido práctico acusado, con un sentimiento urgente del triunfo que tiene también el listo, pero que no desvela al inteligente”. El pragmatismo tontorrón del pipero nace de su narcisismo: quiere estímulos y los quiere ya, que para eso paga sus impuestos. No ha nacido para animar, sino para que animen su existencia efímera e irrelevante.

El pipero es ese tío de la foto memorable que sale siempre en primera fila del gran acontecimiento con gesto de ceñuda concentración, pero de concentración en lo accesorio: el abrigo más pintón del vecino, un chiquillo que se intenta colar, la cáscara de pipa encajada en una ranura premolar que repasa denodadamente con la puntita de la lengua mientras por delante de sus narices transcurre, y transcurre una sola vez, la Historia.

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38 Comentarios

  1. Colosal artículo, sr. Bustos.

  2. Soy pipero.

  3. Pedro Torrijos

    «La frase más repetida de un pipero es que todas las opiniones son respetables; pero si cometes el error de entregarle el poder a un pipero, comprobarás con cuánta celeridad se aplica al olvido de su gandhiano mantra y aplasta la discrepancia con la eficacia ciega de la que solo son capaces los fanáticos, que siempre son el producto de una mediocridad acrecida por la levadura de un resentimiento larvado.»

    Podemos, por tanto, concluir que Mourinho es un pipero?

  4. Menuda ‘exégesis de los lugares comunes’ que ha hecho usted con el pipero. Me ha gustado mucho.

  5. Excelente definición y articulo, para mí la que más se acerca al «figura» en cuestión es:

    Un pipero puede ser fascista, comunista, liberal o socialdemócrata; pero NUNCA SERÁ EL EL líder de ninguno de esos movimientos y probablemente vaya pasando de uno a otro en función de las circunstancias.

    No soy pipero.

  6. Tamaña parrafada que se podría resumir en «el que no le guste el Madrid de Mourinho es un meacolonias».

  7. No me ha gustado nada. Una oportunidad perdida este artículo.

  8. En tiempos de crisis la austeridad es una prioridad, y desde luego homogeneizar y etiquetar es un buen método.
    Buscas un hombre libre, intelectual, de pensamiento crìtico, sigue el dedo de Mourinho, ahì estàn.
    Segùn vende Mou y compran los hombres libres, es un tìo que dice lo que piensa, no se vende, contrario a lo polìticamente correcto, que no se amilana ante nadie.

    Probablemente sea a mi alergia congénita al victimismo, al ensalzamiento del lìder, a buscar enemigos comunes para unir un grupo. Pero Mou me produce rechazo.

    COn Xosé he descubierto las ventajas de la relaciòn a distancia, cuando venia dos veces al año me resultaba gracioso, pero parece que su repertorio solo da para eso, después se hace pesado, repetitivo, cargante.

    • Eso es. El artículo desprende un tufillo ideológico fascista que da que pensar. Cuado he llegado a la cita de José Antonio, casi como que la estaba esperando.

    • De acuerdo absolutamente con Gonzalo y Jpp. Este «artículo» es infumable, cutre, inculto, tedioso, aburrido, lamentable. Escrito por un pobre chaval con diarrea mental en la que se mezclan de forma patética conceptos mal entendidos. Da lástima

  9. granjefeindio

    Difícil lectura, entre tanta referencia y estilo pedante.
    Y sí, Mou es un pipero.

    • James Bomb

      Hay que demostrar que se tienen estudios. Hablar de uno mismo siempre es un coñazo para el lector.

  10. Magnífico y documentado ensayo sobre el «Pipero». Por supuesto que Mourinho no es un pipero, sino todo lo contrario; es de la poca gente que rema contracorriente y no se deja llevar por la estupidez borreguil de la corrección política. Mourinho, Pepe, CR7 no encajan en la sociedad española actual, tan pipera ella.

    Por cierto, acababa de escribir sobre piperos en un foro, cuando he visto el enlace para leer en este blog (por si interesa: http://futbol.as.com/futbol/2012/11/21/champions/1353532951_672516.html)

  11. C. Albers

    Beyonce siempre me ha parecido culona y nada del otro mundo. Luego no soy pipero.

  12. Lo de este hombre con las referencias y citas pasa de castaño oscuro. ¡¡¡ Y utilizando ideas ajenas, manidas hace años en algún que otro blog!!!.
    ¿Colosal?, colosalmente trillado diría yo.

  13. Como pipas, luego existo…

  14. Comer pipas en las Cíes

  15. jarri el sucio

    Joder, lo único que me sigue divirtiendo de Mourinho son estas estúpidas pero guasonas batallas entre los Piperos, los Muriñistas, la Central Lechera o los valors pero la verdad es que este artículo ni eso. De acuerdo con Nipples.

