Deportes

Mike Tyson: los 28 combates que lo llevaron al título, uno a uno (I)

Mike Tyson

«¿Por qué no puedo tener lo que quiero? ¿Por qué? He trabajado duro para conseguirlo, he sudado por conseguirlo. No lo robé. Sangré en el gimnasio por ello, he golpeado mi cuerpo bien fuerte, los rivales me han pegado fuerte. ¿Por qué no debería tenerlo? ¿Por qué deberían quitármelo?»

En Jot Down ya hemos hablado alguna vez de Mike Tyson; concretamente Rubén Uría escribió sobre su importantísima relación con Cus D’Amato —el legendario entrenador que lo recibió en su casa como a un hijo adoptivo— o sobre el día en que para estupor del mundo entero, Tyson sufrió su primera derrota profesional por KO a manos del rival más inesperado, un relativo  segundón llamado James «Buster» Douglas.

Normalmente cuando se habla de Mike Tyson se suele incidir en los aspectos personales más problemáticos o en su llamativa caída como púgil y como persona. No resulta extraño, porque Tyson es el prototipo de gigante con los pies de barro, de juguete roto que perdió el timón de su vida cuando ya había alcanzado la cumbre y que da como para escribir mil y una reflexiones. Es verdad que su tormentosa biografía es propia de personaje de alguna novela de Dickens y de hecho recomendaría a quien todavía no lo haya visto el excepcional documental-entrevista que se titula sencillamente Tyson, donde podemos ver en su faceta más descarnada a uno de los grandes mitos del boxeo y la cultura popular de finales del siglo XX. Pero hoy, al menos, de lo que me interesa hablar es del Mike Tyson boxeador en sus años de gloria. Del púgil que revolucionó un deporte como pocos antes que él. Del hombre que siendo apenas un adolescente asombró a los expertos pelea tras pelea. Del peso pesado que con 28 victorias en 28 combates —incluyendo 26 KO— se convirtió en el campeón mundial más joven de todos los tiempos. Del hombre que revitalizó el interés por una disciplina que había caído en el sopor tras la decadencia y retirada del gran Muhammad Ali. De aquel fascinante fenómeno llamado Michael Gerard Tyson. Creí que sería realmente interesante ver cómo un debutante de 18 años va haciéndose camino hasta conseguir el cinturón de campeón del mundo de los pesos pesados apenas cumplidos los veinte.

Mucha gente tiene una concepción equivocada sobre el Tyson boxeador, sobre todo si desconocen su primera etapa, la de su ascensión a la gloria. Piensan que era solamente un bruto cuya única arma era su enorme pegada. Pero nada más lejos de la realidad. Sí, sus golpes potentes podían tumbar a cualquiera. Esos golpes demoledores eran lo que más llamaba la atención y traían a la memoria la dinamita de Sonny Liston, George Foreman o (sobre todo) Joe Frazier. Y es verdad que sus rivales a menudo perdían antes de pisar el cuadrilátero, atenazados por el pánico, y que eso producía brevísimos combates que reforzaban la idea de Tyson como de un one trick pony. Pero había más, bastante más en su estilo que su pegada y su aterradora planta. No podemos olvidar que Tyson fue un gran boxeador desde varios puntos de vista, no solamente por esa pegada, y que durante una época cada una de sus apariciones eran una delicia para el aficionado, por más que sus fugaces combates acostumbrasen a terminar en un KO prematuro. No, Tyson quizá no poseía el repertorio de Ali o de Sugar Ray Robinson, eso es cierto. Pero era rápido de manos, ágil de cintura e incluso —a su manera— ligero de piernas. Tyson sabía que la velocidad también equivale a fuerza. Un golpe potente es un golpe fuerte, pero un golpe potente y rápido es doblemente fuerte. Tyson era más que un pegador básico. Dominaba varias combinaciones, sabía vulnerar las guardias de los rivales, sabía cuándo atacar y cuándo esperar. Era hábil esquivando golpes y sus cualidades defensivas —que, eso sí es cierto, se resintieron muchísimo cuando ya siendo campeón comenzó a descuidar su preparación— a menudo son infravaloradas por quienes solo recuerdan al Tyson de la gran fama.

Su más celebrado golpe era aquel gancho de izquierda que podía derribar árboles, aquel gancho que era su marca de fábrica y que se cuenta sin duda entre los mejores ganchos de izquierda de todos los tiempos. Otro de sus golpes de la casa era el uppercut, con el que desde abajo solía castigar a sus rivales en la corta distancia, especialmente si eran más altos que él. Pero como decíamos también podía lanzar veloces combinaciones de cinco, seis o siete golpes, rápidos como el relámpago. Sus dos brazos eran muy potentes y los dominaba a la perfección, de hecho cambiaba continuamente entre la guardia ortodoxa (diestra) y la southpaw (zurda), porque podía aspirar a noquear desde ambos flancos con idéntico control y precisión. Perfeccionó la guardia peek-a-boo, con los antebrazos ante la cara y los guantes casi a modo de orejeras: esa misma guardia que muchos años atrás Cus D’Amato había enseñado a Floyd Patterson. Una guardia arriesgada si uno no era lo bastante rápido como para esquivar y lanzar terribles contragolpes, pero que —al menos mientras Tyson conservó su velocidad— le permitió vapulear a púgiles mucho más altos y con mayor alcance de brazos que él. Por si fuera poco, en sus primeros años fue un boxeador tremendamente disciplinado cuya forma física era extraordinaria. Mike Tyson no era un púgil perfecto —probablemente ningún púgil es perfecto— pero edurante un tiempo fue uno de los más grandes y más excitantes pesos pesados que el mundo haya visto. Habrá cometido muchos errores en su carrera profesional y en su vida personal, desde luego, pero hay algo que como él mismo dice no le podemos quitar. Y ese algo es la gloria deportiva que se ganó bien a pulso, a base de mucho trabajo, de determinación y de talento.

