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Javier Gómez: Chaplin nació en Galicia

Aquello no podía ser cierto. Sería la mirada emborronada de un domingo a las 7:30 de la mañana. O el insomnio, que llama más veces a la puerta de madrugada que el lechero de Churchill. Aquel engrudo color terracota que cubría los involtini di melanzane rellenos de mozzarella, y su horrible digestión, ¿podría causar alucinaciones?

Ante mis párpados, ágiles como una persiana de madera, un artículo de la versión electrónica de Le Monde: “El ejemplo de Rajoy fascina”. Rajoy puede convencer. Rajoy puede tranquilizar. Rajoy puede firmar un acta notarial. Rajoy puede preparar un bocadillo de chorizo. Rajoy puede teñirse el pelo. Pero fascinar, lo que es fascinar…

El titular fue como un espresso ristretto. Procedí a leer, intrigado. Sarkozy es la antítesis de Rajoy. Sus veladas en el Fouquet’s con Carlita y sus colegas ricachones, sus vacaciones en yate, sus Rolex al peso, sus tics nerviosos de Manny Pacquiao antes de saltar a un ring, su carisma de trabuco, su incontinencia de bajito broncas…

Al llegar al cuarto párrafo, el espresso ya era triple y con metanfetaminas en vez de sacarina. Resulta que el Zelig de Rajoy es François Hollande, candidato socialista a las presidenciales. Toca creer a pies juntillas por dos motivos. Le Monde es la biblia de la socialdemocracia francesa. Y Hollande es el candidato flou por excelencia. Amante del consenso, del poco a poco, del seis de un lado y media docena del otro patrocinado por Mariano. Los dos han acabado con sus rivales por agotamiento. Ambos se han desligado de todo lo que huela a apuesta ideológica. Son feos y poco carismáticos. Pero los dos son ese tipo de la esquina del que te fías si te pide 10 euros.

El secreto de Rajoy que intenta importar Hollande lo explica en Le Monde Manuel Valls, portavoz de Hollande, hijo de republicano catalán y culé de pro: “Cada vez que se expresaba sobre un tema, Rajoy perdía tres puntos en los sondeos”. ¿Solución? No hablar. No es Rajoy el que fascina, sino sus silencios. Calla antes de gobernar. Calla para gobernar. Y, la última creación, calla cuando gobiernes.

Es el signo de los tiempos: en boca cerrada no entran derrotas. Ha tenido que llegar un Chaplin gallego a La Moncloa para que una peli, The Artist, resucite el cine mudo y con éxito de entradas. Ha llegado la política muda y para quedarse. Que ya no hagan debates electorales. Que se queden callados y el primero que se ría, a la oposición.

Cerrado el artículo, y ya más despierto que Alonso con el semáforo en verde, le eché un vistazo a las crónicas sobre la salida del armario del aparato de Carme Chacón. Habló 50 minutos. Ninguna idea sobre la banca, la vivienda, la política social, el consumo, el paro o la ecología. Puesta en escena. Ilusión. Renovación. Y golosinas. Pero ideas, ninguna. Pinta para presidenta.

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3 Comentarios

  1. Pingback: Chaplin nació en Galicia

  2. Es una auténtica lástima que en la sociedad actual se prime la ley del silencio en lugar de la ley «con.dos.cojones»

  3. chicanoize

    Buen apunte!! Ya lo comentaba Ignacio Escolar en una entrevista para este medio… El ‘colega’ se ha rodeado de sus acólitos para que sean ellos quienes vehiculen el mensaje del ‘Presidente’… o_O

    Muy bien… ya no es que el tipo no sepa hablar Ingles para respaldar nuestros intereses en el extranjero, sino que no sabe ni expresarse correctamente en nuestro idioma…

    Bienvenidos a la república bananera llamada España…

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