Cine y TV Encuestas

¿Cuál es la mejor escena cómica del cine mudo?

Cierto escritor español, que habla con tanto entusiasmo de misticismo oriental como de sus hazañas sexuales, suele proclamar campanudo que apenas nada de lo ocurrido en el mundo desde el siglo VI antes de Cristo despierta su interés. Con el listón a ese nivel cómo epatar ya a nadie afirmando que el cine murió con la aparición del sonoro. Pero lo cierto es que en cualquier película contemporánea resulta fácil trazar las múltiples referencias previas que imita y si hay en ella algo que apreciemos como  original… es simplemente porque no conocemos aquello de lo que es una copia. De manera que tirando del hilo llegamos una y otra vez al cine mudo, en el que se acuñaron los géneros, clichés y trucos narrativos. El porno, el tímido al que el amor vuelve audaz, los viajes espaciales, los robos de bancos, los monstruos que atacan ciudades, las persecuciones trepidantes, los decorados fastuosos, las batallas con música de Wagner… caminos abiertos entonces y luego muy transitados, en ocasiones con guiños explícitos a esos pioneros que solo los iniciados captan. En unos días se estrenara un sentido homenaje con El Gordo y el Flaco (Stan & Ollie) a un dúo cómico que empezó en el cine mudo y fue en ese entorno donde desarrollaron ese estilo suyo tan visual, el slapstick. Claro que no fueron los únicos, así que aprovecharemos la ocasión para recordar algunos momentos de entre los clásicos y su influencia posterior. Voten su favorito o añádanlo en los comentarios.

(La caja de voto se encuentra al final del artículo)


Persecución policial, en Cops

Efectos especiales, dobles, medidas de seguridad… modernidades ajenas a aquellos actores de antaño, duros como el pedernal, que se ganaban hasta el último céntimo del sueldo. Harold Lloyd por ejemplo perdió parte de una mano y quedó ciego durante meses cuando le explotó una bomba supuestamente falsa con cuya mecha se encendía un cigarro durante una sesión fotográfica. Curiosamente, una escena idéntica a la que vemos en esta película de Buster Keaton (aquí completa), otro intérprete que conoció el coste de la fama ya desde niño, cuando en el espectáculo teatral junto a su padre recibió un puñetazo que lo dejó inconsciente casi un día. En la magnífica persecución que vemos sobre estas líneas hay momentos que parecen propios de dibujos animados, como esa forma de engancharse a un coche en marcha.


Persecución campo a través, en Seven Chances

Aquí de nuevo ha de emprender la huida, esta vez de un grupo de señoras al parecer tan peligrosas que casi prefiere romperse el cuello en esas caídas cuesta abajo antes que dejarse atrapar. Un mediometraje de 1925 en el que demuestra ser todo un precursor de Indiana Jones y de Humor Amarillo.


Lucha submarina, en The Navigator

Hay algunas secuencias de Buster Keaton omnipresentes en la cultura popular, como la fachada que cae sobre él en un vendaval o aquella del tren de El maquinista de La General, pero fue esta película de la que más orgulloso se sintió. El momento final en el que emerge aterrorizando a los nativos fue una inspiración decisiva del clásico del terror que llegaría tres décadas después, Creature From the Black Lagoon.


Falso espejo, en The Marathon

El recurso cómico de que un personaje finja ser el reflejo de otro, imitando sus movimientos, probablemente haya quedado en la memoria de la mayoría gracias a Sopa de ganso, pero se remonta a los espectáculos teatrales anteriores al cine. Chaplin ya lo hizo en pantalla en 1916, en 1921 podía verse en esta otra escena, y entre ambas tenemos, sobre estas líneas, la de Harold Lloyd.


Colgado del reloj, en El hombre mosca

Para el personaje que este actor interpretaba de forma recurrente siempre había una chica por la que merecía la pena correr mil peligros y realizar toda clase de acrobacias. En este caso a diferencia de otros sí había dobles y se emplearon efectos ópticos, aunque no por ello la escena dejó de cautivar la imaginación popular quedando como un icono para la posteridad. Fue homenajeada por ejemplo en Regreso al futuro.


