Arte y Letras Historia

En busca del Santo Prepucio

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Circuncisión de Cristo, detalle del Altar de los doce apóstoles (Zwölf-Boten-Altar). Pintado por Friedrich Herlin en 1466.

Las películas de Indiana Jones y su follamigo Tapón son magníficas. Eso no lo puede negar nadie. Steven Spielberg tiene un gran talento. Eso tampoco se puede discutir. Pero a la vista de la historia de la Santa Madre Iglesia, las reliquias que se eligieron para En busca del arca perdida y La última cruzada la verdad es que tienen muy poco interés. Son muy mainstream. Aunque hay que perdonar al director estadounidense: nuestra religión católica, con su Medievo y el grácil impulso de la Contrarreforma, le pilla muy lejos mental y geográficamente. No obstante, si se dejara recomendar y pudiéramos sugerirle un buen guion para su héroe —ese aburrido profesor de universidad que sufre una tormentosa relación con su padre, severo y castigador, y huye a la India con un adolescente asiático al que invita a meterse con él en una oscura cueva en el extrarradio de un poblacho donde vive otro señor que, vaya, roba niños— esa historia sería la de la búsqueda de la reliquia más apasionante de la caprichosa imaginería católica: el prepucio de Jesucristo. El Santo Prepucio.

La carne vera sacra, auténtica carne sagrada, puesto que durante mucho tiempo estuvo prohibido referirse a ella como «prepucio», era la punta del pene del niño Jesús, quien fue debidamente sometido a la ley judía. Este apéndice posiblemente fue venerado en su tiempo porque las autoridades eclesiásticas de la Edad Media lo asumieron como un sustituto del habitual pene erecto de otras religiones, símbolo de la fertilidad. Lo cierto es que Cristo fue circuncidado al octavo día, el que ahora llamamos Año Nuevo, que desde el 567 fue declarado día de la Fiesta por la Circuncisión de Cristo con el fin de alejar a los fieles de las mascaradas erótico-salvajes de herencia romana que tenían lugar la primera noche del año en la Galia y en Hispania. Y su circuncisión es un hecho. Al menos para la Iglesia, puesto que viene relatado en el Evangelio de San Lucas.

Si queremos profundizar, encontrar detalles, las fuentes ya son más dudosas, pero las hay. En el Evangelio de la infancia, apócrifo, se cuenta que la anciana que realizó la operación guardó el prepucio en una vasija de alabastro llena de aceite aromático de nardo, se lo entregó a su hijo y le dijo: «Guárdate de vender este vaso lleno de nardo, aunque te ofrezcan por él trescientos dineros». El chaval, como los adolescentes de todas las épocas, no hizo ni caso a su vieja y le vendió la vasija con el aceite y el prepucio a María Magdalena. Años después, coincidencias de la vida, cuando Jesús entró en casa de Simón el Fariseo, María estaba allí y le lavó los pies con ese aceite. ¿Y el prepucio que había dentro? Nadie lo sabe a ciencia cierta.

Pero como el recorrido de la vasija en este punto se le antojaba a este redactor más propio de un argumento de David Lynch, pregunté a un teólogo católico por las recurrentes coincidencias del «guion». Me recomendó que no me esforzase en hilar un relato porque no tiene sentido hacerlo: «Estás intentando armonizar un texto apócrifo con los canónicos, lo mismo que intentaron hacer los hagiógrafos, lo que fuerza el sentido de los canónicos. Estos por sí mismos no dan a entender nunca que María Magdalena le ungió los pies. Pero la iconografía y “caza” de reliquias del Medievo se sirven muchas veces de los textos apócrifos», explicó.

No obstante, aunque la historia sea incoherente vista ahora, desde el siglo XXI, en su día sí se discutió y muy seriamente dónde fue a parar el señalado trocito de piel. Hubo varias interpretaciones y discusiones. ¿Subió el prepucio allá donde se hallara al cielo con Jesús cuando este resucitó? Había quien decía que sí, porque subió el cuerpo completo; quien decía que no, que el prepucio, como los pelos, las uñas o las heces, eran partes del cuerpo de Cristo no esenciales, o sea, humanas, que se quedaron en tierra; y también hubo una escuela de pensadores que consideró que le creció otro nuevo al resucitar. Por no mencionar al teólogo griego renacentista Leo Allatius, que en su ensayo De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba (Discusiones sobre el Prepucio de Nuestro Señor Jesucristo) propuso una cuarta vía en la que el prepucio subía al cielo por su cuenta, pero no iba al cuerpo de Jesús, sino que se acoplaba como uno de los anillos de Saturno. Galileo Galilei había observado por el telescopio en esas fechas, 1610, que Saturno contaba con «extraños apéndices», en 1655, el astrónomo holandés Christiaan Huygens, vio definitivamente que eran anillos y, poco después, el aludido teólogo les corrigió: «qué va, qué va, eso lo que va a ser es el prepucio de Dios».

Mucho antes de esta teoría saturniana, la que se impuso fue la de que Jesús subió al cielo dejando en la tierra las partes sobrantes de su forma humana, entre ellas obviamente el prepucio, que se convirtió en una preciada reliquia, si no la que más. Tal vez lo de las reliquias a día de hoy nos parece cosa de mofa, pero en la Edad Media no lo era ni mucho menos. No solo porque la gente creyese que tenían poderes, que obraban milagros, sino porque constituían un negocio de primer orden precisamente por ese motivo. Tras las reliquias iban los peregrinos, que dejaban limosnas, lo que se traducía en pingües beneficios, pasta, o sea, poder.