Aquí repasaremos sus 28 primeros combates profesionales. Una fulgurante carrera que desde marzo de 1985 a noviembre de 1986 lo llevó desde el anonimato hasta el campeonato del mundo. Su primer año como profesional, que veremos pelea a pelea en esta primera parte, fue literalmente increíble. Debutó el seis de marzo de 1985, con 18 años de edad y siendo un desconocido… pero a finales de ese mismo año ya había periodistas que le estaban preguntando por qué no se enfrentaba a púgiles del Top Ten. Algunos incluso insinuaban la posibilidad de que a principios de 1986 intentase pelear contra alguno de los tres campeones mundiales vigentes de las tres asociaciones (WBC, WBA e IBF) en las que estaba dividido el boxeo. El joven Tyson respondía a las preguntas sobre un posible título con la cándida sencillez que lo caracterizada en aquellos tiempos, cuando el antiguo delincuente juvenil respondía a los reporteros con un cortés «Yes, sir» y trataba de no decir una palabra más alta que otra: «Llevo solo unos meses como profesional y en boxeo, hablar de pelear por el título a estas alturas es completamente absurdo». O «decidir con quién peleo es cosa de mi mánager; él no me dice cómo hacer mi trabajo y yo no le digo cómo hacer el suyo. Cuando él crea que estoy preparado para vencer a un campeón del mundo, yo también lo creeré».

Pero lo cierto es que a finales de 1985, su primer año, el mundo del boxeo ya estaba empezando a hervir de excitación ante el nuevo fenómeno, un boxeador de esos que surgen una vez en cada generación, si es que surgen en absoluto. Llegó a parecer intocable —sí, ya sé que nadie es intocable— pero en su momento, y quien vivió aquellos años lo recordará bien, gozó de un aura de invencibilidad de la que muy pocos deportistas han conseguido rodearse en algún momento de sus carreras. Iron Mike, Kid Dynamite, el Terror del Garden… olvidemos por un momento sus problemas y su caída en desgracia: Tyson también gozó de un periodo de gloria y fue un periodo absolutamente inolvidable. Estos 28 combates, los que lo llevaron hasta el título mundial, son la prueba fehaciente de ello.

Nota: los números entre paréntesis indican el momento temporal del vídeo (no del combate).

Tres de marzo de 1985. Rival: Héctor Mercedes

El debut profesional de un  jovencísimo Mike Tyson, que contaba solamente 18 años. Era casi un desconocido, excepto para los más enteneidos en boxeo que sabían de las dos derrotas como amateur que le impidieron estar en los Juegos Olímpicos de Los Angeles, en una por lo demás brillante etapa como púgil aficionado. Su aspecto era ya temible: una masa de músculos, pero no de músculos cultivados para posar ante una cámara, sino de una musculatura que a todas luces era pura potencia. Casi cada rincón de su organismo parecía diseñado para soltar descargas explosivas. En aquel debut frente a otro púgil joven apenas hubo combate. El puertorriqueño Héctor Mercedes trató de plantar cara, sin rehuir los intercambios y lanzando su jab (el golpe básico del boxeo, rápido y directo, que sirve para marcar distancias y mantener bajo control al rival). Sin embargo, había cosas para las que un valiente Mercedes no estaba preparado. Sí, Tyson era un debutante, apenas un chaval. Pero parecía disponer de un repertorio técnico y de una sabiduría propias de un púgil de primera línea. Mercedes se vio pronto sobrepasado por un atómico golpe de Tyson (minuto 1:44 de vídeo), seguido de un par de rápidas y potentes combinaciones que pusieron al puertorriqueño contra las cuerdas. El pobre Mercedes se abrazó a Mike (el «clinch») para salir del apuro. Seguramente ya estaba empezando a comprender que no se estaba enfrentando a un boxeador normal. Y apenas le quedaban segundos para terminar de comprobarlo, cuando lanza un jab que Tyson contesta con otro terrible directo que le hace retroceder varios pasos (2:04) Tyson está en su primer combate profesional, pero ya tiene muy desarrollado su agudo instinto depredador: percibe que su rival se ha asustado, así que se lanza a por el cuerpo del oponente con una lluvia de golpes que este no sabe cómo parar. Héctor Mercedes se ve atrapado en una esquina y pone voluntariamente la rodilla en tierra. Es la señal convenida de que un púgil quiere que el árbitro detenga el combate por algún motivo —en la práctica equivale a haber sido derribado— y cuando el colegiado se acerca para hacer la cuenta de seguridad, el propio Héctor Mercedes le hace un gesto claro de que ya no quiere seguir combatiendo. El árbitro, pues, levanta los brazos en un gesto inequívoco: al minuto y 47 segundos, la competición ha terminado. Es un KO técnico, esto es, cuando el árbitro (o los entrenadores, o los médicos) deciden que uno de los contrincantes ya no está en condiciones de competir y que continuar la lucha sería hacerle sufrir daños innecesarios. Mike Tyson se acerca a Mercedes, le da un abrazo y le dices unas palabras al oído. El puertorriqueño responde con unos golpecitos amistosos. Él ha sido la primera víctima del huracán Mike. Después van a venir muchas más.

Diez de abril de 1985. Rival: Trent Singleton

Apenas un mes después de su debut, Tyson vuelve al ring para enfrentarse a otro novato. Bastan unos segundos de combate para que Singleton esté a punto de besar la lona por primera vez, cuando sobre él cae una velocísima combinación de golpes que puede ilustrar bien la excelente técnica de Tyson en lo ofensivo y en lo defensivo (1:02, véase la manera en que, mientras ataca, se mueve para esquivar posibles contragolpes del rival). El árbitro los separa. Pero apenas reanudada la lucha, Singleton recibe el golpe maestro de Tyson —ese famoso gancho de izquierda— y termina otra vez sentado en la lona (1:21). El locutor expresa el poder y la rapidez de Mike con descriptiva sencillez: «Este chico es duro. No lanza muchos jabs. Se acerca, trabaja desde dentro: ganchos a la cabeza, al cuerpo… es como una máquina de movimiento perpetuo». Por tercera vez se reinicia lo que ya no parece una competición de igual a igual: Tyson se abalanza de nuevo a por Singleton y una vez más lo manda de rodillas al suelo (1:35). El árbitro ya tiene suficientes pruebas de la abrumadora superioridad de Iron Mike y muy apropiadamente detiene la pelea. Otro KO técnico en el primer asalto.

23 de mayo de 1985. Rival: Don Halpin

Los dos primeros combates de Tyson, contra púgiles inexpertos como él, sirvieron para otorgarle confianza pero también habían puesto de manifiesto que necesitaba un rival más rodado para que sus peleas pudieran prolongarse más allá del primer asalto. Halpin era un journeyman, un profesional experimentado pero sin cualidades excepcionales ni demasiada ambición. Su tarjeta no era especialmente asombrosa (10 victorias frente a 17 derrotas) pero era un tipo muy curtido que ya se había enfrentado a nombres importantes como Tony «T.N.T.» Tubbs (cuando Tubbs aún estaba en forma) o John Dino Dennis. Es decir, quizá Halpin no era una estrella, pero sí sabía por experiencia lo que era enfrentarse a púgiles de primer nivel, así que debía de tener mejores estrategias para hacer frente a Tyson que los jóvenes novatos de sus dos primeros combates.

