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Paso de vosotros: breve historia del desprecio ilustre

07 Oct 2010, Rome, Italy --- Nick Cave perform in Rome. --- Image by © Simone Cecchetti/Corbis
Nick Cave. Fotografía: Corbis.

Correo musical

A principios de 2006 se anunció que los Sex Pistols estaban a punto de entrar a formar parte del legendario Rock and Roll Hall of Fame, pero cuando Johnny Rotten escuchó aquella noticia decidió redactar a mano una misiva que enviaría por fax a los responsables del asunto. Aquel texto que recibieron en la sede del Rock and Roll Hall of Fame, y que Rotten colgaría públicamente en internet, rechazaba el reconocimiento con una refinada explicación:

Al lado de los Sex Pistol el rock and roll y ese Hall of Fame son una mancha de meado. Vuestro museo. Orina en vino. No vamos a ir. No somos vuestros monos. ¿Y entonces qué? La fama a veinticinco mil dólares si pagamos por la mesa o a quince mil por chillar desde la tribuna, dinero que va para una organización sin ánimo de lucro que nos vende a un montón de famosos viejos. Felicidades. Si habéis votado por nosotros, esperamos que hayáis explicado vuestras razones. Sois jueces anónimos, pero seguís siendo gente de la industria musical. No vamos a acudir. Vosotros [escrito erróneamente como «your» en el original] no prestáis atención. Fuera de este mierda-sistema está un verdadero Sex Pistol.

John Lydon «Johnny Rotten». Fotografía: Shell Smith (CC).
John Lydon «Johnny Rotten». Fotografía: Shell Smith (CC).

El mensaje resultaba tan divertido que el propio Jann Wenner, fundador del Hall of Fame y de la revista Rolling Stone, lo leería en directo entre las risas de los presentes para a continuación dar por cerrado el asunto anunciando a Rotten que de todos modos aquellos trofeos con los que se honraría al grupo estarían expuestos en el museo por si algún día quería ir a recogerlos y destrozarlos. Wenner remató el asunto con un «¡Bienvenidos al Rock and Roll Hall of Fame, Sex Pistols!».

Aquel 2006 también sería el periodo durante el cual Black Sabbath aceptaría una plaza en ese Hall of Fame, lo curioso es que unos cuantos años antes el grupo había rechazado la misma invitación a través de otra misiva que firmaba Ozzy Osbourne explicando los motivos de la renuncia:

Retirad nuestro nombre de la lista. Ahorrad la tinta. Olvidaos de nosotros. La nominación no tiene sentido porque no ha sido votada por los fans, ha sido votada por la supuesta élite de la industria y los medios que nunca en su vida ha comprado un disco o una entrada para un concierto, por lo que su voto es irrelevante para mí. Afrontémoslo, Black Sabbath nunca ha sido la niña mimada de los medios. Somos una banda de la gente y eso nos encaja perfectamente.

En 2012 otro artista legendario rechazaba con una educada carta el lugar que el Hall of Fame le acababa de conceder. Se trataba de Axl Rose y tenía sus razones para declinar la oferta, los Guns N’ Roses que lideraba distaban mucho de la formación original que se premiaba:

No asistiré a la ceremonia del Rock and Roll Hall of Fame 2012 y respetuosamente declino mi introducción como miembro de Guns N’ Roses. Pido encarecidamente no ser introducido en mi ausencia y no autorizo a nadie para hacer o decir nada en mi nombre […] No quiero ofender ni atacar a nadie. No quiero disgustar a ninguno, especialmente a los fans, pero nada ha cambiado en los últimos años acerca de mi postura hacia los miembros de la formación original. Y no quiero distraer la atención hacia la formación actual de Guns N’ Roses.

«And the Oscar goes to…»

Dudley Nichols inauguró el arte de renunciar al Óscar en 1936 al pasar de largo de aquel que le concedieron por el libreto de El delator. Nichols rehusó la distinción por lealtad a su oficio: en el momento en el que se le otorgaba el premio la Screen Writers Guild se encontraba en plena huelga.

