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¿Cuál es el mejor comienzo de una novela?

En un futuro cercano, cuando haya más community managers que personas y todo lo que no sea ilegal será obligatorio, puede que termine haciéndose realidad la distopía de Farenheit 451. La gente memorizará los libros prohibidos para que su recuerdo perviva, manteniendo viva la llama de lo más noble del espíritu humano. Pero ya nos conocemos todos y sospechamos qué terminaría pasando: se confundirían las tramas, se olvidarían los nombres de algunos personajes o los pondrían donde no era. Se inventarían la mitad de las cosas… un follón. Al cabo del tiempo todas las novelas acabarían teniendo la estructura narrativa de Perdidos. De manera que mejor centrémonos solo en los inicios de esas grandes obras literarias, dado que son muchos los realmente memorables y con unas pocas palabras logran inspirarnos estados de ánimo y estremecedoras verdades. Además al ser cortitos se te quedan. Ya solo toca escoger cuál querría aprenderse cada uno, así que voten, apréndanselo bien o añadan su favorito si no está en la lista. A Cervantes, Kafka, Tolstoi y Nabokov no los hemos incluido precisamente porque ya se los saben, de lo que se trata es de aprender otros para cuando lleguen los bomberos pirómanos.

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Paraíso inhabitado, de Ana María Matute

ana«Nací cuando mis padres ya no se querían. Cristina, mi hermana mayor, era por entonces una jovencita displicente, cuya sola mirada me hacía culpable de alguna misteriosa ofensa hacia su persona, que nunca conseguí descifrar. En cuanto a mis hermanos Jerónimo y Fabián, gemelos y llenos de acné, no me hacían el menor caso. De modo que los primeros años de mi vida fueron bastante solitarios».

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La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa

mario«El hombre era alto y tan flaco que parecía siempre de perfil. Su piel era oscura, sus huesos prominentes y sus ojos ardían con fuego perpetuo. Calzaba sandalias de pastor y la túnica morada que le caía sobre el cuerpo recordaba el hábito de esos misioneros que, de cuando en cuando, visitaban los pueblos del sertón bautizando muchedumbres de niños y casando a las parejas amancebadas. Era imposible saber su edad, su procedencia, su historia, pero algo había en su facha tranquila, en sus costumbres frugales, en su imperturbable seriedad que, aun antes de que diera consejos, atraía a las gentes».

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Historia de dos ciudades, de Charles Dickens

cha«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo».

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Scaramouche, de Rafael Sabatini

sc«Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio».

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Orgullo y prejuicio, de Jane Austen

org«Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa».

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La Regenta, de Leopoldo Alas Clarín

lare«La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de polluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo, se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegados a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo. Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida».

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El plantador de tabaco, de John Barth

pla«En los años finales del siglo XVII había entre los juerguistas y petimetres que frecuentaban los cafés londinenses un individuo delgaducho y zanquilargo llamado Ebenezer Cooke, con más ambición que talento y, sin embargo, más talento que prudencia, el cual, al igual que sus compañeros de juerga, que en teoría estaban educándose en Oxford o Cambridge, encontraba en los sonidos de la madre lengua inglesa más un motivo de juerga y diversión que algo con sentido con lo que se podía trabajar y, en consecuencia, en lugar de entregarse a los sinsabores de la erudición, el tal Ebenezer aprendió el arte de versificar, dando en desgranar, conforme a la moda de entonces, cuadernillos de pareados plagados de Joves y Júpiteres espumantes, entre el estruendo de las rimas estridentes y símiles que de tanto tensar la cuerda, a punto estaban de romperla».

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La forma de la espada, de Jorge Luis Borges

ficc«Le cruzaba la cara una cicatriz rencorosa: un arco ceniciento y casi perfecto que de un lado ajaba la sien y del otro el pómulo. Su nombre verdadero no importa; todos en Tacuarembó le decían el Inglés de La Colorada».

