Cine y TV

Autobiografía sentimental de Terrence Malick

El homenaje de Terrence Malick a su hermano muerto en El árbol de la vida. Imagen: River Road Entertainment.
El homenaje de Terrence Malick a su hermano muerto en El árbol de la vida. Imagen: River Road Entertainment.

En 1986 tuve una reunión con Malick en Westwood. Se levantaba cada cinco minutos a esconderse tras una columna, convencido de que había visto a alguien conocido. Otro día me llamó por teléfono, se oían camiones de fondo en la autopista. Le pregunté dónde estaba y me dijo «caminando hacia Oklahoma». «¿Desde Texas?», le pregunté. «Sí, observo a los pájaros», contestó. (Rob Cohen, director de cine)

Vi a Terry hace poco en Texas y comprobé que salir al campo con su esposa a observar pájaros es su pasatiempo preferido. Terry siempre ha sido un enigma para mí, pero es imposible no quererle. (Sam Shepard, protagonista de Días del Cielo, en una carta fechada en 2006)

Terrence Malick es extremadamente tímido y de ninguna manera deben tratar de establecer contacto directo con él. (Nota a los medios invitados al Festival de Cine de Roma de 2007)

El problema de Terry es que necesita desesperadamente un guionista. Quiere rodar absolutamente todo, y luego escribe y reescribe hasta que el diálogo suena terriblemente pretencioso (…) La primera media hora de El nuevo mundo es pura magia, pero después la historia no hace más que empezar otra vez, y otra vez (…) Colin Farrell le decía: «Terry, no son más que dos putas águilas, no ruedes eso» (…) Tras el rodaje le escribí una carta, le dije «¡eres muy aburrido, búscate un guionista!». Así que mi carrera con él ha terminado. (Christopher Plummer contando su experiencia en El nuevo mundo en un coloquio de nominados al Óscar en 2012)

Trabajar con Terry me ha cambiado la vida. Soy un padre diferente, un marido diferente, un amigo diferente. Ahora veo la naturaleza de otra manera. Es uno de los profesores más importantes de mi vida. (
Emmanuel Lubezki, director de fotografía)

Extraña época esta en la que los estrenos de Terrence Malick, para los que en ocasiones hubo que esperar hasta veinte años, se agolpan en la cartelera internacional. El mismo director que antaño entregaba películas al compás de las eras glaciales ha acelerado el ritmo hasta tal punto que casi le ha cogido la rueda al mismísimo Woody Allen. En lo que llevamos de década Malick lleva realizadas nada menos que cinco películas. Según Imdb Voyage of Time, ese documental sobre la creación del universo en el que lleva trabajando años e incluso décadas, ha sido finalmente completado. En paralelo, varios medios han anunciado el inminente estreno mundial de Weightless, su último largometraje de ficción, aunque finalmente parece que se retrasa. Y Knight of Cups, que fue presentada en el Festival de Berlín de 2015 y distribuida después en varios países, sigue lamentablemente sin fecha de estreno en España. El director se ha vuelto por tanto extrañamente prolífico, pero sigue siendo el mismo en lo que respecta a su imagen pública: su timidez es legendaria, no se hace ver por nada del mundo y no concede una entrevista desde 1979.

