Arte y Letras Historia

En medio del Caribe…

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The Sea Hawk, 1940. Fotografía: Warner Bros.

Fifteen men on the dead man’s chest
Yo-ho-ho, and a bottle of rum!
Drink and the devil had done for the rest
Yo-ho-ho, and a bottle of rum!

La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson

Arrr

La culpa de casi todo lo que uno cree saber sobre piratas la tiene Robert Louis Stevenson al tallar en la novela La isla del tesoro gran parte de los futuros clichés del pirata pop, incluyendo las patas de palo y los loros al hombro pero excluyendo lo de que tuviese la cara del Lágrima y toda la cuestión de sentir aversión por los ninjas. El escritor incluso arrojó en aquellas páginas un puñado de versos de una ficticia canción marinera, «Dead Man’s Chest»Ron ron ron, la botella de ron» en su versión castellana), que gracias a la popularidad del relato se acomodaría en la memoria general como una auténtica tonadilla piratesca. Desgraciadamente los piratas reales no se saludaban entre ellos con un «Ahoy», ni iban por ahí gritando «Aye aye!» o salpicándose con «Arrrrs» indiscriminados. Tampoco se pasaban el día haciendo símiles con el utillaje marítimo, hablando de los ingredientes del grog, poniendo acento de inglés de pueblo profundo o insinuando avistamientos de monos con tres cabezas. Ocurría que parte de la culpa de ese dialecto pirata también era consecuencia de la La isla de tesoro, pero en su versión cinematográfica de 1950,  donde Robert Newton utilizaba un lenguaje de anglosajón cateto para redondear su interpretación de un pirata. El actor iba tan lejos en su gesta como para tener los santos cojones de cerrar una oración religiosa con un «Arrrmen». Cuando Newton se atrevió a trasladar el habla hasta otra película, El pirata Barbanegra, condenó definitivamente a todos los piratas de ficción del futuro a pronunciar erres amontonadas.

Alexandre Olivier Exquemelin sería la verdadera enciclopedia de la piratería, un francés con apellido de conjuro de Harry Potter que chupó cubierta junto a Sir Henry Morgan trabajando como cirujano-barbero, ocupación que tenía bastante salida profesional durante la época y se basaba en aprovechar que medicina y peluquería compartían instrumental para tener a sus peritos recortando perillas por la mañana y piernas enteras por la tarde. Exquemelin se sacaría la carrera profesional de cirujano en Ámsterdam para acabar volviendo al Caribe a zurcir carne de bucaneros y reubicar entrañas de corsarios mientras redactaba ente medias Piratas de la América, un libro de referencia sobre la piratería que tenía bastante de wikipedia en más de un sentido: las diversas traducciones del original (publicado en holandés en 1678 con el título De americaensche zee-eoovers) parecían un taller de escritura creativa al añadir de manera totalmente gratuita, un montón de datos y biografías no corroboradas. 

François l’Ollonnais (c. 1635 – c. 1668)

Un impetuoso Jean-David Nau natural de la Francia oriental decidió adoptar como alias artístico el tampoco demasiado fiero nombre de François l’Ollonnais para acompañar sus perrerías en mares caribeños. Al poco tiempo de fletar su carrera criminal, el Olonés y acompañantes naufragaron a orillas de México y fueron asaltados por un grupo de soldados españoles bastante sádicos. El francés logró escapar de la masacre untándose en sangre, deslizándose entre cadáveres, poniendo cara de Wally y moviéndose poco. Aquel asunto le marcaría ligeramente y provocaría cierta tensión en sus relaciones con los españoles: en Tortuga, azuzado por la mala hostia, secuestraría a todo un pueblo regido por gobernadores españoles solicitando un cuantioso rescate a cambio de no dibujar corbatas con la espada en las gargantas de los habitantes. La respuesta oficial la obtuvo desde La Habana con la visita de un barco hostil dispuesto a reventar su mollera francesa, pero Ollonnais decidió enfocar el asunto de manera positiva: capturando la embarcación y degollando a toda la tripulación a excepción de una persona que utilizaría como cartero para llevar de vuelta el mensaje «De ahora en adelante François l’Ollonnais nunca dará tregua a quien sea español», por si lo de haber cercenado cabezas no se entendía del todo bien.

