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Isabel Barreto, la reina de Saba de los Mares del Sur

Sanlúcar de Barrameda 22 de Abril "La expedición ha servido para que todo el mundo conozca al español Juan Sebastián de Elcano y también para que los tripulantes de la nao, que zarparon como novatos, vuelvan como unos veteranos", afirmó José Luis Ugarte (Getxo, 1928), el experto marino responsable de la navegación de la nao Victoria, sobre la cubierta de la misma, atracada al muelle de Sanlúcar de BarramedaLa nao Victoria, que zarpó de Sevilla el 12 de octubre de 2004, ha repetido el viaje que el 10 de agosto de 1519 iniciaran también en el puerto hispalense los cinco barcos que componían la expedición de Magallanes con el objetivo de encontrar un paso que uniera el Atlántico con el Pacífico y llegar a través del mismo a las islas Molucas, productoras de las entonces valiosísimas especias 171/Cordon Press
Réplica de la nao Victoria, de la expedición de Magallanes, un diseño similar al usado por Mendaña. Fotografía: Cordon Press

De siempre la historia de España que se enseñaba en las escuelas ha tenido graves carencias, omisiones y deformaciones, pero si hay un contexto especialmente mutilado es sin duda la época de los grandes descubrimientos y lo que los hispanoamericanos llaman «la Colonia». Colón, Cortés, Pizarro, Magallanes y directamente pasamos a las independencias americanas, deprisa y corriendo. Tres siglos despachados de un salto más largo que los que daba Carl Lewis en las Olimpiadas. Como si el imperio colonial no hubiera influido en la historia peninsular más allá de la plata de Indias; mapas con extensiones enormes que pasaban fugazmente por la pizarra y a otra cosa, mariposa. Mariposa europea, por supuesto.

La Conquista, eso sí, servía para enardecer los valores patrios (todo lo que podía enardecerse en chavales más preocupados por la jornada de liga) con historias de recios españoles barbudos con casco que metían indios en cintura a espadazos y los traían a la fe católica. Hoy en día sigue siendo un periodo condenado al ostracismo, en este caso por lo incómoda que resulta para ciertas ideologías pujantes y el rechazo consciente de las carpetovetónicas. Llama la atención la atonía con que se trata comparado con las historias de piratas. Porque… ¿a qué chaval no le gustan las historias de piratas? Pues bien, sin irnos muy lejos, la casi desconocida exploración del Pacífico por los españoles le da veinte patadas a cualquiera de ellas.

En concreto, hay una expedición asombrosa por varios aspectos únicos más allá de aventuras, pasiones y traiciones en paisajes exóticos; el segundo viaje del adelantado Álvaro de Mendaña a las islas Salomón. No solo es el viaje más largo realizado en el Pacífico con esos cascarones de madera de apenas trescientas toneladas que llamaban naos, sino que además acabó siendo dirigido por su esposa, doña Isabel Barreto, primera almirante de la historia de España, además de gobernadora y adelantada. Nada menos.

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Álvaro de Mendaña y Neyra, explorador y descubridor de las islas Salomón. Imagen cortesía de Kuviajes

La figura femenina ha pasado prácticamente desapercibida en el relato colonial, en el que el conquistador típico era un varón soltero de unos treinta años, a pesar de que se calcula que aproximadamente uno de cada cuatro colonos españoles en América era mujer. Esto se debe a que en las crónicas, la mayoría escritas por frailes o misioneros, se las suele omitir salvo que destacaran en roles tradicionalmente masculinos, lo cual ocurría muy ocasionalmente. El caso es que existe una larga tradición hispana de mujeres acompañando a sus soldados, pero es lo que tienen los prejuicios, que se perpetúan. Por esto, la figura de Isabel Barreto es excepcionalmente interesante. Bueno, por esto y porque además ejemplifica un proceso muy ilustrativo de construcción de nuevos mitos; en un intento de recuperar su memoria se han escrito algunas novelas con años de investigación detrás que, sin embargo, han llenado las grandes lagunas documentales con una imagen idílica muy estilo Disney-Pixar que poco tiene que ver con lo que se conoce.

