Música

Hubo en España un hombre que lo hizo todo. Y ese hombre era Augusto Algueró

Miren este vídeo, ni siquiera llega a los tres minutos.

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Ya, ya lo sé. Jiji jaja, qué cachondeo con los gritos, qué pinta que lleva la tía, Martes y Trece lo hicieron mejor y qué exagerado es todo. Lo que a lo mejor no saben —o quizá son perfectamente conscientes de ello— es que, en menos de tres minutos, acaban de ver tres obras de arte. Una es, efectivamente, el ciclópeo cardado de Salomé, que lo ve Frank Gehry, lo escanea con el programa CATIA y te hace un Museo del Vino del Penedés en menos que los tres salomettes sueltan un «¡HEY!». La segunda es el formidable mono azul que Manuel Pertegaz diseñó para la ocasión. Catorce kilos de vestido distribuidos en más de cinco mil diminutas piezas de porcelana, que ondulaban en exuberante sincronía con los movimientos a veces suaves y otras espasmódicos de Salomé, convirtiendo a la cantante catalana en un remedo turquesa y ultracool del Capitán Cavernícola.

La tercera es, claro, la monumental canción. Y no hay ni un gramo de broma en lo que acabo de escribir (tampoco lo hay cuando me refiero al vestido: el mono de Pertegaz era maravilloso). «Vivo cantando» era un medio tiempo que habían compuesto María José de Cerato y Aniano Alcalde, pero fueron los arreglos y la dirección de Augusto Algueró los que convirtieron una composición entre lo melancólico y lo alegre en una libélula al galope. En dos minutos y quince segundos, el tema viajaba del susurro al éxtasis entre cuerdas delicadas, vientos fieros y la desbocada precisión de una batería que ríete tú de «Whiplash». Era 1969 y Algueró llevaba a las pantallas de la Europa occidental la segunda mejor canción que jamás ha sonado en un Festival de Eurovisión. Lo bueno es que la mejor canción que jamás ha sonado en un festival de Eurovisión —con permiso de Peret y de ABBA— también fue un tema suyo. Uno que además había compuesto.

Porque Augusto Algueró fue un músico total.

Nacido en Barcelona en 1934, fue el tercer Augusto de su familia: nieto del pianista Augusto Algueró e hijo del también compositor y empresario de la edición musical Augusto Algueró. Su padre quiso que el joven Augusto fuese médico, y a fe suya que lo intentó. «Me matriculé pero era incompatible con mi vocación creadora», dijo en una entrevista. De hecho, durante varios años, Algueró compaginó la carrera de Medicina con los estudios en el Conservatorio Municipal de Música de Barcelona, donde había recibido el Premio al Virtuosismo de Piano con tan solo dieciséis años. Efectivamente, parecía que su futuro estaba encauzado hacia el mundo de la música. Sin embargo, pese a su innegable talento como instrumentista clásico, Algueró enseguida se decantó por la música ligera.

Así, el compositor comenzó a interesarse por los arreglos de las grandes orquestas de easy listening que dominaban el panorama de la música ligera europea. Entre otros, estudió a Paolo Mantovani, a Frank Pourcel y a Michel Legrand. Estaba grabando con Legrand en París cuando el sello Decca les ofreció trabajar en Estados Unidos; el compositor francés aceptó pero Algueró rechazó la propuesta. «Me gustaba mucho mi entorno español» dijo. Así, en 1955 compuso su primer éxito con un tema creado para la popular Imperio Argentina. Se trataba de «Las tres carabelas», una habanera de aire folclórico pero que ya incluía los acariciantes arreglos orquestales envolviendo la voz de la actriz y cantante hispano-argentina, y que acabarían conformando su sello personal.

Con todo, el punto de inflexión en la carrera de Augusto Algueró llegaría el 18 de marzo de 1961 en Cannes. Allí se celebraba el VI Festival de la Canción de Eurovisión, certamen en el que España participaba por primera vez. Precisamente, el tema que representaba a Radio Televisión Española fue el primero en subir al escenario del glamuroso Palais des Festivals et des Congrès. Un tema compuesto por Algueró con letra de su habitual colaborador Antonio Guijarro y que interpretó Conchita Bautista.