  16. Grady Tripp

    A mí, dicho con todo el respeto, el Sr.Bustos me resulta un advenedizo en esta publicación. Demuestra actitud, pero se queda sólo en eso y le sobran chorros de pedantería. Y claro, siempre he pensado que para ser pedante hay que ganárselo; vamos más o menos como recita Antonio Escohotado:
    «(…)cuentan de Alejandro que una vez se metió en un río tumultuoso de la India, todo con barro persiguiendo al ejército que peleaba con él y que cuando iban en mitad los caballos perdieron pie;
    aquellas aguas estaban heladas
    y se volvió a sus compañeros y les dijo:
    «me cago en la leche os dais cuenta las cosas que tengo que hacer para que me tengáis respeto?»
    eso pasa poco ahora
    eso pasa poco ahora.
    Respeto, respeto, respeto…

  17. Muy buen texto, que refleja a la perfección el término pipero. Una palabra que ha ido evolucionando durante estos últimos años.

    Un honor como siempre leerte, Jorge.

  18. No se si el primero fue Hugues, Jarroson, El Socio, o quien, pero escribir un artículo sobre el término «pipero» debería implicar una mención a Fans del Madrid, que fue donde comenzó a hacerse popular años antes de la explosión de twitter. Yo no he comentado nunca pero sí he visitado ese blog desde sus inicios.

    Por lo demás, creo que se pierde en adornar el texto y cuando ya trata de «exportar» el término en cuestión, se hace innecesariamente largo.

    Creo que todo es más sencillo, para mi hay cuatro variables que definen el piperío.

    a) La verdad la dictan Segurola, los deportes de El País, Relaño y los Manolos.
    b) La verdad la propagan los anteriormente señalados junto a Roberto Gómez, Roberto Morales, y similares.
    c) Sobreprotección y sobreadmiración al jugador español ( y en últimas fechas se viene demostrando que no hace falta que vista la camiseta blanca) frente al foráneo. Si es canterano, más intensamente.
    d) Los portugueses (del o relacionados con el) Madrid son una rémora para el club sin importar su rendimiento, en el caso de jugadores, o lo acertado de sus decisiones en caso de no jugadores.

    Esa es mi opinión, pero creo que para saber lo que es un pipero, lo que hay que hacer es seguir en twitter a @pipaenfurecida. Que lo clava.

    No me ha gustado el texto, la verdad.

  19. Suscribo 100% lo escrito por Juampex.

    Las fuentes citadas en el artículo son absolutamente fidedignas pero la investigación queda coja al no recoger cita alguna de quien logró convertir al piperío en el término más utilizado en mi círculo de amistades durante los últimos meses. Hablo, como no, de @pipaenfurecida.

  20. El Pipero que describe el señor Bustos representa a más del 80% de la población de este país. Incapaz de mostrar sus ideas y sentimientos para no salirse de lo «políticamente correcto». Que devora con gusto telebasura esperando a que otros hagan por él lo que él no es capaz de hacer, pero que le conviene. Y que cuando le preguntan por dicha telebasura dice que no debería existir y clama al cielo por ello.

    Que con sus amigos afines políticamente saca su actitud más extremista, pero con los que desconoce, asiente y calla ante afirmaciones que no comparte para no meter la pata.

    Más que una radiografía de unos aficionados al fútbol, es la radiografía de nuestra sociedad.

  21. levantino

    Pipero por excelencia = Luis Herrero Tejedor Algar…..

  22. antoniobezanilla

    Todas las opiniones son respetables pero…este articulo no es digno de una revista de este nivel. Sin entrar al fondo -deplorable y fatuo- esta mal armado en su planteamiento, evidenciando una necesidad de demostrar que el autor sabe, que ha leído u oído…pero sin ninguna clase ni tempo para hilar las metaforas. Supongo que define bien la personalidad del periodista -que tanto daño ha hecho al Madridismo-: Aquel que carece de talento y le gusta Mourinho porque le da titulares, le inventa la realidad y le ahorra trabajo. Leerlo me ha supuesto perder tres irrecuperables minutos de mi vida…insisto, aunque todas las opiniones sean respetables.

  23. De acuerdo con Antonio. Este texto es una nadería indigna de una revista que aspira(ba) a ser un referente y cada vez más es un lujoso envoltorio para que gente que no tiene nada que decir se haga la interesante. No tiene una sola idea sugerente y se refugia en inanidades.

    Y no, las opiniones no son respetables, son zaheribles y atacables cuando son estúpidas.

