Eros Ocio y Vicio Sociedad

¿Qué hace un hombre como tú en un sitio (web) como este?

APTOPIX Pakistan The Third Gender

¿Has sentido alguna vez deseos de ser mujer?

Desde luego. Pero principalmente en fantasías. No como algo que hubiese querido vivir en la realidad. No es tanto pensar que me hubiera ido mejor siendo mujer, sino que me gustaría experimentar la sensación de recibir que yo atribuyo a la mujer. Lo que yo envidio en la mujer es una mayor capacidad sensorial. Yo hasta los 70 años he ignorado partes de mi piel. Eso me parece impensable en una mujer. Envidio en ella su vivencia del propio cuerpo, el cuidado de su cuerpo al que dedica más tiempo que el hombre, y eso le acerca más a sus sensaciones. El hombre es más ajeno a su cuerpo por la programación que ha recibido.

Este fragmento es parte de Androginia, uno de los capítulos en que se divide La escritura necesaria, una larga entrevista que, sobre su vida y obras, Gloria Palacios hizo al escritor José Luis Sampedro y que fue publicada en forma de libro por la editorial Siruela en 1996.

José Luis Sampedro (Barcelona, 1917), que por aquel entonces —a sus 79 años— tenía ya publicadas nueve novelas que le habían permitido consolidar una exitosa carrera literaria, había estado casado —con una mujer (de la que tuvo una hija)— 42 años y en ningún momento manifestó que su orientación fuera otra que la heterosexual. En 2003 se volvería a casar con otra mujer, Olga Lucas, su compañera hasta el día de su muerte. En el año 2000, Sampedro publicó El amante lesbiano (Plaza & Janés), una novela en la que relata las fantasías de Mario, un fetichista aficionado a vestirse con ropas de mujer que aspira a una relación sexual completa con Farida, una mujer fuerte. Mario, en la relación, desea adoptar el papel de sumisión que tradicionalmente se ha asignado al sexo femenino, de ahí que se vea a sí mismo como una lesbiana. En las últimas páginas del libro (240-250) Mario (que ahora lleva con orgullo el nombre de Miriam) y Farida van a «consumar» su relación amorosa:

Me ordena pasar al baño para vestirme allí. Ella lo hará en el vestidor. Como siempre, me oculta su desnudo.

Entro en el recinto de agua, luz y espejos que hemos convertido en capilla de mis sacramentos. Me arreglo rápidamente y espero. Ella aparece majestuosa, con el estuche en la mano.

F: Estás bien —aprueba—. En Kabylia yo tendría que depilarte el pubis, como a todas las novias, pero no quiero esperar.

M: Yo tampoco.

F: ¿Tienes miedo?

M: Como una novia. Pero también ilusión. Y violento deseo.

F: Mientras se llena el baño te mostraré a tu señor.

El arma. Abre el estuche y extrae un objeto cilíndrico envuelto en seda. Aparece al retirarla un olisbos, un falo artificial muy bien modelado a imitación humana. No es desmedidamente grande pero sí lo bastante para anticiparme una dolorosa invasión.

(…)

F: Así que me harás gozar moviendo bien tus caderas cuando te tenga empalada.

M: Me desviviré para tu placer. Quiero hacerte feliz.

F: Lo soy solo de pensarlo. ¡Lesbiana violando a un hombre, qué morbo! Romper tu virginidad para que te sientas mujer… Estoy archihúmeda. ¡Y tú excitada!

(…)

Mis nalgas son separadas al máximo, con una mano en cada una, y una dura punta redondeada toca mi orificio y presiona cuidadosamente contra él. Por instinto me contraigo y una recia palmada me azota con violencia 

F: Relájate y aguanta, mi amor. Recíbeme.

(…)

Ha tomado posesión de mí, de mi piel y mis adentros, de mi ecuador y de mis polos. Total.

El espolón me llena. Su maza invasora me posee. La siento retroceder y casi grito para impedirlo, pero no hace falta. Solo está iniciando el galope hacia el goce.

Después, terminada la penetración, es Mario/Miriam quien toma el mando y practica un cunnilingus a Faride. Acto seguido —ya con los dos amantes actuando como tradicionalmente se ha pensado que deben hacerlo un hombre y una mujer en la cama— copulan placenteramente adoptando la postura del misionero.

Para más información hay que saber que en páginas anteriores se describe con detalle el acto claramente homosexual en el que el padre de Mario es poseído por un árabe. Más fantasías sexuales.

Sampedro abre su libro con estas dos citas:

«Entremos más adentro en la espesura», de San Juan de la Cruz.

«Ama y haz lo que quieras» de San Agustín.

Temas como la homosexualidad, la bisexualidad o la androginia [andrógino: persona cuyos rasgos externos no se corresponden definidamente con los propios de su sexo] ya habían aparecido en otras novelas de José Luis Sampedro como Octubre, octubre, La vieja sirena y Real Sitio. Pero nunca habían ocupado el asunto central del argumento, ni se había utilizado al protagonista de la novela para desarrollarlos.

