Baedekers columna Opinión

Periodistas, circulen

Foto: Alexander Turnbull Library (DP)
Foto: Alexander Turnbull Library (DP)

Amazon pagó hace poco más de mil millones de dólares por una web que yo no sabía que existía: Twitch. Es cuatro veces más de lo que pagó por el Washington Post. Twitch sirve para ver en vídeo cómo otros juegan a videojuegos. Los videojuegos son cada vez más como el deporte: hay profesionales, los practicantes aprenden técnicas y trucos y la afición llena pabellones para ver campeonatos.

En octubre se jugó una final de League of Legends. Lo vieron online treinta y dos millones de personas. Twitch fue uno de los servicios que lo transmitió. Treinta y dos millones es más audiencia que los capítulos finales de Los Soprano, 24 y Breaking Bad juntos, según el Wall Street Journal.

Microsoft compró poco después por más de dos mil millones de dólares un videojuego —Minecraft— que tampoco sabía que existía. No es que yo sea lelo con los videojuegos; en mi entorno varios informáticos más jóvenes no sabían qué era. Minecraft tiene muchas virtudes: una es que ha vendido cincuenta y cuatro millones de copias.

El álbum más vendido de la historia —Thriller, de Michael Jackson vendió sesenta y seis millones. Pero Minecraft es solo el tercer videojuego más vendido: Tetris y Wii Sports superan ya a Michael Jackson. Los otros discos entre los más vendidos son las bandas sonoras de Grease y El guardaespaldas y dos trabajos de Pink Floyd y Bee Gees.

Los videojuegos son una industria más grande que la música. En el mundo del ocio, solo les queda el cine por superar.

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Hace también unas semanas, alguien robó de la nube fotos de famosas desnudas. Aparecieron en 4chan, un lugar de frikis, según me ha dicho un amigo metido en el mundo. De allí pasaron a Reddit, un lugar algo menos friki que reúne cientos de foros. Es una web gestionada por sus usuarios.

El 1 de septiembre las vieron en Reddit ciento cuarenta y un millones de personas. Sin contar la publicidad, Reddit consiguió dinero ese día para pagar servidores durante un mes. El post de Buzzfeed sobre las fotos recibió cinco millones de visitas en veiticuatro horas; mucho menos, pero aún una cantidad espectacular.

La fascinación con la belleza femenina es común. La cuenta de Twitter de Jot Down tuiteó hace unos días que lo más visto en El Mundo era una historia sobre el culo de Kim Kardashian. No es sorprendente el éxito de videojuegos ni de las fotos picantes.

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Pero no siempre ha sido exactamente así. Las editoriales de Estados Unidos vendieron ciento veintiún millones de libros de bolsillo al gobierno a precio de saldo para que los mandara a los soldados durante la Segunda Guerra Mundial. Las tropas se los quitaban de las manos. «Eran tan populares como las chicas de las revistas», dice un soldado desde Nueva Guinea el 30 de abril de 1944 del New York Times. Otro desde Italia se emociona porque hay libros de Conrad, Melville o Steinbeck.

No todos los soldados eran tan finos. Según un estudio de la época, «los favoritos son novelas que tratan con franqueza de relaciones sexuales (sin fijarse en el tono, mérito literario y punto de vista, no importa si el libro es serio o de humor, romántico o vulgar)».

El ejército necesitaba entretenimiento y las editoriales se lo daban en un formato adecuado. No había entonces nada más que hacer. En cambio, el mayor de los marines Edward Carpenter describe así lo que pueden hacer en una base grande del ejército en Afganistán en el siglo XXI:

Comer helado con cada comida, dormir en habitaciones con aire acondicionado y colchones de verdad y almohadas de verdad, ducharse con agua caliente, navegar por internet, estudiar cursos universitarios, mirar películas y practicar salsa y patinaje en línea.

Es solo una parte de la oferta de la base. La lectura —aunque fuera picante— de la dura Segunda Guerra Mundial se ha convertido en variedad. No creo que los soldados de hoy sean más tontos por leer menos y patinar más. Yo prefiero poder escoger mis pasatiempos; los soldados deben poder hacer lo mismo.

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Este progreso hacia más variedad tiene consecuencias para quienes nos dedicamos a crear contenido. El público no es ya un grupo cautivo a la espera de nuestra última maravilla. Es un grupo al que le gustan los videojuegos —más de lo que yo imaginaba—, la tele, el morbo, el fútbol, las paridas, la actualidad. Además ya no hay que ir al quiosco a buscar nada ni, en la mayoría de casos, a pagarlo.

Más profesionales por tanto van a vivir de llenar este tiempo de ocio. Los escritores, los periodistas, los actores y los músicos ya no serán los únicos, como a mediados del siglo XX.

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En agosto de 2013 cinco jóvenes en la India crearon ScoopWhoop, una copia local de Buzzfeed. Buzzfeed nació en 2006 en un sector donde las visitas y la venta de publicidad digital era clave y ya había mucha competencia. Al lado de chicas y chicos guapos, Buzzfeed tiene listas de las veinte cosas que todo veinteañero debe haber hecho y de los quince políticos que se parecen a personajes de Juego de Tronos. Buzzfeed también hace información extraordinaria, pero no es su fuente básica de tráfico e ingresos. Es una sección más de su oferta.

En 2014 es más fácil crear una pequeña web interesante con temas ligeros y divertidos pero no insultantes y que además haga algo de actualidad que convertir las webs de El Mundo o el ABC en escaparates de culos.