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León el africano, de Amin Maalouf

le«A mí, Hasan, hijo de Mohamed el alamín, a mí, Juan León de Médicis, circuncidado por la mano de un barbero y bautizado por la mano de un Papa, me llaman hoy el Africano, pero ni de África, ni de Europa, ni de Arabia soy. Me llaman también el Granadino, el Fesí, el Zayyati, pero no procedo de ningún país, de ninguna ciudad, de ninguna tribu. Soy hijo del camino, caravana es mi patria y mi vida la más inesperada travesía. Mis muñecas han sabido a veces de las caricias de la seda y a veces de las injurias de la lana, del oro de los príncipes y de las cadenas de los esclavos. Mis dedos han levantado mil velos, mis labios han sonrojado a mil vírgenes, mis ojos han visto agonizar ciudades y caer imperios. Por boca mía oirás el árabe, el turco, el castellano, el beréber, el hebreo, el latín y el italiano vulgar, pues todas las lenguas, todas las plegarias me pertenecen. Mas yo no pertenezco a ninguna. No soy sino de Dios y de la tierra, y a ellos retornaré un día no lejano».

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Asfixia, de Chuck Palahniuk

as«Si vas a leer esto, no te preocupes. Al cabo de un par de páginas ya no querrás estar aquí. Así que olvídalo. Aléjate. Lárgate mientras sigas entero. Sálvate. Seguro que hay algo mejor en la televisión. O, ya que tienes tanto tiempo libre, a lo mejor puedes hacer un cursillo nocturno. Hazte médico. Puedes hacer algo útil con tu vida. Llévate a ti mismo a cenar. Tíñete el pelo. No te vas a volver más joven. Al principio lo que se cuenta aquí te va a cabrear. Luego se volverá cada vez peor».

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Cita con Rama, de Arthur C. Clarke

art«Más temprano o más tarde, tenía que suceder. El 30 de junio de 1908 Moscú escapó de la destrucción por tres horas y cuatro mil kilómetros, un margen invisiblemente pequeño para las normas del universo. El 12 de febrero de 1947 otra ciudad rusa se salvó por un margen aún más estrecho, cuando el segundo gran meteorito del siglo XX estalló a menos de cuatrocientos kilómetros de Vladivostok provocando una explosión que rivalizaba con la bomba de uranio recientemente inventada».

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La Historia Interminable, de Michael Ende

ende«NÓISACO ED SORBIL rednaeroK barnoK lraK :oirateiporP

Esta era la inscripción que había en la puerta de cristal de una tiendecita, pero naturalmente solo se veía así cuando se miraba a la calle, a través del cristal, desde el interior en penumbra».

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El hobbit, de J. R. R. Tolkien

tolk«En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad».

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Sinuhé el egipcio, de Mika Waltari

sin«Yo, Sinuhé, hijo de Senmut y de su esposa Kipa, he escrito este libro. No para cantar las alabanzas de los dioses del país de Kemi, porque estoy cansado de los dioses. No para alabar a los faraones, porque estoy cansado de sus actos. Escribo para mí solo. No para halagar a los dioses, no para halagar a los reyes, ni por miedo al provenir ni por esperanza. Porque durante mi vida he sufrido tantas pruebas y pérdidas que el vano temor no puede atormentarme y cansado estoy de la esperanza en la inmortalidad como lo estoy de los dioses y de los reyes. Es, pues, para mí solo para quien escribo, y sobre este punto creo diferenciarme de todos los escritores pasados o futuros».

