Música

¿Dónde está el guitarrista de los Manic Street Preachers?

Richey Edwards. Foto: Cordon.

A lo largo de su extensa carrera, que abarca ya treinta y un años, los Manic Street Preachers han sido dos grupos distintos.

El primero de ellos se formó en 1986 en Blackwood, una villa del sur de Gales fundada a principios del siglo XIX por el terrateniente John Hodder Moggridge con la intención de hacer de ella un pueblo idílico en el que pudiesen residir los trabajadores de sus minas de carbón. Sin embargo, la pésima situación a la que se vio abocado el sector de la minería tras la Revolución Industrial británica y las precarias condiciones de trabajo de los mineros pronto hicieron de Blackwood una villa empobrecida que terminó erigiéndose en epicentro del cartismo.

Esa condición de villa proletaria, tan pegada a los movimientos de la lucha obrera y en cuyas calles se respiraba un ambiente de rebeldía y oposición a la sociedad de clases, se mantuvo a lo largo de las décadas en Blackwood, llegando hasta los años ochenta y colisionando de lleno con el modelo económico, financiero y laboral de Margaret Thatcher. A este respecto, Richey James Edwards, protagonista de esta historia, declararía años más tarde: «Blackwood está marcada industrial, económica y políticamente. Todo en Blackwood se mantiene como un recordatorio de quince años de decadencia». La situación en la villa, que por aquel entonces rondaba los quince mil habitantes y cuya tasa de paro aumentó en más del doble —de un 8% a un 17%— durante los tres primeros años de gobierno de Thatcher, se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para las nuevas bandas de punk antisistema que comenzaban a germinar entre la juventud.

Fue así como cuatro alumnos del instituto de Oakdale, James Dean Bradfield, Nicky Wire, Sean Moore y Miles Woodward, formaron el grupo Manic Street Preachers, cuyas canciones destacaban tanto por su sonido crudo y estridente como por el contenido político de sus letras, de carácter eminentemente anticapitalista y anticonsumista. Woodward, quizá el más radical de los cuatro, abandonó la formación apenas dos años más tarde, después de acusar a sus compañeros de haberse alejado de sus raíces y de vaticinar su fracaso, pero la estética postpunk del grupo, muy al estilo de Siouxsie and the Banshees y The Cure, el carácter agresivo de sus directos y sus declaraciones provocadoras no tardaron en llamar la atención de los medios.

Tras la publicación en 1989 de su primer single, Suicide Alley, y poco antes de salir a la venta el EP New Art Riot en 1990, se incorporó a la banda Richey James Edwards, con quien el grupo giró hacia un sonido ligeramente más moderado a pesar de que su reputación de banda salvaje, la politización de sus letras y sus comentarios polémicos —sobre todo atacando a otros grupos como forma de propaganda— fueron en aumento. Bandas como My Bloody Valentine o Ride, tal vez los máximos exponentes del shoegaze, fueron las principales destinatarias de sus críticas. De Slowdive, Richey llegó a decir que eran «peores que Hitler». Asimismo, aseguraron que publicarían el mejor álbum de rock de la historia, venderían dieciséis millones de copias, harían una gira mundial, llenarían Wembley tres noches seguidas y entonces se separarían. Ese disco salió al mercado en 1992 bajo el título de Generation Terrorists y, aunque las cosas no les fueron nada mal con él, los acontecimientos nunca se desarrollaron según lo previsto.

Los segundos Manic Street Preachers aparecieron en escena algunos años más tarde, en 1996, y fueron el resultado de la progresiva mutación del sonido de la banda desde el punk hacia el pop rock. Aunque en una dosis mucho más reducida, los discos Gold Against the Soul (1993) y The Holy Bible (1994) todavía conservaban algo de la agresividad inicial de la banda, sin embargo, esta se esfumó a partir de Everything Must Go, publicado en mayo de 1996. De igual modo, en la segunda mitad de la década de los noventa el grupo mantenía vivo su compromiso político, que se reflejaba en algunas de sus letras y en su manifiesta simpatía por la ideología socialista, pero su condición de activistas y el tono revolucionario de su discurso habían desaparecido. La banda había sido engullida por dos modas incontenibles que se extendían por todo el Reino Unido: el britpop y Tony Blair.