Y aquí llega lo mejor del asunto… lo que se conoce viene escrito por mano de un enemigo acérrimo, el piloto mayor de la expedición, el portugués Pedro Fernández de Quirós. Pocos placeres hay más deliciosos que tratar de reconstruir un personaje histórico de mano de una crónica tremendamente hostil, leyendo entre líneas y confrontando omisiones y contradicciones en que suelen caer los amanuenses devotos de su propia causa. Y Quirós se presta alegremente a hacer de Procopio de su Teodora particular, como veremos. Mucho más entretenido que los cronistas pelotas, dónde va a parar.

Isabel nació en Pontevedra en 1567, en el seno de una rica familia de exploradores y gobernadores portugueses, los Barreto. En algunos sitios leerán que era bella y sensible, pero esto no se sabe muy bien de dónde sale, pues ni siquiera se conserva ningún retrato suyo. Su padre decidió que recibiera una educación más próxima a la de sus hermanos que a la que socialmente le estaba reservada: para entendernos, en la escala Stark estaba más cerca de Arya que de Sansa. La familia se trasladó al virreinato del Perú, donde formaron parte de la alta sociedad limeña. Allí conoció en 1585 a Don Álvaro de Mendaña, que con cuarenta y cuatro años le doblaba la edad, y con el que se casó. Mendaña había descubierto las islas Salomón en su primer viaje y desde entonces había dedicado la friolera de veinticinco años a obtener la autorización pertinente para volver y poblarlas, además de aprestar la expedición. Para que luego se quejen si Hacienda tarda dos meses en devolverles la renta.

Sin duda, en estos preparativos ayudaron los cuarenta mil ducados que puso doña Isabel de su dote (que al cambio actual equivalen a un montón de dinero, más o menos) y la llegada del nuevo virrey don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, que dio todas las facilidades del mundo para la realización del viaje. No solo vendió de saldo a Mendaña tres naves, que curiosamente fueron equipadas con el material incautado al pirata Richard Hawkins, sino que facilitó el reclutamiento de más de doscientos soldados. Que este y no otro era el motivo principal del virrey: deshacerse de un buen número de hombres de armas ociosos y pendencieros; hay que recordar que las guerras civiles entre conquistadores habían terminado tan solo treinta años antes y era imperativo mandarlos a molestar a otra parte.

Finalmente, en 1595 la pequeña flota se hizo a la mar desde El Callao en busca de las míticas Salomón, de donde supuestamente salió el oro para construir el famoso templo bíblico. Formaban parte de ella casi trescientos hombres entre feroces soldados y supersticiosos marineros, que protestaron amargamente por la presencia de noventa y ocho mujeres y niños a bordo. Los hermanos de Isabel se enrolaron como capitanes mientras que el maestre de campo, oficial al mando de las tropas, era Marino Manrique, un veterano de unos sesenta años con la rara habilidad de pelearse con todo el mundo. Con esta combinación explosiva no es de extrañar que pronto empezaran los problemas; los realities de supervivencia ya los inventaron los españoles siglos antes de la televisión.

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Serie El corazón del océano. Imagen: Globomedia / Antena 3 Films

Al principio la singladura discurrió plácidamente. Lo más destacable para Quirós es el ritmo al que se sucedían las bodas en los navíos —hasta quince cuenta el portugués—, que más parece una versión antigua de Arcabucero busca esposa, aunque no debería extrañarnos demasiado; en la época de la Conquista era habitual que mujeres solteras escogieran un marido entre los miembros de la hueste con la esperanza de prosperar socialmente. Las primeras islas que encontraron las bautizó Mendaña como islas Marquesas en honor del virrey y aquí tuvieron el primer intercambio cultural con unos indios guapos y rubios (siempre según nuestro cronista luso), que acabó como el rosario de la aurora cuando estos se mostraron muy rápidos de manos a la hora de llevarse souvenirs de España. También se mostró rápido Manrique, pero en este caso de gatillo, lo que ocasionó las primeras discusiones entre el adelantado y los militares.

