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Miguel Poveda: «Que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad es solo una etiqueta. No hacen nada por la música flamenca»

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A Miguel Poveda (Barcelona, 1973) no le gusta madrugar, ni que le hablen por la mañana. Mal asunto, porque hemos quedado con él bien temprano para preguntarle muchas cosas. Y, por si fuera poco, en sábado. Sin embargo acude a la cita puntual, hecho un pincel, con una sonrisa de oreja a oreja y dicharachero. Tampoco le gusta ser Miguel Poveda, el cantaor, todo el tiempo. En eso se mantiene fiel porque nos habla de sus discos, de su vida, opina, se indigna –y mucho– con otras cuestiones que no tienen que ver con el flamenco, ni con la música. Dice que de política no entiende, pero como sabe de personas porque vive con ellas, no quiere callarse. Y si se le calienta la boca, le da igual.

Quien conoce a este flamenco de Badalona es sabedor de los mitos que rompe su persona, pero para quien se acerca por primera vez a él, es digno de estudio: catalán flamenco con pose de latin lover y un acento sevillano o badalonés según la frase, su intención y el estado de ánimo; creyente a su manera; payo a tiempo completo; fiel a sus ideales y una palabra siempre presente: libertad. Una libertad que se ha tatuado en forma de alas en su muñeca. Él es libre, por eso canta flamenco, tango, copla y poemas en castellano, en catalán, con decenas de artistas o casi a capela, cree en lo que quiere, piensa como siente y se acuesta con quien le da la gana.

¿Te gusta ir a ver flamenco? ¿A qué tipo de conciertos vas?

A mí sí, siempre. De esa música no me canso nunca, siempre aprendo, es mi alimento espiritual.

Voy a los conciertos a ver las propuestas que hacen mis compañeros y a ver recitales de cante de por ejemplo Antonio Reyes, que es un cantaor que a mí me gusta mucho, o Jesús Méndez que me encanta, o Rancapino. Compañeros a los que les tengo estima y que aparte de ser grandes cantaores son buenas personas. No puedo ir a ver a un artista que no es buena persona aunque me guste mucho, prefiero verlo en vídeo, en YouTube o en televisión, pero si me acerco a un teatro tiene que ser porque además el artista es buena gente.

Si un artista no te cae bien prefieres no verlo en directo,  ¿y trabajar con él? ¿o eso sería peor todavía?

No, no puedo, y he trabajado, ¿eh?

En España, en las grandes ciudades sobre todo, ¿el flamenco está intoxicado por el efecto turístico? 

No, yo creo que hay gente, como por ejemplo en el tablao El Cordobés, que tienen un compromiso enorme con el arte y aunque la afluencia de los turistas es de un 80 o 90%, tratan de mostrar un flamenco de calidad. En El Cordobés, que es el que yo conozco más, porque empecé ahí, tratan de llevar a grandes figuras del flamenco que luego puedes ver en los teatros. Por ahí han pasado: La Cañita de Málaga, Camarón, Farruco, Matilde Coral, Manuela Carrasco, Sara Baras… Todas las grandes figuras del flamenco han actuado allí y siguen pasando, piensa que por el tema de la crisis se puede ver a artistas de primera línea otra vez.

En España, fuera de las regiones más flamencas, se ve el género como algo folclórico, por ejemplo, en Barcelona se celebra la Feria de Abril y se vincula.

No, por favor, no lo es. Bueno es una música que viene del folclore andaluz y el folclore es maravilloso también para mí, pero yo creo que uno  tiene que ir a escuchar la música desprovisto de prejuicios, ir a conectar con lo que estás viendo y con la esencia del artista.

Yo no vincularía jamás en la vida la Feria de Abril al flamenco, ni la de Barcelona ni la de ningún lugar, es un error muy grave. Es otra fiesta distinta en la que quizás puedes encontrar de repente una reunión del flamenco, porque en la Feria de Abril de Sevilla a veces se han juntado Fernanda y Bernarda de Utrera con La Paquera y entonces en una caseta ha habido artistas de flamenco. Pero porque es una fiesta de Andalucía a la que van los andaluces y entre ellos acude gente del flamenco, no es una fiesta del flamenco como tal, no tiene nada que ver. Es una fiesta de las sevillanas, una fiesta andaluza donde la gente se reúne, se toma sus copas, sus vinitos… y tienen sus costumbres de Andalucía pero no tiene nada que ver con lo que es la esencia de la música flamenca, que va mucho más allá de eso.

Empezaste más en serio en el tablao El Cordobés de las Ramblas, que citabas antes, al que acudían principalmente turistas, y has dicho en alguna entrevista que cuando cantabas en el Liceo o el Teatro Real, por ejemplo, notabas que el público que va normalmente a este tipo de lugares mira por encima del hombro a los  flamencos. ¿Sigue siendo así?

