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Kengo Kuma: comenzar por las cosas pequeñas

Artículo patrocinado por Camper

A través de la disolución en partículas que se repiten y se agregan creando masas, la arquitectura llega a fundirse con un entorno y, desde dentro, se percibe como parte de él.

Mis influencias esenciales son Frank Lloyd Wright y Louis Kahn. Y también el jazz. Cómo los acordes más sencillos pueden dar lugar a composiciones muy complejas.

Los arquitectos solemos ser prepotentes. Solemos tener un ego desmesurado que nos lleva a creer que nuestra obra cambiará el mundo. Que nuestras ideas y nuestras construcciones perdurarán durante años, durante siglos. Durante eones. Quizá sea cosa de los arquitectos o quizá sea cosa del propio ser humano. Porque los hombres solemos ser prepotentes y solemos creer que nuestras ideas y nuestras obras transforman la naturaleza. Que nuestras carreteras y nuestros aeropuertos y nuestras ciudades perdurarán. Creemos que nuestros problemas y nuestras alegrías y nuestras inquietudes importan. Nos afanamos como hormigas apresuradas en carreras por ver quién marca más paquete. Por ver quién puede sacar más pecho. En demostrar quién es la termita más lista. Creemos que cambiamos el mundo.

Hasta que sucede algo que nos separa de nosotros mismos y nos enseña lo que verdaderamente somos.

Partículas.

Cuantos infinitesimales enredados en sistemas mucho más sencillos y, a la vez, enormemente más complejos que cualquiera de nuestras ensimismadas complicaciones.

Kengo Kuma terminó de separarse de sí mismo el 11 de marzo de 2011. A las 14:46 horas, un terremoto de 9,0 en la escala sismológica sacudió el fondo marino a unos 130 km. al este Sendai. El movimiento de la tierra —de la Tierra— desencadenó un maremoto con olas de más de cuarenta metros que se llevaron por delante la mitad de las costas de Japón. Las carreteras y los aeropuertos. Los pueblos y las ciudades. Y los edificios. «El problema de la sociedad del siglo XX fue la arrogancia de sus creadores» dijo Kuma. «Cada arquitecto y cada ingeniero pensaba que su obra era mucho más fuerte que la naturaleza. Tras el tsunami, comprobamos lo débiles que éramos frente a su poder».

Casa de bambú en China. Empezando por las cosas pequeñas

Kengo Kuma nace en Yokohama en 1954 y termina sus estudios de arquitectura veinticinco años más tarde en la Universidad de Tokio. Aún tarda otros nueve años en construir su primera obra: una pequeña sala de baños en Shizuoka. Es 1988 y Kuma apenas vuelve a construir hasta 1996. Con cuarenta y dos años, su obra es titubeante: una lógica referencia en la arquitectura de su maestro Tadao Ando; imitaciones más o menos atrevidas del postmodernismo europeo, y un trabajo en general cuidado pero sin excesivo interés.

Sin embargo, las cosas comienzan a cambiar gradualmente a partir del 96 y, sobre todo, con la construcción, en el año 2000, del Museo de Arte Nakagawa-machi Bato Hiroshige. El edificio se alejaba del hormigón y el acero y se formalizaba con una gran cubierta y un gran cerramiento. Pero tanto cubierta como cerramiento estaban compuestos por multitud de estrechas barras de madera. El muro comenzaba a disolverse. Era el arranque de un primer paso hacia la naturalidad. Un primer paso que se completaría en 2002 en la casa en Shiguan, China. Una casa a la que llamó La Gran Muralla (de bambú).

Fotografía: cortesía de Kengo Kuma and Associates.
Fotografía: cortesía de Kengo Kuma and Associates.

La idea es tan sencilla como eficaz: todos los cerramientos y parte de la estructura se construye usando el material más tradicional del Asia oriental. El bambú, claro. El bambú, que se dobla y se adapta, también se agrupa y se coloca en distintos grados de condensación y permeabilidad. La luz atraviesa rodeando las barras naturales y adecuándose a las necesidades de cada estancia. Es como un sistema de exclusas y filtros que ordena la iluminación y el espacio. El muro desaparece disuelto en la superposición separada de mamparas y tabiques semiopacos.

Fotografía: cortesía de Kengo Kuma and Associates.
Fotografía: cortesía de Kengo Kuma and Associates.

La naturaleza se cuela en el interior a través de múltiples capas, estancándose en algunas, continuando en otras. Sin detenerse en seco, pero atravesando solo lo necesario. Solo lo deseado. Y lo deseado es, precisamente, la Gran Muralla, que se alza a unos cientos de metros de la casa. La referencia es delicada, pero también es expresa.