En la siguiente etapa del viaje el nerviosismo aumentó varios niveles, pues los días pasaban, la comida se consumía, pero ni rastro de las dichosas islas, a pesar de que su localización era conocida. El piloto mayor se convirtió en el centro de todas las críticas, aunque hay que decir que no era culpa suya, sino del deficiente sistema de cálculo de la longitud usado en la época. Quirós, que era un marino experimentado, aprovecha aquí para hacerse un poco la víctima, tónica que irá repitiendo a lo largo de su relato alternándola con la desenvoltura con la que se presenta como un alma noble y piadosa, exenta de ambiciones personales. Hay que puntualizar que Pedro había nacido en Évora, capital de los franciscanos portugueses, y había bebido de la fuerte religiosidad y misticismo de estos; era partidario del plan de convertir los territorios descubiertos en un piadoso reino de Dios en la Tierra que ríase usted de la Cataluña que promete Junts pel Sí. Así que aspiraciones sí tenía.

En estas, al mismo tiempo que encuentran la isla de Santa Cruz, a tan solo trescientos kilómetros del destino original, la nave almiranta se pierde. Como sea que la isla es grande y los nativos parecen amistosos, se hacen planes para establecerse y buscar a los extraviados. El maestre y los soldados bajan a tierra y comienzan a construir un fuerte en donde les parece, mientras el adelantado y la familia Barreto permanecen aún en las naos; el enfrentamiento está servido y la opinión de Isabel es muy clara. Es necesario deshacerse de Manrique, pues los soldados no paran de quejarse y conspirar para marcharse. Al parecer, en cuanto vieron que nada de oro, de tesoros o templos que saquear, y que lo de poblar aquel lugar iba en serio, hicieron todo lo posible por sabotear el intento. Para ello, Manrique empleó una técnica tradicional hispana de gran éxito que aún se emplea en la actualidad para privatizar empresas públicas rentables: la metodología CELPO —cagar en la propia olla—. Esperando forzar a Mendaña (que se encontraba enfermo) a abandonar el proyecto, provocó un levantamiento indio quemando sus pueblos y asesinando alevosamente al cacique Malope, amigo de los españoles.

Sin embargo, los Barreto reaccionaron y mataron a Manrique por traidor. Los soldados implicados en la muerte de Malope también fueron ejecutados, pero esta represalia no satisfizo a los indios. Mientras tanto, la enfermedad se iba propagando por el campamento español: Álvaro de Mendaña fallece y deja en su testamento a su esposa Isabel todos sus títulos. Lorenzo Barreto es nombrado almirante, pero muere también días más tarde en una patética y macabra escena en la que el vicario no puede ir a darle la extremaunción por estar agonizando, así que Quirós no sabe a quién trasladar, si al religioso o al almirante. Isabel se convierte de golpe y porrazo en la jefa de todo.

Con el grupo dividido y arrinconado por los indios, esta es la «herencia recibida» por la flamante nueva gobernadora, que rápidamente ve que la expedición es un fracaso y decide poner rumbo a Manila. Aquí es donde Quirós empieza a ser muy deshonesto en su crónica, pues aunque no lo diga, a estas alturas de la película lo único salvable son los derechos de una futura exploración y el marino portugués lo sabe perfectamente. Así que se dedicará a cuestionar todas las decisiones de Isabel, a la que presenta como «varonil, autoritaria y despótica». Se me escapa de qué otra manera podría haber sacado adelante Isabel Barreto la situación, imponiendo su criterio a un grupo de hombres tan peligrosos. Desde luego, siendo empática y comprensiva no. Es llamativa la comparación con el destino de doña Inés de Atienza, mujer del adelantado Pedro de Ursúa, que fue pasando de mano en mano durante el siniestro y surrealista episodio de Lope de Aguirre por el Amazonas hasta su trágico final.