La silueta de George C. Scott exhibía una orografía rota por culpa de una nariz que había sido fracturada en cinco ocasiones durante las numerosas peleas de bar por las que el hombre se aventuró a pasear los nudillos. El rostro de aquel actor además de contener talento sembraba temores entre sus compañeros de trabajo: durante las representaciones de la obra teatral Plaza Suite la coprotagonista, Maureen Stapleton, se acercó al director de la función, Mike Nichols, para confesar que no sabía cómo reaccionar cuando se encontraba ante Scott porque el intérprete le daba auténtico pánico, algo a lo que Nichols le contestó con un directo: «Querida, el mundo entero le tiene miedo a George». En 1959 obtuvo su primera nominación al Óscar por su intervención en Anatomía de un asesinato de Otto Preminger. Un par de años más tarde volvería a ser nominado como actor secundario por el papel que vestía en El buscavidas, pero en esta ocasión se dirigió a la los miembros de Academia para decir que muchas gracias pero que pasaba del asunto. La institución decidió no retirar su nombre de los nominados, aunque finalmente su interpretación no se llevaría el Óscar. El actor había decidido obviar los premios porque consideraba que toda aquella fanfarria era una competición de popularidad absurda, y poco después lamentaría no haberle dado más bombo a su renuncia de algún modo polémico o controvertido que hubiera servido para darle un empujón a la Academia en otra dirección. Tras la renuncia a participar en el show de los Óscar, Scott estaba convencido de que en Hollywood no iban a volver a anotar su nombre en ninguna candidatura futura, pero se equivocaba por completo: sería nominado durante los dos años siguientes por Patton y Anatomía de un hospital (el título original era The hospital, pero aquí en aquellos tiempos ya estábamos jodiendo con las traducciones). En el caso de Patton su legendaria interpretación acabó conquistando el Óscar y la película cosechó seis estatuillas más, pero la postura de Scott no haría ni el amago de recolocarse. El actor calificaría la ceremonia de un «mercado de carne de dos horas» y aseguraría que ni siquiera se había molestado en verla, porque mientras la gala tenía lugar él se encontraba haciendo algo que realmente no se la sudaba tanto: ver hockey.

En el 73 Marlon Brando entraba en la lista de nominados al Óscar en la categoría de mejor actor por su interpretación del Don Vito Corleone que movía hilos en El padrino, pero el actor anunciaría que no tenía ni la más mínima intención de asistir a la gala de los premios. Cuando su nombre fue leído como el ganador, al escenario subió vestida con un traje apache Sacheen Littlefeather, una activista de los derechos de los indios americanos hija de madre blanca y padre indio nativo. Littlefeather había sido convocada por Brando para rechazar en su nombre el premio y leer un discurso de varias páginas donde denunciaba el trato ejercido por Hollywood y la industria del cine hacia los indios americanos. Pero los responsables de la gala no iban a permitir que la chica se explayase tanto en la lectura del alegato y tan solo le concedieron un minuto de gloria, durante el que Littlefeather abrevió apresuradamente las razones de su presencia en el lugar. Mientras tanto, en el backstage, unas cuantas manos sujetaban a un John Wayne que con la sangre en pleno proceso de ebullición pretendía salir al plató para expulsar del mismo a la amenaza india a empujones. La joven leería más tarde su discurso al completo antes las cámaras y la rumorología inflaría la leyenda urbana de que en realidad se trataba de una actriz contratada y no de una auténtica activista india. En 2012, en el programa Tonight Show de la NBC, Jay Leno y Dennis Miller se encontraban conversando durante una entrevista cuando rememoraron de manera bastante lamentable el asunto al hablar de otra persona:

—Miller: ¿Elizabeth Warren? ¿Es esa chica que dice que es india?
—Leno: Bueno, no.
—Miller: Ella es tan india como aquella stripper que Brando envió a recoger su Óscar por El padrino, ¿vale?

Un diálogo que dejaba bien claro que, décadas más tarde, la gente por un lado seguía teniendo un concepto bastante racista de la raza india y por otro no acababa de creer a la pobre Littlefeather, una persona que a la larga vería hundida su carrera por culpa de aquella intervención pública. La mujer tardaría en atreverse a acusar a las productoras, personalidades, e incluso al FBI, de haberla capado artísticamente. Y eso que su aparición durante aquellos Óscar acabó convirtiéndose en uno de los grandes momentos de la historia de la Academia.

