Música

Música, mujeres y violencia sexual

Bikini Kill
Bikini Kill, 1994. Fotografía cortesía de Owen’s Sound.

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El 25 de noviembre se celebra el «Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer» (sic), fecha que observa la ONU para concienciar sobre otra de las barbaridades que cometemos las personas. Aprovechando el día, los medios ofrecen su generosa ración de contenidos. Es curioso que el porcentaje de opiniones sobre la violencia contra las mujeres (desde la cultura, la economía o la política) siga siendo abrumadoramente masculina. Lejos de mi intención sugerir oportunismo o alguna otra clase de actitud discriminatoria a costa de un asunto tan delicado, pero es tanta la presencia de expertos-para-todo, que algunas creerían que los crímenes sexuales los inventaron la televisión y los portales de noticias, siempre en manos de fenomenales compañeros de la información. Pero no, la violencia del género masculino contra el femenino, del femenino contra el masculino, y de cualquier género contra otro o contra sí mismo, ya estaba antes. No se lo van a creer, antes incluso de internet.

Mi intención en este texto se circunscribe a la música pop, y cómo viene reflejando estos temas. Los malos tratos, el abuso, la violación, el asesinato entre parejas, etc. La música es producto de las ideas y costumbres de la sociedad, por lo que siempre será llamativa la presencia o ausencia de temas sobre las relaciones violentas, que insisto, son unas cosas muy antiguas. Esto es como con los contenidos políticos: nos dice mucho de una corriente musical si esta tiene canciones concienciadas, poseur o «apolíticas». Hay estilos que han tratado y tratan de forma muy abierta esta problemática de los malos tratos, sin considerarlos como tal, ni siquiera como un problema. En otros se canta contra ellos de forma militante. También hay ejemplos de pop de trazo grueso, que como con el resto de asuntos mundanos, han hecho chistes de más o menos gusto. Unas veces, la ideología violenta aparece como algo natural a sus intérpretes; vamos, como una continuación de su vida en el arte (véase la plana mayor del hip hop, trap, reguetón…). Otras veces estas canciones sobre la violación o el abuso han sido compuestas como simple entretenimiento de hombres postmodernos, sin pensar en una valoración ética o social, como el que canta fascinado por las fechorías de un asesino en serie. O un violador con capucha. Aquí entraría la mitad del repertorio del pop español de los años ochenta, burlesco y satírico, pero este no es un asunto demasiado interesante. Si no, tendríamos que volver a las camisetas que Malcolm McLaren vendía para epatar a las modernas, impresas con la imagen del violador de Cambridge, o con fotos de niños extraídas de revistas pedófilas. Bueno, a todas no, puntualicemos que Glen Matlock se negó a ponerse la camiseta del niño desnudo por no sé qué principios y lógicamente fue expulsado de los Sex Pistols por moñas.

En el caso de estilos como el folk anglosajón, el blues norteamericano y las canciones populares de Sudamérica (de norte a sur, del corrido mexicano al tango, pasando por el son, la cumbia, el bolero y cualquier variante que se nos ocurra, siempre con sus lógicas excepciones), la misoginia más extrema se ha lucido y luce de forma totalmente desprejuiciada. Es un festival de canciones groseras y salvajes sobre el poder del macho sobre la hembra, que salvo en su puntual etapa como madre, es tratada como objeto de vanidad y recipiente de placer y palos. Las antiguas murder ballads hablaban de asesinatos, incestos, violaciones y abusos de mujeres y niños. El blues no tenía ningún reparo en explicar que el protagonista se encontraba en la cárcel o se había dado a la fuga tras haber matado a la esposa o a una cualquiera, bien por infidelidad, en un arrebato promovido por el alcohol o simplemente porque le había dado la gana. Jimmie Rodgers escribió esta canción sobre los celos y el fragilísimo ego masculino, su «Blue Yodel Nº 1», en 1929, en la que dice «Me voy a comprar una pistola / tan larga como yo de alto / voy a disparar a la pobre Thelma / solo para verla saltar y caer». Rodgers se levanta y pide un café después de la interpretación. Las señoras gritan, no se sabe si de entusiasmo o de ansiedad.