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Kokoro, a vida o muerte. Dragó entrevista a Dragó, de Fernando Sánchez Dragó

koko«¿Han leído la dedicatoria de este libro? Tengo que añadirle algo… Naoko, que desde hace una década comparte, a pie de obra, todos mis minutos, mis horas y mis días, me pidió en ese instante supremo y, acaso, postremo, que volviera, y lo hice. No quería ni debía abandonarla. Le llevo treinta y ocho años. La conocí, cuando yo tenía cincuenta y nueve, en Kioto. Era mi alumna. Daba yo, allí, un curso sobre mi novela El camino del corazón y… Cosas que pasan. He sido y soy, sucesiva o simultáneamente, su profesor, su maestro, su ligue, su amante, su novio, su marido, su jefe, su socio, su padre, su tutor, su Edipo feliz, e incluso, por mi edad y la suya, su abuelo».

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El amante de Lady Chatterley, de D.H. Lawrence

law«La nuestra es una época esencialmente trágica, así que nos negamos a tomarla por lo trágico. El cataclismo se ha producido, estamos entre ruinas, comenzamos a construir hábitats diminutos, a tener nuevas esperanzas insignificantes. Un trabajo no poco agobiante: no hay camino suave hacia el futuro, pero le buscamos vueltas o nos abrimos paso entre los obstáculos. Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se hayan derrumbado».

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62 Comentarios

  1. RealMcManus

    Elegir el mejor es tan divertido como absurdo, puesto que no es posible definir los criterios aplicables a gusto de todos; pero quizás el más exitoso en cuanto a establecer el tono, ya no de la novela, sino de un nuevo género literario, es el inicio de «Neuromante», de William Gibson: «The sky above the port was the color of television, tuned to a dead channel».

    Pero, ahora en serio, es Scaramouche. Sin discusión.

  2. De las que aparecen, he votado por León el Africano. Pero aunque parezca «postureo» por ser un comienzo muy famoso ( supongo que por eso no lo han puesto, igual que no se ha puesto el de El Quijote ) , y más ahora que su autor ha fallecido recientemente, tengo que dejar aquí el de 100 Años de soledad:
    «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo»

  3. «¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.»

    Rayuela, Julio Cortàzar

    De las propuestas, Scaramouche

  4. «No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado al plato; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él.»

    Javier Marías, «Corazón tan blanco»

  5. Para mi, y también sin duda, el de «Historia de dos ciudades», aunque seguro que habrá mil mejores

  6. Roberto Osa

    El que ha hecho la lista debería leer más literatura y menos esnobismos. Grandes novelas con comienzos inmejorables que no están en la lista: «Rayuela», «El extranjero», «Cien años de soledad», «Crimen y castigo», «Don Quijote», «La familia de Pascual Duarte», «Pedro Páramo», «Moby Dick», «Lolita», «El proceso», «La metamorfosis», «Ana Karenina», «Memorias del subsuelo», «Héroes»… Y tantas y tantas otras.

    • Archibald

      Roberto Osa, eres un poco tontín. Deja a tu prepotencia descansar un minuto, y vuélvete a leer el primer párrafo del artículo.

  7. La familia de Pascual Duarte:

    Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que nadie ha de borrar ya.

    Duro, real y cotidiano.

  8. Propongo el comienzo de «Libertad» de Franzen:

    «Se cometieron errores»

    La historia de mi vida XD

  9. «La cosa empezó así». Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline.

  10. Creo que yo el mejor inicio que he leído es, sin duda, el de Memorias del Subsuelo de Dostoievski (Traducción de Ed. Cátedra), las tres primeras páginas, el primer capítulo. Nunca dejará de ponerme los pelos como escarpias:

    «Soy un hombre enfermo… Soy un hombre rabioso. No soy nada atractivo. Creo que estoy enfermo del hígado. Sin embargo, no sé un higo de mi enfermedad y seguramente tampoco pueda precisar qué es lo que me duele. No estoy en tratamiento y nunca lo estuve, aunque siento respeto por la medicina y los médicos. Además, soy supersticioso a más no poder, aunque lo justo, como para respetar la medicina. (Tengo la suficiente formación como para no ser supersticioso, pero lo soy.) Y si no deseo curarme es por rabia. Probablemente ustedes no estén dispuestos a entender esto. Pero yo sí que lo entiendo. Claro, que tampoco sabría decirles a quién exactamente estoy fastidiando con mi rabia; sé perfectamente que tampoco puedo «jorobar» a los médicos por no acudir a ellos. Sé mejor que nadie, que con todo esto, sólo me perjudico a mí mismo y a nadie más. Pero a pesar de todo, si no me pongo en tratamiento, es por rabia. ¡Y si mi hígado está mal, pues que se ponga peor!.»