Y en el medio, entre los primeros Manic Street Preachers y los segundos, entre los que se subían a un escenario para tocar con rabia «Slash ‘N’ Burn» y los que ponían cara de haber perdido el tren en el videoclip de «If You Tolerate This Then Your Children Will Be Next», entre los chavales ingenuos que criticaban a Madonna, a McDonald’s y a Coca Cola y los que cuatro años después parecían haber madurado de golpe y les cantaban a los voluntarios de las Brigadas Internacionales que lucharon en el bando republicano durante la guerra civil española, entre los Manic Street Preachers del punk rock y los Manic Street Preachers del pop, se hallaba un suceso clave para la historia del grupo y sus integrantes: la desaparición en extrañas circunstancias de su guitarrista, Richey James Edwards.

En realidad, Richey era el verdadero espíritu de los primeros Manic Street Preachers. En The Holy Bible, tres cuartas partes de las letras de las canciones eran suyas. Incluso en Everything Must Go, el primer disco que el grupo publicó tras su desaparición, había cinco canciones con letras de su autoría, tal vez porque la banda, ahora reducida a trío, se negaba a creer que no iba a volver —en el primer concierto que dieron sin él, dejaron su micrófono en el escenario por si se le ocurría aparecer de entre el público; además, sus compañeros guardaron una cuarta parte de los royalties durante años, convencidos de que algún día regresaría—.

Edwards era la personificación del carácter genuino, alocado y contestatario de los primeros Manics. En cierta ocasión, durante una entrevista en el año 1991 tras un concierto en el Norwich Arts Centre, el DJ y periodista de la revista NME Steve Lamacq cuestionó la autenticidad del grupo sugiriendo que su imagen de banda underground, construida sobre su estética punk y su actitud atormentada, no era más que una pose diseñada como reclamo publicitario. Richey sacó entonces una cuchilla de afeitar y se hizo varios cortes en el brazo grabándose la expresión «4 real», preguntándole a su entrevistador si aquello le parecía lo bastante auténtico. Tuvieron que llevárselo al hospital y le dieron diecisiete puntos de sutura.

No era una experiencia desconocida para él, en cualquier caso. Solía sufrir severos episodios de depresión, llegó a estar ingresado en un hospital psiquiátrico y tendía a automutilarse. Más adelante, en 1994, diría: «Cuando me corto, me siento mucho mejor. Todas las cosas que podrían haber estado molestándome parecen muy triviales de repente porque estoy concentrándome en el dolor. No soy una persona capaz de gritar y chillar, así que esta es mi única válvula de escape. Todo está hecho de forma lógica».

Al año siguiente desapareció. El 1 de febrero de 1995 debía reunirse con el cantante del grupo, James Dean Bradfield, para volar juntos a Estados Unidos y unirse a la gira promocional de The Holy Bible, pero no lo hizo. Abandonó el hotel London Embassy a las siete de la mañana, cogió su coche y condujo hasta su domicilio en Cardiff. Según un artículo que la periodista Emma Forrest publicó en The Independent el 20 de enero de 1996, la noche anterior a su desaparición, Richey le regaló a una amiga el libro Novela con cocaína, obra atribuida al escritor ruso Mark Aguéyev, y le pidió que leyese la introducción, en la que se describe al propio autor en un hospital psiquiátrico poco antes de esfumarse. Las investigaciones revelaron que, durante las dos semanas previas, Richey había estado retirando de su cuenta bancaria doscientas libras diarias hasta acumular un total de dos mil ochocientas libras.