Si relacionamos los sentimientos o apetencias reflejados en el texto con el que se abre este artículo con el personaje de Mario en El amante lesbiano y sabemos que Sampedro escribía sus novelas para (como dice en La escritura necesaria) «conocerme y explicarme a mí mismo», podemos deducir que el escritor —siendo principalmente heterosexual— se recrea en sus fantasías con ciertas prácticas que en principio no son las que tradicionalmente se han considerado como propias de un hombre de verdad.

Es de destacar y de agradecer la valentía de Sampedro al hacernos partícipes de este tipo de aficiones/fantasías. Este ejercicio de sinceridad lo benefició sobre todo a él, pues de ese modo ha conseguido, si no resolver totalmente la ecuación de su sexualidad —algo, por suerte o por desgracia, imposible—, sí, al menos, avanzar mucho en el arduo —a la par que divertido— camino del autoconocimiento. Pero podría haber anotado todo este escarbar hacia adentro en su diario personal y de ese modo se hubiera ahorrado la incomprensión y el rechazo de algunos. Stripteases de este tipo nos permiten, conociendo al otro, avanzar en el proceso de indagación sobre nosotros mismos. He aquí una de las funciones más dignas de la literatura.

Kinsey

En 1949 se publicó El comportamiento sexual del hombre. El científico norteamericano Alfred C. Kinsey (1894-1956) demostró empíricamente que no es posible separar de forma excluyente —como el agua del aceite— a los homosexuales y a los heterosexuales. Kinsey, con base en un estudio consistente en más de 5000 entrevistas, definió una escala del cero al seis. En el cero se situaban los hombres que no habrían tenido ninguna fantasía o realizado práctica homosexual alguna. Serían los heterosexuales perfectos. Y al otro lado —en el seis— estarían los varones que nunca habían participado en prácticas, o tenido fantasías, heterosexuales. Estaríamos entonces ante el homosexual perfecto. La mayoría de las personas estudiadas se encontraban entre los grados uno, dos y tres. El 37% de los hombres que fueron entrevistados habían experimentado (al menos una vez) un orgasmo homosexual (producto de fantasías o por contacto físico con alguien del mismo sexo). Un hombre que, según la escala Kinsey, se considerase predominantemente heterosexual (grado uno) podía haber tenido hasta un 25% de sus experiencias sexuales (fantasías incluidas) en relación con personas de su propio sexo. Desde entonces, y salvo casos excepcionales, no se puede afirmar de forma categórica que se tenga una orientación sexual.

Enfermo de los nervios y presidente del Tribunal Supremo

A José Luis Sampedro sus (para otros) inconfesables fantasías le han servido para conocerse más a fondo y para, en este caso, reconocerse —celebrándolo— como una persona más completa. Pero estas experiencias no han sido siempre así de provechosas. Muchos son los hombres (y mujeres) a lo largo de la historia a los que sus sueños y fantasías condujeron, en dirección contraria, a la locura. El caso más conocido y estudiado es el de Daniel Paul Schreber (Leipzig 1842 – Dösen 1911), un jurista (llegó a ser nombrado presidente del Tribunal Supremo de la provincia de Dresde) y escritor alemán que, tras sufrir dos graves crisis psicóticas y ser internado en un psiquiátrico, relató con precisión y riqueza de detalles sus obsesiones y delirios en un libro autobiográfico, Sucesos memorables de un enfermo de los nervios. Estas memorias han sido analizadas en los últimos 100 años por los mejores psicopatólogos, entre ellos Sigmund Freud. El inventor del psicoanálisis escribió con base en ellas Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente, un conocido ensayo sobre la paranoia.

Según José María Álvarez y Fernando Colina (psiquiatras), autores del prólogo que se incluyó en la edición que en 2003 la Asociación Española de Neuropsiquiatría hizo de este libro, todo lo que Schreber vivió, y luego relató en sus desquiciadas memorias, no fue más que un desarrollo delirante de una idea inicial. Se están refiriendo a una fantasía en la que se le presentó el siguiente pensamiento: «Debe resultar ser muy placentero ser una mujer cuando se entrega en el coito». Esto ocurrió cuando, ya con 51 años y después de haber sido nombrado presidente del Tribunal Supremo, soñó que recaía en su antigua enfermedad. Ya había sido recluido en una clínica (Flechsig) en 1884 a causa de una crisis psicótica, aunque el diagnóstico fue entonces el de «grave hipocondria». Schreber —en su paranoia— llegó a pensar que Dios le exigía convertirse en mujer y que debía dejarse fecundar por rayos divinos para procrear de ese modo una nueva raza.