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Ciruncisión de Cristo. Pintado por Meister der Heiligen Sippe der Ältere (Maestro de la Santa Parentela). Siglo XVI

Por eso todas las iglesias, capillas y abadías pujaban y competían por las reliquias. El Santo Prepucio era la gallina de los huevos de oro y no pararon de aparecer por Europa. En Francia fueron célebres las de Chartre, Metz, Charroux, Conques, Langres, Fécamp, Puy-en-Velay y dos en Auvergne. En Alemania hubo en Hildesheim. En Bélgica en Amberes. El escritor renacentista Alfonso de Valdés aseguró haber visto la reliquia en Burgos y, por supuesto, había una en Roma. Puede que fueran hasta ochenta en total.

Aparte del negocio, también impulsó la fiebre por las reliquias la cristianización del norte de Europa. En 787, en el Concilio de Nicea, se hizo obligatorio que cada iglesia tuviera una. Se instituyeron varias categorías. De primera clase era un trozo del cuerpo. De segunda, algo del santo. De tercera, algo tocado por el santo. De modo que cuando Carlomagno viaja a Tierra Santa ese mismo siglo, se va al Santo Sepulcro y se vuelve cargado de los souvenirs de moda en el momento: reliquias. Se trajo por lo menos el Santo Prepucio y un trozo de la cruz en la que el Señor fue crucificado; como mínimo, porque también hubo iglesias que tuvieron el cordón umbilical de Jesús, o partes del pesebre, espinas de su corona en la cruz, etcétera, con la anotación de que, cuidado, lo había traído Carlomagno. Tener el prepucio o el cordón umbilical y algún fragmento de la cruz, cualquier cosa que certificara su nacimiento y defunción o incluso resurrección, estaba cargado de simbolismo, era el alfa y omega de Jesús. Y eso atraía a las gentes, al dinero… ya lo hemos explicado.

Años antes, la emperatriz Santa Elena también había llevado a Roma la piedra sobre la que fue circuncidado Cristo. Y cuchillos con los que se hizo la operación había dos, uno en Compiégne, Francia, y otro en Maastricht, Holanda. En la web christiantimelines.com tenemos un inventario de todas las reliquias registradas en el siglo XVI que da buena cuenta de la dimensión de este mercado. Llegó a haber circulando varios frascos de sangre de Jesús, la rama de árbol con la que Jesús le daba caña al burro con el que se movía por las calles de Jerusalén, pan de a última cena, la toalla con la que le secaron los pies los apóstoles después de que se los lavara, los clavos de la cruz… En fin, de todo. Pero de todas ellas, el prepucio era la única carne de Jesús que pudo quedar sobre la tierra, puesto que su cordón umbilical al fin y al cabo era carne de su madre, de María. Digamos que el prepucio era lo más.

Y como tal, se multiplicó. Esta vez sin milagro, por arte de la mercadotecnia humana. Se podían encontrar en todos los top-manta del Medievo y su abundancia trajo cola. En un momento era posible entender que la reliquia se hubiera fragmentado y varias iglesias tuvieran partes auténticas, pero definitivamente algunas tenían que ser falsas. Para saber cuál era buena y cuál no, se instituyó un test para comprobar la autenticidad de los prepucios. Había curas que llevándose el prepucio reseco a la boca podían determinar si por lo menos se trataba de carne humana. Parece una tontería, pero hay que hacerse a la idea de que el mercado de reliquias estaba realmente saturado. En su libro Art and Money, Marc Shell, profesor de Harvard, señala que tras el saqueo de Constantinopla al final de la IV Cruzada, donde había tres mil seiscientas reliquias de cuatrocientos setenta y seis santos, hubo tal profusión en el mercado europeo de reliquias que los expertos que podían identificar las verdaderas fueron especialmente cotizados. En el libro los compara jocosamente con los periodistas de arte moderno, que con un artículo con las palabras «incalculable valor» consiguen que se paguen millones por cualquier mondongo como los que usted y yo sabemos que se exponen en ARCO.

Al final, la sobreabundancia le restó credibilidad al fenómeno y las reliquias sirvieron más para inspirar el escepticismo que la fe. Veintinueve ciudades aseguraban poseer los clavos de Cristo. Las lágrimas de la Virgen circulaban en frasquitos. Hubo hasta sesenta y nueve reliquias registradas con viales que contenían leche de su teta. Al llegar la Reforma, Lutero puso el grito en el cielo con este mercadeo de guarrerías en sus Noventa y cinco tesis. Y Calvino, en su Tratado de las reliquias de 1543, se descojonó de todas ellas. Sobre un trozo de pez que le habría dado Pedro a Jesús, escribió que esperaba que lo hubieran salado bien. Ironizó también acerca de la capacidad lechera de la Virgen, se preguntó si no sería en realidad una vaca. Lo mismo que negó que el prepucio del Señor pudiera haberse podido dividir tantas veces como Santos Prepucios había por ahí. Y lo peor fue cuando, a consecuencia de este escepticismo, el que estaba promoviendo la Reforma, se revisaron algunas reliquias en terreno católico y, por ejemplo, en una iglesia de Génova, donde decían tener el cerebro de San Pedro, echaron un ojo a ver si era auténtico y resultó que era piedra pómez.