Esta Knight of Cups, protagonizada por Christian Bale, Cate Blanchett, Natalie Portman y Antonio Banderas, fue abucheada en su estreno en Berlín, vapuleada por buena parte de la crítica americana y luce un mísero 46% en Rotten Tomatoes. Se acusa a Malick de haberse convertido definitivamente en poco menos que una parodia de sí mismo, de resultar terriblemente repetitivo y de vivir encerrado en ese proceso creativo que tanto irritó a Christopher Plummer (véase la cita que encabeza estas líneas) y que denotaría alarmantes síntomas de agotamiento, consistente en rodar sin aparente control ni planificación previa horas y horas de metraje para después construir una película durante meses e incluso años en sala de montaje, añadiendo voces en off que reescribe sin descanso. Una actitud que sin ser del todo nueva en su carrera (1) sí resulta progresivamente más dominante en sus esquemas narrativos: el director apenas da ya páginas de diálogo a sus actores en el set, sacrifica la línea argumental y se ha convertido en un fotógrafo de lo espontáneo a la búsqueda de pequeñas revelaciones y bocados de verdad entre los pliegues de la realidad. Con ello ha configurado ese estilo que impregna toda la parte terrenal de El árbol de la vida (2011) y que llevó a sus últimas consecuencias en la críptica y vapuleada To the Wonder (2012), una película que su protagonista, Ben Affleck, describió en estos términos: «Básicamente To the Wonder hace que El árbol de la vida parezca Transformers». Tras haber visto Knight of Cups, puedo decir que la película nos permite aplicar ahora el chiste de Affleck a To the Wonder.

Knight of Cups. Imagen: Dogwood Films, Waypoint Entertainment.
Knight of Cups. Imagen: Dogwood Films, Waypoint Entertainment.

En cualquier caso, conviene ver Knight of Cups recordando que a las obras de Malick se viene a respirar, vivir, abstraerse, sumergirse en su corriente y dejarse llevar obviando el ruido cotidiano. La verdad es que a mí la película me ha dejado bastante anonadado. Es un film rigurosamente indescriptible y un torbellino emocional apabullante, del que se sale literalmente agotado por el tremendo despliegue de impresiones y sensaciones. Nuevamente el director se pasa cualquier voluntad narrativa tradicional por el arco del triunfo y no hace una mínima concesión al desarrollo de la historia, que gravita (literalmente) en torno a la vida profesional y sentimental de un hombre de cine interpretado por Christian Bale. Como en todas sus últimas películas, Malick vuelve a montar en secuencia innumerables escenas inconexas e inconclusas con voces en off y diálogos interrumpidos o inaudibles, filmándolo todo con una nada modesta voluntad divina. Y sin embargo tras ello se intuye una intención dolorosamente sincera de hacer transpirar la propia experiencia de toda una vida por la pantalla. Un vaciarse absoluto, un regalar los propios ojos y la propia mirada a quien quiera entrar. No es la primera vez que Malick, el director vivo más celoso de su vida privada, desvela paradójicamente los detalles más íntimos de su propia lucha interior para compartirlos con el público. Y tampoco es, por desgracia, la primera vez que se le acusa de tomar el pelo al respetable al hacerlo. Y es que, por ejemplo, en Knight of Cups, como ya hiciera en El árbol de la vida, vuelve a recordar la figura de su hermano Larry, que se suicidó en España.

La muerte de un hermano

Larry Malick tocaba la guitarra española y en los años sesenta vino a nuestro país a perfeccionar su estilo con un profesor de excepción. Andrés Segovia, nada menos. En 1968 su padre voló de inmediato a nuestro país tras descubrir alarmado que Larry, sumido en una terrible depresión, se había roto intencionadamente ambas manos, desesperado por sus pocos avances con el instrumento. Cuando el padre llegó a España, supo que su hijo se había suicidado. (2)

Los hechos son referenciados directamente en El árbol de la vida, que arranca con la madre de la familia (interpretada por Jessica Chastain) recibiendo un telegrama en el que se le notifica la muerte de su hijo. Siguen después varias escenas reveladoras: un plano de la habitación del hijo, vacía y presidida por una guitarra española abandonada, y varios flashbacks que arrancan entonces sobre la infancia de este, interpretado por un actor rubio de mirada angelical al que Malick abraza casi literalmente con la cámara a lo largo de toda la película. Se intuye una voluntad de mostrarnos a ese niño en actitud casi beatífica. El director llega a filmarlo tocando la guitarra en el umbral de entrada de la casa, rodeado por un cuadro de luz, y en otro momento nos lo muestra tocando el instrumento en su habitación para, justo después, cortar a una imagen de una vidriera de iglesia en forma de espiral hacia el cielo. (3)

