El último baile Opinión

La última puñalada trapera de Bernard Hinault

A Hinault le llamaban “el Caimán” y eso era por algo: resistía como nadie, tenía un genio de mil demonios y en cuanto te despistabas soltaba una dentellada. En la comparación con Merckx, Hinault mostraba la misma superioridad sobre sus competidores pero un mayor gusto por los titulares de los periódicos, por las gestas devastadoras. Así ganó la Vuelta a España de 1983 y de paso se destrozó la rodilla por la sierra de Gredos. Si para Merckx ganar era una cuestión de apetito, para Hinault era una cuestión de orgullo. Todo era algo personal. Su autoridad siempre tenía que imponerse, fuera y dentro del pelotón. El “patrón” por excelencia.

La lesión de rodilla puso en grave riesgo su carrera cuando ya había ganado cuatro Tours, dos Giros, dos Vueltas y un Mundial, que no es poco palmarés, y contaba con 29 años, una edad a la que, por entonces, los corredores no iban a más sino a menos. Hinault quería seguir siendo competitivo, pero tenía un gran problema: en su equipo, el mítico Renault, corría un chaval muy joven que ya le había ayudado a ganar el Giro de 1982 y que ganaría al año siguiente el Tour. Se trataba de Laurent Fignon, un talento supremo que también había crecido a los pechos de Cyrille Guimard, y que, además, no entendía de jerarquías ni de patrones.

Así pues, en el invierno de 1983 a 1984, el campeonísimo decidió dejar su equipo de toda la vida y cambiarlo por La Vie Claire, es decir, por Bernard Tapie, una de las figuras más siniestras de la historia del deporte mundial y de la política y economía francesas. A Tapie se le antojó hacer un equipo de ciclismo y, como siempre, lo hizo a lo grande. Hinault quería titulares y sentirse adorado por el público. Tapie podía darle esa publicidad y mucho más. Juntos combatieron a Fignon en el Tour de 1984 aunque sin éxito. En su autobiografía, Éramos jóvenes e insaciables, Fignon recuerda aquel Tour intercalando risas y admiración: los ataques de Hinault desde cualquier lugar le merecían un enorme respeto. Esa negativa desesperada a rendirse. Por otro lado, eran ataques tan completamente enloquecidos que solían acabar en nada: en el aplauso del público al llegar a meta, los gritos de los periodistas enfervorecidos y un segundo puesto en el pódium.

Hinault podría haberse pasado un buen tiempo viviendo a la sombra de su otrora lugarteniente, pero hasta cierto punto tuvo suerte: nada más empezar 1985, Fignon se lesionó de la rodilla, una lesión casi idéntica a la que había sufrido el bretón dos años antes. En esas condiciones, Laurent no estaba para correr y mucho menos para competir. El shock le duró cuatro años más y cuando salió de ese, entró en el de perder un Tour por ocho segundos, pero esa es otra historia y ya está contada.

La baja de Fignon revitalizó la carrera de Hinault. Las rivalidades son así y más aún las rivalidades entre franceses. No deja de ser curioso que el ídolo nacional siga siendo Raymond Poulidor, un hombre al que no le importó dejar pasar campeones y campeones delante de él sin molestar apenas. En 1985, Hinault ganó cómodamente el Giro y se plantó en el Tour ansioso por ganarlo por quinta vez e igualar así a Anquetil y Merckx. En total, sería su décima gran prueba por etapas y todo el equipo —un equipo impresionante, pues La Vie Claire contaba con los mejores ciclistas que el dinero podía comprar se puso a su disposición, incluida la gran promesa, Greg LeMond, un ciclista estadounidense todoterreno que ya había sido Campeón del Mundo en ruta con 22 años y podium del Tour al año siguiente, con 23.

LeMond parecía imparable y todo el mundo tenía la sensación de que, si no ganaba ese Tour, en el que Hinault llegó agotado a las últimas etapas después del esfuerzo italiano, era simplemente porque la sombra de Tapie era demasiado larga y no iba a permitir que un yanqui de 24 años derrotara a su leyenda de 31, que además cobraba cuatro o cinco veces más. La historia que vendía era la historia de Hinault ganando su quinto Tour y eso era publicidad de la buena para La Vie Claire. En la penúltima etapa, LeMond ganó la crono y se puso a 1´42” en la general. Obviamente, no había espacio para más, pero era una llamada de atención, algo parecido a lo que Ullrich hizo con Riis en 1996: “Me debes una”, parecía decirle al bretón con ese triunfo y todos tomaron nota.