«Estando contigo» jugaba entre las big bands de jazz y las bandas sonoras cinematográficas, mientras la Bautista revoloteaba entre saxos, violines y una explosiva batería más cerca de Buddy Rich que de los ritmos copleros. Tal era el arrebato de la cantante que apenas podía contener el chasquido de dedos y el tarareo, cual Glenn Gould de la canción ligera. En Cannes acababa de sonar la mejor canción que jamás ha participado en un Festival de Eurovisión. Sin embargo, los jueces no opinaron lo mismo y el tema de Algueró apenas cosechó ocho puntos acabando en un mediocre noveno puesto. El fracaso de «Estando contigo» fue una decepción de tal calibre para el músico barcelonés que decidió no volver a componer nunca más, dedicando el resto de su vida a la dirección de orquesta y su carrera como arreglista.

¡Que no, hombre!, que es una broma. Pese al resultado en Eurovisión, «Estando contigo» fue un éxito sin precedentes en toda España, sobre todo tras su inclusión en la película Ha llegado un ángel, donde la orquestación era sustituida por unos deliciosos coros doo-wap tras la pizpireta voz de una Pepa Flores «Marisol» preadolescente.

Ya lo he dicho: Augusto Algueró era un músico total. Y no, ni encauzó ni se decantó: Algueró estaba destinado a cambiar la fisionomía musical de España durante los sesenta y los setenta. A lo largo de su prolífica carrera, el músico catalán compuso más de quinientas (quinientas) canciones. Además, llegó a ser una de las figuras más afamadas de la farándula nacional. Especialmente tras su boda con Carmen Sevilla en febrero de 1961, cuya luna de miel derivada le impidió asistir al Festival de Eurovisión de ese mismo año. El matrimonio con la actriz y tonadillera duró hasta 1971 y juntos formaron una de las parejas más chics del momento. Ella, en estado de gracia física y profesional y él, con su sus moloncísimas gafas oscuras y su inalterable sonrisa.

Se rodearon de personalidades de la canción, del cine e incluso de futbolistas, como Johann Cruyff o Alfredo Di Stéfano, con los que compartieron más de una fiesta. Sin embargo, a Algueró lo que le gustaba era la música: «Nunca soy más feliz que cuando estoy rellenando partituras en medio de la noche». Así, entre sus composiciones más conocidas están… bueno, están todas. Quiero decir, todas las canciones que alguna vez —o muchas veces— han escuchado quizá sin saber que eran obra de Algueró. A saber: «Tómbola», que catapultó definitivamente al estrellato a Marisol en 1962; «Canción de juventud», también del 62 y que significó el salto a la fama de Rocío Dúrcal; «Chica ye-ye», canción tan intrínsecamente adherida a Concha Velasco que le ha servido de sobrenombre desde el 1965 en que se compuso hasta prácticamente nuestros días; o «Te quiero, te quiero» y «Noelia», que significaron la consagración de Nino Bravo a principios de los años setenta. Hasta un autor tan importante como Joan Manuel Serrat le debe gran parte de su éxito a Augusto Algueró, quien le compuso la famosísima «Penélope», que ganó el premio a la mejor composición del Festival Internacional da Canção de Rio de Janeiro en 1969, mientras el cantautor se alzaba con el premio a la mejor interpretación.

Sus temas tocaban todos los palos. Desde la copla y la balada hasta el rock, el soul e incluso la bossa nova, como la que escribió en 1963 para el filme Rumbo a río, nuevamente protagonizado por Marisol. Porque Algueró también participó en casi doscientas (200) bandas sonoras de cine, teatro y televisión, bien como compositor orquestal, bien como creador de las canciones, bien como arreglista. El ruiseñor de las cumbres, Zampo y yo, Tómbola, Cabriola, Rocío de la Mancha, Las chicas de la Cruz Roja, El día de los enamorados; la música de Augusto Algueró colonizó como una marea el cine español del desarrollismo. Pero sus composiciones también aparecen en la revolucionaria Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón de Pedro Almodóvar e incluso en Torrente, el brazo tonto de la ley, la esperpéntica película que Santiago Segura dirigió en 1998. El propio Segura dijo que «Augusto Algueró es el Burt Bacharach español». Y tiene razón. Tras la reticencia inicial, el músico catalán viajó por toda Latinoamérica y Estados Unidos donde, en sus propias palabras, compartió buenos ratos con figuras de la talla del propio Bacharach, Henry Mancini, Lalo Schiffrin o Bill Conti. Compartió ratos sí, pero también compartía con ellos el gusto por el easy listening: melodías suaves con arreglos orquestales envolventes y voluptuosos. Una música ligera y chispeante como un vermut a mediodía.