Al final del Renacimiento, inevitablemente, el gran mercadeo de reliquias se vino abajo. Podríamos hablar incluso de que hubo una burbuja. Seguro que corrió de boca en boca eso de que había que invertir en reliquias, que nunca bajaba el precio, que siempre habría peregrinos dejando limosnas, pero al final, nada. Como siempre, llegaron los alemanes a decir que eso era polvo. Y cuando pinchó la burbuja, por supuesto, en España nos pilló en bragas. Nuestro rey Felipe II tenía siete mil quinientas en El Escorial. Considérese si las posteriores bancarrotas de nuestro reino no tuvieron que ver con esto.

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Altar-relicario de San Lorenzo de El Escorial con una pintura del Misterio de la Anunciación de María, obra de Federico Zúccaro. Fotografía cortesía de Nicoletta De Matthaeis.

Pese a todo, la fascinación por el Santo Prepucio siguió ahí y son numerosos los autores que se han interesado por encontrar el auténtico. A veces solo con la imaginación. Hubo una monja austriaca, Agnes Blannbekin, del siglo XIV, que cuando rezaba podía sentir el prepucio de Cristo en su boca. Cuando esto ocurría, su cuerpo ardía «pero no de forma dolorosa, sino placentera», escribió en sus memorias, Vida y Revelaciones —obra censurada cuando se publicó en el siglo XVIII—, y se lo tragaba. Y entonces volvía a aparecer en su garganta, y se lo volvía a tragar. Así hasta cien veces; hasta que pudo ver cómo su cuerpo se iluminaba. Como un Gusiluz, añadimos, antes de explicar que, no de forma infundada, corría el rumor de que las monjas abusaban de esta reliquia para obtener placer sexual.

En cuanto a los prepucios palpables, los que estaban en un relicario, en un principio todos los que circulaban por Europa tenían el supuesto mismo origen, el viaje de Carlomagno a Tierra Santa. La versión oficial era que a la vuelta se lo había entregado al papa León III y allí se quedó, en Roma.

Pero en la actual Bélgica, la leyenda hablaba de un prepucio traído por el caballero Godofredo de Bouillón en el siglo XI tras la Primera Cruzada en el año 1100, al que se lo había vendido el rey Balduino de Jerusalén. Concretamente, vino cargándolo su capellán, Henry Noese, y lo llevó a Amberes a la iglesia de Santa María la Gloriosa. En el libro de 1907 Die Hochheilige vorghaut Christi (El Santísimo Prepucio de Cristo) su autor Victor Muller cuenta que cuando el capellán depositó el trozo de piel curtida en el altar, el obispo de Cambrai, que estaba dando misa, vio cómo soltó tres gotas de sangre, lo que demostraba que era el Santo Prepucio de verdad de la buena. Se introdujo entonces en un recipiente de oro y se depositó en la «Capilla del Prepucio» junto a la tela que manchó para que estuviera protegido. Aunque no hay prueba documental de este suceso hasta 1426, cuando se constituye la Congregación del Santo Prepucio de nuestro Adorado Jesús en la Iglesia de Nuestra Señora de Amberes; suceso que no importa en demasía puesto que en 1566, con las revueltas de la Reforma, la reliquia desapareció para siempre.

Otro sería el de Saint Coulomb, ya en Francia, que estuvo también por Inglaterra. Catalina de Valois, esposa de Enrique V de Inglaterra, lo pidió prestado porque decían que combatía la infertilidad. Le trajeron el que estaba en Coulomb y le funcionó. Y cuando lo devolvieron, por culpa de la guerra de los Cien Años, acabó en París, en Sainte-Chapelle. Los monjes de Coulomb, muy preocupados porque se quedaban sin prepucio, y sin la pasta de los peregrinos, lo reclamaron en repetidas ocasiones. Pero no fue hasta veinte años después, en 1447, con la región pacificada, cuando regresara por orden de Luis XI. Se supone que a este monarca, cuando iba allí a rezar, le abrían el relicario y se lo enseñaban, pero de este prepucio nunca más volvió a saberse nada.

En Conques, también en Francia, en la ruta del Camino de Santiago, está la Abadía de San Foy, que tuvo y tiene una de las más amplias colecciones de reliquias que se conocen, la cual sobrevivió incluso a los decretos de la Revolución francesa que ordenaban que todo el oro y la plata que hubiera en las iglesias se entregara para acuñar moneda. Aquí incluso hoy en día atesoran un pequeño cofre en el que pone «La auténtica carne de Cristo», lo cual solo podría ser el prepucio o, a lo sumo, el cordón umbilical. Un reciente reportaje del National Geographic grabó el relicario, que está expuesto al público, y al reportero le dijeron que en 1954 se comprobaron todas las reliquias y estaban en orden y buen estado de conservación. El papa Benedicto XIII siglos atrás había concedido la indulgencia plenaria a todos los que fueran a venerarlo, perdonaba todos los pecados de los peregrinos, pero este papa fue un antipapa, algo que ahora explicaremos.

Porque el prepucio más famoso de Francia fue sin duda el de Charroux. La leyenda en este caso cuenta que Irene, emperatriz de Bizancio, se lo dio a Carlomagno como regalo de compromiso y este lo llevó a Charroux, que entonces solo era un monasterio en Poitiers, al suroeste de Francia. En plena burbuja de las reliquias, estos monjes anunciaron que también tenían la cabeza de Juan el Bautista, las cuerdas con las que habían atado a Jesús y espinas de su corona. El problema es que el monasterio se quemó con todas las reliquias, o lo que fuera aquello, y para las gentes del momento, o potenciales clientes, aquello suponía un mal augurio.