A continuación algunos de los delirios de Schreber:

Por la época en que todavía me hallaba en la Clínica Flechsig tuve, en dos ocasiones, órganos sexuales femeninos, aunque imperfectamente desarrollados, y sentí en mi vientre los pequeños saltos propios de los primeros movimientos vitales del embrión humano: en virtud de un milagro divino, se habían proyectado a mi vientre los nervios divinos correspondientes al semen masculino y se había producido, por tanto, una fecundación. También conseguí una idea bastante clara acerca del modo como aconteció la resurrección de Jesucristo… (pág. 26)

(…)

Durante el mes de noviembre de 1895 se produjo una importante cesura en la historia de mi vida, (…) En aquel tiempo los signos de feminización de mi cuerpo fueron tan acusados que no pude sustraerme por más tiempo al reconocimiento de la meta inmanente a que tendía la totalidad de la evolución. (…), la voluptuosidad de alma fue tan intensa que recibí, primero en las manos y en los brazos, y luego en las piernas, en los pechos, en las nalgas y en todas las zonas corporales la sensación de que tenía cuerpo de mujer. (pág. 145)

La claridad (dentro de la locura) con que razona Schreber es relevante:

Desde entonces he inscrito con plena conciencia en mi bandera el cultivo de la feminidad, y así lo seguiré haciendo en la medida en que el respeto a los que me rodean me lo permita, piensen de mí lo que quieran las demás personas, para quienes permanecen ocultas las razones sobrenaturales. Me gustaría ver al hombre que, puesto en el dilema de convertirse en loco masculino o mujer de mente sana, no se incline por la segunda opción. (pág. 146).

(…)

La sensación de bienestar corporal se fundamenta en la voluptuosidad del alma, que en algunos momentos alcanza un nivel muy elevado, a veces tan fuerte, sobre todo cuando estoy acostado en la cama, que basta un mínimo empleo de la fantasía para procurarme un deleite sensible que constituye un presentimiento bastante claro del placer sexual femenino en el coito. (pág. 209)

En febrero de 1901, convencido de que lo que le está ocurriendo es real y de que puede servir al avance de la ciencia, deja por escrito:

Estoy dispuesto a someter mi cuerpo en cualquier tiempo y momento a todo tipo de exploraciones médicas, para que se compruebe si es cierta mi afirmación de que todo mi cuerpo, de los pies a la cabeza, está impregnado de los nervios de la voluptuosidad, como sólo ocurre en los cuerpos femeninos adultos, mientras que en el hombre, al menos a cuanto sé, estos nervios están circunscritos a los órganos sexuales y a la zona inmediatamente cercana a ellos. (pág. 214)

(…)

Para no ser malinterpretado, debo señalar que el cultivo de la voluptuosidad, convertido para mí, por así decirlo, en un deber, nunca se refiere a la concupiscencia sexual frente a otros seres (femeninos), ni tampoco a relaciones sexuales con ellos, sino que hay que representárselo como referido sólo a mí mismo, en cuanto varón y mujer en una misma persona, realizando el coito conmigo mismo, llevando a cabo en mí mismo acciones tendentes a provocar la excitación sexual —que tal vez en otros casos debería ser considerado conducta vergonzosa—, etc.., punto en el que, por supuesto, se rechaza toda referencia al onanismo y cosas parecidas. (pág. 218).

Sigmund Freud —que no entrevistó al enfermo y solo leyó el libro— interpretó la locura de Schreber en clave de homosexualidad reprimida. Esta interpretación fue muy cuestionada, sobre todo debido a que Freud estaba, en este caso, traicionando sus propias teorías por el hecho de que no conocía la vida anterior a los brotes psicóticos del enfermo. De hecho, el capítulo tercero de las memorias de Schreber, donde al parecer se consignaban datos importantes sobre su familia y su relación con ella, había sido censurado por los editores y el padre del psicoanálisis no lo puedo leer. A día de hoy lo que está claro sobre Schreber es que sufría un trastorno maníaco depresivo también conocido como esquizofrenia. ¿Estaba enfermo y por eso llegó a pensar, dentro de su paranoia, que sería placentero ser mujer durante el acto sexual o fue su incapacidad de aceptar sus tendencias menos masculinas las que lo llevaron a la esquizofrenia? La corriente mayoritaria entre los psiquiatras defienden que la esquizofrenia tiene su origen en causas biológicas. Los psicólogos tienden, sin embargo, a explicar estas enfermedades mentales a partir de factores externos, sean ambientales, culturales o de educación. Michael Mahoney, un ejemplo del segundo grupo, en su libro Schizophrenia: The Bearded Lady Disease se basa en 639 citas de biógrafos, psicólogos y enfermos para afirmar que esta enfermedad está causada, en la mayoría de los casos, por conflictos relacionados con la bisexualidad o la confusión de género.

Paul Schreber

Está comprobado que la estricta educación que Schreber recibió por parte de su padre y los valores y principios imperantes en la sociedad alemana de la segunda mitad del siglo XIX lo llevaron a sentirse asqueado y escandalizado por sus propias fantasías. No es descabellado pensar, por ello, que si Schreber —un hombre culto e inteligente—, como hizo José Luis Sampedro, hubiera conseguido racionalizar sus fantasías y asumirlas como la manifestación de un deseo de ser una persona más completa, de ser un hombre con su lado femenino más desarrollado y por ello un hombre más evolucionado; si Schreber, como Sampedro, no se hubiera avergonzado de sus deseos de gozar como una mujer y, al contrario, lo hubiera considerado una suerte por ser una manera de vivir más placentera e intensamente su vida sexual, puede que no hubiera caído en el desequilibrio que terminó arruinando su carrera profesional, su matrimonio y, claro, su vida.