Arranca El árbol de la vida con una cita del libro de Job («¿Dónde estabas cuando Yo senté los cimientos de la Tierra, cuando las estrellas de la mañana cantaron juntas, y todos los hijos de Dios elevaron sus voces con alegría?¼) y nos cuenta entonces, como el episodio bíblico, una historia de rebelión del hombre ante el descubrimiento del dolor y del aparente silencio del creador, y su liberación final tras vivir el misterio del universo y recibir la respuesta de Dios reproducida en la cita inicial. Malick traslada el relato bíblico a la historia de su propia infancia, mostrándonos el paralelismo entre la rebelión de Job y la del niño Malick: ese Jack O’Brien, protagonista de la película (siglas JOB) que descubre que la muerte existe tras ver a un vecino del barrio ahogarse en una piscina, y que se rebela entonces contra su autoritario padre (interpretado por Brad Pitt) adoptando ante este la actitud del Job bíblico y diciéndole hacia el final : «Es tu casa, puedes echarme cuando quieras». La muerte del vecino en la piscina prefigura la del hermano de Jack, de la que solo vemos sus secuelas emocionales en el Jack adulto (Sean Penn), que no es sino Terrence Malick diciéndonos que la película que acabamos de ver constituye su modo de aceptar el dolor por el suicidio de su hermano Larry.

El otro hermano de Terrence Malick, Chris, falleció en 2008, en pleno rodaje de El árbol de la vida. Según algunas fuentes no del todo confirmadas (4) también se habría suicidado tras una larga enfermedad. En los créditos finales de la película podemos leer «For LRM and CBM». Son ellos: Lawrence Raymond Malick y Christopher B. Malick. Así, con El árbol de la vida el hermético director inauguró un cine lleno de elementos autobiográficos, que asoman de nuevo en To the Wonder y Knight of Cups.

To the Wonder. Imagen: Redbud Pictures, River Road Entertainment.
To the Wonder. Imagen: Redbud Pictures, River Road Entertainment.

Narrar la propia herida

Terrence Malick es célebre por el absoluto secretismo que mantiene en torno a su vida y su propia imagen. Sus apariciones públicas son casi clandestinas, no concede entrevistas, durante mucho tiempo apenas existieron fotografías suyas e incluso muchos de sus seguidores tardaron años en descubrir que tiene un pequeño papel (no acreditado) en Malas tierras (1973), su ópera prima. Actualmente, para su desgracia, proliferan retratos suyos cazados con el móvil y vídeos a cargo de usuarios de YouTube que se han encontrado de improviso con uno de sus rodajes callejeros, pero aun así el cineasta mantiene cierta imposible esfera de intimidad en plena era Instagram.

Malick protege por tanto su privacidad con un celo que en ocasiones ha sido tildado de obsesivo y paranoico. Y sin embargo conocemos gracias a varios biógrafos muchos detalles de su vida y de su personalidad (5):

Nació el 30 de noviembre de 1943, el mayor de tres hermanos. Creció en Oklahoma y Texas.

Su padre fue geólogo e inventor, y desarrolló varias patentes sobre combustibles de reactores y conservación de vida microscópica durante la carrera espacial de los años cincuenta. De ahí provendría esa obsesión de su hijo por el universo que dura hasta nuestros días.

Es un lector voraz y un apasionado de la música clásica, como testimonian las bandas sonoras de sus películas. Curiosamente es también un fan rendido de la película Zoolander y a petición de su familia Ben Stiller se vistió una vez del personaje y le grabó un vídeo sorpresa de felicitación de cumpleaños. (6)

Malick es también un apasionado de la filosofía: estudió la carrera en Harvard, interesándose especialmente por Wittgenstein y Heidegger, a quien llegó a conocer personalmente durante un viaje a Alemania. Posteriormente obtuvo una beca para concluir sus estudios de filosofía en Oxford, donde al parecer no terminó la tesis por diferencias con su mentor acerca de sus filósofos predilectos.

