¿Quién decide?

¿Quién decide la ropa que llevas?

El filósofo alemán Georg Simmel apuntaba en Filosofía de la moda (1905) que el individuo siente el deseo de imitar a los demás, pero al mismo tiempo también necesita diferenciarse de ellos. Una contradicción que, según el sociólogo, la moda es capaz de paliar al permitir a las personas adoptar estéticas determinadas que las hagan únicas, aunque sea recurriendo a tendencias contemporáneas que son asimiladas en grupo. En el fondo, Simmel asumía que la moda era también una paradoja en sí misma, un juego imitativo capaz de fundir lo singular con lo general, una herramienta que se presentaba como la interacción de los opuestos al cabalgar constantemente sobre la relación tejida entre lo nuevo y lo viejo.

Dentro de las múltiples contradicciones y cuestiones que provoca el propio concepto de moda también se encuentra el origen de sus raíces: ¿quién decide la ropa que nos ponemos? Con esta pregunta entre manos, la diseñadora, artista y fotógrafa Ana Locking se ha sentado junto a Eloy Martínez de la Pera, comisario de exposiciones vinculadas al arte y a la moda, para intentar acotar el nacimiento de las tendencias, y el papel que el armario del individuo tiene en la sociedad.

El diálogo, de cuarenta y cinco minutos servidos al natural, crudos, sin cortes ni censura, trata temas como la percepción actual de la democratización de la moda, «ahora es cuando el individuo puede hacer de la moda una manera con la que  expresar su propia libertad individual» apunta Martínez de la Pera, y de la necesidad de concienciación de la sociedad con el consumo responsable y la sostenibilidad del planeta, «voto por que eduquemos a la gente a no consumir tanto y tan barato» propone Locking. Pero la charla también analiza el exceso de información actual en una comunidad que vive pendiente de acumular likes en las redes sociales, la función de la moda como un elemento reivindicativo a lo largo de la historia, las motivaciones de los compradores de alta costura, el papel del diseñador como narrador y la necesidad de las personas de encontrar un estilo con el que puedan definirse a sí mismas. 

Todo ello, sin olvidarse de que en el fondo el terreno de la moda sigue siendo, tal y como apuntaba Simmel, una enorme paradoja: «Cada vez somos más libres, pero al mismo tiempo cada vez estamos más determinados por unos pocos» apunta Locking. «Me estáis pidiendo que practique este slow fashion, volver a cuidar la ropa y darle una importancia a la prenda que se está comprando. Pero al mismo tiempo sois muy cómplices de una maquinaria que me está diciendo que haga todo lo contrario […] Me estáis poniendo a mí como comprador, como público en una coyuntura que me parece muy injusta» remata Martínez de la Pera. ¿Somos realmente tan libres como creemos?

2 Comentarios

  1. Mi señora. Que me daría vergüenza, pero es que en caso contrario me vestiría con un sacon

  2. La humanidad a la que pertenezco es un disparate. En ella conviven, entre otras insensateces, la frivolidad y sofisticación de la moda con la sofisticación y seriedad de las armas y en el medio, gracias a estas, la posibilidad del colapso del planeta. Y lo paradójico es que genera trabajo. Pero, por lo menos, esta señora nos recuerda cuánto cuesta hídricamente vestir unos trapos originales que, según el entrevistador, es el resultado de nuestra cultura o adoctrinamiento, reflexión que no comparto: el deseo de ser distintos o de parecernos a otro o a otra cosa es tan vieja como el hombre; es el instinto camaleónico que está a la base del teatro y de las primeras plumas, aros, collares, tatuajes y maquillajes de nuestros antepasados. Creo que la educación o el adoctrinamiento tienen muy poco que ver. Tampoco comparto la afirmación de que nos vestimos en búsqueda de nuestra personalidad. De acuerdo a la definición de “personalidad” esta tendría que ser distinta a cualquiera otra, pero resulta que todos, gracias a la moda, visten iguales: chaquetas y pantalones estrechos siempre oscuros, zapatos pintiagudos, siempre negros, jamás marrones y camisa blanca (la coincidencia con el vestir del señor Eloy Martinez es solo eso: coincidencia y, además, es representante de una realidad artística innegable) La moda en el vestir existe y existerá y es muestra de nuestro natural optimismo de frente a la vida, pero lo que veo con cierta perplejidad es que nuestros políticos, que tendrían que dar muestras de originalidad también visten todos iguales, aparte de Pablo Iglesias a quien admiro por su naturalidad pero no lo votaría. Gracias por el filmado.

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