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Un lugar que ya no existe

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8 Fotografía: José Antonio Gil Martínez (CC).

Hoy quiero llevarles a la iglesia de un lugar que ya no existe. Y no, no es un juego de palabras ni un eslogan turístico al estilo de la diputación de turno. Les hablo de una iglesia cuyas campanas repicaron en una población que dejó de aparecer en los mapas y por tanto, de existir.

Tendremos que ir a Tierra del Pan, comarca zamorana de cereales y ríos: el Duero, el Esla, el Valderaduey, el Aliste… En 1904 el pueblo de San Pedro de la Nave todavía existía, estaba, en la vega del Esla, uno de los afluentes más importantes del Duero. En aquel año apareció por allí el historiador D. Manuel Gómez Moreno que recorría la provincia con el encargo de de preparar el Catálogo Monumental de Zamora y entonces se encontró con la iglesia parroquial de San Pedro de la Nave. El granadino enseguida se dio cuenta de que estaba ante un monumento especial, una iglesia visigoda, tal y como él la definió. Sus primeras notas y fotografías serían fundamentales para el estudio del templo, no imaginan cuánto. El catálogo de monumentos por diversos problemas no sería editado hasta 1927 pero Gómez Moreno dejó plasmado su interés por esta iglesia de San Pedro en el estudio que publicó de la misma en 1906 en el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones. Esa publicación haría que desde Bellas Artes se hicieran todos los informes favorables y el 22 de abril de 1912 la iglesia del pueblo de San Pedro de la Nave fue declarada monumento nacional.

La vida en el pueblo continuó apaciblemente, con un monumento nacional, sí, pero apaciblemente. La tranquilidad se truncó el 24 de agosto de 1926. Ese día, mediante real decreto, le concedió a la Sociedad Hispano Portuguesa de Transportes Eléctricos (Saltos del Duero) el aprovechamiento de todo el río Duero y sus afluentes. Sus afluentes, el Esla. San Pedro de la Nave estaba, como les dije, entre los ríos Malo y Aliste y a orillas del Esla, a unos veinte kilómetros de Zamora. Es más, San Pedro de la Nave se encontraba en el paso natural del río, paso que había sido usado durante siglos por los peregrinos que acudían a Santiago por el llamado camino mozárabe. El primer proyecto de la Sociedad Saltos del Duero: embalsar el Esla justo en esa zona. Por eso el pueblo de San Pedro de la Nave ya no está en el mapa. Se encuentra bajo las aguas del embalse del Ricobayo junto a otros pueblos como La Pueblica, Losacino y San Vicente del Barco. ¿Y qué ocurrió con la iglesia visigoda, la iglesia de los siglos VII-VIII según Gómez Moreno y dedicada a San Julián y Santa Basilisa? Digamos que ocurrió un milagro, un milagro en forma de artículo 15:

Artículo 15. El concesionario queda obligado a trasladar al lugar que le ordene el Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes, o sus Delegados, el templo visigodo de San Pedro de la Nave, declarado monumento nacional por Real orden de 22 de abril de 1912, ateniéndose para hacer el traslado a las órdenes e instrucciones que por dicho Ministerio o sus Delegados se le comuniquen, y siendo de cuenta del concesionario la adquisición de los terrenos para el nuevo emplazamiento del templo citado; pero una vez verificado el traslado y la recepción por el repetido Ministerio o sus Delegados, el terreno en que está emplazado el templo en la actualidad quedará de propiedad del concesionario, aunque serán del Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes todos los objetos que en cualquier tiempo se encontrasen en citado terreno, quedando el concesionario, respecto al particular, sujeto a la legislación que rija en la época en que se realizaran los hallazgos.

El valor de expropiación de los terrenos a los a los que se ordene hacer el traslado de ese templo visigodo deberá ser, aproximadamente, igual al de los terrenos en que hoy está instalado.