El Olonés concentró su carrera marítima en las aguas del Caribe siendo a grandes rasgos un auténtico cabrón. Invadió el inexpugnable fuerte de San Carlos de la Barra, robó y violó a media población de Maracaibo y tomó a la fuerza ciudades para cobrar el rescate solicitado y arrasarlas igualmente. También fue fiel a sus principios y se abalanzó enseñando los dientes sobre todo nativo de España que se le cruzara en su camino, de manera tan textual como para convertirle en leyenda: en un interrogatorio a dos españoles se le ocurrió arrancar el corazón de uno de ellos y devorarlo ante su compatriota para insinuarle que quizás era mejor cantar. Irónicamente, durante una huida se perdió en tierras panameñas y fue capturado por una tribu asilvestrada de caníbales que lo invitó a participar en la merienda-cena en calidad de primer plato.

Benjamin Hornigold (c. 1680 – 1719)

Hornigold arrancó sus desventuras en invierno de 1713 asaltando a los desprevenidos a bordo de una piragua. El asunto se le daría tan bien que cuatro años después se encontraba a cargo del buque más descomunal y con mayor potencia ofensiva de la zona, un barco llamado Ranger. Hornigold se convertiría en el matón de la región mientras demostraba que percibía el concepto de piratería de manera curiosa: en cierta ocasión invadió una embarcación ajena para llevarse tan solo «un poco de ron, azúcar, pólvora y municiones» como quien llama al timbre de la vecina para pedir un puñado de sal. Y en otra notable operación de pillaje abordaría una nave ajena para llevarse todos los sombreros de sus tripulantes porque sus hombres habían perdido los suyos durante una fiesta antológica. Precavido como pocos, no atacaba barcos ingleses para utilizar como excusa en caso de ser apresado que luchaba del lado británico, sufrió un motín y aprovecho el perdón concedido por Jorge I de Gran Bretaña para resetear el currículo y dedicarse a cazar piratas. Durante su vida activa además tuvo el curioso honor de ser mentor de otra leyenda pirata: Barbanegra.

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Treasure Island, 1950. Imagen: Walt Disney

Con parche en el ojo

Si hacemos caso a las estadísticas visuales, los contendientes de una escaramuza en alta mar o bien tienen especial predilección por apuntar a los ojos del oponente o bien son lo bastante estúpidos como para tratar de detener balas y sables enemigos con las córneas. El parche en el ojo se imagina como un complemento común del pirata estándar, pero es probable que su existencia no indicase remiendo para un ojo ausente sino una técnica para asaltar con más soltura las entrañas de un barco. Suponiendo que el marinero conservase los dos globos oculares intactos, mantener un ojo acostumbrado a la oscuridad era una ventaja táctica que facilitaba la invasión de bodegas escasamente iluminadas: bastaba con cambiarse el parche de ojo en el momento de hacerlo.

Edward Teach (c. 1680 – 1718)

Edward Teach, conocido popularmente como Barbanegra por sabe Dios qué extraña peculiaridad capilar, tuvo su primer contacto con el agua salada al servir en la Marina Real Británica, hasta que razonó que salía más a cuenta hacerse autónomo. Teach acabaría capturando un buque de esclavos para tunearlo y convertirlo en el temido Queen’s Anne Revenge. Dibujado por el mito como un hombre sanguinario, Barbanegra realmente era una persona muy inteligente que prefería evitar la confrontación y derrotar a sus enemigos por la vía del miedo al valerse de su, adelantada a su tiempo, alma de rockstar: solía presentarse en los combates vestido de negro, forrado con pistolas, con enormes botas de piel y varias mechas encendidas atadas a su barba, pelo y sombrero que le otorgaban la apariencia de ser Satán envuelto en una humareda diabólica; aquella puesta en escena era importantísima, y Teach encarnaba al Rob Zombie del momento. El pirata resultaría ser mucho menos tirano que lo que dictaba su legado, no hay constancia de que dañase a los hombres que capturaba tras la batalla, pero también sería una bestia parda durante las peleas que libraba: en 1718, tras ser derrotado y decapitado en la cubierta de su propio barco por el teniente Robert Maynard, se descubrieron en su cuerpo inerte cinco heridas de bala y una veintena de cortes producidos por espadas.