A Trey Parker lo nominaron al Óscar a la mejor canción por aquel temazo llamado «Blame Canada» que había escrito para la película de South Park. Como la invitación para la ceremonia incluía pase para acompañante y Parker estaba soltero, se le ocurrió asistir a la ceremonia de la manita de su compañero y cocreador de South Park, Matt Stone, algo coherente porque en el fondo la pareja era una especie de matrimonio oficial.

En el caso concreto de Parker y Stone no había ninguna intención de despreciar el premio si este acababa recayendo sobre su regazo. A Parker no le supondría ningún problema recogerlo y probablemente le hacía más ilusión de la que jamás llegaría a confesar. Lo que sí que encontraban ambos bastante ridículo era la propia ceremonia de los Óscar, su influencia a nivel mundial y su carácter de pasarela de famosos. Cuando Stone se apuntó a ejercer de acompañante planeó depilarse y deslizarse en un vestido para aparecer sobre la alfombra roja fingiendo ser una exótica modelo europea, pero desechó la idea y la pareja decidió planear algo más divertido. Tanteando la posibilidad de disfrazarse de alguna gilipollez graciosa descartaron a regañadientes llevar traje gigantescos, porque aquello podría servir como razón para impedirles la entrada, y acabaron llegando a la conclusión de que llevar vestidos que otra gente hubiese llevado a galas similares antes era algo que por muy ridículo que le resultase a la Academia no podría ser utilizado por los porteros como excusa para vetarles el paso. El remate al plan era para enmarcar: se meterían LSD justo antes de ir a la ceremonia, una idea que era tan estúpida e imbécil como para que la encontrasen tremendamente graciosa. «Si has tomado ácido sabes que uno de los viajes más chungos con las sustancias psicodélicas ocurre durante las transiciones. Ese momento de cambiar a un espacio diferente. Nunca olvidaré el instante en que al salir de la limusina nos encontramos con sesenta mil putas personas y todas las cámaras del hemisferio occidental», explicaría más tarde Stone. Los padres de South Park pisaron la alfombra bermellón hasta el culo de ácido pero con estilo: Parker iba embutido en un traje que imitaba al vestido verde de escote infinito que Versace diseñó para que Jennifer López diese de qué hablar durante los Grammy de aquel año, y Stone iba vestido a semejanza de Gwyneth Paltrow cuando la actriz recogió el Óscar por Shakespeare in Love engalanada en un traje rosa de Ralph Lauren. Para mayor guasa, antes de iniciar la aventura drag y drogadicta delante las cámaras de todo el mundo, acordaron una única norma: evitar hablar en todo momento de sus vestidos incluso si alguien les preguntaba directamente sobre el asunto.

Marc Shalman (right) with South Park creators, Matt Stone (centre) and Trey Parker
Marc Shalman (derecha), Matt Stone (centro) y Trey Parker (izquierda). Fotografía: Cordon Press.

—Presentador de la CNN: ¿Por qué esos vestidos?
—Matt Stone: Es una noche tan mágica y todo parece tan espectacular que es maravilloso formar parte de todo esto.
—Trey Parker: Es una noche de magia.

La pareja sufrió con lo de tener que tragarse la ceremonia por completo con el agravante de ir drogados durante el proceso. No se llevaron un galardón que finalmente les arrebató Phil Collins con una canción para el Tarzán de Disney, y ellos desde entonces dibujarían al músico en sus apariciones en South Park con un Óscar en la mano. Lo divertido del asunto en el caso de estos chicos no era tanto que rechazasen a Hollywood y sus galardones como que estos les importasen bastante poco: «Había gente que estaba allí con el rollo de “tío, esta es mi gran noche”, anda y que te jodan», soltaba Parker. «Eso era lo gracioso, estábamos en plan “¿de verdad? pero si esto es una puta mierda” […] No tenemos muchos amigos ahora», remataba Stone. De su aventura con el glamur de Hollywood tan solo llegaron a lamentar no haber forzado aún más la broma: «Podríamos haberlo hecho un poco mejor, podríamos habernos puesto algo de azúcar glasé por la nariz. Hubiera sido el “que os follen” definitivo».