Lo lógico habría sido que LeMond se fuera de La Vie Claire, pero a lo largo de su carrera, LeMond ha aparentado una inocencia desoladora en demasiadas ocasiones. Otras, desde luego, no. Hinault se declaró satisfecho con sus cinco Tours y declaró públicamente que al año siguiente, el que sería su último en activo, dedicaría todas sus fuerzas a ayudar a su compañero de equipo a ganar en París. Sellaron el acuerdo con un apretón de manos, Tapie se llevó todas las portadas que quiso y todo el mundo hizo como si nada, como si no supieran que Hinault bajo ningún concepto iba a renunciar a ganar seis Tours de Francia, más que nadie, y que, si tenía piernas, le iba a hacer la vida imposible a aquel chaval rubio y risueño.

Así fue. Greg LeMond empezó el Tour de 1986 convencido de que tenía el equipo a su lado pero nada más lejos de la verdad. Aquel equipo seguía siendo el de Hinault, cuyo discurso recordaba al de los alienígenas de Mars Attacks, cuando destrozaban el planeta con sus naves mientras gritaban por los altavoces: “No huyáis, somos vuestros amigos”. Hinault arrasó en la primera contrarreloj llana, organizó todo tipo de emboscadas en el llano y se exhibió en la primera etapa de montaña, la que llevaba a Pau, consiguiendo no solo el liderato sino una diferencia abismal sobre su compañero de equipo, que transitaba por entonces con 5′ 20» de desventaja.

Crecido por su liderato, que justificó como “un movimiento defensivo porque pensé que Greg me seguiría fácilmente”, Hinault quiso repetir al día siguiente y atacó ya en el descenso del primer puerto del día, camino de Superbagnères. Fue un movimiento tan estúpido como los que intentó contra Fignon en 1984. Es de suponer que el Caimán tenía dudas sobre su edad y sentía la amenaza del cansancio acumulado que casi le había hecho perder el Tour anterior en la última semana pero en realidad no había necesidad para hacer algo así. Quedaban más de 100 kilómetros hasta la meta, iba de amarillo, tenía medio Tour en su bolsillo y le bastaba con seguir la rueda de un LeMond, que, vistas las circunstancias, tenía imposible atacar a su propio compañero de equipo.

Pero no. Hinault tenía que ser Hinault hasta el final. Hinault tenía que ser leyenda, nunca se ha visto un hombre tan obsesionado por pasar a los libros de historia. Su ventaja fue creciendo y creciendo, imperial en las subidas y en los llanos… hasta que en el Peyresourde las piernas dejaron de funcionar. Una debacle en toda regla. La ventaja de minutos se quedó en nada y en el puerto de Superbagnères recibió de su propia medicina: apoyado por uno de los pocos corredores de La Vie Claire que le era fiel, Andy Hampsten, Greg LeMond lanzó un ataque demoledor que le llevó al triunfo de etapa y le dejó a pocos segundos del liderato.

La carrera había vuelto a cambiar y en algún lugar Fignon sonreía mientras negaba con la cabeza. “Este tío nunca aprende”. Hinault justificó su acción como parte de un plan de equipo que había funcionado bien pero por dentro se juró aguantar hasta el final. Seguía líder, estaba a siete etapas de su sexto Tour… y sabía lo que sabía todo el pelotón por el olor del culotte de LeMond: el americano estaba pasando por una gastroenteritis brutal que casi le había hecho abandonar la carrera. Si el Caimán conseguía aguantar la primera etapa de los Alpes, si se pegaba a la rueda de su rival, ¿quién sabe lo que podría pasar? Además, LeMond estaba de los nervios. Él mismo lo ha reconocido varias veces después: aquel Tour fue una sucesión de puñaladas traperas y pequeñas traiciones que lo tenían desconcertado. Nunca sabía cuándo un compañero de equipo iba a atacarle y quién estaría a su lado en ese momento.

Sin embargo, la llegada al Granon, un coloso alpino desconocido hasta entonces, fue la tumba para Hinault. Incapaz de responder al ataque de LeMond, tuvo que ver como al americano se le unía un suizo, Urs Zimmerman, del Carrera, y perdía tal minutada que no solo se escapaba el liderato sino incluso el segundo puesto. Al día siguiente la carrera llegaba a Alpe D´Huez y se comenta que Hinault juntó a sus compañeros para reconocer la superioridad de LeMond… y advertir de que no iba a permitir que Zimmerman se le colara en el segundo puesto. Hasta ahí podíamos llegar. En cuanto pudo, en un nuevo descenso enloquecido, Hinault se fue hacia delante y nadie salió a su rueda, ganando pronto distancia.

