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Librerías con encanto: Railowsky (Valencia)

Estamos en el número 34 de Grabador Esteve, en Valencia. Juan Pedro nos enseña el local: «El cuarto de baño es una de las atracciones de Railowsky», dice, abriendo la puerta y mostrando así el habitáculo, donde hay un refrigerador de cuerpo entero, háganse una idea, podríamos estar dentro de Los cuatrocientos golpes de Truffaut. «Compro las cervezas de cien en cien; así me las acercan gratis», explica, divertido. «Está muy buena, ya verás, en esta casa es tradición tomarse una con unos altramuces», continúa, haciendo acopio de todo lo necesario para servirnos. Está contento, tiene maneras de gran anfitrión. Les dejo más abajo una foto —del baño; de la charla y el piscolabis no ha quedado testimonio gráfico—; aquí la que va es la de la fachada.

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La librería, que es una institución en Valencia —coincidirán en esto conmigo los lectores valencianos que gusten de los libros— cumplirá en nada los treinta años. En sus orígenes, la puesta en marcha del negocio fue idea de Pepe, hermano de Juan Pedro, «la parte más fotográfica, yo me he ido aficionando después, poco a poco, casi por obligación»; Nacho, amigo por aquel entonces y ahora ya de la familia, «ya no está tampoco, marcharon fuera los dos por amor», y el propio Juan Pedro, «yo no quería, me obligaron». Los tres se embarcarían hace ya todos esos años en la aventura de montar, «nada más y nada menos que en Valencia», una librería y foto-galería, todo en una. Estarían la friolera de quince años juntos, al pie del cañón, llegando  a abrir otra en Moncada, incluso, de la que se ocupará Fernando, «como virrey».

Empecemos por el principio. Tengo que dar las gracias a mi madre por inculcarme desde mi más tierna infancia una virtud necesaria en este oficio: la austeridad. Por unas circunstancias familiares que ahora no vienen al caso, siendo yo un bebé, en algunas ocasiones a mi madre se le olvidaba darme de teta. Yo, pese a ser el pequeño de cuatro hermanos, en vez de ponerme a llorar, pensaba: «Bueno, si no me dan la leche es que no habrá», y aguantaba hasta la siguiente toma sin llorar, que es lo que hacen los niños para darse a entender. Sin esta disciplina espartana sería imposible entender el «caso Railowsky». Esta circunstancia también explica mi extrema delgadez. (Juan Pedro, en La mirada amable).

Es curioso, lo comentamos, cómo es verdad que algunos negocios acaban pareciéndose al dueño. «Uno de mis defectos es que soy muy desordenado». Y así es; lo que primero llama la atención, una vez se traspasa el umbral de la puerta es la aparente falta de orden y concierto de los estantes de Railowsky. «Más o menos yo sé dónde están las cosas», dice.

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Sospecho que hay parroquianos que se han de saber ya de memoria lo que guarda, que acuden a ver qué hay de nuevo con cierta regularidad o a pedir que se les busque algún libro raro, algún manual, etc. «La parroquia ha ido cambiando, date cuenta que cuando  se montó esto la fotografía estaba viviendo un boom, era algo desconocida como representación artística». Había muchos fotógrafos que les apoyaron por aquel entonces, que acudían a este lugar, un referente en una ciudad donde no había nada parecido. «Era la época de la ilusión—años 80 en España— y ahora, digamos, el avatar social, económico y político ha pasado factura en muchos sentidos. Estamos viviendo un principio de siglo, desde mi punto de vista, bastante desalentador». El mundo ha cambiado, y la clientela de la librería ha cambiado con él; «no en vano es una crisis sobre todo de consumo esta que estamos pasando». Para Juan Pedro lo importante es seguir con ilusión, no dejarse vencer por la situación actual, seguir ideando, maquinando proyectos, llevarlos a cabo, salir, no quedarse —nunca lo han hecho— dentro de lo que son las cuatro paredes del comercio.

¿Por qué es tan conocida esta librería tan particular, de apariencia humilde, diría que espartana, más allá de Valencia e incluso fuera del circuito de la fotografía amateur o profesional? Seguramente es por este espíritu que contagia este hombre, ese querer estar en todos los sitios donde se les reclama, en facultades, universidades, en mesas redondas sobre cine, en el Seminario de Periodismo y Fotografía que organiza cada año Gervasio Sánchez en Albarracín… Hacen el mismo número de actividades externas que las que se hacen en la librería. «Tenemos una colección propia, que es modesta, pero tiene bastantes fotógrafos conocidos, fotografía española de los años 50, 60, 70. Es la imagen de marca de Railowsky: fotografía en blanco y negro clásica, foto-reportaje clásico antiguo, a ser posible en copias en baritado, sistema antiguo, cuarto oscuro y negativo». Llegados a este punto, el librero confiesa: «Nunca he tenido mentalidad de comerciante. El interés por vender ha estado siempre relacionado con el poder luego financiar actividades culturales que nos gustan».