Que estas cosas ocurrieran hace 100 años, aunque lamentable, es algo que no nos queda más remedio que aceptar. Entonces se había avanzado muy poco en el conocimiento de la psique. No es que a día de hoy podamos sentirnos orgullosos en esa materia, pero gracias al psicoanálisis, a las polémicas que este desató y, sobre todo, a los estudios que se realizaron para contradecir las teorías que Freud construyó, podemos afirmar que en el último siglo hemos progresado más que en toda la historia de la humanidad en lo referente al conocimiento de la mente. Aun así los especialistas siguen trabajando con teorías que no pueden ser científicamente comprobadas. De ahí que en algunos círculos se hable de seudociencia. Las investigaciones sobre el cerebro que gracias a los modernos métodos de diagnóstico por la imagen se han comenzado a realizar en la última década supondrán —ahora sí— un auténtico paso de gigante en estos estudios que en breve podremos comenzar a llamar con toda propiedad ciencia.

De todos modos, lo que la humanidad ha avanzado hasta la fecha en el conocimiento de la psique sí que debería bastar —si la educación y la cultura hubieran cumplido sus objetivos— para que al menos fuéramos capaces de desterrar de nuestras mentes algunos complejos y obsesiones ridículas que nos amargan la vida. Lamentablemente no es así. Hoy, paradójicamente, internet —que tendría que ser la fuente de información que nos permitiera un autoconocimiento más profundo— se ha convertido en generador de graves conflictos internos. Uno de los más modernos (no tiene más de 20 años de antigüedad) es el que plantea la afición cada vez más extendida que hombres prioritariamente heterosexuales tienen por las paginas porno de transexuales.

Gynandromorphophilia

Gynandromorphophilia es —en sentido literal— la atracción o el interés erótico por personas en cuyo cuerpo se presentan al mismo tiempo características femeninas y masculinas. Esta palabra fue usada por primera vez en 1993 por los doctores Richard Blanchard y Peter Collins en su artículo Men with sexual interest in transvestites, transsexuals, and she-males, que fue publicado en el Journal of Nervous and Mental Disease. Aquel artículo sirvió para que la gynandromorphophilia fuera incluida en la lista de las llamadas parafilias. Una parafilia es un desvío de índole sexual, una conducta íntima donde el placer se obtiene mediante una actividad diferente a la relación sexual en sí misma. Antes se hablaba de perversiones y hoy se habla de «parafilias». Gynandromorphophilic —en un sentido más amplio y útil— es el término técnico que se utiliza en psicología para referirse a las personas, mayormente hombres, que se sienten atraídos eróticamente por transexuales que han hecho solo parte de la transición de sexo.

En los últimos años, y gracias al desarrollo de Internet y de la cirugía plástica, el número de hombres con interés erótico por lo que los anglosajones llaman «pre-op male to female transsexuals» (transexuales aún no intervenidas quirúrgicamente que siendo de nacimiento hombres van camino de convertirse en mujeres) ha aumentado de forma significativa.

Aclaración: la cirugía aún no realizada a la que se refiere la expresión «pre-op» es la vaginoplastia con inversión penil, es decir la extirpación del pene y la construcción de una vagina. Hablamos, por ello, de travestis con pene. Otros nombres para designar a estos transexuales son: trannyladyboykatoeyshemale.

Entre 2006 y 2011 el tráfico hacia las páginas de pornografía transexual ha crecido en más de un 5.000%. En 2009, dentro de los diez sitios porno con más afluencia en la red, fueron 188 millones las vistas a páginas dedicadas a la temática transexual. Y en esa cifra no se incluyen los visitantes a las más de 300 páginas (que ya había en 2009) dedicadas en exclusividad al porno tranny.

Los administradores de estos sitios web saben que un alto tanto por ciento de las visitas las realizan ellos y que son, en su mayoría, straight men, hombres heterosexuales. Steve Gallon, socio fundador a finales de los años 90 de una de los primeros sitios de porno transexual, lo tiene claro: «la mayoría de los clientes son hombre heterosexuales. Los homosexuales —la otra gran audiencia para erotismo en la red— no se sienten atraídos por las páginas de sexo tranny. Ya ni me preocupo de promocionarlo en el mercado gay, sería una pérdida de tiempo y dinero».

Lo más destacable de todo esto es el hecho constatado de que, contra pronóstico, la gran mayoría de los hombres atraídos por este tipo de pornografía sean heterosexuales. En esas escenas el hombre se deja practicar la felación por una mujer que no siempre lo fue; ella —a veces dotada de un largo y grueso pene— penetra prolongadamente en el tiempo a su partenaire masculino, etc. En esos vídeos porno se puede asistir a todo tipo de actos sexuales menos a los relacionados con la vagina. Lo único que falta en este mundo tranny —en comparación con el porno straight— es una vagina.