Pero estos monjes eran tenaces, de modo que para restituir la credibilidad de su negocio redoblaron los esfuerzos, la inversión en marketing. Primero, reconstruyeron su abadía con una planta que recuerda a la del Santo Sepulcro. Luego falsificaron unos textos en los que se decía que Carlomagno había fundado el monasterio en 799, precisamente justo un año antes de que, según la versión romana, el papa León III recibiera su Santo Prepucio, el oficial. Y para rematar, se apoyaron en un best seller de la época, la Leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine, arzobispo de Génova, uno de los libros más copiados de la Edad Media, que recoge la vida de ciento ochenta santos y, entre estas historias, que Carlomagno se llevó el Santo Prepucio y la Santa Cruz a este monasterio.

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La torre de Carlomagno es el único resto que se mantiene en pie de la abadía romanica Saint-Sauveur de Charroux. Fotografía: kristobalite (CC)

El éxito de la jugada hizo prosperar la zona y a las casas que se fueron agrupando en torno a la abadía se las llamó precisamente Charroux —en la actualidad un municipio de mil doscientos habitantes—, que quiere decir «piel roja» en referencia ya saben ustedes a qué. Lo tenían todo, el plan de negocio era ejemplar. La equivalencia actual sería un parque temático del prepucio. Prepucioland. Pero, por desgracia, ese prepucio fue robado y no apareció hasta el siglo XIX, en 1856.

Y la pena para ellos, para los franceses, es que en esa fecha ya daba igual que lo hubieran encontrado. Las indulgencias otorgadas a los peregrinos que venerasen el prepucio de Charroux, como las de Benedicto XIII con el de Conques, las había otorgado el papa Clemente VII, otro antipapa del Gran Cisma Occidental, un periodo de años en el que existieron simultáneamente dos papas, uno en Roma y otro en Aviñón. En 1415 el papa Martín V puso orden en el Concilio de 1415 e ilegitimó todo lo que habían hecho los pontífices de Aviñón entre 1379 y 1414. Las canonizaciones, especialmente, pero también las indulgencias. Así que el único prepucio válido desde la fecha, según el riguroso derecho canónico, era el que había en Sancta Santorum de Roma. ¿Era el verdadero?

En el siglo XIII, Inocencio III no se había atrevido a decidir qué Santo Prepucio era el auténtico, pero la documentación vaticana posterior cuenta que la Virgen María se le apareció a Santa Brígida y le dijo: «Cuando mi hijo fue circunciso, guardé su prepucio como un gran honor y lo llevé conmigo a todas partes. ¿Cómo hubiera podido perder lo que yo había engendrado sin pecado? Pero cuando se acercó la hora de mi tránsito, confié la membrana a San Juan Evangelista, mi guardián, y, más adelante, la escondieron para hurtarla a la malicia de los hombres y así quedó mucho tiempo desconocida. Pero, finalmente, un ángel vino a revelarla a las almas de Dios. ¡Oh, Roma, Roma! ¡Si lo supieras, te alegrarías o, mejor dicho, si lo supieras, llorarías, porque tienes un tesoro que es para mí muy caro y que no lo honras!». Santa Brígida fue canonizada en 1390 y esta revelación suya sirvió para establecer definitivamente la autenticad del Santo Prepucio romano.

Claro que en Italia no contaban con que «Espanya ens roba» y en 1527 el ejército español, entonces los Tercios, formado también por mercenarios alemanes e italianos, saqueó Roma. Descuartizaron curas, violaron monjas y arrasaron con todas las reliquias. En el jaleo, un soldado alemán, afanó lo que pudo y tiró por su cuenta y riesgo hacia el norte, de vuelta a casa, pero fue apresado por unos granjeros y encarcelado en el pequeño pueblo de Calcata.

A este pueblo solo se podía acceder por un estrecho puente de piedra que pasaba, a través de un pasadizo, por debajo de la iglesia local. La comida tenía que traerse a lomos de animales. Y treinta años después del Saco de Roma, cuenta la leyenda que los animales, los caballos, los bueyes y demás, al meterse en el túnel, se paraban delante de una cueva sellada y golpeaban con las pezuñas en el empedrado. Esa cueva había servido para encarcelar criminales y es donde estuvo preso el soldado alemán. El cura del pueblo al final se decidió a entrar a ver si es que había algo que llamase la atención del ganado y se encontró, entre la paja y el estiércol que había en la cueva, una cajita de plata.

El sacerdote se la llevó a unas señoras distinguidas del lugar y la abrieron. Les ahorraré la serie de sucesos sobrenaturales que se produjeron. Lo importante es que dentro se encontraban el dedo del pie de San Valentino, un diente y un trozo de la mandíbula de Santa Marta y ni más ni menos que el Santo Prepucio de Jesús. Era color garbanzo, especificaron. Dos monseñores, Ceci y Pipinelli, llegaron a Calcata desde Roma para comprobar la autenticidad de la reliquia. Cuando Pipinelli estaba examinando su elasticidad, la carne se desgarró y cayó tal tormenta de repente, se cuenta, que los canónigos volvieron rápidamente a Roma y le dijeron al papa que sin duda alguna ese era el verdadero prepucio del Señor.