  11. Bien, como esto se va a convertir en toda una colección de comienzos literarios sujeto al mas subjetivo de los criterios… voy a hacer mi particular aportación.

    «Trópico de Cancer», sin lugar a dudas. Brillante desde la primera frase hasta la última:

    «Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y estamos muertos.»

    «No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, hace seis meses, creía que era un artista. Ya no lo pienso, lo soy. Todo lo que era literatura se ha desprendido de mí. Ya no hay más libros que escribir, gracias a Dios.»

  12. Pedro Páramo

    Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté
    sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de otro modo y de
    este otro. Estoy segura de que le dará gusto conocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
    Todavía antes me había dicho:
    —No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
    —Así lo haré, madre.
    Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darles vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo
    alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.

  13. Paco Abato

    Otro de mis favoritos:
    «Cuan gritan los malditos
    Mas mal rayo me parta
    Si en acabando esta carta
    No pagan caros sus gritos»

    Don Juan Tenorio

  14. Paco Abato

    Y uno que acabo de leer y me ha parecido fabuloso:
    «El doctor Strauss dise que debo escrebir lo que yo pienso y todas las cosas que a mi me pasan desde aora. No se porque pero el dise que es mui inportante para que ellos puedan ber si ellos pueden usarme a mi. Espero que ellos puedan usarme a mi pues miss Kinnian dise que ellos pueden aserme listo. Yo qiero ser listo.»

    Flores para Algernon.

  15. Yo incluiría el comienzo de El Quijote, porque es lo único que han leído la mayoría de los ciudadanos y ya con eso presumen de haber leído la obra entera.

  16. Llamadme Ismael

  17. Marcelo Castillo

    «Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba «Historias vividas»,
    una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera.» El Principito

    «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre
    no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que
    vivía un hidalgo de los de lanza en astillero,
    adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. » Don Quijote

  18. Humbert Humbert

    «Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.»
    Lolita, de Nabokov

  19. “Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero eso no quiere decir nada. Quizá fuera ayer.” (Inicio de El extranjero, Albert Camus)

    “Mi padre murió hace un año. No creo en esa teoría según la cual nos convertimos en verdaderos adultos cuando mueren nuestros padres; nadie llega a ser nunca un verdadero adulto.” (Inicio de Plataforma, Houellebecq)

  20. El de «La historia interminable» de Ende posiblemente sea el mejor comienzo de una novela que haya leído jamás, ese memorable primer capítulo es capaz de prepararte para una lectura que no olvidarás jamás… tengas la edad que tengas, yo descubrí esta OBRA MAESTRA con algo más de cuarenta añitos.-

  21. Linguateiro

    «Mirémonos cara a cara. Somos hiperbóreos; sabemos perfectamente bien hasta qué punto vivimos aparte.» (El Anticristo)

  22. Yo creo que no hay nada como esto:
    «¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora? Sin preguntármelo. Decir yo. Sin pensarlo. Llamar a esto preguntas, hipótesis. Ir adelante, llamar a esto ir, llamar a esto adelante. Puede que un día, venga el primer paso, simplemente haya permanecido, donde, en vez de salir, según una vieja costumbre, pasar días y noches lo más lejos posible de casa, lo que no era lejos. Esto pudo empezar así. No me haré más preguntas.»

    -El innombrable-
    Samuel Beckett.