No, ya no.

¿Ya no, en general? ¿O ya no a Miguel Poveda?

Bueno claro, yo hablo desde mi experiencia pero creo que ya no en general. Me he encontrado a muchas personas que me han dicho que se han aficionado al flamenco por mí y me han dado las gracias. También conozco a muchas personas que se han aficionado a través de la música de Enrique Morente, de Camarón, de Paco de Lucía, de Carmen Linares, de El Lebrijano y de artistas que hemos procurado defender esta música desde la base cultural, desde la esencia, sin estereotipos y también comprometiéndonos con otras cuestiones, no solo la del flamenco, sino que hemos cantado a poetas, hemos cuidado la puesta en escena y nos hemos tomado en serio la profesión. Creo que eso la gente también lo valora y empiezan a vernos como una música más de culto.

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¿Qué salud tiene el flamenco tanto en España como en el resto del mundo?

Debería valorarse más por parte de las instituciones y tenerse más en cuenta el flamenco porque es la música más universal que tenemos. He vivido en primera persona la fascinación que siente el mundo por la música flamenca y no desde ahora sino desde los tiempos de Carmen Amaya, fíjate que tiene hasta un planeta con su nombre y una calle en EE. UU., porque allí fue una revolución. Era una gitana del Somorrostro, de aquí de Cataluña, que revolucionó el mundo del flamenco fuera de nuestras fronteras, le dieron valor a eso. También le han dado valor a Paco de Lucía, que se ha preocupado de dignificar este arte y de mantener un espíritu libre colaborando con otras músicas que han hecho que la suya creciese más.

Entonces, si fuera lo valoran tanto y lo admiran y los propios músicos de otros estilos se dan cuenta de la dificultad de esta música y lo grande que es, ¿por qué aquí no tomamos conciencia de eso, en Andalucía sobre todo? A veces pasa que en la misma cuna no valoran eso, me refiero a las instituciones y a veces también a los políticos.

¿Has notado algún cambio desde que en 2010 declararan el flamenco Patrimonio de la Humanidad?

Que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad es solo una etiqueta. No ha cambiado nada, no hacen nada por la música flamenca o muy poco. Eso es como… yo tengo aquí esta botella de refresco y le pongo una pegatina, pero el sabor es el mismo.

¿Si fueras político, qué harías para que se fomentara más?

Claro, es que no soy político ni gestor cultural, solo soy flamenco. No sabría qué pasos dar pero sí que tomaría en cuenta a los artistas y les ayudaría a que pudieran desarrollar sus ideas. Apoyaría el talento al máximo como hacen en otros países con su cultura, como en Francia con la danza y el teatro, pues nosotros igual aquí.

¿Cómo sientes que aprecian el flamenco y lo que tú haces en otros lugares?

Siempre destaco que valoran con mucha curiosidad y con mucho respeto la música flamenca. No sé cómo explicarlo pero es como cuando nosotros vemos que llegan las grandes figuras del jazz americano, los vemos y alucinamos y estamos ahí escuchando con respeto, impregnándonos de música. No vas con prejuicios ni con ese talante que a veces tenemos desde dentro del mundo del flamenco de: «¿A ver qué hace este? Porque eso no es así. Porque esto tal…» y al final no lo disfrutas.

Yo creo que tanto en Latinoamérica, como en EE. UU. y como en toda Europa, nos reciben con mucha curiosidad, con mucho respeto y nos ven como grandes estrellas de la música, es fascinante. Y luego además en los festivales que organizan por allí tienen unos equipos de producción en torno al festival y un cuidado del músico que es impresionante.

«Nos ven como grandes estrellas de la música», ¿tú no te sientes una gran estrella de la música y del flamenco?

No, no, qué pereza.

Respecto a la curiosidad de la que hablas cuando actúas fuera, ¿crees que la gente empatiza realmente con tu música o lo ven más como algo exótico?

No, piensa que ahora con el tema de internet es todo más directo y cuando te programan la gente ya sabe quién eres. Tienen más consciencia, han leído tu trayectoria, se han informado y entonces se sitúan un poco más. No se trata de «vamos a ver flamenco sea el que sea», sino que saben quién es ese artista y dónde está situado en el mundo del flamenco.

Con veinte años te presentas al Festival de las Minas y arrasas. Te llevas cuatro premios de las principales categorías, pero tú no querías ir, de hecho te inscribiste un día tarde. ¿Quién te animó a presentarte?

