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De personajes de cómic y creadores literarios

Se dedican a construir mundos literarios. O los cargan sobre sus espaldas, como Atlas, mientras las historias se desarrollan por su cuenta y cobran sentido. Conforman universos mediante su imaginación para estimular nuestra imaginación. Crean lugares que visitamos, y que de alguna extraña forma pisamos y exploramos. Tal vez sea ese el motivo de que nos sintamos tan atraídos por las vidas de quienes le dan a la tecla o garabatean las páginas que acaban entre nuestras manos de voraces lectores. Decía J. M. Coetzee en una de las pocas entrevistas que ha concedido que toda autobiografía es un relato, y que toda escritura es autobiográfica. Si el autor sudafricano está en lo cierto, y eso es algo que como mínimo sospechamos, queremos saber más del hilo de acontecimientos que ha llevado a una persona a escribir esa novela, ese poema, esa crónica. El material de origen de la inspiración literaria tal vez desentrañe algunos misterios de la creatividad.

Sí, será por ese motivo que funcionan tan bien las biografías de estos artistas. El que ha visitado Macondo de la mano de Gabo quiere saber si realmente tuvieron tanto que ver los cuentos del abuelo y las supersticiones de la abuela. Quien ha leído los relatos de Kafka necesita entender la desasosegante vida que arrastró. La que conoce el trágico final de Virginia Woolf tal vez desee encontrar entre sus páginas las migas de pan que conducen hasta el fondo del río. Y si la literatura nos ha dado grandes cronistas de esas voces —ahí está nuestro venerado Stefan Zweig, o la gloriosa obra de Joseph Frank sobre Dostoievski—, el cómic se ha ido ganando por derecho propio un lugar de prestigio entre las distintas formas que tenemos de contar una historia sobre quienes cuentan historias.

Kafka (Robert Crumb y David Zane Mairowitz; Ediciones La Cúpula)

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Empecemos a lo grande: sonido de fanfarrias y público en pie, porque llega Crumb para plasmar en sus viñetas la biografía de Franz Kafka. El neurótico inspirando al neurótico. Apoyado en un texto de David Zane Mairowitz, el dibujante de Filadelfia reconstruye vida y obra del escritor checo haciéndose valer de su estilo underground para construir este híbrido entre cómic y libro ilustrado. El resultado no puede ser más perturbador. A la ya de por sí claustrofóbica vida de Kafka se le van intercalando relatos, sueños y confesiones del maestro de Praga. Una locura de obra.

Dublinés (Alfonso Zapico; Astiberri)

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A Zapico le va el largo recorrido. Nada de distancias cortas que ventilarse en un esprint ni platos de un minuto en el microondas y listo. El autor asturiano prefiere irnos cocinando las historias a fuego lento para que podamos paladear cada página, cada viñeta, cada detalle. Échenle un vistazo a la envergadura aún creciente de La balada del norte y se harán una idea de lo que les digo. En Dublinés trasladó al lenguaje de la novela gráfica algunos de los momentos cruciales de la vida de James Joyce y nos hizo partícipes de las vicisitudes del creador del Ulises. Una historia fascinante y llena de episodios pintorescos. Un trabajo riguroso y detallado que nos regala la presencia de otras plumas ilustres como Woolf, Yeats, Proust o Beckett. Gracias a esta obra, Zapico ganó el Premio Nacional de Cómic 2012. Por algo será.

Virginia Woolf (Michèle Gazier, Bernard Ciccolini; Impedimenta)

Querido:

Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme. Empiezo a oír voces y no puedo concentrarme. Así que estoy haciendo lo que me parece mejor. Me has dado la mayor felicidad posible. Has sido en todos los aspectos todo lo que se puede ser. No creo que dos personas puedan haber sido más felices hasta que esta terrible enfermedad apareció. No puedo luchar más. Sé que estoy destrozando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Verás que ni siquiera puedo escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirte que… Todo el mundo lo sabe. Si alguien pudiera haberme salvado, habrías sido tú. No me queda nada excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir destrozando tu vida por más tiempo.

No creo que dos personas pudieran haber sido más felices de lo que lo hemos sido nosotros.

V.

Conociendo la obra de Virginia Woolf y leyendo esta demoledora carta de despedida que escribió para su marido antes de dirigirse al río vistiendo un abrigo lleno de piedras en sus bolsillos, si no se lanzan a devorar toda obra biográfica sobre la autora es que no están vivos.