Kengo Kuma tiene ya cuarenta y ocho años y llama a este sistema el wall-less, el kabe resu. El sin-pared.

Centro de investigación del Museo Prostho en Kasugai-shi. Lo complejo y lo sencillo

A menudo creemos que los términos sencillo y complejo son antónimos. Que la complejidad es una propiedad opuesta a la sencillez. Sin embargo, en realidad son términos complementarios, porque afectan a dimensiones distintas de la comprensión de la realidad. La mayoría de las grandes obras —no solo las arquitectónicas— son sencillas y son complejas. Son de concepción sencilla y de complejísimas posibilidades combinatorias o espaciales. Piensen en el Pabellón de Barcelona de Mies van der Rohe: tan sencillo como dos planos horizontales enfrentados —el suelo y el techo—; tan complejo como el espacio que fluye entre cada una de sus paredes y sus vidrios.

Es 2010 y Kuma tiene cincuenta y seis años. Ya ha construido decenas de edificios de toda escala y uso cuando le encargan el centro de investigación del Museo Prostho. El arquitecto decide que su apuesta será sencillísima. Y que su resultado tendrá una enorme complejidad espacial.

Fotografía: Forgemind Archimedia (CC)
Fotografía: Forgemind Archimedia (CC)

El edificio es tan solo una cubierta y un sistema de barras de madera ensambladas según los tres ejes ortogonales. Pero también es un espacio espeso y diluido. Un espacio entrelazado y enredado en las barras, que flotan y crecen libremente. Ya no hay muro, solo hay densidad de espacio. No hay ninguna separación cerrada entre el interior y el exterior. Todo es uno y su diferenciación se produce a través de las partículas de aire y luz que se quedan en medio de esa pared que no es pared. Es la culminación del wall-less.

Fotografía: Forgemind Archimedia (CC)
Fotografía: Forgemind Archimedia (CC)

Pero lo más interesante es que esta enorme complejidad espacial se construye gracias a la flexibilidad que proporciona una decisión sencilla y natural. Las barras se ensamblan como quieren y donde quieren, pero no hay alardes formales ni constructivos. Solo nudos entre el aire y la madera.

Mercado comunitario en Yusuhara. Conociendo el suelo que pisamos (I)

Nos gustan mucho las epifanías. Son un artefacto narrativo de primer orden: Saulo de Tarso cae del caballo deslumbrado por el poder cegador de Dios y, acto seguido, se transforma en mensajero divino. En san Pablo. Sin embargo, la realidad es bastante más compleja que la narrativa y las epifanías nunca son tan dramáticas. Aunque ayudan, eso sí.

El propio Kengo Kuma habla del tsunami de 2011 como un hecho diferencial en su comprensión de la arquitectura. Especialmente en la concepción más material de la misma. Pero lo cierto es que la investigación de Kuma ya había avanzado mucho antes de 2011; por eso digo que el maremoto le termino de separar de sí mismo. Porque el arquitecto llevaba ya casi una década abandonando el ensimismamiento y buscando relaciones materiales autóctonas y naturales.

Apenas unos meses antes del tsunami, Kengo Kuma termina el mercado comunitario de Yusuhara. Al igual que hizo en La Gran Muralla (de bambú), la aproximación de Kuma pasa por el empleo de materiales —e incluso formas— tradicionales. Madera y paja.

Fotografías: cortesía de Kengo Kuma and Associates.
Fotografías: cortesía de Kengo Kuma and Associates.

Sí, paja en las fachadas. La misma paja, la misma espiga seca y compactada que servía de cerramiento en las viejas cabañas de las montañas japonesas, conforma la pared exterior de un edificio construido a finales de 2010. Los mismos árboles que colapsan los bosques de la isla de Shikoku levantan una construcción rabiosamente moderna y decididamente urbana. Pero conscientemente respetuosa y flexible con su origen. La naturaleza no se somete, sino que se abraza. La tradición no se olvida; se reivindica. Porque la madera es un material enormemente resistente y adaptable; y las propiedades termoacústicas de la paja son tan eficaces como las del mejor material industrial.