Juan Ramón Caro, un guitarrista de aquí de Barcelona que había hecho la mili en Cartagena y que —como aparte de tocar la guitarra, es tan aficionado al cante— conocía a todos los cantaores de allí y el sistema del concurso. Él me animó a que fuera porque sabía que iba a gustar mucho por mi forma de cantar. Como de alguna forma cantaba fuera de Barcelona y me escuchaban fuera del entorno al que yo estaba acostumbrado, que eran las peñas flamencas y los tablaos, finalmente me animé y llamé pero fui dando tantas largas que llamé un día después y me dije: «Perfecto, porque llamo y no me van a coger».

No quería ir porque me daba mucho respeto, me veía todavía poco preparado y, honestamente, esos cantes a los que me presenté no los controlaba tanto, de hecho uno de ellos me lo aprendí en el tren y me dieron el premio.

Miguel Poveda para Jot Down 2

Después de esto, con veinte años también, trabajas como actor para Bigas Luna en La teta y la luna. Pero esto es el cuento de éxito que vendemos los periodistas… ¿fue tan sencillo y tan rodado?

La verdad es que sí fue feliz porque a partir de que gané en La Unión me venían oportunidades y experiencias que me hacían sentirme realizado en lo que yo siempre había soñado, que era cantar y hacer música. Y de repente también una película e ir al Festival de Venecia, que te llevaran ahí en góndola para el estreno y ver tu nombre en la pantalla. Eso era fascinante. Pero claro, también muchos de mis grandes ídolos con los que ya tenía contacto, que los veía y podía estar cerca de ellos, me defraudaron mucho porque me trataron mal, hostia eso sí, porque era el payo de Badalona y que «a dónde iba este» y me decían cosas que a mí me herían. Lo que pasa es que bueno, como luego me podía más esto pues decía: «Ya te enterarás, ya». [Risas]

En la web de la Unesco definen el flamenco como una expresión artística fundamentalmente arraigada en Andalucía, y que supone un signo de identidad de grupos y comunidades sobre todo de etnia gitana.

Dices que algunos te menospreciaban por ser «el payo de Badalona». El flamenco es un entorno donde hay un espíritu ideológico en general bastante tradicional y conservador. ¿Cómo es hacerse un nombre en este marco no siendo andaluz, ni gitano, ni heterosexual?

A lo mejor ha habido una época muy machista en la que sobre todo a la mujer se le ponía muy difícil el hecho de ser artista. Todas las mujeres del flamenco antiguas contaban eso, que sus padres o sus maridos no las dejaban ser artistas porque el ser artista en la mujer, pero no solo en el flamenco sino en todas las artes, era casi sinónimo de prostituta. Ahí se han formado historias de celos para escribir un libro en torno a la mujer. Y luego aparte, imagínate un artista homosexual en el flamenco, sobre todo en el cante, porque en el baile podía ser más común. La gente es así de cuadriculada.

Las personas tenemos que mostrarnos con naturalidad e ir tirando muros, hay mucha gente que los ha tirado y nos ha puesto el camino más fácil. A veces cuando me dicen «es que eres muy valiente», digo no, yo no soy valiente; los valientes fueron los anteriores a mí. Imagínate en la época de Mairena… Enrique Morente salió cantando a Miguel Hernández, un cantaor payo de Granada al que le daba por cantar a los poetas, ¿eso qué es? O Camarón que hizo La leyenda del tiempo con batería, con una formación de bajo eléctrico. O Paco de Lucía, la que le dieron también, porque además incluso se colocaba la guitarra de otra manera y cruzaba las piernas para apoyarla.

Esos grandes artistas han hecho que se vayan rompiendo muros y la gente vaya creciendo también en cuanto a mentalidad y prejuicios. Yo creo que hoy en día hay que salir del armario no solamente en lo sexual, aunque la intimidad es de cada uno, uno canta, no tengo que contar si me acuesto con un perro o con un gato pero sí sentirme libre, tampoco tengo que esconderme. Hay que actuar siempre desde el respeto, yo respeto tu ideal, tú respetas el mío y podemos conversar y debatir pero no te voy a despreciar a ti porque seas de una condición y yo sea de otra.

¿Cómo viviste el proceso de trabajar con gente que no te aceptaba hasta que se normalizó que Miguel Poveda es así?

A mí de entrada todos me han caído bien, te lo prometo, porque los he admirado y para mí eran parte de mi familia, han formado parte de todas las horas que yo he pasado escuchándolos, admirándolos y yendo a sus conciertos. Entonces eran como mi madre, mi padre, mis tíos… pero resulta que luego no eran parte de mi familia y eso decepciona un poco. Al principio lo llevé mal pero luego me dio igual porque además tengo muchísimos amigos en la profesión que me han tratado muy bien desde el principio: Carmen Linares, Juan Habichuela, Enrique Morente… y luego gente de otras disciplinas. La verdad es que me siento muy querido, no me puedo quejar.