Los entrenadores de Tyson probablemente le aconsejaron encarar esta pelea de otra manera y no lanzarse directamente a por un KO en el primer asalto, dado que ya no tiene enfrente a un jovencito inexperto. Y ciertamente Tyson nota pronto que Halpin encaja bien los golpes y sabe lanzar su jab, que es listo, frío de mente y no parece aturullarse en cuanto percibe la potencia de sus golpes. Así que Mike decide seguir el plan de trabajar su jab y guardar la distancia. Pelea el primer asalto desde fuera, empieza a cambiar la guardia de diestra a zurda y viceversa (una tónica general en sus combates) y vemos a un Tyson estratega que probablemente sorprenda a quienes solamente han visto algunas de sus peleas más famosas de años posteriores. Sus habilidades defensivas se ponen claramente de manifiesto (véase por ejemplo cómo esquiva el golpe de 4:50) y dedica ese primer asalto a estudiar a Halpin.

El segundo asalto comienza en la misma tónica hasta que Tyson, por fin, consigue aterrizar limpiamente su ahora célebre gancho de izquierda sobre Halpin (7:35). Eso parece darle un extra de confianza: empieza a vislumbrar agujeros en la guardia del oponente y los explota con dos veloces ganchos de derecha (8:16), seguidos de cerca por un tercero (8:44). Aunque Don Halpin está aguantando el tirón, empieza a percibirse la posibilidad de que Tyson haya encontrado finalmente una forma de atacarle. La inesperada táctica que Tyson está empleando —golpear y alejarse— consigue que Halpin empiece a lanzar contraataques al aire, lo cual amenaza con cansarlo antes de la cuenta (un golpe en el vacío consume mucha más energía que un golpe que alcanza al rival). Eso sí, Halpin sobrevive a la segunda ronda, más de lo que habían hecho sus dos predecesores.

Tyson no varía su plan en el tercer asalto. Más pelea en la distancia, más cambios continuos entre la guardia diestra y la southpaw para incomodar a su oponente. No se está lanzando a por el KO como en sus dos primeros combates, pero ya tiene la pelea bajo control. Como recompensa a su paciencia, los ganchos siguen entrando, tanto de izquierda (11:09) como de derecha (11:46), mientras que Don Halpin no parece tener nada con lo que responder. Tras tres asaltos de lo que —con todos los respetos a su contrincante— empieza a parecer poco más que una sesión de entrenamiento frente a un sparring cualificado, el cuarto asalto nos trae más de lo mismo. Tyson encuentra otro hueco en la defensa de Halpin y aterriza allí con una rapidísima mano derecha que hace tambalearse al contrincante (14:10, aunque lo mejor es el comentario del locutor: «ustedes, desde detrás de la cámara, han tenido la mejor perspectiva. La diferencia es que ustedes han visto el golpe, pero Don Halpin no»). El árbitro hace la cuenta de protección reglamentaria y se reanuda la lucha, pero Tyson ya ha olido la sangre y está preparado para finiquitar el asunto con una secuencia de golpes que mandan a su oponente al suelo (aunque, por cierto, Mike está al borde de ser sancionado por lanzar un reprobable puñetazo cuando Halpin estaba prácticamente caído). La pelea finaliza ahí, con Halpin teniendo que ser atendido por sus heridas en la nariz. Mike Tyson ha ganado por KO en el cuarto asalto:

La pelea contra Halpin había servido para comprobar que un inexperto Tyson podía medirse, tácticamente hablando, con un púgil curtido en bastantes batallas. Esto nos muestra a un Tyson bastante alejado del concepto de fajador unidimensional que mucha gente tiene de él. Cierto es que su trabajo en la distancia es usualmente menos efectivo que sus farragosas peleas interiores y que su uso del jab no pasaba de correcto, pero esto es algo no resulta extraño dado que tuvo que enfrentarse a muchos boxeadores con mayor altura y envergadura de brazos que él. En los tiempos en que Cus D’Amato y Kevin Rooney se encargaban de su formación y preparación, Tyson era un boxeador relativamente versátil, al menos más que el crédito que se le suele dar. Todavía no se estaba enfrentando a rivales de primer nivel, eso es verdad, pero no cabe olvidar que él mismo era un aprendiz que apenas acababa de terminar su tercer combate y que iba a cumplir 19 años durante el mes siguiente.

20 de junio de 1985. Rival: Ricky Spain

El cuarto combate de Tyson se produce frente a Ricardo Spain, un púgil no muy experimentado pero que presentaba una buena tarjeta que lo acreditaba como un buen pegador. Esta vez Tyson se deja de tácticas y vuelve a salir directamente a por el KO: a los pocos segundos ya está bombardeando a Spain con combinaciones y no para hasta tumbarlo de un severo derechazo (2:08… escuchen cómo suena eso). Nada más reanudarse la acción, su mítico y temible gancho de izquierda devuelve a Spain a la lona (2:26). El árbitro ya ha visto bastante y muy sensatamente detiene la pelea. KO técnico a los 39 segundos de combate.

11 de julio de 1985. Rival: John Alderson

Después de cuatro victorias por KO, Tyson se enfrenta a otro joven púgil que registra exactamente la misma marca que él: cuatro victorias, cuatro KO. En principio, la nueva prueba que debe superar es la de encarar a un rival mucho más alto, porque Alderson le saca —sin exagerar— una cabeza. ¿Cómo planteará Mike la pelea?