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Los Manic Street Preachers. Foto: Cordon.

Esa mañana dejó en el hotel su neceser y su maleta ya hecha. Se llevó consigo su cartera, las llaves del coche, su pasaporte y unas cuantas pastillas de Prozac. Durante los días siguientes fue visto, supuestamente, en la oficina de pasaportes de Newport, a quince minutos de Cardiff, así como en la estación de autobuses de la misma localidad, lo que parece sugerir que Richey pudo haber abandonado Gales. Sin embargo, un taxista asegura haberlo recogido el 7 de febrero en el hotel Kings de Newport y haber conducido a través del sur del país según el rumbo indicado por su pasajero, quien alternaba aleatoriamente el típico acento cockney con el acento galés. Al parecer, Richey le preguntó al taxista si le importaba que fuese tumbado en el asiento de atrás y le indicó que condujese hasta Blackwood, su villa natal. Una vez allí, dijo «este no es el sitio» y pidió ser llevado a la estación de tren de Pontypool, pero tampoco se bajó del taxi en aquel lugar. Su destino definitivo fue la estación de servicio de Severn View, cerca del pueblo de Aust, al otro lado del canal de Brístol, en Inglaterra. Allí descendió del vehículo, pagó sesenta y ocho libras a su chófer y se marchó a pie, según relató el escritor Alex Bellos en su columna de The Guardian en enero del año siguiente.

De ser cierta la versión del taxista, Richey se encontraría en el sur de Inglaterra siete días después de su desaparición, pero también muy cerca de su piso de Cardiff —aproximadamente a una hora en coche—. Por aquellas fechas, el mánager del grupo ya había contratado a un investigador privado para que lo localizase y su familia había publicado una nota en la prensa británica que decía: «Richard, por favor, contacta con nosotros. Con amor, mamá, papá y Rachel».

El 14 de febrero las cosas se complicaron todavía más. Su coche, el Vauxhall Cavalier que había dejado en Cardiff dos semanas antes, recibió una multa de aparcamiento precisamente en la estación de servicio de Severn View, solicitándose su retirada por la grúa el día 17 al considerarse que estaba abandonado. Fue entonces cuando la policía descubrió que se trataba del coche de Richey, que la batería estaba descargada y que había evidencias de que había sido habitado. Todo apuntaba a que, en algún momento entre el día 7 y el día 13, el músico había regresado a su piso, pero, tras pensárselo mejor, había vuelto otra vez en su propio coche a la estación de servicio. Y el motivo podría ser la proximidad del puente de Severn, que une Gales con Inglaterra sobre el río Severn y que en el pasado había sido un lugar elegido por muchos suicidas para quitarse la vida saltando al vacío.

Los que conocían a Richey afirmaron entonces que aquella posibilidad era impensable, ya que solía referirse al suicidio como un acto inconcebible. A partir de entonces ha sido visto en diferentes lugares del mundo, como Berlín, Polonia o Nueva York. En noviembre de 1996, Vyvyan Morris, un profesor de música de la ciudad galesa de Swansea que se encontraba de vacaciones en la India, afirmó haberlo visto en el pequeño estado de Goa. Él se encontraba tomando un café cuando se dio cuenta de que en la mesa de enfrente había un muchacho occidental que vestía un caftán y llevaba el pelo muy alborotado. Se quedó observándolo durante unos segundos y regresó a su café pensando que lo conocía de algo. Cuando volvió a levantar la vista, el chico estaba en la calle subiéndose a un minibus. Morris preguntó a un camarero si conocía a aquel joven y este le contestó que su nombre era «Rick» y que llevaba año y medio yendo por allí. Su hermana Rachel reveló a la prensa que no era la primera vez que recibían notificaciones sobre el paradero de Richey en Goa.

