De los alambres candentes con los que Antonio Soriano Santacruz teje su voz lírica, manan tules de un veneno extraordinario. Su verso abriga una vida joven de intemperie nocturna, deseos excesivos y anhelos encendidos. Nuevas especies de óxido acepta y sufre el flujo de los cronos interiores, personifica el sabor de la herrumbre y delata los fuegos estertores. Para leer este poemario, sucumbiendo, dispongan sus oxígenos en la boca del poeta. Morirán un poco, pero paladearán, más de cerca, las virtudes de los días

un filo de sol voraz
o una esquina de sombra turbia

a este niño de hierro blando
a este niño de risa dura

las fuentes le reclaman sus espumas
la sed le sacrifica príncipes
el tiempo le abre las papilas
y las brumas.

(Clara Andreu)