En principio, pelear a distancia no parece convenirle debido a la envergadura del rival, pero en cuanto suena la campana es justo eso lo que hace: pelear desde lejos, lanzando veloces jabs hacia Anderson y retrocediendo rápidamente para ponerse fuera de su alcance. El plan funciona: su rapidez de manos y de movimientos le confieren rápidamente el dominio del cuadrilátero y anulan toda posible ventaja que la estatura del rival pudiera haber supuesto sobre el papel. Al poco de empezar, Alderson ya se ha comido un heterodoxo pero terrorífico gancho de izquierda que hará que su nariz empiece a sangrar (2:50) y eso que llevamos apenas segundos de acción. Desde ese momento, Alderson sabe que su única opción es la de tratar de eludir los golpes de Tyson, así que se pasa el resto del primer asalto esquivándolos con gran habilidad. Intenta también colocar alguno de sus golpes —cosa que consigue ocasionalmente— para intentar desanimar a Tyson cuando este se le acerca. Pero Tyson está cualquier cosa menos desanimado y el público tiene la  sensación de que es cuestión de tiempo que otro de los atómicos ataques de Iron Mike sentencie la pelea.

Al comenzar el segundo asalto, Alderson se muestra valiente y no rehúye el combate, aunque descubre otra de las grandes armas que Tyson hará famosa: ese uppercut que lanza desde abajo cuando pelea en las distancias cortas. Uno, surgido desde Dios sabe dónde, se estrella en la barbilla de Alderson, que comienza a sentirse realmente perdido (5:55). Luego, dos derechas consecutivas de Tyson consiguen que las piernas de Alderson flojeen (6:30). Y una vez más, cuando Iron Mike detecta signos de debilidad, se lanza con el ímpetu y la precisión de un tiburón: apenas 20 segundos después Alderson es enviado a la lona por otra terrorífica derecha (6:50). La presa está a punto de caramelo y Tyson lo sabe: una vez más consigue un knock down, haciendo que Alderson ponga rodillas en la lona (7:22). A partir de ahí, la pelea se convierte en un festival Tyson. Casi al final del asalto, Alderson cae por tercera vez aunque consigue ponerse de pie para regresar a su esquina a descansar.

Sin embargo, el médico lo examina y cogiéndole de las manos, le da el consejo más sensato posible: «¿Por qué no lo dejas y vuelves a pelear otro día? ¿De acuerdo?». Alderson asiente un tanto sorprendido, pero parece dispuesto a seguir combatiendo y no se mueve de su taburete. No quiere rendirse. Sin embargo, eso poco importa, porque después del médico también el árbitro se le acerca: «John, la pelea ha terminado». Y efectivamente es la decisión correcta. Es evidente que de comenzar un tercer asalto, se hubiese transformado en una carnicería.

19 de julio de 1985. Rival: Larry Simms

El sexto combate de Tyson lo enfrentará a Larry Simms, un journeyman del montón. Desgraciadamente no existe filmación alguna de este combate porque según parece el equipo encargado de grabarlo no apareció. Así que conocemos pocos detalles de la pelea, la única de la carrera profesional de Tyson de la que no existen imágenes. Sin embargo, la historia no fue demasiado distinta a la del combate anterior, ya que Tyson ganó por KO en el último minuto del tercer asalto.

15 de agosto de 1985. Rival: Lorenzo Canady

Aunque Tyson era un púgil novato, que había debutado unos pocos meses atrás y que llevaba solamente seis combates a sus espaldas, ya estaba costando encontrarle un rival adecuado. Los boxeadores inexpertos que tenían un historial parecido al suyo no eran competencia y caían como moscas ante él. Se había enfrentado a un púgil algo más experimentado como Don Halpin y también lo había machacado. Y evidentemente aún necesitaba mucho currículum y experiencia para optar a contrincantes de mayor fama.

Así pues, con tan pocas peleas, debía continuar completando su historial. Aquí se le puso frente a otro púgil joven. Lorenzo Canady había ganado los tres combates que había disputado y también era más alto que Tyson. Pero tampoco podrá convertir su estatura una ventaja: apenas suena la campana, Tyson lo alcanza con un derechazo que augura pocas cosas buenas (2:36). De hecho, apenas unos segundos después, Canady cae contra las cuerdas después de que (¡una vez más!) el legendario gancho de izquierda de Iron Mike lo sorprenda de lleno y golpee su cara limpiamente. Canady consigue ponerse en pie, pero a estas alturas ya sabemos que cuanto Tyson percibe el más mínimo signo de debilidad en su contrincante se lanza de lleno a por el KO. Primero envía varios ganchos y algún uppercut que no dan en el blanco, pero finalmente hace una demostración de «pega y aléjate» en la que castiga a Canady con golpes aislados que minan su resistencia: primero una derecha, luego un gancho de izquierda, después otra derecha (2:21). Finalmente lo acomete contra las cuerdas y lanza sus rapidísimas combinaciones. Ante la patente incapacidad de Canady para plantear una defensa efectiva, el árbitro —con toda la razón— detiene la pelea. Otro KO técnico en el primer asalto. Han sido un minuto y cinco segundos de combate.

Cinco de septiembre de 1985. Rival: Michael Johnson

Michael Johnson era un joven púgil con un buen registro (ocho KO en 16 combates) aunque venía de una mala racha de tres derrotas consecutivas. El combate no tuvo apenas historia: nada más sonar la campana tuvo la mala suerte de degustar la derecha de Tyson (4:10), seguida de un par de ganchos al cuerpo, un uppercut de derecha, un gancho de izquierda, otro gancho al cuerpo… todo esto, ¡en 15 terroríficos segundos! A continuación, un gancho de izquierda impacta en el costado derecho de Johnson, haciéndole caer. Consigue levantarse, aunque con expresión de haber visto al demonio bien de cerca. El árbitro hace la cuenta de seguridad y se reanuda el combate, pero Tyson vuelve a tumbar a su rival con un tremebundo crochet de derecha. El árbitro detiene la pelea, mientras Johnson yace tendido, aparentemente inconsciente. La pelea ha durado 39 segundos.

En la siguiente parte, veremos como este prometedor púgil de diecinueve años que ha ganado sus ocho primeros combates por KO, empieza a causar asombro en el mundo del boxeo.

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42 Comentarios

  1. Pingback: Bitacoras.com

  2. Simplemente brutal la capacidad que tenía Tyson para doblegar a sus rivales en los primeros asaltos, aunque también hay que señalar que no todos eran de gran entidad ni mucho menos

  3. Miquel Àngel

    Tyson era un portento, en la pelea contra Michael Johnson (1:45) es impresionante como esquiva dos veces a Johnson y en la segunda moviendose lateralmente acaba frente a su lado descubierto para dar ese golpe en el costado que lo deja seco, a partir de ahí Johnson no tiene nada que hacer. Tyson era un portento, no solo en cuanto a su potencia de pegada (que era insultante) si no en cuanto a sus habilidades defensivas cuando las tenía que usar como dices. Qué pena su deriva…

  4. ni lo leí y ya digo que me encanta…

  5. Para mí, este Tyson de 20 años, es el mejor pesado de la historia… Nadie le hubiese podido ganar, es el pesado definitivo.