Hubo intentos de llevar la reliquia a Roma pero finalmente se quedó en Calcata. El papa Sixto V en 1584 dio una indulgencia de diez años al que acudiera a venerarla. Urbano XIII lo dejó en siete en 1640. Inocencio X la mantuvo, como Alejandro VII y Benedicto XIII, en 1724, la ofreció in perpetuo. Se reconstruyó la iglesia de Calcata, con una plaza enfrente como Dios manda y una escultura de la circuncisión de Jesús para el altar. Todo iba sobre ruedas.

1878 --- Original caption: Pope Leo XIII. Photograph made in 1878. --- Image by © Corbis
Papa León XIII. Fotografía: Corbis

Hasta 1856, cuando, casualmente, en Charroux, un obrero echó abajo un muro y se encontró un montón de reliquias escondidas. Debieron meterlas ahí en las revueltas de la Reforma, o en la Revolución francesa, quién sabe. En Poitiers dijeron que era el Santo Prepucio y que estaba obrando milagros a punta pala desde que lo habían desenterrado. El problema es que en 1864 el papa Pío IX tenía urgencias de otra índole y promulgó su encíclica Quanta cura contra el emergente pensamiento liberal y racional, la modernidad y la industrialización, y la prensa protestante del momento les puso a parir echando mano del recién hallado Santo Prepucio. Desde entonces, el prepucio de Charroux se pudo ver solo por las mujeres embarazadas hasta 1872. Y en 1900, el papa León XIII cortó por lo sano y prohibió hablar o escribir del Santo Prepucio so pena de excomunión reservada speciali modo. Solo el pueblo de Calcata podía sacar la reliquia en procesión el día de Año Nuevo. A partir de ahí, solo mentarla era considerado una «curiosidad irrespetuosa».

De modo que en Calcata siguieron a lo suyo, pero al Santo Prepucio, después de la burbuja medieval, todavía le quedaba sufrir otros males de nuestro tiempo: la especulación urbanística, la gentrificación y los lobbies. En 1908, tras el terremoto de Messina, en el que murieron ciento cincuenta mil personas, el Gobierno italiano diseñó un plan urbanístico para revisar todos los centros antiguos de las ciudades que pudieran ser peligrosos. Calcata entró en el plan en 1935 y a sus cuatrocientos veinte habitantes les dieron casas en una ciudad nueva, Nuova Calcata, que no estuvieron terminadas hasta 1969, fecha en la que se marcharon dejando atrás un pueblo de casas ruinosas solo ocupado por ancianos y sus gatos.

Un bocado muy suculento para los hippies, que se mudaron de Roma a Calcata en masa y compraron las casas a los aldeanos. Estos, muy contentos, se las vendían pensando que las iban a derribar, como indicaba el plan, después de darles a ellos las nuevas, pero luego no fue así. El Gobierno italiano se retrasó, los hippies hicieron lobby para que se derogara esa ley tan antigua y finalmente lo consiguieron. Las casas pasaron a costar en poco tiempo cientos de miles de dólares, cuando las habían comprado por unos pocos miles. El pueblo se llenó de esnobs, artistas y demás élites culturales setenteras. Los aldeanos se cabrearon y mucho. Y no les quedaba nada.

El 11 de enero de 1983 leímos en España la noticia en el diario El País. Dario Magnoni, párroco de Calcata, había anunciado que ese año su amada reliquia no sería sacada en procesión porque la habían robado. «Manos sacrílegas la han hecho desaparecer de mi habitación». Como nota curiosa, ese mismo día, el diario también anunciaba que el Vaticano y los Estados Unidos de Ronald Reagan habían restablecido sus relaciones interrumpidas desde 1868. Aquí puede usted empezar a conspirar.

Los ladrones habían entrado fácilmente en la casa del cura. Tenía la llaves puestas por fuera en la cerradura. El religioso, don Darío, no entendía cómo la habían podido robar, puesto que la tenía mezclada con otros objetos para despistar, se justificó.

Los dos sacerdotes viven en la parte nueva —y horrible— de la ciudad, mientras en la antigua, una joya, quedan solo los viejos y un grupo de melenudos venidos del norte de Italia que ha comprado por dos perras gordas las derrocadas casitas medievales. Y allí consumen en paz, a la puerta de la iglesia, su ración cotidiana de droga. «¿Y ahora a quién pediremos las gracias?, ¿quién nos hará los milagros?», dice una viejecita que no puede tener menos de cien años, pues es un auténtico pergamino. (El País).

Unos lugareños de Nuova Calcata culpaban al cura de haberla vendido. Otros al Vaticano. Había de todo, pero nadie creía que se la hubieran llevado unos vulgares ladrones. Los carabineros tampoco hicieron mucho por encontrarla. Le dijeron al reportero de El País que como no existían fotos del prepucio, no tenían nada que hacer.

Solo en 2007, un periodista de Nueva York, David Farley, se atrevió a investigar el misterio con un mínimo de rigor. Viajó a Italia y publicó sus conclusiones en un libro, An irreverent curiosity. Entre los testimonios que recogió en Calcata, uno decía que el Santo Prepucio ya había desaparecido en los años setenta, desde que se llevó a una exposición a Roma, y que a partir de entonces Don Darío hacía la procesión, sospechaban, con el relicario vacío. Esta versión era la más presentable. Otros lugareños le dijeron que el robo lo habían perpetrado los nazis y otros que habían sido miembros de una secta satánica para llevarlo a Turín, ciudad mágica y de brujas, situada en unos triángulos esotéricos que la unen con Stonehenge en Inglaterra y La Meca en Arabia.