Siempre hay que ponerse en la piel del otro, siempre hay que tener un poco de psicología. Creo que hay que usar las vías del entendimiento y la comprensión, hombre, verás, si luego el tío que está enfrente es un hijo de puta, no hay nada que hacer. No hay entendimiento, es que el tío tiene maldad de base y ahí no hay comunicación posible porque el tío es un hijo de puta de nacimiento. Pero yo creo que con el tiempo vas intentando entender a las personas y no cargártelas del todo. De todas maneras yo soy mucho de energía, si la persona de al lado desprende algo malo me voy. Ya estoy muy cansado de viajar para arriba y para abajo con la maleta como para que aún por encima te chupen la sangre y la energía y te quedes ya para irte a dormir, no puedo, hay que estar activo.

Viento del Este fue tu primer disco (con veinte años). Está grabado con Juan Habichuela, El Califa, etc. Pero no te gusta. En este disco tienes una voz muy gitana, ¿es porque aún no tenías tu propia personalidad artística?

Bueno, claro, después de veintitantos años, ¿cómo voy a estar contento? Me escucho y no me reconozco. Imagínate: inexperto, otra voz, otra forma de cantar… mimetizas, te apoyas en algún artista. Además tenía la presión de que el flamenco había que hacerlo muy clásico, muy ortodoxo. En aquel momento estaban todas las grandes figuras en activo, La Paquera, Fernanda y Bernarda, Valderrama, Chocolate, Mairena… entonces yo quería hacerlo bien, hacerlo clásico, hacer los cantes correctos y le ponía muy poca alma, el alma de las ganas de cantar, tenía poca vivencia, más bien era algo mecánico. También es la edad y la poca experiencia.

Y cuando te saliste de ese clasicismo flamenco, ¿te dan el toque de atención alguna vez? Te dicen: «Eh, ¿dónde vas?».

Sí, muchas, pero es que yo creo que es de lógica. Con el tiempo vas dando un poco más de ti porque hay un mundo interior tuyo que está ahí, que se está cociendo y que no lo puedes tapar ni presionar para que no salga. Si no, ¿qué hay de ti en la música? Los cimientos y la base los tengo, conozco el cante tradicional. A partir de ahí, cuando yo creo que tengo algo que es mío y que lo quiero decir, lo digo.

A mí me vino muy bien cantar en el extranjero. Hubo una época en la que viajaba mucho y que cantaba más en Europa que en España y como ahí no estaban «los de la vara», me soltaba y era más valiente, me atrevía a poner más de mí. Hasta que poco a poco, sin darme cuenta, hice mi propia forma de cantar que no es ni mejor ni peor pero que por lo menos es mi lenguaje. Yo no he dejado nunca de estudiar y de conocer la base del flamenco, aunque nunca se termina de aprender. Tengo unos cimientos de conocimiento y a partir de ahí yo tengo que hacer mi lectura y en el momento en que empiezo a sentirme más libre eso es una sensación tan maravillosa que ya no puedo escapar de ahí.

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Grabaste con Nuevos Medios, una discográfica que apuesta mucho por la fusión, y tú mismo dices que hiciste cosas que eran una horterada.

A veces sí he cantado cosas que ahora no las cantaría ni de broma pero por ejemplo el primer disco sí que era de corte tradicional, exceptuando el primer tema, que era como más movido, y se puede decir que era inexperto pero no hortera.

En el segundo ya metí alguna rumbita y cosas que ahora no haría, pero bueno, era la edad también. Y ya poco a poco en el tercero fui otra vez a lo tradicional invitando al Zambo a cantar conmigo por bulería y empecé a destacar siempre Jerez en mis discos, que me gusta mucho.

En un concierto de Coplas del Querer, cuando terminaste de cantar «Mis tres puñales», el público estalló en un aplauso que hasta te emocionó. Lo primero que pudiste decir fue: «Buf, para que luego digan que la copla es fea. Lo que pasa es que hay muchos horteras que la hacen». ¿Qué es para ti una copla hortera?

¡Ah!, ¿dije eso? A veces deberían ponerme un esparadrapo en la boca. [Risas]

A veces hay demasiados envoltorios y parafernalia. Eso es algo que yo quería destacar y Amargós influyó y me ayudó mucho. Y lo que ha hecho Paco de Lucía ahora de Quiroga con la guitarra es para enmarcarlo en la historia, es una belleza. No hay ni letra, bueno sí, hay pequeñas colaboraciones, pero lo que es en la parte musical ha ido al núcleo, ahí ha destacado como era él, genial.