A pesar de que vivimos en pleno siglo XXI son muchas las personas a las que esta afición al porno transexual —como si de nuevos casos similares al de Daniel Paul Schreber se tratase— genera graves preocupaciones. No hay más que leer la gran cantidad de consultas o quejas que se hacen en algunos foros de internet. Preguntas del tipo: «He pillado a mi novio viendo vídeos porno de travestis. ¿Ha dejado de quererme? ¿Será que mi novio es gay y yo no me había dado cuenta?» son cada día más frecuentes.

No disponemos a día de hoy de una ciencia que permita explicar taxativamente el comportamiento humano en esta materia, pero sí se pueden hacer algunas afirmaciones:

La gynandromorphophilia (interés erótico por transexuales) es una modernización de la mujer ninfómana como fantasía sexual masculina.

En The omni-available woman and lesbian sex: two fantasy themes and their realtionship to the male developmental experience de 1986, la psiquiatra americana Ethel S. Person (1934-2012) analizó dos de las fantasía sexuales masculinas más comunes. La primera, la que tiene como protagonista a la mujer siempre disponible para el sexo (The omni-available woman), tiene mucho que ver con el asunto que nos ocupa. Una mala traducción al castellano —pero que sirve para entendernos— de la expresión utilizada por la doctora Person sería «ninfómana». Debo aclarar que encontrar auténticas ninfómanas es muy difícil ya que las personas que padecen hipersexualidad suponen solo un 6% de la población y de ese tanto por ciento las mujeres son únicamente un 2%. De ahí que podamos afirmar que esta fantasía tiene poco apoyo en la realidad. Sin embargo desde tiempos ancestrales los hombres han soñado con esa mujer hipersexuada, ya que la mujer ninfómana está dispuesta a todas horas —siempre lubricada— para el sexo. La doctora Person nos explica que en esa fantasía el hombre representa en su mente una versión femenina de la imagen sexual que él tiene de sí mismo. Con esta fantasía el varón lo que intenta es borrar las diferencias de comportamiento sexual entre mujeres y hombres. La ninfómana reafirma la confianza del hombre en sí mismo porque nunca lo va a rechazar. A ese tipo de mujer le apetece hacer lo mismo que al hombre. El mito del orgasmo simultaneo como objetivo cumbre en las relaciones heterosexuales está emparentado con esta fantasía porque ambas situaciones buscan esa complicidad total entre hombre y mujer que el varón no suele encontrar en la realidad.

El hombre busca en el porno tranny la complicidad que con frecuencia no encuentra en el sexo con su pareja.

Primero se pensó que si la mujer no respondía al sexo de la misma forma que el hombre era debido a inhibiciones culturales. De esa creencia surge, por ejemplo, el mito de «la mujer niña» que Fritz Wittels (1880-1950) desarrolló en un artículo que con ese mismo título publicó en la revista vienesa Die Fackle. Wittels, que fue alumno de Freud, utilizó como inspiración la forma de comportarse de Irma Karczewska, una joven prostituta de la que fue médico, protector y amante:

Se trata de una muchacha que posee un gran atractivo sexual, desarrollado con tanta precocidad que se ve forzada a iniciar su vida sexual siendo todavía una niña en otros aspectos. Durante toda su vida sexual sigue siendo una niña hipersexuada, incapaz de comprender el mundo civilizado de los adultos. (Inma) Había sido una perversa polimorfa desde pequeña y no había desarrollado inhibiciones culturales porque sentía el ansia del amor desde su más tierna infancia, y no había habido tiempo para la «latencia».

Billy Wilder, el famoso director de cine de Hollywood que antes de triunfar en el celuloide conoció a Wittels y a Irma Karczewska en Viena, cuando era periodista, se inspiró en esta historia para su película Irma la dulce que protagonizó Shirley Mclaine. Pero esta es otra historia.

Hoy se sabe que la falta de sintonía sexual que perturba la coexistencia de muchas parejas ella-él no es debida a tabúes culturales. Las necesidades en el terreno afectivo/emocional son diferentes —en la mayor parte de los casos— entre hombres y mujeres y esa disparidad termina afectando a la relación sexual. El hombre hetero, por falta de información o por puro egoísmo, en la mayoría de sus encuentros sexuales, no consigue satisfacer las expectativas de su pareja. Muchas mujeres —incluso alcanzando el orgasmo— quedan insatisfechas después del coito. Antiguamente el hombre no era consciente de ello. Primero porque no solía preguntar (la satisfacción femenina no era un asunto importante) y segundo porque ella no manifestaba sus necesidades y/o su desagrado poscoito. Hoy la mujer se queja y eso lleva a muchos hombres a la frustración y al desaliento. En fantasías como la de la ninfómana o en el porno transexual el varón hetero encuentra resarcimiento, consuelo y bálsamo.

La transexual, por el hecho de ser originariamente un hombre, tiene una libido como la del hombre heterosexual y por ello la complicidad o el compañerismo, si queremos llamarlo así, entre los dos copuladores es mayor. Esto es algo de lo que el espectador hetero no es plenamente consciente, pero que funciona y le hace sentir cómodo mientras contempla videos de temática tranny.