En 2010 la Academia anunció un Óscar honorífico para Jean-Luc Godard en reconocimiento a toda su carrera, pero nunca llegaron a contactar con él porque el hombre no les contestaba al teléfono. «Ese premio no significa nada para mí. Nada. Si a la Academia le apetece hacerlo, pues que lo hagan. Pero creo que es muy raro, me pregunto a mí mismo: ¿qué películas mías han visto? ¿Realmente conocen mi cine? El galardón se llama The Governor’s Award. ¿Significa que el premio me lo va a dar Schwarzenegger?».

Renunciar al Nobel

Adolf Hitler se encabronó bastante con lo de que se concediera el Nobel de la paz en 1935 a Carl von Ossietzky, un hombre opuesto al nazismo. Tanto que llegó a prohibir a cualquier alemán aceptar un Premio Nobel, una medida que provocó que Gerhard Domagk, Richard Kuhn y Adolf Butenandt, ganadores de dicho reconocimiento en los años posteriores, se quedasen con las manos vacías pese a la gloria.

La novela El doctor Arrowsmithle convirtió a Sinclar Lewis en ganador del Pulitzer en 1926, pero el escritor declinó el premio con una extensa carta donde criticaba el carácter competitivo de estas celebraciones. Las lenguas más malpensadas comenzaron a extender el rumor de que el hombre lo había hecho por un lado como venganza porque su obra Calle Mayor no lo hubiera ganado en 1921, y por otro porque todo el bombo de la renuncia le traería más publicidad gratuita y beneficios que los mil dólares que acompañaban al Pulitzer. Cuatro años después ganó el Nobel de Literatura y no tuvo problema en aceptarlo, aunque en aquel reconocimiento recompensaban con más pasta.

Borís Pasternak, el autor de Doctor Zhivago, fue elegido como ganador del Premio Nobel en 1958, en parte gracias al empujón dado por una campaña publicitaria encubierta ideada por la CIA. Al conocer la noticia, Pasternak envió un telegrama a la Academia sueca encargada de los Nobel que rezaba: «Infinitamente agradecido, emocionado, orgulloso, sorprendido, abrumado». El mismo día en el Instituto de Literatura de Moscú comenzaron a obligar a los alumnos a firmar denuncias comunales contra la obra y a forzarles a asistir a manifestaciones solicitando el exilio del escritor. La persecución continuó con artículos en contra y otros artistas insignes siendo obligados a echar pestes contra Pasternak. Cuando todo aquello degeneró en la amenaza de cerrarle la puerta de entrada en la Unión Soviética si se le ocurría salir del lugar para recoger el premio, el literato escribió una nueva carta a la Academia sueca: «Teniendo en cuenta el significado que le da a este premio la sociedad en la que vivo, debo rechazar el inmerecido galardón que se me ha otorgado. Por favor, no se tomen esto a mal». El escritor se convertía así en otro caso de premiado rechazando honores, pero haciéndolo a la fuerza. Lo que sí que logró fue que otra persona ganase otro reconocimiento: en 1959 a Bill Mauldin le caía un Pulitzer encima gracias a una viñeta humorística donde un Pasternak ejerciendo trabajos forzados en un gulag soviético decía a su compañero: «Yo gané un Nobel. ¿Cuál es tu crimen?».

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I won the Nobel Prize for literature. What was your crime?, de Bill Mauldin, 1958. Imagen: Library of Congress (CC).

Jean-Paul Sartre rechazó el Nobel en 1964 diciendo: «Un escritor debe negarse a permitir que le transformen en una institución, incluso si dicha transformación tiene lugar de la manera más honorable». En 1973 al diplomático vietnamita Lê Đức Thọ se le concedió el Nobel de la Paz, pero el hombre lo rehusó asegurando que no existía paz en Vietnam.