Borges. El laberinto infinito (Nicolás Castell, Óscar Pantoja; Rey Naranjo Editores)

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Del inocente Borges que no sabe manejarse con las mujeres al Borges niño. Del Borges adulto que descubre la ceguera al despechado Borges que no es capaz de comprender que el amor llegó a su fin, y que con él se fue la poesía. Del intento de suicidio a la iluminación y del doble al inmortal y de la biblioteca a la Pampa. Y ahí está Dante. Y las abuelas. Y la biblioteca, otra vez. Y la madre. Y Borges. Todo está contenido en estas páginas. Como en el aleph, que da sentido a la forma de este cómic escrito por un Óscar Pantoja mucho más inspirado que con su biografía —también en cómic, también en Rey Naranjo— de Gabo. Con el escritor colombiano hay tal vez un exceso de respeto que se traslada a las viñetas con una visión demasiado excelsa del autor. Casi parece que vaya a ser canonizado en lugar de premiado con el Nobel, mientras que con Borges podemos presenciar sus horas bajas y errores, algo que humaniza —y se agradece— a uno de los argentinos más universales.

Epigrafías (Carla Berrocal; Libros de Autoengaño)

 

Escritora, poeta y novelista, Natalie Clifford Barney ha sido nombrada por muchos como «amiga de los hombres y amante de las mujeres». Sin embargo, su abierta homosexualidad en una Europa de principios de siglo no debería enmascarar su importante papel en la sociedad de la capital francesa. Su casa fue sitio de reunión para artistas como Gertrude Stein, Virginia Woolf, Truman Capote o Rainer Maria Rilke. Promovió una Academia de las Mujeres en contraposición de la exclusivamente masculina Academia Francesa. Barney vivió libremente su sexualidad alejándose de la monogamia y supo mantener largas relaciones simultáneas con otras artistas como la poeta Renée Vivien. Fruto de esa vida de promoción de la literatura escrita por mujeres y de una actitud abierta y sincera en cuanto a sus pasiones y amores nace Epigrafías. Este arrebatador ejercicio de improvisación de la ilustradora Carla Berrocal plasma en unas viñetas llenas de minimalismo lo que fueron o pudieron ser algunos de los momentos de la vida de la autora estadounidense. Un poema visual en el que se descubre un diálogo constante entre las perspectivas vitales de Natalie y Carla.

Camus. Entre justicia y madre (José Lenzini, Laurent Gnoni; Norma Editorial)

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Esta obra es una historia sobre Camus en la que el propio Camus parece ser un simple actor secundario. No se confundan, ese acercamiento no es un error sino el auténtico acierto de la narración. Construida a partir de fragmentos del discurso del Nobel, Lenzini y Gnoni rescatan en esta novela gráfica distintos episodios de la vida del escritor que configuraron su imaginario y producción artística. El papel de la cruel abuela, su infancia en Argel, los partidos de fútbol con los otros niños o su despertar sexual son tan importantes en su carrera periodística o literaria como las lecturas que realizaría a lo largo de su tristemente corta vida. Una acertada aproximación a la vida y obra de Camus que sirve como perfecta introducción al contexto histórico y social de quien fue uno de los grandes pensadores del siglo XX.

Superzelda. La vida ilustrada de Zelda Fitzgerald (Tiziana Lo Porto, Danielle Marotta; 451 Editores)

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Siempre ha sido Zelda, la acompañante; Zelda, la pareja de Francis; Zelda, la que estropeó la vida del gran escritor; en definitiva, Zelda, la que vivió a la sombra de su famoso y talentoso marido. Pero Zelda Fitzgerald puede abrazar la primera persona del singular sin tapujo alguno. Ella fue una mujer tremendamente moderna que vivió al ritmo que marcaba la sociedad de la época. Hasta que tuviera lugar su muerte durante el incendio de un hospital psiquiátrico, Zelda fue una figura fundamental de aquellas frenéticas e interminables fiestas regadas de ginebra y buen jazz. Y precisamente su papel de musa de Francis Scott Fitzgerald ha dejado en segundo plano una producción artística que, por suerte, se ha ido rescatando poco a poco del olvido. Tiziana Lo Porto y Danielle Marotta aportan su granito de arena con esta biografía plagada de correspondencia donde tratan de captar la atmósfera que vivió Zelda, nuestra Superzelda.

La voz que no cesa. Vida de Miguel Hernández (Ramón Pereira, Ramón Boldú; Astiberri)

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Acérquense a esta biografía de Miguel Hernández como lo que es: una crónica fiel de los convulsos años que rodearon nuestra guerra civil. Un relato oscuro, lleno de grises y rejas que apenas dejan entrar la luz en la vida de un poeta que se supo poeta desde pequeño. Por ese motivo, cada página de esta novela gráfica pesa como una losa y por mucho que Miguel viaje de Orihuela a Madrid y de vuelta a casa, nunca dejamos de sentir el peso del encierro y la soledad que provoca la cárcel. Porque entre rejas empieza y entre rejas acaba, y todo lo que hay entre uno y otro momento no son más que sueños y recuerdos de quien fue capaz de encontrar inspiración en la pobreza más cruel. No hay nada más duro que ver disfrutar de una vida rememorada a quien ya conocemos su triste destino.