El hombre hetero se identifica con la transexual que protagoniza el video porno.

Como si se tratara de la fantasía de la omni-available woman de Person pero mejorada, la identificación del espectador heterosexual con la transexual es mayor que con la ninfómana. Y para ello el que la protagonista del vídeo porno posea un pene de grandes dimensiones ayuda y mucho. No es de extrañar, por lo tanto, que las transexuales con mayor audiencia —como es el caso de Yasmin Lee (22 centímetros) y de la argentina Mariana Cordoba (24, en su caso)— posean apéndices de grandes dimensiones.

En su subconsciente el espectador hetero encuentra más autenticidad en el porno transexual que en el tradicional.

El espectador sabe que las actrices de los vídeos porno tradicionales suelen fingir su excitación y sus orgasmos. En el porno transexual es más difícil mentir. La erección del miembro de ella es casi palpable y la eyaculación deja muestras inequívocas e insoslayables que certifican su autenticidad. Todo esto contribuye a que el espectador se aficione a este tipo de porno.

El hecho de que el hombre sea penetrado no desagrada al espectador.

Los primeros transexuales no tenían más remedio que conformarse con un desempeño pasivo durante la relación sexual debido a que las transformaciones en su cuerpo se realizaban sobre todo por medio de alteraciones hormonales. En la actualidad se puede conseguir esculpir el mejor cuerpo femenino (todo es cuestión de pagar por ello) sin perder capacidad de erección. Esto ha permitido que, siempre que lo exija el guión (y esto ocurre cada día más), la transexual ejerza activamente el papel que anteriormente estaba reservado a los conocidos en el argot porno como “sementales”. Alguien podría argumentar que si en el porno transexual se prodigan escenas en la que es ella quien lo penetra a él (acto más propio del coito gay), el espectador que asiste complacido al vídeo debe ser a la fuerza homosexual. No es así. La fantasía de sumisión en el hombre no implica homosexualidad, como explica José Luis Sampedro en su libro La escritura necesaria. Y en la mayoría de los casos, el hombre, contemplando estas escenas, obtiene relajación. La misma que consigue aquel que cree que está obligado a tomar siempre la iniciativa, a llevar la voz cantante y un día se le permite dejarse llevar, ser guiado por otro, o por otra.

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Fuentes:

Man’s ‘secret love’ of transsexual women: Do new trends predict a second sexual revolution? escrito por Claire Madison en Examiner.com.

La escritura necesaria, Gloria Palacios y José Luis Sampedro, (Siruela, 1996)

El amante lesbiano, José Luis Sampedro, (Plaza & Janés, 2000)

El cerebro femenino de Louann Brizendine (RBA, 2007)

Sucesos memorables de un enfermo de los nervios, Daniel Paul Schreber (edición de la Asociación española de Neuropsiquiatría, 2003). Hay otra edición más moderna y fácil de encontrar que con el título “Memorias de un enfermo de los nervios” editó Sexto Piso en 2008.

The omni-available woman and lesbian sex: two fantasy themes and their realtionship to the male developmental experience, Ethel S. Person, 1986.

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19 Comentarios

  1. Uno de los artículos más interesantes que he leído en jotdown últimamente. Enhorabuena.

  2. Artículo demasiado gafapasta hasta para mi.

    • A ver si ahora el término «gafapasta» va a ser el comodín para desprestigiar todo lo que no entendemos, razonen las críticas, por favor.

  3. Alguien puede transmitirme la sensación que se experimenta al hacerse una paja vestido de astronauta en la superficie de la Luna ? ¿No será la misma que experimentan el rey y sus mariachis cuando por decreto ley imponen al personal cualquier limitación ? Pregunto, solo pregunto

  4. Fantástico artículo. Muy interesante, entretenido e incluso perturbador.

    Por otro lado creo que la gente últimamente no es capaz de distinguir entre «psicoanálisis» y «gafapasta», o, ampliando un poco más y como dice Pep, no son capaces de distinguir entre «lo que no entienden» y «gafapasta».

    Al final va a resultar que todo aquel que consume literatura de no ficción quede reducido a un melenas con pantalones pitillo y gafas sin cristales con monturas negras.

  5. Excelente artículo. Como dicen por arriba, de lo más absorbente que he leído últimamente por aquí (y magníficamente redactado).

  6. Excelente artículo. Sin duda trata en él la problemática del sexo y el género al confundirse generando unos roles que nos impiden desarrollarnos plenamente, de modo que muchas veces tenemos que hacerlo a través de la imaginación. La presión de «ser un hombre de verdad» vs. el desarrollo de nuestra personalidad tal y como la necesitamos.
    Por otra parte, sobre la orientación sexual, yo creo que, si todos tenemos algo de homosexualidad y de heterosexualidad, como indicaba Kinsey, es la sociedad con sus impactos a través de los agentes sociales (las costumbres, el cine, la política, la familia, etc.) quien determina si desarrollamos una orientación u otra. Por ejemplo, siguiendo la escala de Kinsey, si yo tuviese un 25% de homosexualidad o un 3 (más o menos) en la escala de kinsey PERO viviese en una sociedad homosexual (todo el cine que me lanzan es homo, toda la publi que me lanzan es homo, etc. etc -que ahora es casi enteramente hetero-), ¿quién no dice que ese 25% de homosexualidad o un 3 (más o menos) en la escala de Kinsey sería el que, finalmente, determinase mis prácticas sexuales y mi condición sexual?
    De nuevo, felicidades por el artículo.