El Santo Prepucio en su relicario meses antes de ser robado. Imagen del documental The Quest for the Holy Foreskin
El Santo Prepucio en su relicario meses antes de ser robado. Imagen del documental The Quest for the Holy Foreskin de David Farley

En 2013, este periodista rodó un documental emitido por National Geographic en el que dejaba caer la posibilidad de que el Vaticano, asustado ante los progresos del carbono 14, decidiera hacer desaparecer el único vestigio del cuerpo de Cristo que quedaba en la Tierra según sus papeles. Jaime Capmany, en el diario ABC, ya tiró por esta vía en su momento cuando, a propósito de la Sábana Santa, con su inconfundible estilo situaba en un mismo plano a los que creían en Dios y a los que creían en el carbono 14. Pero este ilustre señor de derechas con bigote y mujer enjoyada cogida del brazo no cayó en que veinte años después la ciencia iba a ser capaz de clonar a una oveja, lo que abría la puerta, según el documental, a que el Vaticano lo que pretendiera fuese ¡clonar a Cristo!

Esta simpática idea ya venía en un best seller italiano, La maledizione di Cristo, de Alessandro Scannella, donde se fantaseaba con que el Vaticano tenía una serie de sótanos con laboratorios secretos para clonar a Jesús y anunciar así su Segunda Venida. Si esto fuese cierto, y además alrededor del santo pontífice estuviesen los nazis, como decían los habitantes de Nuova Calcata —probablemente incluso nazis de una secta satánica, puede que hasta nazis de una secta satánica dirigidos por la CIA de Reagan—, imagínense en manos de qué clase de líder estaría la clonación del prepucio de Dios, ¿en las de Artur Mas?

En el libro rápidamente se desecha esta idea. La investigación alternativa de Farley llega hasta un tal Cybo, poseedor en 1723 de una de las mayores colecciones de reliquias del momento en la basílica de los Santos Apóstoles de Roma. El hombre tenía pelo y leche de la Virgen, huesos de los padres de la Virgen, la columna vertebral de San Pablo, un hueso de San Pedro, en fin, de todo. Y resulta que Cybo en su día acudió a Calcata a comprobar si es que allí estaba el Santo Prepucio. Al ver que era cierto, le ofreció al obispo de la diócesis en la que estaba integrado el pueblo pagarle un relicario de lujo a cambio de un trocito del prepucio. Francesco Tenderini, el prelado correspondiente, estuvo de acuerdo y así se hizo. En 1742, Cybo se llevó todas sus reliquias, junto a un pellizco del Santo Prepucio, a la iglesia de Santa María de los Ángeles en Roma y a su muerte donó toda la colección a la Iglesia a cambio de que permanecieran unidas. Eran ciento treinta y cuatro.

El periodista narra cómo, al descubrir la nueva pista, acudió a este templo al borde de la taquicardia, pero se llevó un chasco. El cura encargado de la capilla le dijo que ese tipo de reliquias las había retirado todas las Iglesia porque entendía que eran excesos del Medievo poco presentables hoy, que ahí ya no quedaba nada. Farney, desolado, volvió a Calcata. Y aquí decidió jugárselo todo a una carta antes de regresar a Nueva York. Se fue directo a la tienda de bebidas espirituosas.

Gracias a unos amigos, consiguió una entrevista con el cura don Darío, al que le robaron la reliquia. Tras unas botellas de vino, el sacerdote, que no hablaba del tema con nadie, ni mucho menos con la prensa, confiado, empezó a largar. Describió vagamente a la pareja que supuestamente la robó. Unos treintañeros, casi cuarentones. No se acordaba bien. Pero ante la insistencia del periodista, fue sincero. En realidad es que él no creía en la reliquia. La enseñaba, pero le daba igual. Había sido un cura moderno, del Vaticano II, y pasaba de chorradas. Aunque el periodista le metió más presión: «El relicario era identificable, se podría localizar». A lo que el anciano cura le espetó: «¿Pero tú sabes lo pequeño que era el prepucio? —cogió unas diminutas migas de pan que había sobre la mesa en la que habían cenado— Era como esto, como esto… nada, insignificante».

Y ahí, con un viejo cura medio borracho manoseando migas de pan y un joven periodista neoyorquino que se había comido seis mil ochocientos kilómetros para escuchar esa explicación, concluye la última pista conocida sobre el paradero del Santo Prepucio de Nuestro Señor Jesucristo. Si han llegado hasta aquí, que Dios les guarde muchos años.

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34 Comentarios

  1. Pingback: En busca del Santo Prepucio

  2. Felicidades por el post! Muy interesante!

  3. Genial!

  4. el cordón umbilical no es carne de la madre, al igual que la placenta crece del embrión

    • Álvaro Corazón Rural

      Gracias por esta corrección. Recuerdo haberlo leído así en referencia a las reliquias, tal vez fuese lo que creían entonces.

  5. Creo que éste es el mejor artículo que he leído en jotdown junto con la maravillosa crítica de Prometheus. Brillante!

  6. Jacob Giraldo Davalos

    Extraordinario hasta donde llega la credulidad de las gentes lideradas por astutos que solo buscan sus calderillas y domeñarlos por el miedo.