De América se trajo formidables versiones del funk y el soul estadounidense, como esta deliciosa instrumentación del «I say a little prayer» de Bacharach, o esta marcianada psicotrópica en la que convirtió el «Kung-Fu fighting» de Carl Douglas (tampoco es que el original de Douglas fuese mucho más sobrio, la verdad).

Augusto Algueró murió en Torremolinos el 16 de enero de 2011. Pese a la enorme importancia de su carrera musical, siempre mantuvo un perfil alejado del primer foco; apenas unos cuantos vinilos con his Orchestra a finales de los sesenta y el programa que Valerio Lazarov le hizo en los setenta para TVE. Esa posición secundaria no le impidió fraguar una pequeña fortuna en concepto de derechos de autor, porque compuso para docenas de grupos y solistas y, cuando no escribió para ellos, les regaló posiblemente sus mejores arreglos. Desde el «Gwendolyne» de Julio Iglesias hasta la canción de Salomé con la que abríamos el artículo, grabada en ocho idiomas distintos (incluidos el serbocroata y el euskera) y con la que Algueró, al fin, consiguió ganar su tan preciado Festival de Eurovisión.

No fue el único galardón que el músico catalán recibió en su carrera. La Rosa de Oro del Festival de Montreux por la colaboración con Chicho Ibáñez Serrador en Historias de la frivolidad, el premio de la BMI estadounidense otorgado a «Penélope» por ser la canción más interpretada en el ámbito latino norteamericano y hasta el Premio de Honor de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música concedido en 2005 por «su brillante trayectoria profesional y a su decisiva contribución a la música popular».

Sí, Augustó Algueró hizo música popular, música ligera. Música como un rayo de sol matutino colándose entre las rendijas de la persiana. Quizá no revolucionó el mundo y posiblemente tampoco fue un genio en el sentido más tradicional de la palabra. Pero lo que sí es seguro es que dio forma a la música española durante casi cuatro décadas y todos hemos escuchado sus arreglos y sus canciones decenas, centenares de veces. Aunque no supiésemos que las había compuesto él. Porque desde que llegó, nos hemos pasado la vida cantando.

Imagen: Unión Europea de Radiodifusión.
Imagen: Unión Europea de Radiodifusión.

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14 Comentarios

  1. me alegra de que se reconozca por fin la importancia en la música española de los productores como Augusto Algueró, falta Tuset Street, una bomba, ya puestos, recuerden al maestro Ibarbia, al grandísimo Waldo de los Ríos o al genial Trabuchelli, solo un botón de lo que en esos años hicieron estos gigantes

  2. Y dónde está esa antológica con todas sus composiciones? Las ediciones de sus bandas sonoras? etc etc etc. Que mal tratamos a los MÚSICOS en este cochino pais.

  3. Arcimboldo

    Por qué la nueva versión para móvil de Jotdown oculta el nombre del autor del artículo? Me parece de juzgado de guardia

  4. Acojonante descubrir el compositor real del Três Caravelas que tantas veces he escuchado a Gilberto Gil. Mola coger el libreto del CD y encontrarse en los créditos de la canción a un tal «A. Algueró Jr.» Gracias Jot Down.

    Viva Cristóvão Colombo
    Que, para nossa alegria
    Veio com três caravelas:
    A Pinta, a Nina
    E a Santa Maria.

