El último baile Opinión

Guillermo Ortiz: Fabio Parra, José María García y la última Vuelta a España de Perico Delgado

Perico Delgado en la contrarreloj de Medina del Campo. Foto: José-Manuel Benito (CC)
Perico Delgado en la contrarreloj de Medina del Campo. Foto: José-Manuel Benito (CC)

En la llegada a Madrid, ya después de la entrega final de maillots y trofeos; besos y más besos de Leticia Sabater y demás azafatas de la organización, Pedro Delgado llegaba al set de TVE en la Castellana para charlar con el mítico Pedro González. Junto a él, también sentado, despatarrado en su silla como solo lo están los ciclistas después de seis horas sobre la bici quedaba Fabio Parra. La Vuelta había sido tan competida como lo venía siendo cada año desde que la televisión había apostado por el ciclismo: apenas treinta y cinco segundos entre el segoviano y el colombiano.

Todo eran sonrisas hasta que las sonrisas se convirtieron en revancha: el público empezó a cantar «García, cabrón; Perico, campeón» hasta llegar a hacer incomprensibles las declaraciones de los protagonistas. García, por supuesto, era José María García, en el apogeo de su influencia radiofónica y Perico era el gran ídolo de la afición española, algo así como Contador ahora pero con el atractivo de lo nuevo, del que no ha aparecido después del dominio de Indurain.

El pique de García y Delgado venía de antes, de mucho antes y no fue a mejor con los años: el locutor narraba la Vuelta en primera persona y tenía tal control sobre la organización que podía permitirse conectar en directo con los coches de todos los equipos españoles cada vez que lo considerara oportuno. Antena 3, por entonces su hogar, se volcaba incluso en los boletines horarios de la mañana, dedicándole cinco o diez minutos a etapas intrascendentes.

Si Delgado era la gran atracción de la Vuelta y la Vuelta parecía coto privado de García, ¿a qué el desencuentro? El estallido hay que buscarlo el año anterior, cuando Perico optó por correr el Giro para preparar el Tour. La noticia no sentó nada bien y recibió críticas despiadadas que acabaron en nada cuando el segoviano acabó ganando en Francia apenas unas semanas después, pese al conocido positivo por Probenecid que acabaría archivado gracias a Luis Puig.

Puede que a García se le fuera la mano y puede que a Delgado y al equipo Reynolds en general le sentaran especialmente mal sus críticas. El caso es que Perico, doblando la apuesta, se convirtió en comentarista de la SER y analista en carrera de las vueltas donde participaba, con una intervención grabada que se emitía por la mañana temprano, en el programa que presentaba Iñaki Gabilondo y otra intervención, en falso directo, en El larguero, el programa que arrancaba por entonces de la mano de José Ramón de la Morena.

Este desencuentro perfilaba lo que serían los años noventa: Delgado, Indurain y Banesto con la SER; Javier Mínguez, Amaya y sobre todo, Manolo Saiz y la ONCE, con Antena 3 y luego la COPE. Eso, en ciclismo. En el resto, ya saben, que si Míchel o Clemente, que si Lorenzo Sanz o Florentino Pérez y así sucesivamente.

En cualquier caso, y volviendo al 15 de mayo de 1989, día en el que Perico Delgado ganaba su segunda y última Vuelta a España, probablemente esa guerra no se habría desatado con tanta virulencia, el público no habría gritado con tanto despecho de no ser por un gesto que García denunció y que tenía difícil explicación: poco antes de la salida de esta última etapa entre las míticas destilerías DYC y Madrid capital, con todo el pelotón ya formado, a Delgado no se le ocurre otra cosa que pasarle un sobre al ruso Ivan Ivanov delante de las cámaras.

¿Qué llevaba ese sobre? Según García, dinero por haberse dejado comprar en la etapa del día anterior. Según Delgado, su dirección en Segovia por si algún día quería pasarse a verle. Hay que reconocer que la inocencia de Perico en ocasiones resulta entrañable. En cualquier caso, fuera recompensa o simple cortesía de anfitrión, la imagen de aquel sobre pasando de mano española a mano rusa dio la vuelta a todo el país, aunque ahora resulte imposible de entender sin un contexto. El contexto de la penúltima etapa, la decisiva de aquella Vuelta, celebrada el día anterior.