La cabaña movediza, en La quimera de oro

En el caso de Charlie Chaplin esta fue la película por la que quiso ser recordado. Quizá no sea la más reivindicada de él dado que no tiene la carga ideológica de otras, pero sin duda está entre las cinco primeras. Hay varios momentos memorables, desde la escena en la que se come un zapato hasta aquella en la que hace bailar unos panecillos. La que tenemos sobre estas líneas fue además de espectacular, una clara inspiración del final de The Italian Job.


Laberinto de espejos, en El circo

Este es el caso opuesto para su autor, como si nunca hubiera existido. No tanto porque estuviera descontento con el resultado (fue su primer Óscar) sino por las dificultades del rodaje y los problemas personales que atravesó en ese periodo. El recurso del laberinto de espejos lo hemos visto desde entonces multitud de veces, como por ejemplo en La dama de Shanghai, el palacio de cristal de Conan el destructor, a su manera los hologramas de Desafío total nos remiten a ellos, o la sala de pantallas de El rascacielos. Otra escena destacable es esta en la que acaba encerrado en una jaula con un león.


Atrapado en la cadena de montaje, en Tiempos Modernos

Por su crítica a una modernidad que devora a las personas, en una línea similar al Moloch de Metrópolis, esta es quizá su película más valorada, por lo menos de acuerdo a la votación en IMDb. Y dentro de la historia esta escena sin duda la más paradigmática. Claro que tampoco podemos dejar de señalar, por lo curiosa que resulta bajo los esquemas contemporáneos, aquella otra en la que va hasta las cejas de cocaína.


Pelea de tartazos, en The Battle of the Century

Alcaldes, primeros ministros, obispos, miss Universo, deportistas, CEO, actrices y hasta el mismo Bill Gates han sido blanco de un tartazo, forma de protesta no del todo pacífica muy común en nuestro tiempo que es casi tan vieja como el cine. Ya en 1909 había una escena de tartazo a un impertinente, aunque el mérito de popularizarla corresponda a Laurel y Hardy, conocidos en nuestro país como el Gordo y el Flaco.


Cambio de pantalones, en You’re Darn Tootin’

Aquí los tenemos de nuevo, esta vez intentando cambiarse de pantalones en la vía pública, siendo descubiertos en cada intento. Lo cual tiene ciertas connotaciones, pero al fin y al cabo eran dos amigos muy íntimos que dormían juntos en la misma cama.


Sigfrido contra el dragón, en Los nibelungos

Concluimos con una escena que quizá en su momento no se hiciera con tal intención pero a la que el tiempo ha vuelto muy simpática, como suele ocurrir con casi todos los monstruos del cine anterior a los años sesenta. La adaptación de la leyenda germánica que Fritz Lang rodó en dos partes en 1924 incluyó una criatura que no estaba hecha a escala, contando con casi veinte metros de longitud. Hoy en día nos resulta un peluche grande pero a Hitler debió causarle una gran impacto, dada la fascinación que sentía por esta cinta.


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Tiempos modernos, 1936. Imagen: United Artists.

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5 Comentarios

  1. Lo cierto es q el cine mudo tenía una gracia especial, hay películas increíbles casi olvidadas. He visto unas cuantas, si tuviera que quedarme con unas pocas diría la escena de charlot en Luces de ciudad con el montacargas justo a su espalda, la película entera del Maquinista de la General de buster Keaton y un pequeño cortometraje también de buster Keaton en el que el protagonista iba de casa en casa a través de unos tendales, simplemente alucinante.

  2. Ni the Keystone Cops, ni Charley Chase, ni Harry Langman o Larry Semon, o Charley Bowers, Roscoe Arbuckle, o Max Linder!. Ni siquiera Mabel Normand.

  3. Jerónimo Vargas Ramos

    Sobre la famosa secuencia de la cocaína de Tiempos modernos, que parece muy atrevida en 1936, lo más curioso es que es una reutilización de otra aún más sórdida del corto La calle de la paz de 1917. En ella vemos a un personaje inyectándose droga que deja la jeringuilla en un banco donde acaba cayendo sentado Chaplin, clavándosela con los mismos efectos que en Tiempos modernos: convertirse en una máquina de pelear. 1917, amigos.

  4. John Tress Passos

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