    • Kinsey era homosexual y no puedo dejar de sospechar que, como muchos otros homosexuales que largan lo de «en realidad todos somos bisexuales», en realidad lo que pretendía era aumentar el número de amantes potenciales.

      • Y sus cuatro hijos los tuvo por correspondencia, no te digo.

        • Su mujer tuvo cuatro hijos, eso no tiene nada que ver. Y vamos, que aun si fueran suyos, el hecho de tener relaciones homosexuales a menudo digo yo que algo contaría. No te jode.

  7. Me ha gustado mucho, por la impecable redacción y, sobre todo, por lo que puede dar de sí el tema. No deja de ser curioso el hecho de que el porno transexual sea uno de los más visitados y que, sin embargo, sus usuarios vivan en la hipocresía, ya sea por el temor al qué dirán si sus allegados se enteran de esos gustos o por dilemas internos o vaya uno a saber. Yo, personalmente, no veo relación entre ver porno transexual y ser homosexual, la verdad. Generalizando mucho creo que decir que a uno le excita este porno es como el que dice que le excitan más las rubias, pelirrojas o lo que sea.

  8. Es un artículo que, siempre para mi gusto, comienza bien. Explicando que el ser libres de sentir el rol que necesitemos dentro de nuestros cuerpos sin límites y el sentirnos libres (también) de expresarlo es sano para el equilibrio mental, eso que no sabemos tampoco si es sano, pero también para la libertad personal, para la libertad de pensamiento, eso que desde mi punto de vista SIEMPRE es positivo ya que ayuda a quererse a uno mismo y crecer dentro de sí.

    A partir de entonces todo se estropea. ¿Por qué intentamos analizarlo todo, darle una explicación, tratar de buscarles teorías, fundamentos, soportarlo por estadísticas y estudios? Puag! eso es para mí lo que más limita el poder hacer en esta vida lo que nos de la gana sin limitarnos a prejuicios y tapujos. Porque para sacar un estudio que arroje luz sobre la inclinación sexual de los hombres que ven porno transexual:
    1- Tenemos que partir de una definición de «hombre», algo que ya está limitando al individuo.
    2- Tenemos que partir de una definición de inclinación sexual, que normalmente se limita a hetero-homo y en el caso de «ni lo uno ni lo otro» -bisexual.
    3- Tenemos que partir de una definición de transexual. Y una bien clara. Por la que nos desprenderemos de una definición sexual bien clara y dual, macho/hembra, hombre/mujer y el transexual como algo intermedio.

    Yo afirmo: el género es una construcción social como se viene diciendo, pero también gran parte de las atribuciones al «sexo biológico», eso que parece ser tan claro y que desde la ciencia nos están diciendo que no lo es (http://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/15265161.2012.680533), que solamente afirmando las anteriores definiciones, podemos afirmar la existencia de una clasificación bipolar de homosexualidad/heterosexualidad. Y que tratar de explicar todo, y para explicarlo hace falta partir de ciertas definiciones, es meter a la gente, a su personalidad compleja, en cajones etiquetados según las conclusiones a las que necesite llegar el estudio. Según esto resulta que todo «hombre heterosexual» que ve porno «travesti pre-op male-to-female» (que cutre todo) está buscando la empatía de la líbido de otro «hombre» reconvertido parcialmente a «mujer» buscando inconscientemente en este «pe-op» el mito de la ninfómana, ¡toma ya! Y si lo estiramos un poco el argumento llegaría hasta el síndrome de Edipo.

    «. Aquel artículo sirvió para que la gynandromorphophilia fuera incluida en la lista de las llamadas parafilias. Una parafilia es un desvío de índole sexual, una conducta íntima donde el placer se obtiene mediante una actividad diferente a la relación sexual en sí misma. Antes se hablaba de perversiones y hoy se habla de “parafilias”. Gynandromorphophilic —en un sentido más amplio y útil— es el término técnico que se utiliza en psicología para referirse a las personas, mayormente hombres, que se sienten atraídos eróticamente por transexuales que han hecho solo parte de la transición de sexo.»

    No lo dejas nada claro en el artículo, pero si fue incluido en la «lista de parafilias» supongo que te referirás al DSM. Si te refieres a eso te recuerdo algo que seguramente ya supieras porque demuestras un amplio vagaje intelectual, y es que el DSM es un manual psiquiátrico. Y esto lo incluyo yo, de lo más perverso.

    Si necesitas algún tipo de discusión de tú a tú o que charlemos sobre estos temas, contáctame.

