Cine y TV

La hora de Churchill

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Churchill en su escritorio (CC)

La Segunda Guerra Mundial fue un acontecimiento tan decisivo, traumático, poliédrico y espectacular que no es de extrañar que el cine lo haya convertido en uno de sus refugios favoritos. Las modas vienen y van pero las películas ambientadas en este periodo histórico permanecen año tras año e incluso aumenta su frecuencia. Sobre ella ya se rodaron más de doscientas cincuenta incluso antes de que terminara; las décadas de los cincuenta y sesenta tuvieron cada una en torno a dos centenares de filmes al respecto, cifra que se mantuvo a la baja en las décadas siguientes, quedando el mínimo en los noventa con apenas ochenta y seis (aunque algunas de ellas resultaron ser las mejores) hasta que llegó el cambio de siglo y con él un interés renovado. En lo que llevamos de década se han rodado más de cien y hay en torno a una veintena pendientes de estreno, así que el filón no tiene visos de agotarse a corto plazo. Al fin y al cabo es un conflicto en el que están perfectamente definidos ganadores y perdedores, víctimas y verdugos, el bien y el mal, de manera que es como un fondo negro que permite situar sobre él cualquier historia, dilema moral o biografía. En ella hay sitio para el heroísmo, el amor o la venganza, para espías, matemáticos, náufragos, prisioneros, diplomáticos, submarinistas, generales o líderes políticos. Uno de ellos, Winston Churchill, resulta omnipresente en el debate político cotidiano, a veces incluso se le cita correctamente atribuyéndole frases que realmente dijo; sin embargo ha permanecido extrañamente ignorado por la pantalla grande. Salvo Young Winston en 1972 y alguna que otra aparición como personaje secundario, lo demás han sido documentales, telefilms y series en torno a su figura… hasta que en los últimos meses nos han llegado no una sino dos películas sobre él.

Churchill, estrenada el pasado año, contó con Brian Cox como protagonista y, aparte de un desarrollo un tanto tedioso y una notoria falta de presupuesto, llamaba la atención por su empeño en degradar al personaje. Desde que Goebbels lo definiera como «vanidoso simio con pantaloncitos rosas» no creo que se haya visto semejante exhibición de desprecio hacia este ilustre inglés. Sí, sabemos que tenía una gran afición por el alcohol, pero también podía mostrarse alguna escena en la que no saliera bebiendo. Y sí, tenía temperamento y ocasionalmente gritaba a algún subordinado (no era poca cosa lo que estaba en juego), pero las memorias de secretarias como Marian Holmes o Elizabeth Layton aún reconociendo tales prontos, se deshacen en elogios al describir el trato personal y el carácter de alguien por el que sentían una profunda admiración. Aquí sin embargo vemos a una persona hosca, permanentemente malhumorada, que en cierto momento llega a decir a su mujer que comprende que quisiera dejarlo, pues él se divorciaría de sí mismo si pudiera. En realidad las cartas que se conservan de Clementine Churchill muestran una relación afectuosa entre ambos. ¿Por qué entonces ese retrato tan hostil? Tal vez sea el signo de los tiempos, puede que cualquier cosa que suene a hagiografía parezca anticuada y ahora se lleve más la iconoclastia, el cuestionamiento de la tradición recibida y la desmitificación. Quizá a las grandes figuras históricas esta época necesite ponerles un embudo en la cabeza y chicle en la nariz para reconocerlos como iguales. Algo de eso ocurría en otro biopic reciente, La dama de hierro. Margaret Thatcher es una personalidad fundamental en la segunda mitad del siglo XX, hablar de ella implica mencionar el IRA, la Guerra de las Malvinas, la Guerra Fría… y sin embargo esta biografía centra buena parte del metraje en retratar sus días de retiro, cuando ya sufría demencia senil y hablaba con su marido ya fallecido, como si no se pretendiera otra cosa que ridiculizarla o, en el mejor de los casos, inspirar compasión por ella. Pero volviendo a Churchill, su fallo más grave es precisamente el núcleo de su trama. La historia que relata nos lo muestra en la etapa final de la guerra, justo antes del desembarco de Normandía… que él considera un desastre seguro y al que se opone con fiereza, pero como está mayor y chochea, nadie le hace caso y termina siendo el éxito conocido. Pues bien, no fue así. No era esa su actitud ante el Día D, tal como señala el historiador Andrew Roberts: «La película es un catálogo de errores que pinta un retrato completamente falso de Churchill. No puedo recordar otra ocasión en que un solo film estuviera tan equivocado».

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El instante más oscuro. Imagen de Focus Features.