Este es el artículo 15 de ese real decreto. Gracias a él la empresa Saltos del Duero quedó obligada a salvar la iglesia. Mucho tuvo que ver en esto el empeño de D. Severiano Ballesteros, director del museo provincial de Zamora, que desde 1919 venía haciendo peticiones formales para que se impidiese la construcción del pantano ya que era un proyecto del que se venía hablando muchos años. El 4 de julio de 1930 Bellas Artes, dirigida entonces por Gómez Moreno, encarga el trabajo de salvaguarda del monumento al arquitecto Alejandro Ferrant. Se barajaron varios métodos para hacerlo. Incluso se llegó a proponer acomodar la iglesia en una plataforma de hormigón que hiciera como balsa, llenar el embalse y dejar que de este modo que la iglesia «navegase» así, enterita, hasta el lugar elegido para su emplazamiento, o protegerla de las aguas por un muro. Afortunadamente estas ideas fueron desechadas. Imaginen dónde estaría el templo ahora. La iglesia sería desmontada, piedra a piedra, sillar a sillar, friso a friso, capitel a capitel, basa a basa. Piedras numeradas y trasladadas. ¿Trasladadas a dónde? Pues tras un acalorado debate que incluyó la opción de llevar la iglesia al Castillo de Zamora y que enfrentó a los dos periódicos de la ciudad se decidió, de acuerdo con el alcalde de San Pedro de la Nave, dejarla en El Campillo, población que distaba 1,5 km de San Pedro y donde no había templo. Siempre los habitantes de El Campillo habían acudido a la iglesia de San Pedro de la Nave, ahora la iglesia iría a ellos. Dos años de trabajo y cien mil pesetas de la época después, en 1932, la iglesia de San Julián y Santa Basilisa se hallaba sana y salva en El Campillo y ya siempre sería «la iglesia de San Pedro de la Nave», el pueblo que no volvería a aparecer en ningún mapa.

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Fotografía: Jacinta Lluch Valero (CC).

Gracias al cuidado de Gómez Moreno y de Alejandro Ferrant hoy podemos contemplar un templo único datado por la mayoría de expertos entre finales del siglo VII y el siglo VIII. Aunque existe un horario de visitas, de estas se encarga por turno uno de los vecinos de El Campillo. Si la encuentran cerrada seguramente en la puerta alguien habrá dejado un teléfono o alguna instrucción y si no es así, no lo duden, llamen al timbre de cualquier casa y pregunten. Les abrirán encantados.

El templo que a ojos profanos nos parece unitario y armónico realmente se construyó en dos fases. En la primera, como en cualquier iglesia, se construyó la cabecera con dos celdas monásticas adosadas a cada lado del presbiterio y es que seguramente San Pedro de la Nave comenzó siendo un monasterio. Para este uso monacal parece que la idea era hacer un templo de planta de cruz griega. Pero cuando acometieron la obra del crucero se dieron cuenta de que la nave central era más ancha que las laterales y que los arcos torales no tenían dónde apear. En ese momento se cree que se paró la obra para ser continuada más tarde por otros canteros. Estos solucionaron el entuerto adosando cuatro columnas a los muros de la nave central, dos por lado. De ese modo la longitud de la nave central quedó acortada y se permitió el descanso de los torales sobre los capiteles de dichas columnas. Este error que sin duda debió de tratarse de un quebradero de cabeza para constructores y clérigos nos ha proporcionado cuatro joyas de arte visigodo únicas. Y es que no hay mal que por bien no venga: los cuatro capiteles de las columnas que sirvieron de solución están bella y profusamente decorados. A la mano que los talló se refieren los expertos como «el maestro de San Pedro de la Nave» y no es para menos.

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Fotografía: José Antonio Gil Martínez (CC).

Los dos del lado occidental son historiados. En uno de ellos, que presenta a Daniel en el foso de los leones, «VBI DANIEL MISSVS EST IN LAQVM LEONVM» aparece tallado encima de la escena por si quedaran dudas. El profeta aparece en el ábaco surgiendo de las aguas en actitud orante y dos leones le flanquean mientras beben. El capitel está decorado con roleos vegetales con aves y en cada uno de sus laterales aparecen Santo Tomás y San Felipe.

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Fotografía: José Antonio Gil Martínez (CC).

El capitel de enfrente a este nos cuenta otra escena del Antiguo Testamento: el sacrificio de Isaac. Abraham levanta el cuchillo sobre el pobre Isaac mientras por una esquina, entre nubes, la dextera domini, la mano del Señor, surge del cielo para impedirlo. En el lado contrario pace tranquilamente el cordero que será finalmente inmolado pues no sabe lo que le espera. Otra cartela sobre la escena nos la explica: «UBI HABRAAM OBTULIT ISAC FILIUM SUUM OLOCAUPSTUM DNO». Lo que está claro es que estos visigodos eran detallistas. En los laterales aparecen San Pedro y San Pablo y también aparece una decoración de roleos con aves y frutos.