Tras dejar Oxford volvió a Estados Unidos, donde ejerció brevemente como profesor de filosofía en el M.I.T. En ese mismo período (finales de los sesenta) trabajó como periodista freelance en el New Yorker, Life o Newsweek. Fue enviado a Bolivia a escribir un artículo sobre Régis Debray y Che Guevara, llegando al país el día después de la muerte de este último.

En 1968 su hermano Larry se suicidó en España, como se ha dicho.

En 1969, tras asegurar haber perdido parte de su interés en la filosofía, entró «casi por accidente» (según palabras propias) en el mundo del cine al inscribirse a un curso en el recién fundado American Film Institute (AFI). David Lynch y Paul Schrader formaron parte de la misma promoción. (7)

Ese mismo año realizó allí su primer y único cortometraje, Lanton Mills. Posteriormente donó la copia al AFI con la condición de que solo los estudiantes de la institución pudieran verlo. Es así hasta el día de hoy.

Por entonces obtuvo pequeños trabajos de estudio como escritor de guiones: trabajó, por ejemplo, en un borrador inicial del guion de Harry el sucio, en la época en que el protagonista de la película iba a ser Marlon Brando.

En 1970 se casó con su primera esposa, Jill Jakes, de la que se divorciaría pocos años después.

En 1973 sorprende a la crítica con su primer largometraje, la fabulosa Malas tierras (Badlands), que presenta en el festival de cine de Nueva York. La película, con Martin Sheen y Sissy Spacek de protagonistas, se inspira tangencialmente en el célebre caso de Charlie Starkweather, ejecutado en la silla eléctrica en 1959 por el asesinato de once personas, y su novia Caril Fugate, encarcelada por participación indirecta en los hechos y liberada en 1976 por buena conducta (8). Malick y Sheen conocen personalmente a Fugate durante la preparación del film. Malas tierras supone también su primer trabajo con Jack Fisk, colaborador fundamental y diseñador de producción de todas sus películas.

En 1978 estrena Días del cielo (Days of Heaven), una de las más bellas películas jamás rodadas (perdonen esta opinión personal insertada en plena crónica de los hechos, pero es inevitable) con Richard Gere, Brooke Adams y Sam Shepard de protagonistas y una fotografía a cargo de Néstor Almendros y Haskell Wexler sin apenas parangón en casi todo el cine anterior y posterior. Malick obtiene el premio al mejor director en el Festival de Cannes.

En 1979 concede su última entrevista y prácticamente desaparece durante veinte años no ya de toda esfera pública, sino también profesional: sin embargo sabemos que en esas dos décadas trabaja en varios proyectos que no llegan a término, el más importante de los cuales es Qasida, una ambiciosa película que prefigura El árbol de la vida con treinta años de antelación, hasta el punto de que algunas de las escenas del universo de esta provendrían del material rodado a principios de los ochenta para Qasida(9)

En los años ochenta viaja por todo el mundo y fija residencia en París con su segunda esposa, Michèle Morette, francesa y madre de una hija de otra relación. La pareja se habría mudado posteriormente a Texas y se divorció tiempo después. El director narró varios detalles de este período de su biografía en To the Wonder (2012), con Ben Affleck y Olga Kurylenko en los papeles principales. La película también hace referencia a su tercera (y aparentemente actual) esposa, Alexandra «Ecky» Wallace, un antiguo amor de instituto con la que volvió tras su divorcio de Morette, y que en la película fue interpretada por Rachel McAdams(10)

En 1999 obtiene el Oso de Oro en Berlín con la película que supone su esperadísimo retorno tras veinte años: La delgada línea roja (The thin red line). También es nominado al Óscar al mejor director, pero por supuesto no acude a la ceremonia de premios.

