Ciencias

Las expediciones elementales

Paneles de la Estación Espacial Internacional. Fotografía: NASA (CC).
Paneles de la Estación Espacial Internacional. Fotografía: NASA (CC).

La Expedition 1 fue la primera misión de larga duración de la Estación Espacial Internacional que comenzó el 2 de noviembre del año 2000. Los rusos Sergei Krikalev y Pavlovich Gidzenko, junto con el estadounidense Bill Shepherd, permanecieron ciento treinta y seis días orbitando nuestro planeta. Unos meses más tarde, en la Expedition 2, participaron dos ingenieros aeronáuticos americanos, Susan Helms y James Voss, y un comandante ruso, Yury Usachev. Esta vez la misión duró un poco más: ciento sesenta y tres días.

Expedition y Expedition 2 fueron también los nombres escogidos por la farmacéutica Eli Lilly para los dos primeros ensayos clínicos con el fármaco antialzhéimer solanezumab. Los ensayos empezaron en el año 2009 y se llegaron a reclutar más de dos mil pacientes.

Solanezumab era el enésimo fármaco antiamiloidogénico. Tras este pomposo nombre se esconden diferentes estrategias para eliminar los depósitos de escombros que se encuentran en los cerebros de los enfermos de alzhéimer. Esos despojos, que solo se pueden estudiar con exactitud tras la muerte del enfermo, están formados mayoritariamente por un péptido (un conjunto de aminoácidos unidos), al que se llama amiloide. Así que a las moléculas que intentan que no se acumule el amiloide se les llama antiamiloidogénicos. Así de fácil. Y ya Alois Alzheimer describió estos depósitos cerebrales en su artículo original del año 1907, y que fue traducido al inglés casi con un siglo de retraso. En este artículo primigenio, el doctor Alzheimer diseccionó con elegancia y esmero el primer caso de la enfermedad del olvido en una paciente de cincuenta y un  años llamada Auguste Deter, pero esa es una historia que habrá que contar en otra ocasión.

Durante los primeros ochenta años del siglo pasado, la enfermedad de Alzheimer cayó en el mayor de los ostracismos, hasta que la esperanza de vida comenzó a incrementarse a finales del siglo XX. Corría el año 1991 cuando John Hardy y David Allsop publicaron en la revista Trends in Pharmacological Sciences el artículo titulado «Amyloid deposition as the central event in the aetiology of Alzheimer’s disease», el cual marcaría una época. Han pasado desde entonces veinticinco años. Y en este tiempo se han probado un buen número de fármacos basados en la eliminación del amiloide en el cerebro. Y hasta ahora nada, sin noticias de Gurb.

Unos setecientos años antes, William of Ockham, el fraile franciscano que vivió en la ciudad de Surrey, establecía el principio de simplicidad en la resolución de problemas que se conoce como navaja de Ockham, y que posteriormente el nobel galés Bertrand Russell renombró como principio de parsimonia. Este postulado básicamente afirma que, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. Dicho de otro modo: hay que explicar los fenómenos con el menor número posible de causas. Bien, pues utilizando este principio de razonamiento, desde el año 1991 se acepta que si en los cerebros de los enfermos de alzhéimer hay depósitos de amiloide, el amiloide debe de ser el causante de la enfermedad. Y como punto de partida podríamos aceptar que es una hipótesis aceptable. Pero es que han pasado veinticinco años. Y seguimos pensando que la explicación más sencilla sigue siendo la más probable para la enfermedad de Alzheimer. Veinticinco años después. Y miles de millones de dólares más tarde.

Expedition 3 fue el nombre de la tercera misión a la Estación Espacial Internacional, comandada por el estadounidense Frank Culbertson, el único norteamericano que no estaba en la Tierra en los ataques terroristas del 11S a las Torres Gemelas, y que fotografió las columnas de humo que nacían en Manhattan a doscientas cincuenta millas de altura. Él fue uno de los tres hombres que vio el horror desde el cielo. «Las lágrimas no fluyen igual desde el espacio», sentenció.

Vista nocturna del Medio Oeste de los Estados Unidos desde la Estación Espacial Internacional. Fotografía: NASA (CC).
Vista nocturna del Medio Oeste de los Estados Unidos desde la Estación Espacial Internacional. Fotografía: NASA (CC).

Los dos ensayos clínicos Expedition del gigante americano no arrojaron los resultados esperados. En los pacientes no se conseguía interrumpir el deterioro cognitivo lo suficiente para echar las campanas al vuelo. Pero una luz aparecía al final del túnel. Aquellos pacientes con enfermedad leve parecían mejorar mínimamente. Pero para el foro de referencia en el campo, el AlzForum, el beneficio era pequeño. Probablemente más pequeño que los fármacos que actualmente se usan para el tratamiento de la enfermedad y que, hasta el momento, solo modulan los síntomas sin evitar el curso de la enfermedad.

Cuenta Paula Garret, la directora de marketing para el solanezumab de la gran farmacéutica americana, que cuando comentó los resultados con Paul Aisen, consultor de los ensayos clínicos de Eli Lilly y director del Alzheimer´s Disease Cooperative Study, este le confesó, también con los ojos llenos de lágrimas, que no se resignaba a creer.

Así que en 2013 comenzó Expedition 3, cambiando mínimamente la estrategia. Probarían de nuevo el fármaco solanezumab en un fase III en otros dos mil enfermos de alzhéimer, esta vez en pacientes «leves», esto es, antes en el curso de la enfermedad que en los ensayos Expedition y Expedition 2. El ensayo debía acabar en otoño de 2016.

El 15 de marzo de 2016 Eli Lilly anunciaba en su central de Indianápolis un cambio en el diseño del ensayo clínico Expedition 3. El cambio consistirá en modificar la interpretación de los datos a obtener. Es decir, no cambia el estudio, pero sí la forma de analizarlo.

El reclutamiento de pacientes para el Expedition 3 concluyó en 2015. La última visita a un paciente se prevé realizar en octubre de este año. Los resultados del efecto de solanezumab en pacientes con enfermedad de Alzheimer leve no los tendremos antes de 2017. Nadie sabe lo que pasará cuando se desbloquee el estudio.

Unos años antes, en 2006, la prestigiosa revista americana Nature Medicine, jugando con las palabras del bestseller de Dan Brown del 2003, publicaba un artículo de opinión titulado «The amyloid code». Empezaba así: «En la Iglesia del Santo Amiloide, el dios reinante es una proteína de cuarenta y dos aminoácidos, que se cree que es la clave de los misterios que subyacen a la enfermedad de Alzheimer. El amiloide tiene muchos creyentes, y como buena religión, unos pocos acérrimos herejes que cuestionan su supremacía».

En poco más de un año sabremos si las lágrimas del doctor Aisen estaban científicamente justificadas o, por el contrario, eran de cocodrilo.

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3 Comentarios

  1. JJ Gomez Cadenas

    magnífico, socio

  2. Gran artículo, importante estar actualizado en la lucha contra esta enfermedad

  3. Pingback: Alzhéimer, ¿el fin de la expedición? - Cuaderno de Cultura Científica

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