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Selma Lagerlöf y Astrid Lindgren. Que todos sepan vuestros nombres

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Selma Lagerlöf, 1906. Foto: A. Blomberg, Stockholm (DP).

Las vidas de los grandes escritores están plagadas de lugares comunes. Una clase de gimnasia, vestirse para una primera cita, pagar facturas, el dolor por lo perdido, una infancia al sol, barro en los zapatos. En una entrevista publicada en el diario Clarín en 2011, el brasileño Gilberto Noll defendía que «la literatura busca trascender la mediocridad de lo cotidiano. La literatura es una forma de resistir». Selma Lagerlöf y Astrid Lindgren resistieron, y tuvieron vidas normales salpicadas de acontecimientos extraordinarios.

Selma Lagerlöf publicó casi cuarenta obras, entre novelas y volúmenes de cuentos, de temática diversa. Su obra más conocida es El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia, traducida a más de sesenta idiomas. Selma ostentó el honor de ser la escritora sueca más traducida hasta que apareció Astrid Lindgren con Pippi Långstrump, publicada en más de setenta lenguas. Astrid escribió cerca de cincuenta obras, entre novelas, libros de cuentos y alguna rareza; la mayor parte de ellos de temática infantil y juvenil. Y (ahora hay que coger aire) ha vendido más de ciento sesenta y cinco millones de libros en todo el mundo.

Estamos en un frío Estocolmo de finales del año 1939. Astrid ha leído por encargo La Nochebuena y otros cuentos de Navidad de Selma Lagerlöf y está escribiendo una reseña para el diario Stockholms-Tidningen. La nieve cae ligera tras las ventanas. Su hija Karin llora y Lasse, el mayor, cuida de ella mientras su madre hilvana el texto que tiene que enviar a primera hora del día siguiente. Días después de publicar la reseña habla con Börje Brilioth, el jefe de redacción, para que la ponga en contacto con Selma. Intentará que le conceda una entrevista. Selma acepta la entrevista con una carta breve en la que también se interesa por los textos de Astrid. Deciden reunirse en abril del siguiente año en el café Sundbergs Konditori de Estocolmo. Astrid solo ha leído algunos de sus libros y se hace con algún título más para preparar la entrevista. Lee con vivo interés El anillo del general y vuelve a sentir una perplejidad similar a la que experimentó por aquel lenguaje preciso, aquel estilo que basculaba entre el realismo y la fantasía, cuando años atrás leyó Jerusalén. Pero la cita en el Sundbergs no tiene lugar. Selma fallece en marzo de 1940 en su casa natal de Mårbacka, casa que había recuperado gracias a la dotación del Premio Nobel de Literatura (1909). Allí pasó sus últimos días junto a su hermana y junto a Sophie Elkan. Su amante, su confidente, su compañera de vida. El Nobel de Selma había sido el primero otorgado a una mujer y tardarían diecisiete años en dárselo a otra: la italiana Grazia Deledda. Había muerto la primera Premio Nobel de Literatura.

Pasan los años. La guerra lo ocupa todo, incluso en un país como Suecia, que hace equilibrios imposibles para mantenerse neutral. Astrid escribe su Diario de Guerra y trabaja en secreto para Agencia Especial de Inteligencia sueca. Mientras tanto escribe, persevera y presenta sus manuscritos a editoriales y certámenes hasta que, en 1945, tras ganar el primer premio del concurso de la editorial Rabén & Sjögren logra publicar Pippi Långstrump. En realidad, se trata de su segunda obra publicada (el año anterior la misma editorial había sacado Cartas de Brita-Mari), aunque ya nada es igual después de Pippi.

Astrid viaja a los Estados Unidos para escribir una serie de artículos de viajes para la revista Damernas Värld. Allí presencia, entre muchas otras cosas, una sociedad enferma por la discriminación racial. «A good negro is a negro that is five feet under ground», le espeta a Astrid un taxista durante una carrera por las calles del Barrio Francés de Nueva Orleans. Escribe sobre ello y toma notas que le servirán para publicar Kati en América años más tarde. Este viaje sucede en el 1948 y Astrid aprovecha para viajar por la Costa Este. Ya en Nueva York, otro personaje excelso se cuela en este relato. También nacida en Suecia, Greta Lovisa Gustafsson, interpretó un papel secundario en la adaptación cinematográfica de la primera novela de Selma Lagerlöf: La saga de Gösta Berling. Cuando quince años después dejó el cine tenía apenas treinta y seis años y se había convertido en una leyenda: Greta Garbo. Me quiero imaginar a Astrid entrando en una sala de cine de la 58, al lado de la Quinta Avenida, para ver una reposición de Gösta Berling’s Saga. Algo más de tres horas de cine mudo que Astrid pasa contemplando los paisajes de la provincia de Värmland. Se vuelven a cruzar nuestras protagonistas. Esta vez junto al mito de la Garbo.