Yo fui al núcleo de la belleza de las letras y de esos sonetos de Rafael de León que me gustaban mucho, al núcleo de esas canciones que para mí están a la altura de otras representaciones populares como los boleros o los tangos. Fui a la esencia musical de Quiroga o del maestro Solano, que era un carácter tan peculiar de la copla, tan andaluz, que cabía destacarlo desde la esencia de las canciones. Por supuesto con músicos de ahora y con los medios que tenemos ahora, que no son las orquestas antiguas de chimpún chimpún, claro, por la miseria que había en la época. No había ni bata de cola, ni peineta, ni artificios, que también me parecen maravillosos, ¿eh? También hay que saber llevarlas, pero yo creo que eso la gente lo valoró mucho o al menos la gente que tenía otra visión de la copla finalmente entró por ahí.

Frecuentemente, cuando pensamos en el flamenco se nos viene a la cabeza una guitarra, un cajón, un tablao y el cantaor, pero en la mayoría de tus discos prácticamente tienes una orquesta detrás. ¿Cómo te sientes más cómodo y qué disfrutas más, con algo muy básico, muy sencillo o instrumentando más?

Es que son sensaciones diferentes, cuando yo estoy solo con la guitarra en un cante me siento como en el patio o en el salón de mi casa, con una comodidad tremenda porque es mi música de partida y ahí disfruto, me encuentro, soy el más yo de todos. Pero es que de repente, si tengo a Amargós detrás o a una orquesta, una sinfónica o un quinteto u otra sonoridad distinta, adopto posturas más de cantante, también me lo paso en grande. Cantar con la orquesta sería como irte de fiesta con tus amigos.

Tú eres de Barcelona pero ahora vives en Sevilla y te he escuchado decir que es como tu casa, que la sientes muy tuya. ¿Cuando vienes a Barcelona o a Cataluña sientes que este ahora es un lugar más bien de paso o siempre será tu casa?

Siempre será mi casa. Hubo una época en la que ya no la sentí así porque en Andalucía encontré los paisajes a los que había cantado siempre y todo eso que yo había cantado cobraba más sentido. Allí el ritmo era mucho menos frenético en el día a día y eso me gustó, yo lo necesitaba porque tenía una vida en Barcelona que iba a otra velocidad y en esa época empecé a sufrir como ataques de ansiedad. Recuerdo que tenía un piso en la Gran Vía y salía a la calle y, si ya es grande, se me hacía un mundo, tenía que volver a subir a mi casa. Me empezó a entrar fobia a la gente, a la calle y luego sentía como que era una calle que estaba llena de gente pero en la que no pasaba nada, no sé, eso me ocurrió en ese momento y me fui.

Encontré un sitio de calma, hice un disco que además se llamaba así, Tierra de calma, y ahora doce años después ha cambiado la película. Siento que Sevilla es mi casa porque así me lo han hecho saber sin yo hacer nada, me han hecho hijo adoptivo de Sevilla, me dieron la medalla de Andalucía, unas muestras de cariño y hospitalidad tremendas siendo catalán que no tengo suficiente vida para agradecer a Andalucía. Pero hay un cosa que para mí tiene un valor muy grande que es un poco ese anonimato que ya perdí allí.

Yo antes era un chaval que sí, que alguna gente me conocía, pero yo iba tranquilo a comprar y todo eso ya no lo tengo en Andalucía. Entonces por mi forma de ser, por mi carácter, me cuesta más salir a la calle y yo ya no vivo casi Sevilla, vivo en mi casa. Estoy constantemente viajando y cuando llego a Sevilla voy a mi casa que está en las afueras. Ahora, de hace un año para acá, estoy intentando retomar el contacto con mi tierra, con Barcelona, e ir intercalando el vivir la mitad del tiempo en aquí y la otra mitad en Sevilla.

Estoy ahora mismo en ese intervalo, Sevilla no la voy a dejar pero Barcelona es mi casa, la siento mi casa.

¿Y este cierto anonimato que podrías tener aquí podría ser un reflejo de que quizás en Barcelona no se aprecia tanto el flamenco o tu carrera?

No, verás, yo creo que corresponde más a una forma de ser. A lo mejor yo noto que aquí no me conoce tanto la gente y a lo mejor es que la gente aquí es menos expresiva. A mí me viene muy bien porque yo cuando me levanto por la mañana soy un perro y voy como dormido, en mi mundo, y me cuesta mucho despertarme, no tengo ganas de que me hable nadie. Me levanto contento pero no me hagas hablar, ni me preguntes, ni me zarandees, ni me molestes; déjame. Aquí como mucho te pueden mirar o se te acercan y te hablan muy bajito «M’agrada molt el que fas». Allí son tus tías, tus primos… que es maravilloso y yo encantado, pero por la tarde lo llevo mejor que por la mañana. Lo digo con todo el cariño.