Edificio para el FRAC en Marsella. Conociendo el suelo que pisamos (y II)

«Tras el tsunami de marzo de 2011, cambié mi relación respecto a la naturaleza» afirmaba Kuma hace apenas unos meses. «Me di cuenta del desequilibrio extremo que existía entre el poder de la naturaleza y los edificios. Me hizo pensar que deberíamos dejar de usar materiales de fabricación industrial. Que nuestra relación con la naturaleza debería manifestarse a través de la humildad». De hecho, en el prólogo del libro que escribió Kenneth Frampton sobre su obra, el arquitecto japonés recuerda una anécdota que sucedió en los años treinta en el palacio Katsura de Kioto. Bruno Taut, uno de los arquitectos punteros de la vanguardia europea de entreguerras y estandarte del expresionismo, visitó el palacio y se fijó en una humilde valla de bambú. Comprendió que las cañas de bambú no se habían cortado ni transportado desde otro lugar, sino que las habían dejado enraizar en el suelo y tan solo las habían doblado y entrelazado. Taut, profundamente emocionado, concluyó que se trataba de un milagro. De un milagro derivado de la estrecha relación entre el paisaje natural y el trabajo de los artesanos que coexistían en él.

A finales de 2013, más de dos años después del maremoto, Kengo Kuma terminó la construcción del nuevo edificio para el Fond Regional D’art Contemporain en Marsella. El FRAC. Una construcción de hormigón armado con una vibrante fachada de vidrio.

Fotografía: cortesía de Kengo Kuma and Associates.
Fotografía: cortesía de Kengo Kuma and Associates.

¿Dónde está la madera y el bambú? ¿Por qué el arquitecto no importa la delicada aproximación natural que realiza en Asia? Pues precisamente porque Kuma conoce el suelo que pisa. Marsella no es Japón. Marsella es una ciudad europea industrial y sus artesanos son oficiales industriales. El arquitecto japonés entiende que el genius loci —el espíritu del lugar— está íntimamente relacionado con la realidad material preexistente. Por eso no usa madera ni bambú. Por eso usa materiales de fabricación industrial.

Fotografías: cortesía de Kengo Kuma and Associates.
Fotografías: cortesía de Kengo Kuma and Associates.

Lo que sí importa es la parte más deslocalizable de su aproximación arquitectónica: el wall-less. La fachada del FRAC vuelve a componerse mediante un muro de aire espeso, una franja de espacio parpadeante entre las piezas de vidrio. El cerramiento recubre todo el edificio, tanto el interior como el exterior, transformando la separación dentro-fuera en una masa de partículas; fotones y moléculas de oxígeno, hidrógeno y nitrógeno que juguetean abrazadas. La fachada es tanto el vidrio y el acero como el aire y la luz que fluye ad libitum entre los materiales fabricados. La fachada es todo.

Tienda de zapatos en Milán. Lo sencillo es lo complejo

Abierta en septiembre de este mismo año, la tienda de Camper en Milán resume de manera delicada y casi invisible gran parte de la aproximación arquitectónica de Kengo Kuma. El encargo es extraordinariamente sencillo: reformar el interior de un local comercial dedicado a la venta de calzado. E igualmente sencilla es la respuesta del arquitecto japonés: una cápsula de madera y espacio.

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El local de Camper en la Vía Montenapoleone de Milán. Fotografía: cortesía de Camper.

De nuevo el wall-less. De nuevo el aire espeso rodeando un entramado. De nuevo un entramado de madera que crece ortogonalmente y que, además, sirve como lugar de exposición para los zapatos. Pero no se trata de una lujosa madera africana o de bambú importado de Oriente. Pino. Pino europeo. Pino como el que se encuentra en tantas y tantas puertas y mesas y estanterías de Italia. Humildes tablas de pino atornilladas que crecen en las tres direcciones del espacio y conforman una complejísima franja de densidad espacial.

Y dentro, los zapatos.

Porque Kengo Kuma no olvida el suelo que pisa, pero tampoco olvida el encargo. Cada cuadrícula del entramado tiene el tamaño de una caja de zapatos. Luego es la libertad de la madera la que deconstruye esa caja en cada una de sus interrelaciones, tanto en el interior como en la fachada que, como es una cápsula, también es interior. Así, todo unido, entrelazado, apoyado y atornillado, genera un escaparate. Porque lo más importante de una tienda es lo que se enseña. Y es por donde hay que comenzar: por su fachada, por su escaparate.

Y el escaparate son cosas pequeñas. Muy pequeñas. Son partículas. Son todas las partículas de aire y luz del muro denso y disuelto. Las partículas de la madera de pino y del barniz que las recubre y de los tornillos que ensamblan sus piezas y de las lámparas que las iluminan. Y las partículas de cuero y tela y plástico de los zapatos que flotan entre medias.

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Kengo Kuma. Fotografía: cortesía de Camper.

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Un comentario

  1. Miguel Vélez

    El arquitecto más que buscar su impronta en los edificios que diseña debería volver a conciliarse con la labor de artesanía que tuvo la arquitectura. Este enlace muestra un ejemplo de quien podría ser llamado el Gaudí contemporáneo.
    http://2worldtree.blogspot.sg/2014/11/2wtree006-thomas-heatherwick-cuestion.html

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