  6. Gracias por el artículo y los videos, me quedo con ganas de la siguiente entrega. Un trabajo fanatstico, mis felicitaciones

  7. El problemilla o punto debil de Tyson era que si el combate se hacia largo estaría muy cansado del enorme gasto de energía que tenía.

    En su mejor época nunca tuvo un rival que se le acercase un mínimo.

    Habría que verlo contra Ali por ejemplo. Creo que si el combate se hiciese largo el mejor Ali ganaría, pero no sería fácil tampoco que Ali llegase a aguantar.

  8. Fulgencio Barrado

    Desde luego los testigos del ascenso y caída de Mike Tyson hemos vivido algo especial dentro del boxeo. Creo que su habilidad para las esquivas con el cuerpo y su enorme pegada nacen de lo mismo: sus explosividad con el tórax. Siempre pegaba acelerando con el cuerpo, no solo con los brazos, y usaba esa misma velocidad para esquivar a los rivales. Es tremendo.

  9. Funestini

    ¿Pero ustedes se están leyendo…? ¿Cómo es posible que esta SALVAJADA que a cualquier persona con una mínima sensibilidad produciría arcadas, pueda estar suscitando estos comentarios? Es como si se retransmitieran los destripes de Jack o las duchas de gas a los judíos, haciendo hincapié en el virtuosismo, la fuerza y la eficacia en la resolución del horror. Desde adolescente, recuerdo que cuando en televisión emitían este repugnante circo -me niego a llamarlo deporte- sentía vergüenza ajena al igual que en las corridas de toros.
    Todos ustedes me dan asco, sépanlo. No sé quiénes son, ni tengo ni tendré jamás, el menor deseo de conocerlos. Solo quisiera hacer patente mi enorme decepción hacia el Sr. Fulgencio Barrado, al que hasta ahora consideraba a través de sus escritos, un ser cabal y sensible. Un desengaño más en esta cloaca que algunos llaman vida.

    • Vaya por delante que no me apasiona el boxeo, pero comparar un combate de este tipo con los destripes de Jack o las duchas de gas, es de ser MUY necio.
      Por un lado está el deporte, un 1v1 en el que ambos contendientes están de acuerdo para repartirse mamporros a diestro y siniestro. E insisto, ambos de acuerdo.
      Por otro lado asesinatos sistemáticos por el simple hecho de que a alguien le apetece, sin la opción de decidir de sus víctimas.
      Sí, una comparación muy acertada la suya. Hay un refrán que dice aquello «es mejor callar y parecer tonto, antes que hablar y demostrarlo». Pues eso.

    • Fulgencio Barrado

      La violencia es algo consustancial al ser humano. No digo que haya que fomentarla, pero sí aceptarla de algún modo, sencillamente porque existe. El boxeo es un deporte con reglas y normas, basado en esa capacidad del ser humano de ejercer la violencia física. Los contendientes se buscan igualados, -por eso existen las categorías-, y en principio no hay ese abuso del poder que para mí es la verdadera violencia intolerable; la del matón, el abusón, el político poderoso, el financiero influyente…., los torturadores a los que describes. Es más, creo que, por el camino que vamos, la violencia va a aparecer de un momento a otro, y nadie podrá decir que no es legítima, pues contra el hambre provocada y el abuso de poder, no cabe pedir a nadie que no use las armas a su alcance. El poder nos quiere dóciles y renunciantes, por eso la estigmatiza hasta el extremo, y se legitima a sí mismo como único usuario de la misma.
      Todo esto te parecerá que no tiene nada que ver con el boxeo, pero pienso que sí tiene que ver con tu extrema aversión hacia él.
      Alrededor del boxeo es cierto que se generan cuestiones indeseables, pero no son intrínsecas del boxeo, lo son de la condición humana codiciosa, que todo lo enturbia.
      En el boxeo el árbitro tiene la obligación de parar el combate ante una manifiesta superioridad de uno de los contendientes. Los contendientes son deportistas que no actúan con odio hacia el contrincante, miden su habilidad, fuerza, resistencia…, y al final se suelen despedir con un abrazo.
      Y sí…, me gusta el boxeo. No todos los combates, pero muchos de ellos. Me gusta la emoción que desata. Soy un ser físico, además de cabal y sensible (en opinión de algunos), y procuro aceptarme en mi integridad.

      • Maestro Ciruela

        «Es más, creo que, por el camino que vamos, la violencia va a aparecer de un momento a otro, y nadie podrá decir que no es legítima, pues contra el hambre provocada y el abuso de poder, no cabe pedir a nadie que no use las armas a su alcance. El poder nos quiere dóciles y renunciantes, por eso la estigmatiza hasta el extremo, y se legitima a sí mismo como único usuario de la misma.»
        Absolutamente de acuerdo con este planteamiento, amigo Barrado, pero ahora déjeme usted romper una lanza en favor de Funestini, al que me temo le van a caer muchos palos, no solo aquí, sino en la vida en general, como consecuencia de su evidente inadaptación al medio. Desde aquí, dejo constancia de mi simpatía por sus desgarrados planteamientos que estarán siempre abocados a la incomprensión y al fracaso más rotundo.
        Dice usted que la violencia no hay que fomentarla, pero es que yo creo que el boxeo, entre otras manifestaciones, sí la fomenta. Además, no es lo mismo derribar por cualquier medio a alguien que te está pisando el cuello hasta la axfisia, que hacer un espectáculo de esta lamentable situación. Por otra parte, y dejando de lado el submundo codicioso y gansteril al que usted alude, solo hay que ver y oír hablar a la inmensa mayoría de los boxeadores, seres primitivos, brutales, carne de psiquiátrico o de presidio -y no precisamente por protagonizar revoluciones contra el sistema- y es que no nos engañemos, para subir a un ring y golpear con saña a otro ser humano mientras recibimos sus golpes, hay que estar algo «desequilibrado» por decir algo suave.
        Dice también usted que el boxeo tiene reglas; los gladiadores también las tenían y la arena acababa ensangrentada ante los gritos histéricos de la chusma. Algo se ha avanzado desde entonces, pero cuesta mucho alejarse del primate que fuímos.
        La violencia está ahí, es cierto; pero debiera ser como la defecación, un acto necesario pero poco publicitado, al menos entre un amplísimo y mayoritario porcentaje de la población.