An aerial view of Marovo Lagoon in the Western Province of the Solomon Islands. Flying over the lagoon and the province’s main town of Gizo, Secretary-General Ban Ki-moon was able to observe the effects deforestation, climate change and natural disasters.
Vista aérea de la laguna de Marovo en las islas Salomón. Fotografía: United Nations Photo (CC)

Quirós quiere abandonar los dos galeones menores, en mal estado, y reciclar el material para la nao capitana, mientras que Isabel ordena salir con las tres naves. Ni que decir tiene que Pedrito la pone a parir, pero tampoco aclara cómo pensaba alojar a tanta gente en un solo barco. La Barreto pone los suministros bajo llave, aísla a los enfermos en una de las naves y la expedición abandona Santa Cruz. A pesar de los ruegos, chantajes, conspiraciones y presiones, Isabel mantiene un férreo control de la comida y el agua, lo que le granjea todo tipo de epítetos por parte del piloto. La situación es desesperada y la adelantada se angustia como todos los demás. Se suceden las protestas, los llantos, los rezos frenéticos. Isabel es muy criticada por usar en una ocasión agua para lavar su ropa. Quirós se convierte en portavoz de los descontentos por el riguroso racionamiento. Y sin embargo, en el momento crítico el milagro se produce: tierra.

En las islas de los Ladrones, los españoles se proveen de los víveres imprescindibles para llegar a las Filipinas. La nao capitana acaba entrando en la bahía de Cobos (Cobo Bay), en donde los indios venden comida a los exhaustos expedicionarios. Isabel, temiendo un motín o una desbandada, prohíbe desembarcar sin su permiso. Un soldado casado —alguna historia posterior se inventa también un hijo pequeño, son los problemas de confundir novela con fuentes históricas— baja a comprar saltándose las órdenes y es condenado a muerte por la gobernadora, que cede ante las súplicas de Quirós. Sin duda son medidas draconianas, pero probablemente sin esta exhibición de dureza nadie la habría tomado en serio. Compárese con la suerte de las otras dos naos, que se perdieron casi al final del viaje: la de los enfermos acabó a la deriva con todos los tripulantes muertos y la otra, que decidió desertar, desembarcó en un lugar controlado por los españoles. Acabaron liándola parda y el gobernador los mandó a Manila encadenados. Este era el material humano con el que se manejó Isabel.

Faltaba el capítulo final, la llegada a Manila. Quirós hizo notar que la nao estaba en muy mal estado (para ello despacha varias páginas en esa lengua romance incomprensible que es la jerga marinera) y sugirió desembarcar artillería, enseres y personal, que ya iría él con los marineros a buscar ayuda «y si eso ya vuelvo». La Barreto, naturalmente, no tragó con esta sucia maniobra, pues eso suponía dar campo libre al piloto para acceder al gobernador Luis Pérez de las Mariñas en solitario. La carrera por una nueva cédula real había comenzado. Contra el pronóstico de Quirós, el barco resistió y el 11 de febrero de 1596 entraba triunfalmente en el puerto de Cavite la «Reina de Saba de los Mares del Sur», como la llamaron, recibida con honores y salvas de artillería. Isabel se casó enseguida con Fernando de Castro, un sobrino del anterior gobernador de Filipinas, ya que necesitaba un marido adecuado para hacer valer sus derechos ante la burocracia Habsburgo.