  24. Parece que no es digna esta columna de una revista que aspiraba a ser modélica. ¿Pero modelo de qué, que haga la columna indigna? Miguel nos deja con la incógnita, seguramente porque él no la tiene. Desde antiguo, la precisión se lleva mal con el anatema. Y es que revistas las hay de muchas clases, tantas como materias, y si ésta se predica magacín será porque se dirige al público en general, entre el que me cuento, capaz de disfrutar con este artículo.

    Y en fin, las opiniones nunca son «zaheribles», al menos en castellano, idioma en que no existe tal palabra. Sin embargo solo puedo asentir a que las opiniones son atacables cuando estúpidas. Y la suya, Miguel, es un referente.

    • Vaya por Dios, Manuel ha cogido el refulgente diccionario y se ha subido a una colina a gritarme.

      La columna no es digna porque es un refrito de tópicos insustanciales. No creo tener incógnitas acerca de eso. Me alegra saber que alguien me considera un referente, aunque sea de la tontería, algo es algo xD Lamento no poder hacer lo mismo, mi contrincante es demasiado astuto como para ofrecer ideas, es un pipero de la RAE, maldita sea.

      Un saludo, crack, me ha divertido tu respuesta ;)

  25. Artículo de muy bajo nivel, propia del pensamiento único mourinhinista: si no estás de acuerdo conmigo, no eres del Madrid.
    Penoso.

  26. JavierLillo

    Bah, el que sea antimou pues criticará el artículo. Hay muchos que somos pro-mou como personaje pero entendemos lo que hace sin sectarimos. Apoyamos al hombre pero no a todo lo que haga o diga.

    Un poco pedante como pedantes los comentarios de muchos como Manuel o Antonio Bezoyita

  27. Santiesteban jugó en el Madrid.

    Hubo piperos siempre, en todas épocas. Hubo piperos y chocolateros*, ambos, que no votaron a un presidente con dos Copas de Europa casi seguidas. Los fondos siempre vieron con desdén a los de lateral y viceversa. Curiosamente ambos alguna vez comían pipas y demás abalorios golosineros. Los dos tenían esa mirada ensimismada que rozaba a veces el fanatismo con sus colores y se traducía en alguna discusión acalorada. El viejo antes del partido preguntaba a otro si había ido a misa. El joven hablaba entre bostezos preguntando por el pibón de anoche. La vida misma. Pero hasta ahora no se había producido el uso de la palabra pipero como despectivo hacia otro para definir que es el Madrid, como se siente, como se vive, se elogia y se critica. Ahora de repente vemos que hay pseudomadridistas cuando a uno más conviene. Solos contra el mundo, mirando al hombre del 3/4, salido de un desasosiego de Pessoa, reinventando el fado en rap, el rey de la remezclas en las ruedas de prensa, DJ ONE. El Madrid era otra cosa. Gracias al espiritu crítico de piperos y chocolateros el Madrid se ha llevado 32 ligas y 9 copas de europa, con Franco, con Suarez, con el Rey, con Felipe, con Aznar, con Zapatero, con Rajoy. Viva la pipa de comer y la otra, para ellos, para ellas. El AVE ONE solo está de paso. Tiene más estaciones.

  28. Testarosso

    Defeco en los piperos.

  29. Unos dicen que es pedante, otros que no es digno de Jot Down, en qué quedamos? El señor Bustos ha creado arte a partir de un término tan vulgar como el de «pipero». Las formas son nivel Jot Down, muy por encima de lo que un pipero puede llegar a entender, de ahí que alguno que otro se moleste. No estás acostumbrados a que se trate la información deportiva con esta prosa.
    Se podrá estar más o menos de acuerdo con el fondo pero las formas son incuestionables. Yo, además, asiduo al Bernabéu, suscribo, al cien por cien, las palabras del señor Bustos. Me quito el sombrero.

    No soy pipero

  30. No me ha gustado nada el texto, muy pretencioso para un tema tan intrascendente.

  31. Buen artículo. Están desatados, todos los días agresiones que les perdonan al rival, goles anulados, jajajaa. No saben cómo echar a Mou, desde que se ganó al madridismo por pura claridad y valentía (la comparación con Valdano resultó de lo más convincente) Hay elecciones en verano, el portugués -y Cristiano- tienen la sartén por el mango, y al disfrazado Floren le va a tocar seguir fingiendo un ratito largo… ¿Os imaginais que los portugueses fueran con un candidato opositor a su medida, alguien tipo «Calderón» no elegido ni controlado por los que mandan que se colara en la presidencia y comenzara a dejar hacer deportivamente a los que saben y a defender al club a muerte? El $ist€ma tampoco quiere ni imaginárselo, jeje.

  32. Pingback: Bailaré sobre tu tumba | Otrora

  33. mourinhista

    «señorío es morir en el campo»……

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