  9. Pingback: 11/04/13 – ¿ Qué hace un hombre como tú en un sitio (web) como este ? | La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real

  10. Según tengo entendido, en la última actualización del, como dicen por ahí arriba, «perverso» DSM, han eliminado la transexualidad como patología.

    • No. En el DSM V se sigue contemplando el trastorno de transgénero y también en menores de disforia de género. GID en inglés. También recogido en la CIE 10. ES lo que pone en el certificado de mi hijo. Con su numerito.

      Este artículo es excesivamente binario y androcéntrico. Qué estupidez.

  11. Fantástico artículo. Espero que le abra las puertas del autoconocimiento a quién no ha tenido un diálogo sincero con su propio cuerpo. Pero sobretodo espero que cierre las puertas de la culpa y la locura a aquellos que han tenido un diálogo sincero con su cuerpo, pero no se lo quieren contar a su mente.

  12. Aclaremos algo, yo soy transexual escort y los puteros no son heterosexuales, son bisexuales, a un hetero no le gustan los penes. Así de claro!
    Estoy harta de leer que estos hombres son hetero.
    Cuando son los que más nos discriminan e insultan pero bien que pagan por ser sodomizados o por chupar polla o pedir leche.
    Y yo que soy femenina y tomo hormonas no hago eso. Las que tienen más clientes son las que no toman hormonas y los penetran.
    No me digan que eso es hetero!
    Es tan gay el putero sodomita como el gay que se pone pechos y pentra a los hombres.

    Cuando se ven rechazados te llaman maricón… Justo ellos que chupan polla y tienen el culo abierto a escondidas van a llamar maricón a una transexual que es libre, femenina y bella.

    Así que dejemos las cosas claras. Si quieren llamar hetero a uno que sale con transexuales, será el que no busca el pene, el que la ve como mujer y ninguna mujer tiene pene.
    Yo siempre lo oculto con mis parejas y a ellos no les gusta verlo.

    Un tipo bisexual siente atracción por el falo de una transexual activa.

    Si eres pasiva y no enseñas el pene no les llamas tanto la atención.

    Ellos se erotizan y educan mirando porno de transexuales donde las obligan a actuar como hombres.
    Esa no es la realidad.

    Yo me operaré en breve para quitarme de encima a este tipo de hombres que tanto asco me dan.
    Hoy mismo un maricón de estos aquí en España me trata en masculino cuando 5 minutos antes me pedía por teléfono que me quería chupar el pene.
    Yo le dije que era un putero maricón reprimido, él me estaba buscando para hacer eso y le dije que no.
    Dejen de tratar a estos tipos como hetero, cuando en la sociedad la palabra hetero lleva connotaciones positivas siempre… Son BISEXUALES.

    Al hetero NO le gustamos las transexuales.
    A un gay no le atraen las vaginas de la misma forma que a un hetero no le atraen los penes.

    Otra cosa es que se enamoren de una persona transexual, y la conozcan en el rol de género que representa sea hombre o mujer.
    Pero eso por lo menos en este país no existe, aquí se relacionan con el sexo, no te conocen como persona.
    Sea donde sea.

  13. Sergio Jiménez

    Mmmh… sí.

  14. JuanaJuan

    Las personas trans se sienten como si fueran del otro sexo. Si lo sienten con mucha intensidad pasan a hacer transición.
    Lo que incluye modelado del cuerpo para parecer el otro sexo y sentirse acorde con lo que sienten.
    Por ahora es un modelado estético (cirugía plástica) y con hormonas, sin cambio a ser el otro sexo realmente. Con esto se suele usar el género femenino entrando en una ficción legal.
    Hay varones y hembras que se sienten atraídos por personas así. A veces algunos de ellos se sienten en fantasia sexual como si fueran del otro sexo.
    El porqué, no lo sé en ninguno de los casos. Lo que se és que hay personas que les ofende una barbaridad esto y hay personas que no.
    A menudo las personas que se sienten ofendidas suele ser porque su sentimiento es el de querer ser identificadas plenamente como si hubieran nacido siendo el otro sexo. Y su sentimiento es tan fuerte de querer ser de esa forma, que no quieren tener ningún recuerdo ni en su cuerpo, ni en los actos sexuales, que les lleven a recordar su pasado o lo que no quieren identificar con sigo mismas.
    En el fondo es un error, pues esas personas no son sus posibles parejas. Esas personas encajan mejor con las que se contentan con una transición parcial. En algunos casos estas personas se identifican con el otro sexo, pero en otros también se identifican como no binarias. Estas personas que están a medio camino entre dos sexos visualmente, encajan con esas personas que mentalmente siente ser del otro sexo en su experiencia sexual de fantasia, però que no desean cambios.

    Se que dije que no haría interpretaciones pero está la encontraba necesaria. Y la dejo como hipótesis.

    Por cierto, a nivel científico la atracción hacia personas trans se queda en una categoría separada de hetero y homo. Aunque pueden experimentar atracciones hacia otros sexos o no hacerlo.

    Un saludo.

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