Los otros dos capiteles no son historiados pero están exquisitamente decorados con aves picoteando frutos, símbolo de la eucaristía. También aparecen los roleos vegetales y en uno de ellos, entre las ramas, rostros humanos y frutas.

La decoración de la cabecera es más esquemática, más rústica, recuerden que no se trata del mismo maestro sino del primer equipo de canteros. A la cabecera se accede por un arco de herradura que nace en dos columnas de mármol. En su interior aparece un friso con motivos estrellados, cruces patadas, triángulos, cuadrúpedos esquemáticos… motivos que se repiten en los capiteles del arco triunfal y en las impostas de las portadas del transepto. La bóveda que cubre la cabecera es de medio cañón, con sillares perfectamente cortados y colocados a hueso, es decir, sin ninguna argamasa, como el resto de la construcción. En el lado norte del arco triunfal aparece un reloj tallado. Un reloj especial en el que constan los meses, las horas y los pies. Pero está inacabado, solamente llega hasta el mes de marzo. Seguramente este fue el mes en el que se percataron del error en el crucero y se paralizó la obra. En una de las naves verán un sarcófago de piedra, la tradición cuenta que es el sarcófago de los santos Julián y su esposa Basilisa. Esa misma tradición reclama para los dos santos la construcción del templo y la posesión de una barca con la que ayudaban a los peregrinos a cruzar el Esla. Muchos dicen también que el topónimo «de la Nave» hace referencia a esta barca santa.

No les quiero aburrir. A San Pedro hay que ir a disfrutar, a apreciar esa extraña y a la vez cercana belleza de más de mil años.

Cuando dejen El Campillo es el momento de dar un salto hacia delante en el tiempo y visitar y disfrutar de Zamora. Y digo en el tiempo porque el esplendor de «la Bien Cercada» se vivió entre los siglos X y XIII. Es una ciudad pequeña, sí, pero «Zamora no se ganó en una hora» y por eso merecería un artículo propio, porque es rica en historia, monumentos y leyendas. A modo de aperitivo les recomiendo que no se pierdan sus iglesias románicas, y ver las iglesias románicas de Zamora les va a llevar bastante tiempo, se lo advierto. Veintidós iglesias románicas o con restos románicos tienen por delante. Por eso Zamora es la ciudad europea con más iglesias y restos de este estilo: Santo Tomé, La Magdalena, San Cipriano, San Claudio de Oivares, Santiago de los Caballeros, Santa María la Nueva (escenario de un motín que se llamó de la Trucha y que acabó con gran parte de la iglesia quemada en 1158). Por supuesto deberán pasar por la catedral, con su cimborrio de estilo oriental y su puerta del obispo borgoñona, el castillo, la puerta y palacio de Doña Urraca, la puerta de la Traición… Pero como no solo de románico vive el hombre en Zamora también hay palacios renacentistas como el de los Momos o el palacio de los condes de Alba y Aliste, hoy parador de turismo y una excelente opción para alojarse. Paseen por la calles de Santa Clara y de San Torcuato como un zamorano más y no pierdan ojo a las casas modernistas repartidas aquí y allá.

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Fotografía: José Antonio Gil Martínez (CC).

A estas alturas seguramente se les habrá abierto el apetito. Lo mejor es acercarse a la calle Alfonso de Castro, una de las más tradicionales para tapear. Los famosos tiberios (mejillones) del bar Bambú, los callos del Tupinamba, los pinchos morunos de Casa Lobo y las tapas del hostal restaurante Trefacio les esperan. Acompáñenlos de tinta de Toro y tendrán el aperitivo perfecto. A la hora de comer pueden elegir el restaurante del hotel Trefacio (Farándula) que ofrece un menú variadísimo donde siempre suelen incluir platos tradicionales como el arroz zamorano o bien acercarse al Rincón de Antonio y probar sus deliciosos garbanzos de Fuentesaúco al ajoarriero con boletus.