Rodgers, el padre del pop americano, ha sido imitado en multitud de canciones que seguían el significado de estas estrofas. Johnny Cash y los rockeros canallas del siglo XX son el estereotipo del amante del demonio devorado por las pasiones, hasta que sienta la cabeza y se convierte en amantísimo esposo y padre de familia, coincidiendo con la caída del cabello o un serio arrechucho clínico. También hay contraejemplos, por supuesto. Un pelotón de estrellas del rock, con mayor o menor fortuna, ha interpretado canciones sobre las mujeres maltratadas. Si John Lennon amenazaba a la chica con matarla si le dejaba por otro («Run For Your Life»), ahí están Aerosmith con su hit «Janie´s Got a Gun», sobre una adolescente que mata al padre tras violarla. Muddy Waters se ponía en la piel de un hombre maltratado en este single de 1959 para el sello Chess. En una cara, «Mean Mistreater» sobre el sufrimiento emocional, y en la otra, «Walkin Thru The Park», donde el protagonista se ve vagando por la calle porque le da miedo ir a casa, no sea que allí se encuentre con la novia y ella le raje o le dispare. Escúchenle con su increíble grupo de entonces, Otis Spann y Chris Barber incluidos.

Las artistas femeninas han abordado la violencia sexual, no solo desde el papel de víctimas, sino como ejecutoras. Las intérpretes del blues clásico detallaron de forma espeluznante su situación como objeto de los abusos, pero también parodiaron los crímenes musicales que cantaban sus compañeros. La emperatriz del blues, Bessie Smith, grabó canciones como el clásico «Send Me To The Lectric Chair» (Mándeme a la silla eléctrica), en la cual explica al juez que le ha rebanado la garganta al marido tras pillarle con otra, que se ha reído a carcajadas mientras le pateaba, y que solo quiere que la ejecuten, cuanto antes mejor. Esta es una gran versión, en el mismo estilo irónico y desafiante, a cargo de Dinah Washington.

Sin entrar en las biografías, en las que hay palizas y ataques de ambos sexos, pocos estilos tienen un repertorio tan descarnado sobre la ahora llamada violencia de género. Por ejemplo, esta canción de Ma Rainey, con Tampa Red a la guitarra, «Black Eyed Blues» (El blues del ojo morado, en el que la protagonista, a pesar de ser la víctima, es capaz de amenazar a su maltratador: «Nancy y su hombre habían tenido una pelea, él le pegó en toda la cabeza. Cuando ella se puso de pie, le dijo, “Tú, viejo lagarto arrastrado, mira que tarde o temprano te voy a pillar desprevenido…”».

He seleccionado una serie de música cantada por mujeres sobre la violencia. Para no continuar agobiando a las lectoras con las mismas canciones de los mismos grupos españoles que siempre salen en estos reportajes, he querido aportar otros enfoques del tema desde la posición femenina, que parece ser la que menos importa, aunque no sé por qué me sorprende. Hablando siempre en general, los cantantes pop masculinos ofrecen una opinión desde el machismo o desde la indiferencia paternalista. Las artistas femeninas han evolucionado para hablar desde su experiencia personal, otras han usado el mismo esquema machista, y muchas se han distanciado en perspectivas de extrañamiento y denuncia muy radicales. He aquí unos ejemplos:

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«My Big Iron Skillet», Wanda Jackson

La reina del rockabilly grabó en 1969 este single para Columbia donde se adelantaba a las artistas country de los últimos años, que reclaman un trato respetuoso por parte de maridos y compañeros. Por primera vez, una cantante blanca de pop echaba mano de la sartén («Mi sartén grande de hierro) para advertir al marido de que estaba harta de sus palizas. Desde los años noventa hemos escuchado grandes éxitos en un género habitualmente muy machista, como «Goodbye Earl», de The Dixie Chicks o «Gunpowder & Lead», de Miranda Lambert. En la primera, Earl es envenenado y tiene un fin similar al del marido de la protagonista de la película Tomates verdes fritos. En la segunda, la mujer mata a su ex con una escopeta.

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«Miss Otis Regrets», Kirsty McColl & The Pogues

Este clásico de Cole Porter cuenta una historia de violencia sin reparar en detalles. Lo narra la criada de miss Otis, quien excusa a su señorita por no poder atender el almuerzo al que estaba citada, ya que se encontraba ocupada matando a su amante, y una multitud enfurecida la ha sacado de la cárcel y la ha ahorcado en un árbol. Tiene varias versiones, del jazz de Ella Fitzgerald al estilo Broadway de Bette Midler,  pero me quedo con esta de la muy añorada McColl, acompañada por The Pogues en el disco Red, Hot and Blue, recopilación solidaria para recaudar fondos contra el sida, en un vídeo absolutamente descacharrante.

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«El enemigo en casa», Nosoträsh

Para que no digan que el pop-rock español ha sido siempre una cosa de machistas, traigo esta canción del sexteto asturiano Nosoträsh. La grabaron en 2000 para Elefant dentro de su disco Mi vida en fin de semana, colección de canciones muy por encima de los intentos de otros colegas empeñados en cantar en inglés. Un tema de pop muy delicado sobre un asunto terrible.