  23. Esa misma pregunta me la hice con respecto a mis lecturas y al final elaboré una lista con mis diez inicios favoritos. Os pongo el enlace por si le queréis echar un vistazo: http://laslecturasdemrdavidmore.blogspot.com.es/2013/06/diez-grandes-inicios-de-novela.html

    De los libros que no he leído, pero conozco su comienzo me gustan estos:

    – Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino.

    “Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Ítalo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Concéntrate. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida.”

    – El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias.

    “¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de oídos persistía el rumor de las campanadas a la oración, maldoblestar de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!”

    – Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante.

    “Showtime! Señoras y señores. Ladies and gentlemen. Muy buenas noches, damas y caballeros, tengan todos ustedes. Good-evening, ladies & gentlemen. Tropicana, el cabaret más fabuloso del mundo…”

    – Middlesex, de Jeffrey Eugenides.

    “Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla tóxica en Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petoskey, Michigan, en agosto de 1974″.

  24. No tengo la menor duda, «Las Nieves del Kilimanjaro» de Hemingway. Buscadlo, no lo voy a escribir…

  25. Eu son Balbino. Un rapaz da aldea. Como quen dis, un ninguén. E ademais, pobre. Porque da aldea tamén é Manolito, e non hai quen lle tusa, a pesares do que lle aconteceu por causa miña.
    No vrao ando descalzo. O pó quente dos caminos faime alancar. Magóme as areas e nunca falta algunha brocha pra espetérseme nos pés. Érgome con noite pechada, ás dúas ou tres da mañán, pra ir co gando, restrevar ou xuntar monllos. Cando amañece xa me doi o lombo, e as pernas. Pero o día comenza. Sede, sol, moxardos.
    ¡Que saben desto os nenos da vila!

  26. «Tenía los dedos gruesos como pollas, capaces de hacer felices a diez mujeres a la vez «.

    Un semental en apuros, de un apócrifo de Bukowski.

  27. «El hombre de negro huía a través del desierto, y el pistolero iba en pos de él. El desierto era inmenso, la apoteosis de todos los desiertos, y se extendía bajo el firmamento en todas direcciones en una distancia de tal vez varios parsecs. Blanco, cegador, reseco, desprovisto de cualquier rasgo distintivo salvo por la tenue silueta brumosa de las montañas recortadas en el horizonte y por la hierba del diablo, que producía dulces sueños, pesadillas y muerte. Alguna que otra lápida señalaba el camino, pues el borroso sendero que serpenteaba sobre la gruesa corteza alcalina otrora había sido una pista recorrida por diligencias. Desde entonces, el mundo había avanzado. El mundo se había vaciado.»

    La Torre Oscura: La hierba del diablo
    Stephen King

  28. The Hoff

    … bueno, ya que insistís, ahí va el comienzo de «Las nieves del Kilimanjaro»:

    En inglés: «Kilimanjaro is a snow-covered mountain 19,710 feet high, and is said to be the highest
    mountain in Africa. Its western summit is called the Masai «Ngaje Ngai,» the House of
    God. Close to the western summit there is the dried and frozen carcass of a leopard. No
    one has explained what the leopard was seeking at that altitude.»

    y en castellano: «El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África.
    Su nombre es, en masai, «Ngáje Ngái», «la Casa de Dios». Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo,
    y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas»

  29. Echo en falta el comienzo de El Manantial, de Ayn Rand:

    «Cinco lobitos tiene la loba, cinco lobitos detrás de la escoba»

    No, espera, no era tan profundo. Bueno, da igual

  30. Miquel007

    Al respecto, ya escribió Roberto Fontanarrosa muy acertadamente:

    http://inmaculadadecepcion.blogspot.com.es/2004/11/roberto-fontanarrosa-puto-el-que-lee.html

  31. Es un lindo tema para un artículo. Sin embargo, hay que hacer una pequeña salvedad: Borges no escribió novelas.

  32. Rebeldes de Susan E Hinton: «Al salir a la brillante liz del sol desde la oscuridad del cine sólo tenia dos cosas en mi cabeza, Paul Newman y volver a casa»…

  33. Darth Sidious

    Mi voto también para Scaramouche.