En 2005 estrena El nuevo mundo (The new world), una recreación de la historia de amor del capitán John Smith y Pocahontas, que supone su primera colaboración con Emmanuel Lubezki, desde entonces director de fotografía de todas sus películas.

En 2008 fallece su segundo hermano, Chris.

En 2011 obtiene la Palma de Oro del Festival de Cannes con El árbol de la vida. No acude a recoger el premio, pero sí al festival: la organización le pide entrar en la sala a recibir la ovación del público al término de la proyección, cosa que hace con la condición de que los medios no tomen ninguna imagen suya durante los escasos minutos en los que se presenta allí vestido de gala para sorpresa del público. Para desgracia del director, un espectador le fotografía con su teléfono móvil y sube la instantánea a Flickr.

En 2012 estrena To the Wonder y en 2015 Knight of Cups. Ambas películas, como El árbol de la vida, son parcialmente autobiográficas, haciendo referencia a dos de sus matrimonios, al suicidio de su hermano Larry y, en el caso de Knight of Cups, también al impacto que este suceso tuvo en la difícil relación con su padre y su otro hermano. To The Wonder se rueda en Bartlesville, Oklahoma, lugar de residencia de su familia durante años.

El árbol de la vida. Imagen: River Road Entertainment, Plan B Entertainment.
El árbol de la vida. Imagen: River Road Entertainment, Plan B Entertainment.

Un cine en el que quedarse

Terrence Malick será un tipo discreto para según qué cosas, y un excéntrico incurable para muchos, pero sus películas denotan una actitud bastante irreprochable desde el punto de vista de la creación. Y es que el artista está ahí para hurgar en la propia herida y contar qué ha encontrado en el camino. El resto, véase las conferencias de prensa, los audiocomentarios, las fotos promocionales, las opiniones sobre el estado actual del mundo y demás, son meros accesorios. Yo nunca conoceré al hombre, pero ello no me impide conectar con su sensibilidad. De hecho uno casi agradece que en esta era en la que todo el mundo (el formado, el inteligente, el ignorante, el graciosillo, el coñazo) tiene algo que decir sobre todo, haya una persona (¡una!) dispuesta a hablar solo a través de su obra, abrir la vena y mostrar lo que corre por dentro. Nada más.

Hablábamos al principio del denostado estilo actual de Malick, que tiene en Knight of Cups su última muestra, pues el director vuelve a alejarse progresivamente de toda planificación previa, más atento a la captación de momentos espontáneos y píldoras de verdad surgidas de la filmación continua de la realidad («Una novela es un espejo que se pasea a lo largo de un camino», que dijo aquel). Malick toma después esos kilómetros de metraje y los monta a modo de archipiélago de pequeñas islas emocionales. Yo creo que este estilo «improvisado» funciona perfectamente, porque mi momento preferido de toda su filmografía no está en Días del cielo, por más que sea una de mis películas preferidas. Tampoco es nada que diga o haga el memorable soldado beatífico que bordó Jim Caviezel en La delgada línea roja, uno de los grandes personajes del cine contemporáneo. Ni siquiera es este fragmento maravilloso de El nuevo mundo. No. Mi momento Malick predilecto es uno de esos instantes aparentemente surgidos de la mera improvisación. Se (nos) lo regaló uno de los niños protagonistas de El árbol de la vida durante un derroche de pura energía juvenil en el que la película nos cuenta en apenas unos minutos cómo nacen y crecen los niños protagonistas. Los dos hermanos mayores se lanzan rodando cuesta abajo por el césped del jardín de casa. El tercero corre detrás de ellos, se agacha, recoge un insecto del suelo y le dice entonces a su perro: «¿quieres comerte un saltamontes?». En ese momento, si te pones muy nostálgico, te cabe una infancia entera. La mía por lo menos.