Colombianos al ritmo de La Unión

Presten atención al vídeo. No ahora, cuando terminen de leer al menos este apartado, para evitar spoilers. Eran los tiempos del As en blanco y negro y José Luis Corcuera asistiendo como invitado en su puesto de ministro de Interior. Delgado empieza la etapa con cincuenta y siete segundos de ventaja sobre Parra, muchos menos de los que se preveía al principio de la competición, cuando el vigente campeón del Tour partía como único favorito. ¿Cómo se había fraguado esa ventaja? Lo explicamos brevemente.

Eran los tiempos de esplendor de los «escarabajos» colombianos. Igual que ahora tenemos a Quintana, Urán, Betancur y compañía, ya bien establecidos en Europa; a finales de los ochenta se confundían los consagrados —Parra, Herrera, Vargas, Camargo— con los aspirantes ya en equipos españoles —Morales, Rincón, Omar Hernández—, con balas perdidas que aparecían de la nada como el gran Martín Farfán, cuyo positivo por estimulantes en esta misma Vuelta a España no impidió por supuesto su fichaje, el año siguiente, por el Kelme, donde multiplicó su rendimiento.

En esa lucha se vio metido desde el principio Perico, sometido a una emboscada constante en su propia casa. Sus victorias casi consecutivas en Cerler y Valdezcaray, esta última contra el crono, parecían despejar un poco su camino: un minuto sobre Parra y Echave, casi dos sobre Fuerte y una contrarreloj llana aún por disputarse en Medina del Campo. No contaba nadie, sin embargo, con el hundimiento del segoviano en los Lagos de Covadonga, una ascensión que tradicionalmente le ha deparado lo mejor y lo peor. Al salir de Asturias, con tres etapas por disputar, Delgado aventajaba en tres segundos a Parra, en un minuto a Vargas y en menos de dos a Álvaro Pino, Ivan Ivanov y Fede Echave.

La Unión seguía con la matraca del «Más y más» y los expertos hacían sus cuentas: si Parra perdía más de un minuto en la llana contrarreloj de Medina, podía dar la Vuelta por perdida. Si conseguía estar en los tiempos de Delgado, todo se jugaría en la sierra madrileña. Eso sin descartar un etapón de Echave que le pusiera de nuevo entre los favoritos después de un mal día en Branillín.

Perico ganó en Medina del Campo. Escalador reconvertido a contrarrelojista de largas distancias. La diferencia en la ciudad de Isabel la Católica fue finalmente de cincuenta y cuatro segundos, justo lo que Parra quería evitar a toda costa.

El zafarrancho de Navacerrada

Ahora sí, ahora le pueden dar al play del vídeo anterior y ver la etapa resumida, con ese toque de España ochentera de nuestra infancia. Delgado se ve campeón y no solo por los segundos de ventaja sino por la mística de aquel recorrido, el mismo en el que, a rueda de Pepe Recio, consiguió remontar seis minutos a Robert Millar y birlarle una Vuelta a España que tenía en el bolsillo. ¿Podría pasarle eso mismo a él? Complicado. El Reynolds, tras el abandono de Indurain, no tiene el mejor equipo posible, pero Echávarri es perro viejo y sabrá encontrar aliados.

Aparte, no está nada claro que Parra sea mejor escalador que el segoviano. Más consistente, seguro, pero en las grandes citas… Ahí, el talento de Fabio no siempre se muestra al cien por cien. Para que se hagan una idea, nada más acabar la contrarreloj, el colombiano declara a la prensa, cabeza gacha: «Perico ya es el ganador de la Vuelta» y la verdad es que tiene sentido, pero si el talento de Parra estaba bajo sospecha cuando había algo que ganar, su coraje destacaba cuando todo estaba perdido.

Así, en esta penúltima etapa que une Collado Villalba con la citadas destilerías de whisky segoviano, el Kelme monta un zafarrancho en Cotos que deja a Omar Hernández en un grupo delantero. El Reynolds tira atrás hasta el punto de agotar a Gorospe, una de sus bazas para controlar la etapa. Parra afila el cuchillo y decide atacar en Navacerrada una, dos, tres, cuatro veces… hasta que a la quinta se va definitivamente de Perico, que mira hacia atrás buscando un compañero pero no encuentra a nadie que le eche una mano.