    De los relatos, que no novelas como bien se ha matizado, de Borges, prefiero el de Los teólogos:

    «Arrasado el jardín, profanados los cálices y las aras, entraron a caballo los hunos en la biblioteca monástica y rompieron los libros incomprensibles y los vituperaron y los quemaron, acaso temerosos de que las letras encubrieran blasfemias contra su dios, que era una cimitarra de hierro.»

  34. Tragaldabas

    Yo leí por primera vez «El camino» de Miguel Delibes cuando tenía 14 años.
    Aún me tiembla la voz interior cuando vuelvo sobre él.

    «Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra
    manera y, sin embargo, sucedieron así. Daniel, el
    Mochuelo, desde el fondo de sus once años, lamentaba
    el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara
    como una realidad inevitable y fatal. Después de
    todo, que su padre aspirara a hacer de él algo más
    que un quesero era un hecho que honraba a su padre.
    Pero por lo que a él afectaba…»

  35. No ver el principio de «El gran Gatsby» clama al cielo y el niño Jesús llora. No podrán votarlo, pero disfruten ustedes:

    «En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas. Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas.»

  36. Buena selección, pero a mi el comienzo de Tropico de Capricornio de parece insuperable.

    «Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza, aun en pleno caos. Desde el principio nunca fue sino caos: el fluido que me envolvía, que aspiraba por las branquias. En el substrato, donde brillaba la luna, inmutable y opaca, todo era suave y fecundante; por encima, disputa y discordia. En todo veía yo en seguida el extremo opuesto, la contradicción y, entre lo real y lo irreal, la ironía y la paradoja. Era el peor enemigo de mí mismo»

  37. Cristian Alvarez

    A mi el comienzo de «El vendedor de armas» de Hugh Laurie -el doctor House, nada menos- me ha gustado bastante:

    «Imagínate que tienes que romperle el brazo a alguien.
    El derecho o el izquierdo, da lo mismo. La cuestión es que tienes que rompérselo, porque si no lo haces… bueno, eso tampoco importa mucho. Digamos que ocurrirán cosas peores si no lo haces.
    Mi pregunta es la siguiente: ¿le rompes el brazo deprisa -crac, vaya, lo siento, deje que lo ayude con este cabestrillo de emergencia- o alargas todo el proceso durante sus buenos ocho minutos y vas aumentando la presión poquito a poco, hasta que el dolor se convierte en algo rojo y verde y caliente y frío y, en su conjunto, absolutamente insoportable?
    Pues eso. Por supuesto. Lo correcto, la única opción correcta, es acabar cuanto antes. Rompe el brazo, sírvele una copa, sé un buen ciudadano. No hay otra respuesta
    …»

    Y sigue describiendo tal situación. No puse el resto porque sería muy largo. En fin, buen comienzo.

  38. A mí siempre me encantó el principio de la Leyenda del César Visionario, de Umbral

    En un Burgos salmantino de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría, Francisco Franco Bahamonde, dictador de mesa camilla, merienda chocolate con soconusco y firma sentencias de muerte

  39. Juan Ortega

    Pero pero pero «La forma de la espada» no es novelaaaa. ¡Ay, sufrooooo!

  40. Había entendido otra cosa y en lo que yo tenia en la cabeza, la primera escena, la primera situación, las primeras paginas de una novela yo en mi vida he conocido 2 por encima de todas.
    El nombre de la rosa de Eco y El túnel de Sábato

    De los expuestos arriba me decanto por Scaramouche.

  41. Que vaya ganando la opción ‘otros’ fija el éxito de la lista.

  42. Mis favoritos:

    «Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A
    veces apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis
    ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya
    me duermo». Y media hora después despertábame la
    idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño;
    quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún
    entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante
    mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién
    leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas
    reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a
    convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en
    un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V.»