Eres muy tímido, entonces.

Soy más tímido con la gente con la que no tengo confianza, aunque no tímido del todo. Con mis amigos, no, es que ni os lo imaginaríais. Con gente de confianza digo unos disparates… Por eso te digo que cada vez da más pereza, no puedes ser tú y algunas horas al día uno necesita ser uno mismo. En realidad, yo estoy aquí y soy como soy, pero no dejo de estar en mi trabajo, soy amable e intento hacerlo bien, pero muchas horas siendo Miguel Poveda me dan mucha pereza.

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Respecto a esto de las dos tierras tienes un disco, Desglaç, en el que cantas tangos argentinos con voz flamenca y en catalán, todo muy bien unido. ¿Qué intención llevaba esta mezcla?

Pues la verdad es que no fue premeditado, yo creo que eso corresponde a lo que he absorbido en mis tiempos de Barcelona. Yo vivía antes en Badalona y era todo en torno a las peñas flamencas, en el 93 me voy a vivir a Barcelona y en el 95 hago este trabajo. En esos años estuve en el Taller de Músics donde se hacían seminarios y nos juntábamos músicos de todo tipo. Al final se creó ahí una amalgama de sonidos y de historias que se reflejan en un disco en catalán. Se ven las influencias de haber convivido con músicos del tango, de la canción mediterránea o del jazz y también de Amargós.  Aunque Amargós también aglutina tantas cosas…

En este disco hablas de intolerancia y de injusticia, no solamente de amor, ¿sentías que era necesario hablar de injusticia e intolerancia cantando en catalán?

Las injusticias no solo existen en Cataluña o en España, están en el mundo, son universales. Pones la televisión y es horrible, entonces da igual en qué idioma hables, como si lo expresas en el lenguaje de signos.

Hay gente que es castellanohablante que dice que cuando se enfada se expresa mejor en catalán o al revés, es una cuestión visceral.

Ostras, qué verdad es eso. Yo cuando estoy allí soy muy andaluz, estoy muy integrado, y sin darme cuenta a veces hablo con acento, además tantos años con el flamenco y demás… pero cuando me cabreo me sale el acento catalán. Hay un amigo en Sevilla, Juanlu, que tiene mucha gracia, y me dice: «¡Pantumaca, ya te estás acordando del Tibidabo!».

Hablas constantemente de «libertad», ¿qué es para ti la libertad?

Pues es uno de los elementos más esenciales que tiene que tener un ser humano. Por ejemplo, en mi caso que hago música, y que vengo de un entorno más conservador como puede ser el flamenco, aunque maravilloso por otro lado, es esencial porque yo no solamente me siento cantaor, yo me siento un artista que entiende que hay otras puertas que están abiertas y que quiere cruzarlas. Sé que tengo otros caminos por los que quiero ir y a mí me tienen que dejar libertad para poder expresarme. Cuando cruzo esa puerta siento que puedo comunicarme, que hay otras vías de comunicación y que además me hacen enriquecerme, sumar y crecer como artista y como ser humano. Sin libertad no hay crecimiento tampoco y para mí es fundamental no sentirme maniatado en el arte, sería como mutilarme, como asfixiarme. No, imposible. La libertad de decidir te da alas, te quitas una mochila de piedras y vas más ligero.

¿Eres creyente? ¿Tus creencias te han privado alguna vez de libertad?

Cómo lo diría… soy espiritual, mucho. No creo en Dios tal como está contado el cuento, respeto a quien lo crea, pero yo lo veo de otra manera. Yo siento algo, siento por ejemplo a mi padre. He hablado con Dios mucha veces cuando era más joven pero es un Dios particular, no sé cómo explicarlo, no es el Dios de la Biblia, de la Iglesia… no lo entiendo así, lo entiendo por otro lado pero hasta que no me muera no lo sabré del todo.

Lo que restringe es el fanatismo, no las creencias. Yo respeto que una persona sea religiosa y pueda creer en Dios, ser bondadosa e incluso apoyar ciertas causas.

Este año vas a cumplir uno de tus sueños, ser padre. Has decidido hacerlo mediante gestación subrogada, ¿qué opinas de que en España sigamos teniendo dudas éticas sobre esta vía para ser padre, en parte por el fuerte arraigo que tiene la Iglesia en la sociedad española?

[Cuando hicimos esta entrevista, Miguel Poveda estaba a punto de ser padre. Actualmente ya tiene a su primer hijo con él].