Brit Pop

La cultura británica reparte títulos y honores como quien tira caramelos. Por eso mismo resulta muy extensa la galería de elogiados con un título de Sir o cualquiera de la otras decenas de honores, condecoraciones y medallas. Pero al mismo tiempo también es asombrosamente grande la lista de personalidades que decidieron no aceptar algún tipo de honor británico por razones diversas. Luis de Battenberg diría que no a un título de duque por no poder llevar el loco nivel de vida al que la categoría estaba sometida. Henry Lascelles, miembro de la Real Orden Victoriana, ignoraría un título de marqués porque creía que serlo implicaba palmarla antes. Sir Winston Churchill, político y autor del noventa por ciento de las citas actuales sobre cualquier tema, cuando ya formaba parte de la Cámara de los Comunes por ser miembro del Consejo Privado del Reino Unido, y con varias condecoraciones territoriales y honores diversos en el bolsillo, rechazó el ducado de Londres para no chafarle la carrera política a su hijo. Alan Lascelles decidió no ser barón porque no le gustaba vacilar.

John Cleese rechazó formar parte de la Orden del Imperio Británico en el 96, y tres años más tarde también decidió no aceptar un título de barón de life peerage con la excusa de «no querer pasar los inviernos en Inglaterra». David Bowie rechazó un título de caballero y declaró: «Nunca he tenido intención de aceptar algo parecido. De verdad que no sé para qué sirve. No es para lo que yo he dedicado mi vida a trabajar». Danny Boyle, Peter Brook, Aldous Huxley, Graham Greene o Malcom McDowell también renunciaron a alguna categoría otorgada por el Imperio británico. La mayor parte de los nombres de quienes decidieron negar estos reconocimientos se conocieron en 2003 cuando se filtró en The Sunday Times un documento que listaba a más de trescientos de aquellos ilustres.

Roald Dahl, por su parte, decidió no aceptar el nombramiento de oficial del Imperio británico porque prefería que le ofreciesen el de caballero. Según sus propias palabras le hacía mucha ilusión poder llamar a su señora «Lady Dahl».

Correo y rock and roll Vol. II

En 1996 Nick Cave llevaba en su maleta nueve discos de estudio publicados junto a sus Bad Seeds, pero aquel  acabaría siendo el año en el que comenzaría a sonar entre el público generalista a causa de un exitoso Murder Ballads que había grabado contando con las colaboraciones de gente como Kylie Minogue, PJ Harvey o Shane MacGowan. La MTV comenzó a programar con mucho éxito el tema «Where the Wild Roses Grow» junto a Minogue, y finalmente acabó nominándole en sus MTV Awards en la categoría de Best Male Artist. Aquella nominación no le haría especial ilusión al artista y acabaría decidiendo hacérselo saber a los responsables a través de una misiva que rezaba lo siguiente:

A todos aquellos en la MTV,

Me gustaría comenzar dándoos las gracias a todos por el apoyo que me habéis dado durante estos años, me siento agradecido y halagado por la nominación que he recibido como mejor artista masculino. Las emisiones que se han realizado de mis duetos con Kylie Minogue y PJ Harvey no han pasado desapercibidas y han sido notablemente apreciadas. Así que de nuevo, mi más sincero agradecimiento.

Habiendo dicho esto, siento que es necesario para mí solicitar que se retire mi nominación como mejor artista masculino y también que cualquier posible nominación o premio que pudiese tener lugar en el futuro se dirigiese a aquellos que se sienten más cómodos con la naturaleza competitiva de estas ceremonias de premios. Yo personalmente no me siento cómodo. Yo siempre he tenido la opinión de que mi música es única e individual y existe más allá de los reinos habitados por aquellos que reducen las cosas a una medición. Y yo no estoy compitiendo con nadie.

Mi relación con mi musa es delicada en sus mejores momentos, y siento que es mi deber tratar de protegerla de influencias que podrían ofender su frágil naturaleza. Ella viene a mí con un regalo en forma de canción y yo en agradecimiento la trato con el respeto que siento que se merece que, en este caso, significa no someterla a las indignidades del juicio y la competición. Mi musa no es un caballo, y yo no participo en ninguna carrera, e incluso si ella lo fuese no la ataría a este yugo, esta carreta sangrienta repleta de cabezas cortadas y premios brillantes. ¡Se podría asustar! ¡Podría escapar! ¡Podría abandonarme por completo!

Y de nuevo, gente de la MTV: aprecio el éxito y la energía que se ha puesto tras mi último disco. Lo hago sinceramente y doy las gracias y de nuevo os daré las gracias, pero no… No, gracias.