LeMond no sabía qué hacer: ¿El ataque era contra él o contra el suizo? Públicamente, todos sabemos qué iba a decir Hinault, pero no podía fiarse ni un pelo de aquel hombre. Por si acaso, mandó a Steve Bauer, otro compañero de equipo, hacia delante, y al ver a Zimmerman en apuros, él mismo lanzó su ataque en el llano. De repente, los tres hombres de La Vie Claire estaban en la cabeza de carrera, una exhibición que siempre es sospechosa en un deporte como el ciclismo. Bauer tiró hasta donde pudo y dejó que Hinault y LeMond se jugaran lo que tuvieran que jugarse subiendo el último puerto. En un acuerdo tácito aunque LeMond asegura que siempre temió el ataque y que los relevos de Hinault eran exageradamente duros los dos se respetaron para lograr el doblete en la cima y montar el paripé de llegar cogidos de la mano a la meta… la bicicleta del patrón, por supuesto, un poquito por delante.

No sería la última victoria de Hinault, que también se impuso en la contrarreloj individual que cerraba el Tour a falta de una última etapa realmente importante, la que llegaba al Puy de Dôme. Con el primer y el segundo puesto asegurados, el Caimán aún creía en el milagro, en un último ataque de nervios de Greg que le permitiera la remontada. Para hacernos una idea del estado mental de LeMond, en la citada contrarreloj, se cayó al tomar una curva y después tuvo que cambiar de bici por un pinchazo. Una sucesión de desgracias que aun así le hicieron perder solo 25 segundos.

Hinault lo intentó, pero era imposible. La desventaja de tres minutos hacía que todo dependiera de un hundimiento brutal de LeMond que no llegó. Sonriente, como siempre, para las fotos, el francés felicitó a su compañero, aún con el miedo en el cuerpo. Anquetil nunca pudo ganar un sexto Tour; tampoco pudo Merckx, golpeado en el estómago cuando iba de amarillo en 1975. Hinault no sería una excepción. Acabar segundo en tu última temporada no era ningún deshonor, menos después de llevarte tres etapas y formar parte de un equipo que, venido de la nada o, más bien, de la chequera de Tapie como el Olympique de Marsella de los 90 había colocado hasta a tres corredores entre los cuatro primeros, cuatro en el Top 7. Una exageración.

El Caimán se retiró oficialmente en el Campeonato de Mundo de Ruta, una competición que no se le había dado mal históricamente, con un título, una medalla de bronce y otros tres top 10. Aquel año, el horno no estaba para bollos. Hinault acabó 59º, desfondado, disfrutando de los últimos aplausos, lejos del ganador Moreno Argentin y tramando maneras de volver al podium del Tour cuanto antes para no bajarse nunca. Exactamente lo que ha conseguido como coorganizador.

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22 Comentarios

  1. Arcimboldo

    Buen artículo, pero una precisión: la mítica etapa Salamanca-Ávila del 83 discurrió por la Sierra de Gredos y no la de Guadarrama.

  2. guille ortiz

    Tienes toda la razón, la mítica etapa de Serranillos, obviamente discurrió por Gredos, vaya despiste para un madrileño! Ahora lo cambiamos, gracias!

  3. Fulgencio Barrado

    Fantástico artículo, como todos los tuyos. Una sugerencia-pregunta: ¿Para cuando un artículo sobre el famoso Giro aquel del Mortirolo y la nieve?

    • Arcimboldo

      Nieve en el Giro? Si fue en el 88 fue en el Gavia.

      • Fulgencio Barrado

        Hace tanto que ya no recuerdo bien los nombres. Lo que si recuerdo es que fue, probablemente, la carrera por etapas más dura que haya visto.

  4. Muy buen artículo. Me parece oportuno tener un recuerdo para Laurent Fignon, fallecido en 2010, a los 50 años, de cáncer.

  5. No entiendo una mierda de ciclismo pero las historias están muy bien narradas. Se hace atrapante el texto. Felicitaciones, Guillermo!

  6. michelle

    Eran la bomba aquellos giros, a hamsten se lo levantaron en aquella etapa, no se veía una mierda y breukink relataba que llegó a verse arrojado por los acantilados….. pero tela tuvo el que le robaron a fignon, que casi le vuelan la cabeza con las aspas del helicóptero!!!!! mítico giro, bai jauna

  7. ….. nose ni por donde empezar…le llamaban «Le Blaireau» que es tejon en espanol y tiene mucho mas que ver en su actitud que el cocodrilo… Segundo mas que un post parece un resumen «Slaying the Badger: Greg LeMond, Bernard Hinault, and the Greatest Tour de France» de Moore (para mi el mejor libro de ciclismo que he leido) hecho a mala leche contra Hinault. Ese tour fue mas emocionante por la debilidad mental de Lemond(que probablemente era superior) que por los ataques de Hinault.