    P. S. El enlace para «Canción de juventud» es el mismo que para «Tómbola»

  5. Ahora es muy fácil burlarse de la música que compuso, pero la música española en aquellos tiempos producía escalofríos de espanto y él conseguía hacer productos muy superiores. Recuerdo que cuando era niño en mi casa compraron un disco de pasodobles con arreglos de Algueró que todavía lo ponen a veces como música de fondo en programas de televisión, unos arreglos impresionantes.

  6. Hay un hombre en España que lo hace todo, hay un hombre que lo hace todo en España. Astrud nombrados herederos mayúsculos del legado Algueró. Nos hemos dejado en el tintero nombres históricos de la música (ligera o no) de este país. Unos como productores, otros como músicos, otros como lo que fuera menester. Juan Carlos Calderón, Waldo de los Rios, Rafael Trabuchelli, Pedro Iturralde, Alfonso Santisteban. Rendida admiración. Estaría bien que Pedro Torrijos o quien ose les rindiera pequeño homenaje

  7. El ep de «El Irreal Madrid» (Polydor 377 FEP, 1969), John Barry meets La Costa Fleming mientras Lazarov inventa.

    «Tuset Street» (Polydor LP 0516SF, 1968), banda sonora absolutamente espectacular para una peliculilla de Sara Montiel, de «Bocaccio soul» y sus múltiples variaciones a la formidable «En el pub» pasando por un Phil Trim cantando en inglés y castellano «This lonely heart». Divertidísma la historia de su rodaje tal y como lo cuenta el director encargado de rodarla, Jordi Grau (aunque terminase firmándola Luis Marquina) , en sus memorias «Confidencias de un director de cine descatalogado ( Calamar Edidiones, 2014).

    «Mi gran amor» ( Polydor 2385014, 1971), su llamado «disco inglés». Un tiro tras otro: Laugh, laugh, Amor en un yate, Fade out, Great expectations o Stay with me forever. Ese ovni que esla BSO de «Los 100.000 ladrones» (película invisible, nadie la ha visto) con la versión cantada de la misma «Stay with me forever» por Madeleine Bell, un ajota de Modern Bossa Soul de muchos quilates. La carrera española de esta, sustentada por él en parte.

    Su sello de discos y su tienda discográfica «Penélope».

    Su proyecto fallido de un nuevo Nino Bravo con Marcos (la gran esperanza, Franceska).

    «La hora de Augusto Algueró», Psicotrónica hispana -de la de verdad- en TVE.

    El Show de Carmen Sevilla y Augusto Algueró, su Lp marciano (Belter 22.265 lp, 1972) irregular aunque con aciertos como «Cera virgen» o «llegará el amor» para una obra del inefable Antooonio Gaaala…

    Augusto Algueró fue DIOS. Un músico injustamente ventilado como caspa durante muchos años. Lástima que en Jotdown no se haya intentado ir un poquito más allá respecto a su obra.

    • Josep Lluís

      Hola. 100.000 ladrones no la ha visto nadie, porque fue el título provisional, de rodaje, de ¡Qué cosas tiene el amor!, una película protagonizada por Peret en 1971, dirigida por Germán Lorente. Un saludo!

  8. «El fracaso de «Estando contigo» fue una decepción de tal calibre para el músico barcelonés que decidió no volver a componer nunca más, dedicando el resto de su vida a la dirección de orquesta y su carrera como arreglista. »

    ¿Un giño a otro grande de la época, Juan Carlos Calderón?

  9. Pingback: Hubo en España un hombre que lo hizo todo | Lacâm

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  11. Rafaela Carrión

    No soy capaz de opinar sobre su carrera que solo un colega suyo contemporáneo vivo o actual estaría en condiciones de repasar y evaluar.
    Solo me puedo referir a letras de algunas de las canciones mencionadas en este artículo.
    Son simples, como para niños, jovenes o adultos a los que les guste escucharlas cantadas con música.
    Saludos.

  12. El olvido de todos esos grandes casi seguro que se debe a dos causas: la primera, la pobreza cultural del país, y, la segunda (y quizá la más importante), que esos gigantes hicieron su carrera en la época franquista, o sea, el mayor estigma posible en España.

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