Un embarazo es natural, pero también es natural que yo tenga un bebé como lo voy a tener porque nace del amor. ¿Por qué es más amor el de una mujer que tiene un marido o un hombre que tiene una pareja que puede engendrar un bebé en su vientre? Me parece maravilloso y lo envidio, pero yo no puedo y no me voy a acostar con una mujer porque lo diga la Iglesia porque no lo siento, eso sí que no sería amor. Pero sí quiero tener un bebé, eso no se puede explicar, eso sale de lo más básico. ¿Qué me lleva a hacer eso? ¿Qué necesidad tan imperiosa me nace dentro para querer ser padre? El amor, y eso no me lo puede castigar ni la Iglesia, ni el Gobierno, ni nadie.

Al final no es la Iglesia la que toma esa decisión sino el Gobierno.

¡Ay, el Gobierno que no sea tan pesado, coño! Que deje a la gente que sea libre y que se relaje. Lo que tiene que hacer el Gobierno es paliar el paro y otras necesidades de sanidad y de cultura y a mí que me deje que sea padre como a mí me dé la gana y que me acueste con quien quiera. ¿Yo le digo con quién se acuesta usted? Yo le respeto, acuéstese con un mono si quiere. No tampoco, pobres monos, yo estoy a favor de los animales [Risas]. Lo que quiero decir es que a veces se meten en cosas que dices: «Usted cállese la boca».

En ocasiones nos dicen a los artistas una cosa que a mí me molesta mucho: «Los artistas que se callen y canten» ¿Pero eso cómo va a ser si yo pago impuestos casi más que cualquier otra persona? ¿Por qué me tengo que callar? Yo pago y me callo y usted habla los disparates que le da la gana, roba y miente a la población, ¿o cómo va esto? ¿Tú me entiendes lo que te digo? No me meto tanto en política porque es un tema que no conozco y sería muy osado por mi parte. Pero sí que conozco lo que le pasa a la gente, porque vivo con la gente y sé las necesidades que tenemos.

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Cantaste en Palestina. ¿Te gustaría cantar a la libertad allí con tu nuevo disco?

Sí, Guerra a la guerra por la guerra es un mensaje de paz. Me parece que el ser humano ya no es humano casi. Vale que eso ocurriera en otras épocas… pero es que todavía nos estamos matando, ¿por qué? Yo ahora que voy a tener un bebé y veo la televisión me digo: «¡A qué mundo lo traigo!».

¿Pero por qué?, ¿cuál es la razón, cuál es el motivo de esa violencia? Cuando cogen a los rehenes y les cortan el cuello o castigan a la mujer con latigazos porque en su cabeza creen que ha pecado, hostia, eso en el 2015 me parece muy surrealista. Si hubiera alguien de otro planeta que nos viera desde arriba las cosas que hacemos diría: «¿Pero estáis locos los seres humanos o cómo va esto?». Yo trato de poner mi granito de arena para que la gente se humanice más. Yo sé que es difícil porque el que nace agresivo y con esa violencia poco remedio tiene, pero mejor hacer el amor que la guerra.

En Sonetos y poemas para la libertad cantas a muchos poetas, ¿cuál de ellos te ha llegado más?

A mí siempre me llega más Federico, no sé por qué. Quizás porque es de los primeros a los que canté y porque he indagado tanto en su historia y se ha escrito tanto sobre él que cuando leo su poesía, lo digo muchas veces y es verdad, siento como si leyera la carta de un amigo, un hermano, de alguien conocido del que me duele lo que le está pasando. Los demás sonetos los hago míos, digo: «Eso es lo que me pasa a mí y no he sabido expresarlo». Quiero cantarlo porque es lo que me sucede a mí pero no estoy solidarizado en ese momento con el poeta. Con Federico sí, lo leo y digo: «¡Dios mío, cómo sufrió!», es como si leyera a alguien que he conocido, lo visualizo, le veo la cara.

Y la idea de hacer todo este disco con sonetos para la libertad y en contra de la guerra, ¿cómo surge?

Por Pedro Guerra, que es el que empieza a enviarme una selección que ha hecho con García Montero, y, conforme me va enviando sonetos y voy encontrando la belleza de las canciones y de las letras y de lo que va haciendo Pedro, digo: «Ay, yo voy de cabeza, quiero hacer un trabajo así». Aparte porque Guerra y yo teníamos muchas ganas de hacer algo juntos, ya habíamos colaborado en una canción para su disco y esto era una oportunidad de hacer lo que los dos deseábamos, un trabajo juntos.

Te declaras un amante del arte, y arte es una palabra amplia y muy subjetiva. También has cantado a la tauromaquia, ¿para ti la tauromaquia es arte?

Uf, dices cosas y luego la gente se enfada pero yo tengo que decir lo que pienso… No, yo canté una vez a Pedro Rivera. Yo te lo explico y te voy a ser muy sincero, muy claro. No voy a tratar de tener contentos ni a unos ni a otros, es lo que siento.