Dos años más tarde, la BBC informó de que Tracey Jones, un barman británico que trabajaba en el club Underground de Fuerteventura, aseguraba haber servido una copa a Richey James Edwards. En octubre de 2004, un fan de los Manic Street Preachers llamado Lee Wilde también afirmó haberlo visto en la playa de Famara, en Lanzarote. Sucedió dos años después de que a la familia se le ofreciese por primera vez la opción de declararlo oficialmente fallecido, posibilidad que, sin embargo, fue rechazada durante años, manteniendo Richey el estatus de persona desaparecida hasta el año 2008, cuando su situación jurídica pasó a ser la de presuntamente muerto.

Su hermana Rachel ha declarado en varias ocasiones que, a pesar de lo determinado por el juez, la familia todavía considera que Richey sigue vivo. Después de veintidós años sin noticias suyas, parece una hipótesis poco plausible, pero nunca se sabe. Igual que no existen pruebas que demuestren que sigue con vida, tampoco las hay de su muerte.

A mí me gusta pensar que algún día regresará de ese tedioso club de los 27 del que parece formar parte desde 1995, se subirá al escenario durante algún directo de los Manic Street Preachers y les sacará los colores. El tío no cantaba bien y apenas sabía tocar la guitarra —en muchos conciertos simplemente fingía estar haciendo acordes; en realidad, su amplificador estaba casi siempre apagado—, pero era el mejor músico que los Manics podrían tener. Antes de su desaparición, eran una banda con personalidad. Tenían algo que decir. Pero a partir de 1995 se convirtieron en pasto de la radiofórmula. En un grupo británico más perdido en el océano de los años noventa. Ni siquiera el disco Journal for Plague Lovers, que el grupo publicó un año después de que Richey fuese declarado muerto y cuyas canciones se compusieron exclusivamente con letras de su excompañero a modo de homenaje, participa de ese carácter auténtico, entre lo explosivo y lo maldito, que tenía Edwards.

En alguna ocasión, los otros tres miembros de Manic Street Preachers han reconocido que, a pesar de que Richey tenía muy poca idea de música, sabía cómo quería sonar, y el estilo musical de la banda estaba claramente influenciado por sus ideas. Después de The Holy Bible, Edwards dijo que quería que el siguiente disco de los Manics fuese algo así como una combinación entre Pantera y Nine Inch Nails mezclada con el Screamadelica de Primal Scream. Tiempo después de su desaparición, Bradfield comentó: «Como principal compositor en la banda, me preocupaba no ser capaz de escribir cosas que le gustasen».

El disco que siguió a The Holy Bible no tuvo finalmente nada que ver con Pantera, Nine Inch Nails y Primal Scream. Fue el conocido Everything Must Go. El primer álbum de los segundos Manic Street Preachers. El primero sin Richey James Edwards.

A veces me pregunto qué habría sido de ese disco, qué habría sido de esa banda, si Richey se hubiese subido a aquel avión el 1 de febrero de 1995.

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3 Comentarios

  1. yonki depresivo, con problemas mentales y sin idea de musica.. pero con toneladas de “attitude”. Si claro, que ha sido de la música en general sin ese portento? Ahi dejo un gran aporte al mundo de la musica… “me mezclais 33.33% de estas tres cosas que me molan”
    Que se jodan Hendrix, Lennon, mercury, cobain, morrison, marley, bon scott, keith moon, bonham, joplin, dimebag, zappa, Jeff Buckey……..
    Ojala algun dia aparezca de nuevo en un concierto, entre el publico. Para acercarse al micro y decir “antes molabais mas”, y desaparezca entre una nube mistica

  2. Pingback: Ignacio Moreno | La noche en la que conocí a Richey James Edwards > Ignacio Moreno

  3. Parece tener una historia más psicótica y mística que algo musical, como que le dan mucha importancia por haber desaparecido a los 27 y puede que no sea más que algún vagabundo que anda por ahí o murió vaya a saber cuándo y la gente siga diciendo que lo cruzó en alguna parte del mundo por varias décadas.

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