Más benevolente resulta el juicio en El instante más oscuro, la traducción más aproximada que han encontrado a Darkest Hour, teniendo en cuenta que La hora más oscura ya había sido usado por una película de ciencia ficción de hace unos años. En este caso la protagoniza Gary Oldman y la atención se fija en el comienzo de la guerra, concretamente en mayo de 1940, justo al comienzo del mandato de Churchill como primer ministro. La premisa argumental gira en torno a la duda que habría atormentado al personaje en esos momentos tan cruciales. Lo cierto es que en la mente de Hitler la posibilidad de un armisticio con Gran Bretaña siempre estuvo presente, desde mucho tiempo atrás. Ya en su libro Mi lucha, publicado en 1925, expresaba una indisimulada admiración hacia este país y su deseo de un acercamiento, para que ambos pudiesen repartirse el mundo armónicamente:

Como germano yo preferiré siempre ver la India bajo la dominación inglesa que bajo otra cualquiera (…) En el capítulo anterior he mencionado a Inglaterra e Italia como los dos únicos Estados de Europa con los cuales sería aconsejable el acercamiento. (…) El nuevo Reich debería nuevamente ponerse en marcha, siguiendo la senda de los guerreros de antaño, a fin de, con la espada alemana, dar al arado alemán la gleba y a la nación el pan de cada día. Por cierto que para una política de esa tendencia habría en Europa un solo aliado posible: Inglaterra.

Además había voces dentro de Gran Bretaña con un sentimiento recíproco. Una de ellas, probablemente la más influyente, fue la de Lord Halifax. Rechazaba el nacionalsocialismo por incompatible con el liberalismo inglés, aunque apreciaba su papel como dique de contención del comunismo. Su papel, tanto en la historia como en la película, es el del diablillo que susurra en la oreja tentando con la mala opción, aunque es de agradecer el respeto a la inteligencia de los espectadores al no mostrarlo como un villano unidimensional, cuando aprovechando su deformidad física de nacimiento hubiera sido sencillo representarlo como un Efialtes moderno. En realidad, en aquel mes de mayo de 1940, era comprensible sentirse intimidado por el poderío militar alemán, que había arrollado media Europa sin encontrar resistencia significativa, mientras Estados Unidos estaba al margen de la guerra y la Unión Soviética mantenía un pacto de no agresión con el Tercer Reich. Es muy fácil juzgar el pasado, pero en aquel momento una negociación con Alemania no chirriaba a muchos oídos. El mismo George Orwell, alguien de olfato muy fino para captar el espíritu de los tiempos, consideraba que en aquellos momentos el pueblo británico en su mayoría hubiera estado dispuesto a dar ese paso. En cualquier caso y a diferencia de lo visto en la película parece ser que no hubo maniobras (o si las hubo no dejaron rastro) por parte de Halifax y Chamberlain para someter a un voto de confianza al primer ministro si se negaba a explorar la vía de la negociación. Tampoco tuvo lugar la escena quizá más emotiva y también la más criticada, del viaje en el metro de Churchill. En ese momento, preguntando a los pasajeros del vagón, habría sintonizado con el sentir inglés e inspirándose en la firmeza del pueblo llano frente a la tiranía, las nubes se habrían despejado de su mente para combatir sin tregua a Hitler. Conmovedor, pero falso.

El guionista Anthony McCarten dijo encontrar la raíz de de esa duda hamletiana que recorre la cinta en los manuscritos de los discursos de Churchill. Llenos de anotaciones y tachaduras, darían fe de la presión e incertidumbre a la que se veía sometido en aquellos momentos. Pero ahí me temo que confunde quizá interesadamente el carácter dubitativo con el minucioso. Nuestro protagonista fue siempre un notable escritor, cosa que le permitió amasar cierta fortuna antes de la guerra y después le proporcionaría el Nobel de Literatura. Como tal daba mucha importancia a las palabras como dan fe sus discursos, por ello los reescribía sin cesar (tal como acertadamente muestra la película), pero eso no es ni mucho menos indicio de que no tuviera claras ciertas ideas fundamentales sobre el rumbo político a tomar. Como él mismo dijo: «Siento como si caminase hacia el destino, y toda mi vida pasada hubiera sido una preparación para este momento y este reto… estaba seguro de que no podía fallar». Unas palabras que denotan cualquier cosa menos inseguridad. Llevaba años repitiendo a todo aquel que quisiera oírle el peligro que Hitler representaba, difícilmente iba a tener dudas de última hora. Desde un punto de vista dramático da más juego ver evolucionar a un personaje a través de los acontecimientos que vive, el problema es que aquí le resta mérito a la claridad de pensamiento y a la voluntad que siempre mostró. Tampoco, y aquí estamos ante otro recurso cinematográfico, las discusiones que mantuvo con aquellos más reticentes fueron tan broncas y explícitas. De hecho la sala de guerra que se muestra es una recreación realista, pero en mayo de 1940 aún no se utilizaba, dado que no habían comenzado todavía los bombardeos de la Luftwaffe que tanto alterarían la vida cotidiana de los inglesesTambién cabe señalar, como en la película anterior, cierto empeño por alejarse de la solemnidad hagiográfica de manera que cuando no está correteando desnudo, cagando en el váter o bebiendo sin parar, pierde los estribos o persigue a algún gato. «Muy humano», vaya. Al menos esta vez cae simpático y le vemos tomar decisiones inteligentes.