Yo decidí no ir a ver más los toros porque sufro cuando están matando al animal, no lo puedo evitar, soy así. Y tengo amigos toreros, soy amigo de Manzanares y conozco a gente del toreo y además les pregunto mucho porque hay cosas que quiero entender. Yo no entiendo mucho de toros, yo lo único que sé es que he sentido emoción cuando he visto torear con el capote, he visto la plástica, he visto arte, se me han puesto los pelos de punta, ahí no he mandado yo, es que de repente he visto momentos mágicos que se me han difuminado después cuando he visto a un señor montado a caballo que le clava una lanza al toro. Luego me leerán mis amigos toreros y me echarán a los perros pero bueno, yo tengo que decir lo que siento y siento que de repente tanto te digo ¡Olé! como al segundo te mataría porque empatizo también con el animal. Ahora, el que quiera ir a los toros que vaya.

Hay una parte que sí considero arte y hay otra parte en la que dejo de ver el arte. Yo no puedo decir que no veo arte en algunos momentos pero tampoco puedo decir que me gusta la corrida entera, la estética me encanta pero las consecuencias que tiene sobre el animal no. A mí personalmente no me compensa lo que veo de arte en las corridas de toros con el sufrimiento que veo después del animal. Lo que pasa es que luego tú hablas con ellos y te explican, claro yo no conozco, y ellos te dicen que el animal no sufre, que sin el toreo el toro de lidia no existiría, que viven muy bien… y yo digo bueno, los escucho e intento entender, pero al final lo que entiendes son tus sensaciones y ya está. Yo decido no ir a sufrir, ni ver sufrir, no me compensa el sentimiento con el arte.

¿Entiendes su prohibición como un gesto en el que se borra y se priva de un legado o como una consecuencia de la evolución de una sociedad?

Pero, ¿por qué lo prohíben? ¿Por español o por solidaridad con el animal? Eso es otra cuestión, yo creo que en este caso la solidaridad con el animal no es tanta, creo que es porque es muy español y no pasa nada, pero dilo, sé consecuente: «Me molesta porque me duele ver sufrir al animal y además es un elemento muy español que aquí en Cataluña no lo quiero», y yo te digo vale, pues perfecto, pero tú has sido claro. Lo que no es coherente es decir que te solidarizas con el animal pero tú luego apoyas tradiciones en Cataluña en las que aún se tortura a animales. Si se prohíbe, se prohíbe todo.

Miguel Poveda para Jot Down 6

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14 Comentarios

  1. Jordi Sánchez

    A ver, porque la entrevistadora anda un poco perdida…
    ¿Tangos argentinos en catalán en Desglaç?.
    Más bien poetas contemporáneos catalanes, cantados en catalán y, si acaso, arreglo de tango en algún tema, ni siquiera en todo.

    Las fotos no tienen nombre. Una cosa es «captar momentos» y otra lograr sacar mal al personaje en todas y cada una

  2. Jesus Alonso

    La Cañeta, no la cañita.

  3. Lo mejor de la entrevista, sin duda, es «…pero muchas horas siendo Miguel Poveda me dan mucha pereza…». Cómo le entiendo.

  4. Pingback: Una apología del flamenco - Socio Politica .com

  5. Pingback: Miguel Poveda: Que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad es solo una etiqueta. No hacen nada por la música flamenca

  6. Federico Garcia

    Que ganas de buscar los tres pies al gato, se está contra la tortura de los animales, por ética, por sensibilidad, o por el horror que puede producir un espectáculo sangriento,¿pero porque sea «muy español», poco español, o nada español?, !dioses!, eso debe ser lo de las churras y las merinas

  7. Francisco Gonzalez

    ¿Y qué pasó con la entrevista anterior, a Gregorio Moran?

  8. Lo he intentado varias veces pero no paso de la segunda pregunta. Este personaje es totalmente irrelevante para mi.
    Se agradece el esfuerzo pero… no gracias.

  9. mateo segui

    Admiro la sinceridad.

  10. Susana Rapado

    A ver, con todos los respetos, al género flamenco y sus intérpretes, les pasa lo mismo q al resto de los géneros y sus intérpretes, que o gustan o no. En mi caso, salvo excepciones, es algo que no sigo ni me interesa ni lo siento. Acabo de leer la entrevista a C. Linares y más de lo mismo y me parecen ya un poco casinos con reivindicaciones directas o subliminales de q se les dé un lugar y tal y pascual. Pero les parece poco el lugar q se les dá por parte de las autoridades competentes haciendo pasar al género como representante nacional cuando sólo lo es de una autonomía?. No lo digo por decir, es que cuesta entenderlo por buena voluntad q se ponga. Saludos.

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