        • Fulgencio Barrado

          Maestro Ciruela, quizás tenga Vd. razón, y lo escrito por mí no se más que un constructo intelectual para intentar justificar el hecho de que me guste el boxeo. Pero el caso es que yo no lo veo así.
          Tal vez sea ese extraño gusto que tenemos algunas personas por el feísmo, por los seres marginales…, que tanto se encuentra en el boxeo, como bien explica, nos haga amar el boxeo.
          El boxeo también tiene un componente literario enorme, y eso es otra de las cosas que fascinan de él. Conocer la historia de Jake Lamotta, Jack Dempsey, Jose Louis, Max Schmeling…, James Bradock…, Muhammad Alí… Creo que la mayoría de las personas que gustan de la literatura sienten esa fascinación.
          No tengo nada que reprocharle a Funestini, y desde luego prefiero un mundo lleno de pacifistas antiviolencia que un mundo lleno de matones. Eso sí, a él no le gusta el boxeo y a mí sí, y no me negará que hay muchísima más violencia en su opinión que en la mía.

        • PorComentar

          Totalmente de acuerdo con el señor Barrado, y en consecuencia, en parte con usted. Pero sus argumentos para defender que el boxeo promueve o incita a la violencia son bastante pobres, una suma de falacias ad hominem que no argumentan nada. Criticar el boxeo basandose en los promotores es tomar la parte por el todo. Criticar el nivel intelectual de los boxeadores…bueno,deduzco que no es usted aficionado a los deportes, si asi fuera se habria dado cuenta de que el nivel intelectual general de los deportistas profesionales este entre nulo y negativo. Eso sin tener en cuenta que el boxeo es, con mucho, el deporte mas duro y exigente de todos los que pueda usted practicar y eso lo convierte en un terreno donde solo aquellos que no tienen nada que perder y nada mas a lo que agarrarse puedan triunfar.
          En cuanto a Funestini, en fin, cuanto daño ha hecho disney…

        • E.J. Rodríguez

          Hola, Funestini y Maestro Ciruela:

          Disculpen si los mezclo a ambos en mi respuesta, ya sé que no sostienen exactamente la misma opinión, pero es por hacerlo más fácil a la hora de expresar la mía. Les pido perdón por responder en general.

          Discrepo profundamente con la idea de que el boxeo promueve la violencia. No niego que pueda haber gente que vaya a verlo por morbo y entendería ciertos ataques al boxeo del siglo XIX, pero no al pugilismo moderno donde se atiende mucho a la salud de los contrincantes y se castiga cualquier agresión que salga de las normas, al igual que en cualquier otro deporte. Todos los buenos aficionados al boxeo que conozco detestan que un combate pudiera salirse de los cauces razonables. Y cualquier persona razonable, sea aficionado o no, debería entender que el boxeo es un combate táctico donde los contrincantes se abrazan al final, no una pelea callejera.

          En cuanto al ataque al nivel cultural o social de los boxeadores, permítanme decirle que hay de todo. No todo es Mike Tyson, también están los hermanos Klitschko, aunque como comentaba un lector es comprensible que triunfen en el ring quienes no tienen muchas más aspiraciones, porque aunque se trata de un deporte muy, muy exigente en cuanto a dedicación, disciplina, trabajo duro y capacidad de sacrificio, algo que ha sido la única posibilidad de triunfo para ciertas personas que no lo hubiesen conseguido de otro modo. Y lo duro del boxeo no son ya los combates, sino el tremebundo entrenamiento necesario para llegar a lo más alto, lo cual es un tipo de disciplina muy encomiable en sí misma. Los púgiles no son siempre “carne de presidio” y cuando lo han sido han tenido sus años más productivos y menos conflictivos precisamente cuando más entregados estaban a su deporte. Como comentaba antes, no pocos púgiles de extracción baja han dicho que el boxeo les ha dado una oportunidad que de otro modo no hubiesen tenido. Y un púgil difícilmente puede llevar una vida desordenada y ser el número uno. ¿Han visto ustedes al Mike Tyson de estos videos? ¿Son realmente conscientes de la disciplina necesaria para presentar ese aspecto y ese nivel de ejecución? ¿De verdad creen que el boxeo consiste en dos brutos dándose golpes y ya está? Lo malo de Mike Tyson se lo dio su origen familiar, su deficiente educación… pero el boxeo le dio las únicas cosas buenas que este hombre ha conocido en su vida, incluyendo a Cus D’Amato, lo más parecido a un padre que ha tenido jamás. Sin el boxeo, Tyson hubiese terminado en la cárcel antes de cumplir los veinte años. Con el boxeo, fue una estrella millonaria y tuvo una oportunidad en la vida. ¿Lo arruinó? Puede ser, pero al menos tuvo a su alcance una salida. Muchos chavales con su mismo origen no la tendrán jamás.

          El que estos señores terminen con la cara hinchada o con heridas no es ninguna salvajada. Saben lo que se hacen. Les gusta hacerlo. Boxear no es violencia ciega, de hecho un púgil necesita mantener la cabeza fría y no sentir deseos de agredir, o corre el riesgo de perder la cabeza como le sucedió a Tyson contra Holyfield, ser descalificado, o sencillamente de perder el combate por querer pelear como en la calle. El boxeo no es ese mordisco en la oreja, ¡el boxeo es todo lo contrario! Es la capacidad de mantener la propia agresividad bajo control en un entorno donde uno está recibiendo golpes. Puedo entender que a una persona le hiera ver a otras dos golpeándose, incluso aunque sea de mutuo acuerdo y en el ámbito de una competición deportiva, pero por favor: no utilicen sus prejuicios para denostar una actividad que están demostrando no conocer. Les confesaré que en años mozos, a mí mismo me ha gustado ponerme unos guantes e intercambiar golpes alguna vez, aunque fuera con algún amigo y sin tener idea de lo que estaba haciendo. No era un acto agresivo. Un acto agresivo es una pelea en la calle. Pero el boxeo es una forma de poner a prueba la propia habilidad, de competir, de intentar sortear la habilidad del otro. ¿Me convierte eso en un individuo violento, en “carne de presidio” o en un ignorante que no sabe articular palabra? ¿Saben ustedes la cantidad de personas cultivadas que han amado el boxeo no solo como espectadores sino también como practicantes ocasionales?