En este empeño se pierde la pista de Isabel Barreto, pues hay quien dice que viajó con su marido de Perú a España a reclamar, muriendo finalmente en Galicia, y hay quien la ubica de nuevo en Lima, donde fallecería dejando un testamento típico de la alta sociedad hispanoamericana: haciendas, encomiendas y esclavos domésticos. Quirós se movió más deprisa y usó sus contactos con la Iglesia para que el nuevo monarca, Felipe III, le concediera una cédula de exploración. En 1607 descubrió las islas Vanuatu y se especula aún si llegó a tocar tierra australiana, palabra que al parecer acuñó al unir «Austria» con «Austral». Es paradójico si tenemos en cuenta que con el criterio de Quirós, partidario de abrir el acceso a los víveres a gentes poco fiables, es posible que no hubiera vivido para pleitear derechos. La imagen que retrata de Isabel Barreto es partidista e injusta, aunque no puede ocultar los hechos: fue precisamente la «actitud varonil», es decir, la capacidad de liderazgo de la gobernadora sobre subordinados tan difíciles, la que mantuvo la disciplina necesaria en ese trance. Isabel no era una princesa Disney moderna. No sabemos si soñaba o era sensible, pero sí que, a pesar de su lógico miedo y del hándicap de ser mujer en el siglo XVI, supo tomar decisiones controvertidas y valientes, prevaleciendo allí donde muchos homólogos varones habían perecido. Como la gran exploradora que fue.

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24 Comentarios

  1. Pingback: Isabel Barreto, la reina de Saba de los Mares del Sur

  2. Jesús Couto Fandiño

    Hombre, lo de las expediciones y las peleas, deserciones y demas… no es tanto el material humano (que si, que no era lo mejorcito), sino lo lógico: estas discutiendo ahi con peña cual es la mejor posibilidad de no palmarla de hambre, escorbuto, naufragio… si ya una reunion de vecinos es un desastre, lo de discutir que es mejor cuando la perspectiva es «y si la cagamos estamos todos muertos» no ayuda mucho al debate.

    No quita que evidentemente la señora tenia que tener muchos arrestos para imponerse a soldados y marineros y que sus decisiones fueron correctas, pero eso, en su lugar mas de uno tambien habria dicho «a ver si desertando me salvo» por ejemplo

  3. Antiguamente, en los años sesenta del siglo pasado, no lo quepa a usted duda de que en la escuela primaria, y en el bachillerato, plan de 1957, asignatura Historia de 4°, se enseñaba descubrimiento y conquista, de América, por supuesto, y por lo menos Magallanes y Elcano.
    ¿Dónde iba a ser? Pues en el contexto de los Reyes Católicos y la España imperial, ¿dónde, si no?
    Los nombres y los hechos de los principales conquistadores nos eran más que familiares a los, entonces, niños. De alguna manera, Pizarro, Cortés, Elcano,etc. se nos proponían como modelos. Naturalmente que había lemas políticos de tipo imperialoide sobrevolando aquella historia de España, aquella escuela y aquellos institutos, pero entre «La espada al servicio de la cruz» y el nebrijeño, -pongo por ejemplo- «Siempre la lengua fue compañera del imperio», y todas esas cosas, a los chicos lo que nos quedaba era la gesta, lo épico, el haber llevado la civilización a 20 naciones que llamaban Madre Patria a España, el haber desarrollado un floreciente mestizaje, el haber implantado allí audiencias, universidades, etc.
    Aprender para siempre el lema «Primus circundedisti me» con 10 o doce años…
    En fin, a qué seguir, si difícilmente se habrá de creer lo que digo.
    Pero no creo ser un caso aislado; hablo de coles de barrio e institutos de pequeña capital de provincia. Hablo, tal vez, de profesores entusiastas, no lo sé.
    ¿Podría probarse lo que afirmo? Quizá, mirando las enciclopedias, los libros de texto de SM… Bastaría para saber, de un vistazo, si aquellas cosas estaban o no estaban presentes en el sistema educativo, y con qué importancia.
    Para niños, para muchachos catorceañeros, claro. No se pretendía entrar al detalle minucioso ni erudito, sino poner a los españolitos de entonces en contacto con la historia.
    No era poco, para según vinieron las cosas luego.

    Ha sido después, cuando el asunto se cayó de los programas (salvo el residuo que hay en la Historia de 2° de bachillerato hoy) y en su lugar se dejó entrar en ellos no sé qué complejos de sanguinarios destrozamundos. Cuando, tal vez, convino deshacer para siempre cierta idea de España, llevándose por delante lo nefasto de aquel concepto, y, de paso, lo que hubiera en él de valioso.
    Cuando, de mayores, hemos leído lo que había que leer, créame don Alejandro García, que a los niños del tiempo franquista del desarrollismo, nos sonaba la música.