De una parte, la pasión por la fotografía, «eso nos ha hecho admirar y buscar a los grandes fotógrafos»; y, de otra, ese espíritu altruista, «un carácter casi de ONG», ha propiciado el que fotógrafos de renombre les tengan un cariño muy especial. Chema Madoz, por ejemplo, fue el segundo fotógrafo que expuso en Railowsky; nadie lo conocía entonces, en el año 85, dónde estábamos todos. «Él lo recuerda con mucho cariño». Cuando se cumplieron los veinticinco años le pidieron que volviera. Y lo hizo, claro. «Le pedimos además que hiciera un pequeño juego con fotos de aquella época. La exposición se llamó Madoz prequeño formato, primera época. Tuvo que saltarse varios protocolos, porque él ya tiene su galerista y demás». También con motivo del aniversario se rodará la película Universo Railowsky, por donde pasarán Madoz,  García-AlixSchommer, Plossu, entre muchos otros, apoyando al librero contando anécdotas y su visión sobre la cosa, cada uno desde su propia casa. «Vimos que la mayoría de los fotógrafos tienen grandes bibliotecas». El documental es un recorrido por la historia de la librería y la vida de los que la pueblan que se convierte así también en un homenaje «al mundo de la fotografía, comisarios con alergia a la mercadotecnia y románticos libreros».

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Cuenta Juan Pedro, al hilo de una anécdota que cuenta Alberto García-Alix en Universo Railowsky, que le interesan casi más los fotógrafos, su historia, que la propia fotografía. «Al final, después de tantos años y tantas exposiciones, aprendes a mirar, que es fundamental para alguien —iba a decir un galerista, pero me da un poco de miedo el término—que se dedica a montar exposiciones».

En su pequeña galería, lo que es la trastienda de la librería, siempre hay alguna exposición, esto es importante, no paran de pasar por allí fotógrafos y fotos. Pudimos ver las magnífica obra de Joaquín Collado. Las invitaciones, por cierto, suelen enviarse en papel, por correo ordinario; reproducen una fotografía que luego guardamos los que las recibimos como oro en paño; son bien bonitas. Este detalle, por ejemplo, el que se tomen la molestia de invitarte con ese cuidado y mimo, hace de Railowsky una librería de las que llamamos con encanto en esta casa, y que es una particularidad —a estas alturas ya se va viendo— que tiene más bien poco que ver con la decoración del sitio o el diseño de los anaqueles. Se trata de otra cosa.

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«Lo que quizá nadie sepa es que llevo un cuarto de siglo en esta profesión de alto riesgo casi por accidente», escribe el librero en La mirada amable, un libro entrañable lleno de anécdotas y fotografías chulísimas, editado también con motivo de la hazaña de los veinticinco años. Vayan a ver si les queda algún ejemplar, pregunten por el nombre de la librería, por la historia de esa foto, por lo que dijo Cartier-Bresson.  Aprovechen, ahora que saben dónde encontrarlos.

Fotografía: Ángel L. Fernández Recuero

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6 Comentarios

  1. Pingback: La Sargento Margaret nos abre su casa y su corazón

  2. «coincidirán en esto conmigo los lectores valencianos que gusten de los libros»

    Hombre, esto es como el valor en la mili, a los lectores el gusto se les presupone, ¿no?. Esa frase chirría.

  3. Jose Antonio Caballero Acevedo

    Es cierto que Railowsky es un referente en Valencia, pero creo que ha venido un poco a menos, a mi entender una libreria en Valencia que no tiene parangón es Valdeska en la calle del Mar.
    Para mi desgracia,ya que no me acompaña el bolsillo he de espaciar las visitas ya que es imposible no salir con algún texto.

  4. Aparte del indudable carisma y magnetismo personal de Juan Pedro, la librería Railowsky es también una galería en la que se desarrolla una intensa actividad cultural que el artículo parece soslayar. Que conste pues, a ver si me gano una de los cientos de las citadas cervezas…

  5. Una librería que deja mucho que desear.

  6. Pingback: Visionado de Porfolio en Railowsky | efedePhoto escuela de fotografía

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