Ahí es donde aparece Ivanov, líder de la combinada. No se le ha perdido nada en la fiesta, tiene su quinto puesto en la general asegurado y ha ganado ya una etapa días atrás. ¿Qué le queda por hacer en la carrera? Cuidar a Delgado. «El hada madrina», dice el comentarista de televisión mientras se ve cómo Ivanov no solo tira del grupo sino que mira continuamente hacia atrás para vigilar que no se descuelgue un desfondado Perico.

En el grupo de arriba quedan tres colombianos: Parra, Hernández y Camargo, al que lógicamente le han prometido la etapa si gana. La ventaja llega a los cincuenta y ocho segundos y no tiene pinta de que vaya a bajar, pero ahí sigue Ivanov inasequible al desaliento y cuando Ivanov parece cansarse entra Suykerbuyk o Unzaga o Santos, todos a una. Al final, la ventaja queda en meta en solo veintidós segundos, que no sirven para nada, con la sensación de que Echávarri es un director muy listo y que Perico es un hombre con suerte.

De Luxemburgos y Florentinos Pérez

Luego, ya saben, el sobre en la salida del día siguiente con la dirección y el teléfono y tal, José María García indignado después de arrastrar su rabia durante tres semanas, el público con ganas de revancha y el principio de algo que se podría llamar «maldición» para Pedro Delgado y que probablemente fuera, sin más, la dureza del deporte profesional. Todavía en 1989, Perico se presentó en Luxemburgo como gran favorito junto a Laurent Fignon para reeditar su victoria en el Tour. Llegó casi tres minutos tarde a la salida, se desfondó en la contrarreloj por equipos posterior y ya no fue capaz ni de acercarse al francés ni a Greg LeMond, ganador final de aquella carrera.

En 1990, de nuevo favorito indiscutible para la Vuelta, se le coló una «escapada bidón» de Marco Giovanetti que le relegó al segundo lugar mientras que en el Tour una gastroenteritis le alejaba del podio de París. A partir de ahí, el principal problema de Delgado no fue la mala suerte, ni siquiera la edad —tenía ya treinta y un años— sino el hecho de compartir equipo con Miguel Indurain. Tuvo momentos de gloria como aquel Tour de 1992 en el que volvió a terminar entre los diez primeros, luchando con su viejo amigo Stephen Roche, o la Vuelta de aquel mismo año, que se empeñó en ganar cuando el poderío suizo de los Zülle y Rominger, uno de los muchos clientes de Michele Ferrari, ya hacía imposible cualquier heroicidad.

Su última gran vuelta la disputó en 1994. Quedó tercero a casi diez minutos de Rominger. Años, insisto, muy locos en el ciclismo profesional. De Parra no se supo demasiado después de aquella enorme decepción: del Kelme pasó al Amaya y ahí languideció un par de años, siempre cumplidor, hasta que se retiró en 1992, antes de que la EPO le retirara a él. Nunca tuvo el carisma de Herrera ni el palmarés de Delgado, pero sin él no se puede entender el ciclismo de finales de los ochenta y principios de los noventa.

José María García pasó a la COPE, luego a Onda Cero, llegó a convencer a Telefónica de que comprara los derechos de la Vuelta —aquel fugaz «maillot oro»— y cuando todo parecía ir sobre ruedas se ve que pisó el callo equivocado y desapareció del mapa mediático. Él dice que fueron Aznar y Florentino Pérez porque el infierno siempre son los otros, pero eso daría, sin duda, para otro artículo en otro momento o una investigación de Eduardo Inda.

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6 Comentarios

  1. «Pedro Delgado nunca ganará un Tour de Francia». También recordar como García evitaba nombrar al Banesto y lo llamaba «la estructura navarra» o similares.