Antes de dejar la ciudad asómense al Duero desde la zona de la catedral para despedirse del río, de su puente de piedra y de sus aceñas, y recuerden que aunque San Pedro de la Nave ya no exista en los mapas las campanas de su maravillosa iglesia, gracias a aquel artículo 15, siguen repicando.

Para dormir:

Parador Nacional de Turismo
Condes de Alba y Aliste
Pza de Viriato 5, 49001
Tfno.. 980514497

NH Palacio del Duero
Pza. de la Horta 1, 49002
Tfno. 980 508 262 

Para comer:

Restaurante Hotel Trefacio
c/ Alfonso de Castro 7, 49014
tfno. : 980 509 104

El Rincón de Antonio
Rúa de los Francos 6, 49001
Tfno. 980 535 370

Para picar:

Casa Lobo, Bambú, Tupinamba, Trefacio, El Maestro…

Visita a San Pedro de la Nave:

C/Larga sn.
El Campillo, 49183.
Tfno: 980 555 761-695 577 979

Del 1 de marzo al 30 de septiembre:
De martes a domingos de 10:00 a 13:00h y de 17:00 a 20.00 h (Lunes cerrado).

Del 1 de octubre al 6 de enero:
Viernes y Sábados: De 10:00 a 14:00 h. y de 16:30 a 18:30 h.
Domingos: sólo mañanas.

Fuera de estos horarios y fechas, pregunten por el vecino que abre la iglesia.

1 jacinta lluch valero
Fotografía: Jacinta Lluch Valero (CC).

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12 Comentarios

  1. Mil gracias a la Sra. Castellanos y a Jot Down por la serie. Me están haciendo ustedes la agenda. Espléndido.

  2. alfonso Barriola

    Fé de Erratas:
    Puerta de la Lealtad/ Traición

    De acuerdo a la «visión castellana» ( reflejada en el poema del Mio Cid), la puerta de la muralla de Zamora dónde fue asesinado Sancho de Castilla es de la » traición», pues Bellido Dolfos mató a dicho rey castellano en favor de su hermano el rey leonés Alfonso.

    Sin embargo para la visión » leonesa» y por ende zamorana ( Zamora forma parte del reyno histórico de León) es » puerta de la Lealtad» pues Bellido Dolfos, héroe leonés, defendió la independencia del reino leonés del intento expansionsista castellano

    Oficialmente de admiten las dos denominaciones y evidentemente según hables con castellanos o con leoneses defenderán/ defenderemos una u otra versión

    PUXA LLÏÓN!

  3. Pingback: Un lugar que ya no existe

  4. Bueno, bueno, para mí siempre ha sido de la Traición, y soy zamorano; así lo llamaba mi abuela… Pero, sinceramente, es lo que menos me importa- tenemos suerte de ser de una tierra en la que la mayoría no andamos en esas lides.

    Qué fotos más bonitas las del artículo.

    • Alfonso Barriola

      Si vuelves por la Puerta de la Lealtad o de la Traición verás (en la placa descriptiva) que están aceptadas ambas denominaciones.
      Y si, ya se que la mayoría de los zamoranos sois » ahístoricos y ageográficos»..
      una pena

  5. ” leonesa” y por ende zamorana

    En fin, eso lo dirá un leonés.

    • Alfonso Barriola

      si lo dice un leonés, pero de Zamora.

      Creo que no soy yo el que tiene problemas con la Geografía y la Historia.

  6. Pingback: Bitacoras.com

  7. Lorenzo Gómez

    Fantástico. Ya espero el de Zamora y por supuesto dejando constancia del lugar donde veló armas Don Rodrigo Díaz, que mal que les pese a los burgaleses, fue San Claudio de Olivares.

    Gracias por ilustrarnos Silvia

  8. Pingback: Un lugar que ya no existe | ECO SOCIAL...OJO CRÍTICO

  9. Lola Cabrero

    ¡Hola!
    Interesantísimo el artículo.
    Por otra parte estoy haciendo una tesis doctoral sobre Bellas Artes y necesitaba localizar a los descendientes del antiguo director del Museo de Bellas Artes, Severiano Balleteros Ortiz.
    ¿Alguien podría ayudarme? ¡Muchas gracias!

  10. Pingback: Un lugar que ya no existe – Jot Down Cultural Magazine | Tucídides_blog

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