  7. Jacob Giraldo Davalos

    Que sucede, la dedicación a la violencia de Colombianos, ese culto al líder en armas, será que la realidad es que hemos sido educados desde las religiones en la violencia como redención, el sacrificio como esperanza, eso es otro tema que debía ser estudiado, tanto infierno de leyenda, culpa sacada de la manga, nos han condenado. Cuando la esperanza del bien se pone en la imaginería de santas vírgenes vestales y santos nimbados de riquezas, de otros con sus heridas expuestas que más bien nos traen la realidad de una sífilis, los extractos sociales son evidentes por la ostentación el boato, la cursilería de las joyerías que desfilan, todo un mundo de riquezas más acorde con las castas de ricos y príncipes liderando sus guerras y todos bien bendecidos. Las clases sociales de los poderosos van al cielo y de una, como san Agustín que descendió de los cielos a la funerarias del conde Ordaz, que vanidad, ya lo juicio final no es realidad porque mediante una firma solo los pobre estarán a la derecho o la izquierda, los luchadores por su pan diario de cada día, sin aflicciones. Quien han ganado lo suyo y con creces del gamonalismo t cacicazgo regional, las religiones con sus templos, nunca se han interesado por los pobres y sus derechos a la vida, esa vida escapando por todos los agujeros dejados por las desigualdades sociales, ahora como por ensalmo escriben desde los palcos, desde la distancia de las disertaciones y conclusiones ajenas todas a la realidad, se han sumado a la pléyade de príncipes para conducir a sus fieles por los caminos de los íconos, las vírgenes del Carmen flotando sobre fuegos eternos con su bebe en brazos, que mamá haría tal cosa, solo las que flotan en las mentes distorsionadas de los pastores cultivadores del mal y el bien en el mismo himnario, o museos como el Vaticano, porque se rechazó los planteamientos del socialismo, porque se vio en peligro los Reyes y sus prebendas venidas de la idea que toda autoridad viene del altísimo, galimatías para imponer miedos. ¿Cómo hicieron para creer que las joyas y el oro son garantía de santidad?, cada vez es mas vulnerable la esencia de inciensos y cantos gregorianos, mientras los caciques siguen le lo suyo, nada importa si tengo dinero para pagar cualquier rito. Cada provincia de España de la cual recibimos nuestra educación en cuanto a la salvación y otros atajos tienen su joyería expuesta a las oraciones, para la muestra un botón, solo a golpe de tecla se puede ver parte de las joyerías en oro y platas, esmeraldas que proviene del trabajo esclavo de africanos y aborígenes de América holocausto, este parte del tesoro Español robado de América pues la otra parte se perdió en Rusia entregada por los mismos españoles en custodia. Virgen de la Bien Aparecida – Patrona de Cantabria, Virgen de Montserrat – Patrona de Cataluña Virgen de Guadalupe – Patrona de Extremadura Virgen de Valvanera – Patrona de La Rioja Virgen de los Llanos Virgen del Mar Nuestra Señora del Remedio Virgen de la Soterraña Santa María la Mayo Virgen de la Montaña Nuestra Señora del Lledó Nuestra Señora de África Virgen del Prado Nuestra Señora del Rosario Nuestra Señora de la Almudena Nuestra Señora Peregrina Nuestra Señora de San Lorenzo Virgen de la Concha Nuestra Señora de la Majestad Virgen de las Angustias virgen del Carmen de la localidad de Rute, Córdoba Virgen de la Fuensanta de Murcia, vírgen Del Amparo, la del Carmen, la Dolorosa, nimbadas de oro y joyerías preciosas identificadas más con la riquezas
    Las clases sociales de los poderosos van al cielo y de una, como san Agustín que descendió de los cielos a la funerarias del conde Ordaz, que vanidad, ya lo juicio final no es realidad porque mediante una firma solo los pobre estarán a la derecho o la izquierda, los luchadores por su pan diario de cada día, sin aflicciones. Quien han ganado lo suyo y con creces del gamonalismo t cacicazgo regional, las religiones con sus templos, nunca se han interesado por los pobres y sus derechos a la vida, esa vida escapando por todos los agujeros dejados por las desigualdades sociales, ahora como por ensalmo escriben desde los palcos, desde la distancia de las disertaciones y conclusiones ajenas todas a la realidad, se han sumado a la pléyade de príncipes para conducir a sus fieles por los caminos de los íconos, las vírgenes del Carmen flotando sobre fuegos eternos con su bebe en brazos, que mamá haría tal cosa, solo las que flotan en las mentes distorsionadas de los pastores cultivadores del mal y el bien en el mismo himnario, o museos como el Vaticano, porque se rechazó los planteamientos del socialismo, porque se vio en peligro los Reyes y sus prebendas venidas de la idea que toda autoridad viene del altísimo, galimatías para imponer miedos. ¿Cómo hicieron para creer que las joyas y el oro son garantía de santidad?, cada vez es mas vulnerable la esencia de inciensos y cantos gregorianos, mientras los caciques siguen le lo suyo, nada importa si tengo dinero para pagar cualquier rito. Cada provincia de España de la cual recibimos nuestra educación en cuanto a la salvación y otros atajos tienen su joyería expuesta a las oraciones, para la muestra un botón, solo a golpe de tecla se puede ver parte de las joyerías en oro y platas, esmeraldas que proviene del trabajo esclavo de africanos y aborígenes de América holocausto, este parte del tesoro Español robado de América pues la otra parte se perdió en Rusia entregada por los mismos españoles en custodia. Virgen de la Bien Aparecida – Patrona de Cantabria, Virgen de Montserrat – Patrona de Cataluña Virgen de Guadalupe – Patrona de Extremadura Virgen de Valvanera – Patrona de La Rioja Virgen de los Llanos Virgen del Mar Nuestra Señora del Remedio Virgen de la Soterraña Santa María la Mayo Virgen de la Montaña Nuestra Señora del Lledó Nuestra Señora de África Virgen del Prado Nuestra Señora del Rosario Nuestra Señora de la Almudena Nuestra Señora Peregrina Nuestra Señora de San Lorenzo Virgen de la Concha Nuestra Señora de la Majestad Virgen de las Angustias virgen del Carmen de la localidad de Rute, Córdoba Virgen de la Fuensanta de Murcia, vírgen Del Amparo, la del Carmen, la Dolorosa, nimbadas de oro y joyerías preciosas identificadas más con la riquezas