En conclusión, el resultado final es una cinta bastante apreciable, relativamente veraz, emocionante por momentos, aunque a falta de ver el resto de las candidatas en principio el Óscar a la Mejor Película quizá le quede un poco grande, pero quién sabe. Tiene sus puntos fuertes en los tres grandes discursos que dirigió a la nación en aquellos días tan cruciales: el conocido como «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor», pronunciado en la Casa de los Comunes el 13 de mayo de 1940, «Be Ye Men of Valour», que fue su primer discurso en la radio el 19 de ese mes y finalmente el 4 de junio, tras la evacuación de Dunkerque, el extraordinario «Lucharemos en las playas»:

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7 Comentarios

  1. The Darkest Hour (2017) complementa a Dunkerque al contar desde la perspectiva de Churchill el asedio de la ciudad portuaria y la tentación de ceder al pacto con los nazis. Magnífica durante la primera hora, vergonzosa durante la segunda y el final, con 2 secuencias especialmente grotescas y hagiográficas que convierten una derrota en victoria (mucho más descaradamente que la de Nolan). Supongo que a Gary Oldman le darán el Óscar, no solo porque está bien, sino porque además cumple con el requisito primordial de transformarse físicamente bajo ingentes capas de maquillaje. 6/10.
    Parece como si los británicos quisieran reafirmarse y hacer propaganda del Brexit con sus últimas películas. Las 2 secuencias no son grotescas por irreales, a fin de cuentas es lícito introducir ficción en un hecho histórico, sino porque superan con creces el sentido del ridículo.

  2. Un personaje producto de la epoca convulsa que le tocó vivir. A veces me pregunto qué habría hecho él de frente al Brexit. Creo que lo habría apoyado. Con respecto a La dama de hierro, opto por la segunda conjetura: solo compasión por su humanidad alienada. Muy buen artículo.

  3. Quería ver la película, el personaje me encanta, pero visto lo visto se me van las ganas.

    Los británicos (o los ingleses) son unos artistas en eso de hacer del fracaso un éxito y de las faltas, glorias. Ya podríamos aprender de ellos. Ni tanto ni tan calvo.

  4. Redgauntlet

    Churchill era un racista y un imperialista que se oponía a la independencia de la India y que creía que el hombre blanco era superior al asiatico o al africano.

    También traicionó a la II Republica, siendo partidario de la politica de no-intervención de los Aliados, aunque luego se cambió de opinión.

    Bajo el mandato de Churchill, creo recordar que se murieron dos millones de hindus de hambre…

    Luego se convertió en tal vez el mayor heroe del siglo XX, uno de ellos por lo menos, al oponerse a Hitler. Un tipo con un coraje increible, verdadamente inspirador. Para un biopic, no puede haber mejor materia…

    Pero no creo esas contradicciones se vean en las pelis que se han hecho sobre él. No creo que se explote la dualidad de Churchill, los dos – o más – papeles que desempeña en una sola vida.

    Nos quedamos con la chorrada de que gritara a su secretaria, que bebía demasiado, y que no sabia ni siquiera freir un huevo…

    Y claro que este auge de pelis sobre la II Guerra Mundial tiene todo que ver con el Brexit. Son Brexit movies… lo llaman Brexit pero es el nacionalismo inglés desatado.

    Eso es el Brexit: un complot de la derecha / extrema derecha inglesa. Llevan 20 años o 25 años en ello…

    …y que nadie se engañe, va a ser un desastre, y lo más seguro es que llevará a más nacionalismo aún. La culpa de las consecuencias del Brexit será TAMBIEN de la UE…

    • Faithnomore

      Déjalos. Son superiores. Saben lo que hacen. Si tú compartieras normas y recursos económicos con Túnez y Marruecos sospecho que dirías que mejor solos (Espanexit).
      Pues con Churchill lo mismo. Saben lo que hacen con sus héroes. Déjalos. Y lo juzgas como si tuviera que ser un vegano feminista del siglo xxi. Quizás nuestros principios democráticos y de igualdad los vean vergonzosos dentro de 100 años.
      Si no nos gusta Churchill o UK, pues hacemos nosotros decenas de pelis espectaculares sobre nuestros héroes y a ver qué conseguimos. Tanto quejarnos y no hacemos nada.
      Hasta ahora UK 10, Spain 0. Y no hay mimbres para remontada.

  5. Que curioso!! Las veces que he escrito algo en este ámbito siempre fue sobre la película y no sobre política Ja Ja!!!
    Raro que no apareció Teresa May en los escritos! Ja! Ja! Ja!

  6. Sinceramente no sé lo que se le pasaría por la cabeza en 1940 a la hora de meterse en la cama. Pero no dudo ni por un momento de la determinación del tipo que en el año 38 le espetó Chamberlain aquello de «entre el deshonor y la guerra, escogisteis el deshonor. Y ahora también tendréis la guerra». Parece que tenía las cosas bastante claras.
    El mismo que al acabar la Batalla de Inglaterra se dirigió a su pueblo y le dijo «No hemos temblado. No nos hemos movido. Hemos desafiado a tirano en el cenit de su poder.» Muchas dudas no parecía tener…
    A mí sigue poniendo los pelos como escarpias escuchar eso «we shall never surrender».

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