    «pero por dentro se juró aguantar hasta el final» de donde sacas eso?…punalada si hubo alguna fue de Lemond atacando a su companero que llevaba el malliot amarillo(que tampoco lo era porque ya habian acordado que lemond era el lider)cuando Hinault ataco anteriormente en el tour lemond no llevaba el amarillo e Hinault le habia hehco mejor en la crono, como bien dices si no hubiera hecho la tonteria nunca explicada del ataque en solitario a 100km de meta Lemond no habria tenido ni argumentos para atacar… asi que al final Lemond le deberia dar las gracias a Hinault por ese tour ya fuera por regalarselo o por equivocarse de todas maneras… se echan de menos corredores como hinault en el peloton actual.

  8. jake gittes

    Laurent Fignon! Un superclase.

    • erick estrada

      cada gran campeón en su época, Hinault demostró serlo así como F. Coppy, J. Anquetil, E. Merckx, G. Lemond, y el tiempo no perdona

    • erick estrada

      comentario: despues de 30 años seguimos admirando las grandiosas hazañas de las leyendas del ciclismo, mítico!!! mal que hoy en día se califique manchando aquellas batallas tan memorables

  9. «Hinault cuyo discurso recordaba al de los alienígenas de Mars Attacks, cuando destrozaban el planeta con sus naves mientras gritaban por los altavoces: “No huyáis, somos vuestros amigos”…
    jaja muy buena metáfora.
    Por cierto en el 83, Hinault, Fignon y Lemond compartían equipo en el Renault de Guimard pero era el americano al que se consideraba sucesor del bretón, de Fignon no se esperaba que diera la campanada en el 83, aunque a partir de allí hiciera historia.

  10. no estoy deacuerdo en el punto de vista que le das al artículo, si bien Hinault había reconocido públicamente que trabajaría para Lemond, cuando atacó en el marie blanque junto con pedro delgado éste iba por delñante en la general fruto de haber ganado la primera contrareloj larga. Y el mas fuerte de ese tour, se diga lo que se diga fue Hinault, dominador de las 2 contrareloj y de la montaña menos el fastidioso día que le regaló el tour a su compañero con su ataque a 100 kms de superbagneres

  11. Pingback: 9 razones por las que amo el Tour - J.M. Tomasena

  12. Guillermo Oudin

    Digan lo que digan, para mi -y creo que para muchos-, Bernard Hinault fue un fuera de serie, un campeón formidable que integra el top 5 de todos los tiempos…y si me apuran, les digo que está junto a Merckk y Coppi en el top 3, en el orden que prefieran

    • Francisco Servan Moreno

      Con 5 años de desfase, total nada, coincido contigo. La Trinidad de la historia del ciclismo posiblemente sean Merkx, Coppi e Hinault. Por títulos, pero sobre todo por la capacidad de hacer saltar por los aires una gran vuelta, en etapas en línea. Induráin o Anquetil geniales, sí, pero los tres primeros además de dominadores fueron héroes épicos sobre todo por su forma de ganar y a veces,también, de perder. Mención para Alberto Contador, sin llegar al nivel, por poco, de esa Trinidad hizo repetidos méritos para ser el último heredero de aquel linaje de héroes.

  13. Luismi Laguía

    Ese mítico ciclismo de los 80 ya no existe ni volverá a existir, ahora los ciclistas son robots hiperfibrados que parecen aliens, ya no se meten pastillas dopantes porque les pillan, pero se hacen doping genético sanguíneo…y las etapas de montaña parecen excursiones de cicloturistas que suben los puertos en fila de tren y que demarran cuando faltan 2 ó como mucho 3 km. para meta.
    Por cierto, Fignon el gafitas antipático iba cargado hasta el culo de doping, como casi todos en la época…

  14. creo que tienes un muy mal concepto de hinault.si en su quinto tour no lo hubiesen tirado en la llegada y por tanto se le rompió la nariz,incidente que le afecto mucho a la respiración,sobretodo subiendo un puerto al máximo esfuerzo,lemon nunca hubiese sido rival para hinault.

  15. Buena narracion. Eso si, pelin partidista, mencionar que Hinault tuvo la suerte de que Fignon se lesionase la rodilla para optar al Tour 1985…. Vamos que la misma que tuvo Fignon cuando en el 83 Bernard se la lesiono en Gredos y Fignon opto y logro tours 83 y 84. Las lesiones, y mas en el ciclismo tienen eso, de ahi a llamarlo suerte.

  16. Y yo me pregunto.

    En más de 10 años, toda una década, no ha podido el autor CORREGIR el título de la más que interesante (si bien muy exculpatoria) autobiografía de Laurent Fignon? El título correcto es «Éramos jóvenes e INCONSCIENTES».

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