Mary Shelley. La muerte del monstruo (Julio César Iglesias, Raquel Lagartos; Diábolo Ediciones)

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Vale, sí, todos conocemos la famosa reunión en la Villa Diodati. Que allí se juntaron Lord Byron, John Polidori, Percy Shelley… y Mary Shelley, entre otros. Que de un juego entre los huéspedes nació la idea de Frankestein. Pero, al margen de ese acontecimiento, ¿qué más sabemos de la vida de esta creadora?

Este relato nos acerca a la mente de Mary Shelley y a las fortunas y desgracias —sobre todo, estas últimas— de la vida de quien fue una auténtica pionera de la ciencia ficción y del pensamiento feminista. La atracción por la muerte y la resurrección, nacida en mitad de una época en la que la ciencia aventuraba la posibilidad de que los cadáveres pudieran volver a campar a sus anchas por nuestro mundo, fue sin duda una de las grandes obsesiones de una artista marcada, precisamente, por la muerte de los suyos. Unas defunciones que acabaron por causar su propia muerte en vida al tener que plegarse a unos formalismos y costumbres que, a pesar de ser comunes en su época, no eran del gusto de alguien avanzado a su tiempo.

Olympe de Gouges (Catel Muller, Jose-Louis Bocquet; Sins Entido)

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Y si hablamos de pioneras del feminismo y personas adelantadas a su época, no podemos dejar de mencionar a Olympe de Gouges. Esta dramaturga de gran relevancia durante la Revolución francesa escribió en 1791 la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Muller y Bocquet rescatan algunos de los pasajes de su vida en la Francia absolutista de finales del siglo XVIII. Una vida que, como en tantos otros casos, acabó cercenada por la famosa guillotina.

Fire!! La historia de Zora Neale Hurston (Peter Bagge; Ediciones La Cúpula)

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Peter Bagge, junto a su idolatrado Robert Crumb, son historia viva del underground norteamericano. Por esa razón se les disfruta con especial regocijo cuando deciden visitar otros territorios y acercarse, como en el caso de las dos propuestas que presentamos aquí, al mundo de la biografía de escritores. Y si Crumb optaba por Kafka, Bagge prefiere seguir moviéndose en territorio USA para plasmar la vida de Zora Neale Hurston, una escritora de Florida que tuvo que enfrentarse no solo a los prejuicios de género sino también a los de raza. Nacida en la más absoluta pobreza, supo hacerse un sitio en algunas de las universidades más respetadas de los Estados Unidos y logró escribir numerosos ensayos, poemas y novelas que alcanzarían su merecido reconocimiento demasiado tarde. Zora murió como nació, en la pobreza, y solo ha sido muchos años después gracias a homenajes como el de Bagge que su figura ha empezado a recuperar la importancia que merece.

Los últimos días de Stefan Zweig (Laurent Seksik, Guillaume Sorel; Norma Editorial)

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Y, por último, un doble mortal con tirabuzón: realizar la biografía gráfica del gran biógrafo del siglo XX. Un relato centrado, como su título indica, en la última etapa del matrimonio en Petrópolis, Brasil, lejos del infierno del nazismo del que huyeron con la esperanza de poder retomar una vida con sentido. Ay. El fin de la vida de Zweig y su mujer, como el de Virginia Woolf, es uno de los que más nos han fascinado. Por su dureza, por su crudeza, por la triste poesía que guardan en su último gesto. Ver esas fotografías de la pareja abrazada… nos dejan sin palabras. Pero Seksik y Sorel aún tienen energías para escribirlas, y para dibujar la que sería su última parada en el camino. Un bellísimo homenaje que no deja de lado el horror que acabó provocando tan triste desenlace.

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2 Comentarios

  1. Yo, que he leido toda mi vida tebeos y lo sigo haciendo, pienso que a la Historieta no le hace ningún favor este moderno resurgir del género Vidas de Santos, o Vidas Ejemplares, que también se llamaba así, y conocido actualmente en su forma cinematográfica como Biopic -al cine tampoco le hace ningún favor, dicho sea de paso-. Pese a que ideológicamente sean relatos más avanzados que, un poner, una vida de Santa Teresa publicada por una editorial católica en los años cincuenta del siglo pasado, e incluso tengan una mayor complejidad formal y una cierta mayor profundidad psicológica -menos de la que se piensa- el género está viciado de origen y resbala casi siempre hacia la hagiografía pueril, con una no menos pueril idea de Destino presidiendo el relato -son personajes que parece que hubiesen viajado al futuro y supiesen de siempre ahí por lo bajini en que se convertirán finalmente-.

  2. Pingback: Red Corsaria #19: ¡Hay que ver lo que enredamos!

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