La música pop española vivió el inicio de la concienciación con un grupo a priori tan insólito como Amistades Peligrosas. La parte femenina del dúo, Cristina del Valle, escribió esta canción atrevida, «Quítame este velo». Luego grabaría «Encadenada» en solitario.

Hay otros ejemplos, como Amaral («Salir corriendo»), Aurora Beltrán («Walkirias»), Pasión Vega («María se bebe las calles»), Mónica Naranjo («Pantera en libertad»), Melody («Vete de aquí»), Clara Montes («Solo mía»), Sheila Jiménez («Dueña de tu vida»), Ana Belén («Un extraño en mi bañera») o Merche («Abre tu mente»). Siempre del lado del flamenco-pop, la música de baile y la canción melódica. Salvo excepciones, el pop-rock español de renombre nacional y las artistas que pertenecen a él no parecen querer saber nada de estos temas. Curiosamente, son los grupos de heavy (masculinos) y su rama más dura quienes sí han abordado el asunto de los malos tratos.

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«The boiler», Rhoda Dakar & The Special AKA

Fue una de las primeras canciones de The Bodysnatchers en 1980, sexteto femenino de vida efímera que mutaría en The Belle Stars. Una de sus integrantes, Rhoda Dakar, la grabó en single con la producción de Jerry Dammers y la música de componentes de The Specials, Rico Rodríguez incluido. Es única, por el ambiente y crescendo terroríficos, narrado en primera persona por la chica con baja estima (se considera «una tetera» olvidada en un estante) que un día de compras conoce a un tipo quien, tras ofrecerse a pagar unos trapitos y sacarla de fiesta, la pega y viola camino de casa, porque se niega a tener sexo con él. No apta para públicos sensibles.

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«Nanai», La Mala

Este es un ejemplo claro de artista femenina que usa los códigos masculinos del hip hop (vestirse como una drag queen, lucir armas y cochazos en los vídeos, hacer aspavientos groseros, etc.), para reivindicar su mensaje contra el autoritarismo machista. Los versos de la rapera andaluza son audaces, irónicos y muy directos, y ella no feminiza la música en absoluto, ni creo que se le haya pasado por la cabeza. Uno de sus hits de 2007 es este himno contra la violencia y los abusos. «Por cierto, hacéis mu buena pareja, tú le pegas y ella se deja».

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«Delgadina», Las hermanas Mendoza

Muchos romances españoles con historias de violencia inspiradas en leyendas musulmanas terminaron exportándose a la canción popular sudamericana. Este es un ejemplo. Las hermanas Mendoza, Juanita, María y Lydia (la Alondra de la frontera, madre del corrido mexicano) popularizaron la espantosa historia de incesto, encarcelación, tortura y muerte de una muchacha a manos de su amante y celoso padre, ya transformada en corrido norteño de gran popularidad.

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«Lady Veneno», Massiel

Las parodias no empiezan en los ochenta. Este single de 1975, composición de Carlos Montero y Moncho Alpuente, fue un enorme éxito de ventas en la voz de Massiel. Canción festiva con letra muy ácida sobre una asesina en serie a ritmo de tango, que vuelve del revés los clichés del estilo. Al año siguiente, Massiel grabó y representó, vestida con canana y pistolas, «María de los guardas», versión de Lucha Villa, un corrido burlesco de Carlos Mejía Godoy que invierte los habituales roles del protagonista de la música mexicana-nicaragüense.

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«Golpe tras golpe», Desechables

En los ochenta no solo escribían odas al sadomasoquismo grupos como Gabinete Caligari o Parálisis Permanente, incluso amenazas de muerte en broma a la novia como Siniestro Total. Tere Desechable escribe y canta esta letra en el primer disco del trío, de 1984, ahora absolutamente imposible de concebir (el sonido, la imagen, etc.), sobre la sumisión sexual, pero además desde el punto de vista femenino. Lo mismo pasó con la canción de las Vulpess, donde gritaban que le querían hacer algo muy feo a Lou Reed… En realidad, la responsabilidad de todo esto no la tuvo la represión, los bajos instintos ni la Iglesia, sino la dichosa canción de los Stooges, «I Wanna Be Your Dog».

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«Bata Motel», Crass

El tercer elepé de Crass, Penis Envy (1981), es un disco de exclusivo contenido feminista. Fue retirado de las tiendas y llevado a juicio por esta canción, donde sus autoras, las vocalistas Eve Libertine y Joy de Vivre, exponían la relación íntima de la violencia sexual con el consumismo, y el abuso físico justificado por el poder económico. Las compositoras, además, le devolvían el insulto a la prensa musical y parte del público y la escena que sí, todos ellos muy punks, pero calificaban a las músicos de feas, con mal tipo y fatal vestidas. Por lo tanto, indignas de estar en un escenario y grabar canciones.