_________________________________________________________________________

Notas:

(1) Al finalizar el rodaje de La delgada línea roja (1998) el director se plantó en la sala de edición con metraje suficiente para varias películas, y la más sonada víctima del montaje posterior fue, como es bien conocido, Adrien Brody, que rodó el papel protagonista e incluso había posado para la portada de Vanity Fair como estrella del film, y solo tras ver el montaje final descubrió que lo suyo se había quedado en poco más que un rol de extra.

(2) Este y otros datos biográficos del director fueron desvelados en un artículo de Peter Biskind para Vanity Fair: «The Runaway Genius» (diciembre 1998).

(3) No solo eso: la primera palabra que escuchamos en la película es brother, hermano. La dice en off Sean Penn mientras vemos lo que parece ser una fuente de pura luz divina. La última frase del film la pronuncia la madre en esa especie de cielo o paraíso de las secuencias finales, donde las almas parecen estar en directa conexión con el Creador: «Te entrego a mi hijo», dice el personaje de Jessica Chastain.

(4) Se afirma que también Chris Malick se suicidó en One big soul: an oral history of Terrence Malick, de Paul Maher Jr., un libro autoeditado que constituye probablemente la más completa biografía que existe del hermético director. El libro es el resultado del ingente trabajo de Maher, que ha pasado años recogiendo decenas de testimonios directos de conocidos, colaboradores y hasta vecinos de Malick para construir la biografía del cineasta, que como se ha dicho no concede entrevistas ni habla con los medios desde 1979. Sin embargo, en lo referente al supuesto suicidio de Chris Malick el libro contiene al menos un error: data la fecha del suceso en diciembre de 2010, pero su obituario publicado en un periódico local de Tulsa, Oklahoma, estado de donde proviene la familia del director, indica que Chris no falleció en 2010, sino en diciembre de 2008.

(5) Estos datos biográficos provienen de diversas fuentes, todas ellas confirmadas por las fuentes (2) y (4)

(6) Ben Stiller confirmó la anécdota en esta entrevista.

(7) http://www.afi.com/about/history.aspx

(8) Como ya dijimos aquí, el caso Starkweather-Fugate, uno de los más célebres episodios de crónica negra americana, también sirvió de inspiración a Nebraska, la canción y disco de Bruce Springsteen.

(9) La historia de Qasida arrancaba al parecer con una larga secuencia sobre la creación del universo para después abordar el descubrimiento del amor por parte de un hombre y una mujer prehistóricos. El proyecto superó la fase de concepción, obtuvo financiación y se rodaron varias de las escenas iniciales con los mejores efectos especiales del momento, pero fue finalmente cancelado. Otros proyectos en los que Malick trabajó en sus dos décadas de ausencia fueron una película sobre el psicoanálisis titulada The English Speaker, una versión de El hombre elefante (abortada al saber de la película que David Lynch ya rodaba por entonces) o una adaptación teatral de El intendente Sansho, historia que ya rodó Kenji Mizoguchi.

(10) Como sabrá si ha visto To the wonder (SPOILER) la relación entre Affleck y McAdams tampoco prospera en la película, pero sin embargo todas las fuentes coinciden en que Terrence Malick es hoy un hombre felizmente casado con su esposa Alexandra. De hecho ella acudió en su nombre al estreno de la película.

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9 Comentarios

  1. Maravilloso artículo sobre uno de mis directores favoritos. Muchas gracias

  2. Maestro Ciruela

    Estupendo artículo sobre este enorme creador. Volví a ver hace poco «Malas tierras» y para mí es algo que podría haber rodado Malick ahora mismo, al igual que hace ¡43 años! Hay cine en el que hay que abandonarse y «sentir», solamente. Cuando el film acaba, deja una sensación casi de drogadicción; me ha pasado con «Las horas», «Vania en la calle 42», y en todas las que he visto de este director al que, curiosamente, su físico propio de aventurero audaz, parece querer desmentir esa enorme timidez de la que se habla. ¿No será que el tío está harto de la gente y lo que siente es asco, más que timidez? También se me ha hecho curioso el hecho de que sea fan absoluto de «Zoolander» vicio que compartimos.