          Ya les digo, puedo respetar la sensibilidad de cualquiera, pero respeten también la sensibilidad de los púgiles y de quienes aman esa actividad, su fascinante historia y sus maravillosos recursos técnicos.

          Un cordial saludo.

          • Maestro Ciruela

            En primer lugar, quiero manifestarle mi entusiasmo por su trabajo. Sus artículos son de esos que procuro no perderme nunca y también le agradezco su deferencia al responder a mi comentario.
            Cuando yo era chico, había un personaje de las tiras de comic estadounidenses para periódicos, de la poderosa King Features Syndicate, llamado Big Ben Bolt. Era un muchacho alto, apuesto, noble, generoso, con un corazón enorme y valiente que representaba la imagen del héroe norteamericano que los yankees querían proyectar. Pero es que además, este Lancelot era el campeón del mundo de los pesos pesados. Desde la perspectiva que dan los años, para mí está clarísimo -ahora- que era una operación destinada a despojar al boxeo de su mala fama entre sectores «delicados». Ésos, influidos por Disney como apuntaba alguien más arriba. Ya sé que no todos los boxeadores son iguales, pero apostaría mi dentadura a que no hay ni uno, que se aproxime ni de lejos a ese personaje mitológico llamado Big Ben Bolt. Prácticamente todos ellos se dedican a esta atrocidad, como bien usted apunta, porque sus alternativas pasan por pinchar papeles en las calles, acabar en prisión o muertos a balazos en un callejón.
            Dice usted que ha habido muchas personas cultivadas que han amado el boxeo incluso como practicantes; lo entiendo perfectamente. Es muy gratificante para el ego de cualquiera, saber que en un momento dado, podemos deshacernos a mamporros de todo y de todos sin tener que llamar a gritos a la policía como unos gallinas. Le confieso que yo también fantaseo con ello, incluso hoy en día cuando ya no soy ningún chiquillo… Todo esto se lo digo, porque cabría también la posibilidad de que el boxeo fuera un subterfugio para sádicos irredentos que disfrutan viendo caer a la lona a otro y no a uno mismo. También para masoquistas, ¿por qué no…?Soy plenamente consciente también de la enorme preparación y sacrificio que exige esta actividad, seguramente la más dura entre las prácticas deportivas. Pero todo lo que usted ha expuesto, no me ha hecho cambiar un ápice mi opinión al respecto del tema que nos ocupa, y le doy mi palabra de que no tengo ningún problema para detenerme y reconsiderar mis puntos de vista cuando alguien me argumenta algo en lo que yo no hubiera reparado. Así como reconocerlo por escrito si fuera menester
            Pero no pasa nada; «That’s life» que decía Sinatra y no por eso voy a dejar de disfrutar sus artículos. Espero que por su parte no me guarden ni usted ni el resto de tertulianos, animadversión por mi «empecinamiento».
            ¡Le devuelvo sus cordiales saludos!

            • «Que otros se jacten de los combates que han ganado; a mí me enorgullecen los que he asistido como público e incluso aquellos en los que me noquearon»
              BIG BEN BOLT

      • Moises Omar

        Imposible explicar mi opinion mejor que tu comentario.

        Me esfuerzo, pero jamás lograré entender el mal concepto y negatividad que puede tener algo como el boxeo. Y la comparación que he leido en que se le pone a la altura de los crimenes de guerra…llamemoslo terriblemente exagerado.

        Todo aquello que hace 1, 2 o el numero que sea de personas por voluntad propia y que no afecta negativamente al resto debería ser aceptado por la sociedad como una elección de un camino en sus vidas. Rechazos como estos se siguen reflejando aún por algunos en las relaciones homosexuales, las personas con macrotatuajes, aquellos que rinden culto al cuerpo en los gimnasios o aquellos que con un simple vistazo etiquetamos en una tribu urbana. Mucha gente no contentos con rechazar sus gustos, los tachan con adjetivos como violentos o estupidos sin ni siquiera haber escuchado una frase de su boca.

        Uno de los peores venenos en la sociedad: los prejuicios y la intolerancia.

    • De adolescente, cuando todo el mundo aprendía a dar patadas inspirados por los Li, Norris y compañia, a mi en casa me apuntaron por un breve periodo de tiempo a esto de dar tortazos. Por eso de quemar el exceso de energía que uno tiene a esa edad y al parecer mi físico valía más para lo uno que para lo otro.

      Me enseñaron algunos valores útiles y otros muchos que me esforcé en no aprender. Al poco tiempo de empezar saqué una conclusión, no entiendo el boxeo y no lo voy a entender. No entiendo (o no quiero entender) que una persona pueda encontrar justificación interior alguna a ponerse delante de otro ser humano y empezar a soltarle galletazos hasta que uno de los dos cae inconsciente o alguien les detiene. Cuando un boxeador suelta el puño en ciertas circunstancias, durante una fracción de segundo, sabe que seguramente va a dejar inconsciente al ser humano que tiene delante y puede escoger no hacerlo, y ¿que hace? pues suelta el puño, y lo que es peor, en breve se vuelve a poner en situación de volver a hacerlo. ¿Que te tiene que pasar por la cabeza (o que no tiene que pasarte) para llegar a dar ese paso? y no me sirve el «sabía a lo que venía». Entiendo que haya a quien si, pero no es mi caso.

      Dicho esto, quiero hacer notar al señor Funestini que la violencia tiene muchas caras y puede ejercerse de muchas maneras, no solo con los puños y a mamporros, y en su comentario encontramos ejemplos de algunas de ellas.

      A mi a diferencia de Funestini no me importaría conocer a estos u otros aficionados al boxeo, es más, me apetecería mucho hacerlo y tener la oportunidad de intercambiar opiniones para averiguar que ven de noble o/y admirable en provocar un sufrimiento innecesario a otra persona, por mucho que se haga de forma reglada y esta se preste a ello de forma voluntaria. Me gustaría saber que condiciones les llevarían a ponerse en situación de no poder frenar su puño antes de impactar con el rostro de otra persona y ver cuantas de estas se dan en un combate de boxeo.