In the navy

Pasar tanto tiempo en alta mar sin compañía femenina propiciaba que los tripulantes comenzasen a percibir apetecibles las siluetas de sus compañeros y olvidasen a propósito que estos tenían más pelo bajo la barbilla que bajo el sombrero. Pero como los piratas eran gente de mente abierta, las relaciones homosexuales en su entorno nunca fueron motivo de lamento. Incluso llegarían a crear el matelotage, una institución similar al matrimonio que unía de manera formal a dos piratas varones adultos. Esto es importante, en pleno siglo XVII los fieros piratas del Caribe resulta que ya estaban legalizando el matrimonio homosexual.

A Le Vasseur, gobernador francés que regía la isla de Tortuga, no le acababa de agradar la idea de tener en sus dominios, frecuentados por piratas, a tantos marineros agarrando mástiles que no fuesen los de sus embarcaciones. El hombre inició el papeleo necesario para llevar a cabo un plan que implicaba importar meretrices desde la Francia natal y sus reclamas se transformaron en embarcaciones cargadas con centenares de putas zarpando hacia el Nuevo Mundo como si de una película porno facilona se tratase. Aquellos navíos echaron el lazo en el puerto de Tortuga mientras Le Vasseur animaba a las prostitutas a echarles el lazo a los bucaneros del lugar y atarlos en corto para que formasen familias, se dedicaran al cultivo y obviasen aquello de jugar al pilla pilla con los amigos y al pillaje con los enemigos. Los habitantes de Tortuga entendieron de otro modo la invitación de regar huertos y encararon los puticlubs flotantes con la resuelta convicción de repartir cariños entre queridos y recién llegadas.

Calico Jack (1682 – 1720)

John Rackman se ganó el alias de Calico Jack por su manera de revolucionar la moda pirata luciendo llamativas y carísimas camisas de calicó, algo que decía bastante de una figura que ya en su momento vivía del hype que generaba a su alrededor y debería considerase más exitoso como publicista que como sanguinario pirata: su rediseño de la Jolly Roger, en forma de calavera subrayada por un par de sables cruzados, adquirió fama de manera inmediata logrando que los que la avistaban en alta mar cagasen tantos ladrillos como para construir una nueva muralla china. Pero Jack, a pesar de haber demostrado cierta maña a la hora de apresar navíos ajenos, lucía un currículo pirata cuestionado por historiadores y atesoraba fama de ser especialmente habilidoso a la hora de desaparecer de una gresca si su equipo iba perdiendo. Lo cierto es que lo más interesante de su trayectoria como saqueador de alta mar era su ojo para los fichajes, porque obviando las leyes piratas alistó en su barco a dos mujeres: Anne Bonny y Mary Read, dos figuras legendarias. Calico Jack sería apresado junto a su séquito mientras estaba de farra y finalizó sus días balanceándose con la soga al cuello en un islote de Port Royal que desde entonces sería conocido como Cayo Rackhams.

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Cutthroat Island, 1995. Fotografía: Beckner & Gorman / Canal + / Carolco / MGM.

Un par de tibias

Las banderas piratas son el ejemplo perfecto del potencial de un logotipo y la importancia empresarial de crear una imagen de marca. Y, aunque la imagen clásica de la Jolly Roger evoque una calavera junto a un par de tibias cruzadas, existieron a lo largo de la historia diferentes filibusteros que presentaron sus propios diseños personalizados: Edward Low blandiría una bandera con un esqueleto rojo en la misma posición que el muñequito de idéntico color de cualquier semáforo. John Phillips se dejaría ver bajo el emblema de un calvo desnudo con un reloj de arena en una mano y una lanza ensartando un corazón en la otra. Walter Kennedy optaría por poner un poco de todo: Jolly Roger clásica, señor desnudo, espada y reloj de arena. Bartholomew Roberts luciría una bandera donde él mismo aparecía brindando con un esqueleto y diseñaría otra con su persona pisando un par de cráneos enemigos. Henry Every dibujaría la calavera de canto con un pañuelo gangsta. Thomas Tew evitaría los rodeos: su flota enarbolaba la imagen de un brazo que amenazaba con un sable.