    • ¿Has leido el texto? estás dando la razón al autor.

      • Respuesta para Rubén.
        No pretendía quitársela, faltaría más. Más bien, contribuir con mi poco valioso y muy discutible «testimonio» a poner algo de luz sobre uno de esos contextos que el autor cree especialmente mutilados, dentro de otro contexto , el tardo franquismo, en el que inevitablemente me tocó crecer.
        Ahora, sin embargo, me surge la duda, Rubén, acerca de si usted ha entendido claramente lo que escribí.

  4. Un manual imprescindible para empezar a leer sobre este asunto, el de Francisco Morales Padrón, «Hª del descubrimiento y la conquista de América» donde se trata también, y no poco. del Pacífico, publicado cuando empezaba a deshacerse aquella España de la que hablaba atrás. Hay reediciones.

  5. Hay una versión novelada por Robert Graves de la expedición de Isabel Barreto: «Las islas de la imprudencia»

  6. Las venas abiertas de America Latina es un libro bastante esclarecedor, pero no deja bien a espanholes portugueses ingleses holandeses..

    • Está igual de la relacionado con el artículo que la conquista del oeste por EEUU. Bien hecho mencionándolo ;).

  7. Un artículo bien escrito e interesante. Me hubiera gustado saber un poco más de las relaciones con los nativos de Salomón y que no se le llamara «indios» a polinesios y melanesios.

    Antes de ser virrey, García Hurtado de Mendoza fue gobernador de Chile y se le recuerda por ser un joven educado (en su séquito estaba Alonso de Ercilla) y sádico (ordenó cortarle las manos a Galvarino y empalar a Caupolicán).

    Saludos.

    • Alex García

      He mantenido la denominación que usa Quirós en su crónica, que concuerda con la de la época; para los españoles todos estos nuevos territorios son «las Yndias» y los nativos son «indios», denominaciones que mantendrán a pesar del paso de los siglos y la popularidad de otros nombres. La verdad es que son curiosas desde nuestro punto de vista, en varias ocasiones hay incidentes con víctimas mortales producto de malinterpretaciones en cuanto a comportamientos diversos. Sin embargo esto no parece impedir nuevos acercamientos. También choca la diferencia de aspecto entre los originarios de unas islas (Isabel Barreto le pide a una habitante de las Marquesas que le deje un mechón de pelo, porque le llamó la atención su color rubio) y los de otras (los de Santa Cruz son todos morenos), y la similitud de costumbres, aunque supongo que a los españoles se les pasarían los detalles más sutiles. Así como los polinesios les regalan comida (sea por miedo o amistad), los filipinos que ya saben de qué va la cosa, la venden. La crónica es muy interesante.

      La descripción de Mendoza me recuerda a rasgos de Cortés, educado y cruel. Este punto de crueldad creo que era bastante común en la Europa del siglo XVI, aunque por supuesto había grados y disparidad de opiniones.

      Ah, y muchas gracias por los elogios.

      • Dr. Johnson

        Todavía en la primera mitad del siglo XX, en Cantabria y Asturias, a los emigrantes que volvían, mas o menos ricos, de América se les conocía como «Indianos»…

        • Alex García

          Cierto, en Barcelona hay un barrio que se llama «El Congreso y los Indianos», donde se alojaron los catalanes adinerados que salieron de Cuba en 1898. Otro nombre curioso es el de «Perulero/Pirulero», que se refería a los burgueses enriquecidos con las minas en el Virreinato del Perú que volvían a España.

          • El congrés dels Indians, efessstivamente, donde mi madrileño culo ha ido a dar, con perro y una hipoteca.

            Muy bueno el artículo!

        • También en Canarias, en la isla de La Palma todos los años el lunes de carnaval es el día de los indianos.

  8. Muy interesante y me han encantado los toques de humor. Coincido que hay muchas cosas que contar de esa época, sin caer en visiones edulcoradas ni en leyendas negras. En la América anglosajona, los ingleses decidieron exterminar a la población indígena con mantas impregnadas de viruela pero de esas cosas nadie habla.