  2. Arcimboldo

    Gran artículo. A ver cuando cae uno sobre la encerrona a Millar en la Vuelta del 85…

  3. Do direct

    Ay, cuando la Vuelta era algo realmente esperado por todo el mundo…. En el País Vasco siempre hemos sido unos tarados del ciclismo, pero recuerdo que esa época, en EGB hacíamos porra para la Vuelta y el Giro. El Tour, ya se sabe, toca fuera de época escolar. ¡Cómo se vivan esa etapas de montaña! Con la radio en clase,… En fin. Ahora no hay ese ambiente por mucho Contador, Valverde o Purito que compita. Y cuando se retiren o bajen el rendimiento (Dos años máximo), ya veremos el seguimiento.

    Solo una puntualización. Perico en su Tour Empanada del 89 perdió unos 7 minutos entre el prologo y la CR por equipos. Pero terminó a 3 y pico. No gano etapas (Indurain cazó la primera en los Pirineos), pero les rascó tiempo a Lemond y Fignon.

  4. El «poeta» vallisoletano «Ángel María de Pablos» al micrófono de la tv. «Luz de gas» en la radio con su impúdico aparato dudosamente democrático.

  5. García: un personaje lamentable que se creyó el amo del mundo -tal vez siga creyéndoselo- y que ahora parece tan viejo y rancio como los programas de José Luis Moreno.

    Delgado: un ciclista egomaníaco hasta la rabieta. Según explica, no ganó otros dos o tres tours más por pura mala suerte. Sin embargo, no menciona que en el que ganó -con enorme ventaja sobre los demás, todo sea dicho- no participaron ni Roche (ganador en 1987), ni Lemond (ganador en 1986, 1989 y 1990). Y por cierto, sus amigos de la otra radio son igual de lamentables que el vetusto pontificador.

    • Roche creo que sí participó, pero tuvo que abandonar. Y no estaba en la gran forma que mostró en 1987, ganando Giro, Tour y Mundial en Austria. Ha sido probablemente la mejor temporada de un ciclista en la historia de este deporte, por mucho que no tuviera luego continuidad.

      Y en 1987 Roche SÓLO SE VISTIÓ DE AMARILLO EL ÚLTIMO DÍA, ergo Pedro Delgado no solamente estuvo a punto de vencerle, sino que le puso contra las cuerdas.

      En 1989 un renacido Lemond, además de Fignon tb ave Fénix, perdió 1 min 19 segundos en Alpe D Huez creo, fue en todo caso en la última gran etapa de montaña en la que Pedro y Fignon qepd le sacaron esa ventaja al excepcional norteamericano, sin equipo en la montaña frente al todopoderoso Súper U del sobresaliente Cyrille Guimard. El Reynolds tenía un equipo modesto pero ese día el colombiano Rondón aguantó entre los mejores y pudo ayudar al segoviano a descolgar a Lemond. Primero saltó como una furia Fignon, machacándose, ni Lemond entonces maillot amarillo, ni Delgado, reaccionaron de entrada.

      Pero luego el español sí lo hizo, sacando fuerzas de flaqueza y dejando tb clavado a Lemond.

      Expongo todo esto para Poner de Manifiesto la absoluta endeblez de sus argumentos, si es que se pueden considerar como tales, para infravalorar el triunfo notable de Perico en el Tour de 1988 , aduciendo que era un Tour devaluado por las ausencias de Roche ,campeón en ejercicio, y de Lemond, ganador de 1986 predecesor del irlandés. Al que reitero, Delgado tuvo en la lona casi en 1987, y en 1989 sacó 1m 19 seg al americano, al que él y Fignon fundieron en esa etapa.

      No es nada descabellado pensar , por mucho que tenga su connotación de ciclismo ficción, que de no haber hecho esa pericada en el prólogo, más el hundimiento moral que eso le produjo en la crono por equipos (casi o sin casi 7 minutos perdidos) , el bravo segoviano hubiese ganado ese Tour de 1989 . Lo que sí que es seguro es que hubiera tenido tantas opciones como Fignon y Lemond.

      Por lo demás, estoy plenamente con Vd en cuanto a que la SER no eran tampoco ningunos Santos.

      Hoy, García y De la Morena mantienen buena relación. Lo cual dice mucho en su favor, se han dejado ya de esas lamentables puñaladas en las ondas , y han madurado.

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