    Por el Camino de Swann, Marcel Proust.

    «Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el
    proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi
    persona.»

    El Túnel, Ernesto Sábato

  43. Me ha gustado mucho el de Scaramouche. Aprovecho y os comparto también el de «Hermosos y malditos», de Scott Fitzgerald, que también me parece un inicio inmejorable.

    ________________

    «En 1913, cuando Anthony Patch cumplió los veinticinco, habían transcurrido ya dos años desde que la ironía —el Espíritu Santo de estos últimos tiempos— descendiera, al menos teóricamente, sobre él. La ironía era como el toque final a los zapatos, como la última pasada de cepillo a la ropa, una especie de «¡Ya está!» intelectual; sin embargo, al comienzo de esta historia, Anthony no ha hecho más que alcanzar el uso de razón. La primera vez que lo vemos se pregunta con frecuencia si no será un hombre sin honor y algo chiflado, una sustancia vergonzosa y obscenamente delgada que brilla sobre la superficie del mundo como el aceite sobre un estanque de aguas cristalinas; aunque en otras ocasiones, por supuesto, se considera un joven excepcional , extraordinariamente refinado, bien integrado en su medio ambiente y, en cierto modo, más importante.»

    (“Hermosos y malditos”, Scott Fitzgerald)

  44. Había un muro. No parecía importante. Era un muro de piedras sin
    pulir, unidas por una tosca argamasa. Un adulto podía mirar por encima de
    él, y hasta un niño podía escalarlo. Allí donde atravesaba la carretera, en
    lugar de tener un portón degeneraba en mera geometría, una línea, una idea
    de frontera. Pero la idea era real. Era importante. A lo largo de siete
    generaciones no había habido en el mundo nada más importante que aquel
    muro.
    Al igual que todos los muros era ambiguo, bifacético, Lo que había
    dentro, o fuera de él, dependía del lado en que uno se encontraba.
    Visto desde uno de los lados, el muro cercaba un campo baldío de
    sesenta acres llamado el Puerto de Anarres. En el campo había un par de
    grandes grúas de puente, una pista para cohetes, tres almacenes, un
    cobertizo para camiones y un dormitorio: un edificio de aspecto sólido, sucio
    de hollín y sombrío; no tenía jardines ni niños. Bastaba mirarlo para saber
    que allí no vivía nadie, y que no estaba previsto que alguien se quedara allí
    mucho tiempo: en realidad era un sitio de cuarentena. El muro encerraba no
    sólo el campo de aterrizaje sino también las naves que descendían del
    espacio, y los hombres que llegaban a bordo de las naves, y los mundos de
    los que provenían, y el resto del universo. Encerraba el universo, dejando
    fuera a Anarres, libre.
    Si se lo miraba desde el otro lado, el muro contenía a Anarres: el
    planeta entero estaba encerrado en él, un vasto campo-prisión, aislado de
    los otros mundos y los otros hombres, en cuarentena.

    Los desposeídos, Ursula K. LeGuin

  45. Pablo Castro

    Éste, aunque no pertenece a una novela, me parece muy bueno, de «El proveedor de iniquidades Monk Eastman», de Borges:
    Perfilados bien por un fondo de paredes celestes o de cielo alto, dos compadritos envainados en seria ropa negra bailan sobre zapatos de mujer un baile gravísimo, que es el de los cuchillos parejos, hasta que de una oreja salta un clavel porque el cuchillo ha entrado en un hombre, que cierra con su muerte horizontal el baile sin música. Resignado, el otro se acomoda el chambergo y consagra su vejez a la narración de ese duelo tan limpio. Ésa es la historia detallada y total de nuestro malevaje. La de los hombres de pelea de Nueva York es más vertiginosa y más torpe.