  3. Malick es uno de los directores más sobrevalorados de la historia reciente. Y su religiosidad es ridícula. Podría aprender de Tarkovski, que ese sí que era un director grande de verdad.

    • Las opiniones sin ningún tipo de argumentación son insustanciales… incluso para quien podría estar de acuerdo.

      • En estos comentarios yo no he visto argumentaciones, sólo apelaciones a los sentimientos (que es precisamente lo que hace Malick, ni que fuera Michael Moore). Pero parece que tú estás diciendo que sólo puedes comentar aquí si tus sentimientos son favorables hacia Malick, algo que te exime de la necesidad de cualquier argumentación, que en cambio es imprescindible en caso contrario. Pues no me parece equitativo con aquellos a los que Malick nos produce sueño (o aun peor, risa). Algo similar me ocurre con Antonioni. Y siento mucho si con mis sentimientos escandalizo a alguien.

        • Con todo respeto, Luis, no lo pillas. Esto no tiene que ver con Malick, o con Tarkovski, o con Antonioni. Para aclarar las cosas, te diré que Malick me ha emocinado en una sola película y las demás me han aburrido indeciblemente. No es un tipo que esté en mi agenda. Tiene que ver con los comentarios estériles del tipo «…es uno de los directores más sobrevalorados de la historia reciente». ¿Así? ¿Ya está? ¿Por qué lo dices tú? Mi comentario es una defensa de una buena controversia, de una conversación decente entre personas con ganas de compartir. Todo lo demás es eso… insustancial. Sinceramente, me gustaría más que nos cuentes porqué te aburre. Del mismo modo que sería igual de interesante escucharte en caso contrario.

          • Mi opinión, como la de cualquier otro, no tiene ningún valor: es sólo eso, una opinión de uno que pasa por aquí. Pero si somos serios, deberíamos hacer un análisis crítico en profundidad, en plan universitario, de todas las pelis de Malick, secuencia a secuencia (como mínimo). Esto sería un poco largo y, sinceramente, no tengo demasiadas ganas de hacerlo gratis (se trate de Malick o de cualquier otro director, que tampoco quiero personalizar). Así que me limito a expresar una opinión, tan infundada, sentimental y en el fondo irrelevante y que suena a simple desahogo como la de todos los que han escrito aquí, comenzando por el autor del post, que parece más interesado en analizar las correspondencias entre las pelis de Malick y la vida personal de éste que las pelis en sí (sí, ya, la vida es arte, etc, pero gente como Henry James no pensaba así y yo lo comparto).

  4. Asclepios

    Muchísimas gracias por el artículo. Me convertí en un fan absoluto de Malick tras ver El árbol de la vida. Es lo más parecido a la poesía en el mundo audiovisual que yo he tenido el placer de conocer. Me dediqué a explorar sus anteriores films (La delgada línea roja la había visto con catorce añitos y me gustó pero apenas la recordaba) y quedé fascinado. Luego salió To the wonder y tuve esa sensación de parodia de sí mismo. Lo curioso es que la volví a ver un par de años más tarde y, esta vez sí, me encantó (especialmente el personaje de Kurylenko y el del tipo negro que habla de su conexión con lo religioso). Knight of cups me dejó indiferente. Una de las peores cosas que te puede suceder cuando intentas disfrutar de una pieza artística es salirte de lo que pretenden contar y observar el engranaje, el modus operandi. En un momento dado sólo veía dos cosas: una pareja de actores improvisando acciones corporales y alguien en una sala de montaje diciendo «esto sí, esto no». Lo que resultaba más obvio y alienante era lo primero.

    En cualquier caso me sigue encantando. Creo que abusa de las impros actorales (o quizá éstas no sean los suficientemente inspiradas) pero sigo esperando con ansias sus nuevos proyectos.

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