  8. Phantastico

    Es realmente para descojonarse, aunque no lo he leído.

  9. Resistance

    Cristianos…

  10. Lo mas interesante que he leído en hace mucho tiempo. Entretenido y enriquecedor. Gracias Corazón :)

  11. Mar de Fondo

    Magnífico relato. Para disfrutar leyendo de pleno.

  12. jajajaja está buenísimo este escrito divertido

  13. No me imaginaba que el prepúber Tapón, ese niño asiático que acompaña a Indiana Jones en la aventura en el templo maldito, era su follamigo. Esto deja al genial Steven Spielberg en una situación cuanto menos complicada de explicar. Y como esa afirmación aparece en la primera línea del artículo, la impresión por la sorpresiva relación pederasta del aventurero encarnado por Harrison Ford me ha impedido continuar leyendo. Una lástima lo que uno se pierde por ser tan sensible.

  14. Un artículo magnífico. Me he reído muchísimo. Me interesaba el tema y no había encontrado algo tan completo antes. He disfrutado muchísimo. Me lo he guardado en Evernote para releerlo. Muchas Gracias, Álvaro.

  15. pedropablo

    Un artículo genial. Ya podrían ser muchas novelas tan entretenidas, bien documentadas y bien escritas.
    Felicidades.

  16. ¿Para cuando la película?

  17. Raimundo Arraiza

    Creo que el prepucio no es «la punta del pene» ni del niño Jesús ni del resto de los mortales. La circuncisión no consiste en cortarles la extremidad del pene a los judíos

  18. Augustusbrum

    Brillante!! Felicitaciones. Extraordinario y admirable trabajo de investigación y riqueza de referencias. Placer de lectura como pocas veces. Bravo.

  19. Félix Ballesteros Rivas

    Genial, entretenido, imprescindible. Mi agradecimiento al escritor: el mundo es un poquito más rico (culturalmente) con este artículo que sin él.
    Las religiones tienen (unas más y otras menos) algún que otro aspecto positivo, pero también (unas más y otras mucho más) tienen ese rasgo de superstición sin fundamento que queda tan a la vista cuando alguien mete mano en sus entretelas como en esta descacharrante ¡Historia!
    Repito: gracias, Álvaro, por este buen rato que nos has proporcionado.

  20. Genial. Enhorabuena por el post

  21. Te felicito, Alvaro, por este artìculo tan bien escrito y tan bien documentado y ademàs, contado con mucha gracia. Para mi que me ocupo de reliquias, como supongo sabràs, ha sido un placer leerlo. Te dejo la direcciòn de mi blog, donde también hice un artìculo sobre el santo prepucio, aunque no tan extenso,
    https://nicolettadematthaeis.wordpress.com/
    Un saludo
    Nicoletta

  22. Si no recuerdo mal, el tema también se trata (de forma más heterodoxa) en cierta novela de Chuck Palahniuk que no especificaré para evitar spoilers.

  23. El artículo me ha recordado el capítulo de un libro titulado «Los Obispos son peligrosos» de Víctor Moreno, publicado hacia 2010, llamado «El santo prepucio». Un libro con mucha información y demoledor por el sentido del humor que lo empapa. Del mismo autor e igual interés adquirí más recientemente otro, «Santa Aconfesionalidad, virgen y mártir».

  24. No he podido resistirme y he tenido que comentar: El concilio de Nicea fue en el año 325 A.D.
    Por lo demás buen artículo.

  25. Siempre quise escribir un artículo sobre esta historia, desde que hace años estuve en Calcata (uno de los lugares más bonitos que he visto en mi vida) y visitando la iglesia un lugareño me explicó la historia…

    Nunca llegué a escribirlo, pero no lo podría haber hecho mejor que tú. Te felicito, he disfrutado mucho leyéndolo.

  26. Genial! De principio a fin

  27. Adhemar Carcaban

    Recuerdo haber leido en alguna parte que existía un cráneo de niño que se veneraba como El Cráneo de San N. Cuando Era Pequeño

  28. Gracias x un largo rato d risas incontenibles! Larga vida a ese prepucio tan viajero y pintoresco!

  29. Ildefonso Bohórquez

    Quien piense que la Iglesia sea capaz de pretender clonar a Jesucristo no tiene idea de lo que es la Iglesia y la Providencia Divina.
    Sin embargo, el artículo me ha parecido muy interesante desde un punto de vista histórico. En realidad, lo felicito por su contenido y por su autoría, con la salvedad de lo que ya manifesté anteriormente.

  30. Pingback: El Santo Prepucio, la reliquia más ‘gore’ del cristianismo – Sofía

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