Los cinco jóvenes indios de ScoopWhoop definen así su producto, que ha tenido un éxito fulminante: «Una web que crea contenido optimizado para que sea compartido en redes sociales». Es decir, que guste. A pesar de que tratan a menudo de la actualidad, no lo llaman periodismo. Lo llaman por su nombre: queremos que la gente lea lo que hacemos. Hay un prejuicio extendido en este tipo de webs: atraer a la gente es fácil. No lo es: hacer una buena lista requiere imaginación, esfuerzo y estilo. Están mejor que noticias sesudas sobre elecciones, cumbres y leyes.

Por si fuera poco, tienen un recurso oculto: «Su arma secreta, dicen, es que ninguno de los miembros fundadores era periodista. Los cinco cofundadores estudiaron publicidad y relaciones públicas». Cada estudiante de periodismo puede preguntarse qué ha hecho mal y por qué creen que es mejor no ser periodista. (He oído a los creadores de Jot Down presumir también de no ser periodistas).

Yo ya expliqué mi teoría: rollos, no.

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10 Comentarios

  1. Un par de cosillas antes de dar mi opinión:
    -El WaPo lo compró Bezos, no Amazon (aunque supongo que alineará las estrategias de ambos).

    -Lo que se jugó en Octubre del año pasado fue la final del mundial de League Of Legends del año pasado, esta semana ha empezado la final de este año.

    -4chan no es un lugar de frikis, es el mayor nido de trolls de internet (allí no solo hay gente que sabe mucho de un tema, que seria la definición de friki, sino que encima lo utilizan para humillar y reirse)

    En mi opinión lo que está sucediendo es positivo para el periodismo, lo está convirtiendo en irrelevante a la hora de ser un lugar donde priorizar el poner publicidad, está perdiendo cuota de mercado a costa dle entretenimiento y no debería de entrar ahí.

  2. francisco

    Pues yo veo con preocupación que, hablando en términos sociales y de esfera pública, el contenido de calidad se vea desplazado por chorraditas 24/7 para ser compartidas en redes sociales y generar así toneladas de chorradas en una espiral interminable de distraimiento algo enajenante. Tampoco creo que el objetivo principal de la comunicación deba ser generar rentabilidad inmediata. Y ya para terminar con mis cuestionamientos, que los publicistas, y el lenguaje del marketing en general, sustituya al periodista, lo contemplo como un horizonte tétrico. A mi modo de ver, el lenguaje del márketing esencializa las peores tendencias económicas, sociales y de abuso de poder contemporáneas.

  3. Creo que uno de los problemas del periodismo es el que se ve reflejado en este artículo. Los periodistas «tradicionales» ya no conocen el mundo en el que viven. Viven ajenos a la evolución tecnológica y, nos guste o no, Twtich, Minecraft, 4Chan, Reddit,… existen y absorben una gran parte del tiempo de las nuevas generaciones. Sí las que en 10 años estarán dirigiendo el cotarro.
    Por otro lado, me sorprende que informáticos de su entorno (entiendo que de su trabajo) no conozcan Minecraft. Me parece inconcebible. Tanto como que un escritor no conociera la obra de Gabo.

    Ah, se sorprenderían de enterarse de que muchos de estos «frikis» que pueblan 4Chan también leen libros.

  4. Todo el mundo al que le gusten los videojuegos sabe lo que es el Minecraft.

    Pero trabajar de informático no implica que te gusten los videojuegos. Al igual que ser escritor o periodista no implica que me gusten los comics o el manga, por ejemplo.

    Mucho prejuicio veo yo.

  5. Pingback: Periodistas, circulen

  6. Me pregunto cuándo ha sido “el público” algo diferente a un grupo al que le gusta la tele, el morbo, el fútbol, las paridas, la actualidad.

    Las etiquetas que pretenden dividir el caudal de información tienen más bien poco sentido. En la práctica, periodismo y publicidad están confundidos, igual que lo están periodismo y “entretenimiento”. Esas diferenciaciones son palabrería.

    Uno puede adoptar ante las cosas una actitud más bien evasiva o más bien crítica, pero eso tiene poco que ver con leer periódicos o jugar a videojuegos. En cierto modo, hay pocas cosas más risibles que alguien que presume de “estar informado” por leerse la prensa todas las mañanas.

  7. A mí me parece un cambio de tendencia más. Pero sí me preocupa tener que dar vueltas y vueltas por internet buscando información fiable e inteligente sobre noticias que considero más que serias. Eso es lo que me da hambre de periodismo. Que haya un fenómeno que atrae a masas, inversores y publicistas, que a su vez arrastran a más gente, no es ninguna novedad: desde el rock hasta la depilación integral todo se mueve por ciclos, boom, decadencia, latencia, mutaciones. La literatura se mezcla con los demás entretenimientos porque ya no tiene un territorio plenamente suyo. Yo creo que lo perdió cuando dejó de ser el entretenimiento tranquilo por excelencia de la infancia, después de la contemplación de las estrellas y los bichos y los relatos susurrados, excitantes o escalofriantes, del anochecer: frente al incansable despilfarro de energía era la fuente de interés más persuasiva. Ahora hay menos derroche y diez alternativas sedentarias más cómodas, porque para empezar a leer hacen falta inductores con tiempo, ganas y paciencia. En resumen, creo que es importante que cada campo del entretenimiento o de la información tengan su propio esplendor y que no miren con desconfianza a los demás.

  8. Pingback: Periodistes que només escrivim per a periodistes | Fcinc

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