En muchas de las historias de Selma y Astrid late el vínculo con su propia infancia donde las relaciones entre padres e hijos establecen la frontera entre realidad e imaginación. Selma construye sus textos sin dejar de mirar atrás (al pasado más personal y al pasado común); sin embargo, Astrid escribe sus historias trasmutando su manera de mirar las cosas en los ojos de un niño. El discurso de Selma al recibir el Nobel traza una emocionante conversación con su padre (fallecido cuando ella era joven), como vehículo narrativo que utiliza para agradecer a las personas y los sucesos de su pasado que ella haya podido ser escritora y que, por extensión, pueda estar allí recibiendo el galardón. Cuando Astrid recibe en el 58 el Premio Hans Christian Andersen (considerado el Nobel de la literatura infantil y juvenil) su discurso de aceptación termina con estas palabras: «Un niño solo con su libro crea, en algún lugar secreto de su alma, sus propias imágenes que van más allá de cualquier otra cosa. El ser humano debe poseer estas imágenes. El día en que la imaginación de los niños no pueda seguir generándolas, será un día en que toda la humanidad se empobrecerá. Todas las grandes cosas que suceden en el mundo suceden primero en la imaginación de alguien, y el mañana depende en gran medida del poder de la imaginación de los que hoy están aprendiendo a leer. Esta es la razón por la que los niños deben tener libros».

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Astrid Lindgren, 1965. Foto: Ulf Strahleus / Cordon.

Astrid recibe una carta de la Svensk Biblioteksförening. La abre con cierta inquietud: la Asociación Sueca de Librerías le ha concedido la Nils Holgersson-Plaketten por el libro de cuentos Nils Karlsson Pyssling. Astrid recuerda emocionada aquella oportunidad malograda de entrevistar a Selma; han pasado diez años desde su muerte y este es el primer premio concedido en honor de la Nobel sueca.

Aunque los libros de aventuras de Pippi Långstrump sean sus obras más conocidas en el mundo hispanohablante (acaso también por la adaptación televisiva de los años setenta), Astrid escribe entre los años cincuenta y setenta cinco novelas que me atrevería a considerar su cumbre (más bien un altiplano) narrativa. Mío, mi pequeño Mío; La isla de la corneja cenicienta; Ronja, la hija del bandolero; Los hermanos corazón de león; y Rasmus y el vagabundo, obra por la que recibe el Premio Hans Christian Andersen en el año 1958.

Astrid ya se ha convertido en un personaje de gran relevancia en la vida cultural y política de Suecia. Es febrero del año 1976 y el escritorio de su apartamento está iluminado por los rayos de un sol cada vez más alto que hace brillar los alisos de Dalagatan. Astrid está escribiendo un texto irónico, pero lo hace con dolor. Su texto, Pomperipossa en el mundo del dinero, es una historia satírica que pretende denunciar que, según la normativa estatal de impuestos, algunos profesionales autónomos como ella terminan pagando un tipo marginal de más del 100%. Publica el escrito en marzo en el diario Expressen de Estocolmo y esto genera una polémica tremenda con el que es su partido político, el Partido Socialdemócrata Sueco. Ella nunca dejará de ser socialdemócrata, pero estos pierden las elecciones por primera vez en más de cuarenta años.     