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«Frat Pig», Tribe 8

El grupo de San Francisco formado por mujeres pioneras del queercore peleó contra todos los esquemas tradicionales del género. Incluso contra los conceptos de lesbiana, homosexual o trans que se tenían en los años noventa. Esta canción es un ataque frontal contra las violaciones en grupo de las hermandades universitarias, que ellas representaban en directo de manera muy gráfica, cortando con un cuchillo un consolador de plástico. El movimiento Riot Grrrl hizo lo propio con grupos como Bikini Kill y canciones como «Star Bellied Boy».

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«Standing There», The Creatures

Siouxsie ha escrito historias sobre el fondo más oscuro de las relaciones personales. Su poderosa imagen, aunque el criticismo masculino no lo haya entendido, por aquello de quedarse con la desnudez y los adornos S/M, supone una reacción violenta contra el sexismo y la cosificación de las mujeres en el mundo del rock, por otra parte como el de otras muchas artistas, desde Wendy O´Williams a Poly Styrene. En este número de su proyecto paralelo junto a Budgie, criticaba de forma abierta el machismo más agresivo a ritmo de flamenco-parodia.

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«Shoot», Sonic Youth

La conciencia de las cantantes e instrumentistas sobre su situación en el mundo de la música se ha puesto de relieve con los testimonios de figuras muy conocidas, como la bajista Kim Gordon, que lleva años detallando acontecimientos personales, como ser atacada o manoseada por extraños, fans u otros músicos en conciertos o en la carretera. Gordon ha volcado esta frustración en canciones como «Shoot» (del disco del 92, Dirty), la historia de una relación de maltrato que termina en un acto de autoafirmación de la mujer y un tiroteo del hombre.

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«Delilah», The Dresden Dolls

Amanda Palmer escribe de manera crítica y brutal sobre sí misma cuando era adolescente, una chica problemática que no veía cómo los hombres se aprovechaban de sus debilidades. En el segundo elepé del dúo, de 2006 (Yes, Virginia..), la cantante abre un diálogo con esa muchacha que fue para aconsejarle que abra los ojos y no permita que abusen de ella, que no tiene por qué complacer a nadie ni estar sometida al capricho de otros. Este vídeo de la canción en directo viene con subtítulos aproximativos para entender la letra.

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«Whole Damn Year», Mary J. Blige

La cantante refleja su experiencia como víctima de abuso y malos tratos en la infancia. En este disco de 2014 describe el proceso que le llevó superar las heridas de adulta en forma de adicciones y conducta autodestructiva. No es la única en el apartado de supervivientes. La rapera Missy Elliot sufrió el mismo calvario de niña. Ashanti reflejaba su desesperación frente a los malos tratos en la pareja en «Rain on me» (2003). Christina Aguilera ha abordado varias veces esa niñez en la que fue atacada por su padre («Oh Mother», 2006). Tori Amos describía su historia de violación en la gélida «Me and a Gun» (1991).

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Hay muchas más canciones. Están en todos los idiomas y mandan el mismo mensaje, independientemente de la fiereza con que estén interpretadas. Puede que haya quienes crean que es absurdo a estas alturas dedicar esfuerzos a parcelar la violencia por género o pedir espacio para las mujeres, si todo ya está logrado (¿?). Yo contestaría lo que cantaban Bikini Kill, pero me voy a despedir con esta balada de la cantante francesa Jeanne Cherhal, de 2014.

Porque cuando es «No», es «No».

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8 Comentarios

  1. Estupendo artículo, enhorabuena, pero creo que debería incluir a Paquita la del barrio.

  2. Me ha encantado leer esto: el punto de vista, el respeto, la seriedad, la honradez, y la forma en que expresa todo eso. Muy agradecida.

  3. Lluviapics

    ¡Hola! Estupendo artículo, me ha gustado mucho. Pero una puntualización: cuando mencionas a una tal Aurora Rodríguez y su tema «Walkirias», creo que a quien realmente te refieres es a Aurora Beltrán (cantante de Tahúres zurdos). Un saludo.

    • Mis disculpas por lo de Aurora Beltrán. Me extraña que no haya cometido más errores. Mejor no lo releo. Dejo aviso en edición, gracias por el comentario.

  4. El Kiss With a Fist, de Florence and The Machine, que recuerde…

  5. Fistful of Love – Antony and the Johnsons

  6. Lanzarote del Lago

    No hay nada más feo que una mujer borracha – Horregias

  7. Parlache

    ¡Gracias!

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