  46. «La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita»

  47. Siempre hablo del mismo: Más que humano, de Thodore Sturgeon:

    «El idiota vivía en un mundo negro y gris, matizado por los relámpagos blancos del hambre y las llamas vacilantes del miedo. Llevaba ropas raídas y rotas. Aquí una tibia, afilada como un frío cincel, y allí, en la camisa agujereada, se veían unas costillas como dedos de un puño. Era alto y chato, de mirada serena y rostro inexpresivo. Los hombres se apartaban de él; las mujeres evitaban mirarlo; los niños se detenían y lo observaban. El idiota no se preocupaba; nada esperaba de ellos. Cuando el relámpago lo hería, lo alimentaban. Cuando no podía alimentarse por sus propios medios, o cuando no podía quedarse sin comer, lo alimentaba la primera persona que se le cruzase en el camino El idiota no sabía por qué, pero no se sorprendía. No mendigaba. Se detenía y esperaba, simplemente Alguien lo miraba a los ojos y en la mano del idiota aparecía una moneda. Comía, y su benefactor se apresuraba a irse, aturdido y sin comprender. A veces, nerviosamente, le hablaban; hablaban de él entre ellos. El idiota oía los sonidos, pero no los entendía. Vivía apartado en algún lugar secreto de sí mismo. (El pequeño eslabón que une las palabras y su significado estaba roto.) Su vista era excelente. Distinguía con rapidez una sonrisa de un gesto colérico; pero nada impresiona a una criatura que carece de simpatía afectiva. Nunca había reído y nunca se había enojado, y no podía comprender la alegría o la ira de los demás».

  48. Soy un clásico:

    «¡Cuál gritan esos malditos!
    ¡Pero mal rayo me parta
    si en concluyendo la carta
    no pagan caros sus gritos!»

  49. «Aunque su padre hubiera imaginado para él un brillante porvenir en el ejercito,
    Hervé Joncour había terminado por ganarse la vida con un oficio insólito, al cual no le
    era extraña, por singular ironía, una característica tan amable que traicionaba una vaga
    entonación femenina.
    Para vivir; Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda.
    Corría el año de 1861. Flaubert estaba escribiendo Salambó, la iluminación
    eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba
    combatiendo en una guerra de la cual no vería el fin.
    Hervé Joncour tenía 32 años.
    Compraba y vendía.
    Gusanos de seda.»

    Seda, Alessandro Baricco

  50. Pingback: La peores frases iniciales de la literatura | NEW GENERATION

  51. de ventre

    lo veo y subo

    “I, Tiberius Claudius Drusus Nero Germanicus This-that-and-the-other (for I shall not trouble you yet with all my titles) who was once, and not so long ago either, known to my friends and relatives and associates as «Claudius the Idiot», or «That Claudius», or «Claudius the Stammerer», or «Clau-Clau-Claudius» or at best as «Poor Uncle Claudius», am now about to write this strange history of my life; starting from my earliest childhood and continuing year by year until I reach the fateful point of change where, some eight years ago, at the age of fifty-one, I suddenly found myself caught in what I may call the «golden predicament» from which I have never since become disentangled.”

  52. «Conocí a Dean poco después de que mi mujer y yo nos separásemos. Acababa de pasar una grave enfermedad de la que no me molestaré en hablar, exceptuado que tenía algo que ver con la casi insoportable separación y con mi sensación de que todo había muerto. Con la aparición de Dean Moriarty empezó la parte de mi vida que podría llamarse mi vida en la carretera.»
    Kerouac, En la carretera.

  53. Diosss me falta dias… hasta ahora Historia de dos ciudades pero Memorias del subsuelo tambien ha encantado

  54. Ernesto Salaberri

    «Aquel treinta de agosto, cuando un caldero de agua hirviendo se vertió sobre ella, Krysta Wronecka tuvo toda la suerte del mundo»

  55. Pingback: Cómo escribir el comienzo perfecto – Esquinas Dobladas

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