      • Funestini

        Marc, piensa usted lo mismo que yo sobre el boxeo pero está demasiado comprometido con el sistema para hacer lo que yo he hecho, que es llamar miserables a la cara a sus defensores. Usted aún va con pañitos calientes, no vaya a ser que un día necesite un favor de alguno de estos prendas y así es como se perpetúa el horror, por el miedo a plantarse y gritar con todas nuestras fuerzas contra lo que está claro para cualquier persona de bien.
        Saludos y aprenda a quemar naves…

        • Fulgencio Barrado

          Tengo que pedirle disculpas Funestini, por mi cuidadosa respuesta dada en su día, que no que cumple con sus expectativas. Es Vd. un Hitler, un Stalin…, o cualquier otro de esos idiotas que se imaginan un mundo «perfecto» y están dispuestos a masacrar a los demás, porque los consideran inferiores intelectuales. Espero simplemente que sea un joven equivocado y pueda rectificar con el tiempo. Pero a día de hoy es Vd. un «perfecto» imbécil.

          • Funestini

            Sus adjetivos hacia mi persona indican que voy por el buen camino, teniendo en cuenta de quién proceden.
            Por mi parte, doy por finalizado definitivamente el intercambio de opiniones con alguien como usted. ¡Hasta nunca!

  10. Bernardo de Gálvez

    No tengo ni idea de boxeo pero veo estos vídeos de Tyson y es como contemplar una locomotora que se lanza desbocada.

    Muy buen artículo y buena currada con los vídeos. Escribir esto exige una dedicación importante.

  11. Gracias, grandísimo artículo documentado al detalle!

  12. No puedo evitarlo, considero el boxeo bárbaro, bruto, incivilizado. Un ejercicio hormonal que nos recuerda, o nos acerca, a las tripas de la especie humana: la capacidad para ejercer crueldad, y a disfrutar con ella.
    Eso es lo que me dice mi intelecto, mis lecturas, mis lecciones aprendidas e interiorizadas. Pero no puedo evitarlo, me gusta el boxeo, lo sufro y lo disfruto, y pienso, en el mismo párrafo, «qué espectáculo más triste, y qué bien está».
    Psicopatía? Yo qué sé. Intento soportarme, como Walt Whitman:
    «Do I contradict myself? Very well, then I contradict myself, I am large, I contain multitudes».

  13. Es cierto que Tyson, conforme iba avanzando el combate, perdía fuelle. Pero quién era el guapo que hacía avanzar el combate !!!
    Se aficionó demasiado pronto a acabar por KO en los primeros asaltos y sus entrenadores no supieron decirle que aguantara al menos 8-9 asaltos a ver qué tal.
    Después, cuando físicamente ya no estuvo demasiado bien, se dejó llevar por lo que la gente esperaba de él. Buscaba el KO en el primer asalto, se desfondaba y a partir del tercer asalto ya era presa fácil de su rival.
    Saludos cordiales.

  14. Corre internet y las redes una frase sobre una foto de nuestro protagonista: «Todo el mundo tiene un plan, hasta que le sueltas la primera hostia».
    Ese todo el mundo le incluye a usted, Funestini. Así que espero de todo corazón que la burbuja en la que vive se mantenga intacta, y no se tenga que enfrentar a esa realidad innegable, que es la existencia de la violencia.

  15. Excelente articulo. Echo de menos algo mas de detalle como en el de Bobby Fisher. Deseando leer la segunda parte.
    Respecto a Iron Mike, nada que no se haya dicho ya, en algunas combinaciones es mas rapido que un peso pluma. El mejor pesado que he visto, ninguno de los campeones posteriores hubiese tenido una sola oportunidad frente a Tyson en forma.

  16. Isabel Pantoja

    ¡Ah pues a mí el boxseo es que me encanta! Me pirra ver a esos hombretones sudorosos, ¡lo que daría por engancharme a sus muslos y relamer la sal con la lengua!

  17. Solo dar las gracias al autor por este genial y trabajado artículo. Estaré atento a al continuación.

  18. Excelente artículo. Tyson es uno de los míticos pesos pesados de la historia, con una pegada insuperable, pero como boxeador (y el arte del boxeo no consiste únicamente en pegar muy fuerte) no está a la altura de Ali, Foreman y Joe Louis, para mí los tres más grandes del pasado siglo.

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  22. Tyson da miedo. Miedo del de temer por la propia vida. Después de ver esto hay que tener valor para ponerse delante de él. Lo digo por los que se enfrentaron con él en lo que será la segunda parte del artículo que consultaré ahora mismo.

    En el último par de videos, las referencias temporales de los videos están mal. Algún cable se ha cruzado.

    Firmado:
    Uno que ayer, de manera totalmente fortuita, se tragó en silencio el combate de Alí contra Foreman en Zaire sin saber lo que estaba viendo mientras se tomaba un cubata en un bar, se quedó totalmente flipado, y hoy está por aquí investigando sobre el tema.

  23. Pingback: Anónimo

  24. Iron Funestini Tyson

    Mi humilde opinión, no sobre el artículo, si no más bien acerca de los comentarios (que es lo que más me entretiene) es que pienso que el llamado Funestini parece haber conseguido lo que buscaba (que en ningún momento creo que sea lo que dice querer). Señores, pongo Iron F.T. porque a mi modo de ver les ha echo un K.O. en toda regla.
    Mi opinión sobre el Boxeo me la guardo para mí, solo decir que si nos encontramos aquí algo habrá en común;)

  25. La violencia es la extensión manifiesta de la agresividad… El ser humano alberga en su ADN patrones de conducta agresiva que se manifiestan diariamente en nuestra sociedad y que, nos guste o no, sirven como mecanismos de orden social . Negar esto es de necios, o peor aún, de neocristianos inconscientes cegados por los conceptos del bien supremo.

    Canalizar la agresividad en un deporte reglado y justo, en el que las partes están en mutuo acuerdo, me parece algo muy civilizado, lejos de las arenas del coliseo o las plazas de toros. Pero es interesante como la violencia pasa desapercibida cuando se normaliza… por ejemplo confundir un balón de fútbol con la espinilla del contrario tan solo con el fin de romperle la pierna… Eso si que es violencia y la gente lo justifica, tolera, o defiende… panda de hipócritas y traidores como niñas que pegan por detrás. Eso sí les parece «normal».
    El Boxeo es el contexto ideal en el cual personas pueden enfrentarse sin necesidad de odiar. La perfección de la técnica y la entrega de los pugiles define el resultado de la competición,.., no hay trampa ni carton..

  26. En la primera version que leí del artículo aparecían los videos incrustados pero ahora no los veo, hubo algún problema?

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