Mary Read (c. 1690 – 1721) y Anne Bonny (c. 1700 – c. 17¿?)

Anne Bonny fue una pelirroja irlandesa fruto de la aventura de un abogado con su criada. Su existencia provocó que su padre creyese conveniente establecer cierto perímetro de seguridad con su esposa oficial y se mudase a Londres junto a una niña que vivía disfrazada de chico y respondiendo al nombre de Andy, y su madre biológica. De ahí embarcaron hacía Carolina del Sur, donde una joven Bonny cansada de sentarse en el porche y rascarse el higo abandonaría a su padre en busca del romanticismo de la delincuencia marítima para acabar casándose con un pirata de segunda división llamado James Bonny. Las aguas se calmaron hasta que apareció Calico Jack y la jovenzuela, hipnotizada por su profundo sex appeal, decidió dejarlo todo y aventurarse, haciéndose pasar por varonil filibustero, a desvalijar embarcaciones ajenas junto a ese boceto de Jack Sparrow.

Mary Read nació como consecuencia de algún arrumaco extramatrimonial ejercido por la esposa de un marinero. Tras el fallecimiento del marido entre las olas la mujer obligó a la pequeña a pasar la infancia y adolescencia vistiendo ropa de chico para cobrar de ese modo la herencia que correspondía a otro hijo de la familia también fallecido. La joven chavala le pilló el truco a lo de hacerse pasar por hombre y travestida formaría filas en unas fuerzas armadas británicas junto a las que repartiría leña en el campo de batalla. Se enamoró de un compañero flamenco de milicia al que le confesó que en realidad carecía de genitales externos, un detalle que al hombre le pareció lo suficientemente interesante como para desposarse con ella y montar una posada donde vivir sin sobresaltos. La muerte de su marido la llevó a embalarse de nuevo en el disfraz de mucho macho y caminar hacia el ejército buscando guerra de nuevo. Calico Jack y Anne Bonny, creyendo que estaban tratando con un hombre, la invitarían en 1720 a unirse a su tripulación de saqueadores y lo que ocurriría a continuación entre aquellos tres sería materia prima para telecomedia de equívocos: Bonny y Read comenzaron a experimentar una extraña tensión sexual y la primera decidió aclarar a la segunda que tenía ranura en lugar de pito, solo para que la segunda le revelase que también era usuaria de trompas de Falopio. Entretanto Rackham estaba empezando a ponerse tan celoso, al ver a otro hombre arrimándose a su amante, que Bonnie tuvo que confesar, para alegría del pirata, que en realidad había cuatro tetas sobre la cubierta.

Lo interesante es que las leyendas que aseguran que Rackham era de esconder la cabeza durante las afrentas suelen solaparse con aquellas que afirman que las verdaderas guerreras del grupo eran dos furiosas mujeres pirata. Durante sus últimos días, un Calico Jack encarcelado solicitó ver por última vez a su querida y Bonny aprovecharía la reunión para dedicarle unas amables palabras de despedida: «Siento verte aquí. Pero si hubieras luchado como un hombre no serías colgado como un perro». Mary Read murió en su celda a causa de fiebres producidas por un embarazo, pero el destino de Bonny sería tan incierto que bien podría haberse pasado otros sesenta años disfrazada de bravucón macho alfa aterrando el Caribe y peleando como la mujer que no sería colgada nunca como un perro.

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2 Comentarios

  1. Desopilante! Lectura que hace más pasable este encierro por ese virus, también pirata, pero con la diferencia que aquellos, a veces tan románticos pero imprevisibles, solo infectaban los mares. Gracias

  2. Excelente documento!

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