Sinceramente, Nick Cave, 21 Octubre 1996.

Y con esta carta, que solo hubiese sido más elegante si Cave la hubiese cincelado en mármol, el músico demostraba cómo debe de rechazarse un reconocimiento con estilo. Johnny Rotten escribiría al Rock And Roll Hall of Fame como si hubiese escondido todas las neuronas debajo de los muebles, pero a esas alturas al Sex Pistol ya no le servía lo de atrincherarse en la excusa de ser más punk que defecar de pie, porque el autorproclamado antisistema contemporáneo no le hacía ascos a venderse para la publicidad o salir el realities televisivos como I’m a Celebrity… Get Me Out of Here!, una especie de Supervivientes para famosetes que se emite en el Reino Unido.  Y mientras tanto Nick Cave utilizaba las líneas para despreciar de manera poética.

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10 Comentarios

  1. The_p0int

    No habría estado de más mencionar a Grigori Perelmán, que rechazó la Medalla Fields. En cuanto a las formas, creo que es cuestión de coherencia estilística. La formalidad de la misiva de Cave puede llegar a resultar cargante. En cambio, existe cierta «belleza» en la sinceridad apasionada de los rudos inconformistas que se mencionan. Sería absurdo que un punk o un escritor del realismo sucio declinasen un premio de forma rimbombante simplemente porque algunos lo considerarían elegante. Más bien, eso suena a un buen motivo para no hacerlo.

    • Pues no sé, pienso que si John Lydon hubiese enviado una carta absolutamente formal rechazando el reconocimiento habría sido más … En realidad lo que hizo fue interpretar su papel en el sistema, o sea, algo absolutamente previsible e incoherente. Si no lo quería, con no ir era suficiente … pienso yo. Pero puedo estar equivocado, claro.

      Saludos.

  2. Miguel Delibes rechazó un ducado o condado, no lo recuerdo con exactitud y los reyes eméritos no fueron a su entierro.

  3. “I’m in the difficult position of being more infamous than famous,” (Rotten)

  4. Pingback: Paso de vosotros: breve historia del desprecio ilustre - Coruña Daily News

  5. Faltó la aceptación del National Book Award por parte de un payaso en nombre de Thomas Pynchon en 1974. Buena manera de complementar la experiencia de «El arcoíris de la gravedad».

  6. La carta de Nick Cave la leí hace un tiempo en el siguiente libro, que por otro lado lo recomiendo si me lo permiten:

    http://salamandra.info/libro/cartas-memorables

    La verdad es que estuvo muy elegante, lo de los Sex Pistols no se lo cree ni él, y el Axel Rosue es un medio gentuza por no decir entero……….en fin.

  7. Falta Wody Allen tocando el clarinete en Nueva York durante la gala de los Oscar

  8. El mejor, Borges, con unas desafortunadas declaraciones en el peor momento sobre sus simpatías por los generales que gobernaban en su país cuando ya había un auténtico coro de voces que clamaban porque se le concediese el Nobel (él, que lamentó por escrito la deriva nazi, mucho antes de la guerra, por lo que suponía de suicidio moral para Alemania, y cuando Argentina estaba llena de simpatizantes del nacionalsocialismo, por supuesto en su propia clase social, y hasta hizo un escrito en el que respondía a los que le acusaban por ello de tener antepasados judíos proclamando su admiración por los judíos y lo honrado que se sentiría de serlo, pero que no…). Perdió el Nobel, sí, pero ha ganado ese status raro de los grandes escritores que no lo tienen que terminan pareciendo más grandes que los que sí lo tienen. No me digan que no parece una típica jugada borgeana…

  9. Irritante

    Dos, de las muchas que podrían citarse, negativas dadas a una propuesta por la que muchos perderían el culo y la vergüenza: ser miembros de la Real Academia Española. Rafael Alberti lo rechazó, diciendo que cómo iba a ser académico él, que ni siquiera había terminado el bachillerato. Y Carmen Martín Gaite, que dijo cuando le ofrecieron el sillón que a ella le daba mucho miedo encontrarse allí con quienes como Rafael Lapesa, Alonso Zamora y (creo) Fernando Lázaro Carreter, habían sido sus profesores en la Universidad de Salamanca.

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