Ya de lleno en los años ochenta, ahora sí, por una cuestión generacional me siento legitimado para introducir a un niño en esta historia. Porque los niños, aún sin ser los protagonistas, nunca dejaron de estar presentes. Lo llamaré Lennart, y para él Astrid y Selma son esas señoras que escribieron las historias que tanto disfruta leyendo. Historias que bebieron (esto Lennart aún no lo sabe) de Dumas, de Andersen, de Tegnér, de los hermanos Grimm. Lennart le dicta a su padre cartas para Astrid que luego echarán en el gran buzón rojo que hay delante de casa. Cartas que ella le responde amablemente, pero de tarde en tarde. En una de esas misivas, su padre incluye el primer verso íntimo que escuchó de su hijo: «Papá, quiero columpiarme hasta que venga el verano». Su padre también le lee a escondidas Ronja y Mío, mi pequeño Mío cuando Lennart es aún demasiado pequeño para ello. Algunos pasajes los lee con lágrimas en los ojos. Espera unos años, hasta que su hijo es mayor, para leerle El maravilloso viaje de Nils Holgersson (padre e hijo viajan junto a Nils de sur a norte hasta llegar a la aldea lapona de Kiruna, y de norte a sur, de vuelta a casa, montado en un ganso doméstico llamado Martin) y Los hermanos Corazón de León (una fábula dolorosa, difícil, bellísima). Lennart crece, y por las tardes frecuenta la magnífica Biblioteca Pública de Estocolmo. Allí busca libros en sus estantes circulares, de la misma manera que con toda seguridad Selma y Astrid hicieron. En Estocolmo, la ciudad del capítulo 37 de Nils Holgersson, hay un lugar llamado Junibacken, que Lennart visita para volver a las historias de Astrid, de Selma, o incluso de Stevenson y del contemporáneo Sven Nordqvist. No se trata una visita a un lugar cualquiera; es abrir un libro y entrar en él, abrirlos todos, volver a ver con los ojos de un niño, no querer salir de allí. Pasa el tiempo y Lennart se va a estudiar a Uppsala. Una noche de junio lee de un tirón El emperador de Portugalia tumbado sobre la hierba del Jardín Botánico de la universidad.

Este relato, en definitiva, trata de dos personajes fundamentales en la sociedad sueca del siglo XX. Ambas fueron feministas militantes. Mujeres con voces independientes y de corpulencia intelectual. Selma Lagerlöf se significa en su lucha por la paz, por la aprobación del sufragio femenino en Suecia (1919), y ayuda de manera activa a algunos judíos a huir de Alemania a finales de los años treinta. Una de ellas es su gran amiga, la escritora alemana, Nelly Sachs; galardonada con el Nobel de literatura en el año 1966. Astrid, por su parte, es una incansable activista por los derechos de los niños, por la no violencia y en contra de la discriminación racial.

Sospecho que Selma y Astrid nunca se conocieron (aquella entrevista de la primavera de 1940 no sucedió; tampoco la llamada para acordarla) y que quizás solo podamos unirlas con textos como este o a través de la fantasía de un niño (pongamos que hablo de otro niño, porque Lennart ya debe ser un crecido lector de revistas culturales) que camina por Odengatan mirando hacia el cielo a través de las ramas desnudas de los tilos. Es el principio de la primavera y se imagina el verano que vendrá recordando a Ronja «será un amasijo de amaneceres, y de matas de arándanos llenas de frutos, y de las pecas que tienes en los brazos, y de la luz de la luna sobre el río por las noches, y de cielos estrellados, y de bosque en el calor del mediodía cuando el sol brilla en los pinos». Lleva dos billetes de veinte coronas en el bolsillo con los rostros de Selma Lagerlöf y Astrid Lindgren en sus anversos. Dos mujeres ilustres que se miran frente a frente. Se sonríen con unos ojos que miraron al mundo como pocos lo han sabido mirar.

De ellas nos quedan sus personajes, sus historias, su militancia feminista, Ronja jugando en el bosque de Mattis, Pippi Långstrump montando a Pequeño Tío, su activismo en contra de la violencia, un asteroide de veinte kilómetros de diámetro llamado 3204 Lindgren, un Nobel de Literatura, un niño que cruza la geografía sueca montado en un ganso de granja. De ellas nos queda mucho; quizás también un buen pedazo de nuestra propia imaginación.

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Foto: Cordon.

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3 Comentarios

  1. Brendags

    Gracias, de verdad gracias, las desconocía por completo. Da igual si éste sea bueno o mal momento, lo importante es que han llegado. Hoy mismo empiezo a leerlas.

  2. Gunnar Lihr

    Excellente articulo!!

    Deseando leer algo mas de la mano de David Gambarte.

  3. Pingback: Pippi Långstrump, la niña sin miedo - Jot Down Cultural Magazine

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