  9. Xose M Barreira

    Muy interesante articulo pero hubiera estado bien que indagara un poco en nuestra literatura reciente, se hubiera encontrado con una novela historica bien documentada de Pemóm Bouzas, escritor y presentador en la TVG, titulada » EL INFORME MANILA» y dedicada a la figura y azañas de Isabel Barreto.
    Es algo pendiente, coincido co el autor, revisar nuestra historia para reconciliarnos con ella y sacer a la luz muchas grandes historias desconocidas para el gran publico. No hace tanto que hemos recuperado solo un poquito a otro gran personaje muy olvidado, el almirante Blas de Lezo. En Inglaterra seria heroe nacional. Vendria bien para tener un poquito mejor nuestra autoestima, especialmente ahora que, hemos venido a saber que por otros lares libres de toda sospecha las lian pardas con engaños de proporciones insospechadas (VW, DAS AUTO… judicial). Quien nos lo iva a decir. Saludos. XMB

  10. Excelente historia, expuesta con mucha agilidad y gracia. La Conquista está salpicada de casos desmesurados y fascinantes. Ya que se ha metido usted en el tema de mujeres excepcionales, con tan buen resultado, ¿no se anima con Da. Mencia de Sanabria y su «expedición de mujeres» al Río de la Plata?

  11. Gran articulo repasando aquella parte salvaje de la historia y le fascinante mundo de los descubrimientos.
    Hace tiempo que resido en Australia y investigando un poco parece bastante seguro que mucho antes que el capitan James Cook navegantes espanoles o portugueses -o Gallegos???- llegaron a estas tierras
    Referencias en la Toponimia como Spanish Bay http://www.stradbrokeislandgalleon.com/
    http://gutenberg.net.au/ebooks05/0501051h.HTML
    Aparecieron restos de barcos hechos de caoba que solo los Espanoles o portugueses podrian construir
    https://en.wikipedia.org/wiki/Mahogany_Ship
    existen evidencias en la lengua de los aborigenes australianos que usaban bastantes palabras galaico portuguesas como Tartaruga para definir a una tortuga
    Y por ultimo pero no menos importante el estrecho que separa a Australia de Papua Nueva Guinea se llama estrecho de Torres en honor al navegante galaico? Luis Vaz de Torres
    Y hasta aqui puedo hablar

    • Alex García

      Efectivamente, fue Luis Vaz de Torres quien descubrió el estrecho que lleva su nombre. Este paso fue un secreto militar celosamente guardado por los españoles hasta la toma de Manila por los ingleses en 1762-64, en que descubrieron las cartas de navegación. Parece ser que esto facilitó la expedición de Cook. En cuanto al origen portugués/galaico/español, hay que tener en cuenta que en el momento histórico de la narración España y Portugal están unidas por sucesión en la figura de Felipe II (quien estuvo a un pelo de trasladar la capital a Lisboa, por cierto). Es habitual encontrar la América española de pilotos, comerciantes o religiosos portugueses. Los barcos que usaban derivaban de una innovación portuguesa, la carabela famosa (tiene varios nombres), con casco redondeado, castillo de popa alto y madera muy resistente. Un día a ver si escribo algo sobre la carrera tecnológica que supuso la disputa del Atlántico y la batalla por el dominio del Caribe, las rutas comerciales o la Carrera de Yndias.

  12. Pingback: Isabel Barreto, la reina de Saba de los Mares del Sur « Enseñanzas Náuticas

  13. David Brodie

    Hablando de referencias, creo que es bueno recordar también «Las Islas de la Imprudencia», de Robert Graves. También servirá para dar cierto contrapunto a tanta autocomplacencia (principalmente galaica).

  14. Me gustaria tener mas informacion sobre la Sra. Isabel Marreto y que aportacion dio

  15. Pingback: La colonia que nunca quisimos – El Sol Revista de Prensa

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